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Contenido popular

Mostrando el contenido mejor valorado el 23/01/19 en todas las áreas

  1. 30 puntos
    Suscribo los análisis que habéis hecho. Intento explicar mi visón (complementaria) del asunto. El capitalismo es amoral, en el sentido que en la práctica no defiende moral objetiva alguna. Un sistema así deja la moral (cristiana) en el ámbito estrictamente privado, aunque no la ataca. Es una evolución seguramente del pragmatismo protestante y de hecho así funcionaron los EEUU desde su fundación hasta los años 50, cuando las ideas comunistas empiezan a extenderse y la evolución de la sociedad ya no puede explicarse por entero por la acción del capitalismo. Son sociedades que, no obstante, pueden "funcionar". El comunismo, en cambio, es antimoral en el sentido que los valores comunistas son aquellos que, de implantarse, llevan a las comunidades a la autodestrucción y al colapso. Por ejemplo, el activismo comunista pone mucho énfasis en ridiculizar las creencias religiosas y en general todo comportamiento honorable y virtuoso. La Iglesia, el Ejército, la Policía y en general toda institución que proporcione cohesión a la sociedad es atacada virulentamente por el comunismo. Por lo anterior, los Regímenes que son comunistas en alto grado nunca "funcionan" y la gente huye de ellos hacia Regímenes capitalistas que, aunque siendo malos, sí funcionan. Esa disfunción de los Regímenes comunistas no puede atribuírse por entero a un "boicot" del capitalismo, pues si bien ese argumento serviría (o podría servir) para Corea del Norte, no lo haría en el caso de la URSS. En cualquier caso, un sistema amoral es completamente vulnerable a un sistema/virus antimoral, pues carece de esquemas que propugnen una verdad moral objetiva que pueda contrarrestar la subversión, cuando ésta se presenta. Por eso en las sociedades capitalistas los comunistas gozan de una infiltración y poder crecientes en los puestos claves de la sociedad. Sólo eso explica que nuestra sociedad sea más comunista culturalmente hoy que a la fecha de la caída de la URSS. Es decir, de algun modo las sociedades capitalistas están condenadas irremediablemente al comunismo. De ahí que ante el auge del comunismo en los años 30, la única respuesta que de verdad pudo pararlo proviniera de la Europa Católica, donde la conciencia católica todavía existente sí defendía una moral objetiva como guía de la sociedad frente al indiferentismo capitalista. No por casualidad el "insulto" preferido por los comunistas es el de fascista. Podría debatirse si el nacionalsocialismo a su vez opuso otra "moral" objetiva a la vez opuesta al comunismo y al catolicismo, pero como en cualquier caso juzgo esa supuesta moral como rechazable desde mis creencias no me interesa debatirlo aquí. Por concluír, y en esto estoy en desacuerdo con lo que dice Prada en su artículo, no es el capitalismo quien promueve venenos sociales como la ideología de género (consecuencia lógica de cualquier forma de feminismo, que tampoco se olvide) y otros, sino más bien que el capitalismo, con su indiferentismo en las cuestiones morales, es incapaz de articular ninguna oposición a los subvertidores que promueven esos venenos. Viéndolo desde otro punto de vista, el capitalismo tiende a considerar a la sociedad como un juego en el que todos los jugadores buscan maximizar su beneficio económico. A partir de allí, se postula una tendencia a un cierto equilibrio en el que todos los actores estarán satisfechos y se alcanzará con ello la cohesión social. El inconveniente, a mi juicio, es que muchas veces las motivaciones humanas están lejos de estos impulsos. Hay personas que encuentran más satisfacción en la desgracia de otros que en su propia felicidad, por lo que lo anterior es incapaz de "predecir" el comportamiento de esas personas.
  2. 15 puntos
    Aunque no siempre estoy de acuerdo con lo que escribe De Prada en sus artículos, en esta ocasión sí coincido en gran medida con lo que expone. Estoy convencido desde hace mucho que, capitalismo y socialismo (liberalismo y progresismo si se quiere) son las dos caras de una misma moneda. Figura que refleja la realidad sobre la que orbitan ambas teorías económicas, como es la de una sociedad ordenada en torno a su beneficio material, en perjuicio de aquella otra ordenada en torno al ideal o espiritual. Es decir, "el amo al que ambas concepciones económicas sirven", su factor fundamental no es otro que el materialismo encarnado en el dinero, y sobre ese fundamento se desarrollan ambas, ya sea dejándolo en manos privadas y a merced de los mercados, como sugiere el liberalismo, o en de la colectividad y a juicio del planificador como prefieren las diversas visiones socialistas, para corregir supuestamente las injusticias derivadas de la primera concepción. En cualquiera de los casos, la ambición y el intercambio que de éste harán los actores, movidos por el error de estar fundados en el materialismo de las cosas, serán causante de todo lo demás: injusticias, destrucción de la familila y modos de vida, pérdida de la identidad y el sentido común, etc, pues ambas posturas sustituyen el providencialismo que procura el bien universal por los deseos del hombre y sus cosas como protagonistas últimos de la historia. Sea como fuere, lo pernicioso de ambas visiones es que el hecho moral, es decir la distinción sobre lo que está bien o mal, no se ordena en función de ese bien universal que procura una mejor, más digna y verdadera condición humana, sino en base a aquello otro que más la enriquezca materialmente, como si el ser humano careciese de esa dimensión espíritual que en definitiva es lo que le caracteriza y dota de significado. Por eso, yo sí creo que sea el sistema social y económico y no sus meras características el que destruye al hombre ya que, este ha dejado de ser el bastón de apoyo del orden moral necesario para salvarse y alcanzar la plenitud de la felicidad, para convertirse por si mismo en el propio factor fundamental que, mediante sus deseos materiales motiva su vida y su conducta: tener para ser. En lo que no estoy de acuerdo es cuando dice que la derecha siempre ha ocultado la evidencia de esa relación causa efecto. Aquí en España sin ir más lejos, existía una derecha que tenía más clara que hoy la magnitud perjudicial del capitalismo como origen de muchos de los males sociales, como revela este pequeño fragmento del nodo.
  3. 13 puntos
    Como es necesario al abordar estos temas, hay que distinguir entre lo que se ha impuesto en la realidad respecto a lo que pretendemos o consideramos deseable. En ese sentido, lo mismo que cuando hablamos de Hispanidad a pesar de que nuestros vínculos actuales con algunos países americanos están bastante dañados no renunciamos a la misma... pues tampoco hemos de impedir que hechos reales relativos a Portugal nos quiten del horizonte la idea de que el pueblo portugués es uno más de los pueblos hispánicos, con el especial hecho diferencial de su pasado imperial y su colaboración con el enemigo. Nadie ha dicho que sea fácil pero como horizonte es imprescindible.
