Creo le gustará especialmente a Gerión. Sacado de un mensaje de un gran forero de Hispanismo.org. http://hispanismo.org/hispanoamerica/17708-potencialidad-hispanoamericana-2.html#post164016 Los hechos: 577 millones de hablantes (de MANIFIESTO PANHISPÁNICO)


MOVIMIENTO HISPANOAMERICANISTA SECCIÓN URUGUAY SECTOR ENSEÑANZA·Martes, 17 de julio de 2018



Imagen de portada: Diario El País de España, el elpais.es, con datos del Instituto Cervantes, 3 de julio de 2018.

Cfr. MANIFIESTO PANHISPÁNICO


SUMARIO 1. Introducción 2. Los hechos: 577 millones de hablantes3. La herencia cristiana católica 4. De cerca y de lejos: Hispanidad Humanista e Hispanidad Totalitaria 5. Hispanidad Ortodoxa e Hispanidad Heterodoxa 6. Identidades: lo indio, lo indiano, lo español, lo americano, lo mestizo, lo hispano americano y lo americano latino. 7. Lo panhispánico


Uno de los últimos manifiestos hispanistas –declaraciones, decálogos- es el Pacto ideológico hispanista de Fermín Franco Medrano, físico y matemático aplicado de Osaka, Ensenada, Baja California, de junio de 2017. [1] Propone un decálogo a manera de “ideología”, “identidad común”, “base mínima” o “declaración de principios”, dejando en claro “lo que todos apoyamos, lo que todos rechazamos”, mirando “al futuro, a un próximo paso para la construcción de esta Unión Hispana, que empezaría por una buena base de concienciación social en todos los países […]”. Al convocar las firmas de los hispanistas “de todo el orbe”, y haber obtenido respuesta –si bien por ahora, modesta-, Fermín Franco Medrano ha demostrado que la existencia de grupos internacionales de hispanistas es una realidad. 

Al mismo tiempo, hay muchas cosas que el decálogo “no es” –aclara el autor-: “no es una definición de […] ‘una persona de nacionalidad hispana’ en cualquiera de nuestros países actuales ni de un futuro estado de la ‘Unión hispana’ […] tampoco es una ‘carta de derechos civiles’ o ‘constitución’ de ese hipotético ‘estado nación hispano’ […].”

Este documento también propone no asumir como definiciones colectivas, pero sí respetándolas como puntos de vista personales, aquellas cuestiones que generan debates insuperables entre hispanistas. Busca –según interpretamos- impulsar criterios y requisitos para el diálogo abierto, franco, libre, en el entendido de que los vínculos comunes se construyen. Fermín Franco Medrano considera que esos criterios de identidad son, entre otros:


1. La lengua castellana como bastión de nuestra identidad, lengua franca y principal lengua de difusión cultural, sin menoscabo de las lenguas nativas.

2. Nuestra herencia cristiana católica a un nivel histórico y cultural. [Sus aportes a la comunidad, sobre todo sus valores universales, según interpretamos]

3. El reconocimiento de la herencia ibérica española por al menos dos de las siguientes tres vías: cultural, étnica o lingüística. La Iberia española es el origen y aglutinante común, estando los pueblos hispanos enriquecidos étnica y culturalmente por poblaciones y culturas globales de los cinco continentes, sobresaliendo por número las nativas americanas. [En una época de reconocimiento de las identidades, las que pueden sostener a las personas, esta es una identidad, o sea, una certeza en tiempos de globalización e incertidumbre]

4. Algunos elementos de la cultura popular como la importancia de nuestros lazos familiares y fraternales, la visión optimista y alegre, la calidez en el trato, el altruismo, etc. más allá de que hayan tenido o no un origen cristiano hace siglos.


El primero de estos puntos programáticos es el más exitoso y que más adhesiones ha concitado a lo largo de la historia del hispanismo, y este documento panhispánico intentará enriquecer con aportes el anterior. Como programa, ha sido tomado por millones de personas de manera unánime, y se ha convertido en política de Estado de los países iberoamericanos. El idioma castellano por su origen, español por el Estado que lo oficializó primero e hispanoamericano por la región del mundo donde más se ha extendido, ha podido contar con la solidaridad de los escritores –filósofos, historiadores, ensayistas, académicos-; de los sistemas de Educación pública, de los internautas de los medios electrónicos, radiales, y satelitales de comunicación; de los periodistas, impresores, empresarios, industriales, artesanos, comerciantes, feriantes, cocineros, barrenderos, dirigentes políticos, obreros y familias; deportistas, artistas, cantores, actores, actrices; del humilde y cotidiano vecino de la esquina, don José y doña María. Si ha tenido éxito es porque ha llegado a convertirse, -por obra del espíritu comunitario-, en fuerza social. 

El desarrollo de una conciencia lingüística como primer rasgo de una identidad compartida de alcance universal, es el hallazgo más notable de la comunidad hispanohablante en los últimos siglos; y es, al mismo tiempo, un postulado enteramente hispanista, cuyo irreversible triunfo, hispanistas notables, fundadores del hispanismo, apenas pudieron soñar, sin llegar a ver, como nosotros. 

