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Hispanorromano

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HIstorial de publicaciones de Hispanorromano

  1. Hispanorromano

    Eurasia contra Europa

    24 de enero de 1930 «Eurasia» contra Europa La escuela eurasiana moderna, da­ta de 1921; su ideal es la creación de un gran imperio constituido por los Estados Unidos de Rusia y de Asia, (Europasia). Un eslavo católico, discípulo del director del Instituto Oriental, Monse­ñor D'Herbigny, escribía no ha mu­cho: «Se advierte hoy día en Rusia un extraño fenómeno: el despertar de un sentimiento asiático nacional. Los rusos se van dando cuenta de que no son de pura raza eslávica, sino más bien una mezcla de razas mon­gólicas. Se llega en esta nueva orien­tación étnica hasta negar todo paren­tesco con Europa o a renegar de él». El genio de Napoleón advirtió ya algo de esa condición étnica del anti­guo país de los Zares en sus andan­zas por el Oriente de Europa, pues solía decir: «Grattez le Russe, et vous découvrirez le Tartare»; rascad un poquito en el Ruso y hallareis el Tár­taro». El escritor Boris Pilniak parece que se complace en decir y repetir en sus artículos que «Rusia es Asia» y por otra parte sabemos que «los Estados Unidos de Asia, capital Moscou» es la fórmula adoptada y proclamada por Tchitcherine, en esta materia. Actualmente en el cuerpo diplomá­tico de Moscou, figuran embajadores o representantes de todos los países asiáticos, aun de aquellos Estados que no son reconocidos por tales en otras naciones, como la Arabia y la Transjordania. Es un indicio que no deja de tener también su fuerza sig­nificativa. El movimiento eurasiano es tal vez para un futuro no remoto, el más grave peligro para Europa: es el «pe­ligro amarillo» de otros tiempos, que ha tomado una forma más real y viable; es el imperialismo ruso disfra­zado de proletario, que se aprovecha de todos los adelantos europeos para atraer y en parte subyugar al mundo asiático, y dar luego la batalla al mundo occidental arruinan­do su riqueza, su civilización y aun, si pudiera, su religión misma. Recuerdo haber oído al Obispo Ruteno de Leinberg, poco antes de la guerra europea, una opinión que no dejó de causar extrañeza en cuan­tos lo oímos: «El Oriente en su lucha con el Occidente, podrá ser vencido y lo ha sido muchas veces; pero el hecho es que e1 Oriente, aun vencido, se adelanta poco a poco sobre el Occidente». El Católico esloveno antes aludido dice que a su parecer «existe hoy día una ofensiva del pensamiento asiático contra el pensamiento europeo», y añade que «la lucha misma que la Rusia soviética proclama contra el capitalismo, no es más que una lucha contra Europa». Cierto es también que Lenine mis­mo en sus últimos escritos ponía toda su confianza, para dar el golpe defini­tivo, contra lo que él llamaba el capi­talismo europeo, en las grandes fuer­zas de reserva que en los pueblos de Asia estaban latentes; su orden del día adoptado en 1920 por el «Congre­so de los pueblos orientales» celebra­do en Bakou, y en el que se reunieron 1.800 delegados de 37 nacionalidades distintas, fue el significado por estas palabras: «Acabaréis con el Occidente por medio del Oriente». Y Zinowiev llegó a decir en esta ocasión, con un cinismo verdaderamente brutal, que «Rusia tiende la mano al Asia, no porque adopte su ideal, ni comparta sus conceptos sociales, sino porque los 800 millones de asiáticos le son necesarios de todo punto para la des­trucción del capitalismo y del impe­rialismo europeos». La realidad es que mientras el Sovietismo está tratando de atraerse o dominar los pueblos asiáticos, corno con una mano, está con la otra minando las bases de los Estados europeos en el interior, bolchevizando a las clases proletarias e intelectuales para lanzarlas en su día contra la cla­se patronal, propietaria y rentista, y debilitando en lo exterior su influencia política en el mundo, y su poderío comercial en las colonias y demás países, sin cuyas riquezas naturales acaso no podría subsistir mucho tiem­po la prosperidad económica europea. Para terminar: ¿Cuál es la causa del grave peligro eurasiático que co­mienza hoy a cernerse sobre la vida misma de Europa? Respondamos con René Grousset en su libro «El des­ertar del Asia:» «De la europeización del Asia, ha nacido la revuelta del Asia contra Europa.» Las poten­cias occidentales que han europeizado al Asia, han dominado a sus naturales con la fuerza de las armas, y han ex­plotado sus riquezas con la industria y el comercio, pero les han dejado en sus errores religiosos y en sus inmoralidades paganas. Si hubieren hecho con Asia lo que España hizo con América, dándole ante todo su fe y su moral cristianas, bases insustituibles de la civilización verdadera, bien pudiera ser que se hubiera sen­tido algún día fuerte y poderosa para sacudir el proteccionismo europeo, pero ¿hubiera surgido de entre los desprestigios de una europeización materialista la Eurasia proclamando como ideal la destrucción de Europa? ¡Cuán cierto es que todo pecado lleva naturalmente en sus entrañas su propio castigo! S. de P. La Cruz, Diario católico, 24 de enero de 1930, p. 1. -o-O-o- NOTA DE HISPANORROMANO: He tomado el artículo de La Cruz, pero también se insertó en otros diarios católicos, como La Verdad o La Victoria. Me da la impresión de que el artículo tiene un origen eclesiástico, entre otras razones por la mención a Monse­ñor D'Herbigny. Se repite de nuevo la idea de que los soviets son el imperialismo ruso de siempre con disfraz proletario. Es una constante en los artículos de aquel entonces. Ya se hablaba de Eurasia casi como sinónimo de Rusia y su expansión imperial. No comparto algunos extremos del artículo, pero viene bien para ilustrar el pensamiento de la época. Si alguien lo quiere en formato JPG que me avise. ¿Qué me mueve a compartir estos artículos antiguos sobre Rusia? Dar a conocer escritos del pasado que pueden iluminar asuntos del presente. Mostrar que en aquella época ya se observaba cierta continuidad entre el imperialismo zarista y el soviético (esto se verá más ampliamente en otros artículos que pondré más adelante, uno de los cuales os sorprenderá por su procedencia). Ignoro por qué esta verdad, que entonces parecía tan evidente, se fue oscureciendo a partir de los años 60. Quizá ayudaron a ello las teorías de la conspiración y la Guerra Fría. Explicar que en el mundo católico el rechazo hacia Rusia no viene sólo de la URSS; que, salvo excepciones, no se veía bien a los zares y se les consideraba más bien bárbaros; que tampoco se veía con buenos ojos a la mal llamada iglesia ortodoxa. Probar que el anticomunismo o la defensa de la propiedad no era el único argumento que se esgrimía contra Rusia en las derechas; de hecho, era un argumento más bien secundario. Mostrar que las realidades nacionales y religiosas pasan por encima de ideologías. Intentar entender los procesos internacionales de la actualidad al margen de charlatanes geopolíticos.
  2. 1.- En mi opinión, un Estado católico sería aquel que reconoce la Religión católica como norma superior y procura hacer lo posible por amoldarse a esa norma. Esto implicaría necesariamente el reconocimiento de la Religión católica a nivel oficial, aunque no necesariamente la unidad católica (que es deseable pero no parece posible ni razonable en todos los casos y momentos). 2.- Creo que España debe ser un Estado católico, porque es la Religión verdadera y porque -además- es la que hemos profesado históricamente. Algo así decía uno de mis referentes políticos. Ahora bien, desconfío de los que creen que por incluir una declaración explícita en la Constitución del país ya va ser un Estado católico. Es deseable que exista esta declaración oficial, pero no basta. Quizá es condición necesaria pero no suficiente. Hay mucho fariseo que confiesa el catolicismo pero de puertas adentro se guía por otras normas. En las derechas han abundado siempre estos sujetos. Ahora, además, nos enfrentamos a dos fenómenos nuevos: los que se declaran católicos pero maldicen al Papa y los que usan la Religión católica como herramienta para lograr otros fines nada santos. No sé si me he desviado en exceso de tu planteamiento.
  3. Hispanorromano

