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Gerión

Geopolítica española e iberoamericana.

Publicaciones recomendadas

Esta es una respuesta a:

 

Iberoamérica, ¿República o Monarquía?

A mi modo de ver la realidad nacional republicana de Hispanoamérica es tan fuerte y constituyente que es impensable volver a imponer la Corona como cabeza política de aquellas tierras.

Pero este problema se puede acometer usando las mismas ideas de los Libertadores, que tenían propuestas "monarquizantes". Bolívar andaba buscando un Rey extranjero para Hispanoamérica. Francisco de Miranda proponía una figura del "Inca" que vendría a ser como un presidente-Emperador de la América independizada. Algo parecido a lo que acabó siendo Napoleón.

Un proyecto de tan calado como el propuesto creo que llevaría aparejada la aparición de nuevas instituciones.

Puede plantearse algo parecido a lo que es la ENA en Francia (la Escuela Nacional de Administración, la nobleza laica francesa), es decir una Alta Escuela Anfictiónica Iberoamericana de diplomacia, hiper-elitista, de la que saldrían esos nuevos Incas de la Anfictionía iberoamericana. Este tipo de cosas sí que es admisible por los republicanos y para los católicos sería un sustituto monárquico relativamente similar. Estos Incas tendrían que ser completamente independientes de los partidos políticos y todos los mecanismos "corruptores", serían sin más los Primeros Diplomáticos o Árbitros de la Anfictionía y su labor sería similar a la que tiene el Rey actual en España, que al contrario de lo que dicen, tampoco es una monarquía sino una república coronada. El mismo Rey de España o la Casa Real podría patrocinar o intervenir periódicamente en esa Escuela Anfictiónica para dar cierta imagen de continuidad y respetabilidad a esa estructura.

 

Hispanoamericanismo contra iberoamericanismo y la inclusión de Brasil

La inclusión de Brasil es una de las grandes dudas del proyecto hispanista. Sin él, el proyecto en la práctica se reduciría a lo que es hoy la Alianza del Pacífico, es decir México, Colombia, Perú y Chile. La Argentina está muy vinculada geoestratégica y económicamente a Brasil, y México está completamente secuestrado por los EEUU, por lo que en la práctica ese proyecto sería un "Superméxico" de corte neoliberal y muy vinculado a Estados Unidos, un "tentáculo" sur del mismo, como es ya en la práctica la cadena de regímenes de derecha, ya que dependería del polo norteamericano casi en exclusiva. Sí puede ser imaginable que una Argentina asqueada de un proteccionismo inoperante y ante un Brasil antiargentino y anti-Mercosur, acabe apostando por ese Superméxico, constituyendo finalmente la Hispanoamérica Unida del blog del mismo nombre o de los vídeos del MUNHISP. Sería seguramente un proyecto diseñado "de norte a sur", produciendo el quiebre del eje brasileño argentino y puede que se entendiera como un éxito relativo por los geoestrategas norteamericanos, ya que ellos siempre han diseñado su frontera geopolítica en Colombia (México y Colombia como países 100% alineados a EEUU), por eso acaba de entrar como partner de la OTAN  pero no más allá (a Argentina se le negó la entrada en los 1990); este Superméxico aseguraría una hegemonía norteamericana plena hasta el Plata.

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Tengamos en cuenta que ese Superméxico no tendría tanta profundidad geopolítica y se constituiría más como una "Hispanidad de la Montaña" (andina y de la Sierra Madre), perdiendo la mitad de la Cuenca del Plata, impidiendo el eje Plata-Amazonas-Orinoco y haciéndonos dependientes de la hegemonía en el Océano (que no tenemos) para mover mercancías entre las diferentes tierras, a menos que se invente una gigatuneladora transandina. Este "montañismo" es algo parecido a lo que se imaginaban los aliados que era la Alemania nazi en 1945, una "micro-Alemania alpina" dispuesta a dar guerra. La realidad es que sin la gran cantidad de espacio arable y las grandes llanuras suramericanas, en mi opinión el proyecto nace bastante capado.

¿Podría funcionar? Sí, sobre todo si EEUU lo patrocina y monta con él unas cuantas "Coreas hispanas" para contener a un Brasil que por la razón que sea se haya vuelto antiamericano. Pero el escenario más probable es que EEUU siga confiando en patrocinar a Brasil, que es más pequeño que ese Superméxico, y continúe el esquema de "contención anglolusa" de los países hispanos, que ya están convenientemente fragmentados y seguirían estándolo. El plan actual de los demócratas es que EEUU fagocite México y quizás Centroamérica en la Unión Norteamericana y mantener Colombia, Perú y Chile como estados-tapón, mientras permite cierto subimperialismo de Brasil.

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Ante estas cosas me convence más la inclusión de lo luso, aunque es lógico que haya dudas. El dueto Argentina-Brasil, que se puede permitir ciertos orgullos, y que culturalmente está más atado (sobre todo Argentina) a Europa que a Estados Unidos, es suficientemente grande pero a la vez suficientemente pequeño para complementarse con ese Superméxico "de igual a igual" para darle a lo hispano las dimensiones que merece y así, en conjunto, competir en la liga de los grandes y llevar la frontera geopolítica al Río Grande, en vez de a Colombia. Aún así, ni siquiera todos juntos podrían librarse tan fácilmente de la hegemonía norteamericana, seguramente habría que seguir asumiéndola, pero en menor grado, creo que se podría dejar de hablar de Hispanoamérica como "tentáculo sur" de EEUU para empezar a hablar de Iberoamérica como un proto-polo independiente.

¿Se puede encuadrar el hispanoamericanismo en un proyecto iberoamericanista?

No sólo se puede, sino que se debe.

A pesar de todo lo anterior, sí que veo con todo el sentido del mundo, que en el seno de una Anfictionía iberoamericana pueda haber diferentes bloques, y ese Superméxico se constituya como una Federación Hispanoamericana (una extensión de la Alianza del Pacífico) dentro de la Anfictionía, que se puede constituir así como una Confederación de varias velocidades (paralelismo con la Eurozona y la Unión Europea). De esa forma podríamos dibujar a medio plazo Tres Grupos Anfictiónicos: España, Hispanoamérica y Brasil, o en su variante en la terna Unión Europea, Alianza del Pacífico y Mercosur, que vienen a ser los mismos tres polos (norteamericano, suramericano, peninsular) que propongo en otros desarrollos. La divisoria entre estos tres Grupos sigue grandes fronteras geográficas (el Atlántico y los Andes) o lingüísticas (frontera español-portugués). La relación entre esos Grupos puede ser de tipo confederal, y en su interior, federal. Algo de esto ya está ocurriendo, con los proyectos de Pasaporte Común del Mercosur y el Pasaporte Único de la Alianza del Pacífico, de forma independiente y no compartida entre ellos.

De hecho, este planteamiento permite que la integración en paralelo de la Alianza del Pacífico (puede que extendida a Hispanoamérica), del Mercosur (puede que reducido a Brasil) y la Península en el seno de la Unión Europea, pueda verse como una fase previa y necesaria, antes de la Constitución Anfictiónica que supondría la integración de orden mayor de estos tres bloques en uno solo de ámbito iberoamericano.

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Comentarios sobre la Antártida

Dos naciones iberoamericanas tienen interés en la Antártida: Chile y Argentina; y a la vez, tres naciones anglosajonas: Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda.

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El "riesgo antártico" es que el continente blanco acabe fagocitado enteramente por la esfera anglosajona. De hecho, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Noruega y Francia reconocieron mutuamente sus reclamaciones, dejando a Chile y Argentina fuera

¿Qué opciones tenemos?

Lo primero, Chile y Argentina deberían limar sus diferencias y apoyarse; hay una propuesta en la red de usar la Cordillera Antártica (los Antartandes) como extensión sur de los Andes y formalizar ahí su frontera antártica, para reconocer mutuamente la totalidad de sus reclamaciones, cosa que no hacen a día de hoy, pero ni a esas hemos llegado, existiendo el riesgo de enfrentamiento chileno-argentino en cualquier reparto antártico, un escenario similar al de la guerra de las Malvinas.

Lo segundo, es interesante hacer partícipe a toda Suramérica incluido Brasil bajo el concepto de una Antártida suramericana, que los geopolíticos brasileños han desarrollado a través de la Teoría de la Defrontación (Teoria da Defrontação) que tiene esta forma:

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También tenemos la Teoría de los cuadrantes: Cuadrante Americano, Africano, Pacífico y Australiano, de tal manera que el Cuadrante Americano cae para los suramericanos.