¿Por qué es tan importante que millones de personas compartan un patrimonio lingüístico común? Porque, como dejó escrito uno de los primeros autores que lo propuso:


“La sangre de mi espíritu es mi lengua,/ y mi patria es allí donde resuene/ soberano su verbo, que no amengua/ su voz por mucho que ambos mundos llene [...]
“Y esta mi lengua flota como el arca/ de cien pueblos contrarios y distantes,/ que las flores en ella hallaron brote, […]”

“[…] lengua en que a Cervantes/ Dios le dio el Evangelio del Quijote.” (Miguel de Unamuno, La sangre del espíritu, España, 1910) 


Una lengua capaz de unir a cien pueblos en ideales comunes, como en su momento lo hicieron el griego, en la Koiné, y el latín, en la Latinidad. Una lengua capaz de contener mundos diversos brotados de raíces diferentes. Una lengua capaz de conservar la tradición y dotar de sentido a la innovación. Una lengua vehículo de pensamientos y sentimientos que enriquezcan el alma. La lengua de esta civilización que es como una persona que tiene algo que decir, algo que puede beneficiar a otros, algo, que de esta manera llegará sin dificultad a oídos de otros. Del éxito de este primer postulado hispanista que es la afirmación de la conciencia lingüística como primer peldaño en la afirmación de otras formas de conciencia comunitaria se deriva un primer resultado notable: ya habitan el mundo más de 577 millones de hispanohablantes, el 7,6% de la población mundial. Y es de esperar que en pocos años seamos 600 millones los hablantes de español. El hispanismo no solo vive y triunfa, sino que cosecha.

El Instituto Cervantes ha dado a conocer la noticia el día 3 de julio. A finales de los años 1970 se sabía que había 300 millones de hispanohablantes. Medio siglo después esa cifra casi se duplicó. Muchas otras cosas no han cambiado, pero esa cambió de forma revolucionaria. Una poderosa fuerza social y demográfica avanza.

Los 480 millones de hablantes nativos de español –los que hablan español desde la cuna- superan a los 399 millones de hablantes nativos de inglés. En todo el mundo, solo los 960 millones de hablantes nativos de chino –que son menos que los habitantes de China- superan a los nativos de español. Pero el chino no tiene la misma proyección internacional que el español. El chino –al menos por el momento- es una lengua nacional, no internacional. Muy por detrás queda el francés con 78 millones de hablantes nativos en el mundo. Según los expertos, el español tiene a su favor dos características de las que otras lenguas carecen: es homogéneo –no está diferenciado en dialectos que puedan romper su unidad-, y es geográficamente compacto. La acción constante y consciente de miles de personas a lo largo de siglos lo ha permitido.

Por ahora, la auténtica diferencia a favor del inglés es su consideración de lengua franca, lo cual depende de la hegemonía de ciertos bloques. Por ejemplo, la expansión comercial y política del Reino Unido y de EEUU desde mediados del siglo XIX ha generalizado el uso del inglés; la adopción del inglés como lengua oficial por la Unión Europea le ha sumado 500 millones de hablantes, así como la pérdida del estatus de lengua oficial del español en Filipinas en 1986, igual que en otras partes de Asia. Estas coyunturas –que se podrían revertir- hacen que el número de hablantes no nativos del inglés (648 millones) supere al de hablantes no nativos del español (97 millones), mientras que el francés cuenta con 190 millones de hablantes no nativos. Pero los hablantes no nativos suelen ser hablantes de competencia limitada, que valoran la lengua como instrumento y no como vehículo de una personalidad colectiva común. Que serían los primeros en desertar si cambiaran las condiciones históricas. Ese es, potencialmente, el talón de Aquiles de USA-UK, de la “Commonwealth”, y de “la Francophonie”.


De esto surgen varias tareas urgentes para todo buen hispanista: 

