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Hoy 11 de septiembre, Cataluña celebra como cada año su fiesta nacional de La Díada. El día grande en esa comunidad en el que, según el nacionalismo independentista, se gestó la causa que dio pie a las actuales pretensiones separatistas, en el marco de la Guerra de Sucesión ocurrida entre los partidarios de Felipe V de Borbón, y los del Archiduque Carlos de Austria.
Por ese motivo, un grupo de historiadores catalanes ha realizado un excelente documental, donde punto por punto tratan de desmontar los actuales estereotipos del nacionalismo y arrojar luz sobre los acontecimientos reales que ocurrieron en Cataluña durante aquella guerra, que posteriormente han sido pervertidos por el revisionismo histórico hasta configurar una nueva historia ajena a la realidad, útil sin embargo para sostener la supuesta legitimidad de la causa secesionista.
Lo cuelgo a continuación con afán de divulgarlo y por si de algún modo os apetece comentarlo. Solo comentar que el documento me ha parecido de gran calidad, hasta el punto de que incluso a título personal, y tras haberme mantenido durante años de algún modo condescendiente con la causa austracista, aunque de ninguna manera afín a los nacionalismos, este trabajo me ha permitido ver de otra manera la historia, hasta haberme hecho cambiar de opinión sobre lo acontecido durante aquella guerra.
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Gnosticismo cabalgando a tumba abierta, pervirtiendo el alma de pobres incautos. Pobres de aquellos que se dejan arrastrar por las ideas y pensamientos que se difunden impunemente en esas obras, pues haciéndose dioses, corren el riesgo de caer en el infierno. Y ojo porque actualmente son muchas las ideas modernas, asumidas mayoritariamente en sociedad por innumerables personas que, aunque aparentemente se presenten como otra cosa, en realidad tienen su fuente en la misma causa que da origen a libros y sectas como esos, la autosuficiencia de la soberbia, y conducen al mismo lugar de condenación eterna.
Por cierto, para quienes puedan albergar curiosidad sobre el infierno o su existencia, o de otro modo puedan llegar leer esto, ahora o en un futuro, atraídos de alguna manera por el gnosticismo y todas las herejías que de este se suceden, aunque también por otras prácticas e ideas que conducen a la condenación, quisiera compartir con todos una definición de la naturaleza del infierno, que en su día nos hizo el cardenal G. Müller, anterior Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y que he tenido a oportunidad de leer no hace mucho.
No, cuando hablamos de infierno no estamos refiriéndonos a calderos en llamas, monstruos o lagos de fuego, como tan pintorescamente y durante tanto tiempo se ha encargado de figurar la iconografía, sino de algo, si se quiere, mucho más real y peor.
«El infierno es el contrasentido de no aceptar haber sido aceptado». Dogmática, p. 569-570
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A mí ya me han llegado a llamar imbécil y criminal, por vacunarme yo y animar a los chavales a hacerlo. Esta va a ir cada vez a peor. Sobre todo si se tiene en cuenta que estamos ante un virus que probablemente acabe instalado definitivamente en nuestra vida, tal cual lo hace el de la gripe, y ante el cual, al igual que con la gripe, haga falta ir renovando periódicamente las vacunaciones.
Los que en el fondo se mueven impulsados por ese mismo espíritu insumiso de la revolución, liberal en ocasiones, social en otras, vuelven a tener la excusa perfecta para justificarse y no van a dudar en tratar de que así sea, pues en el fondo, todo esto va de eso una vez más, de la relación ancestral entre los espíritus rebeldes, la insumisión y las revoluciones, frente a los espíritus nobles, la fidelidad y el orden. Un campo de batalla en el que a menudo salimos todos perdiendo, aunque al final se imponga la sensatez a costa de sufrimiento.
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Pues sí, los rosacruces parece que andan por ahí metidos también en el movimiento antivacunas. Ya me había llegado, desafortunadamente de parte de un familiar que anda enfrascado y muy radicalizado, tanto en esas movidas como en su militancia en Vox, alguna referencia a textos y escritos contra las vacunas, que habían sido difundidos originalmente por esa secta. Y hago esa referencia a Vox y a los antivacunas porque me parece importante, ya que son círculos cuyos miembros suelen coincidir y retroalimentarse.
No digo que todos sean así ni que desde la jerarquía del partido se promocionen esas ideas, pero no me caben dudas de que, a nivel de simpatizantes, el trasiego de esa clase de informaciones y contenidos es constante, pues a mí, sin ser votante ni simpatizante, me llegan, con que imagino que a nivel interno debe ser igual o peor.
En esta cuenta de FB se puede encontrar algún ejemplo, de lo que se mueve en esos entornos:
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No, la verdad es que no me suena de nada ¿Por qué lo preguntas?
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Racismo y también xenofobia. Algo que desgraciadamente se viene cultivando mucho desde hace en algún tiempo, también en España por parte de esa derecha desnaturalizada que encabeza el partido de las letras verdes. Salvo obviamente, que produzcan riqueza económica, que es la única concepción que entienden.
Por alguna suerte de transformación metafísica, estos neonazis, pues no puedo llamarlos de otra forma, han acabado asumiendo para sí mismos, los mismos errores que sus padres y abuelos atribuían a los judíos: Ser una raza y nación incapaz de aceptar a ninguna otra. Soberbia de sí mismos.
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Gran observación. La historia de nuestra fe está ligada inexorablemente a la contemplación de la naturaleza. Desde el A.T. hasta nuestros días, Dios se ha manifestado al hombre a través de ella: En la zarza ardiente, en el monte, en la brisa o en la forma de una paloma, entre tantos y tantos ejemplos que se pueden encontrar en los textos bíblicos, y también en la vida y obra de muchos santos.
Nuestro propio lenguaje está lleno de símbolos y referencias, tanto a la naturaleza como a nuestra relación con ella: El trigo, la cizaña, los segadores, los peces, los pescadores, las ovejas, el rebaño, los lobos, los pastores... y así a lo largo de una lista tan interminable como nuestra propia historia.
De una forma u otra hemos conocido a Dios, y hemos transmitido nuestro conocimiento y amor hacia él, a través de la contemplación y apelación, tanto a la naturaleza como a los símbolos que la representan. Incluso a la propia ley que Dios ha escrito en el corazón humano, independientemente de culturas y religiones, la denominamos "Ley natural", porque podemos ver en ella un orden implícito, semejante al que gobierna toda la naturaleza de la Creación. La misma Ley Divina nos ha sido dada para gobernar la naturaleza, pero no se puede gobernar aquello que no se conoce ni se ama.
Es más, la propia historia del hombre; de la gracia y el pecado; de la tentación y la virtud; del bien y del mal, es el relato de una pugna por su posesión y dominio. En definitiva, Dios se manifiesta al hombre en la naturaleza, hasta llegar a tomar su propia naturaleza para revelársele. La propia religión es al fin en sí misma, el vínculo que religa al hombre con Dios, a través de la naturaleza. A través de eso que el hombre se afana en maltratar, caído en pecado, pero que Dios no se cansa de reponer con su gracia, su amor y su belleza.
No se puede comprender plenamente a Dios, si no se contempla y ama la naturaleza que ha creado para darnos vida y hacernos partícipes de su amor. La naturaleza es el medio, no solo ambiente, sino también y entendida en toda su amplitud, de llegar a Dios. De otro modo no tendría ningún sentido nuestro deambular por este mundo. Sería como dar por válido ese pensamiento nihilista que nos amenaza diciéndonos que la vida es un accidente donde realmente las cosas carecen de ningún valor. Un caos al fin, sin sentido ni orden, en el que por mera casualidad nacemos y morimos sin ningún otro propósito ni finalidad.
Contemplar y amar la naturaleza, la vida en toda su dimensión, es al fin no solo una opción deseable para un católico sino sobre todo una obligación, pues de otra forma no podemos llegar a saber ni comprender realmente de qué nos hablan la Palabra de Dios, el Magisterio y la Tradición. Encerrarnos en nosotros mismos, en la contemplación y gobierno de nuestras propias creaciones; de nuestras casas, cosas, organizaciones, naciones o empresas, suele ser la forma más común de darle la espalda a Dios. Y sin embargo, paradójicamente suelen ser los sectores más ultramontanos y tradicionalistas, quienes a menudo se ofenden y hacen cruces cuando el Papa u otros pastores nos hablan de esa obligación, como si su conocimiento de Dios les hubiese turbado la mente hasta el punto de haberse hecho dioses a sí mismos, con la capacidad de juzgar y condenar.
A menudo se nos invita a acudir ante el Sagrario para contemplar a Dios. Para contemplar su obra y su amor hacia nosotros. Para rendirnos ante él como un niño que se pone ante su padre y se fascina de todo lo que ve en él. Y eso está bien, sin embargo, ese niño es capaz de amar así a su Padre, porque previamente ha contemplado en su mundo la obra que éste ha hecho por él. Contempla y ama en su padre la propia naturaleza bondadosa e inocente de su mundo infantil, protegida y amada sobre todas las cosas por el infinito amor de su padre. Aquel ante quién se postra y por el que finalmente llegará a ser capaz de dar su propia vida.
No caigamos en el error de amar el vino y despreciar la copa, no sea que de tanto beber y despreciar, acabemos siendo tomados por borrachos necios a los que también despreciar.
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hace 17 horas, LatinoHispano dijo:En general, considero que la edad es un aspecto importante a tener en cuenta, pero no decisivo. Puede ser una ayuda en la adquisición de experiencia. Sin embargo, puede convertirse en una experiencia que multiplique los malos hábitos, pues en muchos casos en lugar de servir como herramienta para perfeccionar a lo largo de los años las virtudes, vale para perfeccionar los vicios. Por eso creo que el punto clave es la vida moral de la persona y, en este sentido, con la edad puede ocurrir algo similar a lo que pasa con el dinero: magnifica ya sean los vicios como las virtudes.
Sin duda. Tan malo puede resultar el fruto de la inexperiencia en el gobierno de las cosas, como el de los malos vicios adquiridos con la edad. No pretendía hacer una loa a la edad, pues como bien has comentado, por encima de eso, la gracia y el cultivo de la virtud es lo que de un modo u otro produce buenos frutos. A fin de cuentas, nuestro Señor solo tenía 30 años cuando comenzó su predicación.
No mencioné el tema de la juventud del obispo a modo de crítica, sino como simple reflexión a fin de poder entender mejor qué ha ocurrido o cómo es que ha podido caer en esa tentación. Pero está claro que cosas semejantes o incluso peores, le pueden pasar también a personas con más años que este hombre, y de otro lado, la fortaleza de la juventud también es un factor importante a tomar en cuenta cuando se designa un cargo. De cualquier modo, sigo pensando que para determinados casos que implican una gran responsabilidad, la madurez que otorga la experiencia es un factor que a menudo marca la diferencia, toda vez probada la virtud del interesado.
Y ese es también un gran error que veo en política. La elección y designación de cargos con mucha fuerza, pero carentes de experiencia ni virtudes demostradas en el ejercicio del gobierno de las cosas públicas. Como bien has mencionado, preponderancia de la apariencia sobre la sustancia, o dicho de otro modo, "sepulcros blanqueados". Algo que por cierto también ocurre con personas de mayor edad, aunque se presta más al error entre la gente joven por aquello del atractivo físico propio de la juventud y el anhelo de orden y belleza que todas las personas tienen.
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hace 29 minutos, LatinoHispano dijo:Buenos días, Vanu Gómez:
Soy natural de Asturias, pero trabajo en Galicia, tengo 29 años, y di con el foro casualmente, supongo que buscando alguna información concreta me apareció este fantástico sitio. La verdad que se aprende mucho con vuestras aportaciones. ¡Saludos!
Preciosa tierra la tuya. Solo he estado tres veces en Asturias a lo largo de mi vida, pero me han bastado para enamorarme de ella.
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Muy buena la carta del doctor Macaya que publica Wanderer. Punto por punto refuta todas las objeciones razonables que se esgrimen desde el movimiento antivacunas, y además lo hace desde una perspectiva científica y también católica. Ojalá muchos la lean y reconsideren su actitud.
En cuanto al blog, tienes toda la razón. Siempre se han destacado por caminar por sendas cismáticas. Sorprende que ahora se echen las manos a la cabeza a la vista de las consecuencias, como si con ellos no fuese la cosa. De cualquier modo, ya sea por ese motivo como por otros, está bien que rectifiquen el rumbo, pues no son pocos los que alimentan su encono o ruptura con la Iglesia, directa o indirectamente de los escritos y contenidos que aparecen en sitios como ese.
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El 8 de septiembre de 1888, el científico y militar español Isaac Peral, botó con éxito el primer submarino militar del mundo que a la postre fue también la primera nave submarina de la historia propulsada por energía electromotriz. Pero a pesar de los excelentes resultados en las pruebas, y de que la armada española estaba ante una nave que posiblemente habría cambiado el curso de su historia, por algún motivo que se desconoce, el alto mando desechó el invento e inició una campaña de desprestigio contra Peral, que le obligó a abandonar el ejército muriendo años después de una enfermedad.
Recojo un magnífico artículo publicado en el blog "Tecnología obsoleta", donde se narra de manera resumida la historia de aquel evento, que sin duda supuso un ejemplo más de aquello que decíamos en otro hilo, sobre la incompetencia o mala fe de muchos de nuestros gobernantes y políticos a lo largo de la historia.
CitaIsaac Peral, un genio incomprendido
Ya tiene España un buque submarino, ya no marcharemos en este, como en tantos otros asuntos, a remolque de las demás naciones. D. Isaac Peral, autor del proyecto del torpedero submarino, presentó los planos del mismo al Gobierno, en la época del conflicto de Las Carolinas. (…) Los trabajos para su construcción dieron comienzo en el arsenal de la Carraca el 23 de octubre de 1887. Mide el torpedero 22 metros de eslora y de manga y puntal 2,74, siendo su forma de cilindro ojival. (…) Quedó el torpedero submarino flotando sobre el agua, viéndose cumplidos exactamente los cálculos de su autor, sin que llegara a sumergirse nada más que hasta el centro del cilindro. Después fue remolcado el buque hasta el dique, donde quedó. Sobre los detalles de la navegación submarina se guarda gran reserva, y es natural que así sea.
(Nota aparecida en El correo militar, edición del martes, 11 de septiembre de 1888.)Siempre que se menciona alguna lista sobre invenciones realizadas en España hay varios ejemplos que nunca faltan. Sí, en esas listas se menciona siempre el submarino, pero claro, ¿a quién atribuir tal invención? Ya han visitado estas páginas máquinas submarinas osadas como aquella con la que soñó Cosme García, que allá por 1860 probó con éxito en Alicante el que se considera como primer submarino español, pues hacía varios años que venía siendo desarrollado a través de diversos modelos que iban evolucionando poco a poco. Y, cómo no, también nos visitó hace ya algunos años otro de los clásicos en esto de idear naves capaces de surcar las aguas sumergidas, el persistente Narciso Monturiol con su Ictíneo, que comenzó sus pruebas en 1859. ¿Qué tienen en común estas aventuras? Desde el punto de vista técnico, al margen de lo obvio, no eran muy parecidas aquellas naves pero sí compartieron un oscuro destino. Fueron apuestas que comenzaron bien, tuvieron gran predicamento pero que, a pesar de prometer un futuro brillante, terminaron olvidadas en muy poco tiempo. Pero en este juego nos faltaba citar al miembro más destacado y célebre de los submarinos españoles, el Peral. Nuevamente, por desgracia, su destino también fue bastante oscuro.
