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Domingo Fernández de Navarrete, el primer arzobispo de China

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https://www.cronicaeconomica.com/domingo-fernandez-de-navarrete-primer-arzobispo-de-china-123401.htm

 

La huella española en la China del siglo XVII
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Domingo Fernández de Navarrete, primer arzobispo de China

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Existen pocos países que tengan una historia tan rica y por otra parte tan olvidada por unos poderes públicos que se dedican a la gestión política de un día a día muy mediocre, propio de la época mundial tan poco edificante que nos ha tocado vivir en este inicio de siglo XXI. Los españoles no solo fueron los protagonistas en los siglos XVI, XVII y XVIII en Europa y América, sino también en Asia

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Actualizado 8 agosto 2018

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En el siguiente artículo no se menciona especificamente al Arzobispo Navarrete pero relata pormenorizadamente las pretensiones españolas sobre China en época de Felipe II. Hay que recordar que los intereses de la Monarquía Católica y la Iglesia discurrían unidas en aquel tiempo.

Se trata sin duda de un pasaje de nuestra historia bastante poco conocido y que, de haberse llevado a cabo, hubiera supuesto un mundo completamente diferente al que conocemos, que probablemente llegase hasta nuestros días.

Cita

Cuando los españoles planearon conquistar China en el siglo XVI, con ayuda de portugueses y japoneses

Categories Historia Posted on
 
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Ataque a la Gran Muralla / foto Shutterstock

Al hablar del imperio español es frecuente centrar la atención en Europa y América, quedando Asia y Oceanía en un segundo plano, quizá por la atomización de ese territorio. Tan sólo Filipinas parece alcanzar cierta importancia, a pesar de que España consiguió retener este archipiélago y otros de esa parte del mundo hasta 1898, cuando en los dos continentes señalados al principio ya sólo conservaba Cuba y Puerto Rico. Debido a esa postergación, ha pasado en parte desapercibido que durante el reinado de Felipe II se planteó seriamente la conquista de China y el rey tuvo sobre la mesa varios planes de invasión.

La idea de intentar entrar en aquel misterioso pero sugestivo país era antigua y ya en tiempos de Carlos V se sugirió alguna expedición en esa dirección. De hecho, en una fecha tan temprana como 1526 y de mano del mismísimo Hernán Cortés. El exitoso conquistador de México escribió una carta al Emperador en la que solicitaba autorización para dirigir una expedición a través de la Mar del Sur, es decir, el océano Pacífico, descubierto por Núñez de Balboa trece años antes.

Cortés no se refería exclusivamente a China sino que la mencionaba junto a Malaca o alguna otra de las islas especieras de esa región con el objetivo de no depender comercialmente de Portugal, pero es inevitable establecer un paralelismo con lo que pasó en el Nuevo Mundo a caballo entre los siglos XV y XVI: se empezó ocupando La Española y Cuba y de ahí habían saltado al continente derrotando al imperio mexica para expandirse luego por otras zonas.

 
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Hernán Cortés (anónimo)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Sin embargo, desde aquella misiva pasaron tres décadas y hubo que esperar a 1564, cuando Miguel López de Legazpi, ya con Felipe II ostentando la corona, atravesara casi quince mil kilómetros de agua con cinco naos y medio millar de hombres para descubrir y establecerse en aquel archipiélago formado por más de siete mil islas al que bautizó con el nombre del monarca, el mismo en cuyo reinado ya no se ponía el sol, gracias precisamente a aquel episodio.

Portugal no lo aceptó de buen grado y en 1568 atacó Cebú obligando a trasladar la capital a la más segura bahía de Manila; aún así, también ésta sufrió los rigores propios de la época cuando en 1574 una gran flota de piratas chinos la arrasó. Quizá fue esa incursión una de las causas que decidieron a los funcionarios virreinales locales a pensar hacerse con China e imponer una pax hispánica en aquellas latitudes.

Legazpi escribió al Rey “Si su Magestad pretende la China, que saquemos ques tierra muy larga rica y de gran población, que tiene ciudades fuertes y muradas, muy mayores que las de Europa, tiene necesidad primero de azer asiento en estas yslas”.