  4. 11 puntos
    Las raíces gnósticas de la ideología de género El fundamento de la ideología de género no es ni laico ni científico. En efecto, la absolutización de la autonomía del “yo” y el consiguiente desprecio de los condicionamientos de la corporeidad humana, se originan en creencias religiosas que provienen de los albores de la historia. La realidad pluricultural de nuestra sociedad, en la que tanto se ha insistido, conlleva la exigencia de evitar la imposición de cualquier uniformidad en lo que respecta a los contenidos y metodologías concretos de la educación sexual escolar. La educación sexual escolar se mencionó reiteradamente durante el debate de la ley de aborto -desde ambos sectores contendientes- como una acción posible dirigida a prevenir abortos. Sin embargo no todos entendemos lo mismo por educación sexual “integral”, ni coincidimos con la orientación ideológica que se pretende imponer bajo el pretexto de que es “laica” y “científica” y que por lo tanto debe ser obligatoria, aún con la oposición de sus padres “por el interés superior del niño”. Pero el fundamento de la ideología de género no es ni laico ni científico. En efecto, la absolutización de la autonomía del “yo” y el consiguiente desprecio de los condicionamientos de la corporeidad humana, se originan en creencias religiosas que provienen de los albores de la historia. En honor a la brevedad voy a referirme a aquellas que recibieron el nombre genérico de “gnosticismo” alrededor de los primeros años de nuestra era. En realidad, se trataba de diversas tradiciones “gnósticas” que proliferaron en los albores del Imperio Romano en toda la cuenca del Mediterráneo, así como en el antiguo Irán, la Mesopotamia y, por cierto, en la India. De acuerdo a Mircea Eliade, se trataba de creencias religiosas que predominaron en la cultura e inclusive incidieron con suerte dispar en las grandes religiones monoteístas. En síntesis, las tradiciones gnósticas coinciden en calificar la creación del universo material como algo esencialmente malo, incluyéndose en tal categoría la corporeidad del ser humano. Esta creencia sostiene que el alma, en forma previa a su existencia corpórea, existe como parte de un todo divino. La encarnación supone un desprendimiento y caída de una “partícula” o chispa de divinidad y el olvido de aquella dignidad primordial, para ser encerrada en la “cárcel” del cuerpo. De ello resulta una antropología dualista: cuerpo y espíritu no forman una unidad sustancial sino que se escinden, sometiéndose el primero en forma incondicionada a los designios del espíritu. “Detrás de las leyes sobre los nuevos derechos hay una nueva religión”. Tal es el título de un comentario de Stéfano Fontana sobre una comunicación de Michel Pillon empero, de inmediato aclara: “Bien visto, esta religión no es nueva, pues ya habían pensado en ella los Cátaros en la Edad Media. La que ha sido llamada herejía albigense tenía por dogma fundamental la separación del espíritu, por esencia bueno y puro, del cuerpo, con el que podías hacer lo que quisieras, incluido suprimirlo con el suicidio (acto que recibía grandes alabanzas) o extenuarlo en los placeres más variados, con excepción de la procreación, juzgada malvada en sí misma”. El artículo hace un interesante repaso del proceso de los cambios legislativos en Francia e Italia, similares a los que se gestionan en esta parte del mundo. Respecto de la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo, manifiesta: “(.) las investigaciones demuestran que son más favorables al matrimonio homosexual quienes se declaran “no creyentes”, aunque en realidad se remiten a una creencia colectiva: «Esta consiste en afirmar que en el matrimonio los cuerpos no tienen ninguna importancia». Se trata de una “verdad” que no es en absoluto evidente y que tampoco puede ser demostrada. ¿De dónde procede esta creencia colectiva?”. De la nueva religión, el “neocatarismo”, sostiene el autor. Del mismo modo “la PMA (reproducción asistida) y la GPA (útero de alquiler) empiezan a ser aprobadas. Se adivina que detrás de estas dos manipulaciones del cuerpo humano por un capricho del espíritu intenta imponerse un nuevo artículo de fe: que el cuerpo humano pueda ser vendido y comprado según su valor comercial”. En definitiva “la idea de que el cuerpo es un instrumento tiene por resultado, por ejemplo, la indiferencia a su sexualidad, (…) o el rechazo del propio cuerpo, con el derecho a cambiar de sexo o a elegir cuando morir; o incluso el rechazo de la vida autónoma del cuerpo, base de la interrupción voluntaria del embarazo”. Mircea Eliade afirma que el gnóstico puede derivar tanto en un ascetismo extremo como en una liberación de lo concupiscible, que recorre también un arco desde las técnicas sexuales y los ritos orgiásticos de las escuelas tántricas de la India a las orgías de las sectas gnósticas libertinas. Cabe aclarar que las creencias de cátaros y albigenses son las proyecciones medioevales más conocidas, junto a la alquimia, al hermetismo, y al teosofismo, de la gran matriz del pensamiento gnóstico, el que en sus líneas esenciales ha llegado a nuestros días con renovado vigor. En realidad, podría decirse que en la Posmodernidad está en proceso de constituirse en el pensamiento hegemónico, precisamente por la influencia de la ideología de género, de las “nuevas espiritualidades” y de diversas sociedades como las masónicas, que reivindican una tradición gnóstica. Aunque mucha gente no sepa que sus bases ideológicas son gnósticas, parafraseando a Monsieur Jourdain, el personaje de Moliére, muchos podrían exclamar “¡Por vida de Dios! ¡Más de cuarenta años que soy gnóstico sin saberlo! …”. La realidad pluricultural de nuestra sociedad, en la que tanto se ha insistido, conlleva la exigencia de evitar la imposición de cualquier uniformidad en lo que respecta a los contenidos y metodologías concretos de la educación sexual escolar, más cuando se basa en la arbitraria y científicamente insostenible afirmación de que la sexualidad es una construcción meramente cultural donde la corporeidad no tiene un papel fundamental. Autor: José Durand Mendioroz Fuente: La Prensa https://www.oropel.org/las-raices-gnosticas-de-la-ideologia-de-genero/1190/
  5. 11 puntos
    Desde luego, como tampoco vamos a conseguir una coalición hispánica ni erradicar el antiespañolismos en las regiones con fuerte separatismos en nuestro país. Pero eso nos obliga a seguir con el ahinco.
  6. 11 puntos
    Mientras siga vigente el tratado Anglo-Portugués, que no olvidemos es a perpetuidad, es muy improbable que tenga éxito cualquier otra rúbrica que permitar acercarse a los pueblos ibéricos. Las dinámicas e inercias que se han generado durante todos estos siglos pesan demasiado para aquellos dos firmantes y al mundo anglosajón, en concreto, no le interesa que su contrapolo hispano pueda algún día volver a ser una fuerza importante, a no ser que sea bajo su dominio. Nuestro archienemigo exterior sigue siendo el de costrumbre y nuestro vecino, su fiel servidor.
  7. 11 puntos
    Como aún no lo hemos comentado por aquí dejo ahí el enlace: https://www.europapress.es/nacional/noticia-boe-publica-contrato-2017-mas-400000-euros-fusiles-asalto-pistolas-cartuchos-mossos-20190121202022.html Tremendos los conchabeos del gobierno.
  8. 10 puntos
    No digo que no debamos aspirar a ello sino que veo improbable que, dada la situación e historia de las cosas, en la actualidad pueda darse un pacto hispano-portugués que beneficie lo hispano a expensas de lo anglo pues predomina el pacto previo y la dependencia que ha generado es inmensa. El enemigo de lo hispano no ha dejado de estar ahí. Sin embargo y como bien dices, nuestro deber es seguir apostando por ello pues la unidad es parte sustancial de nuestro pensamiento. Es más, ahora se abre un nuevo horizonte con el Brexit y no sabemos que intereses y fuerzas pueden llegar a configurar finalmente ese escenario y en qué medida puede éste abundar en esa recuperación de nuestra unidad, si la unidad británica se debilita.