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La "Defrontação" si se incluye al hemisferio norte justificaría además una Antártida estadounidense (además de una mexicana) que quizás serviría para posicionar a esa potencia a nuestro favor . Ver a la derecha. Además sustituiría a la noruega por una Antártida africana (se puede vender como "el último territorio subsahariano por descolonizar") y parte de la australiana por una india e indonesia.
 

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Sin embargo, la principal posibilidad es que los EEUU se estén reservando calladamente el derecho de reclamar el trozo entre el sector chileno y el neocelandés, la Tierra de Marie Byrd, que fue la sede de operaciones antárticas norteamericanas en los 1950, y tendrían apoyo por parte de ingleses, australianos y neocelandeses, además de franceses y noruegos, completando una Antártida casi enteramente anglosajona:

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Históricamente la mejor garantía para evitar este "riesgo antártico", ha sido que EEUU y la URSS, potencia que también tenía intereses antárticos, no se pusieron de acuerdo y congelaron las reclamaciones de todas las naciones en la Antártida a través del Tratado Antártico, algo parecido a la descolonización obligada de África.

Por tanto, en este momento de debilidad nos interesa que la Antártida mantenga ese estatus, antes de que se la lleve entera el mundo anglosajón. Las potencias del mundo multipolar, Rusia, China, India, quizás Brasil pueden forzar a que se mantenga el Tratado Antártico.

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Un interesante artículo sobre cómo el choque entre Estados Unidos y la Gran Colombia en los 1820, con la final derrota diplomática de ésta, aseguraron el predominio norteamericano sobre el Continente para los siguientes siglos. En aquella época ambas naciones rivalizaban en poder y capacidades (la Gran Colombia extendía su influencia por México, Centroamérica y el Perú), por mucho que ahora nos parezca raro, siendo como es EEUU una hiperpotencia mundial y Colombia, lamentablemente, una disminuidísima república. Pero se ve perfectamente lo rápido que cambia todo, lo cual nos debe animar para el futuro.

Por José Gregorio Maita Ruiz.

http://terrestrium-navalium.blogspot.com/2016/08/estados-unidos-y-la-gran-colombia-1823.html

Es reseñable como "historia geopolítica" ya que muestra cómo el angloamericanismo se impuso al hispanoamericanismo, más por los fallos del segundo, como su escasa organización y su vinculación a Gran Bretaña, que por triunfos del primero. El pulso fue mortal a cortísimo plazo: en los veinte años siguientes, Gran Colombia y Centroamérica se fracturarían y México sufriría su grave amputación territorial. Prácticamente, se puede decir que el proyecto de Bolívar nace muerto.

Creo que hoy vemos esta antigua rivalidad entre pares, de forma ya muy degenerada, como el choque EEUU-Venezuela, entre el ALCA y el ALBA. ¿Cuál es más "hispánico"? No lo sé. Unos son hispanos antihispánicos (bolivarianos). Otros son no-hispanos (estadounidenses) que señorean lo hispánico como ejercicio imperial sin conocimiento ni convencimiento. Se nota, aún hoy, el vacío de poder que dejó España y la inoperancia de los proyectos hemisféricos.

Cita

Estados Unidos y la Gran Colombia, 1823 – 1826. Choque político y estratégico.

 
 
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Introducción
            El año de 1823 resulta decisivo en el proceso de independencia y formación de las nuevas repúblicas latinoamericanas. En efecto, ese año ocurre la Invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis a España: intervención de la Santa Alianza en el país ibérico que pone fin al “Trienio Liberal” y restaura el poder absoluto de Fernando VII. Este hecho dividió a la sociedad española y radicalizó la confrontación con los patriotas latinoamericanos, echando por tierra las últimas esperanzas españolas de recuperar su imperio americano.[1]
            Ese mismo año ocurren la Batalla Naval del Lago de Maracaibo (24 de julio), y la caída del Castillo de San Felipe, en Puerto Cabello, en manos patriotas (10 de noviembre). Con estos hechos bélicos, la República de Colombia liberó la totalidad de su territorio de presencia militar española, lo que le permitió no sólo reforzar su imagen internacional – facilitando su reconocimiento –, sino también tener el camino libre para enviar sus fuerzas militares a otros territorios a fin de liberarlos del dominio español; concretamente el despacho de un ejército auxiliar al Perú comandado por el propio Libertador Simón Bolívar.
            De igual modo, para 1823 ya han declarado y/o consolidado su independencia: el Río de la Plata, Chile, México, Centroamérica y Brasil. Por lo menos en el caso de los nuevos Estados hispanoamericanos, estas repúblicas comienzan a establecer relaciones diplomáticas entre sí, y a coordinar esfuerzos en pro del objetivo común de derrotar militarmente a España para así obtener el reconocimiento de su nuevo estatus. Muestra contundente de ello son los Tratados de Unión, Liga y Confederación Perpetua que desde 1822 y hasta 1826 la República de Colombia firmó con Perú, México, Chile, Centroamérica y el Río de la Plata. Todo esto bajo la atenta mirada de Estados Unidos, nación formada varias décadas antes, y con grandes intereses políticos, estratégicos y comerciales en lo que hasta hace poco eran tierras del imperio español.
            Se empieza a configurar entonces un sistema hemisférico en el que Estados Unidos buscará tomar rápidamente la delantera, siendo su movimiento más visible el discurso pronunciado por el Presidente James Monroe el 2 de diciembre ante el Congreso de ese país, base de lo que se conocería después como la “Doctrina Monroe”[2]; la cual ha sido desde entonces un principio esencial de la política exterior norteamericana, que mantiene el objetivo permanente de la supremacía en el continente americano.[3]
            Sin embargo; debido al poderío alcanzado por sus ejércitos, las relaciones que comenzó a establecer con los demás Estados surgidos del imperio español, las revolucionarias ideas de su máximo líder – el Libertador Simón Bolívar –, y a su propia posición geográfica, la República de Colombia se perfilaba ya a finales de 1823 como el país líder de la lucha por la independencia contra España, por lo cual era un interlocutor obligado para Estados Unidos; e incluso también para Gran Bretaña, que buscaba desde las Guerras Napoleónicas tomar el control de comercio con Sur y Centroamérica.
            Ya el 20 de febrero de 1821, Manuel Torres, enviado del Gobierno de Colombia ante los Estados Unidos, solicitó el reconocimiento de su país por parte de esa nación, ofreciendo también la negociación de un acuerdo comercial para interesar al gobierno norteamericano. Al no ser escuchada esta solicitud, volvió a presentarla el 30 de noviembre del mismo año y luego el 2 de enero de 1822[4]. Esta vez la demanda encontró mejor acogida en Washington, en gran parte debido a las recientes victorias de Bomboná y Pichincha en la llamada Campaña del Sur, y a las propias dinámicas del Gobierno norteamericano. En efecto, el 8 de marzo el presidente James Monroe dirigió un mensaje al Congreso, en el que declaró que ya era tiempo de reconocer a las nuevas repúblicas independientes y establecer relaciones con ellas[5], ante lo cual dicho cuerpo respondió favorablemente el 4 de mayo, autorizando al Presidente a proceder en ese sentido[6], siendo reconocida oficialmente la República de Colombia por los Estados Unidos de América el 19 de junio de 1822. Esta decisión fue tomada también debido al temor que sintieron los estadistas norteamericanos por la cada vez más estrecha relación de Colombia con Gran Bretaña[7], y también como primer paso para el establecimiento de relaciones diplomáticas con las demás repúblicas, puesto que Colombia ya empezaba a tejer una red de lazos con las mismas.
            El 27 de mayo de 1823, el Secretario de Estado, John Quincy Adams, despacha al  Ministro Plenipotenciario para Colombia, Richard C. Anderson; quien fue instruido mediante una larga carta en cuyo texto vale la pena detenernos, pues expresa claramente cuál era la visión que Estados Unidos tenía de la República de Colombia, así como sus intereses y objetivos respecto a la misma. En dicha misiva, Adams parece dar a Anderson las directrices de la política de Washington hacia Colombia: se recapitula el origen de la independencia de dicho país y el proceso llevado para establecer relaciones; el Secretario de Estado alega que Estados Unidos ha cumplido sus deberes de neutralidad con España, pero que por principios comunes, su pueblo y su gobierno han estado sentimentalmente con la independencia y la han apoyado moralmente; llama a buscar una relación privilegiada con las nuevas repúblicas con respecto a Europa basada en los principios comunes, una especie de cobro por el apoyo político. Analiza las fortalezas y debilidades de Colombia, tanto a nivel externo como interno, advirtiendo que puede llegar a ser un peligroso competidor comercial y político de Estados Unidos; insiste en establecer relaciones comerciales bajo el principio de la Nación Más Favorecida, aceptando a cambio negociar el acuerdo en Bogotá para ayudar a su reconocimiento internacional; y se queja enfáticamente por la guerra de corso emprendida por Colombia, ordenando hacer presión para que ésta cese, pues afecta los intereses comerciales de los navieros norteamericanos, que son neutrales en la guerra y que suelen transportar mercancías de España.[8]
            De tal manera que en esta carta se expresa claramente la política que Estados Unidos seguiría con respecto al Estado Grancolombiano, sin dejar lugar a ambigüedades. Con estas instrucciones, Anderson abriría formalmente relaciones entre ambos países, perfilándose ya en el horizonte los principales puntos de choque y fricción entre Washington y Bogotá, tales como las diferencias respecto al tratado comercial, la guerra de corso emprendida por Colombia frente a España, y más adelante los planes de Colombia para expulsar a los españoles de Cuba y Puerto Rico; todo esto más allá de un discurso formal dominado por declaraciones de comunes ideales ilustrados y republicanos, sostenidos contra el Antiguo Régimen, y de identificación mutua en sus respectivos procesos de independencia.
 
