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Publicaciones en foros publicados por Pius


  1. Yo particularmente, veo a mucho apóstata que en su intención de renegar la Fe católica y que este no sea un lastre para difundir sus pensamientos (condenados por cierto por la Iglesia Católica y me refiero a la protestante y modernista «alt right ») utiliza la excusa de las «herejías» para situarse como «sedevacantista» donde se camufla y realiza sus insultos (que no críticas) contra la Santa Sede, S.S Francisco I así como las instituciones pontificias. Raramente veremos críticas a S.S Francisco I por la liturgia; los mismos que hoy critican a S.S Francisco I alaban a S.S Juan Pablo II que por ejemplo realizó diálogos interreligiosos con los mahometanos así como alaban a S.S Benedicto XVI. Llanamente; son críticas con una intención geopolítica así como que tiene un interés por parte de algunos sectores contrarios a la palabra de la Iglesia por los pensamientos de S.S Francisco I. Llanamente, podemos ver las críticas que lanzó la derecha liberal al S.S Francisco I por no reconocer la decisión de Trump de mover la embajada a Jerusalén y reconocer a esta como capital única de Israel.


  2. Conociendo la noticia de este bulo que tiene como misión única dañar la figura de S.S Francisco I así como las instituciones pontificias me dediqué a difundir la realidad de tal suceso. Lo sucedido me dejó perplejo. Una panda de energúmenos que se definen así mismos como católicos y que no actúan como tales, no daban la razón ni atendían a esta, en su lugar preferían oír las falsedades que les brindaban los medios liberales tanto nacionales (véase el ejemplo de Intereconomia) así como medios de índole sedevacantista; medios proclives o ya en sí protestantes y medios críticos con la figura de S.S Francisco no por razones teoógicas, sino por razones ideológicas.

    Yo soy profundamente crítico con el CVII; pero esto no hace que yo sea un sedevacantista y menos aún el querer dañar o insultar la figura de S.S Francisco I siendo este un Papa legítimo.

    Me gustaría rescatar unos fragmentos de la  «Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia« por Mons. Fernando Arêas.

     

    Cita

    Nuestro objetivo es, quiero repetirlo, purificar nuestro «tradicionalismo» y corregir sus distorsiones, imprecisiones e incluso sus desviaciones doctrinales, de manera que, una vez purificados, realmente podamos prestar un servicio a la jerarquía de la Iglesia combatiendo eficazmente, junto a ella y bajo su autoridad, la «autodestrucción» de la Iglesia, de la que se quejaba el Papa Pablo VI (disc. en el Seminario de Lombardía, 7-XII-1968). De esta forma, salvaremos muchas almas, especialmente las nuestras. El «humo de Satanás» denunciado por el Papa y que entró en el templo de Dios (Pablo VI, hom. 29-VI-1972) ha dañado los ojos de muchos católicos, progresistas y conservadores. Mi trabajo como obispo es alertar y dar la alarma como centinela colocado por Dios para proteger a su rebaño, mostrándole el camino recto en estos tiempos de crisis. Espero que el rebaño me escuche, cada uno por el bien de su alma.

    «Yo te he puesto como centinela de la casa de Israel... si hace caso de la alarma, habrá salvado su vida... Si tú, en cambio, adviertes al malvado para que se convierta de su mala conducta, y él no se convierte, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida» (cf. Ez 33,1-9).

         

    IX.– El peligro del «Magisterio» paralelo

    El Magisterio de la Iglesia, la Iglesia docente, está formado por el Papa y los obispos en comunión con él. Los simples sacerdotes y seglares pertenecen a la Iglesia discente y no son parte del Magisterio de la Iglesia.

    En tiempos de crisis, siempre existe el peligro de recurrir a la dirección de los seglares como orientadores de la ortodoxia, apartándose del Magisterio vivo de la Iglesia, con el pretexto de que el Magisterio de la Iglesia habría fallado. Sobre este tema, Don Antônio de Castro Mayer advertía:

    «Constituye una subversión herética, por desconfianza de la jerarquía, el seguir habitualmente a alguien que no sea miembro de la jerarquía como portavoz y árbitro de la ortodoxia».

    Esta advertencia coincide exactamente con las enseñanzas del Papa Pío XII:

    «No sin un motivo grave hemos querido daros, Venerables Hermanos, estas advertencias. Desgraciadamente, sucede que algunos profesores no dan importancia a la unidad con el Magisterio vivo de la Iglesia [...] Recientemente, ha surgido en algunos lugares y ha comenzado a extenderse lo que se ha llamado una teología laica y hemos visto nacer una categoría de teólogos laicos que se declaran autónomos. Esta teología imparte cursos, imprime escritos y dispone de círculos, cátedras y profesores. Constituyen un magisterio a parte y se oponen en cierto modo al Magisterio público de la Iglesia [...]. Contra estas ideas, debemos mantener que nunca hubo, que no hay y que nunca habrá en la Iglesia un magisterio legítimo de los laicos que haya sido sustraído por Dios a la autoridad, la guía y la vigilancia del Magisterio sagrado; es más, el propio rechazo a someterse proporciona un argumento convincente y un criterio seguro: los laicos que hablan y actúan de esta manera no están guiados por el Espíritu de Dios y de Cristo» (Alocución a los cardenales y obispos, 31-V-1954).

     

     

     

     


  3. Se dignan a hablar de «libertades», se empapan los labios diciendo palabras tales como «derechos»; esas mismas «libertades» y «derechos» que han provocado desde el inicio de la legalización del infame aborto; la muerte de más de dos millones de personas. Dos millones de personas; a los cuáles se les ha arrebatado su vida en nombre de la «libertad» y los «derechos». Aquellos que defienden el crimen atroz del aborto; ya han nacido y quién le apoyo no aprecia la vida del prójimo ni la suya propia Ante tales cifras, deberíamos no solo preocuparnos, sino actuar frente a tal crimen atroz, pues esas dos millones de personas que han sido abortadas; entre ese dos millones de personas; podría haberse hallado usted.