Dicho esto, ¿quién inventó el submarino? La respuesta es sencilla, y compleja a la vez, como suele suceder cuando se aborda una tecnología de este nivel. No hubo un inventor, fueron muchos, cada cual aportó un aspecto nuevo o una idea brillante hasta llegar a lo que hoy día son magníficas naves capaces de surcar sumergidos sin descanso los océanos de todo el planeta.
Ya en los siglos XVII y XVIII se hicieron pruebas con algunas máquinas que pueden considerarse como primitivos “submarinos”, pero no fue hasta el famoso tortuga de propulsión humana, que participó en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, cuando se verificó que este tipo de naves tenían un gran futuro en el ámbito militar. Claro que, ese futuro no llegó realmente hasta el siglo XX, quedando decenas de naves submarinas por el camino en la centuria anterior. Una de ellas fue la ideada por Peral, una máquina singular que merece ser recordada, un submarino adelantado a su tiempo que despertó la admiración de sus contemporáneos.
Militar, marino y científico
Isaac Peral vino al mundo en Cartagena en 1851, mirando al Mediterráneo y a todos los océanos porque el mar era cosa de familia, a fin de cuentas sus hermanos también hicieron carrera en la Armada. Pero, además de su querencia por la navegación, su orientación hacia las ciencias y la técnica le llevó además a idear desde muy temprano todo tipo de artilugios, sobre todo eléctricos, de los que a su vez consiguió sacar buen beneficio a través de varias industrias y empresas. Un genio, sin duda, que vio sus primeras luces al conocimiento siendo muy joven en la Escuela Naval Militar de San Fernando. En 1866 alcanzó el grado de guardiamarina. Isaac era como una esponja para todo tipo de saberes. En efecto, su destreza con las matemáticas, la geometría, la física y, cómo no, también la mecánica y la ingeniería, le convirtieron en el favorito de sus maestros, toda una joya en bruto para la Armada.
El submarino Peral después de una prueba de inmersión. Fuente: La Ilustración Ibérica, 19 de julio de 1890.Comienza así su vida en el mar, sirviendo en diversas naves recorriendo el mundo. En la corbeta Villa de Bilbao recorrió la costa levantina y las Islas Baleares, mientras aprovechaba para observar de cerca fragatas y acorazados de todo tipo, aprendiendo todos los detalles acerca de navegación y propulsión. Posteriormente, a bordo del Santa María, viajó a Canarias en penosa travesía por culpa de contar con vientos adversos. Más tarde continuó su travesía hacia el sur, cruzando el ecuador, mientras el joven Peral iba tomando nota detallada de todo lo que veía, además de calcular posiciones con exquisita precisión. Allá en mares australes su nave dobló el cabo de Buena Esperanza rumbo a las islas Filipinas que, recordemos, era entonces territorio español. El viejo navío llegó maltrecho a Manila mediado el año 1868, por lo que debió ser sometido a reparaciones. Aquel tiempo lo pasó Peral descubriendo la geografía filipina e imaginando nuevos modos de recorrer los océanos. El viaje de vuelta tampoco fue nada agradable, finalizando tan larga navegación en octubre de 1869. Peral había viajado al otro lado del mundo y ya no era el mismo chiquillo que había abandonado Cádiz unos meses antes. Lo aprendido en aquel viaje le marcó para siempre.
El submarino Peral
En su tiempo, el submarino propuesto por Peral fue tan innovador que puede considerarse como todo un ejemplo de lo que iba a ser el futuro de este tipo de máquinas. Fue, pues, toda una nave genial que permitía asomarse al siglo XX. Veamos someramente cómo se dio vida a esta maravilla de la ingeniería.No era la primera vez que se construía un submarino, como ya ha quedado claro, pero la nave que había imaginado Peral era diferente y por eso fue toda una revolución en la historia de la tecnología. La sorpresa se encontraba en el uso de la electricidad como energía motriz. Siendo ya teniente, allá por 1885, Peral decidió presentar al Ministro de Marina su proyecto para construir algo nunca visto antes: un torpedero submarino con propulsión eléctrica. En esa época España estaba metida de lleno en una grave crisis con el Imperio Alemán en las islas Carolinas, al otro lado del mundo. El escenario el océano Pacífico era muy lejano y las cosas no pintaban nada bien para la Armada. Puede que por ese motivo Peral sintiera que había llegado el momento de sacar a la luz los precisos cálculos que llevaba años desarrollando para dar vida a una nave sin igual.
El objetivo final en la construcción de su submarino se encontraba en lograr tener una nave capaz de defender eficazmente las costas contra el ataque de cualquier otro buque de su tiempo. Con el apoyo de diversos políticos y militares, y de la Reina Regente Dª María Cristina, el proyecto pudo ver la luz. Por Real Orden se otorgaron fondos para su desarrollo en octubre de 1886, y se emitió el permiso para su construcción al año siguiente con un coste total cercano a las 300.000 pesetas.
Desde el punto de vista técnico el proyecto de Peral era tan imponente y preciso que no encontró serias dificultades para que fuera comprendido, todo era positivo, una nave como aquella podía ofrecer a la Armada una ventaja sin igual en el escenario de las naciones. Nació pues el submarino Peral, botado el 8 de septiembre de 1888, siguiendo más tarde todo tipo de pruebas en dique y en mar abierto. La nave eléctrica despertó la admiración de la comisión encargada de su evaluación, el Peral era capaz de superar muchas de las pruebas de velocidad, inmersión y tiro a las que se sometió. Se cuenta que era capaz de navegar con autonomía de casi tres días con un radio de acción de más de 500 kilómetros. Sin embargo, el prototipo no era todo lo bueno que la comisión esperaba, pues en navegación diurna era detectado con relativa facilidad. Para frustración de Peral, parecía como si los expertos estuvieran buscando cualquier problema fuera de lo lógico para justificar no seguir adelante con el proyecto.
El submarino Peral, maravilla de la ingeniería con casco de acero y un avanzado sistema de inmersión por medio de tanques y bombas, que le permitía llegar incluso a los 30 metros de profundidad, navegaba con facilidad gracias al impulso de dos hélices movidas por motores eléctricos. Además, contaba con tubo lanzatorpedos en proa, algo único que no volvió a verse hasta la Gran Guerra. Por si esto fuera poco, estaba dotado con un avanzado periscopio y un sistema muy ingenioso de control de profundidad y navegación con funciones “automatizadas” muy adelantado a su tiempo.
Peral deseaba ver a su nave surcar el mar libremente, llegando hasta el estrecho de Gibraltar pero no se concedió permiso para ello. Al contrario, las pruebas efectuadas entre 1889 y 1890 no le permitieron demostrar todo su potencial. Y aquí es donde viene la parte oscura de toda esta historia. El submarino Peral demostró ser capaz de navegar con seguridad, ejecutó todo tipo de ejercicios de ataque dejando asombrados a todos, podía ser gobernado con facilidad y, ciertamente, ofrecía una capacidad a la Armada que dejaba fuera de juego a las mejores flotas de todo el mundo. ¿Por qué no se continuó con las pruebas y se llevó a la producción en serie un modelo mejorado? La comisión encargada de estudiar la nave dictaminó finalmente que cumplía con todo lo prometido y hasta superaba lo que se esperaba. Lo que sucedió a continuación fue uno de los ejemplos más tristes e inexplicables de desidia de las autoridades españolas de todos los tiempos.
Peral abandonó la Armada a finales de 1891 después de que, sin venir a cuento, cayera sobre él toda una campaña de desprestigio. El Gobierno quería deshacerse del submarino como fuera, por miedo a sobresalir de algún modo de la mediocre y cómoda situación internacional en la que se había instalado España o por cualquier otro motivo económico o político. El caso es que alguien, en algún lugar, decidió que aquella nave del futuro no podía seguir adelante. Tuvieron que pasar décadas hasta que la navegación submarina se puso al nivel de lo ideado por Peral. El genio quiso explicar su postura y sus ideas, pero se le negó la posibilidad durante mucho tiempo, mientras era insultado por doquier. Enfermo de cáncer, viajó a Berlín para someterse a una operación en 1895. Por entonces había iniciado una exitosa carrera como industrial pero no pudo continuar adelante, falleció ese mismo año. Lo más triste del caso es que, al poco de morir, se le consideró en todas partes como un genio sin igual, un modelo a seguir, como si un manto general de olvido quisiera tapar el desdén con el que fue tratado y que, a buen seguro, contribuyó a que acabara en la tumba siendo todavía joven.
Lejos quedaba su medalla al Mérito Naval y la multitud de sobresalientes logros de su carrera. El submarino Peral quedó olvidado, sin sus baterías, sin sus motores, sin su tubo lanzatorpedos, como un cascarón vacío perdido en un rincón del gaditano Arsenal de la Carraca. Se ordenó su desguace en 1913, pero por fortuna la orden nunca se llegó a cumplir. Esta joya de la historia de la tecnología sobrevivió. La nave fue trasladada al arsenal de Cartagena, donde pasó por diversos emplazamientos hasta la actualidad, cuando se encuentra a la espera de ser localizado en un lugar en el que, al fin, será admirado por las gentes de un futuro que ya es presente, un tiempo en el que todos los gigantes submarinos que surcan a diario los océanos rinden honores al Peral, pues fue este navío el que abrió las puertas de las profundidades.
A día de hoy el submarino Peral se encuentra expuesto en el paseo del Alfonso XII en el puerto de Cartagena, como un monumento a la genialidad y la incompetencia al mismo tiempo. Muy cerca, paradójicamente, del monumento a los Heroes de Santiago de Cuba y Cavite, y es que es más que probable imaginar, que si se hubiera seguido con el desarrollo de esta nave, diez años más tarde la historia de España habría sido otra.
¿Incompetencia u otra cosa? No está de más recordar al paso, un episodio similar ocurrido un siglo antes con el almirante Jorge Juan, que entre muchas otras cosas y tras años de esfuerzo y de estudiar a la armada inglesa, propuso una reforma de la armada española que habría supuesto su hegemonía en los océanos durante al menos un siglo más. Sin embargo, antes de que se pudiese llevar a cabo, una vez más fue retirado y su proyecto censurado por las propias autoridades políticas en tiempos de Carlos III, a fin de subordinar nuestra armada al modelo francés, como si alguna mano estuviese siempre vigilante desde fuera, encargada de hacer fracasar cualquier empresa española.
Aquí podéis encontrar un excelente documental sobre la asombrosa biografía del insigne almirante Jorge Juan, reconocido en su tiempo como "El sabio español".
Y en este otro enlace podéis ver otro documental de TVE, realizado en 1967, sobre la historia de Isaac Peral:
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Yo también pienso que la juventud es un valor demasiado sobre evaluado, cuando desde siempre ha sido lo contrario. La sabiduría siempre ha sido algo propio e inherente a la edad.
Nunca me he parado a pensar si eso ocurre ahora por casualidad o está motivado por otras razones, pero desde luego también creo que es un tema interesante que merecería un hilo propio.
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Esta semana, el Vaticano ha hecho un comunicado conjunto, con la Iglesia Anglicana y la Ortodoxa, todos en defensa de la Creación.
Cito y comento:
CitaMensaje conjunto para la protección de la Creación del Santo Padre Francisco, Su Santidad Bartolomé I, Patriarca Ecuménico y arzobispo de Constantinopla, y Su Gracia Justin Welby, arzobispo de Canterbury, 07.09.2021 Durante más de un año, todos hemos experimentado los efectos devastadores de una pandemia mundial: todos nosotros, pobres o ricos, débiles o fuertes. Algunos estaban más protegidos o eran más vulnerables que otros, pero la rápida propagación de la infección ha hecho que dependamos unos de otros en nuestros esfuerzos por mantenernos a salvo. Nos hemos dado cuenta de que, ante esta calamidad mundial, nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo, que nuestras acciones realmente afectan a los demás, y que lo que hacemos hoy afecta a lo que ocurrirá mañana.
No son lecciones nuevas, pero hemos tenido que afrontarlas de nuevo. Ojalá no desperdiciemos este momento. Debemos decidir qué tipo de mundo queremos dejar a las generaciones futuras. Dios manda: "Escoge la vida, para que vivas tú y tu descendencia" (Dt 30,19). Debemos elegir vivir de otra manera; debemos elegir la vida.
Muchos cristianos celebran el mes de septiembre como la Estación de la Creación, una oportunidad para rezar y cuidar la creación de Dios. Mientras los líderes mundiales se preparan para reunirse en noviembre en Glasgow para deliberar sobre el futuro de nuestro planeta, rezamos por ellos y consideramos las decisiones que todos debemos tomar. En consecuencia, como líderes de nuestras Iglesias, hacemos un llamamiento a todos, sea cual sea su creencia o visión del mundo, para que se esfuercen por escuchar el clamor de la tierra y de las personas que son pobres, examinando su comportamiento y comprometiéndose a realizar sacrificios significativos por el bien de la tierra que Dios nos ha dado.
La importancia de la sostenibilidad
En nuestra tradición cristiana común, las Escrituras y los santos proporcionan perspectivas iluminadoras para comprender tanto las realidades del presente como la promesa de algo más grande que lo que vemos en este momento. El concepto de administración -la responsabilidad individual y colectiva sobre la dotación que Dios nos ha dado- representa un punto de partida vital para la sostenibilidad social, económica y medioambiental. En el Nuevo Testamento, leemos sobre el hombre rico e insensato que almacena grandes riquezas de trigo mientras se olvida de su finitud (Lc 12.13-21). También conocemos al hijo pródigo que se lleva su herencia antes de tiempo, para luego despilfarrarla y acabar hambriento (Lc 15.11-32). Se nos advierte que no debemos adoptar soluciones a corto plazo y aparentemente baratas para construir sobre la arena, en lugar de construir sobre la roca para que nuestra casa común resista las tormentas (Mt 7.24-27). Estos relatos nos invitan a adoptar una perspectiva más amplia y a reconocer nuestro lugar en la historia universal de la humanidad.
Pero nosotros hemos tomado la dirección contraria. Hemos maximizado nuestro propio interés a costa de las generaciones futuras. Al concentrarnos en nuestra riqueza, nos encontramos con que los bienes a largo plazo, incluida la riqueza de la naturaleza, se agotan para obtener ventajas a corto plazo. La tecnología ha desplegado nuevas posibilidades de progreso, pero también de acumulación de riqueza desenfrenada, y muchos de nosotros nos comportamos de una manera que demuestra poca preocupación por otras personas o por los límites del planeta. La naturaleza es resistente, pero delicada. Ya estamos viendo las consecuencias de nuestra negativa a protegerla y preservarla (Gn 2.15). Ahora, en este momento, tenemos la oportunidad de arrepentirnos, de dar un giro decidido, de ir en dirección contraria. Debemos perseguir la generosidad y la equidad en la forma en que vivimos, trabajamos y utilizamos el dinero, en lugar de la ganancia egoísta.