  9. 10 puntos
    He creído preferible copiar el artículo sin añadir comentario. Comento ahora que en mi opinión el artículo se queda corto al no mencionar que los gnósticos, además de todo eso, creían en el mito del andrógino. Se puede encontrar más información en este libro: También se puede ver en este artículo del identitario Ernesto Milá: EL ANDROGINO: LOS DOS SEXOS EN UN SOLO SER – Ernest Milà Ojo, ambas fuentes de información son favorables al gnosticismo,, por lo que presentan las cosas de la forma que más les conviene. Este mito del andrógino puede proceder de las antiguas religiones de Irán, que a su vez es uno de los orígenes que se barajan del gnosticismo: Los antiguos persas reconocían un tercer género aparte del masculino y femenino No es un secreto que los ayatolás iraníes cubren las operaciones de cambio de sexo, y que en la India y algo menos en Pakistán hay cierta tolerancia hacia la transexualidad que no es habitual en otros países de religión musulmana.
  10. 10 puntos
    Muy interesante esta última noticia que trajiste, Español. Enlazo algunas noticias: EL JEFE DE AMAZON P0R UN FUTURO SIN TRABAJADORES – Critika Antikapitalista NOTICIAS FACEBOOK - Los correos internos que revelan la que ha sido siempre la estrategia de Facebook - Nec Otium - Diario La Informacion El experimento viral del #10yearchallenge puede tener truco: es un caramelo para entrenar sistemas de reconocimiento facial Esto es de la máxima gravedad y debería motivar el cierre (estafan a los niños con compras inapp como política de empresa): ¿Facebook aprovechando la inocencia de los niños para ganar dinero? Un artículo largo de crítica a estas compañías (Nicholas Carr, autor muy recomendable): Thieves of Experience: How Google and Facebook Corrupted Capitalism - Los Angeles Review of Books
  11. 10 puntos
    Está bien este artículo de Prada. Es verdad que el capitalismo tiende a acabar con la familia. Aunque no está claro si es el capitalismo, como sistema económico, el que que acaba con la familia o son más bien algunas de las características que el capitalismo comparte con el comunismo, por ejemplo, el racionalismo, el culto del progreso técnico o la ausencia de referencias religiosas. El aborto, la planificación familiar, el amor libre y la igualdad de sexos fueron legalizados por el comunismo y, antes de ser legalizados, fueron conceptos defendidos por comunistas y sobre todo por anarquistas. Es verdad que el liberalismo capitalista les allanó el camino de múltiples formas. Y quizá el que empezó está guerra contra la familia fue Malthus. Pero, como esta destrucción de la familia se da tanto en los regímenes capitalistas como en los comunistas, parece más razonable pensar que se deba a algunas características que comparten y que no necesariamente hacen referencia a la organización económica. Cosas que no me gustan del artículo de Prada: la sempiterna alusión al "fantasma del comunismo", como si no fuese un problema o como si el problema hubiese sido alguna vez su régimen económico y no su despotismo amoral; la transformación de la necesaria crítica al concepto del "marxismo cultural" en una apología velada de la URSS y su supuesta defensa de los valores familiares. Cosas que me gustan del artículo: la crítica al capitalismo; que les deje claro a los de Vox que toda su ofensiva contra las "políticas de género" será en vano si no hay un cambio del sistema. Creo que ése es el verdadero trasfondo del artículo. Aunque por otra parte no me cuadra mucho con el hecho de que, en las últimas primarias del PP, apareciese en la tele haciendo campaña por uno de los candidatos, ni con su defensa de Salvini como alguien mucho más benigno que Abascal, entre otros. Cosas que me sorprenden: la mención a Louis Rougier, que participó en Régimen de Vichy y que fue el padre de la Nueva Derecha en todo lo que se refiere al neopaganismo anticristiano. Podría haber mencionado este hecho para darle mayor fuerza al artículo. Rougier da la clave cuando exige una "perpetua adaptación del orden legal a los descubrimientos científicos, a los progresos de la organización y la técnica". Tanto en el capitalismo como en el comunismo las leyes están supeditadas, no a la moral religiosa, sino a la ciencia y la técnica del momento. En esta mentalidad que comparten ambos sistemas, si la técnica permite controlar los nacimientos, puede y debe hacerse; ni los teólogos ni los filósofos deben ser consultados al respecto.
  12. 10 puntos
    Impresionante. Pareciera que en el ruedo ibérico los portugueses preferirían ser tuertos si su sacrificio les premiara con dejar ciega a España. Son como una subcultura que respecto a España, al conjunto de subculturas que forman España, ese todo que es más que la suma de las partes y en el que Portugal. en su uniformidad, pretende igualarse como si aportara al conjunto una cualidad diferente, cuando a lo más que debería optar es a ser uno más... Una vez leí de un iberista portugués que qué pasaría si se unieran la laboriosidad portuguesa con el empuje castellano... La frase tiene sus dosis de verdad, pero pensándola mejor, quien tiene empuje lo tiene porque se sabe tenaz y prueba de ello es que no necesitaríamos "conciencia" portuguesas para ser laboriosos, pacientes y tenaces. Y con todo, además, como él reconoció, tenemos ese empuje, esa alegría de vivir, ese dicharacherismo puntilloso y desenfadado que confieren los imperios, incluso los menores, en forma de cosmopolitismo integrador de todas la diferencias. Superada mi etapa sentimental, hoy por hoy soy enemigo de cualquier pacto con Portugal de igual a igual.
  13. 8 puntos
    Espero que se vaya generalizando esta interpretación, que por cierto ya la dimos aquí nosotros en los hilos sobre el gnosticismo. Lo que hay que hacer entender es que el progresismo no es nada moderno, ni nuevo, si se toma la Primera herejía gnóstica del siglo II, y la Segunda herejía cátaro-albigense de la Edad Media, el progresismo sería una Tercera herejía gnóstica (y seguramente haya Cuartas y Quintas), pero igual que todas, no tiene una solución de continuidad en la realidad por pura congruencia con sus postulados antirreales y antimateriales: es decir, es suicida.