  4. (Junio 1978)

    ... "Es justo que nuestros lectores (Diario ‘El Alcázar’) quieran saber algo más concreto después de esta farsa. Nos sentimos obligados a fijar los fallos esenciales de este Proyecto que el Pleno del Congreso tratará de aprobar, también, a cualquier precio. La misma pretensión se trasladará luego al Senado... ¡y cuanto antes! Las alteraciones no serán sustantivas; se referirán a competencias. ¡Qué más desearíamos que entre los senadores hubiera una docena de personas con sentido de la responsabilidad histórica que contraen, y algunos aprovecharan la ocasión que se les brinda para rectificar el mucho mal que han hecho a la Nación! Por lo menos en algún detalle, en defensa de la dignidad de la Monarquía “parlamentaria y partitocrática” que sus compañeros del Congreso han montado con cinismo político.


    Pues bien, al Pleno va a ir un Proyecto que consagra un sistema de ordenamiento político bifronte, ambivalente. Hay quien dice que ésta es una ventaja, un gran hallazgo. Vamos a ser la primera nación del mundo que, por medio del Gobierno del Estado y de las Nacionalidades, Regiones, Provincias y Municipios en manos de una partitocracia radical, lo mismo conformaríamos una sociedad socialista, incluso colectivista, que una sociedad neocapitalista. El marco constitucional es doble, y el cuadro que en él se coloque lo mismo puede tener en un lado la Purísima de Murillo, que una fotografía en el otro, de las que nutren nuestras revistas porno. Esta fórmula inédita es la que ofrece la nueva Constitución; éste es el resultado del “consenso”. En realidad son DOS CONSTITUCIONES EN UN SOLO TEXTO. Consecuencia ineludible: INESTABILIDAD PERMANENTE.

    El Estado de las Nacionalidades y Regiones es una entelequia que, en realidad, modela un Estado Federal, en el que la denominada “solidaridad regional” quedará en una meta inalcanzable. Las tensiones entre el Estado y las Comunidades Autónomas van a ser permanentes,agrias en unos sitios, sangrientas en otros, el Estado Español será constante “opresor” de los Pueblos de España, y su jefe el símbolo de la opresión; símbolo, por otra parte, del resultado final de la lucha partitocrática, estafeta para trasladar recuerdos, firmar resoluciones, desprovisto de todo poder, carente de auctoritas, con una serie de atribuciones formales y ninguna de orden substantivo y transcendente.

    La familia, desprotegida, con el cáncer del divorcio, con la educación de los hijos en manos del planificador de turno en el Ministerio de Educación del Estado o de las respectivas Comunidades Autónomas. Con la amenaza del aborto degradador de una sociedad materializada, a la que se pretende arrancar la Fe de sus padres. La familia debilitada, con estímulos de toda clase para su liquidación, frente a un Estado liberal ateo, que tolera todo y sólo protege un orden público que garantiza el desarrollo de las libertades anárquicas y desintegradoras. Un Estado que, únicamente, dispondrá medios para suprimir todas la raíces de una civilización caracterizada por principios éticos inamovibles y la Ley Natural como norma y categoría permanente.

    Un Ejército al que se le priva de la función de defender la “Unidad de la Patria”, una Patria plural. Un Ejército que no podrá impedir la evolución de las “Nacionalidades” hacia la autodeterminación y la independencia, porque eso sería “inconstitucional”. Porque los movimientos secesionistas no afectarán a la “integridad territorial”, serán problemas de “tipo interno”, previstos, consecuencia de la realización “histórica” de los Pueblos de España. Un Ejército, por otra parte, desnutrido en las zonas conflictivas por la objeción de conciencia, ya que ésta se alegará para no salir de su “Nacionalidad” a servir a una Patria distinta o a un territorio extraño; para eso estará el “Servicio Civil”, centros de reclutamiento de las Fuerzas de Orden Público autóctonas.

    Dios y su Iglesia olvidados en la Constitución; la familia atacada, menospreciada; la vida de seres indefensos en las manos sangrientas del egoísmo y la frivolidad; España dividida, y el Estado sujeto de ataque desde todos los frentes ante el mito de unas libertades humanas mitificadas ante el absurdo; la economía y la propiedad, al arbitrio del resultado de la lucha de partidos y sindicatos; una Monarquía, “ornato” de una estructura que se sostiene por el acuerdo de los cenáculos partidistas; y un Ejército, para defender todo eso, para evitar que nadie pretenda alterar esa creación política, o impedir que los ejércitos extranjeros nos ocupen sin disparar un tiro, con finales fáciles de prever, como en Cavite.

    Por eso, cuando hemos oído las palabras del Rey en Ávila, hemos pensado que algo no funciona. Con objetividad, con respeto, nosotros no encontramos otros “valores históricos” que defender con “intransigencia”, que los desconocidos o amenazados por esta Constitución todavía no nacida. El primer acto de esta comedia ha terminado. Faltan todavía tres o cuatro, hasta que el pueblo hable. La RTVE ya lleva unas semanas “hablando.” 

    Luis Valero Bermejo (Secretario de la Confederación Nacional de Combatientes), Diario ‘El Alcázar’

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  5. hace 6 minutos, Hispanorromano dijo:

    Yo también soy de la opinión de Pius. Es decir, soy crítico con el CVII y con los papados posteriores. También con algunos papados anteriores, pues creo que el problema no empieza en el CVII. Pero eso no me impide ver que Francisco I es el Papa y que hay una campaña innoble contra él que argumenta profundas razones doctrinales cuando sólo es ideología.