El impacto en las personas que viven en la pobreza
La actual crisis climática dice mucho sobre quiénes somos y cómo vemos y tratamos la creación de Dios. Estamos ante una justicia implacable: la pérdida de biodiversidad, la degradación del medio ambiente y el cambio climático son las consecuencias inevitables de nuestras acciones, ya que hemos consumido con avidez más recursos de la Tierra de los que el planeta puede soportar. Pero también nos enfrentamos a una profunda injusticia: las personas que soportan las consecuencias más catastróficas de estos abusos son las más pobres del planeta y las que menos responsabilidad han tenido en causarlos. Servimos a un Dios de justicia, que se deleita en la creación y crea a cada persona a imagen y semejanza de Dios, pero que también escucha el clamor de las personas que son pobres. En consecuencia, hay una llamada innata dentro de nosotros para responder con angustia cuando vemos una injusticia tan devastadora.
Hoy estamos pagando el precio. El clima extremo y las catástrofes naturales de los últimos meses nos revelan de nuevo con gran fuerza y con un gran coste humano que el cambio climático no es sólo un reto futuro, sino una cuestión inmediata y urgente de supervivencia. Inundaciones, incendios y sequías generalizadas amenazan a continentes enteros. El nivel del mar sube, obligando a numerosas comunidades a trasladarse; los ciclones devastan regiones enteras, arruinando vidas y medios de subsistencia. El agua se ha vuelto escasa y el suministro de alimentos inseguro, provocando conflictos y desplazamientos para millones de personas. Ya lo hemos visto en lugares donde la gente depende de explotaciones agrícolas a pequeña escala. Hoy lo vemos en los países más industrializados, donde ni siquiera las sofisticadas infraestructuras pueden evitar por completo una destrucción extraordinaria.
Mañana podría ser peor. Los niños y adolescentes de hoy se enfrentarán a consecuencias catastróficas si no asumimos ahora la responsabilidad, como "compañeros de trabajo con Dios" (Gn 2.4-7), de sostener nuestro mundo. Con frecuencia escuchamos a los jóvenes que entienden que su futuro está amenazado. Por su bien, debemos elegir comer, viajar, gastar, invertir y vivir de forma diferente, pensando no sólo en el interés y las ganancias inmediatas, sino también en los beneficios futuros. Nos arrepentimos de los pecados de nuestra generación. Nos ponemos al lado de nuestros hermanos y hermanas más jóvenes de todo el mundo en una oración comprometida y una acción decidida por un futuro que corresponda cada vez más a las promesas de Dios.
El imperativo de la cooperación
A lo largo de la pandemia, hemos aprendido lo vulnerables que somos. Nuestros sistemas sociales se han deshilachado y hemos comprobado que no podemos controlarlo todo. Debemos reconocer que la forma en que utilizamos el dinero y organizamos nuestras sociedades no ha beneficiado a todos. Nos descubrimos débiles y ansiosos, sumergidos en una serie de crisis: sanitaria, medioambiental, alimentaria, económica y social, todas ellas profundamente interconectadas.
Estas crisis nos plantean una elección. Nos encontramos en una posición única para afrontarlas con miopía y especulación o para aprovecharlas como una oportunidad de conversión y transformación. Si pensamos en la humanidad como una familia y trabajamos juntos hacia un futuro basado en el bien común, podríamos encontrarnos viviendo en un mundo muy diferente. Juntos podemos compartir una visión de la vida en la que todos prosperen. Juntos podemos elegir actuar con amor, justicia y misericordia. Juntos podemos caminar hacia una sociedad más justa y plena con los más vulnerables en el centro.
Pero esto implica hacer cambios. Cada uno de nosotros, individualmente, debe responsabilizarse de la forma en que utilizamos nuestros recursos. Este camino requiere una colaboración cada vez más estrecha entre todas las iglesias en su compromiso con el cuidado de la creación. Juntos, como comunidades, iglesias, ciudades y naciones, debemos cambiar de ruta y descubrir nuevas formas de trabajar juntos para romper las barreras tradicionales entre los pueblos, para dejar de competir por los recursos y empezar a colaborar.
A quienes tienen responsabilidades de mayor alcance -dirigiendo administraciones, llevando empresas, empleando personas o invirtiendo fondos- les decimos: elegid beneficios centrados en las personas; haced sacrificios a corto plazo para salvaguardar todos nuestros futuros; convertíos en líderes de la transición hacia economías justas y sostenibles. "A quien se le dió mucho, se le reclamará mucho". (Lc 12:48)
Esta es la primera vez que los tres nos sentimos obligados a abordar juntos la urgencia de la sostenibilidad medioambiental, su impacto en la pobreza persistente y la importancia de la cooperación mundial. Juntos, en nombre de nuestras comunidades, apelamos al corazón y a la mente de cada cristiano, de cada creyente y de cada persona de buena voluntad. Rezamos por nuestros líderes que se reunirán en Glasgow para decidir el futuro de nuestro planeta y de su gente. Una vez más, recordamos la Escritura: "Escoge la vida, para que vivas tú y tu descendencia" (Dt 30:19). Escoger la vida significa hacer sacrificios y ejercer la moderación.
Todos nosotros, seamos quienes seamos y estemos donde estemos, podemos desempeñar un papel en el cambio de nuestra respuesta colectiva a la amenaza sin precedentes del cambio climático y la degradación del medio ambiente.
El cuidado de la creación de Dios es un mandato espiritual que requiere una respuesta de compromiso. Este es un momento crítico. El futuro de nuestros hijos y el de nuestra casa común dependen de ello.
1 de septiembre de 2021
Patriarca Ecuménico Bartolomé Papa Francisco Arzobispo de Canterbury Justin
https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2021/09/07/mens.html
Como era de suponer, apenas les ha faltado tiempo a los ya habituales detractores del Papa, para cargar las tintas contra él, acusándolo de pervertir la Iglesia al encabezar el globalismo y favorecer el comunismo, a través de su mensaje social y ecológico. Le reprochan haberse sumado a este tipo de llamamientos en defensa de la naturaleza, que tildan de pagano, y de hacerlo además junto a otras iglesias, poniendo así a la católica en igualdad de condiciones y por tanto rechazando supuestamente su primacía. Aunque más bien pienso que lo hacen, no por eso que dicen realmente, sino para contrarrestar de algún modo los posibles efectos que pueda tener entre la comunidad de los creyentes, el insistente llamamiento del Papa en "perseguir la generosidad y la equidad en la forma en que vivimos, trabajamos y utilizamos el dinero, en lugar de la ganancia egoísta", y el deber que tenemos de "elegir comer, viajar, gastar, invertir y vivir de forma diferente, pensando no sólo en el interés y las ganancias inmediatas"
No citaré fuentes por aquello de señalar el pecado, pero no al pecador, al que queda en su conciencia lo que pueda decir o hacer respecto a su debida obediencia al Papa o a los mandatos y unidad de la Iglesia, aunque a poco que se busque por la red, puede comprobarse que esto que señalo es una realidad.
En esos mismos lugares, donde abundan los comentarios e ideas de muchos que defienden la ilegitimidad de este Papa frente a la del supuestamente depuesto Benedicto XVI, se insiste en acusar a Francisco de haber cambiado la doctrina y haberla puesto al servicio del globalismo, el ecologismo, etc., y no son pocos los católicos que piensan que la Iglesia no debería abordar esos temas, pues su función se reduce únicamente a la salvaguarda de las almas y no a la de cuidar la tierra, cosa que de algún modo no deja de ser una forma de pensar bastante contaminada de gnosticismo, pues la propia salvaguarda de las almas lleva implícita la de la tierra donde moran, al igual que el cuidado del espíritu comprende el cuidado del cuerpo donde se encarna. No hay vino sin vasija.
Pero tratando de responder a los críticos con el Papa, por pedir el cuidado de la Creación, junto a otras iglesias, veamos por ejemplo que decía antes de él Benedicto XVI sobre el cuidado de la naturaleza, en su encíclica Caritas in Vertitate a propósito del desarrollo. A ver si es verdad que Francisco ha cambiado ahora la doctrina y sus detractores van a tener razón:
Cita48. El tema del desarrollo está también muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural. Éste es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad. Cuando se considera la naturaleza, y en primer lugar al ser humano, fruto del azar o del determinismo evolutivo, disminuye el sentido de la responsabilidad en las conciencias. El creyente reconoce en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios, que el hombre puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades —materiales e inmateriales— respetando el equilibrio inherente a la creación misma. Si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella. Ambas posturas no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza, fruto de la creación de Dios.
La naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos ha sido dada por Dios como ámbito de vida. Nos habla del Creador (cf. Rm 1,20) y de su amor a la humanidad. Está destinada a encontrar la «plenitud» en Cristo al final de los tiempos (cf. Ef 1,9-10; Col 1,19-20). También ella, por tanto, es una «vocación»[115]. La naturaleza está a nuestra disposición no como un «montón de desechos esparcidos al azar»,[116] sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para «guardarla y cultivarla» (cf. Gn 2,15). Pero se ha de subrayar que es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona humana misma. Esta postura conduce a actitudes neopaganas o de nuevo panteísmo: la salvación del hombre no puede venir únicamente de la naturaleza, entendida en sentido puramente naturalista. Por otra parte, también es necesario refutar la posición contraria, que mira a su completa tecnificación, porque el ambiente natural no es sólo materia disponible a nuestro gusto, sino obra admirable del Creador y que lleva en sí una «gramática» que indica finalidad y criterios para un uso inteligente, no instrumental y arbitrario. Hoy, muchos perjuicios al desarrollo provienen en realidad de estas maneras de pensar distorsionadas. Reducir completamente la naturaleza a un conjunto de simples datos fácticos acaba siendo fuente de violencia para con el ambiente, provocando además conductas que no respetan la naturaleza del hombre mismo. Ésta, en cuanto se compone no sólo de materia, sino también de espíritu, y por tanto rica de significados y fines trascendentes, tiene un carácter normativo incluso para la cultura. El hombre interpreta y modela el ambiente natural mediante la cultura, la cual es orientada a su vez por la libertad responsable, atenta a los dictámenes de la ley moral. Por tanto, los proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las generaciones sucesivas, sino que han de caracterizarse por la solidaridad y la justicia intergeneracional, teniendo en cuenta múltiples aspectos, como el ecológico, el jurídico, el económico, el político y el cultural[117].
49. Hoy, las cuestiones relacionadas con el cuidado y salvaguardia del ambiente han de tener debidamente en cuenta los problemas energéticos. En efecto, el acaparamiento por parte de algunos estados, grupos de poder y empresas de recursos energéticos no renovables, es un grave obstáculo para el desarrollo de los países pobres. Éstos no tienen medios económicos ni para acceder a las fuentes energéticas no renovables ya existentes ni para financiar la búsqueda de fuentes nuevas y alternativas. La acumulación de recursos naturales, que en muchos casos se encuentran precisamente en países pobres, causa explotación y conflictos frecuentes entre las naciones y en su interior. Dichos conflictos se producen con frecuencia precisamente en el territorio de esos países, con graves consecuencias de muertes, destrucción y mayor degradación aún. La comunidad internacional tiene el deber imprescindible de encontrar los modos institucionales para ordenar el aprovechamiento de los recursos no renovables, con la participación también de los países pobres, y planificar así conjuntamente el futuro.
En este sentido, hay también una urgente necesidad moral de una renovada solidaridad, especialmente en las relaciones entre países en vías de desarrollo y países altamente industrializados[118]. Las sociedades tecnológicamente avanzadas pueden y deben disminuir el propio gasto energético, bien porque las actividades manufactureras evolucionan, bien porque entre sus ciudadanos se difunde una mayor sensibilidad ecológica. Además, se debe añadir que hoy se puede mejorar la eficacia energética y al mismo tiempo progresar en la búsqueda de energías alternativas. Pero es también necesaria una redistribución planetaria de los recursos energéticos, de manera que también los países que no los tienen puedan acceder a ellos. Su destino no puede dejarse en manos del primero que llega o depender de la lógica del más fuerte. Se trata de problemas relevantes que, para ser afrontados de manera adecuada, requieren por parte de todos una responsable toma de conciencia de las consecuencias que afectarán a las nuevas generaciones, y sobre todo a los numerosos jóvenes que viven en los pueblos pobres, los cuales «reclaman tener su parte activa en la construcción de un mundo mejor»[119].
50. Esta responsabilidad es global, porque no concierne sólo a la energía, sino a toda la creación, para no dejarla a las nuevas generaciones empobrecida en sus recursos. Es lícito que el hombre gobierne responsablemente la naturaleza para custodiarla, hacerla productiva y cultivarla también con métodos nuevos y tecnologías avanzadas, de modo que pueda acoger y alimentar dignamente a la población que la habita. En nuestra tierra hay lugar para todos: en ella toda la familia humana debe encontrar los recursos necesarios para vivir dignamente, con la ayuda de la naturaleza misma, don de Dios a sus hijos, con el tesón del propio trabajo y de la propia inventiva. Pero debemos considerar un deber muy grave el dejar la tierra a las nuevas generaciones en un estado en el que puedan habitarla dignamente y seguir cultivándola. Eso comporta «el compromiso de decidir juntos después de haber ponderado responsablemente la vía a seguir, con el objetivo de fortalecer esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos»[120]. Es de desear que la comunidad internacional y cada gobierno sepan contrarrestar eficazmente los modos de utilizar el ambiente que le sean nocivos. Y también las autoridades competentes han de hacer los esfuerzos necesarios para que los costes económicos y sociales que se derivan del uso de los recursos ambientales comunes se reconozcan de manera transparente y sean sufragados totalmente por aquellos que se benefician, y no por otros o por las futuras generaciones. La protección del entorno, de los recursos y del clima requiere que todos los responsables internacionales actúen conjuntamente y demuestren prontitud para obrar de buena fe, en el respeto de la ley y la solidaridad con las regiones más débiles del planeta[121]. Una de las mayores tareas de la economía es precisamente el uso más eficaz de los recursos, no el abuso, teniendo siempre presente que el concepto de eficiencia no es axiológicamente neutral.
51. El modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo, y viceversa. Esto exige que la sociedad actual revise seriamente su estilo de vida que, en muchas partes del mundo, tiende al hedonismo y al consumismo, despreocupándose de los daños que de ello se derivan[122]. Es necesario un cambio efectivo de mentalidad que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida, «a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones»[123]. Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales, así como la degradación ambiental, a su vez, provoca insatisfacción en las relaciones sociales. La naturaleza, especialmente en nuestra época, está tan integrada en la dinámica social y cultural que prácticamente ya no constituye una variable independiente. La desertización y el empobrecimiento productivo de algunas áreas agrícolas son también fruto del empobrecimiento de sus habitantes y de su atraso. Cuando se promueve el desarrollo económico y cultural de estas poblaciones, se tutela también la naturaleza. Además, muchos recursos naturales quedan devastados con las guerras. La paz de los pueblos y entre los pueblos permitiría también una mayor salvaguardia de la naturaleza. El acaparamiento de los recursos, especialmente del agua, puede provocar graves conflictos entre las poblaciones afectadas. Un acuerdo pacífico sobre el uso de los recursos puede salvaguardar la naturaleza y, al mismo tiempo, el bienestar de las sociedades interesadas.