Lo cierto es que en 1569 el fraile Martín de Rada, que conocía bien el sistema político chino porque tuvo en su monasterio a un comerciante de esa nacionalidad refugiado del monzón, escribió una carta al Virrey de Nueva España (Filipinas estaba integrada administrativamente en dicho virreinato) planteando por primera vez documental y específicamente la ambiciosa empresa con el argumento de que se trataba de un imperio rico y civilizado frente a la pobreza de aquellas islas y explicando que no sería empresa difícil porque los chinos no eran guerreros, al basar su fuerza sólo en el número de soldados y sus fortificaciones.

Lo mismo que había escrito Legazpi: “La gente de China es nada belicosa, y toda su confiança esta en la multitud de la gente y en la fortaleça de la muralla, la qual sería su degolladero si se les tomase alguna guerra y asi creo que mediante Dios fácilmente y no con mucha gente serán sujetados”.

 

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Monumento a Legazpi en su localidad natal/Foto: Zarateman en Wikimedia Commons

El religioso veía en la operación militar la única manera de llevar la palabra de Dios a aquel país, ya que hasta entonces sólo se había podido establecer una misión jesuita en Macao -colonia portuguesa- sin que se permitiera a los misioneros penetrar en el interior. Los jesuitas aceptaron esa situación porque su estrategia proselitista era a largo plazo, lenta, al basarse en el aprendizaje de lengua y costumbres locales para ganarse la confianza de los habitantes y de sus dirigentes.

Pero Rada era agustino y prefería una evangelización rápida, al igual que los dominicos. China era demasiado prometedora como para esperar y al tener un alto grado de civilización el cristianismo arraigaría sin problemas, como poco después confirmaría el franciscano Pedro de Alfaro en Cantón; sólo hacía falta apoyo militar para asegurar la integridad de los misioneros en un primer momento.

El Virrey no fue muy receptivo pero cuatro años más tarde Diego de Artieda retomó la idea proponiéndosela directamente al rey en un informe: las Filipinas rendían muy poco y era preferible abandonarlas para centrarse en China (“…pues me aflige ver tantos dineros gastados en una tierra que no puede tener ningún beneficio”), a la que presentaba como muy superior en cuestión económica.

Él mismo se ofrecía a encabezar una expedición de exploración para reconocer la costa y obtener información para un plan posterior; sólo necesitaba un par de naos de no más de doscientas cincuenta toneladas cada una. Lo que sí había hecho el Virrey fue encargarle a otro marino, Juan de la Isla (uno de los capitanes de Legazpi), una exploración por las costas chinas en 1572 con la aprobación de Felipe II, entonces eufórico por su victoria en Lepanto.

Si Rada hacía hincapié en la evangelización, Artieda se centraba en la obtención de riquezas, sintetizando entre ambos los dos pilares que caracterizaron las conquistas españolas. Resultó además que los jesuitas de Macao empezaron a ver con temor la posibilidad de que España iniciara la aventura conquistadora y ellos fueran desplazados, así que algunos se avinieron a pedir lo mismo a su Corona.

El punto de mira ibérico se dirigía pues a Extremo Oriente y a su fabulosa abundancia de tierras fértiles (frente a los desiertos que se estaban explorando en Nueva España o las selvas filipinas), propicias para encomiendas productivas, así como para un comercio desarrollado, al contrario de aquel tan limitado que se había hecho con los indios; y es que, en efecto, con los chinos se estableció una compra-venta de productos de lujo como la seda pero también de otros de importancia tan grande como el azúcar, el algodón o la cera, a cambio del metal precioso que más apreciaban allí, la plata.

Entonces, en 1575, el embajador chino en Manila, Wang Wangoa, obtuvo la promesa española de que le entregarían vivo o muerto al pirata Lin Feng, azote de su litoral y del filipino. A cambio se llevó a unos diplomáticos hispanos a su país para buscar un lugar donde establecer un asentamiento comercial como el que tenían los portugueses en Macao. El sitio elegido fue la costa de Fujian, a donde viajaron Rada y otro fraile llamado Jerónimo de Martín protegidos por un pequeño destacamento mandado por el asturiano Miguel de Luarca. El problema fue que no hubo forma de atrapar al escurridizo Lin Feng y además el nuevo gobernador de Filipinas, Francisco de Sande, se portó con los chinos sin el más mínimo tacto, irritándoles y haciendo que expulsaran a Rada y los demás de Fujian.