    De todas formas, hay que señalar que la FSSPX se está conduciendo de manera modélica por lo general. Los ataques no están partiendo de ella sino de sectores conservadores que generalmente se encontraban muy cómodos con Juan Pablo II. Los conservadores han llegado a tacar a la FSSPX por ser, según ellos, demasiado seguidistas con Francisco.

    Efectivamente Hispanorromano. Tales críticas vienen por parte de medios llanamente liberales; son conservadores del CVII como bien has dicho, Hispanorromano. Cuando S.S Benedicto XVI (por poner otro ejemplo) hacía a grandes rasgos lo mismo que S.S Francisco I.


  6. hace 3 horas, El Español dijo:

    Hola Pius.

    Como católico, y sin ánimo de polemizar sino tan solo de tratar de entender mejor las diferentes posturas dentro de la Iglesia, ¿qué aspectcos concretos del CVII son los que no compartes? A menudo encuentro a bastante gente en foros, redes o los típicos comentarios en blogs y medios informativos, que se declaran lefebvristas o cuando menos cercanos a esa posición, contrarios pues a la orientación que la Iglesia ha tomado como consecuencia de aplicar las directrices del Concilio. También he tratado de leer y conocer al respecto, en medios y documentos adscritos a dicha postura pero sin embargo, más allá de observar grandes dosis de polémica por un lado o de reconocer por el otro una excelente teología que no termino de entender de otro modo, cómo responde a la realidad actual de nuestro mundo, en general no logro conectar con los puntos concretos, o si quieres, con la esencia concreta, que sostiene esa postura de numerosos hermanos dentro de la Iglesia. Postura que, como bien has señalado, quienes dicen defenderla cada vez más la van aproximando hacia posiciones sedevacantistas, que a menudo acaban derivando en ataques directos e incluso insultantes contra la figura del Papa, cosa que consecuentemente termina desprestigiando la institución Pontificia y por extensión la propia autoridad moral y la Comunión de la Iglesia.

    Ya te digo que lo pregunto de corazón y sin ningún ánimo de polemizar, sino tan solo de comprender, aunque si crees que es un tema que debiéramos tratar aparte, me parecería estupendo que lo hiciéramos pues tengo la impresión de que, aparte de ser para mi una postura tan legítima como la de quienes defienden la Iglesia postconciliar, está siendo utilizada por la ultra derecha pagana europea para infiltrar su ideología en el alma de los católicos más ortodoxos, y por el progresismo para justificar su propia ideología en el alma de aquellos creyentes más heterodoxos. Y eso supone a mi juicio un peligro muy grave para la Iglesia, por ambos lados. Si pudiera llegar a entender mejor que aspectos concretos, dicho esto en términos humanos y teológicos y no en líneas generales, son los que sostienen esa posición, me sería más fácil separar el grano de la paja cuando leo según que informaciones y comentarios que se publican por diferentes medios, y me ayudaría también cuando trato según que temas en mi actividad parroquial.

    Gracias de antemano y perdóname la extensión de la pregunta.

    Un saludo

    Para responder me gustaría mencionar un par de artículos de Leopoldo Eulogio Palacios:

     

    Cita

    LA MISA TRADICIONAL (3ª de ABC, 16/04/1976)

    Uno de los espectáculos que ofrece el mundo religioso contemporáneo es el empeño que tienen algunos laicos en hacer entrar por las puertas de la iglesia las cosas que los clérigos han arrojado por la ventana. Ved lo que pasa con la misa tridentina latina de San Pío V, alma y centro del catolicismo, hoy tirada al desamparo para dar lugar a un nuevo rito en lenguas vernáculas. La defenestración de la misa tradicional ha suscitado un plantel de personas fervientes, en su mayor parte laicos, que piden con vehemencia su restauración. Quizá esto sea una compensación divina al desvío con que han tratado la misa tradicional los hombres que debían custodiarla. ¿Es así como se trata un modo de orar consagrado por una tradición de siglos? Primero han babelizado su lengua, después han deformado su rito. La caída del latín les ha dejado indiferentes. Era la pérdida de la unidad católica en beneficios de las divergencias nacionales, y además arrastraba consigo las maravillas del canto gregoriano y de la polifonía sagrada. ¡Qué importa!

    Antes de que fuera asestado este golpe, preparado desde hace tiempo en la sombra, un presentimiento de infortunio cruzó la frente de la intelectualidad europea, y algunos hombres de letras y algunos artistas, no todos adictos a la Iglesia católica, unieron su voz para pedir a Roma la conservación del latín y del canto gregoriano, que encerraban inestimables valores de nuestra cultura. Ingmar Bergman, Pablo Casals, Giorgio de Chirico, Carl Theodor Dreyer, Julien Green, Gertrud von Lefort, Salvador de Madariaga, Gabriel Marcel, Jacques Maritain, François Mauriac, Luigi dalla Piccola, Salvatore Quasimodo y otros no menos ilustres abogaban por la conservación de «uno de los mayores legados culturales de Occidente».