    El lado oscuro de Google y Facebook

    Y lo peor es que a Amazon le abren las puertas los alcaldes de algunas poblaciones, que creen que con los 200 puestos de trabajo que crea a nivel local para el almacén se soluciona el problema del paro, cuando en realidad está destruyendo todo el tejido comercial de España y sus almacenes tienden a una automatización total.
  4. Hispanorromano

    Universalismo latino frente a particularismo nórdico

    Es cierto que a nivel personal somos un poco individualistas. La verdad es que no lo había pensando, pero sí, somos bastante individualistas en lo que respecta a nuestra propia sociedad. Lo que no impide que a nivel colectivo y cultural tendamos al universalismo, lo mismo que otros países latinos, que en esto beben de Roma. La excepción parcial quizá sería Francia, donde siempre ha habido un sentimiento nacionalista muy fuerte, no sé si desde la Revolución Francesa o desde antes. Curiosamente, los grandes teóricos del racismo, como Gobineau y Vacher de Lapouge, eran franceses, pero idolatraban el elemento racial germánico. Me parece que en el fondo hay dos Francias, una que tira más hacia el norte germánico y otra que tira más al sur español. Es posible que en Italia y en la propia España ocurra algo parecido. El caso es que este particularismo a nivel colectivo parece apuntar al norte casi siempre. Quizá viene de las teorías decimonónicas sobre los arios y su superioridad racial. No lo sé, es un asunto que me gustaría estudiar a fondo, pero no hay muchos libros en español sobre el tema.
  5. Hispanorromano

    El lado oscuro de Google y Facebook

    Sí, en realidad no aprueba la concentración del poder en manos del Estado. Lo que resalta es que, mientras la concentración estatal hace saltar todas nuestras alarmas (y bien está que así sea), la concentración de poder en manos privadas pasa un poco desapercibida y casi nadie protesta por ella. Y el peligro es que estas empresas yanquis ya acumulan más poder que algunos estados y en ocasiones toman decisiones que perjudican a los mismos estados, por ejemplo, en temas que afectan a la seguridad nacional y al modo de vida de sus ciudadanos. Si malo es que el Estado concentre demasiado poder en su manos, peor es que lo concentren empresas privadas que no se sabe muy bien a quién sirven. También es importante el matiz que introduces al final. Hay que ver qué principios manejan los que concentran en el poder; si estos principios son erróneos, la concentración del poder en sus manos será todavía peor. En el caso de estas empresas, y más allá del afán de lucro sin límites, parece que tienen una ideología cuasidemoníaca que pasa por los valores de Ayn Rand y el transhumanismo.
  6. Hispanorromano

    El lado oscuro de Google y Facebook

    Algunos párrafos interesantes de una entrevista a Franklin Foer: Sobre la concentración de poder en manos privadas:
  7. Hispanorromano

    Psicoherejía - El legado de Jung al cristianismo

    "Perlas" de Jung:
  8. Hispanorromano

    Los indigenismos utilizados como elementos disgregador de Hispanidad

    ¿Contempláis este fenómeno como positivo? Parece que la "música latina" esté sirviendo para difundir lo español también en Europa. Me asaltan dudas sobre este tema. ¿El auge de este tipo de música puede beneficiar indirectamente nuestros intereses? Por ejemplo, está claro que el reguetón es una música degenerada, no más que el rock en todo caso. ¿Pero indirectamente nos beneficia que se ponga de moda esa música? ¿Sirve a nuestros intereses de la misma manera que ha servido el rock para el mundo anglosajón?
  9. Hispanorromano

    Ayuda para entender un texto

    No hay ninguna relación entre Freud y el cristianismo. Pero a saber qué películas se monta esta gente. Como Freud era judío de familia, aunque no de religión (de hecho era bastante antijudío), pues seguramente de ahí sacarán alguna conexión con el cristianismo. La tesis de Louis Rougier, que asume Benoist y toda la Nueva Derecha, es que todo lo que Occidente tiene de degenerado se lo debe al cristianismo. El comunismo, por ejemplo, no sería más que la última consecuencia del cristianismo. Incluso en una de sus múltiples piruetas atribuyen el nazismo y los crímenes que pudo cometer a la herencia cristiana. Todo lo malo sería consecuencia del cristianismo (tesis del cristianismo-veneno). Me reí mucho con otro artículo que publicó hace unas semanas (¿Es usted nazi?). No se puede negar que tienen humor y que escogen su profesión siguiendo su vocación.
  10. Hispanorromano

    Ayuda para entender un texto

    Leo en La Gaceta que Eduardo Arroyo escribe un artículo contra Freud: Freud: la historia de un embaucador | La Gaceta Nada que objetar a la crítica a Freud. Ahora bien, hay un pasaje del artículo de Arroyo cuyo significado no consigo descifrar: ¿A qué se refiere con la "revolución mundial"? ¿Qué quiere decir con que Freud entronca con lo que "había fundamentado Occidente desde hacía dos milenios"? ¿Está dando a entender que las ideas de Freud estarían conectadas con esas otras ideas que imperaban en Occidente desde hace dos milenios? No sé, no acabo de entenderlo; me parece un poco críptico y quizá yo tengo cierto sesgo que me hace mirar con sospecha algunas cosas. Así que me gustaría preguntaros qué entendéis vosotros de ese pasaje. Por cierto, también es muy interesante la alusión que hace a la editorial Nuevo Arte Thor, al principio de su artículo.
  11. Hispanorromano

    El verdadero peligro ruso: La cabalgada asiática

    Hay más artículos antiguos, no necesariamente de la prensa falangista, que van en este mismo sentido. ¿Consideráis de interés aportar más artículos en apoyo de esta tesis? Y en caso de aportarlos, ¿sería mejor publicarlo en un hilo propio -lo que facilita su etiquetado y enlace desde el exterior- o mejor en este mismo hilo puesto que es un tema minoritario?
  12. Hispanorromano

    Sobre la baja natalidad. Dos textos clásicos que sorprenden por su vigencia

    Polibio En nuestra época se han abatido sobre Grecia entera una natalidad muy baja y una despoblación que ha vaciado ciudades y ha ocasionado una improductividad, a pesar de que no hemos tenido guerras continuas ni pestilencias. Si alguien decidiera formular una consulta a los dioses, para que nos revelaran qué es lo que debemos decir o hacer para multiplicarnos y habitar ciudades más populosas, ¿no sería la pregunta superflua, siendo la causa clara y estando la solución al alcance de nuestra mano? Si los hombres son educados en la fanfarronería, en la avaricia y en la desidia, si se niegan a casarse, o bien, aunque contraigan matrimonio, rehúsan mantener a sus hijos, de los que en la mayoría de los casos aceptan uno, difícilmente dos, para criarlos regaladamente y dejarlos ricos, el mal crecerá rápida e inadvertidamente. Porque de estos hijos, que son uno o dos, supongamos que a uno lo mata la guerra y al otro un mal epidémico: la consecuencia es una casa vacía. Aquí pasa lo mismo que en los enjambres de abejas: también las ciudades se deshabitan poco a poco y van perdiendo poder. No necesitamos en absoluto preguntar a los dioses cómo librarnos de esta calamidad. El primer hombre con que nos topemos nos dirá que la solución está en nosotros mismos, en que modifiquemos nuestras apetencias, y si no, en que promulguemos leyes que obliguen a alimentar a los hijos nacidos. Para ello, no se necesitan ni adivinos ni prodigios. Polibio, Historias, Libros XVI-XXXIX, Editorial Gredos, Libro 36, p. 451.
  13. Hispanorromano