  14. 8 puntos
    La ideología de “género” y el “liberalismo gnóstico” La idea de que los seres humanos son personas no-corporales que habitan cuerpos no-personales nunca termina de desaparecer. Aunque las corrientes predominantes del Judaísmo y del Cristianismo la han rechazado hace ya mucho tiempo, lo que a veces se describe como el dualismo del “cuerpo y el yo” ha vuelto con sed de venganza, y sus seguidores son legión. Ya sea en los tribunales de justicia, en los campus universitarios, o en las mesas de directorios corporativos, ella sustenta y da forma al individualismo expresivista y al liberalismo social que se encuentra en alza. El rechazo de la Cristiandad al dualismo del cuerpo y el yo se constituyó como la respuesta al desafío planteado a la ortodoxia por parte de aquello que fuera conocido como “gnosticismo”. El gnosticismo se componía de una variedad de ideologías; algunas ascéticas, y otras directamente opuestas. Lo que tenían en común era el entendimiento del ser humano –una antropología– que dividía marcadamente lo material y corporal por una parte, y lo espiritual, mental o afectivo, por la otra. Para los gnósticos, era lo inmaterial, lo mental o lo afectivo lo que en última instancia importa. Aplicado a la persona humana, esto significa que lo material o corporal resulta ser inferior; si es que no se trata de una prisión de la cual se debe buscar escapar, cuando mucho sería un mero instrumento para ser manipulado a fin de servir a los objetivos o fines de la “persona”, entendida como el espíritu, la mente o la psique. El yo es una sustancia espiritual o mental; el cuerpo, un vehículo meramente material. Tu y yo, en cuanto personas, nos identificamos completamente con el espíritu, mente o psique, y no nos identificamos de forma alguna (o cuando mucho en una forma altamente atenuada) con el cuerpo que ocupamos (o con el que de alguna forma “estamos asociados”) y usamos. Contra este dualismo, la posición anti-gnóstica afirma una concepción de la persona humana como una unidad dinámica: un cuerpo personal, un yo corporal. Esta visión contraria al gnosticismo se encuentra a lo largo de toda la escritura hebraica y de las enseñanzas cristianas. Esto no implica sugerir que la doctrina cristiana descarte la concepción bajo la cual el individuo es numéricamente idéntico con su alma inmaterial. Los pensadores cristianos contemporáneos se encuentran divididos sobre la cuestión de si el alma separada del cuerpo es numéricamente distinta de la persona humana, o si se trata de la misma persona en una forma radicalmente mutilada. Sí se tiene acuerdo, sin embargo, sobre el punto esencial, que es que el cuerpo no es un instrumento meramente extrínseco de la persona humana (o del “yo”), sino que una parte integral de la realidad personal del ser humano. Cristo ha resucitado corporalmente. Aristóteles, quien rompió con su maestro Platón sobre este punto, defiende una forma de este “hilomorfismo”, como se le ha denominado. Sin negar la existencia del alma, afirma que la persona humana es un ser material (aunque no exclusivamente material). Nosotros no ocupamos o habitamos nuestros cuerpos. El cuerpo vivo, lejos de ser un vehículo o instrumento, es parte de nuestra realidad personal. Así que, sin poder existir apartados de su alma, no son inferiores a ella. El cuerpo comparte la dignidad personal; es un todo del cual nuestra alma es la forma sustancial. La idea del alma como la forma sustancial del cuerpo es la alternativa de la ortodoxia cristiana a la concepción herética del alma como “el fantasma dentro de la maquina”. Es posible que separemos el cuerpo vivo del alma en nuestro análisis, pero no en los hechos; somos compuestos de cuerpo y alma. Así que somos animales; animales racionales, sin duda, pero no mentes o intelectos puros. Nuestra identidad personal a través del tiempo consiste en la persistencia de los organismos animales que somos. De esto se sigue una proposición crucial: la persona humana comienza a ser al mismo tiempo que el organismo humano, y sobrevive –como una persona– al menos hasta que el organismo deja de ser. Y sin embargo, no somos animales brutos. Somos animales de naturaleza racional, organizados desde un inicio para el pensamiento conceptual, y para la deliberación práctica, el juicio y la elección. Estos poderes intelectuales no son reducibles a pura materia. Las creaturas que las poseen son capaces, con madurez y bajo condiciones favorables, de captar caracteres inteligibles (y no solamente sensibles) de las opciones de acción, y de responder a esas razones con elecciones que no están determinadas por eventos antecedentes. No es que actuemos de forma arbitraria o azarosa, sino que elegimos en base a juicios de valor que nos inclinan hacia diferentes opciones sin obligarnos a esas opciones. No existe contradicción, bajo la concepción hilomórfica, entre nuestra animalidad y nuestra racionalidad. Si adoptamos la posición gnóstica, entonces los seres humanos –miembros vivos de la especie humana– no son necesariamente personas, y algunos humanos son no personas. Aquellos quienes se encuentran en las etapas embrionarias, fetales o de temprana infancia no serían aún personas. Aquellos quienes han perdido el ejercicio inmediato de ciertos poderes mentales –por ejemplo, las víctimas de la demencia avanzada, los que se encuentran en estado de coma prolongado o los mínimamente conscientes– habrían dejado ya de ser personas. Y aquellos que padecen de discapacidades cognitivas congénitas severas no serían ahora, nunca habrían sido, y nunca serán personas. Las implicancias morales de esto son claras. Es la vida personal la que nos da razones para afirmarla como inviolable y protegerla de todo daño; en contraste, podemos legítimamente usar otras criaturas para nuestros propósitos. Por lo mismo, quien se adscribe a la concepción gnóstica y su antropología, que separa a la persona del cuerpo en la forma que hemos descrito, verá facilitado el referirse a aquellos quienes ostentan capacidades mentales subdesarrolladas, defectuosas o disminuidas, como no-personas. Les parecerá más fácil justificar el aborto, el infanticidio, la eutanasia para los impedidos cognitivos, y la producción, uso y destrucción de embriones humanos para la investigación biomédica. Bajo la misma premisa, tal antropología es la que sustenta el rechazo del liberalismo social a la ética sexual y marital tradicional y su concepción del matrimonio como una unión masculino-femenina. Dicha concepción carece de sentido si el cuerpo es meramente un instrumento de la persona, a fin de ser usado para satisfacer metas o fines subjetivos o producir sentimientos deseables en la persona-sujeto-consciente. Si no somos nuestros cuerpos, el matrimonio no puede involucrar en su esencia una unión de una sola carne realizada por el hombre y la mujer, como lo sostienen las tradiciones judías, cristianas y clásicas de la ética. Pues, si el cuerpo no es parte de la realidad personal del ser humano, no puede existir nada moral o humanamente importante de la unión “meramente biológica”, fuera de sus efectos psicológicos enteramente contingentes. El presuponer el dualismo del cuerpo y del yo hace más difícil apreciar que el matrimonio es un bien humano natural (pre-político e incluso pre-religioso) con su propia estructura objetiva. Si la sexualidad es solamente un medio para nuestros fines subjetivos, ¿No significa que ella es lo que sea que queramos que sea? ¿Cómo puede estar orientada a la procreación o requerir exclusividad en forma permanente, por su propia naturaleza? Sólo podemos encontrar sentido en la concepción del matrimonio como una unión de una sola carne si entendemos al cuerpo como verdaderamente personal. Es entonces que podemos ver la unión biológica entre un hombre y una mujer como una forma distintiva [y única] de unión entre dos personas, la que es alcanzada, a la manera de la unión biológica de las partes al interior de la persona, por medio de la coordinación hacia un fin corporal único del todo. Para la pareja, ese fin es la reproducción. Su orientación hacia la vida familiar tiene por lo mismo una significancia humana y moral, y no “meramente biológica”. Los cónyuges, en su unidad corporal, renuevan la unión omnicomprensiva que es su matrimonio. Esta concepción, a su vez, nos ayuda a captar el sentido del deseo natural y espontáneo de querer criar a los propios hijos y la importancia normativa de comprometerse a hacerlo cada vez que ello sea posible, incluso a un costo personal elevado. (Una madre desea que la manden de la maternidad a su casa con el bebé que ella de hecho parió, y no con uno que le fuera asignado al azar de la reserva de bebés nacidos durante su estadía en el ala de maternidad). Este instinto refuerza una ética sexual sensata, que especifica los requerimientos del amor conyugal y parental fiel; una ética que parece carecer de sentido y ser hasta cruel a los ojos de liberales sociales contemporáneos. Para ellos, después de todo, lo que importa es lo que sucede o se verifica en la mente o la consciencia, no en el cuerpo (o el resto del cuerpo). La unidad personal