Los relatos nacionales hispanoamericanos están haciendo agua a raudales. Magros son sus frutos: repúblicas de escasa relevancia incapaces de soberanía, estabilidad política, prosperidad sostenida, libertad. Pero los capitanes bicentenarios del naufragio recalientan la vieja cantinela: España mala, España ladrona, pide perdón, pórtate bien, basta de azotarnos y expoliarnos, mira que me estoy enfadando... ¿Es el destinatario de este mensaje Felipe VI? No. Lo es el atribulado hispanoamericano, reprogramado cada día para revivir -entre violencia y pobreza- la sensación de agradecimiento y admiración por unos dirigentes que se baten por él... ¡desde hace 200 años! Desmontemos esta tóxica alucinación.
Primer capítulo, mero decorado: estatuas de santos indígenas, de cuerpos siempre atléticos, bajo el telón de fondo de un paraíso terrestre. No pueden ser humanos, capaces de tomar decisiones como atacar, aliarse, huir, esconderse, colaborar o lo que fuere en función de sus intereses. Son estatuas y forjan una imagen que nos impregna desde la infancia: la violenta y arbitraria expulsión del paraíso precolombino. La realidad es más prosaica. El hombre americano llevaba unos 12.000 años separado del grueso de la humanidad; se encontraba en lidia con un territorio nuevo, hostil, inmenso, dispuesto longitudinalmente, poseedor de multitud de climas; se hallaba sin caballos ni bestias de carga rendidoras ni ganado vacuno o porcino; no conocía el arado ni utilizaba la rueda y con frecuencia se hallaba sometido a vecinos muy opresivos. Situación precaria de cara a un contacto con cualquier agente de Eurasia, ubicada en una latitud ancha y benigna, domesticada por muchas más personas, a lo largo de muchos más siglos y que empiezan a llegar de manera constante en muy pequeño número desde 1492. Poseedoras de unos mapas mentales más efectivos, de unas tecnologías más avanzadas y de gérmenes contra los cuales los indios no tenían defensa, no podían sino prevalecer.
Segundo capítulo: irrumpen los demonios españoles para sembrar en América un sol enceguecedor de oscuridad. Utilería para la chispa de la indignación. Nada de humanos. Trazos oscuros para lo maniqueo, materia aglomerada para dar vida a máquinas irrefrenables de atrocidades. La realidad es otra. Los españoles ante todo completaron un proceso: la reconexión del mundo. Ello acarreó un vuelco masivo de creencias, saberes, tecnologías, bestias, plantas y artefactos que resultan indisociables del ser americano, que permitieron una vida menos expuesta a los elementos, una existencia menos sometida a penurias físicas y un orden político-religioso-económico-social que, a principios del XIX, se halla básicamente en paz interna, seguridad externa, crecimiento demográfico y expansión económica, por lo que posee una adhesión amplísima por parte del pueblo llano. Ahora bien, este vuelco masivo no fue angelical: los barbudos tenían las limitaciones de su época y cultura. Pero, contrariamente a nosotros, que vivimos en plena inconsciencia de las nuestras, esos barbudos, atravesados por la perspectiva de un eventual infierno eterno y por una apertura franca a la palpable humanidad del otro, se interrogaban sin cesar sobre la justeza de sus actos. La prueba es cómo la legislación de Indias toma explícitamente nota de atrocidades y excesos y busca ponerles coto de manera tan incesante como inacabada. Esa tensión entre el ideal y la realidad, entre la cruz y la espada, recorre y dinamiza el vuelco cultural. Y constituye su singularidad en una época en donde, en general, el otro no era humano y su destino ante el vencedor era la muerte, la esclavitud o la marginación. Estos barbudos innovaron: fundaron una realidad mestiza incorporando al otro, generando, entre el fuego, las dudas y la piedad, un nuevo mundo: Hispanoamérica.