    Ayuda para entender un texto

    El artículo de Eduardo Arroyo es una crítica a Freud. Lo que no está claro es si, además de esa crítica que podemos compartir, está ligando a Freud con el cristianismo, cuando dice que "sus ideas entroncaron rápidamente con todo aquello que había fundamentado Occidente desde hacía dos milenios". Porque eso que "había fundamentado Occidente desde hacía dos milenios" es el cristianismo. Es una sutil manera de referirse al cristianismo que suelen utilizar algunos autores de la Nueva Derecha. Al decir que las ideas de Freud entroncan con el cristianismo parece que le está atribuyendo a éste la responsabilidad de Freud. Eduardo Arroyo, es uno de los principales ideólogos de la Nueva Derecha en España. Creo que en la actualidad milita en PxL. Si hacemos una búsqueda en Iberlibro, podemos encontrar algunos textos de los que es autor: La curva de campana creo que es una adaptación al español del famoso The Bell Curve, uno de los libros de cabecera la nueva hornada parda. En el artículo de La Gaceta, Arroyo menciona a la editorial Nuevo Arte Thor. Algunos libros de la citada editorial: (Fuente) Quizá este último es el más peligroso de todos los libros que ha publicado esa editorial. Louis Rougier es el principal mentor de la Nueva Derecha en temas de neopaganismo y crítica al cristianismo, además de ser un importante teórico del neoliberalismo. Aquí se puede ver algo más sobre ese libro: Parece que Nuevo Arte Thor se ha transformado en el Museo Europeo de Arte Moderno, que se centra más en al arte y en temas catalanes: No puede faltar el clásico de Jordi Mota (CEDADE) sobre el Dr. Robert, racista antiespañol: Incluso hay una obra del propio Arroyo sobre el obispo Torras i Bages: Queda claro que esta editorial es algún tinglado en la órbita de CEDADE que ha llevado a cabo una importante labor subversiva al haber introducido a Evola, Benoist y Rougier en España, por ejemplo. En este contexto no sería descabellado pensar que alusión de Arroyo en La Gaceta vaya en un sentido sentido crítico con el cristianismo. Lo que pasa es que Arroyo es deliberadamente críptico en ese artículo y, por otro lado, últimamente se venía presentando como un gran defensor del cristianismo frente a la amenaza islámica. Entonces me descuadra un poco esa alusión despectiva al cristianismo. Pero quizá sus verdaderas ideas han aflorado por un momento, en lo que vendría a ser -irónicamente- un lapsus freudiano.
  14. Hispanorromano

    ¿Qué opciones políticas tenéis en consideración?

    Me parece muy atinado el análisis de VOX que ha hecho elprotegido. Lo suscribo por completo. Con la debacle del PP, es posible que VOX suba en votos, pero no sé si hasta el punto de conseguir un escaño. En las redes sociales tiene muchos apoyos, pero está por ver que estos "memes" se plasmen en votos. Y desde luego merece un análisis aparte el apoyo de VOX en clave posibilista o entrista por parte de furibundos nacional-revolucionarios, algunos de ellos muy contrarios a la Hispanidad.
  15. Hispanorromano

    Reestructuración administrativa de España

    Pues sí, tienes razón en que sería más adecuado hablar de "catalonofobia" y "antiseparatistas". No obstante, me parece que Barraycoa entiende por "catalanista" el "nacionalista catalán", pues también lo crítica y de hecho se sitúa en un punto medio; de ahí mi extrañeza. En cuanto al boicot, nunca lo he defendido, pero no estoy seguro de que a estas alturas sea algo ilícito o que empeore la situación; por lo menos sería aceptable un boicot que discrimine. Por otra parte, entiendo que, en el contexto de La Gaceta, Barraycoa intenta moderar y contener ciertas corrientes negativas que pudieran resultar anticatalanas, lo mismo que Prada en ABC. Lo entiendo y lo aprecio.
  16. Hispanorromano

    Reestructuración administrativa de España

    Ciertamente la cosa cambiaría mucho dependiendo de lo que se entienda por "anticatalanista". Si se refiere a los que insultan a los catalanes o dicen "puta Cataluña", pues estaría de acuerdo en la crítica de Barraycoa. Pero más allá de conversaciones de barra de bar muy puntuales no he visto ese sentimiento y desde luego no se ha manifestado en las movilizaciones populares que han tenido lugar en Calatuña o en el propio Madrid, donde Barraycoa fue aplaudido con un discurso similar. De todas formas, creo que habría un error de planteamiento cuando se dice que el separatismo catalanista es una reacción al nacionalismo español, o cuando se equipara a separatistas con centralistas.
  17. Hispanorromano

    Noticias falsas: estado de la cuestión y estrategias para combatirlas

    El Papa ha vuelto a hablar sobre el tema. No quiero ser reiterativo, pero me parece que la crítica del Papa contiene elementos muy interesantes que procuro señalar en negrita: Naturalmente, la cosa no ha sentado bien en Infovaticana, que es una página de "fake news", ni en Infocatólica, que ha cerrado los comentarios.
  18. Hispanorromano

    Reestructuración administrativa de España

    Se sale un poco del tema, pero quisiera comentar un artículo de Javier Barraycoa en La Gaceta. Señalo en negrita algunas frases que me chirrían: Entiendo que Barraycoa ama a España y está movido por las mejores intenciones, pero hay algunas cosas que no me acaban de cuadrar en este discurso. Señalo algunas discrepancias: No creo que se pueda equiparar nacionalismo con antinacionalismo, catalanismo con anticatalanismo. Sería malo que fuesen anticatalanes, pero no veo problema en que sean anticatalanistas. No entiendo por qué a los "separatistas" se les llama "catalanistas". Los que denomina "anticatalanistas" no han hablado de prohibir el catalán ni han quemado banderas catalanas. De hecho, las manifestaciones "anticatalanistas" suelen estar plagadas de señeras en perfecta convivencia con la bandera española. En cambio, los anticatalanistas denigran el castellano y queman banderas españolas. No me parece que sean equiparables ambos bandos. No creo que haya un nacionalismo españolista, pero de haberlo no sería equiparable al nacionalismo separatista. Y no me parece que el anticatalanismo o el nacionalismo español expliquen el separatismo. No creo que la única repuesta posible al separatismo sea la exaltación de las peculiaridades catalanas. Entiendo que la respuesta no debe ser anticatalana jamás, pero hasta ahora la vía de exaltar esas peculiaridades sólo ha conducido a más separatismo. Cuando al menos la mitad de la población no se siente unida a España sería un error ahondar en esos rasgos diferenciales o proponer más autogobierno. De acuerdo en que existe un "problema español", pero también existe un "problema catalán". España está enferma, pero Cataluña también padece esa enfermedad y, además, tiene otras dolencias que pueden complicar dicha enfermedad. Cuanto antes lo asuman los catalanes, antes le podrán poner remedio. No creo que el separatismo desaparezca por adoptar una política catalanista o "anti-anticatalanista". Y es peligroso decir que el nacionalismo catalán es una reacción a la enfermedad de España y que se arreglará cuando las cosas marchen bien en Madrid. No sé cómo lo veis. ¿Os chirrían también algunas frases de Barraycoa o me paso de suspicaz y tal vez de "jacobino"? Quizá no es el hilo más apropiado para hablar sobre esto, pero pensé que sería interesante conocer vuestra opinión.
  19. Hispanorromano