Eso debió decidir a Sande a que al año siguiente enviara un despacho a Madrid detallando qué requisitos harían falta para una conquista de aquella envergadura. No eran exigencias muy grandes, teniendo en cuenta los condicionantes y el tamaño de China: de cuatro a seis mil hombres del virreinato -o del de Perú- embarcados en una flota de galeras construidas en el archipiélago mismo y una alianza con corsarios orientales, fácil de conseguir ante la perspectiva de botín. Las tropas desembarcarían en alguna de las provincias chinas ocupándola con facilidad porque el pueblo llano carecía de armas, de manera que con sólo doscientos soldados se podía tomar una ciudad de treinta mil. Luego, al ver las bondades de la administración hispana y la religión católica, los habitantes se unirían a ellos para derrocar a la dinastía Ming.

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Asalto de Lin Feng a Manila (por juanito Torres)/Imagen: Great Ming Military

Francisco de Sande completaba su misiva puntualizando que la operación no sería costosa económicamente, pues él costearía el equipamiento de la tropa y en vez de paga se la remuneraría con derecho a botín y posteriores mercedes, tal cual se había hecho en el Nuevo Mundo. Tan sólo necesitaría que se le enviasen especialistas artesanos, como carpinteros de ribera, artilleros, herreros, marinos profesionales y similares. Lo cierto es que la visión de Sande sobre los chinos no era muy rigurosa, describiéndolos como cobardes, arrogantes, supersticiosos, borrachos, lujuriosos y sumisos: “Es gente muy mala, somáticos (…) son todos tiranos, en especial los mandadores, que estos afligen mucho a los pobres”. Sorprende que dijera también que apenas se atrevían a montar a caballo pese a su gran cabaña equina.

Pero el rey tampoco dio su aprobación. En realidad las enormes distancias entre Manila y Madrid podían significar hasta cuatro años de demora entre ida y vuelta, lo que conllevaba un doble peligro: hacer perder actualidad a cualquier cuestión estratégica y provocar que, en caso de dar el visto bueno y resultar mal, dar marcha atrás fuera muy difícil. Eso supondría una situación de altísimo riesgo, teniendo en cuenta que las finanzas de la Corona eran un desastre. Felipe II había tenido que declarar la bancarrota al poco de subir al trono, en 1557, y justo en 1576 estaba de nuevo en plena quiebra, más grave aún que la anterior (y aún habría una tercera en 1596).

Ahora bien, la razón del monarca para rechazar el plan era otra: “No tengo ninguna razón para que la ambición me impulse a adquirir más reinos o estados” escribiría más tarde, “… porque Nuestro Señor en su bondad me ha dado tanto de todas estas cosas que estoy contento”. O sea, bastante tenía con conservar los territorios heredados de su padre y ocuparse de los frentes abiertos ya, especialmente teniendo en cuenta la apurada situación de las arcas reales y la sempiterna escasez de población peninsular, que aunque todavía no llegaba a la catástrofe demográfica de reinados posteriores ya empezaba a pesar. China no representaba una amenaza y, por tanto, no había motivo para alterar el statu quo mundial abriendo una puerta que quizá luego no se pudiese cerrar.

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Felipe II en 1565 (por Sofonisba Anguissola)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Por otra parte, Felipe II accedió al trono portugués en 1580 debiendo afrontar bastante oposición en ese país. Una intervención en Asia del calibre propuesto hubiera levantado ampollas en la corte lusa ante la posibilidad de que la colonia de Macao pasara a manos españolas y con ella el lucrativo comercio de especias y otros productos que mantenía también con Japón. Para el rey era más importante asegurarse la fidelidad de Portugal que arriesgarla en la campaña china.

Así, a Sande se le devolvió su memorial con unas anotaciones al margen del secretario real en la que se ordenaba mantener relaciones amistosas con los chinos, no provocar ningún incidente con ellos y evitar alianzas con piratas. El escritor y soldado Bernardino Escalante, en su Discurso de la navegación, también criticó la idea sosteniendo que sería más práctico llevar una embajada. El gobernador no se resignó y siguió insistiendo con otra carta enviada en mayo de 1579 y recibida en Madrid dos años después que ni el monarca ni el Consejo de Indias contestaron.

Pero no por eso cesaron las instancias pidiendo la conquista. Y no sólo desde Asia porque, por ejemplo, Diego García de Palacio, oidor de la Audiencia de Guatemala, también escribió al Rey en 1578 con la sugerencia de embarcar en media docena de galeras a cuatro mil hombres y navegar hasta China, pidiendo que le enviasen bronce para fabricar cañones.