verdadera, en la medida de que algo así es siquiera posible, es una unidad al nivel afectivo, no al biológico. El “matrimonio” tiende a ser visto y tenido, entonces, como una institución socialmente construida que existe para facilitar los vínculos románticos y para proteger y favorecer los variados sentimientos e intereses de la gente que formaliza esos vínculos. No se trata de una sociedad conyugal en lo absoluto, sino de una forma de compañerismo románticosexual o bien de una asociación doméstica. La procreación y los niños son apenas contingentemente relacionados a ellas. No hay ningún sentido, ni siquiera en términos indirectos, en que el matrimonio es una asociación procreativa o una sociedad cuya estructura y normas reciban su forma de la orientación inherente de nuestra naturaleza sexual a la procreación y sustento de los niños. La concepción conyugal del matrimonio como una unión del tipo que se realiza en plenitud natural por la generación y sustento de los hijos en común se presenta como una idea ininteligible y hasta extravagante para el neo-gnóstico. En la misma línea, y de la forma en que el liberalismo social presenta esta materia, el sexo en sí no es un aspecto inherente del matrimonio o parte de su significado; la idea de la consumación marital por medio de las relaciones sexuales también aparece como extraña. Así como para los liberales sociales dos (o más) personas pueden tener sexo perfectamente legítimo y valioso sin necesidad de estar casados el uno con el otro, también sería el caso que dos (o más) personas pueden tener un matrimonio perfectamente válido y completo sin tener relaciones sexuales. Se trataría enteramente una cuestión de preferencias subjetivas. El juego sexual consensual es valioso en la medida de que permite a los involucrados expresar sus sentimientos deseados, como la afección, o bajo la misma medida, la dominación o sumisión ante el otro. Pero si es el caso que no tienen deseo por ello, el sexo carece de sentido incluso al interior de la relación matrimonial. Es meramente incidental y por lo mismo opcional, como es opcional el ser o no dueño de un auto, u optar por tener una cuenta corriente conjunta o separada. La esencia del matrimonio es el compañerismo, no la noción sexual, y por supuesto mucho menos la procreación. Y todo esto explica, por supuesto, por qué la ética liberal contemporánea apoya y patrocina el matrimonio entre personas del mismo sexo. Incluso sugiere que el matrimonio puede existir entre tres o más individuos en grupos poli-amorosos sexuales (o no sexuales). Dado que el matrimonio se desenvuelve con prescindencia de la biología y se distingue por su intensidad emocional y calidad –en atención a que la verdadera “persona” es el yo consciente y sintiente– los “matrimonios” entre personas del mismo sexo y los poli-amorosos son posibles y valiosos en la misma forma básica que la unión conyugal entre el hombre y la mujer. Pues los compañeros en estas otras agrupaciones también pueden sentir afecto los unos por los otros e incluso creer que la calidad de su relación romántica se verá favorecida o estimulada por el juego sexual mutuamente acordado (o por la inexistencia del mismo, según sea el caso). Si esto sería en definitiva, la esencia del matrimonio, aquello de lo que se trata, entonces negarles el estatus marital implica denegarles “igualdad matrimonial”. Y sobre todo esto encontramos además el transexualismo y el transgenerismo. Si somos compuestos de cuerpomente (o cuerpo-alma) y no simplemente mentes (o almas) que habitan cuerpos materiales, entonces el respeto por la persona exige respeto por el cuerpo, lo que descarta las mutilaciones y otros ataques directos e intencionados contra la salud humana. Esto significa que, excepto en casos extraordinariamente raros de deformidades congénitas que llevan al extremo de la indeterminación, nuestra masculinidad o femineidad [en cuanto pertenencia al conjunto macho o hembra] es discernible a partir de nuestros cuerpos. El sexo se constituye a partir de nuestra organización biológica básica en relación a nuestro funcionamiento reproductivo; es una parte inherente de qué y quiénes somos. Cambiar el sexo es una imposibilidad metafísica porque es una imposibilidad biológica. O al menos extremadamente improbable. Es posible que resulte ser tecnológicamente factible cambiar el sexo de un individuo humano en una etapa muy temprana del desarrollo embrionario, ya sea por medio de la alteración del genoma o, en el caso de un macho embrionario, por medio de la inducción de insensibilidad andrógina de forma suficientemente temprana como para que el desarrollo sexual proceda como lo haría si se tratara de una mujer genética. Pero, por supuesto, hacer esto sería inmoral, pues involucraría una intervención corporal radical sin consentimiento del afectado y con graves riesgos para su salud. Luego, los cambios de sexo son biológicamente imposibles siempre que se hace cierto que el cambiar las capacidades sexuales de una persona desde la raíz requeriría revertir una multiplicidad de órganos y otras características sexuales que ya se encuentran diferenciados sexualmente, al punto de que por hacerlo terminaríamos con un organismo distinto de aquel con el que empezamos (y sospecho que ese punto se alcanza cuanto menos en las etapas más tempranas dentro del útero). Como ha argumentado Paul McHugh, desear el cambio del propio sexo es una patología; un deseo de dejar de ser uno mismo y pasar a ser un alguien distinto. No es por lo mismo desear el bien propio, sino que desear la no- existencia propia de quien uno es. En contraste, la concepción liberal considera que ninguna dimensión de nuestra identidad personal está verdaderamente determinada por la biología. Si tú crees y sientes que eres una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, entonces eres exactamente eso: una mujer (“transgénero”). Y por lo mismo puedes legítimamente describirte a ti mismo como mujer, a pesar del hecho de que eres biológicamente hombre, y tomar acciones concretas –incluso al punto de realizarte amputaciones y tratamientos hormonales cruzados– para alcanzar la apariencia externa femenina, especialmente dónde crees que el hacerlo te permitirá “sentirte” más plenamente como mujer. Esta forma de plantear el asunto va demasiado lejos. ¿Qué es lo que está diciendo un individuo transgénero pre-operativo de “hombre-a-mujer” cuando afirma que él “es en realidad una mujer” y que desea la cirugía para confirmar ese hecho? No está diciendo que su sexo es femenino-hembra; eso es obviamente falso al no ajustarse a la realidad material. Tampoco está diciendo que su género es “mujer” o “femenino”, incluso si concedemos que el género es en parte o en todo una cuestión de autopresentación o apariencia social. Es claramente falso el decir que este macho biológico es actualmente percibido como una mujer. Él quiere ser percibido de esa forma. Pero la premisa para su solicitud de cirugía es la afirmación del pre-operado de que es “en realidad una mujer”. Por lo mismo, ella debe ser previa. ¿A qué se refiere entonces? La respuesta no puede ser su sentido interior. Eso de todas formas exigiría que fuera su sentido interior de algo, en circunstancias de que parece que no existe “algo” de lo cual pueda tener un sentido interior (pues aún no lo tiene ni interior ni exteriormente, y desea tenerlo porque no lo tiene). Para el neo-gnóstico, el cuerpo sirve al placer del yo-consciente, a quien está sujeto, y por lo mismo las mutilaciones y otros procedimientos no presentan problemas morales inherentes. Ni tampoco es contrario a la ética médica el realizarlos; de hecho, puede ser para él contrario a la ética que un cirujano calificado se rehúse a realizar tales procedimientos. Al mismo tiempo, el neognóstico insiste que los cambios quirúrgicos e incluso los puramente cosméticos no son necesarios para que un macho sea una mujer (o que una hembra sea un hombre). El cuerpo y su apariencia no importan, excepto en un sentido instrumental. Dado que tu cuerpo no es el verdadero “tu”, tú sexo (biológico) e incluso tú apariencia no tienen que estar necesariamente alineados con tu “identidad de género”. Tienes un derecho, se nos dice en la actualidad, a presentarte a ti mismo de cualquier forma que sientas que eres. Y dado que los sentimientos, incluyendo los sentimientos acerca de qué o quién eres, caben o se posicionan en un espectro, y serían por lo demás fluidos, no nos encontraríamos limitados a sólo dos posibilidades sobre la cuestión de nuestra identidad de género (pueden de igual forma ser de un “género no conforme”), ni se estaría permanentemente adherido o atado a un género en particular. Existen, por ejemplo, los 56, 58, o más géneros reconocidos por Facebook, y es posible que se encuentre al género cambiando a lo largo del tiempo, o de forma abrupta. Es incluso posible que se cambie el género por medio de actos de la voluntad. Puedes cambiar de género en forma temporal, por ejemplo, por razones políticas, o de solidaridad con otros [o por conveniencia]. Por supuesto, la mayoría de las observaciones aquí realizadas sobre el género