    Neumonia seria me deja fuera de combate una semana

    Nada, no te preocupes, lo primero es lo primero. Tú guarda reposo y haz todo lo posible por curarte. Rezamos por ti y esperamos que te mejores.
  20. Hispanorromano

    Los indigenismos utilizados como elementos disgregador de Hispanidad

    Dice alguna cosa cuestionable, pero yo creo que convendría seguirle la pista (cito extractos de la entrevista de la BBC):
  21. Hispanorromano

    El americanismo como religión civil

    El americanismo como religión civil: teoría, mitos, praxis, frutos John Rao 1. Introducción A primera vista podría parecer que el término america­nismo sólo expresa la tradicional devoción patriótica hacia los Estados Unidos como la tierra natal de uno. Sin embar­go, se refiere en realidad a una doctrina concreta sobre el papel redentor de América en la historia del mundo y a una forma concreta de vida coherente con dicha doctrina. Esa doctrina y esa forma de vida suponen una amenaza sin pre­cedentes, pero muy sutil, contra el catolicismo y contra el orden natural que el catolicismo respeta y aspira a perfec­cionar en Cristo. El carácter particularmente peligroso del americanismo proviene de que convierte a los Estados Unidos, de una mera nación que exige a sus ciudadanos obediencia debida y respeto, en una fuerza ideológico-religiosa sacramental y muy agresiva que busca una hegemonía global y no tolera oposición a lo que, en última instancia, no viene a ser sino el triunfo de una voluntad arbitraria y materialista. Su carácter particularmente sutil proviene de dos facto­res: en primer lugar, de su insistente pretensión de no ser una creencia, sino sólo una directriz «práctica» y «pragmáti­ca» que asegura un orden social pacífico sobre la base de otorgar «libertad» para todos en el seno de un mundo divi­dido; y, en segundo lugar, de su éxito en convencer a la gente de que esta pretensión de pragmatismo es tan obvia­mente verdadera como para impedir cualquier investiga­ción intelectual seria sobre su condición fraudulenta. Pero, ¿cómo surgió y se consolidó esta fuerza peligrosa y sutil? 2. Expansión del fideísmo pluralista Los Padres Fundadores y sus inmediatos sucesores cons­truyeron los Estados Unidos sobre todo con materiales pro­venientes de la herencia británica de América. Pero esta herencia, a finales del siglo XVIII, era esquizofrénica. Por un lado, la herencia británica incluía la influencia del cristianismo, en particular bajo aquella forma calvinista que insistía con rigor en la doctrina protestante básica de la corrupción absoluta de la naturaleza humana. Esta doctrina dejaba a los individuos como esclavos impotentes del peca­do, que dependen para salvarse de la previa elección de un Dios omnipotente a quien aún esperaban de alguna mane­ra mover a misericordia a través de su fe en El. No había espacio para una Iglesia sacramental y basada en la autori­dad, a la que se juzgaba tan corrompida como el resto de la naturaleza, y por tanto incapaz de actuar con autenticidad, santidad y eficacia. Aunque las comunidades religiosas influidas por el calvinismo continuaban existiendo, eran como tenaces restos del pasado útiles para la supervivencia del Estado —como el dócil anglicanismo del siglo XVIII— o bien como mecanismo puramente utilitario de defensa de las creencias individuales frente a autoridades políticas opresoras, como en el caso de los puritanos. Por otro lado, la herencia británica también incluía la influencia de la llamada Ilustración moderada, en cuya for­mación habían desempeñado un papel principal algunos anglicanos y puritanos. Los defensores de la Ilustración moderada que tenían ideas religiosas contemplaban horro­rizados el ateísmo de pensadores radicales como Baruch Spinoza (1632-1677) y querían fomentar la creencia en un Creador y en una vida piadosa según Su voluntad. Pese a ello, estaban convencidos de que el plan del Creador no podía ser conocido y seguido mediante la obediencia a las religiones confesionales, cuyas implacables disputas atraían la burla hacia la fe en sí misma. Dios, insistían, sólo debía ser honrado en una forma que parecía dar la vuelta a la idea de la corrupción total de la naturaleza humana: mediante el progreso pacífico del mundo natural que El había dado a los hombres como hogar, el cual sólo exigía para su buen gobierno esa doctrina moral cristiana obvia que se suponía formaba parte integral e incuestionable de la herencia occi­dental común. Pero la Ilustración británica moderada no fue sólo el tra­bajo de hombres que conservaban cierta fe en un Dios Creador. Su influencia pacificadora sobre la vida religiosa la conquistó en alianza con los propietarios ingleses. Aunque, en cuanto protestantes, a los miembros de esa clase les inte­resaba librarse de la catolizante dinastía Estuardo, lo que principalmente les preocupaba como propietarios era que los esfuerzos de los Estuardo para fortalecer el Estado consti­tuían una amenaza para la gestión sin trabas de su fortuna personal y para su libertad de incrementarla. Las corrientes religiosa y secular convergieron para formar esa oligarquía whig que hizo posible la Revolución Gloriosa de 1688 y la sucesión protestante del siglo XVIII. John Locke (1632­1704) elaboró los presupuestos filosóficos y políticos de esa Revolución. Y su influencia sobre el sistema americano a tra­vés de hombres como james Madison (1751-1836), padre de la Constitución americana, fue extraordinaria. Madison captó la importancia de dos ideas centrales afir­madas por Locke: la tolerancia religiosa y la división de los poderes gubernamentales. Locke consideraba la tolerancia religiosa como un prin­cipio eminentemente cristiano que apreciaría el pueblo pia­doso. Después de todo, ¿no dejaba espacio para la expresión pública de las creencias en un mundo donde todas las con­fesiones estaban amenazadas por la opresión del Estado? Y es verdad que lo dejaba. Sin embargo, lo que la hacía políti­camente atractiva para Madison —como para Voltaire— era el efecto práctico de esa tolerancia sobre las religiones organi­zadas en un país como los Estados Unidos. En efecto, la libertad de religión en América garantizaba una «guerra de todos contra todos» entre innumerables denominaciones, haciendo imposible para cualquier fe concreta asumir la autoridad pública central y conducirla según sus deseos. En otras palabras, esta idea, en apariencia liberadora, condena­ba a las religiones cristianas organizadas a un conflicto con­tinuo, debilitante y sectario y en consecuencia a la impotencia pública. Bajo tales condiciones, los miembros más materialistas de la oligarquía whig (preocupados ante todo por la paz y la tranquilidad necesarias para la expan­sión de sus negocios sin la interferencia supervisora de una Iglesia moralizante) podían continuar floreciendo. La división de los poderes gubernamentales erigiendo check and balances [controles y contrapesos] contra los actos arbitrarios emergía como una realidad histórica ajena a la experiencia inglesa de los siglos XVI a XVIII. El papel que desempeñaban las ramas ejecutiva, legislativa y judicial del gobierno debía ser aceptado para evitar la guerra civil y ase­gurar la tranquilidad. Pero un efecto colateral de esta acep­tación era una semiparálisis del gobierno que limitaba el alcance de la autoridad pública. Esto creaba un vacío en el que grupos e individuos particulares podían medrar con mayor libertad —y actuar con mayor arbitrariedad— que bajo los Estuardos. El gobierno americano con «controles y con­trapesos» se convertía así en un nuevo baluarte para la supervivencia y aumento de libertad de la oligarquía colo­nial obsesionada con la propiedad. Sin embargo, los Fundadores y sus sucesores se enfrenta­ban a dos problemas, el primero de los cuales era el carác­ter cada vez menos británico de los Estados Unidos. Las inmigraciones masivas del siglo XIX y primeros del siglo XX aseguraron la llegada de un caleidoscopio de grupos étnicos diferentes y de nuevas configuraciones religiosas y culturales. No todos ellos compartían la pasión (el «sentido común») de la Ilustración moderada por una paz social protectora de la libertad económica individual. Pero Madison, al discutir los beneficios de la Constitución americana en los Papeles Federalistas, había insistido en la capacidad de la nueva maquinaria federal para manejar la ruptura que ese cambio social pudiese causar. De modo que si aparecían desequili­brios, el nuevo sistema combinado formado por la libertad religiosa, los «controles y contrapesos» y el ethos antisocial y contrario a la autoridad que permea la visión calvinista rompería esas comunidades y «multiplicaría las facciones» en su seno. Fomentando una vez más la guerra de todos contra todos, podía prevenir el dominio de cualquier nueva fuerza organizada, religiosa o de otro tipo. Un segundo problema que debían afrontar los Funda­dores y sus herederos era más