Asimismo, los sucesivos sustitutos de Sande, Gonzalo Ronquillo de Peñalosa y Santiago de Vera, redactaron un plan más detallado que obtuvo la aprobación entusiasta de las autoridades de Manila, tanto las políticas como las militares y las religiosas. Como fuerza expedicionaria se requerían los cientos de soldados españoles destacados en Filipinas más un refuerzo de doce mil enviados desde España y cinco o seis mil nativos auxiliares, a los que habría que sumar otros diez o doce mil japoneses que reclutarían los jesuitas. En total unos veinte o veinticinco mil hombres entre los que habría contingentes portugueses para que fuera una campaña común. El número de efectivos, que doblaba el previsto antes, tenía como objetivo abrumar al enemigo y provocar su sometimiento evitando un derramamiento de sangre que despoblara el país, como había pasado con los taínos de Cuba.

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Soldados españoles: piquero, mosquetero y arcabucero (por Richard Hook)/Imagen: Foro Militar General

Se calculaba que además del armamento personal de cada soldado era necesario un complemento de quinientos mosquetes, cuatro mil picas, mil caballos, un millar de morriones y borgoñotas y un número no especificado de arcabuces. Se fabricaría artillería de sitio en cuatro fundiciones, así como otra maquinaria bélica. No hacían falta balas ni pólvora extra porque se podrían conseguir en la propia China más baratos, como pasaba con los proyectiles de cañón, que allí costaban sólo dos o tres reales frente a los ocho o diez de España. En cambio sí convenía el envío de doscientos mil pesos para pagar a los mercenarios japoneses y cubrir los diversos gastos, así como telas para vestir a los soldados y objetos de lujo (terciopelo, artesanías, pinturas, vino…) para sobornar a los mandarines.

El variopinto ejército se embarcaría en naves de alto bordo construidas en la desembocadura del río Cagayán -por lo que se reclamaba el envío desde la portuguesa colonia de Goa, en la India, de ingenieros navales, tripulaciones y aparejos- y llegaría a China en dos jornadas (en realidad harían falta otras dos, teniendo en cuenta que había que salvar setecientos kilómetros de mar), arribando a la provincia de Fujian para coincidir con el avance que habían hecho los portugueses del capitán Matías Panela desde Macao hacia Guangdong, formando una pinza que caería sobre Pekín. Estaba previsto dejar activa la administración de los Ming para mantener el orden.

El principal problema para todo esto era la necesidad de tomar ya una decisión, pues los chinos se volvían cada vez más suspicaces y lo que se podía haber conseguido fácilmente y sin pérdidas en tiempos de Sande ahora ya requería mayor esfuerzo, siendo peor en el futuro. El memorándum, firmado por medio centenar de notables de Manila, fue llevado a España por el jesuita Alonso Sánchez, que llegó año y medio después.

Mal momento porque la atención estaba centrada en los Países Bajos e Inglaterra. El desastre de la Armada Invencible en 1588 puso punto final a la cuestión china y el mismo Sánchez fue reconvenido por sus superiores por involucrarse en ese plan.

Es curioso reseñar que, al igual que el protagonizado por Bartolomé de Las Casas, Ginés de Sepúlveda y Francisco de Vitoria décadas antes respecto a América, se desarrolló un debate teológico-jurídico sobre el derecho a lo que Alonso Sánchez había llamado “la mayor empresa que se ha propuesto jamás a los monarcas del mundo”.

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Batalla de la Felicísima Armada contra la flota inglesa (anónimo)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Quedaría preguntarse si un ejército de veinticinco mil hombres tenía posibilidad de conquistar aquel vasto país. Desde la mentalidad española de la época la respuesta es rotundamente afirmativa y ahí estaban los casos de Cortés y Pizarro. Cierto que el nivel de desarrollo tecnológico de la China Ming era muy superior al de las civilizaciones americanas -de hecho era casi equiparable al europeo-, pero aparte de que los españoles del siglo XVI tuvieran en su subconsciente un convencimiento de imbatibilidad que procedía ya de los últimos siglos de la Reconquista, el poder militar chino dejaba bastante que desear. Sí, contaba con un descomunal número de soldados -entre dos y cinco millones- pero en su mayor parte eran campesinos en armas, carentes de entrenamiento y disciplina; en la práctica sólo se podía reunir una décima parte y con enorme lentitud.