La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlo, no sólo debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que exista una especie de ecología del hombre bien entendida. En efecto, la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la «ecología humana»[124] en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia. Así como las virtudes humanas están interrelacionadas, de modo que el debilitamiento de una pone en peligro también a las otras, así también el sistema ecológico se apoya en un proyecto que abarca tanto la sana convivencia social como la buena relación con la naturaleza.
Para salvaguardar la naturaleza no basta intervenir con incentivos o desincentivos económicos, y ni siquiera basta con una instrucción adecuada. Éstos son instrumentos importantes, pero el problema decisivo es la capacidad moral global de la sociedad. Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas. El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros. Es una grave antinomia de la mentalidad y de la praxis actual, que envilece a la persona, trastorna el ambiente y daña a la sociedad.
52. La verdad, y el amor que ella desvela, no se pueden producir, sólo se pueden acoger. Su última fuente no es, ni puede ser, el hombre, sino Dios, o sea Aquel que es Verdad y Amor. Este principio es muy importante para la sociedad y para el desarrollo, en cuanto que ni la Verdad ni el Amor pueden ser sólo productos humanos; la vocación misma al desarrollo de las personas y de los pueblos no se fundamenta en una simple deliberación humana, sino que está inscrita en un plano que nos precede y que para todos nosotros es un deber que ha de ser acogido libremente. Lo que nos precede y constituye —el Amor y la Verdad subsistentes— nos indica qué es el bien y en qué consiste nuestra felicidad. Nos señala así el camino hacia el verdadero desarrollo.
Bueno, pues parece que se equivocan quienes acusan al Papa de ser un peligroso rojo ecologista y globalista, ya que antes de Francisco, Benedicto XVI también se manifestó expresamente en términos semejantes, respecto al cuidado de la Creación y nuestra obligación para con ella. Y de igual manera, también lo hizo apelando a una conciencia global.
Pero es que antes de estos Papas, Juan XXIII también se dirigía a todos los creyentes y hombres de buena voluntad en su encíclica "Pacem in Terris", por lo que es probable que para algunos, aquel también fuese un Papa globalista. Y ecologista, pues también advertía en su encíclica "Mater et Magistra", que la solución al problema demográfico y el desarrollo económico, era el buen uso dentro del orden moral, de la propia naturaleza que Dios había puesto a disposición del hombre.
Algo más cercanamente, también tuvo que ser un peligroso rojo ecologista san Juan Pablo II, ya que se le ocurrió tildar la problemática ecológica, como una crisis devenida de la actividad descontrolada del ser humano. Algo que le llevo a pedir en la FAO "la urgencia y necesidad de un cambio radical en el comportamiento de la humanidad". Nada menos que en la FAO ¡menudo globalista!
Quizás sea en cambio que todos estos detractores y opinadores modernos metidos a Papa, en el fondo digan esas cosas por estar imbuidos conscientemente o no, de las doctrinas y consignas que dictan ciertos enemigos de la Iglesia, emparentados con las nuevas derechas europeas de corte satánico y orientación pagana, que aseguran sin rubor que la nuestra es una iglesia roja y liberticida. Cosa en la que de algún modo tienen razón, pues a fin de cuentas, la Iglesia fue regada con la propia sangre de Cristo, quién además murió por el bien y la salvación de todos los que le siguen, a fin de vencer la perdición que había ocasionado el hombre pagado de sí mismo, algo que este aún no es capaz de asumir, visto lo visto.
En fin, que si nos vamos hacia atrás, podremos ver que no hay nada nuevo bajo el sol que ilumina el cielo de nuestra amada Iglesia, salvo el siempre fresco mensaje de la salvación a través del Amor. Del amor a Dios, al prójimo y también a la Creación de la que formamos parte, que desde Cristo hasta nuestros días ha iluminado la fe y unidad de los creyentes, pese a que algunos pretendan hoy quebrantarla bajo el falso pretexto de su mal amada libertad.
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Me parecen excelentes y muy necesarias este tipo de catequesis, en estos tiempos de desacralización y destrucción de la mujer y la feminidad. Estamos olvidando el por qué último de muchas cosas que han fundamentado nuestras vidas durante siglos, y ponerlas de relieve ayuda mucho a volver a entenderlas.
Muchas gracias por tu dedicación y esfuerzo.
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Pienso que aquí se juntan muchos factores. Quizás uno de los más importantes, fue el hecho de hacer Obispo a una persona tan joven, pues el proceso de la madurez no concluye hasta que a uno se lo lleva el Señor, tal cual el viñador recoge la uva que ya está madura. La sabiduría, cosa propia de la madurez y que viene sobre todo de cultivar la virtud, no suele ser una característica muy presente entre la gente joven por motivos obvios, pero a este hombre se le impusieron deberes, que sin embargo eran más propios de personas con mucha más edad que la suya. Seguramente con la loable intención de atraer con él a otra gente joven, pero en todo caso, no es lo mismo resistirse a la tentación de la lujuria con cuarenta años que hacerlo con sesenta, y como no tiene la misma afectación para los fieles, la caída de un Obispo que la de cualquier otro miembro del rebaño, con el nombramiento y caída de este obispo, el diablo está haciendo estragos. Ese para mí es el principal error que hay detrás de esta historia.
De cualquier modo, cultivar la castidad nunca fue tarea fácil, y menos en tiempos como los actuales donde existen miles de tentaciones que nos invitan a pecar a diario, ya no solo a las personas normales sino también y sobre todo a las que tienen inclinaciones como las de los homosexuales, cuyo pecado está siendo promovido desde innumerables instancias. Sea como sea, personalmente soy del pensar que ese es un tema que no tiene cura salvo por la gracia de Dios, pero entiendo que, si a un alcohólico no se le cura llevándole de bares, a un homosexual tampoco se le puede curar metiéndolo desnudo en una piscina con otros hombres desnudos u obligándole a confesar a todo el mundo sus inclinaciones. Eso me parecen cosas más propias de la desviación que de una verdadera cura.
Como todos, creo que cada persona llevamos nuestra cruz a cuestas, y la de estas personas, por desgracia es esa así que, como bien has dicho tú, la única solución que le encuentro al problema que sufren, como siempre ha sido y como ocurre también con el resto de pecados que arrastramos los demás, es el cultivo de las virtudes celestiales en todo caso y hasta que Dios nos llame. Teniendo presente sobre todo, que el arrepentimiento, confesión y propósito de enmienda, son merced a la misericordia de Dios, la mejor y más probada terapia de conversión conocida para todo el mundo, desde el Papa hasta el más humilde los fieles.
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Personalmente no me atrevo a concluir nada, ya que mi conocimiento del tema se limita a lo que he podido leer en los medios, amén de algún que otro artículo o texto sobre geopolítica, por lo que me considero muy limitado con respecto a estos asuntos. Sin embargo, y teniendo en cuenta la situación internacional, el constante mirar hacia otro lado de buena parte de la política española o sin ir más lejos la actividad y enconada defensa de Rusia que algunos conocidos personajes públicos están haciendo sin venir a cuento, y por supuesto el historial de noticias al que hemos ido asistiendo en los últimos años, entre las que se incluye esta del Procés, estoy bastante convencido a estas alturas, de que Rusia explota constantemente cualquier vía que encuentre de debilitamiento de la UE, y el tema catalán, como cualquier otro de tipo de nacionalismo disgregador, les viene como anillo al dedo para reforzar sus intereses internacionales. No porque les interese Cataluña en especial, sino porque así contribuyen a una Europa débil y sumisa a sus intereses.
En ese contexto, que puede resultar ofensivo para Europa aunque sin embargo no deja de ser algo natural en la secular rivalidad mundial entre naciones e imperios, lo de Rusia puede entenderse en esa línea y así se debería asumir. Ahora bien, lo de aquellos que anteponen, consciente o inconscientemente, los intereses rusos, u otros igualmente extranjeros, a los propios intereses nacionales, no se puede entender sino como puros actos de traición, por más que se disfracen de otras cosas. Algo que tienen muy claro en otras naciones y que sin embargo, en la nuestra parece que nos debemos resignar a que sea así y que tengamos la obligación, ya no solo de tolerar, sino también de apoyar dichas traiciones
En España tenemos un grave problema político que no es nuevo, sino que nos viene de bastante atrás, aunque con el establecimiento de la democracia se ha agravado considerablemente. Se trata del hecho o desgracia de tener que sufrir constantemente la injerencia de otras naciones en nuestra política nacional, a través de nuestros propios políticos o gobernantes.
Reza el más famoso de los versos del "Cantar del Mio Cid": «¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor!». Y apostillaba siglos más tarde el padre Balmes en su obra cumbre sobre el protestantismo: "La España es muy a propósito para ser bien gobernada: lo que nos falta no son elementos gobernables, sino elementos gobernantes, y sobre todo falta un centro, un punto de apoyo para la máquina política...". Y también: "¡Ah! No es el pueblo español quien se falta a sí mismo; no es ese pueblo, siempre dócil para obedecer, siempre resignado para sufrir, siempre altivo cuando se trata de su dignidad e independencia, siempre heroico cuando se lo piden sus intereses, y su sangre, y su vida para ofrecerlos en holocausto, en las aras de la patria, lo que le faltan son hombres que le comprendan, que le guíen, que tengan ambición grande..."
Siglos atrás, el hecho de que la Corona Española reinase sobre tantos pueblos y territorios, y por tanto sobre tantos intereses diversos, motivó que en la corte se dieran cita personajes de lo más variopinto, que a menudo aconsejaban a los reyes en direcciones opuestas a lo que serían los legítimos intereses del pueblo español, conduciéndolo en ocasiones a verdaderos desastres históricos, como fue la ruptura misma del imperio. Pero lo mismo ocurría en tiempos de La Reconquista, donde confluían en las cortes los diversos intereses de los reinos conquistados que se iban sumando a las diferentes coronas cristianas, hasta confluir todas en la Corona Católica que nos regiría durante siglos hasta hoy. No pocas batallas hubo entre hermanos por esta misma causa.
Un repaso por la historia nos demuestra que eso fue una constante, que solo amainó en parte durante el pasado siglo, durante la autarquía franquista. Pero con la llegada de la democracia liberal en el 78, y la confluencia en los partidos nacionales de los intereses de las distintas familias políticas europeas, la dinámica de la injerencia extranjera volvió a hacerse fuerte, si bien ya en la segunda etapa del franquismo, se habrían abierto las puertas ante la necesidad del régimen de romper el bloqueo.
Resulta innegable hoy, por ejemplo, el apoyo en tiempos de la II República de la Unión Soviética al bando republicano, o el del nazismo alemán y el fascismo italiano al bando nacional, siendo estos unos de los motivos más importantes entre los que causaron la Guerra Civil. A la fuerza y sin quererlo, miles de españoles combatieron y murieron en gran medida por causa de intereses extranjeros. Pero en fechas más cercanas, ya en la actual democracia, el apoyo que Alemania y Francia han prestado al socialismo español, o el que EEUU e Inglaterra han prestado al liberalismo que finalmente se ha aglutinado en torno al PP, no son diferentes al de aquellos apoyos durante la II República y la posterior guerra. Hoy como ayer, de nuevo miles de españoles combaten entre sí, gracias a Dios de momento incruentamente, antes por intereses extranjeros que por defender el verdadero interés nacional, merced a las diferentes ideologías que los embargan y bajo las que se amparan dichos intereses.
Más recientemente hemos podido ir viendo como, tanto la izquierda que abandera Podemos como la derecha que abandera Vox, han vuelto a ser las típicas herramientas de injerencia política internacional, a favor de intereses de otras naciones y en detrimento de los de España, pues de momento no se les conoce otra dinámica práctica, pese a sus muchas buenas palabras, que no sea la de sembrar la confrontación y el odio entre españoles con el dinero y apoyo que les viene de fuera. La dinámica de la quiebra nacional en favor de la unidad y expansión de otras naciones, no solo en lo político, sino también social, de nuevo fundamenta los acontecimientos que vivimos todos los españoles, del color que sean.
Sea como fuere y vengan de donde vengan los diferentes apoyos, en democracia, tal cual hoy la comprendemos, la subordinación de los partidos a intereses extranjeros es una constante, especialmente cuando se trata de relaciones entre naciones ricas y naciones empobrecidas, pues las segundas dependen casi por completo de las primeras para desarrollarse, y así se sujetan a sus intereses.
Vivimos en un mundo dominado por la dinámica de la deuda, política, económica y social. De ahí que seguramente tantos ojos miren para otro lado cuando se producen y conocen cosas como las que se están conociendo en el caso del apoyo ruso al Procés catalán. A fin de cuentas, todos se deben en alguna medida a la deuda que mantienen con intereses extranjeros, en la medida que todos han medrado gracias a su apoyo, y hoy como ayer, vuelven a hacer del pueblo español, una mera herramienta de ejercicio del poder, y de la política algo completamente alejado del servicio al bien común.
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He unido el comentario a propósito del artículo de J.M. De Prada, al que subiste previamente a la portada, de manera que quede todo reducido a un solo contenido.
En 6/9/2021 a las 22:48, Hispanorromano dijo:En muchas de las manifestaciones contra las vacunas se han visto carteles que rezaban: "mi cuerpo es mío", "mi cuerpo, mi decisión". O sea, el tipo de argumentos que se emplean habitualmente para defender el aborto. Sorprende que algunos tradicionalistas se apunten a ese carro.
Muy bien apuntado. Lo has expresado mucho mejor que yo.
En el fondo, la base para el discurso de unos u otros es el dogma liberal, extendido ya por todos los ámbitos del pensamiento humano. Si el principio fundamental del liberalismo político es que los pueblos deben de regirse sin más ley que la voluntad nacional expresada por la mayoría, a esto no es posible llegar si previamente no se ha aceptado la idea de que la persona humana se rige por voluntad propia, independientemente de Dios o de cualquier otra autoridad superior a la del individuo o la suma de estos. Mi cuerpo, mi casa, mi tierra... mis leyes.
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Pues sí, tenéis mucha razón, el tema se ha convertido en un lamentable culebrón. Como apuntáis, este hombre necesita mucho de las oraciones de los fieles, y ya no solo por lo que ha hecho o porque esto sea el resultado del trasfondo homosexual en el que parece haber vivido, según han confirmado algunas personas que recibieron junto a él terapias de reversión (otro tema que daría para mucho), sino sobre todo porque la noticia se ha convertido en un terrible espectáculo mediático, que ha traspasado ya nuestras fronteras y está sirviendo de importante punto de apoyo para lanzar furibundos ataques contra el dogma moral y la enseñanza de la Iglesia.