complicado: la continua influencia, dentro de la esquizofrénica herencia británica, de un individualismo radical y melifluo que por pura lógica trabajaba para destruir el «cristianismo del sentido común» y el poder de la oligarquía propietaria. A medida que aumentaba el énfasis en la libertad individual, se iban rede­finiendo las causas que según «el sentido común» justifica­ban la limitación de la libertad personal en nombre del orden público. El «sentido común» moldeado por el indivi­dualismo radical iba desacreditando gradualmente la autén­tica noción de «limitaciones», arruinando la capacidad de uno para imponer a otro su concepto de lo racional y lo irra­cional, lo correcto y lo incorrecto, lo justo o lo injusto. El caos amenazaba. Sin embargo, el contrapeso de la pasión anglo-america­na por una tranquilidad favorable a la propiedad no había desaparecido en absoluto. La «opción» conservadora por un orden social que restringiese las consecuencias de una liber­tad individual empecinada se manifestaba —a menudo en el mismo individuo— en la pasión por la libertad personal. Quienes hicieron esta opción conservadora creyeron que América debía ser salvada a la vez por el orden y por la liber­tad. Para conseguir ese objetivo hacía falta un nuevo sistema de pensamiento que insistiese en la importancia de ambas. Pero este trabajo conservador fue realizado mediante una transformación revolucionaria de los Estados Unidos: de ser una nación normal pasó a ser una religión universal, evan­gélica y redentora. La carrera de América como religión redentora comen­zó describiendo la huida de los Padres Peregrinos de la per­versa Europa católica como el camino hacia la construcción de una Nueva Jerusalén que serviría de faro para el mundo entero. Muchos puritanos que perdieron su fe en el Dios cristiano transfirieron esta convicción religiosa a su visión moderada de la Ilustración, viendo la mano de Dios en el nacimiento de un nuevo sistema americano. Abraham Lincoln acrecentó sin tasa dicho proceso de divinización insistiendo en las primitivas llamadas de Benjamin Franklin a una «religión civil» que subrayaría el carácter sagrado del experimento americano. Lincoln quiso enterrar a los Padres Fundadores y los documentos fundacionales de la nación —la Declaración de Independencia y la Constitución— en templos seculares con llamas ardiendo perpetuamente en su honor. Su religión civil predicaba el mensaje de que a través de América, Dios y los Fundadores habían aportado «la últi­ma y mejor esperanza de la humanidad» (en frase de Ronald Reagan) tanto para la paz del orden social como para la libertad individual. Por desgracia, la fe en América ocultaba el hecho de que en el orden que esa fe establecía, los más apasionados y los más tenaces individuos y facciones tenían ventaja sobre cual­quiera que continuase jugando con las reglas supuestamen­te invariables del sentido común que el sistema aún proclamaba defender. La paz y la libertad se reconciliaban, pero asegurando la construcción de un pseudo-orden que garantizase la victoria de los fuertes sobre los débiles. La voluntad de los más fuertes —cuyos representantes siempre podrían cambiar, por supuesto— se convertía así en intérpre­te de la voluntad de los Fundadores, de la «intención origi­naria» de los «textos» fundacionales, del «sentido común» y —dada la necesidad de apaciguar el sentimiento religioso americano— de la voluntad de Dios. Descubrir la diversidad de influencias contradictorias que esconde esta victoria exige un complejo estudio doctri­nal, filosófico, histórico, sociológico y psicológico. A los «ciudadanos verdaderamente libres» que actúan bajo la égida americana se les presiona para evitar una investiga­ción semejante. Además de condenarla como un empeño traidor y antipatriótico peligroso para el triunfo de la «últi­ma y mejor esperanza de la humanidad», los portavoces de la nueva religión civil también insisten en su intrínseca falta de sentido práctico. Una vez más, no era mediante estudios espirituales e intelectuales causantes de división, sino sólo mediante un indefinible «sentido común» y una explota­ción pragmática de la naturaleza material, como se conse­guirían la paz social, los frutos de la libertad y la bendición de Dios. Un salto cuántico evangelizador de esta pragmática reli­gión civil americana tuvo lugar en torno a 1890. Y los pro­nunciamientos del presidente Woodrow Wilson en 1917 y 1918 sobre los objetivos de la primera guerra mundial des­velaron esa evangelización con absoluta claridad a quien no se hubiese dado cuenta de su crecimiento antes del conflic­to. Es verdad que la difusión americana del mensaje se ralentizó en los años 20 y 30 del siglo XX, sobre todo para purgarlo de la contaminación que podía haber supuesto una Europa destrozada por la guerra, revolucionaria e impía. Pero todo cambió al finalizar la segunda guerra mun­dial, cuando el común de los americanos asumió como dato incuestionable el papel evangélico de la nación como guía del universo, y se prepararon para llevar la luz a las oscuras cuevas extranjeras. En aquel tiempo, muchos de los habitantes del prostra­do Viejo Mundo parecieron estar de acuerdo en que el men­saje de América era irresistible. Después de todo, para la mayor parte de los hombres la victoria es un argumento sufi­ciente para sofocar todas las dudas sobre la superioridad del vencedor, sea quien sea. Además, este vencedor americano llegó con el apoyo entusiasta de sus ciudadanos —entre ellos notables y fervientes cristianos— y con la reputación de ase­gurar el orden, la libertad y una prosperidad sin límites «para los cansados, los pobres, las masas abigarradas, los marginados ansiosos de ser libres» (según reza el poema de Emma Lazarus inscrito en el pedestal de la estatua de la Libertad). 3. El catolicismo y el credo pluralista americano Roma no celebró el nacimiento del sistema americano como si contuviese la respuesta universal a las convulsiones políticas y sociales. Sin embargo, el Papado estaba demasiado encallado en los problemas europeos, desde la revolución radical a la guerra cultural progresista y el modernismo teoló­gico, como para situar en el centro de sus intereses una con­sideración a largo plazo de lo que estaba pasando en Estados Unidos. Pero otros sacerdotes y laicos dieron un paso adelan­te allí donde los sucesores de Pedro estaban ausentes. Y desde el principio, asumieron que la «última y mejor esperanza de la humanidad» ofrecía una guía práctica para la resolución de los problemas tanto religiosos como seculares. El padre Isaac Hecker (1819-1888), fundador de los pau­listas, predicaba, como dice su monumento en Nueva York, una unión entre el catolicismo y América que supondría «un futuro más brillante que cualquier pasado». Prelados como James Gibbons (1834-1921), John Ireland (1838­1918), John Keane (1839-1918) y Denis O'Connell (1849­1927) llevaron su mensaje a la siguiente generación y al seno del mismo Viejo Continente, utilizando como plataformas la flamante Universidad Católica de América en Washington y el Colegio Norteamericano de Roma. No faltaron críticos de lo que se llamó entonces «ameri­canismo» en aquellos primeros años de su fervor evangélico. En particular, tres profesores europeos de la Universidad Católica de América —monseñor Joseph Pohle y los padres George Péris y Joseph Schróder— empezaron un análisis sustantivo del mensaje contenido en este pragmático «siste­ma que sustituiría a todos los demás sistemas», expresando serios recelos sobre sus consecuencias materialistas. El arzo­bispo Paolo Satolli, delegado apostólico, que vivió en la Universidad Católica durante algunos años en torno a 1890, compartía sus temores. Convencido por estos hombres de que estaba sucedien­do algo perjudicial, pero también de que la propensión «pragmática» y anti-intelectual del american way [la vía ame­ricana] hacía difícil a sus partidarios comprender sus posi­bles errores dogmáticos, el Papa León XIII condenó lo que identificaba como «posible herejía» en dos encíclicas: Lon­ginqua oceani (1895) y Testem benevolentiae (1899). Sin embargo, con la entrada de Estados Unidos en la pri­mera guerra mundial la labor de esta primera hornada de críticos se quebró, al quedar comprometida por el acusado papel en ella de los americanos de origen alemán. La era ais­lacionista de entreguerras se caracterizó por una intensa ins­trucción en la religión civil americana. La comunidad católica, que ya no estaba alimentada por la marea de nue­vos inmigrantes, se encariñó más con la doctrina americanis­ta y sus héroes. En la época en la que una confiada América post segunda guerra mundial estaba preparada para difun­dir su mensaje de forma consistente y autorizada, los creyen­tes se unieron con ilusión a la proclamación de sus beneficios, insistiendo en su valor católico no menos que secular, pues propugnaban la imitación de la piadosa vía americana como la única defensa posible contra el comunis­mo ateo y, por consiguiente, como el baluarte evidente de la Iglesia universal. 