pueden extenderse de igual forma a la “orientación sexual”, y la práctica de auto-identificarse en términos del deseo sexual; un concepto y práctica bien servido por una concepción del ser humano como una persona no-corporal que habita un cuerpo no-personal. La posición antidualista que ha sido históricamente abrazada por Judíos y Cristianos (tanto en el Oriente como en el Poniente, por Protestantes y Católicos) ha sido nuevamente articulada en forma potente por el Papa Francisco: “La aceptación de nuestros cuerpos como un regalo de Dios es vital para dar la bienvenida y aceptar el mundo entero como un regalo del Padre y nuestro hogar común, mientras que el pensar que disfrutamos de un poder absoluto sobre nuestros propios cuerpos deviene, a menudo en forma sutil, en el creer que disfrutamos de un poder absoluto sobre la creación. Aprender a aceptar nuestros cuerpos, cuidarlos y respetar su significado pleno, es un elemento esencial de una ecología humana genuina. Asimismo, valorar la propia femineidad o masculinidad del cuerpo es necesario si es que voy a ser capaz de reconocerme a mí mismo en el encuentro con otro que es diferente. En esta forma podemos aceptar con gozo los regalos específicos de otro hombre u otra mujer, la obra del Dios Creador, y encontrar un enriquecimiento mutuo. No es una actitud sana aquella que busca “cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe cómo hacerle frente a la misma”. El Papa, quien recientemente enfureció a los defensores del liberalismo social al denunciar la práctica de enseñar a los niños que su género es electivo y no dado como una cuestión vinculada a su sexo biológico, no está realizando un ejercicio ocioso o de filosofía puramente especulativa. Está respondiendo a un desafío concreto de la ortodoxia cristiana, representado por el resurgimiento moderno de una antropología filosófica contra la cual la Iglesia luchó en sus primeras batallas formativas contra el gnosticismo. Él sabe que esta antropología en sí se ha transformado en nuestros días en una especie de ortodoxia –la ortodoxia de una forma concreta de secularismo liberal a la que, siguiendo a Robert Bellah, me he referido como “individualismo expresivista”– que ha procurado una posición de dominación entre las élites culturales de Occidente. Ella presenta el sustento metafísico de prácticas sociales y desafíos ideológicos en contra de los cuales los Judíos ortodoxos y los fieles Cristianos (así como también muchos musulmanes y tantos otros) se encuentran batallando al día de hoy: aborto, infanticidio, eutanasia, liberación sexual, la redefinición del matrimonio, y la ideología de género. ¿Hacemos bien en resistir? ¿Es posible que la concepción dualista de la persona humana haya sido la correcta desde un inicio? Tal vez es real que la persona no es su cuerpo, sino que simplemente lo habita y que lo usa como un instrumento. Tal vez la persona real sí es el yo consciente y sintiente, la psique, y el cuerpo es simplemente materia: la maquina en la que reside el fantasma. Pensar así, sin embargo, exige ignorar el hecho de que la totalidad de nuestra experiencia es la experiencia de ser actores unificados. Nada nos da razón de suponer que nuestra experiencia es ilusoria. Incluso si la posición del dualismo del cuerpo y el yo pudiera cuadrarse en forma coherente –lo que dudo– de todas formas no tendríamos más razones para creer en ella que las razones que tenemos para suponer que en este preciso instante estamos soñando, o que somos prisioneros de la Matrix sin saberlo. Pero hay más. Consideremos la más común de las experiencias humanas: el sentir (v.gr. oír o ver). Sentir es, obviamente, una acción corporal realizada por un ser viviente. El agente que realiza el acto de sentir es una creatura corporal, un animal. Pero es también claro que en los seres humanos, en cuanto animales racionales, es uno y el mismo agente quien conjuntamente siente y entiende o busca entender (por medio de una actividad mental) que es lo que él o ella está sintiendo o percibiendo por los sentidos. El agente que realiza el acto del entendimiento, por tanto, es un ente corporal, y no una sustancia nocorporal usando el cuerpo como una especie de artefacto cuasi-prostético. De no ser así, no seríamos nunca capaces de explicar la comunicación o la conexión que existe entre la cosa que realiza el acto de percibir o sentir y la cosa separada que realiza el acto de entender. Para ver el punto más claramente, permítanme invitarlos a considerar lo que están haciendo en este preciso instante. Ustedes están percibiendo –viendo– palabras en una hoja de papel o una pantalla. Y no solo están percibiendo, considerado como el acto de recibir impresiones (una especie de dato) a través del medio de la visión, sino que están entendiendo qué es lo que están percibiendo. Primero, están entendiendo que lo que están viendo son palabras (y no, por ejemplo, números o manchas o algo distinto), y segundo, están entendiendo que las palabras en sí tienen un significado (tanto individualmente consideradas, como cuando están junto a otras formando oraciones). Ahora, ¿qué exactamente es la entidad –es decir, ustedes– que está simultáneamente realizando el acto de percibir y entender? Y más precisamente, ¿se trata de una entidad o de dos? La percepción o el acto de percibir es de hecho un acto corporal, pero ¿no es el mismo actor (es decir, ustedes mismos en cuanto seres unificados) el que está viendo las palabras y entendiendo que son palabras y qué significan? No tendría sentido suponer que el cuerpo está realizando el acto de percibir y que la mente, considerada como una sustancia ontológicamente separada y distinta del cuerpo, está realizando el entendimiento. Por lo pronto, ello generaría una regresión infinita de explicaciones en tratar de explicar adecuadamente la relación existente entre las dos sustancias distintas y separadas. No seríamos capaces de entender la idea de que ustedes están realizando el entendimiento, pero que un instrumento que están usando –no ustedes mismos en cuanto agentes únicos y unidos– está realizando las percepciones. O consideren un caso simple de predicación gramatical y de pensamiento. Se aproximan a su escritorio y juzgan que lo que ven encima de él –esa cosa ahí– es una revista. Ese es un solo juicio, y ambas partes del mismo (el sujeto y el predicado) deben tener un solo agente: un ser que hace o realiza tanto el ver como el pensar, es decir, que ve aquella cosa concreta y particular y que entiende la misma al aplicarle un concepto abstracto (revista). ¿Cómo podría ser de otra forma? ¿Cómo podría ser que un ser contuviera ambas partes unidas en un mismo acto de juicio –la imagen sensorial y el concepto abstracto– sin estar ejerciendo al mismo tiempo las capacidades sensoriales e intelectuales? Más aún, el agente que siente el particular –aquella cosa ahí– debe ser un animal, esto es, un cuerpo con órganos perceptivos. Y la predicación que va con la percepción es un acto personal; el agente que está aplicando un concepto universal (revista) debe ser una persona. (Una creatura no racional, como un perro, bien puede percibir, pero al carecer de la razón del tipo que permite o hace posible la formación de conceptos universales, no podría entender que lo que está percibiendo es una instancia particular de un universal.) Se sigue de esto que el sujeto que realiza el acto de juicio –aquella cosa ahí es una revista– es un ser, personal y animal. No somos dos entidades separadas. Ni es posible que la “persona” sea plausiblemente una etapa en la vida del animal humano. Si fuera el caso, después de todo, una diferencia categórica en el estatuto moral (persona vs. no persona) estaría basada exclusivamente en una mera diferencia de grado (en vez de ser una diferencia del tipo de cosa que el ser es), lo que es absurdo. Nosotros somos, en todo momento de nuestra existencia como seres humanos, yos-corporales y cuerpos personales. En el plano del pensamiento moral y la práctica, existen pocos proyectos más urgentes que el de recuperar la noción de sentido común de la persona humana como una unidad dinámica; creaturas cuyos cuerpos son partes de sus “yo”, y no sólo instrumentos extrínsecos. El liberalismo social contemporáneo descansa sobre un error, que es la trágica equivocación detrás de tantos esfuerzos de justificar –e incluso de inmunizar de toda crítica moral– actos y prácticas que son, en verdad, contrarios a nuestra dignidad igual, inherente y profunda. Robert P George en la Enciclopedia de Bioética Publicado en Cuadernos H35 abril 2017
  15. 8 puntos
    Por las características que ya ha demostrado tener, el gobierno de Sánchez va a transigir con lo que sea con tal de mantener el apoyo de los separatismos y sacar adelante unos presupuestos que le permitan seguir teniendo la sensación de dominio socialista sobre España, porque eso es en realidad lo único que tiene ya que realmente y conforme avanza en su proyecto, va perdiendo más y más dominio sobre la nación, que va disgregándose en la medida que se ven reforzados los distintos intereses destructivos que le apoyan en su gobierno.