    Desconocer lo que pedían estas voces fue un crimen de lesa cultura. Pero los reformadores de la liturgia cayeron en un error todavía más grave, perpetraron un desafuero contra la religión. Pues además de su valor cultural y humano las palabras litúrgicas tienen para el católico otra valía superior: la eficacia de impetrar el bien que pedimos de los poderes sobrenaturales del cielo. Aquí ya no se mira la lengua litúrgica a la manera de un lenguaje literario o como la letra de una música excepcional, sino como un conjunto de fórmulas públicas que tienen la virtud de hacer que los cielos nos sean propicios y nos colmen de dádivas sobrenaturales. Por eso hay que proteger esta lengua contra toda posible variación, hay que inmunizarla contra la locura de los tiempos, hay que tenerla por vehículo fijo e inmutable, incluso sacrificando a esta seguridad la facilidad de ser entendida de las muchedumbres. Y también por eso ni para la misa ni para las fórmulas sacramentales (salvo en el matrimonio y en casos excepcionales del bautismo) sirven las lenguas vulgares, que son mudables, están en evolución y son inalcanzables por la autoridad, siquiera sea por la razón meramente cuantitativa de su número. En nuestros días, a fuerza de traducir el latín litúrgico a los idiomas de todas las gentes ya se ha empezado a perder el sentido de la lengua original, y hay sobrado peligro de que las fórmulas religiosas vayan perdiendo insensiblemente su misteriosa eficacia sobrenatural.

    Este escollo era uno de los que más frenaban a la Iglesia para no dar el paso fatal que hoy han dado sus reformadores. En el Concilio de Trento (sesión 22, capítulo 8) se prohíbe que la misa sea celebrada de ordinario en lengua vulgar, es decir, se prohíbe la misma cosa que ahora se hace.

    Mucho después de Trento el Magisterio condenó varias veces por boca de Clemente XI y de Pío VI, la proposición de introducir lenguas vulgares en las preces litúrgicas: proposición que «es falsa, temeraria, perturbadora del orden prescrito para la celebración de los misterios y fácilmente causante de mayores males».

    Nunca como en nuestros días las circunstancias daban tanto la razón a la praxis secular de la Iglesia. Nunca como hoy ha sido tan necesaria una lengua nacionalmente neutra para el comercio espiritual de los hombres. Además, habiendo hoy muchos menos analfabetos que en la edad postridentina, un libro con el texto latino y la traducción era accesible a casi todos los fieles. Hoy se viaja también muchísimo más. Un libro con el texto latino y la traducción en una sola lengua podía servir para recorrer los templos católicos del mundo entero. Ahora nada de esto es posible, ni siquiera en España, donde las misas se dicen en cuatro idiomas: castellano, vascuence, catalán y gallego. Antes de la reforma los católicos peregrinantes se sentían extranjeros en todas partes, menos en el templo; y ahora, sin salir de su patria, se sienten extranjeros hasta en los templos de su propia nación.

    La caída del latín litúrgico, que arrastró consigo el canto gregoriano y la polifonía sagrada, tenía un móvil clandestino: facilitar con la excusa del cambio la imposición del nuevo rito de Pablo VI. A primera vista nada puede decirse contra el nuevo rito considerado en absoluto. Pero comparado con la misa tradicional se ve que es cosa distinta. El canon de la misa original es único; en la nueva ceremonia es cuádruple. Y aun escogiendo de los cuatro cánones el más favorable a la equiparación se notan las diferencias. El resto es labor de tijera sobre la misa originaria, y a la poda se ha unido a veces la intromisión. Fueron cortadas a cercén las más bellas preces del ofertorio y otras que vienen detrás del «Pater nostre» y de la comunión. Y ya al principio se han suprimido también las oraciones introductorias al pie del altar, «al Dios que alegra mi juventud», sin duda porque el altar ha cambiado de signo y ha sido sustituido por otra mesa, a la manera de los oficios protestantes. Ante esta mesa nos muestra sin cesar su rostro, no siempre placentero, el «presidente de la asamblea», que ya no da la cara a Dios, sino al pueblo.

    John Eppstein, en su bello libro titulado «¿Se ha vuelto loca la Iglesia católica?», pone de relieve «la extrema vaguedad de las nuevas rúbricas comparadas con las exactísimas reglas de la misa tridentina, las cuales, de acudo con el sagrado carácter y función del celebrante, dirigían todos sus gestos y ademanes, adaptándolos a la expresión simbólica de la oración, la alabanza, el recogimiento o la adoración». Y recuerda la espléndida elevación de los brazos del sacerdote cuando, a la cabeza de su pueblo, entonaba el «Gloria in excelsis».

    Son innumerables las personas que advierten la superioridad de la misa tradicional sobre el nuevo rito, pero que no se atreven a decirlo por acatamiento al orden vigente. Luego vienen los otros y les motejan de pusilánimes. Quizá el caballo de batalla del actual catolicismo galopa por un círculo vicioso: unos dan a entender que hay que aceptar el nuevo rito porque lo ha promulgado este Papa, y otros contestan que no hay que aceptar este Papa, puesto que ha promulgado el nuevo rito.

    Es claro que los descontentos anteponen su propio juicio al juicio de la autoridad. Pero responden que, a pesar de la infalibilidad pontificia, los Papas sólo tienen derecho a la obediencia cuando transmiten inalterado el depósito de la fe. Además citan la palabra de Cristo relativa a los falsos profetas, «Por sus frutos los conoceréis» (Mt. 7, 16), señalando los males en que paran las reformas posconciliares: liturgia deformada, clima de confusión, catecismos ambiguos, seminarios que se cierran, congregaciones religiosas que languidecen.

    Los descontentos aguantan con tesón estos males que consideran castigo de la Providencia. Su postura no es fácil. Desamparados de la mayor parte del alto clero, pero obedientes al mandato de Dios manifiesto en la tradición sagrada, procuran estar firmes en medio del espiritual cataclismo, apoyados en las escasas columnas de la Iglesia que todavía resisten a los embates del infierno.

    Es una noche horrible. La cólera del cielo se desata y el huracán arrecia, y ya se han derrumbado preciosos techos y columnas vivas. Se dice que hay fuertes muros que aún pueden resistir hasta que asome la aurora, y estos católicos esperan con paciencia el amanecer, aunque tengan que pernoctar entre ruinas.