Buen ejemplo de ello fueron las invasiones mongolas de mediados del siglo XVI, que rebasaron con relativa facilidad las defensas chinas y con su rapidísima movilidad llegaron hasta Pekín mientras los chinos apenas pudieron reunir cincuenta mil hombres. Cinco años después un par de barcos piratas se pasearon por la costa sudoriental y desembarcaron llegando tranquilamente hasta Nanjing, saqueando todo lo que encontraron por el camino durante tres meses y aplastando a los ciento veinte mil efectivos reunidos para hacerles frente.

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Wanli, el emperador Ming de aquel período/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Por tanto, el contingente hispano-portugués y sus aliados nipones seguramente hubieran podido llegar muy lejos porque su reducido tamaño le otorgaba gran dinamismo. Quizá hasta Pekín incluso, aunque para entonces las enfermedades típicas habrían mermado su número, las enormes distancias les alejarían de la costa (por tanto de abastecimientos, refuerzos y vía de escape), y la imposibilidad de encontrar aliados locales (como si hubo en América) comprometería su futuro.

En cualquier caso, aún cuando una conquista fuera posible, otra cosa era mantenerla. La idea fue olvidada, pues (aunque los japoneses sí la intentaron poner en práctica en 1592 en el contexto de las Guerras Imjin pero con un plan diferente que salió mal), siendo sustituida por la de Camboya, un reino igual de rico aunque más débil y asequible. Se envió una expedición en 1596 sin autorización real con sólo cuatrocientos hombres (ciento veinte españoles más nativos filipinos y mercenarios japoneses); mal planificada y dirigida, fracasó. Pero ésta sería ya otra historia.

Fuentes: The spanish plan to conquer China (Samuel Hawley)/El señor del mundo. Felipe II y su imperio (Hugh Thomas)/Páginas de la Historia (José Luis Comellas)/España, Europa y el mundo atlántico. Homenaje a John Elliott (Richard Kagan y Geoffrey Parker eds)/La invención de China. Percepciones y estrategias filipinas respecto a China durante el siglo XVI (Manel Ollé)

Artículo enlazado desde: https://www.labrujulaverde.com/2017/09/cuando-los-espanoles-planearon-conquistar-china-en-el-siglo-xvi-con-ayuda-de-portugueses-y-japoneses

 

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Gran tema... a propósito de los planes de Bernardino de Escalante--> ESE TIPO SÍ QUE TENÍA VERDADEROS TRATADOS DE GEOPOLÍTICA, fue el mismo que ideó un plan para tomar Inglaterra a través de Irlanda que fue desoído, desgraciadamente. Ya trataremos quizás en otra ocasión el tema para no desviar este.

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China estaba destinada a ser «la nueva América», siendo Filipinas la Cuba de Asia, una base de operaciones. Esto lo cuenta bien Pedro Insua, América realmente era un calentamiento, un evento en el camino que realmente tenía como objetivo el Asia.

La injerencia protestante desvió la atención e impidió lo que seguramente hubiera sido el proceso de Encuentro de Mundos más fascinante y decisivo de toda la Historia: la amalgama de la Cristiandad con el segundo orbe cultural más poderoso del mundo, el sínico. Sólo nos podemos imaginar qué hubiera resultado de aquello.

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hace 25 minutos, Gerión dijo:

China estaba destinada a ser «la nueva América»

Si las cosas son tal como nos las han transmitido, de alguna forma lo que se pretendía con el viaje de Colón era encontrar una nueva ruta a través del Atlántico que permitiese el comercio con Asia, y por tanto el descubrimiento de América fue lo que no estaba en los planes. Curiosa dicotomía entre los planes de los hombres y los planes de Dios.

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hace 1 minuto, El Español dijo:

Si las cosas son tal como nos las han transmitido, de alguna forma lo que se pretendía con el viaje de Colón era encontrar una nueva ruta a través del Atlántico que permitiese el comercio con Asia, y por tanto el descubrimiento de América fue lo que no estaba en los planes. Curiosa dicotomía entre los planes de los hombres y los planes de Dios.

Exacto. Quizás cualquier otra potencia hubiera rodeado el continente americano y pasado de él, como Drake en su circunnavegación. Pero España, a pesar de todo, se metió hasta la cocina a levantar una civilización. Lo cual aún lo hace más asombroso.