Pocos medios nacionales deben de quedar ya, que no se hayan hecho eco de la noticia, prestándose la mayoría de ellos a darles voz a quienes tratan, como mínimo, de normalizar las relaciones homosexuales entre los creyentes. Ayer martes, alguna indecorosa cadena de tv nacional llegó a emitir programas especiales dedicados al asunto, donde desde la mediocridad y zafiedad más absolutas, lanzaron todo tipo de consignas anticatólicas y anticristianas, mientras aprovechaban para destruir la imagen del obispo, y por extensión de la Iglesia, en la plaza pública de sus ondas, al más puro estilo de un auto de fe. De fe pagana por supuesto.
Si el obispo está de algún modo poseído por el diablo, como señalan algunos, no lo sabemos, pero lo que está muy claro es que éste sí se está manifestando con fuerza a propósito del tema. Sí consideramos a la Iglesia como una fortaleza, los obispos serían sus torres de defensa, y habiendo caído esta, por la brecha estaría penetrando el enemigo como lobo hambriento que se abre paso en el corral. Es muy necesario, como ha comentado Javier, rezar mucho por el alma de este hombre, aunque no solo eso pienso yo, sino que ahora mismo también se haría necesario salir a defender a la Iglesia de los ataques que está sufriendo a costa del tema, pues estas desgracias pueden suponer la pérdida de muchas almas. Ora et labora.
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Bueno pues al final parece que el motivo de la renuncia de monseñor Novell, es bastante más prosaico de lo que se barajaba en un principio, y no tendría tanto que ver con desencuentros con el movimiento LGTBI o con su filiación nacionalista y su tendencia a meterse política, como por otros amores más íntimos y terrenales, a tenor de lo que reveló ayer religión Digital, que posteriormente han recogido otras cabeceras nacionales, aunque de momento, ni el interesado ni la Diócesis de Solsona hayan desmentido ni confirmado nada.
CitaPsicóloga divorciada, madre de dos hijos y autora de novelas erótico-satánicas Silvia Caballol, la mujer por la que monseñor Novell ha colgado la mitra
Silvia Caballol y Xavier Novell
Silvia Caballol nació en Suria en 1983. Tiene, por lo tanto, 38 años; 14 menos que monseñor Novell, que ya ha cumplido los 52
Caballol es psicóloga o, dicho con sus propias palabras, “licenciada con honores en Psicología Clínica en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde también realicé el postgrado en Psicología de la Salud. He realizado cursos en sexología, técnicas anti estrés, yoga, cursos sobre religión católica e islámica...siempre me ha gustado, y se me ha dado bien, aprender”
“Soy una lectora empedernida de novela romántica y erótica. Me considero una persona creativa, que ama amar y ser amada"
"Una autora dinámica y transgresora que se ha hecho un hueco en el espinoso mundo literario para poner del revés todas nuestras consideraciones morales y éticas”
05.09.2021 José Manuel Vidal
“Una persona que anhela vivir la vida al máximo, buscadora de emociones y sensaciones nuevas”. Así se define a sí misma Silvia Caballol Clemente, la mujer que encandiló a monseñor Xavier Novell hasta el punto de colgar la mitra por amor, aduciendo simples “motivos personales” y sin dar más explicaciones al pueblo de Dios de Solsona, que es mayor de edad y que se merecía y esperaba que su pastor les confesase y compartiese la feliz situación de un prelado enamorado.
Pero, como es muy difícil amar sin propagarlo a los cuatro vientos, pronto se comenzó a especular con las razones reales de su abandono. Desde un 'burnout' a un tirón de orejas vaticano por su abierto posicionamiento a favor del procés hasta su enfrentamiento con la mayoría de su clero, pasando, obviamente, por asuntos sentimentales. Aquí mismo, Jesús Bastante, el pasado 30 de agosto ponía en labios de Xavier Novell la buena nueva: “Me he enamorado y quiero hacer las cosas bien".
Silvia Caballol
Según ha podido saber RD, el amor del ex obispo de Solsona se llama Silvia Caballol y nació en Suria en 1983. Tiene, por lo tanto, 38 años; 14 menos que monseñor Novell, que ya ha cumplido los 52. La misma Silvia añade algunos otros datos más de su curriculum: “Soy española casada con árabe y con dos hijos preciosos”. Eso lo escribía en 2016, cuando vivía con su pareja en Marruecos. Unos años después se divorció y, actualmente vive en Manresa.
Caballol es psicóloga o, dicho con sus propias palabras, “licenciada con honores en Psicología Clínica en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde también realicé el postgrado en Psicología de la Salud. He realizado cursos en sexología, técnicas anti estrés, yoga, cursos sobre religión católica e islámica...siempre me ha gustado, y se me ha dado bien, aprender”.
Y la enamorada del obispo añade: “Soy una lectora empedernida de novela romántica y erótica. Me considero una persona creativa, que ama amar y ser amada. A los lectores que por casualidad lleguen a leer estas palabras sepan que, desde ahora, también los amos a ustedes”.
De hecho, Silvia Caballol ejerce como psicóloga tanto en el ámbito de la evaluación clínica como en el de los recursos humanos y, desde el 2015, también se dedica, entre otras cosas, a escribir novelas eróticas. En su haber cuenta ya con, al menos, dos. Una titulada 'Trilogía amnesia'; la otra, 'El infierno en la lujuria de Gabriel'. Las dos están editadas por Ediciones Lacre, del grupo editorial Altera, dedicada, según reza en su web, “a descubrir nuevos talentos”.
Las novelas son de un erotismo subido y, de hecho, alguna de ellas advierte en la contraportada: “Libro no apto para menores de 18 años”. Y, al hablar de la escritora, la editorial señala: “Una autora dinámica y transgresora que se ha hecho un hueco en el espinoso mundo literario para poner del revés todas nuestras consideraciones morales y éticas”
Según su editorial, “la cualidad que más valora en las personas es la creatividad y la capacidad crítica ante la vida y los dogmas interiorizados”. Muchos de los cuales es de suponer que encontró profundamente interiorizados en su prometido obispo. Más aún, “una autora dinámica y transgresora que se ha hecho un hueco en el espinoso mundo literario para poner del revés todas nuestras consideraciones morales y éticas”. ¿También las del todavía prelado?
Además del erotismo, la autora aborda también el satanismo en sus obras. De hecho, éste es el resumen que la editorial hace de su novela 'El infierno en la lujuria de Gabriel':
'La autora de Trilogía Amnesia “Pasión y Locura” nos vuelve a sorprender con "El Infierno en la Lujuria de Gabriel: El primer pecado capital contra el ser" donde realidad, delirio y ficción se entremezclarán en una novela de una crudeza e intensidad frenéticas; en la que el lector será transportado por el mundo penitenciario, la psicopatía, las sectas, el sadismo, la locura, la lujuria y, poco a poco, durante el avance de la historia, también hacia la irrealidad de la inmortalidad y la cruda lucha entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás, y entre los Ángeles y los Demonios; todo ello, de la mano de los protagonistas antagónicos de Gabriel - ¿psicópata, enfermo mental o demonio? - y Helena - ¿psicóloga penitenciara de investigación, enferma mental o ángel? - La autora nos sacudirá de nuevo en un torbellino de sensaciones donde pondrá en jaque, una vez más, con un lenguaje directo y una trama inédita, nuestro sistema moral, nuestros valores y nuestras creencias religiosas. Empieza el viaje y, se alerta al lector, de que el mismo estará repleto de curvas peligrosas y giros inesperados'.
En cualquier caso, Silvia Caballol es una mujer especial para un obispo no menos controvertido, que se sumó abiertamente a las terapias de reconversión gay y que conoció en cursos de liderazgo a la que puede ser su mujer, autora de novelas erótico-satánicas. Quizás por eso, en ambientes clericales de Solsona se habla de una eventual “infestación” (una forma de posesión diabólica) del obispo.
Otros curas se inclinan más bien por calificar el caso de su ex prelado de un enamoramiento (aunque lo dicen de forma más cruda con el refrán castellano: 'tiran más dos tetas que dos carretas') en plena edad conocida, precisamente, como la del 'diabolus meridianus' (diablo del mediodía).
El mismo diario digital recoge hoy otros titulares que se van sumando al caso:
Sor Lucía, sobre el 'caso Novell': "Las cosas son más complejas de lo que parecen"
Dice entre otras cosas Sor Lucía, en un durísimo artículo contra Novell: "La percepción de muchos era que no gozaba de salud mental manifiesta ni de mucho equilibrio emocional. Cabía esperar en cada aparición suya la defensa de un extremo o del otro, y pasar de uno a otro sin saber ni cómo ni por qué."
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Cuando hablo de liberalismo quisiera que se entendiese en el sentido moderno y amplio de la palabra, pues sé que es un término que a menudo se presta a la confusión. Dejo a continuación un interesante artículo publicado el año pasado en El País, donde el filósofo norteamericano Michael Walzer, expone lo que a su juicio implica el término liberal. Un significado que sin duda abarca mucho más de lo que en principio pueda parecer, que a su vez puede emparentarse con el origen de estas corrientes de pensamiento, que bajo el pretexto de la libertad de expresión, la diversidad de opinión o la supuesta defensa moral de los derechos y libertades de las minorías, confluyen en el caso que tratamos en un frente común contra las vacunas que exige y necesita la mayoría de la sociedad civil, o contra la mayoría de fieles creyentes que encabeza y orienta el Santo Padre.
CitaA lo mejor eres liberal y ni siquiera lo sabes
Para el filósofo Michael Walzer, el adjetivo “liberal” define a ciudadanos de mentalidad abierta, tolerantes, alejados del dogma. Y el término es aplicable a múltiples ideologías
Michael Walzer
30 ago 2020 - 00:34 CEST
EL PAÍS - DIEGO MIR
¿Es el liberalismo un ismo como todos los demás ismos? Creo que lo fue en el pasado. En el siglo XIX y durante unos años en el siglo XX, el liberalismo fue una ideología integral: mercados libres, comercio libre, libertad de expresión, fronteras abiertas, un Estado mínimo, individualismo radical, libertad civil, tolerancia religiosa, derechos de las minorías. Pero esta ideología se llama hoy libertarismo, y la mayoría de las personas que se definen como liberales —en la interpretación estadounidense del término, cercano a la socialdemocracia— no lo aceptan o, al menos, no en todo. El liberalismo en Europa está hoy en día representado por partidos políticos como el Partido Democrático Libre en Alemania (libertarios y de derechas), pero también por otros como el Partido Liberal Demócrata en Reino Unido, con una precaria posición entre los conservadores y los socialistas, que adoptan políticas de un lado y de otro sin un credo sólido propio. El liberalismo en EE UU es una modestísima versión de la socialdemocracia (...).
A los liberales se nos describe mejor en términos morales que en términos políticos: de mentalidad abierta, generosos, tolerantes, capaces de convivir con la ambigüedad, dispuestos a entablar discusiones en las que no nos creemos obligados a ganar. Cualesquiera que sean nuestra ideología y religión, no somos dogmáticos; no somos fanáticos. Los socialistas democráticos como yo pueden y deberían ser liberales de este tipo. Creo que es lo suyo, aunque, desde luego, todos conozcamos a socialistas que ni tienen una mentalidad abierta ni son generosos o tolerantes.
Pero nuestro verdadero vínculo, nuestro vínculo político con el liberalismo, adopta otra forma. Considérenlo una forma adjetiva: somos, o deberíamos ser, demócratas liberales y socialistas liberales. Yo soy a la vez un nacionalista liberal, un comunitarista liberal y un judío liberal. El adjetivo funciona del mismo modo en todos estos casos, y mi propósito aquí es describir su efecto en cada uno de ellos. Al igual que todos los adjetivos, “liberal” modifica y complica el nombre al que acompaña; posee un efecto que unas veces es restrictivo; otras, vivificante, y otras, transformador. No determina quiénes somos, sino cómo somos quienes somos: cómo representamos nuestros compromisos políticos.
No hace mucho, el escritor conservador Bret Stephens definía el populismo como el triunfo de la democracia sobre el liberalismo. Creo que a lo que se refería era al triunfo de la democracia mayoritaria sobre sus restricciones liberales. La democracia liberal establece límites al gobierno de la mayoría, normalmente con una Constitución que garantiza los derechos individuales y las libertades civiles, establece un sistema judicial independiente que hace que se respete esta garantía y abre el camino para una prensa libre que pueda defenderla. Las mayorías solo pueden actuar, o actuar legítimamente, dentro de unos límites constitucionales. Al igual que todo lo demás en la política democrática, los límites se debaten tanto en el plano legal como en el político. Pero estas controversias no se zanjan por la regla de la mayoría, sino mediante procedimientos mucho más complejos y dilatados en el tiempo, lo que dificulta que se anule cualquier conjunto de derechos y libertades existentes.
No pretendo negar la importancia de la intervención popular. El gran logro de la democracia es que incorpora a los hombres y mujeres corrientes, a ustedes y a mí, al proceso de toma de decisiones. De hecho, el adjetivo “liberal” garantiza que cada cual sea en efecto incorporado en dicho proceso de un modo que nunca se había dado en las democracias que han existido a lo largo de la historia, desde la de Atenas a la de EE UU. Los derechos y las libertades civiles son posesión legítima de cada uno de los miembros de la comunidad política, ya sean judíos, negros, mujeres, deudores, delincuentes o los más pobres entre los pobres. Todos nosotros intervenimos en los debates democráticos, en la organización de movimientos sociales y partidos políticos, y participamos en las campañas electorales. Pero, incluso cuando salimos victoriosos, existen límites que restringen el alcance de nuestras decisiones. Así pues, los demagogos populistas se equivocan al afirmar que, una vez que han ganado unas elecciones, representan o encarnan “la voluntad del pueblo” y pueden hacer lo que les venga en gana. La realidad es que hay muchas cosas que no pueden hacer.
Lo que quieren estos populistas, ante todo, es promulgar leyes que garanticen su victoria en las siguientes elecciones, que pueden llegar a ser los últimos comicios significativos. Atacan a los tribunales y a la prensa; menoscaban las garantías constitucionales; se apoderan del control de los medios de comunicación; reorganizan el electorado excluyendo a las minorías; acosan o reprimen de manera activa a los líderes de la oposición, todo ello en nombre del gobierno de la mayoría. Son, como ha dicho Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría, “demócratas iliberales”.
Las victorias populistas son un desastre para quienes están en el bando perdedor, y probablemente de forma especial para los periodistas liberales, la voz diaria de la oposición, a quienes se suele acusar falsamente de corrupción o sedición y meter entre rejas. Perder unas elecciones, a pesar de todos los esfuerzos de los populistas para garantizarse la victoria, supondría un desastre para ellos, pues nosotros (los demócratas liberales) creemos que sus ataques a la Constitución y su violación de los derechos civiles constituyen actos criminales. Es mucho lo que está en juego en este tipo de política. Uno pierde las elecciones, pierde poder y acaba en la cárcel.
