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  1. El verdadero peligro ruso La cabalgada asiática Arriba, 4 de abril de 1935, p. 6. Aunque Rusia siga sirviendo día a día de vehículo de propaganda proletaria y haya logrado embadurnar todas las esquinas de Occidente con los rojos pasquines de la hoz y el martillo y el estrépito de ¡abajo el imperialismo!, cada día es más claro que desde las fronteras de Polonia hasta el estrecho de Bering, se asiste al alumbramiento de una gran —y no por cierto nueva— fórmula imperial asiática. Canta el imperio debajo de todas las embestidas revolucionarias. Un aire denso y permanente cubre la tierra rusa, prolongándose a lo largo de la historia, para decir la realidad de un espíritu asiático, vuelto hacia sí mismo, que galopa por los anchos llanos, y que permanece igualmente firme bajo los zares afrancesados que bajo la historia bolchevique. La santa Rusia es como ha sido siempre. No importa que un viraje de su historia se dedique a construir grandes fábricas y a organizar brigadas de choque o que dicte fórmulas afrancesadas a una corte dieciochesca. Lo auténtico, lo que es rito y canción desgarradora e impulso popular está ahí, tendido por debajo de las arquitecturas estables y manteniéndolos a flote sobre sus espaldas abrumadas. El “padrecito” Stalin en nada se diferencia, en la adjetivación popular, de Pedro el Grande. Los dos dominaron ampliamente sobre los millones de rusos, que dejaron en su desgana que sobre sus cabezas se agiten flámulas y banderas, cuyos colores y significados ni les van ni les vienen. Pero en esta desgana rusa, que el bolchevismo ha intentado galvanizar, reside el peligro imperial asiático que sueña con la total derrota de Occidente, en lo que Occidente es tal y representa la cabeza y el corazón del mundo: en el vuelo de los valores espirituales y en la continuidad moral de la historia. Y aquí es donde reside el peligro cierto. Porque el hombre de Occidente, en la quiebra de sus valores morales, atenazados por la disolución interior de las maneras revolucionarias, se siente atraído patológicamente por ese Oriente, de donde sólo puede venir para él el aniquilamiento de sus propias formas de vida. Y si es ahora la masa proletaria la que se adorna con ese orientalismo “snob”, lo hace por ser ella la que se cree dominadora del mundo, así como en otro momento fueron las aristocracias las que se vistieron con las “chinerias” disolventes. Pero si esto es así, y de ahí viene su fuerza, tampoco puede olvidarse lo que es protección exterior —occidentalismo mimético— en la Rusia de hoy. Del poso eslavo, removido por la agitación revolucionaria, ha surgido la carrera hacia lo cesáreo. Y un César quiso ser Trosky, a quien le tronchó su carrera el parón de los soldados rojos ante Varsovia. Y un César oriental es Stalin, que ha arremetido denodadamente contra los ortodoxos marxistas —Kamenef, Romene, Zinovief— en nombre de una presunta consolidación de la revolución eslava. Y aquí estamos ya al principio del fin, en el instante en que el monstruo enseña sus orejas. Si la propaganda soviética mostraba a los boquiabiertos occidentales los esfuerzos de una técnica a la americana, hay que tener en cuenta que estas fundaciones en que cantan el progreso y la mecánica, son unas nuevas aldeas de Potemkin, hechas solamente como instrumento de atracción. La fuerza auténtica de de Rusia no está ahí. Ni la de la Rusia de antes ni la de la U. R. S. S. Lo que hace que un comisario del pueblo levante su copa a la salud de S. M. Británica, o que se alíe con la Francia liberal y burguesa, es simplemente la táctica de 1a espera, del ganar tiempo, mientras llegue la hora de montar a caballo y la horda asiática —ni soviética ni antisoviética— rompiendo las fronteras del Occidente intente penetrar con su tumulto oriental en la hora de la historia europea, conducida por el vendaval de su inercia antieuropea. Nota: Arriba era el órgano oficial de Falange Española de la JONS en el año 1935.