1. El mundo sigue creyendo que por razones estratégicas, es más importante estudiar inglés –incluso francés-, o adoptar el inglés –incluso el francés- como lenguas francas, que el español. ¿Por qué el mundo sigue creyendo esto? Porque todavía la hegemonía internacional ideológica y material de los países anglohablantes o francohablantes sigue siendo un factor notable del orden mundial; y no quieren perderla. La tarea de los grupos hispanistas sobre este punto debería ser, por un lado, revertir la imagen, -que es injusta, y en el fondo, falsa- del español como lengua “local”; y por otro, revertir el hecho. El caso del idioma francés demuestra que la extensión de una lengua no determina, automáticamente, mayor grado de hegemonía; pero, a la inversa, la influencia internacional, con frecuencia, neocolonial, –que en el caso de Francia y Bélgica siempre es a la cola de los países anglosajones, pero es- determina el aumento del número de hablantes no nativos de una lengua, de forma exponencial, incluso ridículamente exponencial. La elección del francés como lengua oficial de países muy poblados, muchos de ellos, africanos –como el Congo, con sus 25 millones de habitantes-; y la imposición de esta misma lengua como lengua franca de un grupo de países, como es el caso de la Organización Internacional de la Francofonía, que agrupa 80 países en todos los continentes, -con criterios muy amplios, como “Estado miembro”, “miembro asociado”, “miembro observador”, categorías estas últimas que abarcan un número increíble de países europeos-, y donde además de países, se incluyen comunidades dentro de países, como es el caso de la “Comunidad francesa de Bélgica”; Quebec y Nuevo Brunswick en Canadá; “Comunidad del Valle de Aosta”, en Italia; que, por otro lado, integra a Haití, México, Costa Rica, Argentina y Uruguay, como “miembros observadores en América”, son factores importantísimos para que el francés tenga un número exageradamente alto de hablantes no nativos en comparación con el número de hablantes nativos. Lo cual está lejos de ser un esfuerzo para unir a los pueblos de una Patria grande y sí, en cambio, formar un Imperio neocolonial. La relación de muchos países, nuevos en el mundo, como neocolonias con sus neometrópolis, Francia y Bélgica; y otras veces, sencillamente, como anexiones ultramarinas bajo la forma de “departamentos de Francia” también es decisiva para que no puedan escapar al sistema. Una de estas anexiones, la Guayana francesa, la tenemos en América del Sur; nuestros noticieros poco la mencionan, -como no se refieren nunca a la “Francophonie”-, pero le suma más de 250.000 hablantes a Francia, Estado centralizado, unitario, que ignora las autonomías. El presidente de Francia, E. Macron, hace poco ha anunciado una nueva ofensiva en este terreno. Neocolonialismo que se ha mostrado sin máscara en los casos de las intervenciones de Francia, algunas de ellas militares, en países como Siria, Malí, Guinea Biseáu, y Madagascar, todos excolonias. [2]

Revertir la imagen: Se debe mostrar a propios y extraños que la verdadera trascendencia histórica de una lengua se debe a su número de hablantes nativos, y lo demás, son trampas al solitario. Por ejemplo, la región hispanohablante cuenta con el mayor número de universidades acreditadas desde los años 1500. Ya por 1800 eran veinticinco. Este tipo de hazañas culturales solo pueden ser obra de una comunidad de hablantes nativos, de personas que pertenecen a una identidad en la que han crecido desde la cuna, no de personas a las que se les impone una identidad o que se las presiona para que la asuman por razones interesadas. Como evento colonial no tendría trascendencia histórica sustancial, sería simplemente un mecanismo de influencia. Pero estas universidades hispanoamericanas, de las cuales las más antiguas son la Universidad Santo Tomás de Aquino, fundada en Santo Domingo en 1538, y la Universidad de San Marcos, fundada en Lima, en 1551, que desde entonces han seguido funcionando durante siglos, y hasta la actualidad, son glorias nacionales en República Dominicana y en Perú. Lo cierto es que por esta vía se puede aumentar el número de hablantes nativos, atrayendo a nuestras universidades a los no nativos, siempre y cuando la oferta sea de calidad, lo cual es un hecho indiscutible en el caso de las universidades más antiguas y de más prestigio. [3] Invitándolos a radicarse en nuestras patrias y aportar; creando una sólida comunidad científica hispanohablante de destaque internacional, cuando lo que viene ocurriendo es, al revés, que invertimos en formar estudiantes nativos que después se van y aportan el resto de sus vidas a otros países. No es tan difícil hacerles propaganda a nuestras universidades, ya que la realidad termina por imponerse: son más baratas que las anglosajonas, muchas son públicas y gratuitas, sin que esto aminore su calidad; es falso que para cursar estudios académicos superiores haya que estudiar toda la vida inglés –o francés- y matricularse en universidades anglófonas o francófonas a precios usurarios; el estudiantado de esos centros se caracteriza menos por su brillo que por su sobreendeudamiento, como lo indican muchos informes (y demandas presentadas por los estudiantes). También es falso que las becas ofrecidas desde el extranjero se adjudiquen pensando en darnos oportunidades: normalmente se dan para sondear talentos y fugarlos a países menos creativos que los nuestros. En cambio, sería deseable que se hablara perfecto español, que se leyera y se escribiera mejor en este idioma: el mundo sigue siendo de los que leen y escriben, de los piensan, investigan y producen pensando en beneficios para su comunidad y no para una potencia extranjera. También sería deseable que se contribuyera más con la red universitaria iberoamericana, sobre todo la pública y gratuita, pensando en el conjunto de la comunidad, como fue nuestra tradición; pero también, en formar una sólida red de universidades públicas, privadas, comunitarias, formales e informales que se apoyen entre sí en cuestiones como recursos y currículos. Tampoco los “índices de calidad académica” deben quitarnos el sueño. Como ya sabía San Pablo, no hay sanción legítima para quien no está convencido. Ciertos estándares de calidad académica de exclusiva invención anglosajona son tan arbitrarios como otros que se aplican al mundo de las finanzas, de la jurisprudencia, de los intercambios comerciales, y de los derechos de autor. Están hechos a medida del inventor y no es extraño que en estas condiciones el inventor “triunfe en el mercado”. Para nosotros son un “lecho de Procusto”, nombre del asesino griego que estiraba o mutilaba a sus víctimas supuestamente con la excusa de que encajaran dentro de la cama que les había tendido, y que jamás era de la medida de estas. Ya nos hemos referido a características que nunca podrían ser indicador de calidad en ningún sistema: una es el sobreendeudamiento, la otra son una serie de formas tan graves de marginación, que una parte de la población está convencida de que el talento está por detrás del dinero, invirtiendo la fórmula de Salamanca. En cambio, el mundo hispanohablante, que tiene una riquísima tradición intelectual, bien podría trazar sus propios criterios de calidad universitaria. Si queremos que más estudiantes del mundo estudien español, debemos atraerlos a nuestras universidades desde todas partes del mundo, destacando las virtudes de las nuestras, que para empezar, son las más antiguas de América; y como la caridad empieza por casa, debemos invitar a estudiar en ellas, primero, a nuestros estudiantes –cualquiera sea su etnia o grupo social-, en vez de recomendarles que se vayan. Lo que decimos de las universidades, se podría decir de muchas otras iniciativas. Un ejemplo bien conocido es la actividad en conjunto que escritores y editores de textos en español han venido realizando desde la segunda mitad del siglo XX, dando paso a una “explosión” de la literatura en lengua española que ha permitido recuperar la posición del español como lengua literaria internacional de prestigio que tenía en el Siglo de Oro, o los esfuerzos del cine hispanoamericano o de la industria audiovisual que han podido hacer llegar a tierras extrañas el sentir propio de nuestras almas, penas y alegrías cotidianas, pero que en primer lugar debieran llegar a nuestra gente a través de una red de cine independiente. Falta producir más textos científicos en español sobre temas que solo nosotros podemos, invitando a los científicos del resto del mundo a leerlos en español, pero, sobre todo, a los miembros profanos de nuestra comunidad, lo cual exige una política urgente de mejora de la calidad de la enseñanza y de los aprendizajes por todos los medios posibles, formales e informales, y el despertar de un interés genuino por el conocimiento –el saber por el saber mismo- más allá de sus funcionalidades. Por otra parte, el interés por estudiar aumenta si los planes de estudio son pensados junto con las oportunidades o salidas laborales. Si al pensar los planes, también se tiene en cuenta el estado de una determinada industria o sus posibilidades a futuro en un determinado momento. Por ejemplo, la carrera de Licenciatura en Ciencias Históricas puede pensarse como el estudio de grado para un posgrado en actividades de valor económico vinculadas a las industrias de: cine histórico, literatura histórica, artes gráficas históricas –desde la decoración y la pintura hasta las historietas o cómics y las caricaturas-, arquitectura historicista, etc. Discusiones que todo buen hispanista, dentro de la urgencia de la tarea, debe dar, apoyando iniciativas de los otros, promoviendo iniciativas él mismo.