Los límites liberales que se imponen a la democracia son una especie de prevención de desastres para todos los implicados. Reducen las expectativas que están en juego en el conflicto político. Perder unas elecciones no priva a nadie de sus derechos civiles —entre los que está el derecho a la oposición, que entraña la esperanza de una victoria la próxima vez—. La alternancia en el poder es una característica habitual de la democracia liberal. Evidentemente, nadie quiere rotar y tener que dejar su cargo público, pero todos los cargos públicos aceptan y conviven con los riesgos de la alternancia. Sin embargo, dichos riesgos no conllevan la represión ni el encarcelamiento. Uno pierde las elecciones, pierde el poder y se va a casa. Precisamente así entiende los límites impuestos por el adjetivo “liberal” el socialista italiano Carlo Rosselli, uno de los líderes de la resistencia antifascista en las décadas de 1920 y 1930, y autor del libro Socialismo liberal (...) “Liberal”, escribe Rosselli, describe “un conjunto de normas del juego que todas las partes rivales se comprometen a respetar, unas normas destinadas a garantizar la coexistencia pacífica de los ciudadanos (…); a restringir la competencia dentro de unos límites tolerables, a permitir que todas las partes se turnen en el poder”. Así que el socialismo liberal de Rosselli incorpora la democracia liberal. Para él, así como para los demócratas a los que él sigue, el adjetivo “liberal” supone una fuerza, además de limitadora, diversificadora: garantiza la existencia de “varios partidos” (es decir, más de uno) y posibilita que cada uno de ellos alcance el éxito (...)
Marx sostuvo hace mucho que la victoria final del proletariado en la lucha de clases pondría fin a todas las formas de antagonismo social. Existiría una sola clase de ciudadanos iguales: una clase, un conjunto de intereses; nada importante que objetar. El pluralismo podría seguir existiendo, pero sería un pluralismo en los estilos arquitectónicos, las teorías literarias, las organizaciones deportivas, y no, claramente, un pluralismo de “varios partidos” compitiendo por el poder.
“Liberal” es un adjetivo fuerte y, como es natural, las restricciones que impone no solo son vinculantes para los demagogos populistas que ganan las elecciones sino también para nuestros favoritos de la izquierda cuando ganan, si es que ganan. Analizándolo retrospectivamente, nosotros, los demócratas liberales, habríamos tenido que rechazar la Reforma de Procedimientos Judiciales de 1937 de Roosevelt [el intento del entonces presidente de EE UU de controlar el Tribunal Supremo]. Aquel fue un ejemplo de populismo de izquierdas, pero es comparable al ataque a los tribunales de Donald Trump, un populismo de derechas. Sí, la toma de decisiones judiciales es, en parte (probablemente en gran parte) un proceso político. Por tanto, los demócratas liberales deberían mostrar deferencia hacia el área legislativa, excepto en casos relacionados con los derechos humanos y las libertades civiles, donde sí que queremos jueces activistas. De manera más general, el profesionalismo judicial puede ser una pieza importante de la restricción liberal, como hemos visto cada vez que los tribunales han declarado inconstitucionales muchos de los decretos presidenciales de Trump.
Una de las viejas doctrinas de los militantes socialistas es que el derrocamiento del capitalismo exigirá un periodo de dictadura o, al menos, una suspensión temporal de las libertades civiles; una dictadura democrática del proletariado o, más probablemente, una dictadura antidemocrática de la vanguardia del proletariado. Sin duda, se reprimiría a los tribunales defensores de la libertad civil o se sustituiría a los jueces por sujetos leales que harían lo que se les ordenara. Los socialistas liberales no niegan necesariamente que el derrocamiento definitivo del capitalismo pueda requerir medidas de ese tipo. Si uno cree en la finalidad, entonces no puede permitir que “varios partidos se turnen en el poder”. Pero las medidas coercitivas necesarias para impedir esa alternancia no darán lugar al socialismo que nosotros (los socialistas liberales) queremos. El adjetivo “liberal” implica que el socialismo solo puede alcanzarse con el consentimiento del pueblo; hay que batallar por él democráticamente. La lucha ha sido larga, y en el camino ha habido y habrá concesiones a los rivales, cuyos derechos hemos de respetar. Dar dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás es mucho mejor que dar tres pasos hacia adelante pasando por encima de los cadáveres de nuestros adversarios.
“Liberal” también significa que habrá margen para que los socialistas discrepen entre ellos respecto a la estrategia y las tácticas de la lucha y sus objetivos a corto y largo plazo. Así pues, habrá muchos socialismos, y cabe esperar hallar partidos, sindicatos y formaciones ideológicas de diferentes tipos compitiendo por conseguir adeptos e influencia en el marco democrático liberal. Como sostenía Rosselli, la competencia será continua porque, al fin y al cabo, “liberal” significa que “el socialismo no es un ideal estático y abstracto que un día se pueda alcanzar plenamente”. El mundo cambia; surgen nuevas desigualdades que reemplazan a las viejas; nunca dejamos de pelearnos entre nosotros; la política socialista es un trabajo constante. Como insinuó Eduard Bernstein hace mucho tiempo, el movimiento es más importante que el fin o, como escribió Rosselli: “El fin reside en nuestras actuaciones presentes”. (...)
Según Rosselli, los socialistas se definen por su “adhesión activa a la causa de los pobres y los oprimidos”. Pero ese apego no puede definirse mediante una doctrina global. No se expresa en una sola postura ideológica correcta que una élite de expertos, una vanguardia política, pueda imponernos a los demás. “Habrá sufrimiento”, afirma Rosselli, “por intentar encadenar un movimiento que lleva siglos desarrollándose, un movimiento irrefrenablemente polifónico, a un credo filosófico dado”. Y desde luego, ha habido mucho sufrimiento a lo largo de los años por intentar hacerlo. Los socialistas liberales se muestran escépticos incluso respecto a los credos con los que están comprometidos; en todos los compromisos liberales hay una pizca de ironía inherente. En EE UU, ese socialismo democrático resucitado parece hoy irrefrenablemente polifónico, a pesar de que algunas voces estén desprovistas de escepticismo, demasiado impacientes por negar la corrección política de los demás. Para evitar el sufrimiento será necesario un compromiso continuo con el adjetivo “liberal”.
Los nacionalistas son personas que ponen en primer lugar los intereses de su país. Los nacionalistas liberales hacen eso y, al mismo tiempo, reconocen el derecho de otras personas a hacer lo mismo (...) Reconocen la legitimidad y los legítimos intereses de las diferentes naciones. Del mismo modo que los demócratas liberales ponen límites al poder de las mayorías triunfalistas y los socialistas liberales ponen límites a la autoridad de las vanguardias obsesionadas con la teoría, los nacionalistas liberales ponen límites al narcisismo colectivo de las naciones.
Nosotros, los defensores del adjetivo “liberal”, no negamos que las mayorías tengan derechos, ni que las teorías sobre la sociedad y la economía sean útiles desde un punto de vista político, ni que la pertenencia nacional sea un valor genuino. Pero defendemos a las minorías frente la tiranía de la mayoría y a los activistas corrientes frente a la arrogancia de la vanguardia. Y defendemos a los países que necesitan Estados frente a cualquier Estado nacional enemigo (kurdos, palestinos y tibetanos, por ejemplo, frente a Turquía, Israel y China, respectivamente). Pero lo hacemos sin negar los derechos nacionales de turcos, israelíes y chinos.
En cambio, quienes se autodenominan “cosmopolitas” condenan todos los nacionalismos y niegan el valor moral de la pertenencia a un país. ¿Puede existir un cosmopolitismo liberal? Puesto que los filósofos cosmopolitas reconocen un mundo de individuos portadores de derechos, seguramente se les debería llamar liberales. Pero la mayoría de estos individuos conceden un gran valor a su pertenencia particular y se identifican a sí mismos como franceses, japoneses, árabes, noruegos, y no como ciudadanos del mundo. A mi parecer, la negativa a reconocer estas identidades y a valorar el pluralismo que emana de ellas es iliberal. Un Estado global y cosmopolita tendría que reprimir de un modo brutal la identidad nacional o la lealtad étnica de (casi) todo el mundo. Para evitar la brutalidad, los cosmopolitas liberales deberían hacer las paces con los nacionalistas liberales. La paz se llama internacionalismo (...).
El pensador político inglés Thomas Hobbes, al reflexionar sobre la difícil situación de los refugiados que huían del hambre y la persecución, escribió que las personas que vivían en los Estados vecinos posiblemente tendrían que “vivir más apretados” para dar cabida a los refugiados. Podríamos decir que éste es el requisito moral de un nacionalismo (muy) liberal, pero es difícil exigir algo así; y dar cabida a refugiados rara vez conlleva que los nativos tengan que apiñarse hasta ese punto. Hay otra exigencia del nacionalismo liberal que es más sencilla de llevar a cabo: los Estados nacionales imperiales que se han expandido a costa de otros países deben retirarse de estos y contraer su tamaño. Dudo que exista algo como el “imperialismo liberal”, pero, de existir, sería un imperialismo verdaderamente comprometido con su futura contracción y que daría cabida a los países sometidos. Los defensores radicales de “la pequeña Inglaterra” a finales del siglo XIX y principios del XX eran antiimperialistas y, al mismo tiempo, buenos nacionalistas liberales. El “Gran Israel” de hoy es un ejemplo de nacionalismo iliberal, mientras que los defensores del “pequeño Israel” son sionistas liberales.
El adjetivo “liberal” se ajusta a los intereses de los países que ya existen y de los que aspiran a serlo; asimismo reconoce los derechos de las minorías dentro de los Estados que las naciones crean. La mayoría de los Estados nacionales incluyen a minorías étnicas y religiosas, y su liberalismo se pone a prueba en el tratamiento que dan a estos grupos. ¿Tienen los miembros de las minorías los mismos derechos y deberes que los demás ciudadanos? ¿Tienen las mismas oportunidades económicas? Si están concentrados en una región, ¿tienen un grado de autonomía política o cultural que encaje con su historia y condición actual? ¿Las disposiciones federales se deciden de manera democrática? El “federalismo asimétrico” de Canadá, que garantiza más derechos a Quebec, donde se habla francés, es fruto de la labor democrática y colaborativa de una minoría resuelta y de un país liberal.
Calificar de liberal el nacionalismo contribuye a la pluralidad de los países; va unido a la calificación de liberal de cada nacionalismo específico. Los países liberales no se crean ni se definen por “la sangre y la tierra”, ni por designación divina ni por una historia que se inicia en el principio mismo de los tiempos y que nunca se ha interrumpido. La sangre siempre está mezclada; la geografía cambia con el paso del tiempo; Dios no participa; y la historia está enmarañada con otras historias. El relato nacional es en parte verdadero y en parte imaginado, y los historiadores revisionistas siempre ponen en entredicho la versión vigente.
Asimismo, las naciones liberales no están cohesionadas en el plano ideológico; sus miembros son monárquicos y republicanos, libertarios y socialistas, conservadores y radicales. Un país plurinacional, multirracial y con múltiples religiones como Estados Unidos está en gran medida definido por su política. Se mantiene unido merced al compromiso de sus ciudadanos con un determinado régimen político y a su reconocimiento de la autoridad de documentos fundacionales como la Declaración de Independencia y la Constitución. Quienes se oponen a esa política o cuestionan esa autoridad son llamados “antiamericanos”, al igual que lo fueron los miembros del Partido Comunista en la década de 1950. “Pero en una sociedad en la que la cohesión social se fundamenta en criterios nacionales, culturales e históricos”, escribe la politóloga israelí Yael Tamir, “tener opiniones inconformistas no conduce necesariamente a la excomunión”. Los políticos franceses de extrema derecha no acusan a los comunistas franceses de participar en “actividades antifrancesas” o, por poner un ejemplo más elocuente: “De Gaulle nunca dudó que Sartre fuera un miembro respetado de la nación francesa”.
El comunitarismo describe el estrecho vínculo de un grupo de personas que comparten un compromiso con una religión, una cultura o una política. El designio del comunitarismo es, al igual que el de los nacionalistas, promover los intereses de su comunidad, pero el énfasis de su compromiso es interno; se centran en la calidad o la intensidad de su vida en común. Puede que el republicanismo cívico sea la versión más conocida del comunitarismo. Jean-Jacques Rousseau es uno de sus profetas, y está claro que no es un liberal. Rousseau describe el ciudadano ideal: un hombre (la mujer todavía no estaba incluida) que corre de una asamblea pública a otra y que extrae la mayor parte de su felicidad de su vida política, y no de su vida privada. La ciudadanía entraña un compromiso que excluye todos lo demás; las asociaciones secundarias son una amenaza para la integridad de la república.
Una mujer con un cartel que reza “Queremos ser libres”, durante una concentración de apoyo a los manifestantes antigubernamentales detenidos estos días en Bielorrusia. Beata Zawrzel/Getty Images / NurPhoto via Getty Images
La república civil de Rousseau es también un Estado nacional iliberal, como pone de manifiesto en sus Consideraciones sobre el Gobierno de Polonia, donde describe la educación de los futuros ciudadanos: éstos habrán de estudiar historia polaca, geografía polaca, cultura polaca, literatura polaca y punto. “Es la educación la que ha de proporcionar una formación nacional a las personas y orientar sus opiniones y gustos de tal modo que sean patriotas por inclinación, por pasión y por necesidad.” Aquí el comunitarismo y el nacionalismo se alían formando una unión radicalmente iliberal.
Cuando yo enseñaba en clase sobre la política de Rousseau siempre tuve la impresión de que su república era una comunidad sobrecalentada. Un comunitarismo liberal reduciría tal acaloramiento: permitiría a los ciudadanos no asistir a (algunas) asambleas por el bien de su felicidad privada; ver un partido de béisbol, ir al cine, jugar con sus hijos, trabajar en el jardín, hacer el amor o simplemente sentarse con los amigos a charlar. Combinaría el celo de la democracia participativa con la serenidad de la democracia representativa, de manera que los hombres y mujeres que no amaran la política tuvieran voz y voto en las decisiones políticas. Sus escuelas estarían orientadas a formar patriotas por inclinación, pero no por necesidad. Los alumnos leerían novelas traducidas de otros idiomas y estudiarían la historia y la geografía de otros países.
Otra posibilidad es que los comunitaristas liberales eviten la república civil en su conjunto alegando que el Estado debe ser una democracia liberal o una socialdemocracia liberal que proporcione el marco para una pluralidad de comunidades, algunas acaloradas y otras no. Ésta es mi versión favorita del comunitarismo. Que haya muchas comunidades. Por supuesto, algunos elegirán una sola, deleitándose en la intensidad de su vida en común y distinguiéndose de manera radical de (y quizás por oposición a) sus conciudadanos. La política basada en la identidad suele derivar de una atención concentrada en cierto interés grupal, pero es un comunitarismo iliberal el que la fomenta y la instiga.
Muchos de nosotros elegiríamos más bien ser miembros de diferentes comunidades, y la intensidad de nuestro compromiso variaría conforme a la pluralidad de nuestras pertenencias. Yo puedo ser al mismo tiempo un judío, un socialista, un académico de la teoría política, un neoyorquino, un esposo y un padre (y abuelo) y un ciudadano activo —aunque a tiempo parcial— de la república estadounidense.