  2. Hispanorromano

    Eurasia contra Europa

    24 de enero de 1930 «Eurasia» contra Europa La escuela eurasiana moderna, da­ta de 1921; su ideal es la creación de un gran imperio constituido por los Estados Unidos de Rusia y de Asia, (Europasia). Un eslavo católico, discípulo del director del Instituto Oriental, Monse­ñor D'Herbigny, escribía no ha mu­cho: «Se advierte hoy día en Rusia un extraño fenómeno: el despertar de un sentimiento asiático nacional. Los rusos se van dando cuenta de que no son de pura raza eslávica, sino más bien una mezcla de razas mon­gólicas. Se llega en esta nueva orien­tación étnica hasta negar todo paren­tesco con Europa o a renegar de él». El genio de Napoleón advirtió ya algo de esa condición étnica del anti­guo país de los Zares en sus andan­zas por el Oriente de Europa, pues solía decir: «Grattez le Russe, et vous découvrirez le Tartare»; rascad un poquito en el Ruso y hallareis el Tár­taro». El escritor Boris Pilniak parece que se complace en decir y repetir en sus artículos que «Rusia es Asia» y por otra parte sabemos que «los Estados Unidos de Asia, capital Moscou» es la fórmula adoptada y proclamada por Tchitcherine, en esta materia. Actualmente en el cuerpo diplomá­tico de Moscou, figuran embajadores o representantes de todos los países asiáticos, aun de aquellos Estados que no son reconocidos por tales en otras naciones, como la Arabia y la Transjordania. Es un indicio que no deja de tener también su fuerza sig­nificativa. El movimiento eurasiano es tal vez para un futuro no remoto, el más grave peligro para Europa: es el «pe­ligro amarillo» de otros tiempos, que ha tomado una forma más real y viable; es el imperialismo ruso disfra­zado de proletario, que se aprovecha de todos los adelantos europeos para atraer y en parte subyugar al mundo asiático, y dar luego la batalla al mundo occidental arruinan­do su riqueza, su civilización y aun, si pudiera, su religión misma. Recuerdo haber oído al Obispo Ruteno de Leinberg, poco antes de la guerra europea, una opinión que no dejó de causar extrañeza en cuan­tos lo oímos: «El Oriente en su lucha con el Occidente, podrá ser vencido y lo ha sido muchas veces; pero el hecho es que e1 Oriente, aun vencido, se adelanta poco a poco sobre el Occidente». El Católico esloveno antes aludido dice que a su parecer «existe hoy día una ofensiva del pensamiento asiático contra el pensamiento europeo», y añade que «la lucha misma que la Rusia soviética proclama contra el capitalismo, no es más que una lucha contra Europa». Cierto es también que Lenine mis­mo en sus últimos escritos ponía toda su confianza, para dar el golpe defini­tivo, contra lo que él llamaba el capi­talismo europeo, en las grandes fuer­zas de reserva que en los pueblos de Asia estaban latentes; su orden del día adoptado en 1920 por el «Congre­so de los pueblos orientales» celebra­do en Bakou, y en el que se reunieron 1.800 delegados de 37 nacionalidades distintas, fue el significado por estas palabras: «Acabaréis con el Occidente por medio del Oriente». Y Zinowiev llegó a decir en esta ocasión, con un cinismo verdaderamente brutal, que «Rusia tiende la mano al Asia, no porque adopte su ideal, ni comparta sus conceptos sociales, sino porque los 800 millones de asiáticos le son necesarios de todo punto para la des­trucción del capitalismo y del impe­rialismo europeos». La realidad es que mientras el Sovietismo está tratando de atraerse o dominar los pueblos asiáticos, corno con una mano, está con la otra minando las bases de los Estados europeos en el interior, bolchevizando a las clases proletarias e intelectuales para lanzarlas en su día contra la cla­se patronal, propietaria y rentista, y debilitando en lo exterior su influencia política en el mundo, y su poderío comercial en las colonias y demás países, sin cuyas riquezas naturales acaso no podría subsistir mucho tiem­po la prosperidad económica europea. Para terminar: ¿Cuál es la causa del grave peligro eurasiático que co­mienza hoy a cernerse sobre la vida misma de Europa? Respondamos con René Grousset en su libro «El des­ertar del Asia:» «De la europeización del Asia, ha nacido la revuelta del Asia contra Europa.» Las poten­cias occidentales que han europeizado al Asia, han dominado a sus naturales con la fuerza de las armas, y han ex­plotado sus riquezas con la industria y el comercio, pero les han dejado en sus errores religiosos y en sus inmoralidades paganas. Si hubieren hecho con Asia lo que España hizo con América, dándole ante todo su fe y su moral cristianas, bases insustituibles de la civilización verdadera, bien pudiera ser que se hubiera sen­tido algún día fuerte y poderosa para sacudir el proteccionismo europeo, pero ¿hubiera surgido de entre los desprestigios de una europeización materialista la Eurasia proclamando como ideal la destrucción de Europa? ¡Cuán cierto es que todo pecado lleva naturalmente en sus entrañas su propio castigo! S. de P. La Cruz, Diario católico, 24 de enero de 1930, p. 1. -o-O-o- NOTA DE HISPANORROMANO: He tomado el artículo de La Cruz, pero también se insertó en otros diarios católicos, como La Verdad o La Victoria. Me da la impresión de que el artículo tiene un origen eclesiástico, entre otras razones por la mención a Monse­ñor D'Herbigny. Se repite de nuevo la idea de que los soviets son el imperialismo ruso de siempre con disfraz proletario. Es una constante en los artículos de aquel entonces. Ya se hablaba de Eurasia casi como sinónimo de Rusia y su expansión imperial. No comparto algunos extremos del artículo, pero viene bien para ilustrar el pensamiento de la época. Si alguien lo quiere en formato JPG que me avise. ¿Qué me mueve a compartir estos artículos antiguos sobre Rusia? Dar a conocer escritos del pasado que pueden iluminar asuntos del presente. Mostrar que en aquella época ya se observaba cierta continuidad entre el imperialismo zarista y el soviético (esto se verá más ampliamente en otros artículos que pondré más adelante, uno de los cuales os sorprenderá por su procedencia). Ignoro por qué esta verdad, que entonces parecía tan evidente, se fue oscureciendo a partir de los años 60. Quizá ayudaron a ello las teorías de la conspiración y la Guerra Fría. Explicar que en el mundo católico el rechazo hacia Rusia no viene sólo de la URSS; que, salvo excepciones, no se veía bien a los zares y se les consideraba más bien bárbaros; que tampoco se veía con buenos ojos a la mal llamada iglesia ortodoxa. Probar que el anticomunismo o la defensa de la propiedad no era el único argumento que se esgrimía contra Rusia en las derechas; de hecho, era un argumento más bien secundario. Mostrar que las realidades nacionales y religiosas pasan por encima de ideologías. Intentar entender los procesos internacionales de la actualidad al margen de charlatanes geopolíticos.
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