b. Revertir el hecho: En primer lugar, reconocer el hecho. Hay proyectos geopolíticos en pugna; esto es una realidad y no una declaración de deseos. Nos gustaría que en el mundo hubiera solidaridad y no competencia entre bloques y potencias: sería todo más cordial, fácil y productivo; y no es que no haya ninguna forma de solidaridad internacional, pero hay un fondo de competencia, guste o no, de rivalidad que se viene dando de manera constante desde hace siglos y que no impusimos nosotros; que tampoco podríamos eliminar; pero que debemos saber manejar. En segundo lugar, -y en consecuencia-, debemos saber cómo interpretar la geopolítica del mundo en que vivimos para transformarla. Por ejemplo, el porcentaje del PBI mundial que representa toda la producción anual de bienes y servicios de los países hispanohablantes es –al menos por ahora- solo el 6,9% del total, donde el PBI de España es el 1,6% del PBI mundial; de los países de la Comunidad de lengua portuguesa, donde el PBI de Brasil es el 2,39% del PBI mundial, mientras la de quienes hablan chino es el 18,2%, y la de los países anglosajones, casi diez veces superior: el 55%; solo EEUU representa el 25% del PBI mundial, Reino Unido y el ex imperio británico o Commonwealth, el 30%. Y aunque también es cierto que el uso de una lengua común puede multiplicar por tres en una zona los intercambios comerciales, esto tampoco es mecánico. [4] Cómo se construyen estos datos, qué es lo que significan, por qué motivos es necesario verlos con ojo crítico, qué fuerzas los distorsionan, y cómo se puede hacer para incidir sobre ellos, son todas cuestiones que deben preocupar a un buen hispanista.