4. Morir sonriendo Pero la libertad y el orden que los católicos americanos habían obtenido por medio de la religión nacional civil eran, de nuevo, una «libertad» y un «orden» basados en ele­mentos peculiares y a menudo contradictorios: el calvinis­mo, la Ilustración moderada y el materialismo whig que, en influencia mutua, conformaban la cultura americana. Bajo esa pauta común, los católicos descubrieron que su libertad tenía un doble carácter. Por un lado, era la libertad individualista radical que los puritanos secularizados y los whig anti-institucionales de la Ilustración moderada que­rían que tuviese: una libertad que «sonaba cristiana» porque aún se predicaba a menudo en el lenguaje bíblico protestan­te. Por otro lado, era una libertad que no debía molestar el orden pragmático y naturalista preferido por los pensadores de la Ilustración moderada y por los propietarios, una liber­tad que evitaba el «pensamiento que genera división» e «integraba» su pragmatismo en una concepción puramente materialista de la vida. Esa libertad destruía la libertad de las comunidades. Cualquier Iglesia dispuesta a usar su libertad para conseguir una autoridad social católica estaba atacando la libertad real. La verdadera libertad significaba sólo la libertad concedida a los creyentes para debilitar las estructuras eclesiales comuni­tarias, para multiplicar las facciones en el seno de la Iglesia, y para impedirle cualquier impacto serio en la esfera públi­ca. Pero una Iglesia actuando «con pragmatismo» en este tipo de sociedad libre estaba destinada a convertirse sólo en la impotente rama católica de la más amplia «Iglesia» ame­ricanista. Más aún, incluso la libertad de los católicos a nivel individual resultaba espiritual e intelectualmente empobrecida y limitada, dado que su libertad personal de pensamiento estaba separada de su libertad personal de acción. El ameri­canismo les decía que podían pensar pero no actuar, pues toda acción basada en el pensamiento podría suscitar divi­sión en un mundo como el nuestro, de diversidad creciente e inevitable. Por tanto, nunca podría permitirse a Cristo ser Rey sobre la sociedad, allí donde el corazón, la mente y la voluntad de los individuos se forman con mayor eficacia. Al negar la importancia crucial del entorno en la confi­guración de mentes y almas, al forzar a los católicos a cons­truir un dique contra toda acción enérgica fundada sobre la Razón y la Fe, su pensamiento y sus creencias se reducían a una esterilidad introspectiva. Presionados para evitar todo comportamiento no integrador y/o que introdujese división en la esfera pública, acabaron adoptando aquellos estándares de acción humana puramente materialista que considerase más «prácticos» cualquier naturalista con determinación firme de los que en cada momento dominasen la sociedad. Y como este magisterio americanista guiaba cada vez más todos los aspectos de la vida externa de los creyentes, vino a remodelar, según sus dictados, su personal e interna com­prensión del magisterio católico: esencialmente, modifican­do en ese proceso su valoración de las exigencias prácticas de la Fe sobre su vida diaria. Esta evolución ya era obvia mucho antes de los años sesenta, pero la concentración de los fieles en barrios de inmigrantes (mantenida por la inercia social y económica que acompañó a la gran depresión y a la segunda guerra mundial) eclipsaba una conciencia clara de ella para la mayor parte de los creyentes y para los americanos en su conjunto. La postguerra contempló luego un movimiento masivo de católicos a barrios multirreligiosos, donde aceptar o rechazar la religión civil americanista tenía mucha más importancia para los diversos grupos que conformaban la sociedad americana. Así, cuando un concilio ecuménico que se quiso «pastoral» y la orientación de su «espíritu» vagaron por el ambiente de «paz y libertad» moldeado por la visión del mundo americanista (ahora conocida bajo el más amplio título de pluralismo), las compuertas se abrieron de golpe. Como consecuencia, todo aquello que permitía el magis­terio americanista-pluralista buscaba derecho de ciudadanía en el campo católico. Las autoridades de la Iglesia americana mostraron su «apertura» a este novus ordo saeculorum miran­do con respeto todo lo que no había sido aprobado o anima­do en el pasado por la doctrina y la tradición católicas. Cada acción «integradora» requería por su parte un nuevo pro­grama, una forma diferente de educación, una puesta al día de la estructura física de la iglesia parroquial, y un cambio en la liturgia para acomodarla a él. Estos cambios sustituían siempre algo claramente católico por ideas y símbolos clara­mente no católicos. Sin embargo, como era de prever, la insistencia en la «apertura» condujo a que la rama católica de la Iglesia ame­ricanista pluralista fuese dominada por esas personalidades fuertes y por esas comunidades no naturales a las que la nación había dado nacimiento: hombres y facciones preocu­pados por la propiedad y la libertad económica, por las cues­tiones sexuales y por una forma u otra de la misión evangélica de liberación política y social de América. La ver­dadera paz y la libertad exigían la identificación del catoli­cismo con cualquier cosa que promoviesen las voluntades y los lobbies naturalistas más fuertes en una diócesis o parro­quia u orden religiosa. Sin embargo, puesto que esa evolución tuvo lugar en el seno de un sistema cuyos Fundadores e instituciones decían proteger la libertad de la Iglesia con mayor eficacia que nunca antes en la historia, ¡se proclamó imposible todo peli­gro para la integridad de la religión! Lo único impensable era que pudiese haber el más mínimo punto de conflicto entre, por un lado, la misión de los Fundadores y los textos fundacionales (ahora bautizados como católicos), y, por otro, la fe católica real e histórica. La Iglesia y el Estado esta­ban así unidos como nunca antes en la historia.., en el terre­no clásico de su supuesta separación. Por tanto, la «última y mejor esperanza de la humanidad» mantenía su imagen intangible, sus víctimas nunca reconocían el veneno, y podía continuar una y otra vez causando estragos de forma dema­siado predecible. Tan eficaz ha sido esa asociación con la religión civil, que a mis propios estudiantes de universidad, casi todos educa­dos en el sistema escolar católico, literalmente tuve que pre­sentarles la Fe de siempre como una exótica nueva religión. Creen que la «tolerancia» es el dogma capital de la Iglesia y que Dios desea el debilitamiento de todas las instituciones de autoridad. Virtualmente todos dentro y fuera del aula alaban la religión civil y sus héroes como si representasen la esencia del catolicismo y de la Acción Católica. Los fieles dan gracias a Dios en la misa de acción de gracias por que los Padres Peregrinos fuesen providencialmente rescatados de la opresión religiosa. Interpretan a Santo Tomás de Aquino a través de los escritos de Thomas Jefferson y Abraham Lincoln. Y al tiempo que niegan la innegable per­tenencia de muchos Fundadores a logias masónicas anticatólicas, se refugian en una legendaria aparición de la Santísima Virgen a George Washington, a quien se atribuye también una ficticia conversión en el lecho de muerte. Pero ¿cómo podría haber sucedido esto sin la ayuda de una «fuerza policial americanista pluralista» que empuja a los católicos al gulag si no cumplen con la religión civil y sus dogmas? Algunos creyentes atormentados (esos que recha­zan ciertas enseñanzas de la Iglesia sobre fe y moral pero todavía desean mantener el nombre de «católicos» por afec­to sentimental, interés o pura falta de lógica) encontraron en el pluralismo americanista una justificación efectiva para su rebelión. Después de todo, la verdadera libertad americana exigía respeto ante la valiente discrepancia individual res­pecto a las autoridades eclesiales comunitarias. Y, una vez más, nadie podría concebir que esa libertad pudiese dañar a la Iglesia de Cristo, porque el sistema americano, por defi­nición, era «obviamente» favorable a la causa de la religión. Sin embargo, la explicación de por qué han sido con­quistados por el pluralismo la mayor parte de los católicos —tanto la masa original de inmigrantes, salvaje, combativa e ignorante, como sus descendientes más ricos y mejor educa­dos pero que siguen sobrecargados de trabajo— es mucho más sencilla. Vino a través del impacto del Zeitgeist, cuyos datos incuestionables se le enseñaron a todos sin cesar en su entorno social, con todos los medios posibles, desde el naci­miento a la tumba. La mayor parte de los católicos america­nos carecía de argumentos serios para defenderse de sus efectos. Sí, entendían muy bien cómo desenmascarar los problemas y contradicciones de un Zeitgeist que no compar­tía las