El reconocimiento y la disputa comercial
            Es necesario volver a la decisión norteamericana de reconocer a Colombia, y a las demás nuevas repúblicas, sustentada en la “Doctrina Monroe”. Al respecto, existen datos que demuestras que la misma obedeció en un principio a una propuesta británica, cuyo objetivo era que Estados Unidos amedrentara a las monarquías de Europa de intervenir en los territorios en cuestión, para así Gran Bretaña poder controlar su comercio a placer, sin enemistarse con sus socios europeos. Sin embargo, Estados Unidos tomó una iniciativa individual, buscando adelantarse a los británicos en el reconocimiento a estos nuevos Estados, para así ganar simpatías e influencia; siendo su objetivo fundamental lograr condiciones comerciales ventajosas respecto a Gran Bretaña[1]. Esta visión toma fuerza cuando observamos que el primer roce entre Washington y Bogotá llegó justamente por razones de índole comercial, más que político-estratégica o militar.
            Este asunto del acuerdo comercial, si bien no quedó por escrito como una condición para que Estados Unidos reconociera la independencia de Colombia; en la práctica así lo fue, siendo el primer asunto que planteó apenas llegó a Bogotá el ministro Anderson al entonces Secretario de Relaciones Exteriores, Pedro Gual. El choque de opiniones entre ambos gobiernos giró en torno a dos puntos esenciales: la exigencia norteamericana de trato de Nación Más Favorecida en cuanto a aranceles, impuestos y todo tipo de condiciones comerciales con Colombia, y la exigencia de que su bandera – neutral en la guerra entre Colombia y España –, hiciera neutral a la carga transportada por sus buques mercantes, protegiéndolas así contra las acciones de los corsarios colombianos. Este segundo punto, bastante denso en sí mismo, lo abordaremos seguidamente, explicando primero la demanda norteamericana de trato de Nación Más Favorecida.
Dicho principio, cuya aplicación fue solicitada enfáticamente por Estados Unidos, establecía que cualquier condición, exención, desgravamen, o facilidad comercial de cualquier tipo, que una de las dos parte contratantes concediera a una tercera nación, automáticamente debía ser aplicada entre las dos partes contratantes, asegurándose así, mutuamente, que ambas partes contratantes recibirían dicho trato. Evidentemente, la aplicación de este principio no buscaba sino inundar el mercado colombiano con los productos norteamericanos, asegurándoles un lugar preferencial y adelantándose así al comercio británico; además de, claro está, atrofiar antes de su nacimiento a la industria y el comercio colombianos, puesto que mientras que Estados Unidos llegaba a esta negociación con una economía floreciente, dinámica y en pleno crecimiento, Colombia lo hacía prácticamente recién nacida como república, arrasada por más de diez años de guerra y sin final a la vista, además de endeudada en extremo y con un alarmante déficit fiscal.
La negociación entre Anderson y Gual duró casi un año, hallándose un fuerte eco de la misma en las sesiones del Consejo de Gobierno (Consejo de Ministros) de Colombia, donde Pedro Gual expresó que a pesar de las difíciles demandas norteamericanas, la firma de dicho tratado resultaba fundamental para la República, pues abriría de manera sólida sus relaciones internacionales, allanándose el camino para que más países neutrales la reconocieran como Estado independiente y procedieran a establecer relaciones con ella[2]. Estos argumentos valieron la aprobación de las exigencias norteamericanas por parte del Gobierno colombiano, a pesar de la férrea oposición inicial del Vicepresidente Francisco de Paula Santander y de otros altos funcionarios[3].
Este tratado, denominado Convención General de Paz, Amistad, Navegación y Comercio entre la República de Colombia y los Estados Unidos de América[4], fue firmado el 3 de octubre de 1824, y estableció en su contenido el trato de Nación Más Favorecida, iniciando de manera agria las relaciones colombo-estadounidenses, al quitarle a Colombia un necesario margen de maniobra para disponer de sus relaciones comerciales: por ejemplo, ya no podría ofrecerle condiciones preferenciales a las otras repúblicas hispanoamericanas, o a aliados de otras regiones, como Gran Bretaña. De hecho, llegada la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Colombia y Gran Bretaña el 18 de abril de 1825, Estados Unidos reclamó de manera inmediata la aplicación de las mismas condiciones para su comercio que las otorgadas a Gran Bretaña, originando un roce con el Gobierno colombiano.[5] Pequeña, aunque interesante excepción en la relación Washington – Bogotá, fue la Convención sobre Abolición del Tráfico de Esclavos, llevada a cabo tras una negociación sin mayor contratiempo[6], y firmada el 10 de diciembre de 1824.
            Regresando a la disputa comercial entre Estados Unidos y la República de Colombia, tenemos que la protesta norteamericana fue inmediata ante el tratado colombo-británico del 18 de abril 1825. Tan airada fue la reacción norteamericana, que al Vicepresidente Francisco de Paula Santander, opuesto desde el inicio a las condiciones exigidas por Estados Unidos, no le quedó más opción que decretar el 30 de enero de 1826 un ajuste en los aranceles a pagar por buques y mercancías norteamericanos en su comercio con Colombia[7]. Al día siguiente, el Secretario de Relaciones Exteriores, José Rafael Revenga, escribe una carta al ministro plenipotenciario en Colombia, Richard C. Anderson, aceptando la reclamación comercial estadounidense, pero explicando que no es necesario un nuevo acuerdo bilateral[8].
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América en 1825
            Aun así, el 30 de marzo de 1826 el Presidente de Estados Unidos, John Quincy Adams, dirigió un mensaje al Congreso de su país respecto al asunto de las relaciones comerciales con Colombia. En dicho mensaje, expresa gran disgusto al considerar que su país había sido ofendido al tratársele con inferioridad respecto a Gran Bretaña. Finalmente, el 20 de abril el Congreso de Estados Unidos ordenó igualar los aranceles sobre buques y mercancías colombianas a los mismos valores que Colombia decretó el 30 de enero, quedando así terminada la crisis.
            Si en 1821 Manuel Torres había llegado a Washington solicitando la apertura de relaciones en “Recíproca Utilidad y Perfecta Igualdad” entre ambos países, conforme a las instrucciones dadas a su gobierno; solamente esta disputa comercial demostró cuan desiguales eran. En efecto, la desesperación del Gobierno colombiano por obtener reconocimiento internacional lo llevó a ser tolerante con unas condiciones esencialmente desfavorables. Por su lado, Estados Unidos actuó en esta materia en busca de asegurar su comercio y tomarle la delantera a Gran Bretaña. Pero más esclarecedor es volver a la carta dirigida por John Quincy Adams a Richard C. Anderson en 1823, donde confiesa cuan reducido es aún el comercio norteamericano con Colombia y las posibilidades de éste último país para competir con ellos:
Nuestras exportaciones hasta ahora, se han limitado a harina, arroz, provisiones saladas, madera, y pocos artículos manufacturados, pertrechos de guerra, y armas, y algunos productos de las Indias Orientales, a cambio de los cuales hemos recibido cacao, café, añil, cueros, cobre, y especias. Mucho de este comercio se originó y continuó, solo por la guerra en la que este país se ha involucrado, y cesará con ella. Como naciones productoras y navegantes, los Estados Unidos y Colombia serán más competidores entre sí que socios. Pero como navegantes y manufactureros, nosotros estamos muy avanzados en la carrera, a la que ellos todavía no entran, por lo que nosotros podemos, durante muchos años después de concluida la guerra, mantener con ellos un intercambio comercial, altamente beneficioso para ambas partes, como transportistas para ellos, de numerosos artículos de manufactura y de productos importados.[9]
 