c. ¿Significa esto que la Hispanidad tiene que organizarse de la misma manera que la Francofonía o la Anglósfera, es decir, buscando la hegemonía mundial, el liderazgo técnico, material, financiero, militar, neocolonial, neoimperial; poniéndonos incluso para lograr esto, interesada y servilmente a la cola de potencias que graciosamente podrían compartir con nosotros las migajas del banquete, por aquello de que “es mejor ser cola de león que cabeza de ratón”? Si la respuesta es no, se debe a que la Hispanidad desde su origen se ha pensado como una comunidad de hombres libres, un régimen de personas. Decían los fundadores del hispanismo: “somos una raza espiritual, no una raza material, biológica”. [5] Hispanidad como una comunidad que entiende la política –considerada, a su vez, actividad de índole social superior- como regida por valores que no pertenecen solamente al ámbito material, -como el dinero y el poder- sino al plano del espíritu. Para cosas más altas hemos nacido [6] y es más exigente trabajar por ellas; valen la pena y la fatiga. Aspiramos a ser una civilización de tipo superior, donde “superior” no quiera decir que tiene la capacidad de saquear, oprimir e imponer, -señalaba también José Enrique Rodó, y comentaba, leyéndolo, Leopoldo Alas- sino de dar, y dar generosamente; de liberar y comprender.

2. La Hispanidad, que habla español, convive con otras formas de identidad: la Toltecáyotl, la herencia de los pueblos toltecas de Mesoamérica, -del Cemanáhuac-, que hablan náhuatl; la Ñande reko, el patrimonio cultural de los pueblos del tronco guaraní del Araguay, de la región fluvial de América del Sur; la Reqsechicuy, la identidad común de los pueblos del Tahuantinsuyo, la región montañosa de América del Sur, que hablan quechua. Las identidades pueden convivir unas con otras respetando su personalidad y sus límites. Y lo que decimos del idioma español se aplica a otros: para comprender una comunidad se necesita conocer su lengua y habilitar su palabra. Nadie puede, -como pretende el indigenismo paternalista- hablar por otro. Cada lengua comunica un mundo, y es insustituible. Y esto no excluye que una misma persona pueda formar parte de diferentes identidades. Que desde esa doble participación pueda establecer conexiones entre ellas, como Guaman Poma. Pero, cuando un León Portilla traduce e interpreta la Toltecáyotl para los mexicanos, lo hace desde la Hispanidad, desde el idioma español y su mundo. Su aporte, por lo tanto, es sobre la Toltecáyotl pero para la Hispanidad. Un aporte para la Toltecáyotl tendría que hacerse desde su núcleo espiritual y en su lengua. En cambio, se puede vivir en los bordes y fronteras de las identidades: hibridismo o mestizaje.

3. Son fuerzas que actúan a favor de la difusión del español, su situación actual de lengua no dialectizada, no diferenciada al grado de que pueda resultar de difícil comprensión para los hablantes de una misma comunidad como ocurre en algunos casos con el portugués (peninsular/sudamericano/africano), el inglés (británico/americano), y el francés (europeo/criollo). También actúa a favor del español el hecho de que teniendo mayor número de hablantes nativos, estos tienden a tener mejor competencia lingüística que los no nativos. Pero sobre estos dos pilares hay que trabajar de manera consciente, porque lo mismo que hoy son pilares mañana podrían convertirse en pies de barro, haciendo retroceder al idioma, y con él, al pensamiento. Y hay estudios que indican que millones de hispanohablantes nativos tienen bajo nivel de comprensión y de producción en español, colocándose cerca de los no nativos de competencia limitada. El sistema de Educación pública tiene mucho para hacer en este terreno; pero la Educación pública tiene que ser apoyada, -y no solo monetariamente- tiene que ser alentada; cariñosamente arropada por una Comunidad empática, porque los maestros y profesores –un solo sector social- no pueden llevar en soledad la carga del todo. Entre otras posibilidades, el desarrollo de centros de educación informal, de cooperativas, de educación libre, o comunitaria, de ser posible trabajando en red, pueden influir en la mejora de este proceso.

4. Por otro lado, una fuerza que incide en la difusión del español es que se habla en zonas geográficamente compactas. Hay 20 países independientes cuya lengua oficial es el español, los cuales se encuentran casi todos juntos en una misma área; y hay más países donde se habla español pero no es oficial. Esto sin desmedro de otras lenguas, pues en países como Perú y Bolivia hay hasta 38 lenguas nativas que son cooficiales. Hay, por hispanohablantes, hispanomexicanos, hispanonicaragüenses, hispanoperuanos, hispanochilenos, hispanouruguayos. Pero de esto mismo se puede inferir que un país hispanohablante dentro de una zona de influencia hegemónica anglosajona peligra perder su estatus lingüístico. Es el caso de Filipinas, donde en 1986 el español dejó de ser lengua oficial, después de haber sido la primera lengua de comunicación general de los pueblos de la zona desde 1565. Puerto Rico sigue luchando por el español como su principal seña de identidad e independencia, y EEUU, en su conjunto, donde más ha crecido el número de hispanohablantes, no solo lucha por la cooficialidad sino para no ser perseguido. En la misma España hay regiones donde la cooficialidad del español está en peligro; y el hecho de que en la Unión Europea el español no sea cooficial junto al inglés, resulta, -además de injusto-, peligroso. Convierte a la Unión Europea en territorio anglósfero. (¿Por qué inglés y no alemán, por ejemplo, cuando en Europa hay más hablantes nativos de alemán, -más de 100 millones- que de inglés -61 millones-? Si la respuesta es “por la proyección internacional del inglés”, entonces, ¿qué pasa con la proyección internacional –e histórica- del español?) [7] Lo mismo puede decirse de los organismos internacionales. [8] Se debería promover la reoficialización y la cooficialización del español en todos los casos en los que se ha producido una pérdida o sería justo un avance.