A la vista de esto constatamos que los reclamos de AMLO a España no proceden. Al no ser los hispanoamericanos ya indígenas ni españoles, sino indohispánicos, no cabe reclamar nada a los que no se metieron en la mezcla y se quedaron en Europa. Si la disparatada demanda procediese, le sería exigible a la rama hispánica de la familia indohispánica. Pero... al ser la familia -biológica y/o culturalmente- claramente mestiza... ¡los deudores seríamos nosotros mismos, por tener el componente hispánico indisociablemente incorporado! ¿O es que acaso pretendemos ser indígenas puros? Es la tóxica alucinación que nos agobia: vernos como indígenas puros... y vejados para justificar todos nuestros desatinos desde la exculpatoria superioridad moral de la víctima y expulsarnos de Occidente a fin de sumergirnos en marcos colectivistas.
Tercer capítulo: irrumpen los ángeles libertadores para rescatar al indígena explotado -racial y moralmente puro, pasivo, víctima- y procurar el retorno al paraíso. El buen salvaje de siempre requiere al buen revolucionario de turno para reconquistar el edén. La realidad es que el desatino mayor de la historia hispanoamericana fue el descoyuntamiento operado en las primeras décadas del XIX. Una dirigencia «patriota», miope e irresponsable, de espaldas al pueblo llano, nos secesiona y trocea, busca imponer esquemas políticos impracticables, abre paso a la hegemonía global anglosajona y nos arroja a la impotencia: pobreza, caudillaje, inestabilidad, dependencia... ¡y no despertamos de este cataclismo!
Desenlace sorpresivo: hora de pagar las facturas, pero los deudores son los legatarios de los relatos fundadores inhabilitantes. AMLO a la cabeza. ¿Acaso 200 años de fracaso no bastan? Imposible construir desde la disociación impracticable: una víctima -indio idealizado-, un victimario -español execrado-. Descartemos el relato maniqueo fundador de quimeras. Veamos la humanidad real de nuestros ancestros: cuando aún se hallaban en sinergia e integración creciente -principios del XIX- construían en América un orden próspero y estable que se iba ajustando progresivamente, con pausada sabiduría político-antropológica, hacia más inclusión, soberanía y libertad desde una potente unidad. Ese es nuestro verdadero legado. Veámoslo. Retomemos su espíritu. Adaptémoslo a los tiempos. Hagamos surgir, ahora sí, caminos transitables de convergencia hacia la casa común que debemos construir para ser una comunidad viable y vibrante.
Carlos Leáñez Aristimuño es el creador de la cátedra Lengua, ciudadanía y nación hispanohablante en la Universidad Simón Bolívar de Caracas.
Seguimiento de la guerra en Ucrania
en Debate de actualidad
Publicado
Te agradezco el enlace, Hispanorromano. Estuve haciendo una búsqueda rápida, pero por lo visto no la hice bien, ya que no encontré el libro, y sin embargo ahí estaba, incluso traducido al inglés. De todos modos y para evitar posibles interferencias o malentendidos devenidos de traducir una traducción previa, he recurrido a bajarme el original en ruso en formato txt, para pasarlo después por el traductor de Deepl y a continuación corregir a mano el formateado del texto y los pequeños errores sintácticos propios de la traducción automática (esto último por encima, ya que no me lo he llegado a leer todo a fondo), y la cosa pienso que ha resultado en una versión en español, bastante comprensible y fácil de leer diría yo. Puede que la única que haya circulando por ahí en nuestra lengua, ya que no he logrado encontrar nada en español excepto artículos que lo referencian. Finalmente he hecho una copia en pdf que os dejo a continuación por si os interesa leerlo:
"Fundamentos de geopolítica: el futuro geopolítico de Rusia" - Aleksandr Duguin - Traducido al español. PDF
Ante todo debo insistir en mencionar que de momento, solo lo he leído a vuela línea al objeto de revisar la traducción, y por lo leído (que pienso releer con detenimiento) me parece que se trata de una obra imprescindible para comprender todo lo que está ocurriendo y lo que posiblemente está por ocurrir. Por lo menos en lo que afecta a Rusia en concreto y a Europa en general, de la que formamos parte y nos afecta, aunque esto último también estará determinado por lo que los propios europeos hagamos, además de otros factores externos que puedan condicionar nuestro futuro. En todo caso, el libro recoge perfectamente el fundamento de la política actual rusa, seguramente habida cuenta de la influencia que ha tenido en la formación de las élites que hoy gobiernan aquella nación, y por tanto, resulta clave para poder situarse ente los acontecimientos actuales y futuros, hasta el punto que tras leerlo, resultan huecos y bastante superficiales la infinidad de argumentos y análisis que uno oye en los medios y redes, en favor de uno y otro bando, pues te das cuenta hasta qué punto estamos inmersos en un plan preconcebido décadas atrás, que se ha venido desarrollando paulatinamente, aunque no siempre siguiendo rectamente las líneas directrices marcadas en la obra.