bendiciones del orden y la libertad americanos: la Cristiandad medieval, por ejemplo. Pero eran incapaces de enfrentarse a los posibles defectos de su propio tiempo y espacio. Por desgracia, la lógica del pluralismo americanista con­vierte en impotentes las buenas acciones de los católicos bienintencionados. La castración se realiza apartándoles de los ataques católicos verdaderamente pragmáticos al mal y de imaginativas estrategias para expresar su oposición en un intento, enervante y sin esperanza, de «cambiar» la maquina­ria constitucional del sistema mismo. Esta maquinaria, como indica El federalista, es una especie de agujero negro, plaga­dos de «controles y contrapesos» diseñados para evitar cual­quier cambio que rechacen los elementos más dominantes y determinados de la sociedad. Los católicos son atraídos a luchar dentro de un cierto número de «líneas Maginot» dentro de las cuales creen estar trabajando para una buena causa católica, al tiempo que no hacen nada práctico, y en realidad animan los ataques a las enseñanzas de la Iglesia en otras materias. Esto sucede con reiteración con los activistas provida y su alianza con el Partido Republicano. Los católicos alaban al partido por su posición provida (que no se traduce en nada), mientras que los republicanos promueven con entusiasmo un sistema de valores materialista, indivi­dualista y evangélicamente americanista, creando ese tipo de ciudadano que aborta o lucha en un conflicto injusto para difundir las bendiciones de la «libertad» americanista en Oriente Medio. Los mismos apologistas católicos recurren a argumentos sugeridos por un pluralismo americanista ávido de convertir el catolicismo en algo contradictorio y autodestrucúvo. Los cardenales americanos a quienes se solicitó comparecer ante el Congreso para testificar contra el aborto y las conse­cuencias inmediatas de Roe vs Wade insistían en que no lo hacían como prelados de la Iglesia católica —lo cual cual­quier lobista deseoso de una victoria real habría hecho— sino sólo como «cualquier otro ciudadano». Cada cierto tiempo se pide el apoyo de la «voluntad popular», que no sólo podría volverse un día contra las enseñanzas de la Iglesia, sino que ya lo ha hecho. Peor aún, rechazan los ataques a la doctrina y a la libertad de acción de la Iglesia apelando a un retorno al «verdadero americanismo» y a la «voluntad de los Padres Fundadores». Pero la castración de la Iglesia católica y la impotencia pública de su doctrina moral es el objetivo del «verdadero americanismo» y la «voluntad de los Padres Fundadores». Y la constante y repetida insistencia en la necesidad de volver a la voluntad de los Fundadores es en sí misma indicativa del carácter peligrosamente arbitrario de las «decisiones» políticas del siglo XVIII, que sólo parecen mejores si las comparamos con más de dos siglos de sus desastrosas consecuencias. Permítanme que me apresure a advertir de que hay ame­ricanos defensores de los principios católicos que no son víc­timas de semejantes tentaciones. Sin embargo, su capacidad para discutir cualquiera de los frutos del americanismo está muy limitada por la influencia sobre sus conciudadanos (creyentes y creyentes) del Indice de temas prohibidos de la religión civil, que niega uno por uno todos los instrumentos teológicos, filosóficos, históricos, psicológicos y sociológicos necesarios para desvelar el fraude como intrínsecamente peligroso para mantener un orden civil pragmático y una utilización práctica de la libertad individual. Condena el deseo de usar esas armas como una falta de «obvio sentido común» por parte de críticos fanáticos y no realistas. Tales hombres, simplemente, molestan la paz y la tranquilidad de sus vecinos, y también la de sus compañeros católicos. ¿Y con qué objeto? A fin de cuentas, ¿no han conseguido los católi­cos éxitos financieros? ¿No fue un católico elegido presiden­te en 1960? ¿Qué más importa realmente para los hombres libres prácticos en la esfera temporal? Si los defensores de la verdad católica aceptan el reto de esa línea argumental e intentan demostrar los peligros prácticos a largo plazo del pluralismo americanista —en particu­lar, su creación de un pseudo orden en el que predomina la voluntad de los más fuertes—, entonces para acallar el diá­logo se recuerda la incuestionable piedad y la innata bon­dad de la vía americana. Se acusa ahora al apologista de falta de fe en la naturaleza «cristiana» del sistema, aunque ésta se haya revelado a través de la voluntad subjetiva de los Padres Fundadores y la hayan interpretado los hombres fuertes del momento. En este caso, los defensores de la fe son condenados por su rechazo cínico a la «última y mejor esperanza» dada por Dios para la paz social y la libertad individual: por su cínica falta de caridad hacia la humani­dad sufriente. Si tales católicos persisten en su posición e insisten en que están siendo sometidos a un ataque irracional, siendo acusados a la vez de no ser prácticos, de candidez, de cinis­mo falto de fe, la inquisición que opera en nombre del magisterio pluralista americanista desenfunda todas las armas a su disposición. Son ridiculizados por su cuestiona­miento antipatriótico de la vía americana. Como enemigos de la única vía divina a la paz y a la libertad, son también denunciados como belicistas, fascistas, antisemitas, apologetas del genocidio, terroristas y, en último lugar pero no por ello lo menos importante, como simples lunáticos que necesitan terapia psicológica más que una respuesta inte­lectual. 5. Un modelo americano victorioso Pocos católicos tienen aguante para llegar a ese estadio final de diálogo infructuoso. Y esas almas fuertes que po­drían tener voluntad para seguir luchando se encuentran con que el inmisericorde entorno materialista construido por el sistema pluralista americano les hace difícil conti­nuar. Ese entorno exige trabajo y cada vez más trabajo sólo para sobrevivir. Incluso el oponente más vigoroso, pasado el tiempo, simplemente estará demasiado exhausto para per­mitirse el lujo de criticar la religión civil americanista y sus consecuencias en las pocas horas de reposo que le queden al final de un día sobrecargado. En las últimas décadas los defensores de la religión plu­ralista americana han incrementado su confianza en sí mis­mos. Demostraron ser lo bastante fuertes para castrar al catolicismo, aparentemente convenciendo a los creyentes en todas partes de que el «momento católico» basado en la adopción de los principios de la Ilustración moderada por fin ha llegado. Convirtieron a los apparatchiks marxistas al servicio de la más exitosa forma de materialismo, encontran­do para ellos una buena posición en multinacionales y empresas criminales organizadas. Ahora los defensores de la fe pluralista americanista están entusiasmados con que una derrota del islam ofrecerá la oportunidad de terminar con las divisiones para integrarlo todo en un «imperio mundial» cultural y pacífico. El amanecer de un día en el que ya no se podrá ni recordar que hubo otra opción distinta al mensaje liberador de América parece al alcance de la mano. La his­toria está a punto de llegar a su conclusión: un tema muy querido por los neo-conservadores, que han encontrado una forma de combinar el americanismo con el marxismo trotskista. El marxismo fue algo horrible. Sin embargo, la ideología marxista era tan patentemente fraudulenta que llevaba en sí un mecanismo de autodestrucción. Si se la compara con una bebida, diríamos que ofrecía un brebaje con un veneno que uno podía probar y luego rechazar antes de que llegase al punto de destruir a quien lo probase. El pluralismo ameri­canista ofrece un problema distinto. Una sociedad pluralis­ta parece familiar. Su continua apelación al lenguaje cristiano y su llamada a la libertad religiosa la hacen parecer algo tradicional e incluso amistoso a nivel «práctico». Ofrece un cóctel envenenado que sin embargo tiene un sabor agradable y durante un tiempo parece dar lo que pro­mete: tranquilidad, libertad personal y cierta prosperidad material. Uno no se da cuenta, hasta el momento en que llega al fondo del vaso, de que en verdad no hay nada en él, de que el veneno ha hecho su trabajo y de que uno ya no tiene fuer­za para rechazar otro trago. Los miembros desecados, «libres», sin sentido, de este «club» pluralista americanista al que la Iglesia se ha reducido bajo dicha tutela brindan por su opresor a medida que son sometidos a eutanasia. «Sonríen» al tiempo que sucumben a lo que el americanis­mo supone realmente: un insulto supremo a la mente y al alma humanas en su deseo de aprender a hacer lo verdade­ro, lo bueno y lo bello, tanto a nivel natural como sobrena­tural. Los argumentos intelectuales diseñados para quitarles esa sonrisa de la cara son inútiles. Este tipo de demonio sólo puede ser expulsado mediante el ayuno y la oración. Verbo, núm. 511-512 (2013), p. 125-141.
  22. Hispanorromano