    Cita

    MONSEÑOR LEFEBVRE (3ª de ABC, 29/10/1977)

    La posición que sustenta Marcel Lefebvre podría ser calificada de catolicismo puro, en contraposición a otro catolicismo que acepta ingredientes extraños y que ya no es puro, sino mezclado de liberalismo: se le ha llamado catolicismo liberal. Para el concepto de catolicismo puro me remito al libro clásico de Karl Adam, «La esencia del catolicismo». Para el concepto de catolicismo liberal recuerdo la «Historia del catolicismo liberal», de Emmanuel Barbier, en cinco volúmenes. Lo que suele entenderse por catolicismo liberal es un movimiento que aspira a conciliar la Iglesia y la Revolución (con mayúscula), maridaje que correría a cargo de los que viven dentro de la ciudadela eclesiástica. No todos han mirado este movimiento con simpatía. Sus hombres pretendían dar un sesgo favorable a los principios revolucionarios opuestos al catolicismo, y trabajaban dentro de éste con la aspiración de trazar planes de poder, ganar adeptos entre el clero, captar la voluntad del episcopado y elegir un papa a su gusto, que, convocado un concilio, impusiera a todos los fieles, merced al firme aparato disciplinal de la Iglesia, la nueva concepción religiosa, coronando con la cruz de Cristo el gorro frigio de la Revolución.

    El liberalismo católico del siglo XIX halló en nuestro tiempo fervientes continuadores y paladines, entre cuyas manos se transformó en humanismo católico. Y con el advenimiento de Pablo VI esta tendencia doctrinal, que había sido en más de un punto discutidísima, comenzó a ejercer una influencia avasalladora. El Concilio Vaticano II no se hizo famoso por la exposición y defensa de innumerables verdades tradicionales, sino por el asombro que causaba en las gentes verle admitir ideas que se consideraron siempre enemigas de la tradición católica.

    Terminado el Concilio, el seguimiento de las ideas triunfadoras desconcertó la vida de la Iglesia de Cristo. Eran ideas diferentes de las que habían imperado hasta entonces, sobre todo en lo más característico de la nueva concepción: su manera de mirar al mundo y la modernidad. Desde la Revolución francesa, los grandes pontífices -Pío VI, Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, San Pío X, Pío XII- habían enseñado sobre el mundo moderno todo lo contrario de lo que se enseñaba ahora. Pero no por eso variaba el tono autoritario de las enseñanzas, ni se evitaba desazonar a sacerdotes y fieles, como se vio en la imposición despótica de las reformas litúrgicas. No es maravilla que el descontento cundiera por doquier y que surgieran movimientos de resistencia católica. Uno de ellos -no el único- es el representado por el obispo Lefebvre, fundador del Seminario Internacional de Ecône (Suiza) y de la Hermandad Sacerdotal San Pío X.

    Hay personas que no pueden vivir más que apoyadas moralmente por un jefe espiritual: si son católicas, este jefe es el Papa. Pero cabe la posibilidad, ya estudiada por los teólogos, de que este jefe pierda la confianza de sus fieles, por no defenderles de los enemigos de la Iglesia o por favorecer dentro de ella a un partido unilateral. ¿Qué hará entonces el católico ajeno a dicho partido? No le queda otra posición más digna que la de Lefebvre, el cual se siente en perfecta comunión con el Papa, pero solamente cuando el Papa sigue en unión con sus predecesores y transmite el depósito de la fe. También acepta Lefebvre las novedades íntimamente conformes a la tradición y a la fe, pero no se siente vinculado por la obediencia a novedades que van en contra de la tradición y que amenazan la fe. En lo que toca al Concilio, cuando le preguntan si no es un concilio como los demás, responde: «Por su ecumenicidad y su convocatoria, sí; por su objeto, y esto es lo esencial, no. Un concilio que no es dogmático puede no ser infalible; no lo es más que en la medida en que repite verdades dogmáticas tradicionales.»

    Lefebvre advierte que los tres principios de la Revolución: Libertad, Igualdad, Fraternidad han tenido reciente entrada en al Iglesia. La libertad, con la suplantación de la tolerancia por la libertad religiosa, que otorga los mismos derechos a la verdad y al error. La igualdad, con la práctica de la colegialidad, que debilita la autoridad del obispo en cada diócesis y la del Romano Pontífice en toda la Iglesia, subordinando derechos de origen divino a la decisión de asambleas puramente humanas, reunidas para discutir y votar, y en las que triunfa la autoridad del número. La Fraternidad, con la idea del ecumenismo, que para agradar a los «hermanos separados» ha elaborado reformas litúrgicas de marcado sabor protestante, que no han unido a los cristianos y han desunido a los católicos. Con ninguna de éstas tres cosas transige monseñor Lefebvre, porque al parecer la Iglesia conciliar no ha hecho un uso acertado ni de la libertad, ni de la igualdad, ni de la fraternidad. Y donde se trasluce mejor esta intransigencia es en la celebración de la misa. Rechaza las variaciones introducidas en la ceremonia por el nuevo rito de Pablo VI, y celebra castizamente, de cara a Dios y en latín, según el rito inmemorial que San Pío V legalizó para siempre.