 
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El asunto del corso colombiano
            Como se ha dicho en varios trabajos historiográficos, el año de 1817 fue testigo de un repunte de la actividad corsaria bajo pabellón venezolano. En efecto, ese año fue sancionada la primera Ordenanza de Corso por el propio Simón Bolívar, a la vez que se establecieron dos Cortes de Almirantazgo, una en Margarita y otra en Angostura, especialmente para manejar todo lo relacionado con patentes de corso y juicios de presa. Estos corsarios fueron la base de la escuadra patriota venezolana, que a su vez daría lugar a la Marina de Guerra de la República de Colombia; todo ello gracias a la visión y esfuerzos del Almirante Luis Brión. No se había completado la liberación de Guayana, cuando ya en la boca del Orinoco la escuadra de Brión apresó buques mercantes norteamericanos cargados de armas para los españoles. Era apenas el comienzo de una larga fricción entre los patriotas de Venezuela y Nueva Granada con los comerciantes y el Gobierno norteamericano[1].
            Ahora bien, ¿qué hacían buques norteamericanos cargando armas y demás mercancías para España?... Pues bien, más allá del discurso de sus gobernantes – favorable a las independencias de Hispanoamérica –, los comerciantes y navieros norteamericanos observaron y aprovecharon la inmejorable oportunidad de convertirse en transportistas del agonizante imperio español; el cual a su vez también tomó la lógica alternativa de recurrir a buques mercantes estadounidenses para enviar toda clase de mercancías y armas a América, a fin de mantener circulando el comercio en las zonas aún dominadas y abastecer a sus fuerzas militares que combatían de este lado del Atlántico. Simplemente, la Real Armada Española se había mostrado impotente para controlar los movimientos marítimos de los patriotas ya en 1816, y mucho menos lo sería para perseguir y castigar el corso insurgente. La Corona española pensó, acertadamente, que el neutral pabellón norteamericano protegería en algo sus mercancías de la depredación corsaria[2]. Sin embargo, para 1823 su imperio en América tenía los días contados de todas formas, a la par que la marina colombiana y los corsarios patentados por el Gobierno colombiano actuarían con más agresividad en los años siguientes, chocando directamente con los intereses comerciales de Estados Unidos[3]. En efecto, ya hacia 1824, cuando la guerra en Perú se iba decidiendo a favor de los patriotas y toda la fachada atlántico-caribeña de la Gran Colombia se había despejado de presencia enemiga, los corsarios colombianos centraron sus ataques en las líneas comerciales que abastecían a Cuba y Puerto Rico desde la Península. El declive de la actividad corsaria en el Río de la Plata y la desmovilización de gran cantidad de corsarios estadounidenses tras el cese de la Guerra Anglo-Estadounidense (1812 – 1815), vino a alimentar la oferta de marinos y armadores aventureros dispuestos a tomar patente de corso y surcar los mares bajo pabellón colombiano.
            Atacar el comercio español con Cuba y Puerto Rico seguía siendo un gran negocio, e irónicamente Colombia encontró en puertos y ciudadanos norteamericanos la mayor fuente de armadores, capitanes y marineros para la guerra de corso, lo cual explica las frecuentes paradas de los corsarios colombianos en puertos como Nueva Orleans, Cayo Hueso, Baltimore, Nueva York y Boston, cuya actividad se reflejó en la prensa de Estados Unidos. Así que más que hablar de “corsarios colombianos”, deberíamos describirlos como “corsarios al servicio de Colombia”, pues una gran cantidad de buques, capitanes y tripulantes eran originarios de Estados Unidos[4]. Esta situación se manifestó con fuerza entre 1823 y 1826 no sólo contra la protesta y presión de los comerciantes norteamericanos ante su Gobierno, sino bajo la explícita prohibición del Gobierno norteamericano a sus ciudadanos de enrolarse en marinas extranjeras o tomar patentes de corso de gobiernos extranjeros. Es evidente que la ambición de lucro de un sector de la población norteamericana vinculada al mar, estaba jugando en contra del interés nacional de dicho país. Todo esto contextualiza y explica la larga y tensa negociación llevada a cabo entre Anderson y Gual durante 1823 y 1824 para la firma del tratado comercial, pues Estados Unidos insistió enfáticamente en el principio de que el pabellón neutral de un buque hacía neutral a la carga, mientras que Colombia argumentaría que no podía renunciar a su derecho de represalia contra España mientras ésta no reconociese su independencia, por lo cual perseguiría su carga, se encontrara ésta a bordo de buques españoles o neutrales.
            Es llamativo el caso de un artículo de opinión aparecido en el periódico caraqueño El Venezolano el 27 de diciembre de 1823[5] – cuando las negociaciones entre Anderson y Gual llevaban ya algunos meses estancadas principalmente por el problema del corso colombiano –, en el que se defiende enfáticamente la guerra de corso contra España. En dicho artículo, se argumenta que la guerra de corso no es barbarie, sino que está regulada por el Derecho de Gentes entre las naciones civilizadas[6]; también se menciona que el corso es para Colombia parte de su derecho a la legítima defensa, siendo la parte más débil y valiéndose también España del corso. Finaliza esgrimiendo que el daño recibido por los neutrales es mucho menor, y reparable, que el que sufre Colombia por la prolongación de la guerra debido a la continua llegada de refuerzos y suministros desde España, cosa que se evita con el corso, acelerándose así el final de la guerra.
La apasionada defensa del corso por parte de este periódico, da un indicio de la opinión pública en Colombia sobre este asunto. Más significativo aún se vuelve este artículo considerando la proximidad e interrelación comercial de Caracas con el puerto de La Guaira; es preciso recordar que los juicios y subastas de presas generaban importantes ganancias en los puertos donde se realizaban, por lo que podría pensarse que un sector nada despreciable de la sociedad colombiana estaba beneficiándose directamente con el corso. Es muy posible también que este artículo respondiese a las informaciones llegadas a Caracas desde la lejana Bogotá, sobre las tensas negociaciones entre Richard Anderson y Pedro Gual.
Gracias a las Actas del Consejo de Gobierno de Colombia, sabemos que el 10 de junio y el 12 de julio de 1824 dicho cuerpo gubernamental tuvo en su agenda el asunto de la negociación con Estados Unidos por el tratado comercial, el punto de la guerra de corso y el respeto a la neutralidad de ese país. En la reunión del 10 de junio, el Secretario de Relaciones Exteriores Pedro Gual, presentó las demandas del ministro Anderson, consistentes en que el pabellón neutral hiciese neutral a la carga, diciendo además que la República podía aceptar dichas condiciones sin violar las leyes de las naciones civilizadas, sin detrimento a la causa nacional y obteniendo muchos beneficios políticos; como que Estados Unidos también protegería las mercancías colombianas en sus buques contra los ataques españoles, y que la firma del tratado comercial en negociación estimularía el reconocimiento de Colombia por parte de otros países y potencias neutrales. Los Secretarios de Hacienda y del Interior, y el Ministro de la Alta Corte de Justicia coincidieron con los puntos de vista de Gual[7].
            Sin embargo, el Vicepresidente Francisco de Paula Santander dio una sonora respuesta negándose a las condiciones que buscaba imponer el ministro Anderson. Presentamos extracto de sus palabras transcritas en el acta de la sesión del Consejo:
“(…) la situación actual de los Estados Unidos y la de Colombia difieren esencialmente y que, difiriendo, no es posible que sus principios, en el punto en cuestión, puedan ser uniformes. Los Estados Unidos han adoptado, desde que aparecieron en el mundo como nación soberana, el principio de no mezclarse en las contiendas de las demás naciones, para favorecer, sin duda, por este medio, su marina y la propiedad de los ciudadanos (…)
Resulta de todos estos actos que Colombia está abandonada a sus propios y peculiares recursos en la guerra con España y, por consiguiente, que no está en el mismo nivel en que se han colocado los Estados Unidos, es decir, más claro, que de las dos partes contratantes la una está en plena paz y la otra en estado de guerra. Aquélla no tiene necesidad de usar del inmanente derecho de disminuir a su enemigo los medios con que le hace la guerra, y ésta se encuentra en una posición absolutamente contraria.
 El comercio español ha sido el que con sus fondos ha mantenido la guerra de España con la América……tiene el derecho inmanente de quitar o disminuirle a su enemigo los medios de hacerle la guerra o de prolongarla, hostilizándolo por cuantos modos reconoce el derecho de la guerra, hasta reducirla a hacer la paz (…) [Colombia expidió] una ordenanza en que reconoció el principio de que el pabellón neutral no cubría la propiedad del enemigo y, últimamente, declarando que no se podía importar, ni aun en buques neutrales, producción alguna natural o manufacturada del territorio español. Estas medidas han sido justificadas por la experiencia, porque el comercio español ha sido hostilizado en todos los puntos del globo y perseguido vivamente por nuestros numerosos corsarios, hasta el punto de que hoy reconocen las naciones que la España no tiene en sí los medios bastantes para reconquistar sus colonias. Todos los bienes que esta conducta ha traído sobre Colombia, y lo más que todavía puede reportar la República en favor de la consolidación de la independencia, desaparecen en el mismo acto en que la República negocie con los Estados Unidos un tratado en que reconozca que el pabellón americano cubre la propiedad enemiga.
 Al convenir en este principio abrimos un canal de salida al comercio español, porque es numerosa la marina mercante de los Estados Unidos, ofrecemos al mismo comercio una vasta ocasión de reproducir sus capitales y le proveemos de medios para que pueda auxiliar a su gobierno en la prolongación de la guerra…
La España todavía nos llama colonias y rebeldes, y sólo los Estados Unidos nos han reconocido. Por ese tratado el pabellón de los Estados Unidos no puede cubrir la propiedad de los colombianos. En dicho tratado se ha convenido en que las propiedades de las potencias enemigas de España sean cubiertas por el pabellón americano, y nuestras propiedades no son propiedades de potencia reconocida como tal por la España. La España y las demás naciones dirán que son propiedades de súbditos de España que se han rebelado contra su soberano, y que no pueden reclamar las consideraciones convenidas entre potencia y potencia (…)”[8]
 