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  • @Castarne, a ver si cuando vuelvas al foro nos ayudas a sacarle más jugo a este tipo de hilos, también necesitamos puntos de vista "sinófilos" no va a ser todo tomar las interpretaciones que otros nos hacen de la cuestión China.

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      Esta publicación ha sido promocionada como contenido independiente
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      Recientemente, el canal de Youtube "Fortunata y Jacinta", que realiza la artista y creadora de contenidos Paloma Pájaro, ha dedicado dos programas a entrevistar al filósofo mexicano Áxel Juárez, al objeto de delinear lo que a su juicio es el entorno de lo que denomina "Derecha socialista", dentro del espectro más amplio de la derecha tradicional.
      Tanto la presentadora como el filósofo se circunscriben al ámbito del materialismo filosófico de Gustavo Bueno, y en dos episodios, presentan desde dicho análisis, una exposición de la política social promovida desde la derecha más preocupada de lo social (valga la redundancia), en un recorrido que parte en el catolicismo y va desde el maurismo hasta el franquismo.
      Con las reservas que siempre procuro mantener con los contenidos provenientes de este ámbito del materialismo filosófico, sin embargo debo decir que en esta ocasión, en general me ha parecido bastante interesante la exposición de Axel Juarez. De todos modos y como no soy un gran conocedor de esta temática, pero sí sé que lo sois alguno de vosotros, es por ello que me ha parecido pertinente compartiros la entrevista, para conocer vuestra opinión y ampliar si cabe un poco más el tema.
      En el primer capítulo, en el que por un problema técnico no hay video, sino tan solo audio, Juarez aborda los conceptos de catolicismo y revolución vertical, y analiza las figuras y periodos de Antonio Maura, Miguel Primo de Rivera, José Calvo Sotelo y finalmente Ramiro Ledesma, Onésimo Redondo y las JONS.
       
      En el segundo capítulo dedicado al tema de la derecha social, la entrevista se centra exclusivamente en analizar las figuras y periodos de José Antonio Primo de Rivera y La Falange, y finalmente con mayor extensión la dictadura franquista.
       
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      Lo cuelgo a continuación con afán de divulgarlo y por si de algún modo os apetece comentarlo. Solo comentar que el documento me ha parecido de gran calidad, hasta el punto de que incluso a título personal, y tras haberme mantenido durante años de algún modo condescendiente con la causa austracista, aunque de ninguna manera afín a los nacionalismos, este trabajo me ha permitido ver de otra manera la historia, hasta haberme hecho cambiar de opinión sobre lo acontecido durante aquella guerra.
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      Una vez más, por aprecio a estos amigos dejo solo el enlace para enviar las visitas a la fuente.

      Solo comento la foto que ponen de un congreso internacional identitari que hubo un México. Ahí se plasma el cáncer que han supuesto y parece que aún sigue suponiendo aquella enfermedad llamada CEDADE. En dicha foto veo al ex-cabecilla de CEDADE, Pedro Varela -uno de esos nazis que se dicen católicos- junto a Salvador Borrego -que si bien no era nazi, de hecho es un mestizo que además se declara hispanista y favorable a la mezcla racial propiciada por la Monarquía Católica,  sí que simpatizó con ellos por una cuestión que quizá un día podamos comentar- uno de los "revisionistas" más importante en lengua española, así como el también mexicano Alberto Villasana, un escritor, analista, publicista, "vaticanista" con gran predicamento entre los católicos mexicanos, abonado totalmente a la errática acusación contra el papa Francisco... posando junto a tipos como David Duke, ex-dirigente del Ku Kux Klan, algo que lo dice todo.

      Si mis rudimentarias habilidades en fisonomía no me fallan, en el grupo hay otro español, supongo que también procedente del mundillo neonazi de CEDADE.

      Imaginemos la corrupción de la idea de Hispanidad que supone semejante injerto, semejante híbrido contra natura.

      Nuestra querido México tiene la más potente dosis de veneno contra la hispanidad, inyectado en sus venas precisamente por ser un país clave en ella. Es el que otrora fuera más próspero,  el más poblado, también fue y en buena parte sigue siendo muy católico, esta en la línea de choque con el mundo anglo y... los enemigos de nuestra Hispanidad no pueden permitir una reconciliación de ese país consigo mismo ni con la misma España, puente clave en la necesaria Reconquista o reconstrucción. Si por un lado está infectado por el identitarismo amerindio -el indigenismo- por el otro la reacción está siendo narcotizada por un identitarismo falsohispanista, falsotradicionalista o como queramos verlo, en el cual CEDADE juega, como vemos, un factor relevante.