    Es explicable que los prelados que simpatizan con las «ideas modernas», como las llamaba Nietzsche, obedezcan a las nuevas orientaciones posconciliares: es su inclinación y su gusto. Pero que también hagan lo mismo los prelados conservadores ya no es tan fácil de explicar. En religión, la obediencia a la autoridad puede convertirse en «obediencia indiscreta» cuando pone en peligro la supervivencia de la fe divina tradicional de los fieles. Ahora bien, esta fe católica tradicional está hoy muy debilitada por la atmósfera enervante del nuevo clima vaticano, que se refleja en la catequesis, en los seminarios, en la liturgia de la misa y de los sacramentos, en la noción del sacerdocio y hasta en la constitución de la Iglesia. Por eso se han vuelto tantos ojos hacia monseñor Lefebvre, el fundador del Seminario Internacional de Ecône, que da respuesta a un gravísimo problema. «Porque el problema de Ecône -afirmaba una vez Lefebvre- es el problema de millares y millones de conciencias cristianas destrozadas, divididas, trastornadas por este dilema martirizante: u obedecer arriesgándose a perder la fe, o desobedecer y conservar la fe; u obedecer y colaborar a la destrucción de la Iglesia, o desobedecer y trabajar por la preservación de la Iglesia; o aceptar la Iglesia reformada y liberal o mantener su pertenencia a la Iglesia católica.» Por eso, cuando el 29 de agosto de 1976 monseñor Lefebvre, dando testimonio de una fortaleza singular que después le ha asistido siempre, celebró contra viento y marea la histórica misa de Lille, se ensanchó el corazón de millares de católicos, que encontraban por fin un pastor que entendía sus problemas espirituales.

    Este gran galo que es monseñor Lefebvre, hijo de Francia, la primogénita de la Iglesia, es un «gallus» en el sentido cabal del término, que en latín significa, a la par, galo y gallo. Le vemos como un gallo valeroso al que han querido dar en la cresta; y le oímos hablar de la separación de la luz y las tinieblas que hoy se entremezclan en el catolicismo posconciliar como oímos al gallo cuando canta limpiamente esa disociación de la luz y las tinieblas que es el amanecer.

    Coincido en los comentarios que haces El Español; la modernista y liberal «alt-right» critica únicamente al Papa y utiliza como arma arrojadiza a los tradicionalistas de bien con fines políticos; el CVII les importa bien poco; es por ello que las críticas generalmente lanzadas a S.S Francisco I [que pese a mis discrepancias teológicas es el legítimo S.S] tienen un trasfondo geopolítico y tienen el fin de convertir a los católicos en sedevacantistas, en ateos o bien en ortodoxos.

    Cuando S.S Juan Pablo II realizaba actos similares que S.S Francisco I yo no observé tales críticas pues S.S Juan Pablo II era alabado por la derecha liberal y puesto como un baluarte católico contra el comunismo por lo que fue sumamente apoyado y por ejemplo realizaba un similar ecumenismo al que practica S.S Francisco I. ¿Por qué critican a S.S Francisco I? Llanamente, por razones ideológicas. Al S.S Francisco I se le ha llegado a calificar de «comunista» entre otros insultos llanamente por sus razones ideológicas; y es que las críticas al S.S Francisco I han venido por ejemplo recientemente de esa derecha liberal (entiéndase «alt-right») por pedir que se respete el status quo en Tierra Santa y no posicionarse a favor del Estado de Israel.


  7. En 13/1/2018 a las 8:45, don Fernandito dijo:

    Cuéntanos algo de tí, Pious, y también de lo que echas en falta por aquí (aparte de el aún escaso número de firmas).

     

    Pues bien; me considero así mismo como  «tradicionalista», dicho de otras maneras, soy falangista. Estoy adscrito al pensamiento de José Antonio Primo de Rivera entre otros teóricos de aquella histórica y heroica Falange. Soy Católico Apostólico Romano practicante y soy profundamente crítico con el CVII [Concilio Vaticano II] hallando mi persona en Marcel Lefebvre un modelo a seguir para todo católico de bien en estos tiempos aclarar que no soy sedevacantista y opino que a S.S Francisco I pese a sus errores ha sido y es atacado por parte de una derecha liberal interesada en promocionar herejías con fines políticos, cabe decir que también estoy adscrito a los ideales del 18 de Julio y al lema imperecedero que utilizó Blas Piñar —que sigue hoy vigente— que dice: «Dios, Patria y Justicia».



  8. Fuente: La Voz de Avilés, 6 de Mayo de 1969, página 4.





    Diálogo sin fronteras con BLAS PIÑAR:

    “La democracia cristiana tiene muy poco que ver con el auténtico catolicismo”



    Blas Piñar tiene un aire a lo Conde Ciano, “de corte –decía Mateu de Ros– y hasta de físico joseantoniano. La arrogancia de su palabra; un hombre al cual yo admiro y respeto”. Su rostro pálido y fino, con un tinte bajo los párpados caídos, que nos recuerda ese azul de los niños de corta edad que han sufrido mucho. Los labios de Blas Piñar saben tomar todas las posturas. Cuando le escuché iniciar su discurso en el Salón de Actos de la Casa Sindical de Llaranes, con las palabras de esa canción alemana de nombre “Yo tenía un camarada”, sus labios se movían casi con ternura. En el momento de decir con desenfrenado apasionamiento: “Nosotros seguiremos convocando, con el Gobierno, al lado del Gobierno, en la medida de su lealtad, a los hombres y a las mujeres de España, a las juventudes trabajadoras y universitarias, a los profesionales, a los religiosos y a los sacerdotes; iremos convocando a todos aquéllos que sientan todavía la historia porque de esa manera puede proyectarse sobre el futuro; nosotros iremos recordando que la Falange no ha fallecido, que la Falange no está en estado gaseoso, que hay falangistas que siguen teniendo en el alma el sano espíritu nacional y revolucionario de José Antonio”; aquí los labios de Blas Piñar toman un tinte rojo, se descomponen hirientes y hacen por sí mismos que el público se ponga de pie. Ya han finalizado todos los discursos y los actos; quedan en el aire las frases suaves y medidoras de Mateu de Ros; otras del general Bulnes sobre Ifni, de las que se habla en todos los corrillos.