            Santander también acotó:
“(…) [los Estados Unidos] no lo obtuvieron [el principio de que pabellón neutral cubre la carga] de la Inglaterra en el tratado del 19 de noviembre de 1794. La Gran Bretaña sostuvo que el pabellón no cubría la mercancía, y así quedó convenido en aquel tratado (…) es a la República [de Colombia] a quien toca examinar sus peculiares circunstancias, para convenir en uno de los dos principios, y de ninguna manera tienen derecho los Estados Unidos para quejarse de que no adoptemos el que nos propone su ministro en el contraproyecto presentado (…)”[9]
Concluyendo categóricamente:
“(…) no puedo persuadirme de que esta consideración pese más en la balanza que los fundamentos expuestos, al principio, sobre la imperiosa necesidad de reducir a la España al extremo de hacer la paz porque le falten medios de sostener la guerra.
 Avanzamos nosotros actualmente a conceder un favor al comercio español, facilitándole mil buques en que pueda comerciar con todo el mundo, me parece que es un medio de alejar a la España para un acomodamiento...
(…) Nuestros corsarios, no teniendo ya en qué ocuparse y habituados a vivir del apresamiento de buques, se convertirían en piratas temibles, que en vez de favorecer nuestro pobre comercio, lo arruinarían y aun se extenderían a hostilizar nuestras costas. Los que eran nuestros auxiliares, vendrían a ser nuestros enemigos.
(…) yo no puedo convenir en el principio propuesto, y repito aquí lo que dije al secretario de relaciones exteriores, que se fijase un término a la duración del presente tratado, para que un día en que la República estuviese en paz pudiese convenir en el dicho principio.[10]
 
            Acto seguido el Secretario Gual insistió en la importancia de cerrar el tratado cuando antes por las razones ya esgrimidas. Los demás miembros del Consejo coincidieron con Santander y se propuso que se firmara un acuerdo provisional – que no reconocía el principio solicitado por Estados Unidos – hasta que la independencia de Colombia fuese reconocida por España, tras lo cual Colombia no tendría inconveniente a acceder a las condiciones solicitadas por Estados Unidos. Santander insistió en que Gual defendiera ante Anderson las razones expuestas y presentase la propuesta surgida del Consejo.
            En el Consejo del 12 de julio, Gual leyó la contestación de Anderson, en la que el norteamericano insistía en su posición, alegando que a Colombia le convenía el tratado con Estados Unidos, aceptando que la bandera cubra la carga. Anderson dijo que no veía perjuicio a los intereses colombianos. La respuesta de Santander volvió a ser firme:
No veo destruido el principal argumento en que el gobierno ha fundado su negativa al proyecto del ministro de los Estados Unidos, a saber: la diferencia de situación de las dos partes contratantes y la necesidad en que está Colombia de seguir disminuyendo el poder mercantil de España, en el cual ha fundado el gobierno enemigo sus esperanzas de auxilios para prolongar la guerra……restablecido el comercio por la cesación de estas hostilidades, volvemos a reanimar el poder moribundo de España y le damos armas con qué pueda proseguir la guerra. Nada de esto afecta a los Estados Unidos (…)
(…) nuestro estado de guerra nos obliga, por los mismos principios de derecho público, a emplear aquellos medios lícitos que ellos reconocen para disminuir el poder del enemigo (…)
(…) claro es que en su adopción [del principio de que el pabellón cubre la carga] nada tenemos que ganar y mucho ganan los españoles. Nosotros los colombianos no salimos al mar con nuestras propiedades, porque todavía no ha llegado a tomar este vuelo nuestro comercio, pero los españoles sí tienen que salir con sus producciones naturales para Europa y conducir de ellas otras para España. Son ellos los que tienen imperiosa necesidad de un pabellón neutral y no los colombianos…
Primero. Un buque de los Estados Unidos o de Colombia, siendo neutral, protegerá la propiedad de los individuos de la nación con quien la otra parte estuviere en guerra, siempre que esta propiedad pertenezca a individuos de una nación que reconozca este mismo principio.
Segundo. Si la España expresamente conviene con los Estados Unidos, que el pabellón neutral, como lo es hoy el de dichos Estados, proteja la propiedad de los colombianos, desde el momento en que fuere ratificada dicha convención, será obligatorio para Colombia respetar las propiedades enemigas puestas a bordo de los buques americanos (…)
Tercer punto. En caso de que la España se negase a convenir en los términos explícitos que he indicado, es preciso saber la parte o modo con que los Estados Unidos llevarían a efecto la protección de las propiedades colombianas (…)
Cuarto. La protección de las propiedades enemigas, bajo el pabellón de Colombia, no comprenderá de ningún modo a las propiedades dirigidas a nuestro territorio, o al territorio de nuestros aliados, que hubieren declarado prohibida la introducción de manufacturas o productos de cualquier parte del territorio español, a imitación de lo que este gobierno ha declarado en su decreto de 20 de enero de 1823 (…)
(…) A estos puntos resuelvo que se contraigan las subsecuentes conferencias del secretario de relaciones exteriores y el arreglo del tratado con los Estados Unidos (…)”[11]
            Después de esa sesión del Consejo de Gobierno, las negociaciones entre Gual y Anderson continuaron, y encontramos en El Colombiano, de Caracas, una interesante nota publicada el 11 de agosto de 1824, en la que se expone el caso del corsario “General Santander”, el cual fue acusado de varios crímenes por el New York Mercantile Advertiser y por el New York Evening Post[12]. Un particular que solo se identificó como “Colombiano”, escribe una larga carta al referido periódico, en la que explica como el New York Mercantile Advertiser, denuncia que el corsario colombiano “General Santander”, al mando del capitán Chase – de origen norteamericano – estuvo varios días surto en el Mississippi, recibiendo la hospitalidad local, aprovechando para recabar información sobre el tráfico mercante norteamericano, y luego capturó al buque mercante norteamericano “Mecánico”, el cual estaba en ruta a México, cargado según el periódico neoyorquino con mercancía estadounidense. Chase apresó el buque y lo envió con su documentación a La Guaira, a fin de verificar si la carga era estadounidense o española y someterlo a juicio de presa. Curiosamente, el New York Evening Post, sí admitió que la carga a bordo del “Mecánico” era española, alegando además que estaba asegurada en el puerto de Nueva York; y llegó a solicitarle al Presidente Monroe en la nota, que enviara un buque de guerra a Colombia para forzar a ese país a devolver la carga del “Mecánico” y de otros muchos mercantes norteamericanos apresados por corsarios colombianos.
            El autor de la carta defiende al capitán Chase, esgrimiendo que la carga a bordo del “Mecánico” era española, que él cumplió lo establecido por la Ordenanza de 1822 y que la carga no sería devuelta. El anónimo explica que como España no ha reconocido a Colombia, Colombia no puede ceder a la demanda de Estados Unidos de admitir que el pabellón neutral cubre la carga de los buques, y que además hostigar el comercio español es la mejor forma de forzar a España a reconocer la independencia de Colombia y finalizar la guerra. Esta carta resulta significativa por el amplio conocimiento de la materia que muestra su autor, lo cual nos hace pensar que, al menos en las zonas costeras de la República de Colombia, existía un buen número de funcionarios, intelectuales y demás notables muy interesados en que continuara la guerra de corso sin restricción, bien fuera por beneficios materiales, patriotismo, o una mezcla de ambos.
            Ahora bien, ¿qué tan lejos llegaba la depredación del corso colombiano sobre el comercio del Caribe?... El Colombiano nos ofrece datos interesantes; dice que entre 1823 y 1824 habían sido apresadas 4 fragatas (mercantes, no de guerra), 17 bergantines, 32 goletas, y 14 queches y barcas[13]. Y el repunte llegaría hacia 1826, dos años después de firmarse el tratado con Estados Unidos.
            Aun con todas las diferencias de visiones entre la República de Colombia y los Estados Unidos de América, y todo el énfasis de Santander en defender el interés nacional de Colombia, el tratado fue firmado el 3 de octubre de 1824[14], consagrando en su artículo 13 y varios subsiguientes, el principio de que el pabellón neutral cubre la carga[15].
            Interesantemente, y a pesar de la firma de dicho tratado con Estados Unidos, la guerra de corso emprendida por Colombia, lejos de disminuir su alcance e intensidad aumentaría en los dos años siguientes, llevada a cabo mayormente por armadores, capitanes y marineros de origen norteamericano. Justamente, hacia marzo de 1826 el “General Santander” apresó cerca de La Habana al bergantín español “Valló” y la goleta “Indio Prosperina”, procedentes de Cádiz; según nota publicada por la Baltimore Federal Gazette y recogida por El Colombiano. También circularon en ambos periódicos la noticia de que el corsario “Ejecutivo” practicó un crucero por costas cubanas, apresando cinco naves mercantes enviadas luego a Cartagena; y la historia de unos sobrevivientes llegados a Matanzas el 17 de marzo, contando que su bergantín, procedente de Lisboa, había sido apresado por un corsario colombiano y quemado frente al puerto[16].
            Los corsarios colombianos llegarían en 1826 más lejos aún, atacando el comercio español en aguas peninsulares. En efecto, tenemos noticias de cómo durante ese año corsarios con pabellón tricolor atacaron las Islas Canarias; se dejaron ver frente a los puertos de Cádiz, Valencia y Barcelona capturando buques españoles; atacaron las Islas Baleares y llegaron a desembarcar en aldeas costeras de Galicia y Vizcaya, todo esto ante la impotencia de la Corona española, pues lo que quedaba de la Real Armada estaba en La Habana, a la orden del almirante Ángel Laborde[17].
            A pesar de todo esto, no puede negarse que en 1824 la diplomacia norteamericana alcanzó una notable victoria sobre la República de Colombia al arrancarle el trato de Nación Más Favorecida y el reconocimiento de que el pabellón neutral cubre la carga de los buques. Aprovechando la necesidad colombiana de reconocimiento internacional, el Gobierno estadounidense aseguró una situación ventajosa para su comercio – en detrimento futuro para el de Colombia –, y lo protegió de la guerra de corso colombiana. Esta no fue la última fricción entre ambos países, ni sería la más seria.
 