Asumo que el adjetivo “liberal” funciona de la misma forma en lo que se refiere a católicos, protestantes, musulmanes, hindúes y budistas, y a continuación intentaré decir algo sobre las religiones liberales en general. Los judíos liberales, por otra parte, son diferentes, ya que los judíos son tanto una nación como una comunidad religiosa. De modo que somos —o deberíamos ser— liberales en el plano nacional y en el religioso, lo que significa que ningún compromiso teológico, ni ideológico, ni religioso ni secular podrá jamás ser descrito como no judío. Los judíos ateos no son judíos no practicantes; son tan judíos como los judíos ortodoxos, puesto que todos somos miembros del pueblo judío.
Los judíos liberales con una identidad religiosa no difieren de los católicos, los protestantes, los musulmanes liberales, etcétera. Supuestamente toda esta gente cree en la legítima existencia de otras religiones; “liberal” sigue siendo un adjetivo pluralizador. En el ámbito religioso debería funcionar de la misma manera que en el ideológico. Los creyentes liberales reconocen el derecho a diferir, de ahí los derechos de los herejes y los infieles. De ahí también la multiplicación de denominaciones y sectas que pueblan el espacio público de la sociedad civil y que dan cabida a los grupos que vienen después. Los miembros de todos estos grupos profesan sus creencias con fervor, quizá, pero sin fanatismo. Al igual que los socialistas liberales rechazan la idea de una dictadura de la vanguardia, también los creyentes liberales rechazan cualquier coerción en asuntos religiosos. La fe es libre.
Los creyentes liberales no solo reconocen la legitimidad de otras creencias, sino también la sinceridad de los hombres y mujeres que profesan esas creencias. “Estos otros”, podrían decir los liberales, “creen en lo que creen del mismo modo en que nosotros creemos en lo que creemos y, por lo tanto, podemos reconocer el valor que para ellos tienen sus creencias (puesto que sabemos el valor que para nosotros tienen las nuestras). Y, además, debemos conciliar las actividades, y en ocasiones la falta de acción que esas creencias producen”. Para los no creyentes radicales dicha conciliación probablemente resulte más difícil, aunque el adjetivo “liberal” la siga exigiendo.
La religión iliberal es fácil de describir; es al menos tan común como el fanatismo ideológico. Toda religión que subordine a las mujeres —lo que significa prácticamente todas las religiones en sus versiones ortodoxas y fundamentalistas— es a todas luces iliberal. Asimismo, los hombres y mujeres que creen que la religión o la ausencia de religión de los demás los relega a la eterna subordinación (o perdición) y que ellos, —los verdaderos creyentes— están obligados moralmente a salvarlos, son iliberales, y lo son de manera activa.
Pero la descripción también se ajusta a quienes piensan que esa salvación no es ni necesaria ni posible. Los judíos que creen que la mayoría de los no judíos nunca verán el mundo por venir son judíos iliberales, lo mismo que los protestantes evangélicos que creen que los judíos están condenados al infierno son cristianos iliberales. Aún más peligrosos, sin embargo, son los fanáticos que aspiran a “forzar el final” y establecer el reino mesiánico, el califato islámico, un sagrado territorio autónomo de Jesucristo o cualquier otra versión religiosa del fin de la historia laica. La mayoría de los creyentes liberales probablemente tengan una actitud escéptica o irónica ante el fin de los tiempos.
De esta explicación de la religión liberal e iliberal se deduce que el poder del Estado no puede utilizarse para adoctrinar a futuros ciudadanos en la versión ortodoxa del judaísmo y el catolicismo (o de cualquier otra religión) ni para perseguir a herejes o infieles. Un Estado nacional liberal puede hacer hincapié en la religión mayoritaria en su sistema educativo, ya que es posible que la religión haya desempeñado un papel importante en la historia del país. Pero no convertiría esa religión en un catecismo escolar más de lo que los socialistas liberales en el poder convertirían la ideología socialista en el catecismo escolar (como hicieron los socialistas iliberales en la Unión Soviética). Y enseñaría también la historia de las religiones minoritarias locales, así como la de otros países y sus religiones: los griegos de la Antigüedad, los israelíes de la Antigüedad, los orígenes del islam, el confucianismo chino y mucho más. No refrendaría ni promovería ninguna versión concreta de ninguna religión (ni de ninguna ideología). Hay muchas maneras de ser religioso y todas ellas reconocidas, todas ellas protegidas y ninguna de ellas priorizada por el adjetivo “liberal”.
La mayoría de la gente probablemente piense que un judío o un católico liberales (o un liberal que profese cualquier otra fe) es un judío o un católico que vota a los Demócratas. Esto es en parte cierto, pues el adjetivo “liberal” se puede transferir, y por eso es probable que los creyentes liberales sean demócratas liberales y (en Estados Unidos) liberales adeptos del New Deal o socialdemócratas. Durante muchos años este tipo de hombres y mujeres han apoyado al Partido Demócrata. Pero hemos visto (al menos en el pasado) republicanos liberales que defienden la democracia constitucional, creen en un sistema judicial independiente, están cómodos en una sociedad pluralista y esperan rotar en su cargo político.
Es interesante la cuestión de si existen los grupos, partidos, ideologías o identidades que no puedan ser modificados por el adjetivo “liberal”. ¿Se puede ser, por ejemplo, un hombre judío ultraortodoxo liberal o un hombre cristiano fundamentalista liberal? Esos adjetivos no casan bien. Tal vez algunos individuos con talento y flexibilidad sean capaces de conciliar unos y otros adjetivos (tendrían que estar dispuestos a concebir a las mujeres como iguales), pero sospecho que sus correligionarios dirían que son ovejas descarriadas. Los dogmáticos de la religión, cualquiera que sea su dogma, no pueden ser liberales. Como acabo de decir, es posible que haya republicanos liberales, aunque en la actualidad no se los vea; y conservadores liberales, también. Ya he expresado mis dudas respecto a un comunista liberal; la versión estalinista del comunismo sin duda no tolera el adjetivo, aunque estoy convencido de que hay comunistas liberales —desde luego sí los hubo en el siglo XIX, y tal vez los haya ahora— que creen en una pluralidad de comunidades de diferentes tipos. Está claro que los fascistas y los nazis no pueden ser liberales. El totalitarismo es el modelo ideal de la política iliberal.
Una monarquía liberal es posible, motivo por el que empleo el adjetivo “absoluto” para describir su versión iliberal. Un monarca liberal reina solo y no rota en su cargo público, pero él o ella admite una política pluralista con límites constitucionales y una pluralidad de religiones.
Creo que el despotismo puede ser ilustrado, como algunos de los déspotas del siglo XVIII afirmaban ser, pero no liberal. Ni tampoco puede la tiranía convivir con el modificador “liberal”. Dudo de la posibilidad de una oligarquía liberal, pero una aristocracia liberal (acorde con Jefferson) es concebible en tanto en cuanto la pertenencia a ella no sea hereditaria. La competencia en excelencia y virtud, así como la movilidad social que esta produce, podría tener algunos de los rasgos de la rotación en los cargos públicos.
La mayoría de estos posibles usos del adjetivo “liberal” no son relevantes hoy en día. Pero aquellos con los que empecé no solo me parecen relevantes, sino de una trascendencia fundamental para la política contemporánea. Necesitamos demócratas liberales para combatir el nuevo populismo; socialistas liberales para combatir el frecuente autoritarismo de los regímenes de izquierdas; nacionalistas liberales para combatir los nacionalismos actuales, xenófobos, antiislámicos y antisemitas; comunitaristas liberales para combatir las pasiones exclusivistas y el fiero partidismo de algunos grupos basados en la “identidad”; y judíos, cristianos, musulmanes, hindúes y budistas liberales para combatir el inesperado regreso del fanatismo religioso. Estas son algunas de las batallas políticas más importantes de nuestra época, y el adjetivo “liberal” es nuestra arma más importante.
Michael Walzer es filósofo político y profesor emérito del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton (EE UU). También fue director de la revista ‘Dissent’, donde fue publicado originalmente este artículo.
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hace 4 horas, Hispanorromano dijo:¿Prada sincronizado con Schneider?
Ignoro si toda esta confabulación antipapal la dirige Schneider -entiendo que no-, o si este solo es un danzante más del tenebroso espectáculo al que estamos asistiendo. Lo que a estas alturas parece que va quedando bastante claro, es que, dentro de la Iglesia Universal hay una grave corriente cismática contra el Papa Francisco, que posiblemente a mi entender, tenga su germen fundamental en la simbiosis formada por el liberalismo y la teología de la prosperidad. Una forma de entender la fe surgida originalmente en América, que se ha extendido y ha contaminado a gran número de fieles y prelados en todo el mundo a través de la influencia que ejercen las redes, la prensa y el pensamiento liberal. Y que dadas las consecuencias de la pandemia sobre la economía, y dada también la pastoral social del Santo Padre, entre los sectores socialmente más prósperos y acomodados de la Iglesia, y por lo general más contaminados de dicha teología, se ha extendido la idea de que este Papa pueda ser el mismísimo demonio, pues a su modo de ver las cosas, éste estaría contribuyendo a consolidar ideas y políticas socialistas que les son contrarias, y que gracias en parte a la pandemia están viviendo un momento álgido, después de años de declive tras la caída del comunismo y posterior hegemonía de la ideología liberal.
Que este u otros monseñores eminentemente críticos contra el Papa, estén contaminados de dicha teología o sus motivos sean otros, no podemos saberlo con certeza. Pero lo que si podemos suponer es que dicha corriente sea el principal vector de contagio, de un modo de pensar esencialmente opuesto a lo que predica el Papa. Y sea como fuere, es ya una obviedad que estos prelados están alentando a los fieles a posicionarse contra él, llevando a muchos católicos a perderse por las sendas del cisma e incluso de la apostasía, al tomar muchos de ellos posiciones que por lo general no se quedan en la corrección fraterna o la crítica, sino que de facto y forma beligerante suponen una abjuración de la verdadera fe, al fundamentarse en gran medida en el odio, la inmisericordia y la falta de caridad.
Si Prada obra de motu propio en sincronía con las cabezas visibles de esa corriente cismática, o si simplemente se está viendo arrastrado por ella, tampoco podemos saberlo, aunque de buena fe presumo que pueda ser lo segundo dada su trayectoria. Pero resulta evidente que se está moviendo en buena medida empujado por esta, a tenor de lo escrito en ese artículo u otras cosas en sentido similar que viene diciendo últimamente, contribuyendo así a extender el cisma.
Lo de Bill Gates y la vacuna como marca de la bestia no es nuevo, ya lo señalaban al comienzo de esta historia los habituales "círculos conspiranoicos", cuando comenzó a hablarse de la naturaleza del virus y de la investigación de las entonces posibles vacunas. Pero al parecer y como ocurre con el virus del Covid, también este de la conspiranoia parece haber mutado, haciéndose ahora más grave, ya que afecta incluso a las mentes más preparadas y en teoría también a las más devotas. Es decir, a las teóricamente mejor vacunadas.
En cualquier caso y más allá del ámbito de las suposiciones, pienso que el mero hecho de pretender establecer en la conciencia de cualquier católico, y no me refiero solo a obispos o intelectuales, sino en la de toda persona sencilla y de buena voluntad, independientemente de su formación o condición, el terrible y falso dilema de verse obligado a elegir entre Cristo o las vacunas, es decir, entre salvar su alma o la vida de sus hijos y familias, me parece una aberración de lo más abyecta y retorcida, marca esta sí de la bestia, el demonio y todo el elenco de terribles villanos que desde antaño militan en las filas del mal, por decirlo de algún modo gracioso para quitarle hierro al asunto.
Que sepamos no existe ningún gobierno o autoridad internacional en todo el mundo, que esté obligando a la gente a apostatar de su fe para recibir atención sanitaria frente a la pandemia. Si acaso podría denunciarse que están primando sobre todo y como siempre, los motivos económicos, pero eso es otra cosa. Sin embargo, estos "pseudo tradicionalistas partisanos" de nuevo cuño, que por lo general utilizan la religión para defender su liberal modo de vida y su holgada economía, sí que están pretendiendo obligar a la gente a tomar esa terrible decisión en su conciencia, a fuerza de amenazar con las terribles penas del infierno a quienes se dejen, según ellos, seducir por los engaños del "Papa comunista". Algo que para mi evidencia de manera clara y distintiva la distorsión de la fe y la contaminación ideológica en la que se mueven, a la vez que una falta de caridad tremenda y una terrible mala voluntad para con el prójimo. Nada que ver todo esto con lo que debiera ser la prédica de un buen católico o nos enseña la Santa Tradición.
Dice Prada:
hace 4 horas, Hispanorromano dijo:La apariencia material de la ‘marca de la Bestia’ podemos imaginarla de mil maneras, según los adelantos tecnológicos de cada época. Pero esto no nos servirá para penetrar en su auténtica naturaleza. Pues, según se nos narra en el Apocalipsis, esta ‘marca de la Bestia’ no la imprime la Bestia del Mar, sino la Bestia de la Tierra. Todos los exegetas del Apocalipsis coinciden en identificar a la Bestia del Mar (con sus siete cabezas que simbolizan una coalición mundial) con un Anticristo de naturaleza política; y coinciden en identificar a la Bestia de la Tierra (que tiene «dos cuernos como de cordero», remedando a Cristo, pero habla «como una serpiente») con un poder religioso corrompido que falsifica la religión y la pone al servicio del Anticristo político, empujando a los hombres suave y melosamente (como lo haría un corderito) a la apostasía. Así que esta ‘marca de la Bestia’, independientemente de su naturaleza material, debe incorporar una profesión de apostasía religiosa. Dicha profesión puede ser neta y expresa (abjurando de Dios) o bien mediante la participación (a sabiendas) en acciones horrendas que la denotan (una misa negra o ceremonia en la que se descuarticen fetos, por ejemplo). Y esta ‘marca de la Bestia’ se llevará en la frente y en las manos (donde la frente simboliza el modo de pensar y las manos el modo de obrar); es decir, incorporada a nuestra propia vida, a nuestro propio cuerpo, con publicidad y descaro, libre y voluntariamente, con orgulloso afán de proselitismo.
Y me pregunto yo, ¿no es acaso eso mismo remarcado en negritas, lo que podría representar esa supuesta "nouvelle résistance", comandada por algunos obispos y extendida entre muchos católicos, contra la autoridad del Papa y la unidad de la Iglesia?
Porque ¿no es acaso el modernismo liberal, el que ha establecido las nuevas reglas por las que se rigen las naciones, obligando a todos a censarse y aceptar el derecho positivo y las políticas anticristianas que surgen de él para poder vivir? Esto es, haciendo que todos lleven en su mano o en su mente el documento que les acredita como ciudadanos partícipes de una nación que ampara y promulga el mal, y que impide a nadie que no lo haga "comprar ni vender", tal como señala el texto del Apocalipsis de Juan.
¿No es acaso ese mismo liberalismo perverso que a menudo utiliza la religión para servir a sus intereses políticos y económicos, el que se puede estar viendo gravemente afectado por las medidas sociales contra la Covid y también por la prédica social del papa, viéndose obligado a hacerles frente en un todo común?
¿No es acaso esa corriente pseudo tradicional que se opone al Papa, cismática y confluyente en dicho sentido con el liberalismo más radical, y con el de la modernista teología de la prosperidad, surgida originalmente en el seno del pentecostalismo americano aunque extendida ahora a buena parte de la feligresía católica liberal, las que en su conjunto militan en un frente común contra el papa Francisco en nombre de la supuesta libertad?