5. Si nos enfocamos ahora en el tema del número de hablantes nativos del chino y del español, hay dos potencias lingüísticas que se perfilan en el mundo, una en Oriente, y otra en Occidente. Porque los hablantes no nativos de otras comunidades lingüísticas fácilmente podrían desertar si cambiaran las condiciones históricas. La nueva fuerza histórica y social que podría cambiar de forma revolucionaria el mundo del siglo XXI es la Hispanidad unida. La producción, el comercio, el consumo, hoy en crisis, reverdecerían con el intercambio entre estas dos potencias del mañana: Hispanidad y China. Ya el Imperio romano que por primera vez instituyó la ruta de la seda, -luego ruta de las especias, y por último, ruta de la plata americana- era una potencia liderada –en sus mejores momentos- por emperadores de origen hispano. Ya el Mediterráneo cristiano, que perfeccionó la ruta, pudo contar, en la Edad Media, con el valioso aporte de una delegación castellana, émula de Marco Polo, que llegó a Samarcanda, Uzbekistán, mientras en el Atlántico otros castellanos exploraban las islas Afortunadas, hoy Canarias. Y el viaje de Colón por el Oeste no hubiera tenido sentido de no haber sido una opción para incorporarse a la ruta de la seda siguiendo un camino inexplorado. Así como luego de Colón, la ruta del Galeón de Manila, de España a México y de México a Filipinas y China hasta el año 1815. Relanzado el proyecto a fines del siglo XIX con el nombre de “Camino de China” [9], y frustrado por la guerra hispanoyanqui de 1898, hoy nuestros empresarios buscan el comercio con Asia Pacífico, que no solo es el comercio con China. El proyecto chino “Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda” lanzado por Xi Jinping en 2013, debe ser repensado y relanzado desde la Hispanidad, que siempre tuvo su propio proyecto en ese sentido, con la finalidad de armonizar los dos extremos del mundo, Hispanidad y China. De un estudio histórico en profundidad de todos estos momentos históricos de nuestra evolución, tenemos mucho que aprender sobre cómo funciona y cómo podría funcionar el mundo de hoy.

