Hay tres concupiscencias que llevan a la perdición, representadas en las tres tentaciones de Jesús en el desierto. Y esas tres tentaciones son en las que ha caído la derecha española, como abanderada de la salvaguarda de nuestras raíces cristianas. La tentación de la carne, la de la soberbia y la de las riquezas.
Aunque todas se relacionan con todas y todos comen del plato común, la derecha liberal encarna sobre todo la caída en la tentación de la carne, al amparar la libertad sexual, el consumismo, etc. La derecha tradicionalista encarna sobre todo la caída en el orgullo, al creerse mejores y más puros que los demás, a quienes a menudo niegan incluso su dignidad natural. Y finalmente, la derecha conservadora encarna la caída en la tentación de las riquezas, al amparar la usura y el economicismo como medio de vida. En definitiva, todo aquello que supuestamente debiera defender la derecha, en realidad lo pervierte generando una reacción que es aún peor, ya que se basa en la negación de todo aquello que dicen defender, y esa reacción es la izquierda.
De algún modo todo eso está en el origen propio de derechas e izquierdas, y por más que se hayan confundido los términos con el tiempo, su fundamento persiste hasta hoy: perversión y revolución. Por eso es tan necesario trascender esa dicotomía.