¿No se podría concluir de todo ello, que la batalla que presentan estos pseudo tradicionalistas contrarios al Papa, lejos de ser una batalla por la fe, lo que tratan es de conservar o establecer cierta hegemonía ideológica liberal en el gobierno de la Iglesia?
¿Y no sería esto último, por tanto, "un poder religioso corrompido que falsifica la religión y la pone al servicio del Anticristo político, empujando a los hombres suave y melosamente (como lo haría un corderito) a la apostasía", en palabras de Juan Manuel de Prada?
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En 3/9/2021 a las 19:00, LatinoHispano dijo:Gran entrevista, y grandes comentarios de “Español”. Particularmente me gusta la relación que establece entre lo ocurrido en Francia con “Acción Francesa” (bueno el artículo que adjunta para los que no sabíamos sobre el tema) y escuelas de pensamiento actuales como la fundada por Gustavo Bueno.
En líneas muy generales, considero que casos como el de la escuela de Oviedo demuestran una característica propia de los que se aferran a los aspectos colaterales (culturales) del catolicismo sin partir de una fe viva en su fundador. De este modo, la construcción intelectual que edifican parece consistente, formidable y sin fisuras. Y ciertamente existen muchos puntos verdaderos y genuinos en sus tesis. Sin embargo, bajo esta apariencia de construcción intelectual sólida aparecen auténticas grietas como la arrogancia intelectual y la falta de caridad.
Lo digo desde un punto de vista de uno que aspira a no desechar “la piedra angular”, ya que estas escuelas y filosofías, al descartar lo esencial, son incapaces de irradiación cultural, de atracción y sobre todo de defensa de los “pequeños”. Ante estas escuelas de pensamiento que tanto gustan a los “pseudo-tradicionalistas” hay que valorar sus aportaciones, pero siempre completándolas y contrastándolas con “pensadores” que “piensen” desde la Verdad completa, íntegra. Nunca faltan estos pensadores, en mi caso personal siempre pienso en Benedicto XVI y John Henry Newman.
Por eso, propongo las palabras finales de Ratzinger en el discurso que pronunció ante intelectuales y el mundo de la cultura francesa en París. Hablaba antes de “construcciones” y “edificar”. Para mí este discurso es una edificación verdaderamente admirable de un auténtico constructor, un verdadero sabio, discurso que crece con el número de lecturas, que se disfruta con el paso del tiempo. Os dejo abajo el enlace, y aquí las palabras finales:
Para muchos, Dios se ha convertido realmente en el gran Desconocido. Pero como entonces tras las numerosas imágenes de los dioses estaba escondida y presente la pregunta acerca del Dios desconocido, también hoy la actual ausencia de Dios está tácitamente inquieta por la pregunta sobre Él. Quaerere Deum—buscar a Dios y dejarse encontrar por Él: esto hoy no es menos necesario que en tiempos pasados. Una cultura meramente positivista que circunscribiera al campo subjetivo como no científica la pregunta sobre Dios, sería la capitulación de la razón, la renuncia a sus posibilidades más elevadas y consiguientemente una ruina del humanismo, cuyas consecuencias no podrían ser más graves. Lo que es la base de la cultura de Europa, la búsqueda de Dios y la disponibilidad para escucharle, sigue siendo aún hoy el fundamento de toda verdadera cultura.
Fuente:
Completamente de acuerdo con lo que expones, HispanoLatino. Dejo a continuación un interesante artículo del Profesor Ayuso, donde hace una especie de comparativa entre la Acción Francesa frente a la Acción Española y el Carlismo, destacando precisamente ese mismo error fundamental que tú también señalas, y que tanto en la versión española del movimiento como en el propio tradicionalismo carlista, sin embargo no ocurría a juicio del profesor.
Una visión española de la Acción Francesa - Por Miguel Ayuso.pdf
@Hispanorromano, no pretendía quitarte razón, sino ayudar a aclarar las reservas que mantenías con respecto al tema de la Acción Francesa que aparece en la entrevista. Por supuesto, no son del mismo grado las faltas de respeto que tuvo la Acción Francesa con respecto al Papa, que las que hay ahora entre muchos de esos supuestos tradicionalistas. De ahí que dijese que a lo de entonces, hay que sumar la contaminación liberal que con el tiempo se ha ido infiltrando en ese sector para entender lo de ahora.
Sin embargo, el hecho sustancial que motiva todo ello sí es el mismo, esto es, la soberbia como fundamento. Que a inicios del S.XX (aún faltaban años para II GM) un grupo supuestamente defensor del catolicismo, contestara al Papa con la insumisión blandiendo el lema que los mismos Papas habían utilizado tradicionalmente desde la época de san pedro, para mostrar su insumisión ante los poderes terrenales, pudo ser tan escandaloso para los ojos y oídos católicos de la época, como puedan resultar hoy esas deleznables imágenes que has mostrado o tantas otras cosas, aún peores, que se leen y oyen por ahí, desgraciadamente. Se trata de un proceso decadente que con el tiempo ha llegado a esta situación, mucho peor que aquella como ha comentado @elprotegido, fruto de no estar cimentado en la caridad y la verdad en Cristo.
hace 6 horas, Mundo Republiqueto dijo:@Español tenbdras el enlace original para compartirlo más fácilmente?
@Mundo Republiqueto, si lo que te interesaba es el enlace a la entrevista al secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, es el mismo que te ha pasado Hispanorromano. Pido disculpas pues olvidé enlazarla.
Si lo que buscas en cambio es el enlace a los artículos sobre la Acción Francesa, lo cierto es que se trata de artículos que aparecieron escritos en una revista en papel en 1944 y 1997, cuyos ejemplares fueron subidos a la red en formato PDF por la propia revista. Cuando me los descargué en su día, las pasé por un OCR para transcribirlas a un formato de documento de texto más manejable. Por eso tuve que volver a pasar los textos a PDF para subirlos al foro.
He estado buscando los enlaces originales en la hemeroteca que hay en la web de la revista, pero lamentablemente uno de ellos me da un error. De todos modos te los paso por si lo reponen o sin más, por si interesase buscar alguna otra cosa. La revista tiene muy buenos contenidos.
La intervención de santa Teresita en la conversión de Maurras
La cuestión de la "Action Française" Este es el que da error
Hemeroteca de la revista Cristiandad
En estos otros dos enlaces, tienen recogidos algunos artículos de la misma revista, donde creo que hay versiones en html de los mismos artículos, aunque no he comprobado si son fidedignos a las copias de los originales que subí al foro. Habría que leerlos y compararlos.
Artículos de la revista Cristiandad de Barcelona - Hispanidad.info
Artículos de la revista Cristiandad de Barcelona - Filosofía.org
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Con todo el respeto, pienso que monseñor Schneider se la coge con papel de fumar:
hace 5 horas, Hispanorromano dijo:LSN: ¿Se podría considerar el código QR utilizado como prueba de vacunación una modalidad de la marca de la Bestia?
MS: Sí. Ese código contiene toda la información referente a la salud personal que ya está en manos del Estado. Según entiendo, el código en cuestión está relacionado con la vacuna. La vacuna contiene al menos algunos rastros de abortos, por muy lejano que esté el terrible asesinato de de niños, que ya de por sí es un acto satánico. La utilización de sus cuerpos, de sus tejidos, es también de por sí satánica, porque supone rebelión contra Dios, el Dador de la vida. En este caso, las vacunas manchadas de aborto tienen también sus huellas satánicas, aunque sean remotas, huellas de la Bestia. Así pues, la vacuna, con su correspondiente número de código, es un precursor de la marca de la Bestia. No digo que sea la marca misma de la Bestia, quede claro, pero en parte podría ser ya un adelanto de esa marca, y por ello hay que evitarla también. En cierto modo ese código es inmoral porque, repito, las autoridades ya se están adueñando totalmente del cuerpo de las personas.Esta teoría la he escuchado mucho últimamente, pero hasta ahora nunca en boca de un obispo católico. Con vuestro permiso voy a tratar de responder a esto con otro planteamiento del mismo corte, ya que es un tema sobre el que he reflexionado en bastantes ocasiones a raíz de buscar respuestas con las que contestar las interpelaciones de algunos evangélicos y protestantes, que suelen utilizar este tema en su proselitismo:
Si damos por supuesto en este caso, que el código QR de la vacunación es una modalidad de la marca de la bestia por los motivos que aduce monseñor ¿qué podríamos decir entonces del DNI o de los distintos documentos de identificación nacional de los estados, donde se asocia el nombre de cada ciudadano a una cifra, y son imprescindibles ya no solo para poder vender y comprar, tal como aparece en la Biblia, sino para cualquier relación, profesión u oficio dentro de la legalidad?
Apo. 13. 16-17: "Y hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se hagan una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre."
¿Alguien puede hoy comprar o vender nada, siquiera ser legal y por tanto atendido por los demás, si no tiene "la cifra de su nombre en su mente o en su mano"? Y ¿acaso los estados propietarios de esos documentos, de los códigos y cifras que estos llevan, están libres de leyes y políticas anticristianas, que por lo general se oponen a la voluntad de Dios y a menudo consideran y hacen del hombre una bestia de carga, un animal de trabajo? ¿Somos acaso propiedad de esos estados por tener un documento con la cifra de nuestro nombre, o es la fe y voluntad de cada persona la que determina a quién pertenece su alma?
Hay precisamente en la Biblia, en el primer libro de las Crónicas, un episodio en el que el Rey David, al objeto de construir el templo, manda hacer el censo de Israel por inspiración de Satán, y Dios se lo reprocha con un castigo. Que yo sepa, es el único episodio del A.T. que de alguna forma puede tener alguna correlación con esas palabras de Juan en el libro del Apocalipsis del N.T., y sin embargo todo, nadie dice que nuestro Documento Nacional de Identidad pueda ser la marca de la bestia, siendo como es mucho más semejante a esa descripción de Juan, que la cartilla de vacunación del Covid.
A mi entender, esto ya se está yendo de madre por lo que cada vez con mayor frecuencia, vamos a ir asistiendo a declaraciones y discursos de personas con alta responsabilidad en la sociedad, que sin embargo se están situando en extremos completamente alejados de lo que debiera ser una sana búsqueda del bien común. Con cada día que pasa, unos y otros se encastillan más en sus posiciones, y no faltan ya, como hemos visto, quienes predican la rebelión o incluso el uso de la violencia si llegara el caso, o se afanan en señalar y denunciar al vecino, a mayor gloria todo del diablo, con tal de hacer valer lo que supuestamente consideran "lo suyo".
Pues sí, es posible que las vacunas tengan efectos secundarios graves, incluso muy graves, como centenares de otros medicamentos y sustancias químicas que ingerimos a diario y de los que nadie habla en los mismos términos. Por no mencionar las enfermedades sobre las que no se habla ni investiga, mientras se deja sufrir y morir a las personas afectadas indignamente, al no resultarles rentables a la industria farmacéutica, a los estados o a la industria en general. O tantas otras cosas semejantes e injustas de las que podríamos hablar.
Y no dudo tampoco de que detrás de todo este tema de las vacunas hay un inmenso negocio, que no será todo lo limpio que debiera. Como tampoco dudo de que muchos estén aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, para emprender dinámicas sociales e implantar políticas y medidas económicas, que a la larga van a ser muy perjudiciales para todos. Ya no por la pérdida de supuestas libertades y derechos positivos, sino incluso de los reales.
Pero no nos equivoquemos, todo esto no es algo nuevo que nos venga con el Covid y las vacunas, sino que si se quiere y como consecuencia de la epidemia, se están evidenciando muchas cosas injustas del mundo que dejan desnudo al emperador, como en el cuento, y algunos parece que se escandalizan de ello, como si a ellos mismos no "les colgasen" los mismos atributos. Así que, si vamos a ponernos rebeldes por defender la justicia y la verdad, hagámoslo con todo, pero lo que no está bien es que nos pongamos exquisitamente rebeldes con el tema de las vacunas, mientras en el mundo seguimos tapándonos los ojos y los oídos ante tantísima injusticia y falsedad como hay, o aún peor, esparciendo el odio y el egoísmo mientras denunciamos que se sigue conculcando la Ley de Dios, es decir, la falta de Amor.
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¡Buenos enlaces! No los conocía, pero como ya se ha comentado, sin duda la de las Filipinas es una cuestión pendiente dentro del Hispanismo, si cabe de las más sangrantes dado el proceso de deconstrucción cultural que han sufrido los filipinos desde que el archipiélago pasó a manos de EEUU.
Ponencia de Feliciana Merino: "Aprender a amar en la diferencia"
en Debate de actualidad
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Acabo de verla al completo y solo puedo decir que, aunque el título en principio me llevó a pensar en otra cosa, finalmente me ha parecido magistral.
La Dra Merino, además de tener una extraordinaria capacidad para expresar las ideas y conceptos que presenta en su ponencia, desde un punto de vista plenamente cristiano, racional, ameno y lógico, abre a su vez la puerta a innumerables vías de diálogo y entendimiento entre creyentes y no creyentes, que aún sin ser militantes o activistas de la ideología de género, sin embargo sí se mueven en las coordenadas de ese pensamiento, y eso les impide aceptar la realidad cristiana. Es más, como consecuencia misma de esa ideología, se muestran cada vez más incapaces de aceptarla.
Un discurso desde luego y para mí, además de erudito, inspirado, pues permite tender puentes que permitan el paso de la evangelización en muchos sectores de la sociedad actualmente cerrados o radicalizados a causa de la ideologización.
Me parece excelente el repaso que le hace, tanto al liberalismo capitalista como a la ideología de género progresista, señalándolos como la causa y consecuencia de un modo de vida descristianizado que ha matado al verdadero Dios para adorar en cambio al dios dinero, haciendo así del hombre y la mujer meras unidades de producción y consumo, sin más sentido ni valor que eso, y que se sostiene gracias en parte a los estereotipos de género supuestamente tradicionales de unos, y la rebelión y ruptura de estos por parte de los otros.
Y me parece igualmente excelente la apología que hace de lo que ella considera como un feminismo diferente, presente en la obra de Edith Stein, con esa forma suya de entender al hombre y la mujer como iguales, diferentes y complementarios a la vez, que nos revela finamente nuestro ser relacional. Me pongo a partir de ahora la tarea personal de leer a santa Teresa Benedicta de la Cruz, pues me ha encantado la exposición que hace de ella la doctora.
Muchísimas gracias por traernos y compartir un contenido de tanta calidad, que personalmente entiendo me ha enriquecido bastante, pues me encuentro en un momento de mi vida en el que trato de encontrar nuevos caminos que arrojen luz a determinados aspectos de la realidad en la que vivimos, pero que al mismo tiempo trasciendan esa falsa dicotomía entre derechas e izquierdas, fruto a mi entender de la pugna entre tradicionalismos y progresismos consecuencia de la modernidad, cosa que hace de manera magistral en su ponencia esta doctora, poniendo cada cosa en su sitio y dándole su valor. Excelente.