    “EL FUTURO DE ESPAÑA

    Blas Piñar ha sido amable, todo lo amable que es un hombre que arrastra tras de sí a mucha gente. Nuestra primera pregunta es sobre el futuro de España. Anteriormente le había dicho que si alguna de mis interrogantes representaba para él un compromiso, no la contestara; ahora bien, las que me respondiera, que lo hiciera con claridad. No hubo problema; Blas Piñar, Procurador en Cortes nombrado por el Caudillo, consejero nacional, fundador de la revista “Fuerza Nueva” y Notario en Madrid, las ha contestado todas.

    – No, no; yo contesto a todas –dijo, y responde así a la primera pregunta:

    – Este futuro de mi país lo veo con inquietud y, al mismo tiempo, con seguridad. Con inquietud, por la confusión reinante; con seguridad, porque tengo confianza en las fuerzas políticas del país, en su patriotismo, y tengo, también, confianza plena en que, en el momento difícil, surgirán los hombres capaces de aglutinarlas y de [de]volverles la unidad perdida.


     Su concepto de la familia.

    – La familia es la célula fundamental de la sociedad; por consiguiente, toda campaña que vaya a destruir su cohesión va, naturalmente, contra la sociedad.


     Ahora, señor Piñar, quisiéramos saber ¿qué piensa usted de la propiedad privada?

    – Es un derecho natural del hombre; un hombre sin propiedad pierde su independencia; quienes atacan la propiedad privada, de una forma radical y absoluta, están atacando la propia naturaleza del hombre. La propiedad privada tiene una función social, nunca puede ser un instrumento para esclavizar a los otros.


     ¿Cómo ve a la Iglesia posconciliar?

    – La Iglesia posconciliar auténtica, es una Iglesia eminentemente pastoral, sale al mundo para evangelizarlo, no ha abierto sus ventanas para secularizarse; cualquier interpretación de la Iglesia posconciliar que no coincida con este punto de vista no coincide con el punto de vista de los Papas.


    “NO ME CONSIDERO UN HOMBRE DE EXTREMA DERECHA”

     ¿Se considera usted, un hombre de extrema derecha?

    – No me considero un hombre de extrema derecha, ni de extrema izquierda; creo que los términos izquierda y derecha quedaron superados por la doctrina de José Antonio. Si, por ser hombre de izquierda, se entiende una persona que ama a su [in]quietud por los temas sociales, y no solamente inquietud, sino dedicación, sería un hombre de izquierda; si por derechas se entiende un hombre que ama a su patria, sería un hombre de derechas; José Antonio tuvo la inmensa habilidad e inteligencia política de unir el sentimiento de la revolución nacional con la idea de la patria, y todo ello ponerlo bajo un signo religioso.


     ¿Por qué ha dicho que vivimos en una época decadente, y que los jóvenes de ahora son menos hombres que los de antes?

    – Bueno; de mí se han dicho tantas cosas que si tuviese que desmentirlas habría de consumir toneladas de papel. Yo no he dicho jamás que la juventud actual sea una juventud menos viril que la juventud anterior, que la juventud de antes de la guerra; lo que sí he dicho, es que hay ciertos sectores juveniles en el mundo occidental que se encuentran completamente gangrenados por la propaganda marxista, por la pornografía y por el uso de las drogas.


     Su definición de la democracia y la libertad.

    – La democracia es la participación del pueblo en las tareas del gobierno, para lo cual hace falta que el hombre sea libre al objeto de decidir su independencia, su criterio sobre las tareas políticas. 

    La libertad no puede definirse; la libertad es el libre arbitrio para elegir entre el bien y el mal. Pero la libertad de conciencia, si es que ustedme pregunta por esto, realmente no existe, puesto que el hombre no es autónomo frente a la ley moral.


    EL FASCISMO, MUSSOLINI Y HITLER

     ¿Qué opina sobre el fascismo, Mussolini y Hitler?

    – El fascismo y todos los movimientos de signo nacionalista que aparecen en la Europa de la pos-guerra, después de Versalles, son una consecuencia lógica de una paz impuesta de manera arbitraria por las potencias vencedoras. Mussolini, cuya procedencia socialista es bien conocida, levantó el espíritu nacional en Italia; fue un hombre realmente extraordinario; quizá su única equivocación, equivocación fatal, fue apresurarse a entrar en una guerra, en la que pudo haber sido el mediador más excelente, evitando la catástrofe de Europa. 

    Con lo que respecta a Hitler, austríaco, enamorado de la gran Alemania, el juicio hay que reservarlo todavía a la historia, porque la historiasobre Hitler, y sobre el Nacionalsocialismo, no la han escrito más que los vencedores.


     ¿Su postura ante los llamados “universitarios rebeldes”?

    – La rebeldía es noble cuando busca un noble objetivo; la rebeldía no es más que un estallido de los instintos cuando refleja una pura intranquilidad que precisa desahogo. En la rebeldía contra la injusticia se basó precisamente todo el movimiento político de la Falange. La rebeldía, por consiguiente, es noble; [en] la rebeldía contra instituciones importadas, [que] cavaban el sentimiento y las costumbres nacionales, se inspiró el movimiento tradicionalista; pero en la rebeldía también fruto de los puros instintos, sin buscar esos objetivos nobles, se basa también el anarquismo y el comunismo. Hay una rebeldía santa y hay una rebeldía condenable, exactamente como hay una pasión que se ennoblece al servir causas, como por ejemplo, la de Dios, la de la patria; y hay una pasión desordenada, como es aquélla que se pone al servicio del crimen o del delito.


    DESDE LA ETA HASTA MAO

     Quisiéramos su opinión sobre la ETA, Cirarda, Añoveros, Ché Guevara y Fidel Castro.