  16. 8 puntos
    No me caen precisamente bien ni los chinos ni en particular el Gobierno chino, pero ante esta noticia tengo que quitarme el sombrero:
  17. 5 puntos
    Esta noticia es de Vox pero tiene mucha relación con el hilo: Naturalmente, el sector identitario ha saltado como un resorte para decir: "Veis, estos de Vox quieren llenar España de sudacas. Es el Plan Kalergi". Es en ese tipo de cosas que baso mi idea de que, pese a los excesos indecentes en los que incurren, de éstos de Vox se puede esperar un tratamiento más racional y humano de la inmigración que de los otros. Pero esta reflexión se desvía un poco de la temática del hilo. Por tanto, la pregunta sería: ¿os parece razonable esto que propone Vox de repoblar estas zonas con personas procedentes de Hispanoamérica? A mí no me parece lo ideal. Creo que primero habría que intentar reconducir a esas zonas despobladas a parte de la población española que se aglomera en las ciudades. Pero no siempre es posible lo ideal y a veces lo perfecto es enemigo de lo bueno. Por tanto, en principio no me parecería mal que lleve a cabo una repoblación de este tipo, aunque siempre poniendo el máximo cuidado en filtrar a los repobladores y en procurar su integración, con lo que sería mejor evitar grandes movimientos en poco espacio de tiempo.
  18. 5 puntos
    Realmente, por antiespañoles, los hay en todos sitios, en las naciones hispanoamericanas a miles por el indigenismo y en España misma también. El problema es generalizado. Lo que hay que desterrar no es la inclusión de Portugal en el concierto de naciones hispánicas (Camoens y toda la intelectualidad lusa hablaba de los portugueses como españoles, y en la definición de Nación española de los 1590 que ya dejé en el hilo de geopolítica, también se les incluía), sino su elevación conceptual al máximo nivel; como si "lo hispano" y "lo luso" fueran dos manifestaciones del mismo valor imperial; nunca fue así desde el preciso momento en que Portugal no tuvo un plan para la Cristiandad europea que es la matriz común. Esta elevación además acaba entendiendo a Portugal como algo que no es España (entiéndase: la España eterna, que justifique esencialmente la comunidad iberoamericana; no creo que se pueda plantear una unión política peninsular, ni tampoco es prioritaria; sino como mucho una laxa confederación entre todas las naciones iberoamericanas, de este y otro lado del mar, siendo el propio Portugal -y hasta España- una nación de segundo orden en este proceso, no así Brasil), y por eso tiene que estar a la par en vez de coordinado bajo el mismo paraguas de todos, y es en lo que cae el iberismo clásico. En la conceptualización de las lenguas española y portuguesa, lo mismo. Ambas se pueden ver en conjunto como la molécula de agua, que es un dipolo asimétrico: el mundo castellanohablante genera el doble de PIB y tiene el doble de población que el luso; así que el bloque hispánico está naturalmente escorado hacia lo castellano igual que lo está hacia América; lo luso acaba siendo más bien por números "la tercera pata", 1 pata de 3; más que "la segunda alma", que no es ni por números ni como decía por estructura esencial histórica. Si no se entiende esto desde el mundo lusófono, y se prefiere que lo luso no sea la tercera pata de lo hispano, sino la undécima pata -irrelevante- del bloque anglo (que cuadruplica nuestro PIB), habrá que hacerles entender el error. Otra cosa es que naciones lusas como Brasil, si se incluyen en el esquema hispano, tengan un gran peso y poder de decisión, pero esto hay que encuadrarlo más como un natural balanceo entre muchas naciones hispanas, siendo las más grandes las más capaces; no en un frentismo de lo luso contra lo castellano. Este frentismo es contraproducente también en cualquiera de sus otras posibles manifestaciones (europeos contra americanos, blancos contra indios, ricos contra pobres, etc.).
  19. 5 puntos
    Uno tiene la tentación de socorrer a los pragmáticos que convencidos de la fortaleza inexpugnable del capitalismo o quizás, criptoseducidos por él, abogan por posturas intermedias donde la separación economía-moral, es un hecho aceptado y sobre cuyos efectos conviene actuar intentando minimizar los que son perversos. Parece una paradoja a unos pocos y para muchos más, sería como aceptar un ciclo es expansion-reparto, contracción-sacrificio, tutelado todo ello por los "amos". Para menos que pocos, la paradoja no estaría en la idea fundamental sino en cómo llevarla a cabo. Todo sobrenada una causa subyacente y a mi juicio no es otro que la democracia sin medida ni frontera. Una democracia universal que potencialmente expresa todo pensamiento y voluntad aunque el desencanto, ya patente, se concrete en su "imperfección" y no en que su condición de "universal" lleva la larva de su propia sin razón. Frases vehementes como "moriría por tu derecho a decidir" están en la raíz del pensamiento democrático popular, y digo popular porque entre lo que piensa y a lo que aspira el pueblo, hay un océano entero que lo separa de lo que piensa el "poder". Y no obstantes, se insiste en la "imperfección de la democracia" como si existiera una democracia perfecta que fuera de naturaleza universal. Creo que el concepto universal debería abarcar el universo de las capacidades reales aplicadas a la complejidad de las decisiones. Cuando esa capacidades están por debajo de la dimensión de las decisiones a tomar, se produce una ruptura, cubierta, precisamente, por esos "decretos" tan antidemocráticos. Una democracia "pija" que funciona en el ámbito de la separación y polarización de criterios, pero despótica en aquellos asuntos en los que la opinión social no existe sino como el resultado de la propaganda en un sentido y en el contrario. Desgaja la sociedad, pero no desgarra al sistema. Capitalismo y democracia son lo mismo en términos prácticos. El libre mercado es posible si es posible "la libre aceptación", y no hay nada más libre y pragmático que torcer la voluntad de aquellos que conscientes de sus peligros, no en tanto que comercio, sino en tanto que las fuerzas que ese comercio implica en materia de libertad real... La "voluntad" del pueblo, no es otra cosa que la voluntad de sus élites trasformada en un espectáculo de marionetas en el que "monchitos" rojos y azules se insultan y pelean... ¿Cómo cambiar todo este entramado que ya forma parte de las palpitaciones del mundo, que son su dogma fundamental?. Ahí está la cuestión, más práctica que conceptual. ¿Es posible un estado moral, democrático y capitalista o moral, democrático y comunista?. La concepción social e individual del Catolicismo tiene la solución, pero de triunfar implicaría una especie de retroceso o avance en el necesario acercamiento entre la riqueza y las posibilidades de los que más tienen con la de los que menos tienen. Se abriría aquí el escollo de la justicia social y de su efecto en las dinámicas económicas.
