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El dilema del prisionero y otros intentos de explicar las relaciones humanas mediante modelos matemáticos
elprotegido ha publicado un contenido en Ciencia y tecnología
El ejemplo del dilema del prisionero muestra una ley inexorable: Ninguna persona podrá llegar muy lejos si no vive inserto en una comunidad con la que coopera y en la que existe confianza mutua. Si ambos prisioneros confían el uno en el otro -si, por ejemplo, son hermanos- ambos van a confesar el delito y cumplirán menor pena. Si, en cambio, no se fían el uno del otro, ambos inculparán a su colega y cumplirán una pena más alta. Nuestro intelecto busca una lectura elevada de esta situación hipotética y nos conduce a la idea de que los lazos comunitarios y las relaciones personales profundas son, pues, parte intrínseca de la Creación. Uno de los conceptos básicos de la teoría de juegos (de la que advierto que no soy especialista) es el llamado "equilibrio de Nash" (en referencia al matemático estadounidense que fue premio Nobel de Economía), que es el que en este caso da lugar al escenario aparentemente desconcertante y paradójico. Un equilibrio de Nash es una situación en la que si un jugador decide desviarse de su estrategia cambiándola por otra distinta es imposible que aumente su beneficio. Es decir, una situación en la que si todos los jugadores están aislados e incomunicados entre sí, lo mejor que pueden hacer es no cambiar de estrategia. En el caso del dilema del prisionero, la situación cooperativa en la que ambos jugadores confiesan no es un equilibrio de Nash: En efecto, si un jugador decide desviarse de la estrategia cooperativa e inculpar al otro jugador, que confiesa, su beneficio se verá aumentado. Un equilibrio de Nash existe, en cambio, en la situación en la que ambos prisioneros se inculpan mutuamente: Efectivamente, si el otro prisionero va a inculparme, para reducir mi pena no debo dejar de inculparle a él. Ahora bien (y aquí ya me desvío de la exposición de los dos párrafos anteriores para entrar en mi interpretación personal), el equilibrio de Nash es un escenario -el más simple desde el punto de vista de los escenarios generales en juegos que pueden tener algún interés tanto matemático como de la interpretación de la realidad que pretende hacer el modelo matemático en cuestión- propuesto en los momentos en los que la teoría de juegos era una área naciente. Sin embargo, a mi juicio es (gracias a Dios) dudoso que en la vida real las personas suelan (ni que sea inconscientemente) conducirse siguiendo equilibrios de Nash. Por los siguientes motivos: - La teoría de juegos en general siempre supone que los jugadores saben utilizar de manera óptima la información de la que disponen. Huelga decir que eso es nada realista. - La teoría de juegos supone que el interés de los jugadores es maximizar su beneficio personal. Sin embargo, a veces las personas (nobles) sacrifican sus intereses por un amor, una pasión, una fe o una lealtad. Otras personas (más bien innobles) sin embargo, sacrificarían su beneficio para regodearse en haber provocado la desgracia ajena. Inculparían al otro prisionero sin más contemplaciones y sin importarles lo que va a hacer, para verlo pudrirse en prisión el mayor tiempo posible. - Más en concreto, el equilibrio de Nash lo es en referencia a las desviaciones individuales, mientras que es completamente insensible a las coaliciones y las estrategias cooperativas. El caso del dilema del prisionero es un ejemplo: Si ambos reclusos se tienen gran aprecio y confianza mutua, ambos van a confesar. Es decir que, en este caso, conocer cuál es el equilibrio de Nash no habría servido en absoluto para predecir el comportamiento de los jugadores. Todo esto muestra que los modelos matemáticos que intentan explicar las relaciones humanas no dejan de ser un intento que está lejos de poder explicar nuestra manera de relacionarnos, a pesar de que tengan su indudable interés. El positivismo cree que un progresivo refinamiento de los modelos matemáticos llegará a explicar con bastante precisión el comportamiento humano (lo que sin duda nos lleva a relacionarlo con la quimera transhumanista). Sin embargo, debemos proclamar que los positivistas se equivocan: El hombre ha sido creado por Dios y, por lo tanto, su alma no podrá nunca ser diseccionada por el intelecto humano, quedando siempre una parte de la misma completamente ininteligible.-
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