      Sin más, dejo ahí otra vez más mi sincera felicitación al autor de ese escrito. Enhorabuena por su clarividencia y fineza, desde luego hace falta tener personalidad para ser capaz de sustraerse a esa falsa polarización con que se está tratando de aniquilar el hispanismo.

       





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    • La libertad sexual conduce al colapso de la cultura en tres generaciones (J. D. Unwin)
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    • Traigo de la hemeroteca un curioso artículo de José Fraga Iribarne publicado en la revista Alférez el 30 de abril de 1947. Temas que aborda: la desastrosa natalidad en Francia; la ya muy tocada natalidad española, especialmente en Cataluña y País Vasco; las causas espirituales de este problema, etc.

      Si rebuscáis en las hemerotecas, hay muchos artículos de parecido tenor, incluso mucho más explícitos y en fechas muy anteriores (finales del s. XIX - principios del s. XX). He traído este porque es breve y no hay que hacer el trabajo de escanear y reconocer los caracteres, que siempre da errores y resulta bastante trabajoso, pues ese trabajo ya lo ha hecho la Fundación Gustavo Bueno.

      Señalo algunos hechos que llaman la atención:

      1) En 1947 la natalidad de Francia ya estaba por los suelos. Ni Plan Kalergi, ni Mayo del 68, ni conspiraciones varias.

      2) Pero España, en 1947 y en pleno auge del catolicismo de posguerra, tampoco estaba muy bien. En particular, estaban francamente mal regiones ricas como el País Vasco y Cataluña. ¿Será casualidad que estas regiones sean hoy en día las que más inmigración reciben?

      3) El autor denuncia que ya en aquel entonces los españoles estaban entregados a una visión hedonística de la existencia, que habían perdido la vocación de servicio y que se habían olvidado de los fines trascendentes. No es, por tanto, una cosa que venga del Régimen del 78 o de la llegada al poder de Zapatero. Las raíces son mucho más profundas.

      4) Señala que el origen de este problema es ético y religioso: se ha perdido la idea de que el matrimonio tiene por fin criar hijos para el Cielo. Pero también se ha perdido la idea del límite: las personas cada vez tienen más necesidades y, a pesar de que las van cubriendo, nunca están satisfechas con su nivel de vida.

      Este artículo antiguo ilumina muchas cuestiones del presente. Y nos ayuda a encontrarle solución a estos problemas que hoy nos golpean todavía con mayor fuerza. Creo que puede ser de gran provecho rescatar estos artículos.
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    • En torno a la posibilidad de que se estén usando las redes sociales artificialmente para encrespar los ánimos, recojo algunas informaciones que no sé sin son importantes o son pequeñas trastadas.

      Recientemente en Madrid se convocó una contramanifestación que acabó con todos los asistentes filiados por la policía. Militantes o simpatizantes de ADÑ denuncian que la convocó inicialmente una asociación fantasma que no había pedido permiso y cuyo fin último podría ser provocar:

      Cabe preguntarles por qué acudieron a una convocatoria fantasma que no tenía permiso. ¿Os dais cuenta de lo fácil que es crear incidentes con un par de mensajes en las redes sociales?

      Un periodista denuncia que se ha puesto en marcha una campaña titulada "Tsunami Español" que pretende implicar a militares españoles y que tiene toda la pinta de ser un bulo de los separatistas o de alguna entidad interesada en fomentar la discordia:

      El militar rojo que tiene columna en RT es uno de los que difunde la intoxicación:

      Si pincháis en el trending topic veréis que mucha gente de derechas ha caído en el engaño.

      Como decía, desconozco la importancia que puedan tener estas intoxicaciones. Pero sí me parece claro que con las redes sociales sale muy barato intoxicar y hasta promover enfrentamientos físicos con unos cuantos mensajes bien dirigidos. En EEUU ya se puso en práctica lo de citar a dos grupos contrarios en el mismo punto para que se produjesen enfrentamientos, que finalmente ocurrieron.
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    • Una teoría sobre las conspiraciones
      ¿A qué se debe el pensamiento conspiracionista que tiene últimamente tanto auge en internet? Este artículo baraja dos causas: la necesidad de tener el control y el afán de distinguirse de la masa.
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