    – La ETA es un movimiento subversivo, separatista, marxista, con unas guerrillas audaces que llaman “de asfalto” y la preparación de las guerrillas de monte, cuyo lema es la guerra contra España; es decir, secesión de las provincias vascas, españolas y francesas, para constituirse con ellas totalmente independiente. Entonces, la lucha de la ETA es contra España y contra los españoles, cualquiera que sea su ideario político; son los últimos flecos de un grupo realmente teocrático que fue el nacionalismo vasco, tal como lo pensó, lo concibió y lo dirigió Sabino Arana. 

    Monseñor Cirarda es un hombre extraordinariamente inteligente, preparado, sobre el cual ha caído una tarea gravísima; se encuentra con una diócesis, la que administra sobre todo, y a quien unas circunstancias que yo no conozco le han llevado a publicar la homilía y a mantener una postura que yo no comparto. Y que no comparto porque empiezo por no aceptar el Fuero Eclesiástico, tal y como está regulado en el artículo 16 de nuestro Concordato, que excede y supera incluso lo establecido en el Canon 120 del Código de Derecho Canónico.

    Al doctor Añoveros, no lo conozco. Creo que no comparte algunos puntos de vista personales míos sobre el tema de libertad religiosa.

    “Ché” Guevara es una de las personalidades más destacadas por la propaganda en los últimos tiempos. Su historia personal está llena de crímenes; el día en el que la historia demuestre cómo han sucedido los acontecimientos que motivaron su muerte en Bolivia, se sabrán muchas cosas.

    Fidel Castro, por su parte, no era más que un agente del partido comunista, y ha transformado a Cuba en un inmenso campo de concentración.


     ¿Se mantiene usted en la postura de aquel famoso artículo titulado “Hipócritas” publicado en ABC contra USA?

    – La publicación de aquel artículo me costó el puesto de director del Instituto de Cultura Hispánica. Pero yo no escribí el artículo contra los Estados Unidos de Norteamérica, sino contra una serie de potencias y contra la Administración concreta de los Estados Unidos en aquel momento, precisamente por la contradicción que existía entre los principios que esa Administración programaba y la política concreta que seguía.


     Ahora, ¿nos puede hablar del choque carlistas-Gobierno?

    – En general, la política que el Gobierno ha seguido con respecto al carlismo me parece equivocada.


    “NO ASPIRO A SER MINISTRO”

     ¿Aspira usted a ser ministro?

    – No; aspiro simplemente a ser español que cumpla con su deber.


     Se habla de que usted es más papista que el Papa y más franquista que Franco.

    – Bien, puede ser. No puedo juzgarme a mí mismo.


     ¿Cómo marcha “Fuerza Nueva”?

    – Venciendo dificultades, aumenta cada día el número de suscriptores y de lectores, con toda la significación que un lector de “Fuerza Nueva” tiene desde el punto de vista político.


     ¿Qué piensa de la democracia cristiana?

    – Otra profunda equivocación. La democracia cristiana responde a un talante, que creo tiene que ver poquísimo con el cristianismo auténtico y sincero.


     ¿Y de Ruiz-Giménez?

    – Ruiz-Giménez varía de opinión continuamente. Yo no sé cuándo podría juzgarle; si cuando llevaba la camisa azul y presumía de ser hombre de la Vieja Guardia, o ahora, cuando habiendo cambiado ciento ochenta grados, se proclama neoliberal y neosocialista.


    Así ha hablado Blas Piñar, personalidad discutidísima en el panorama político español.

  9. “Recibir interés por un préstamo monetario es injusto en sí mismo, porque implica la venta de lo que no existe, con lo que manifiestamente se produce una desigualdad que es contraria a la justicia. Para su evidencia, debe recordarse que hay ciertos objetos cuyo uso consiste en su propia consumición; así consumimos el vino utilizándolo para la bebida y el trigo al emplearlo para la comida. De ahí que en estos casos no deban computarse separadamente el uso de la cosa y la cosa misma, sino que a todo aquel a quien se concede el uso se le concede también la cosa misma. De ahí que, tratándose de tales objetos, el préstamo transfiere la propiedad de los mismos. Luego si alguien quisiera vender de una parte el vino y de otra el uso del vino, vendería dos veces la misma cosa o vendería lo que no existe; y por esta razón cometería manifiestamente un pecado de injusticia. Por igual motivo comete una injusticia el que presta vino o trigo y exige dos pagos: uno, la restitución del equivalente de la cosa, y otro, el precio de su uso, de donde el nombre de usura.

    Hay, por el contrario, otros objetos cuyo uso no implica su propia consumición; así, la utilización de una casa es habitar en ella, no destruirla, y, por consiguiente, tratándose de esta clase de cosas, se pueden conceder por separado ambos elementos, como cuando se cede a otra persona la propiedad de una casa, reservándose para sí el uso durante un cierto tiempo; o a la inversa, cuando se le concede el uso de la casa, reservándose para sí su dominio. De ahí que se pueda lícitamente recibir un pago por el uso de un inmueble y reclamar después la devolución del edificio prestado, como ocurre en el alquiler y arrendamiento de casas.


    Mas el dinero, según el Filósofo, en V Ethic. y en I Polit., se ha inventado principalmente para realizar los cambios; y así, el uso propio y principal del dinero es su consumo o inversión, puesto que se gasta en las transacciones. Por consiguiente, es en sí ilícito percibir un precio por el uso del dinero prestado, que es lo que se denomina la usura. Y del mismo modo que el hombre ha de restituir las demás cosas injustamente adquiridas, también ha de hacerlo con el dinero que recibió en calidad de interés.” (SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II-IIae, q. 78, a. 1)

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