La primera idea que me vino a la mente mientras lo leía, es que se trata de la visión de una Rusia por venir, propia de un demiurgo. Duguin recoge en esta obra los frutos y restos de la historia de las naciones y pensadores que componen o han intervenido en la configuración internacional del continente euroasiático, y con ello crea un nuevo mapa futuro en el que Rusia es la principal protagonista. El corazón (como él lo denomina) de Eurasia. Un super imperio con capital en Moscú. Concretamente en lo que se refiere al espacio de la Europa Occidental, en el eje Berlín-Moscú, aunque el texto aborda igualmente la construcción de toda Eurasia, como dice el autor parafraseando al belga Jean Thiriart, quien es uno de los muchos pensadores, en los que se apoya para elaborar su teoría euroasiática, desde Vladivostok hasta Dublín.
El libro aborda todos los aspectos propios de la configuración de una nación, más aún, de un imperio: sociedad, religión, política, comercio, etc, y si hay algo que destaca fuertemente, al menos a mi juicio, es el reconocido antiatlantismo del proyecto y el no menos evidente aunque no confeso, anticatolicismo, ya que en buena medida culpa a Roma de la destrucción del viejo imperio, desde la propia separación de las iglesias en el 1054, por la que el estado actual de cosas vendría a ser el producto final de aquella separación.
En lo que se refiere concretamente al tema de Ucrania, al que el autor dedica un capítulo entero, cabe destacar la fragmentación étnica en la que divide el territorio, por diversos motivos que expone en el libro, que curiosamente es bastante coincidente con el mapa que dejó ver Lukashenko en un reciente video que ha recorrido las redes estros días.
Dejo a continuación un par de fragmentos del capítulo que dedica a Ucrania para que valoréis vosotros mismos. Hay que recordar que el libro está escrito en 1997:
Más ampliamente, en lo que se refiere a Europa occidental, recojo a continuación algunos fragmentos de los capítulos que dedica a lo que el autor denomina como la península euroasiática, que él divide en dos Oestes, el de la Europa atlántica y el de la continental y más próxima a Moscú:
Dentro del plano religioso, como ya he mencionado, Duguin culpa al catolicismo de la perdida y sentido del imperio, por lo que para su proyecto imperial euroasiático, la geoestrategia y fundamentos de la ortodoxia son fundamentales.
Finalmente, aunque el libro aborda muchos otros temas y aspectos interesantísimos para comprender la deriva del pueblo ruso, quisiera detenerme en el capítulo donde el autor aborda lo que considera el aspecto étnico sagrado de las sociedades, desde una perspectiva que evidencia a las claras el carácter gnóstico de todo el proyecto y del propio pensamiento del autor, que no olvidemos influye notablemente en la política y desarrollo de lo que hoy conocemos como Rusia y toda su área de influencia, geográfica y social. Destaco esta distinción que hace del mundo, del hombre, para justificar en fin toda la génesis y desarrollo de su proyecto de orden global:
Si este es el pensamiento y las líneas directrices que está siguiendo Putin, el futuro que nos espera es descorazonador. Tanto por el ansia imperialista de Rusia, como por la fuerte oposición que va a hacer EEUU, como también por el papel de China, que olvidé mencionarlo pero, está considerada como uno de los principales enemigos para el desarrollo del proyecto euroasiático, y por tanto, es de prever que se generen también tensiones en ese flanco en algún momento, que acaben perjudicándonos a todos. Esto es en definitiva una lucha por el poder mundial.