  20. 5 puntos
    Rescato este tema para recoger esta otra noticia publicada hace poco por El Confidencial, donde se relata otro de esos lados oscuros de los "Gigantes Online", en este caso Amazon. Mientras se cicatea con las condiciones laborales de la plantilla, se dilapidan de otro lado toneladas de recursos y productos por el simple hecho de no ser rentables para la compañía. Todo sea por aumentar la cuenta de dividendos. Este es el tipo de ética que tienen estas compañías.
  21. 3 puntos
    El PSOE se puede entender últimamente, sobre todo si sigue haciendo de las suyas y por tanto hundiéndose en las encuestas, como un separatismo más, o un fantasma de separatismo (una enfermedad en un aire insalubre) buscando un cuerpo que encarnar. Su falta de sentido país es espectacular y hace llevarse las manos a la cabeza a cualquier izquierda mínimamente seria. Urge la definitiva defenestración de la izquierda suicida e implosiva encarnada en Sánchez e Iglesias y montar otra cosa, lo que sea, ya, con Errejones, Borrelles o lo que se quiera.
  22. 1 punto
    Pues voy directo y a la cabeza tirando de artículo de Juan Manuel de Prada, que lanza semejante bomba. La cuestión es si se le puede o no negar la mayor tomando como referencia los efectos del comunismo en varios países. No lo sé, se podría debatir... sin necesidad de buscar un "y tú más" ni que se convierta el debate en una defensa del capitalismo. https://www.xlsemanal.com/firmas/20190121/sirviendo-al-amo-juan-manuel-prada.html Sirviéndo al mismo amo Juan Manuel De Prada Animales de compañía Mucha gente se ha ilusionado en Europa con las nuevas derechas que, frente al entreguismo de los conservadores fanés y descangallados, se oponen a las políticas de género o se declaran favorables a la familia. Se trata, en realidad, de la misma golosina con que los conservadores hoy fanés y descangallados engatusaban a muchos incautos hace veinte o treinta años; la misma con que los democristianos encauzaron en su día a otros muchos ingenuos hacia los rediles que convenían al liberalismo. En su encíclica Quadragesimo Anno (1931), Pío XI advertía que «aun cuando la economía y la disciplina moral, cada cual en su ámbito, tienen principios propios, es erróneo que el orden económico y el moral estén distanciados y ajenos entre sí». Cinco años antes, en The Outline of Sanity, ya denunciaba Chesterton el error trágico que estaban cometiendo muchos católicos, dejándose arrastrar por intoxicadores que les metían miedo con el comunismo, mientras el capitalismo imponía «una civilización igualmente centralizada, impersonal y monótona», capaz de «crear una atmósfera y formar una mentalidad» rabiosamente anticomunitarias, antifamiliares y antinatalistas. Posteriormente, en The Well and the Shallows (1935), Chesterton desarrollaría esta tesis, afirmando que «lo que ha destruido la familia en el mundo moderno ha sido el capitalismo: ha sido el capitalismo el que ha arrasado hogares, alentado divorcios y despreciado las viejas virtudes domésticas; ha sido el capitalismo el que ha provocado una lucha competitiva entre los sexos; ha sido el capitalismo el que ha destruido la autoridad de los padres; ha sido el capitalismo el que ha sacado a los hombres de sus casas en busca de trabajo…», etcétera. Parafraseando a Chesterton, podríamos añadir que lo que ha traído las políticas de género y, en general, todas las ideologías de disolución familiar y comunitaria ha sido el capitalismo. O, más exactamente, la ideología liberal que, con su exaltación del individualismo y la autodeterminación, ha dado forma y sustancia al capitalismo. Esta evidencia denunciada por Chesterton la proclama exultante Walter Lippmann, uno de los padres del neoliberalismo, en su obra The Good Society (1937): «Se ha producido una revolución en el modo de producción. Pero esta revolución tiene lugar en hombres que han heredado un género de vida enteramente distinto. Así que el reajuste necesario debe extenderse a todo el orden social por entero. (…) Debido a la naturaleza de las cosas, una economía dinámica debe alojarse necesariamente en un orden social progresista. (…) Los verdaderos problemas de las sociedades modernas se plantean sobre todo allí donde el orden social no es compatible con las necesidades de la división del trabajo. Una revisión de los problemas actuales no sería más que un catálogo de tales incompatibilidades. El catálogo empezaría por lo heredado, enumeraría todas las costumbres, las leyes, las instituciones y las políticas y sólo se completaría después de haber tratado la noción que tiene el hombre de su destino en la Tierra y sus ideas acerca de su alma». Otro padre del neoliberalismo, Louis Rougier, lo establece también taxativamente en Les Mystiques économiques (1938): «Ser liberal es ser esencialmente ‘progresivo’, en el sentido de una perpetua adaptación del orden legal a los descubrimientos científicos, a los progresos de la organización y la técnica económica, a los cambios de estructura de la sociedad y de la conciencia contemporánea». El triunfo del capitalismo, de hecho, se funda en esa «perpetua adaptación» de los hombres al divorcio, al aborto, al desprestigio de las virtudes domésticas, a la lucha de sexos, a las políticas de género. El triunfo del capitalismo no sería, en fin, ni siquiera concebible sin el sometimiento de los pueblos a sus destrozos antropológicos. Esta evidencia ha sido siempre ocultada por las derechas, que han atemorizado a sus adeptos con el fantasma del comunismo, hoy trasmutado en «marxismo cultural» (que no es otra cosa sino liberalismo consecuente). La derecha que se declara favorable a la familia, o contraria a las políticas de género, a la vez que aplaude el orden económico capitalista y la ideología que lo conforma es tan mentirosa como la izquierda que clama contra el capitalismo, a la vez que se entrega denodadamente a la destrucción de la familia y de los vínculos comunitarios. Ambas sirven al mismo amo, a la vez que satisfacen los mecanismos de la demogresca, que necesita negociados de izquierdas y derechas para mantener enzarzados a los pueblos (o a las masas amorfas en que los pueblos degeneran, una vez destruidos los vínculos que los hacían fuertes).
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