Un último tema, que suele aparecer en las discusiones sobre Hispanidad: no hay un nombre que pueda expresar la realidad del hemisferio americano en su conjunto. Los nombres “Hispanoamérica”, “Iberoamérica”, “América Latina”, tienen un valor instrumental, “práctico”, para los organismos internacionales –sobre todo, desde el punto de vista estadístico- y las cancillerías; pero la realidad del hemisferio es múltiple y una. No hay discurso, por potente que sea, que pueda abarcarla o crearla. En cambio, hay identidades, unas en contacto con otras. Las fronteras políticas de los países hispanoamericanos no coinciden con fronteras macroétnicas. Los Estados-naciones de la región se crearon con criterio político, luego reconocido por la comunidad internacional. Solo después surgieron unas “naciones”, en la medida en que los Estados crearon o fomentaron unos códigos comunes, como ya había hecho la administración española; siguiendo los mismos límites que había implementado la administración española con criterio administrativo –valga la redundancia-, es decir, que no estaban pensados para ser límites de naciones. Lo que se hizo fue crearles unos imaginarios comunes, una historia “oficial”, un himno, una bandera, un escudo, unas ceremonias cívicas, sistemas comunes de gestión, no siempre igual de justos o de eficaces para toda la población; un sistema de Educación Pública, un sistema de Salud Pública, un Ejército común, un Parlamento, un Poder ejecutivo, un mercado común, un mismo cuerpo cívico, una misma condición ciudadana, un sistema de comunicaciones compartidas, una prensa periódica compartida, y, finalmente, una lengua oficial. Ninguna de estas cosas por separado ni todas ellas juntas crean una “nación”. Lo que hacen es, “independizar” unidades administrativas dentro de lo que era un sistema administrativo común, el español. Solo desde este punto de vista hay nacionalidades, que unas veces unen, y otras separan a identidadespreexistentes; una Bolivia, por ejemplo, que agrupa a quechuas, aymaras, guaraníes, hispanos, pero al mismo tiempo los separa de sus hermanos de Perú, Paraguay o Argentina. Además existen etnias mestizas, híbridas, pero que ya tomaron identidad propia, o bien siguen siendo etnias impregnadas por otras; esto ocurre en todos los estratos sociales, desde el campesino criollo de influencia india, o las religiones de influencia africana, hasta las élites “cosmopolitas”, o “globalizadas”, que en realidad han sido anglicizadas. Pero agrupar a estos estratos diferentes en una “nacionalidad”, -peruana, chilena, mexicana- bajo la presión que suponen doscientos años de convivencia, no siempre deseada, es hacer, desde las élites asociadas al poder del Estado, un ejercicio de abstracción y de imaginación, luego impuesto a toda la población a través de la Educación, los medios de comunicación, los medios de transporte y otros medios técnicos. [10] Agrupar por otro lado, a estas “nacionalidades” en una región mayor, llamada “Hispanoamérica”, “Iberoamérica”, “América Latina”, ya es un grado más alto de abstracción y de imaginación; crear organismos regionales que respondan a estos criterios, como la SEGIB para los países “iberoamericanos”, o la CELAC para los países “latinoamericanos”, o UNASUR para los países “suramericanos”, -no hay ningún organismo, salvo la Real Academia Española, que agrupe a los países “hispanoamericanos”-, es esforzarse por materializar entidades abstractas en planos de complejidad creciente, lo cual supone también inversiones también crecientes en infraestructura, y una arquitectura de tratados y acuerdos con cesión también creciente de las soberanías político-administrativas. En la realidad, pertenecemos a diferentes grupos, unos más “cara a cara”, y otros más impersonales; unos más “imaginados”, que dependen de las imágenes colectivas que los medios de comunicación y transporte permiten; y otros más “tribales”; pero la Hispanidad es una identidad concreta, con mayor grado de abstracción que la identidad de un solo pueblo hispano, por ejemplo. Y las identidades siguen siendo, desde la “tribu” hasta la “nación”, una población con un idioma común, un conjunto de creencias comunes, una historia común, unas tradiciones comunes, unas costumbres comunes. Algunos de esos elementos o todos a la vez. En cuanto a la posibilidad de unir a los países en grandes bloques continentales, no hay la menor duda, ya que los países iberoamericanos no representan identidades sino aglomeración de identidades, encuadradas en antiguas jurisdicciones político-administrativas. Para unirlas, solo se necesitaría optar por una bandera –que fácilmente podría ser un mosaico de banderas-; un himno –que podría contener estrofas de cada uno de ellos- entre otros símbolos contemporáneos de estadidad; y unos aparatos administrativos comunes, que ya han empezado a ser creados por diversos bloques, una moneda común, un Sistema de Educación Público con autoridades que representaran a cada uno de los países, entre otras cosas. Y siendo más ambiciosos –porque todavía hay Estados que no han logrado integrar las regiones que los forman-, un mercado común, eliminación de aduanas, flexibilidad para las migraciones, libre flujo de capitales, etc. En cuanto a las identidades, sus mecanismos de integración son diferentes. Las identidades –en nuestros casos- son internacionales. No importa si están más acá o más allá de los límites de nuestros Estados, que se construyeron sobre la base de antiguas jurisdicciones administrativas sin criterio identitario, por más que los autores nacionalistas hayan tratado de asociar al Estado sucesor de la unidad político-administrativa Nueva España (Imperio mexicano, México) con los aztecas; al Estado sucesor de la unidad político-administrativa Perú, con los Incas, operaciones ideológicas se resultados meramente simbólicos, porque ni los aztecas ni los Incas recuperaron el poder dentro de esos Estados, ni marcaron la impronta cultural de los mismos. Es verdad que desde todos estos planos que acabamos de considerar, dispuestos como una estructura en hojaldre, cortada en trozos, se pueden tratar de crear “naciones” –políticas-, a partir de sentimientos localistas previos. Pero siempre estará, por ejemplo, la mirada nostálgica del criollo sobre lo indio, dirigida por la intención de fabricar símbolos, imágenes, sensaciones y sentimientos de valor puramente figurado; como también la mirada del indio contemporáneo occidentalizado estará marcada por el mismo interés; nunca estas miradas serán miradas comprometidas, toda vez que se trata de identidades diferentes, cada una con sus propio núcleo espiritual e intereses materiales diferentes y hasta contradictorios. Para el criollo lo indígena es simple símbolo de americanismo con el que se diferencia del europeo. Pero solamente desde la “Indianidad” –por decir algo- el “indio” se compromete con el “indio”.

2. Una observación: durante siglos las identidades no coincidieron con los límites políticos de los Estados-naciones –y hoy tampoco, en realidad-, considerando a los Estados-naciones como unidades políticas con pretensión de coincidir con el territorio habitado por una determinada nación, y a la inversa, la nación como un conjunto humano con la pretensión de tener un Estado propio. Durante siglos, las identidades vivieron sin Estados, sin territorios definidos, dentro incluso de Estados hostiles, como hoy los judíos, los musulmanes, y diría también los cristianos, si no fuera porque, la ampliación de la zona de influencia “cristiana”, es obra, cada vez más del ateísmo y no del cristianismo como tal. Cabe entonces pensar la Hispanidad como zona de influencia, como red de contactos, como flujos alrededor del mundo, y no solo como territorios. Ese fue, en realidad, el origen de la Hispanidad, como fue también el origen del Islam, y el origen de la difusión del pueblo que primero tomó el nombre de hebreo, luego de israelita y más tarde de judío, emigrando desde la antigua Ur, en el Medio Oriente, al Próximo Oriente, y desde allí al resto del mundo. Lo cual no es contradictorio con la existencia actual de Estados-naciones; solo que a veces la identidad se refuerza a través de la emigración, de los “entrañables” contactos a distancia, conviviendo diariamente con los diferentes; mientras los Estados actuales angloárabes o anglohispanos [11], muchas veces gobernados por élites egocéntricas, están cumpliendo la misión de enfrentar a unos pueblos con otros al tiempo que se someten ellas mismas como tributarias de la Anglósfera. 