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Cuenca del Mar Caribe hacia 1825. Cuba y Puerto Rico aun
bajo dominio español. 
Planes colombianos sobre Cuba y Puerto Rico
            El asunto ha sido poco estudiado y difundido, pero para 1825 – 1826 era ampliamente conocido en las cancillerías de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, España y de las nuevas repúblicas hispanoamericanas, que México y Colombia habían firmado una alianza militar, destinada en primer término a reducir la resistencia española en el castillo de San Juan de Ulúa (Veracruz), y luego con el objetivo de expedicionar contra Cuba y Puerto Rico, para así expulsar a los españoles del Caribe. También apareció en la correspondencia oficial planes menos definidos de atacar Filipinas y las Islas Canarias. Estos planes alarmarían al Gobierno norteamericano y serían uno de los principales asuntos en la agenda para el venidero Congreso Anfictiónico de Panamá.[1]
            ¿Por qué la Gran Colombia pensó en expedicionar contra Cuba y Puerto Rico?... Analizando el asunto desde la óptica de la geopolítica, tenemos que estas dos islas representaban para Colombia al norte una amenaza similar a la que constituyó el Virreinato del Perú en el sur hasta 1824. En efecto, para 1825 Cuba y Puerto Rico  continuaban siendo poderosos bastiones del imperio español, desde los que se acumulaban hombres y medios para una hipotética reconquista del continente.[2]Colombia era particularmente consciente de este peligro, pues en 1823 la escuadra colombiana había derrotado en el Lago de Maracaibo a una flota traída por el almirante Ángel Laborde y Navarro desde Cuba. Laborde seguía al frente del apostadero naval de La Habana, comandando lo que quedaba de la Real Armada Española, con instrucciones precisas de seguir hostigando Tierra Firme.
            Mientras que el Gobierno colombiano contactó con independentistas cubanos como Gaspar Betancourt Cisneros, José Aniceto Iznaga, José Agustín Arango y el puertorriqueño Antonio Valero de Bernabé[3]; ya en 1825 Santander se dio a la tarea de adquirir y/o preparar la flota más poderosa que Colombia pudo costearse con la finalidad de auxiliar a México en la captura de San Juan de Ulúa primero, y luego de atacar Cuba. Dicha flota fue puesta a finales del referido año de 1825 bajo el comando de general Lino de Clemente y Palacios y del capitán de navío Renato Beluche.
            Estos planes no eran solo militares, sino que marcharon en concordancia con la acción diplomática. El 3 de octubre de 1823 se firmó el Tratado de Amistad, Unión, Liga y Confederación perpetua entre Colombia y México,[4] dirigido al auxilio colombiano para la rendición de San Juan de Ulúa; mientras que el 19 de agosto de 1825 se firmó el Convenio sobre Auxilios Navales a México,[5] en el que Colombia se comprometió a enviar su más poderosa flota para auxiliar a la incipiente marina mexicana en el asedio de la fortaleza ya mencionada. Finalmente, el 17 de marzo de 1826 se firmó el Plan de Operaciones para la Escuadra Combinada de México y Colombia,[6] en el cual ambas repúblicas acordaron reunir sus escuadras en el Golfo de México bajo mando único, para cazar a la escuadra española y destruirla, abriendo el camino a un desembarco en Cuba y Puerto Rico.
            Este plan en progreso, conjunto en teoría, pero con un notable impulso colombiano; alarmó a Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Mientras que Gran Bretaña y Francia tuvieron una actitud más dubitativa,[7] Estados Unidos – cuyo Gobierno ya aspiraba a la adquisición de Cuba tras la de Florida en 1819 – tomó una acción unilateral decisiva: pedir la mediación entre España y las nuevas repúblicas a Rusia, líder moral indiscutible de la Santa Alianza.
            El 10 de mayo de 1825 el Secretario de Estado Henry Clay escribió a Henry Middleton, ministro plenipotenciario en Rusia. En dicha carta, Clay instruye a Middleton para que convenza al Zar de mediar entre los beligerantes. Explica que España tiene ya la guerra perdida; que las nuevas repúblicas hispanoamericanas han venido fortaleciéndose y han hecho pactos de alianza entre ellas, logrando el reconocimiento extranjero; por lo que la guerra pronto cambiará de naturaleza para España, convirtiéndose ese país en víctima de los ataques cada vez más destructivos de las nuevas repúblicas, las cuales con sus crecientes marinas y fuerzas corsarias podrían apoderarse de Cuba y Puerto Rico, además de hostigar el comercio español en aguas europeas. En la carta se detalla todo esto como un escenario muy perjudicial para el comercio de Estados Unidos y Europa, a la vez que se dice con claridad que Estados Unidos no desea que Cuba y Puerto Rico caigan en manos de las nuevas repúblicas ni de alguna otra potencia europea, por lo que se le solicita al Zar que medie, haciendo razonar al rey Fernando VII antes de que el conflicto escale su dimensión y se haga más destructivo para los intereses de todas las potencias neutrales.[8]
            Acto seguido, el Gobierno norteamericano informó de su maniobra a Francia y Gran Bretaña, obteniendo su aprobación; y desde luego a Colombia, para que pusiera en alto sus planes. El 16 de septiembre de 1825 el ministro norteamericano en Bogotá, Richard C. Anderson, fue instruido en este sentido por carta del Secretario de Estado Henry Clay.[9] Así pues, la diplomacia norteamericana hizo un magistral movimiento para detener, al menos temporalmente, la expedición colombiana a las Antillas Españolas.
El 30 de diciembre de 1825 el ministro colombiano en Washington José María Salazar respondió una carta a Henry Clay, en la que el norteamericano le solicitaba explícitamente a Colombia congelar sus planes sobre Cuba y Puerto Rico hasta haber concluido la mediación rusa. En dicha misiva, Salazar no reconoció la existencia de un plan para atacar Cuba y Puerto Rico, enmascarando la actividad militar-naval visible en Cartagena como el retorno del Ejército Auxiliar en Perú por vía marítima siguiendo la ruta Callao–Panamá–Cartagena. Salazar además justificó la posibilidad de que Colombia invadiera Cuba y Puerto Rico, pero sin admitir las afirmaciones norteamericanas, justificándose por la gran cantidad de armas, buques y hombres que España había acumulado en dichas islas, amenazando la independencia de Colombia. Muy cortésmente Salazar agradeció al Gobierno de Estados Unidos por gestionar la mediación del Zar y finalizó diciendo que el asunto de Cuba y Puerto Rico sería discutido en el venidero Congreso en el Istmo de Panamá, dando así tiempo suficiente al Gobierno ruso para hacer su mediación con la Corona española[10].
            El Gobierno norteamericano puso grandes esperanzas en esta maniobra diplomática, haciéndole saber tanto a Gran Bretaña y a Francia, como a Colombia y México, que era imprescindible que se suspendiera el ataque a Cuba y Puerto Rico. No sólo existían en Washington temores a la anexión o satelización de Cuba por Colombia y/o México, sino también que la guerra en la isla creara un nuevo escenario de rebelión negra análogo al de Haití, que se extendiera al sur de su país, donde la esclavitud era mantenida férreamente por los terratenientes blancos anglosajones, y ya existían tensiones entre los abolicionistas del norte y los esclavistas del sur.[11]
            Por su parte, el Gobierno de Colombia actuó con prudencia ante la clara negativa norteamericana, pero sin comprometer del todo sus intereses nacionales. El Secretario Pedro Gual dijo al ministro Anderson que por deferencia a Estados Unidos, y agradeciendo sus buenos oficios al conseguir la mediación rusa, Colombia se abstendría por el momento de atacar Cuba, pero que el asunto sería discutido en la Asamblea de repúblicas hispanoamericanas en Panamá. Gual dijo además que Colombia, al estar ligada por pactos a las demás repúblicas hispanoamericanas, no podría aceptar un armisticio con España sobre la base de no apoyar a esas otras repúblicas en sus operaciones militares contra la ex metrópoli.[12]