    Los indigenismos utilizados como elementos disgregador de Hispanidad

    Excelente la reflexión de María Elvira Roca. Esta mujer sería una excelente embajadora en Hispanoamérica. Estoy de acuerdo con la tesis. Al promover el indigenismo, al prohibir el Día de Colón, los blancos protestantes pretenden cargarle el muerto a los españoles. Esto no surge de la nada ni se hace por amor al arte. Es una manera de mantener encadenado al coloso hispánico y evitar que resurja. Si los hispanos entran al trapo, estarán yendo contra ellos mismos. Comparto también tu ampliación de la tesis, don Fernandito. Los WASP hace mucho tiempo que están preocupados por la explosión demográfica hispana. Sienten que el predominio anglosajón en el mundo está en peligro. Promover las bandas juveniles o las sectas protestantes les sirve para diluir el elemento católico y dificultar el resurgir hispánico. Pero yo creo que sólo les servirá para retrasarlo un poco. Porque tarde o temprano aquellas gentes mirarán hacia sus raíces --a pesar de que en principio se muestren hostiles a España-- y pondrán en cuestión el modelo actual. Como españoles, está en nuestra mano favorecer ese proceso o poner palos en las ruedas, que es a lo que juegan los indigenistas ibéricos, aliados en esto con los indigenistas anglosajones.
  23. Hispanorromano

    Psicoherejía - El legado de Jung al cristianismo

    Es un pastiche de religiones orientales y ocultismo gnóstico destinado al público occidental. En definitiva, una actualización de la Teosofía de Helena Blavatsky. La entrada de la Wikipedia no está mal como introducción. Cosas que están relacionadas: hinduismo, budismo, zoroastrismo, gnosticismo, teosofismo, espiritismo, esoterismo, rosacrucismo, masonería, cábala, hermetismo, catarismo, perennialismo (Guénon y Evola), Nueva Era, sabbateismo, frankismo, luciferismo, etc . Llevo poco tiempo estudiando este tema. Pero en mi opinión la masonería es uno de los muchos afluentes del río gnóstico, no el más importante ni el más peligroso. Y el peligro es que muchas veces la crítica a la masonería se ha dejado en manos de otras sectas gnósticas, que así iban introduciendo poco a poco su veneno corrosivo. La gnosis no se sabe muy bien de dónde viene, pero una de las hipótesis es que es una penetración en Occidente y Oriente próximo de las religiones del Extremo Oriente, es decir de Irán a la derecha. La gnosis se infiltra en el judaísmo (cábala), en el islam (algunas sectas chiíes) y en el cristianismo (rosacruces). Su enemigo mortal parecen ser las "religiones abrahámicas", aunque se valen de elementos de las mismas para su labor subversiva. No hay más que consultar la sección de religión de las grandes cadenas de librerías para ver que éste es el verdadero peligro en Occidente. Un 90% de libros en esta sección están relacionados con la Nueva Era y con este tipo de creencias gnósticas. La mayoría de los occidentales están familiarizados con conceptos surgidos de esas religiones orientales, como la reencarnación, y un número no desdeñable cree en ellos.
  24. Hispanorromano

    La importancia de amar a la patria

    El Papa ha hablado sobre la necesidad de amar a la patria. No considero conveniente que proliferen los hilos en torno al Papa, porque nos pueden restar simpatías y visitas, pero en este caso creo que merecen ser recogidas sus palabras en la visita apostólica a Chile: Quizá emplea un tono poco solemne que no era costumbre en otros pontífices, pero es muy acertado todo lo que dice sobre la patria y creo que en este aspecto mejora el planteamiento de pontífices anteriores, muy poco dados a las alegrías patrióticas. Al contrario de lo que dicen sus detractores, Francisco I no es un papa que vaya contras las patrias. En los digitales conservadores, como siempre, han obviado estas palabras o han cerrado los comentarios para que no se pueda decir nada positivo sobre el Papa. En realidad en estos ambientes conservadores el patriotismo siempre se ha visto con sospecha o ha sido una excusa para defender intereses bastardos.
  25. Está muy bien lo que dice en ambos vídeos.
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