[1] Es una Petición dirigida a los “Estimados hispanistas de todo el orbe”, disponible en peticiones24.com/decalogo_hispanista. Todos los destacados en cursiva de expresiones del autor son nuestros.

[2] “44 intervenciones militares francesas en África desde 1961” en Nuevatribuna.es, 15 de noviembre de 2015; Jean Batou, “El relanzamiento de las operaciones militares francesas en África y la apatía humanitaria de la izquierda” en Viento Sur, 5 de febrero de 2014; Iván Giménez, “Francia y su larga historia de intervenciones en África”, 12 de enero de 2013.

[3] En el Informe 2017 del Instituto Cervantes dice que hay en el mundo 21.252.789 hablantes de español del grupo GALE (Grupo de Aprendices de Lengua Extranjera). 

[4] “Foreman-Peck (2007) considera que las diferencias lingüísticas se convierten en un ‘impuesto’ sobre el comercio. Frankell/Rose (2002) y Helliwell (1999) identificaron las diferencias lingüísticas como barreras para el comercio, equivalentes a tasas que podrían implicar un incremento tarifario de entre un 15% y un 22%. También indicaron que el hecho de compartir una lengua común podría aumentar el comercio bilateral entre un 75% y un 170%. Sin embargo, Hagen (2008) recuerda que otros estudios como el de Siscart (2003) indican impactos más modestos, con un incremento tarifario de un 6% aproximadamente.” En José Paulo Alonso Esperança, Español y portugués, lenguas en convivencia. El valor económico de la lengua en las relaciones con el exterior. El caso portugués, Cervantes.es, http://congresosdelalengua.es/valparaiso/ponencias/lengua_educacion/esperanca_jose_p.htm

[5] “Digo Hispanidad y no Españolidad para incluir a todos los linajes, a todas las razas espirituales, a las que ha hecho el alma terrena –terrosa sería acaso mejor– y a la vez celeste de Hispania, de Hesperia, de la Península del Sol Poniente, entre ellos a nuestros orientales hispánicos, a los levantinos, a los de lengua catalana, a los que fueron cara al sol que nace, a la conquista del Ducado de Atenas.” (Miguel de Unamuno, “Hispanidad”, en Síntesis, Buenos Aires, noviembre de 1927.

[6] “Créeme Torcuato: para cosas más altas y magníficas hemos nacido, y esto podemos conocerlo por las mismas facultades y potencias del alma, entre las cuales está la memoria infinita de innumerables cosas, la conjetura no muy distante de la adivinación, el pudor que modera las pasiones, la justicia, guardadora fiel de la sociedad humana, y el firme y estable desprecio del dolor y de la muerte, para arrojarse a los trabajos y arrostrar con frente serena los peligros.” (Cicerón, Lelio, o diálogo sobre la amistad)

[7] Se supone que hay 24 lenguas oficiales en la Unión Europea, pero en los hechos, a partir de una apreciación errónea, el idioma oficial es el inglés. Lo anterior solo significa que un funcionario de la Unión Europea está obligado a recibir comunicaciones y contestarlas en español en el caso de que las presentara un hispanohablante. Ver https://europa.eu/european-union/topics/multilingualism_es


[8] Hay 6 idiomas oficiales de las Naciones Unidas, árabe, chino, español, inglés, francés y ruso. Pero muchas veces en la práctica este criterio se desconoce. Se trata de exigir que se cumpla.
[9] Enciclopedia Hispano-Americana, circa 1895. Ministerio de Ultramar. Editorial Jackson, Madrid/Barcelona/Nueva York.

[10] Para Benedict Anderson (Benedict Richard O'Gorman Anderson), las Comunidades imaginadas (1983/1991), son “artefactos” construidos social e históricamente. El Estado-nación se forma durante la era capitalista industrial durante la Época Contemporánea gracias a los avances técnicos propios de la época y América hispanohablante es una de las primeras regiones donde tiene lugar este proceso (Si bien con intervención británica) A esta etapa se llega, según el autor, por evolución, luego de pasar por la formación de las comunidades religiosas y dinásticas características de la Edad Media y la Época Moderna. El concepto de “imaginado” se refiere a las imágenes colectivas –como por ejemplo los mapas- que los medios de comunicación y transporte van creando entre grupos de personas en un determinado territorio considerado como componente de un Estado.

[11] Ver Julio C. González, La involución hispanoamericana. De provincias de las Españas a territorios tributarios: El caso argentino. 1711-2010, Editorial Docencia, 2010