            Llegado ya el año de 1826, el Gobierno colombiano envió al Secretario de Relaciones Exteriores Pedro Gual como Ministro Plenipotenciario a la Asamblea del Istmo, junto con el general Pedro Briceño Méndez, Secretario de Guerra y Marina. Gual fue entonces reemplazado por José Rafael Revenga, quién sería un interlocutor mucho más firme y difícil de tratar para el ministro norteamericano Richard C. Anderson. Dicho diplomático trató de comprometer a Revenga con la promesa escrita de no atacar Cuba, recibiendo como respuesta que México y Colombia contaban con los medios para llevar a cabo la expedición. El 2 de marzo Anderson recordó a Revenga que las gestiones adelantadas por Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia para obtener la paz sólo seguirían si Colombia se comprometía a no atacar Cuba y Puerto Rico. Revenga respondió claramente el 17 de marzo – justamente el mismo día que se firmó en Ciudad de México el Plan de Operaciones para la escuadra combinada colombo-mexicana – que los deseos de Estados Unidos afectaban los intereses de Colombia, que ya había iniciado los preparativos al respecto. Como suavizando el impacto de sus declaraciones, aseguró que Cuba y Puerto Rico no pasarían por los mismos desordenes que Haití, y que Colombia no daría ningún paso precipitado en ese sentido hasta que la Asamblea del Istmo no diera una resolución final al respecto.[13]
            Hasta ahora hemos mencionado varias veces que el plan de ataque sobre Cuba y Puerto Rico incluyó activamente a México. ¿Cómo se dio esta coincidencia entre México y Colombia?, ¿Qué intereses tenía México al respecto?... Tras la abdicación del Emperador Agustín Iturbide y el establecimiento del régimen republicano, el nuevo Gobierno mexicano buscó de manera natural la alianza con Colombia. Esto debido a que justamente desde Cuba se mantenía el abastecimiento de San Juan de Ulúa, cabeza de playa española en territorio mexicano. Solo Colombia estaba en la localización idónea, tenía intereses convergentes y la fuerza naval necesaria para ayudar a México a ponerle punto final a su guerra con España.[14] Es relevante que una vez caído el castillo de San Juan de Ulúa (noviembre de 1825), el Congreso mexicano llegó a votar favorablemente a una operación conjunta con Colombia para desembarcar en Cuba unos seis mil hombres.[15] Ciertamente México tenía un interés estratégico primordial en erradicar la presencia española de Cuba, que estaba a escasa distancia de su litoral, lo que no pasó inadvertido para Estados Unidos que ya en 1822 alertaba a España sobre la posibilidad de un ataque mexicano o colombiano a la isla, temeroso ante todo de que una eventual rebelión negra se extendiera a su propio país, como ya hemos venido explicando.[16]
            Ahora bien, ya hemos expuesto los objetivos contrapuestos de Colombia y Estados Unidos, así como también los de México, y las acciones tomadas por los tres países para lograrlos. Aunque este ensayo se centra en las relaciones diplomáticas entre Colombia y Estados Unidos, y no en sus capacidades militares para materializar sus objetivos nacionales y/o disuadir a sus adversarios; resulta oportuno revisar, aunque sea aproximadamente, las capacidades militares de Colombia y México para llevar a cabo este plan que tanto inquietó a Estados Unidos, así como la de España para evitarlo.
            El autor venezolano Fermín Toro Jiménez nos dice que la correlación de fuerzas era desfavorable a la coalición colombo-mexicana, presentándonos que en La Habana los españoles contaban con un navío de línea, seis fragatas, dos corbetas y buques auxiliares (bergantines y goletas); mientras que del lado colombiano se contaban tres fragatas, tres corbetas y una goleta[17].
            Por su parte, el historiador español Serrano Mangas nos presenta las siguientes cifras hacia el año de 1826: Colombia con un navío de línea y cuatro fragatas; México con una fragata y varios bergantines y goletas; y la escuadra de Laborde en Cuba con un navío de línea, tres fragatas, una corbeta y un bergantín, llegando más tarde dos navíos y una fragata procedentes de España.[18]
            El Gobierno mexicano estaba consciente de que no disponía de una flotilla corsaria como la de Colombia, de marina regular como la suya, ni tampoco de su experiencia en la materia. Por ello ese Gobierno realizó esfuerzos consistentes en la adquisición de buques y la contratación del Comodoro David Porter en Estados Unidos.[19] Esta nueva escuadrilla al mando de Porter, formada por un bergantín nuevo adquirido en Estados Unidos, un mercante armado y un corsario, realizó varios cruceros de ataque por costas cubanas a finales de 1826 y comienzos de 1827, teniendo como base el apostadero de Cayo Hueso, al sur de la Florida[20]. Estas operaciones de la escuadrilla demostraron la poca operatividad de la escuadra de Laborde, que no pudo detenerlos sino hasta 1828.
            En cuanto a las fuerzas navales colombianas, sabemos por las propias presentaciones de los Secretarios del Gobierno ante el Senado a principios de 1826, que hacia febrero y marzo de ese año la Marina de Guerra de Colombia llegó al cénit de su poder, contando en sus fuerzas: un navío de línea, cuatro fragatas, cinco corbetas, siete bergantines y nueve goletas, junto a más de cuarenta buques de pequeño porte.[21] Si bien todas estas embarcaciones no estuvieron disponibles al mismo tiempo; por encontrarse algunas en el Pacífico, y otras en mantenimiento, averiadas o desarmadas, es de resaltar la presencia de dos grandes fragatas de 64 cañones, la “Colombia” y la “Cundinamarca”, construidas en Estados Unidos y adquiridas nuevas, las cuales contaban con los últimos adelantos tecnológicos y podían plantarle cara a cualquiera de los viejos y podridos navíos que España aún tenía en servicio. Con todo esto queremos decir que los temores de Estados Unidos no eran ni mucho menos exagerados o infundados.
            Ciertamente, no es un objetivo de este ensayo precisar si Colombia y México habrían podido vencer a la escuadra de Laborde e invadir Cuba y Puerto Rico; y más allá de afirmaciones como la de Fermín Toro Jiménez de que el plan era “un tanto quimérico”[22] debido a la fuerza de la escuadra española o de los problemas financieros de Colombia; es nuestro pensar que la preocupación norteamericana acerca de la proyectada expedición resulta reveladora de que la misma era factible, y constituyó una amenaza a las aspiraciones de expansión territorial y hegemonía continental de Estados Unidos. En todo caso, lo que sí podemos afirmar sin especulación, es que este asunto constituyó el mayor roce entre Estados Unidos y la Gran Colombia, siendo también la principal razón que llevó al Gobierno norteamericano a querer vigilar muy de cerca las sesiones de la Asamblea que se reuniría en el Istmo de Panamá.
            Poco hemos mencionado hasta ahora la posición personal del Libertador Simón Bolívar respecto a este delicado plan de ataque sobre Cuba y Puerto Rico. Podemos decir que aunque ideas sobre el asunto aparecen abundantemente en la correspondencia de Bolívar desde 1825 hasta 1828, dicha expedición siempre fue para él algo secundario, una forma de presionar a España para que reconociera la independencia de Colombia y firmara la paz, y no un plan agresivo destinado a extender el territorio y poder de Colombia, destacando que en la documentación revisada nunca aparecen de la pluma del Libertador las palabras “anexar”, “conquistar” o “incorporar” Cuba y Puerto Rico a su república. Consideramos decisiva esta actitud del Libertador hacia el asunto, lo que ayuda a explicar por qué la historia no fue testigo de una “Campaña Libertadora del Norte” sobre Cuba y Puerto Rico, como lo fue de la del Sur sobre Perú y Bolivia.[23]
 
El Congreso Anfictiónico de Panamá
Imagen%2B05.png            El Congreso Anfictiónico de Panamá, llamado en su momento simplemente como “Asamblea del Istmo” o “Congreso del Istmo”, fue la mayor iniciativa diplomática emprendida por la República de Colombia – y por cualquier Estado latinoamericano – durante el período inmediatamente posterior a la independencia, siendo un acontecimiento bastante estudiado hoy en día. Baste recordar que el mismo se reunió por convocatoria de Simón Bolívar en diciembre de 1824 en Lima; siendo Perú el Estado convocante junto con Colombia; aunque desde el inicio fue claro que Colombia era el motor de tal iniciativa. Colombia fue anfitriona no solo porque el Istmo de Panamá era la localización equidistante perfecta.
            Desde el comienzo de los preparativos, en el Gobierno colombiano surgió un dilema no muy fácil de resolver… ¿a qué países invitar?... Ya el 7 de octubre de 1824 Pedro Gual envió una nota al ministro colombiano en Washington, José María Salazar, en la que le indicaba que Estados Unidos tenía intereses coincidentes con Colombia en: 1° Finalizar toda colonización europea en América, y 2° Oponerse a la Santa Alianza. Por tal motivo, Gual ordenaba a Salazar tantear confidencialmente la opinión del Gobierno norteamericano acerca de la proyectada Confederación (Hispano) Americana y descubrir si la misma sería aceptada.[1]
            El 6 de febrero de 1825 Santander escribió a Bolívar, expresándole que juzgaba favorable invitar a Estados Unidos a la Asamblea del Istmo; refiriéndose a ese país además, como un aliado al que agradaría dicha invitación. Santander adjuntó copia de las órdenes enviadas al ministro Salazar en Washington para que proceda en tal sentido. Salazar también fue instruido de contactar al ministro brasileño e invitarlo al Istmo.[2] Evidentemente Santander actuó sin consentimiento explícito de Bolívar, lo cual hace preguntarnos al menos dos cosas: ¿Qué llevó a Santander a invitar a Estados Unidos?, ¿por qué informó a Bolívar cuando ya había procedido?... Ríos de tinta se han vertido al respecto, acusando a Santander de haberse vendido a los intereses norteamericanos. Sin embargo, pensamos que esta idea es poco sostenible existiendo tanta documentación en la que Santander expresó clara molestia por la obstrucción estadounidense a sus planes sobre Cuba y Puerto Rico, así como su enconada oposición a reconocer el principio de que el pabellón neutral cubriera la carga, y su decidida promoción de la guerra de corso. Para 1825 el Departamento de Estado de EE.UU. seguía muy de cerca los movimientos diplomáticos colombianos, por lo que habría sido poco prudente excluir totalmente a ese país de la reunión. Es probable que Santander invitara a ese país como observador, a fin de discutir comercio, tráfico de esclavos y asuntos comunes; pero dejando entre hispanoamericanos, y a puerta cerrada, los asuntos más delicados; como sus planes para Cuba y Puerto Rico.[3]
            Bolívar escribió el 7 de abril de 1825 a Santander, manifestando que no deseaba invitar a Estados Unidos, pero más por temor a irritar a los británicos – con quien consideraba imprescindible la alianza de la futura confederación hispanoamericana –, que por pensar que los estadounidenses sabotearían la Asamblea.[4] Más tarde el 30 de mayo Bolívar escribió a Santander que los norteamericanos y los haitianos eran para él extranjeros, por lo que jamás estaría a favor de invitarlos al Congreso.[5]
            Significativamente, aun con esta clara manifestación de la postura de Bolívar, las maniobras del Gobierno colombiano continuaron. El 23 de septiembre de 1825 el nuevo Secretario de Relaciones Exteriores, José Rafael Revenga, instruyó a los delegados a Panamá: Pedro Gual (ex Secretario de Exteriores) y el general Pedro Briceño Méndez (ex Secretario de Guerra y Marina). En la misiva, Revenga les indica que deben ajustarse a los tratados ya firmados con Estados Unidos y Gran Bretaña, pero defendiendo el interés nacional contra la abolición del corso de manera firme y absoluta, argumentando todos los perjuicios que se sufrirían de no tener el corso. Revenga también ordena condiciones firmes por parte de Colombia en cuanto al tránsito de personas y mercancías extranjeras desde el Mar Caribe hacia el Océano Pacífico a través de territorio colombiano.[6] Revenga, hombre de confianza de Bolívar pero cercano también a Santander, pareció marcar una línea más firme respecto a Estados Unidos que su predecesor Gual; aunque continuó con lo ya ordenado por el propio Santander. El 2 de noviembre el ministro colombiano en Washington, Manuel Salazar escribió al Secretario de Estado, Henry Clay, invitando ya oficialmente a Estados Unidos a la próxima Asamblea del Istmo. Salazar hizo la invitación explicando que se debatirían asuntos importantes, del interés de Estados Unidos, tales como la esclavitud, la trata de africanos y los derechos de los negros; pero que no se comprometería su neutralidad.[7] El 30 de noviembre contestó Henry Clay, diciendo que el Presidente Adams autorizaba el envío de delegados a la Asamblea, pero que los mismos no estarían autorizados a entrar en deliberaciones o actos que rompieran la neutralidad de su país.[8] Se concretaba así la participación norteamericana en el Congreso de Panamá.
            Más arriba mencionamos que en Washington se seguían detenidamente las maniobras diplomáticas de Colombia… El 3 de enero de 1826 el Secretario de Estado presentó al Senado un informe completo sobre Colombia, que incluía como anexos todos los tratados firmados hasta la fecha por dicho Estado con otras repúblicas hispanoamericanas. Fueron así presentados los tratados con Perú, Chile, Centroamérica y México. Nos damos cuenta de esta manera que en Washington no solo se conocían las maniobras diplomáticas colombianas, sino que además se estaba plenamente en cuenta de que Colombia se comportaba como líder regional.[9] Con todo esto claro, al igual que sus objetivos nacionales, Henry Clay dio instrucciones a sus delegados, Richard C. Anderson y John Sergeant, el 8 de mayo de 1826. En dicha misiva, se dedican muchas líneas a los planes colombianos sobre Cuba y Puerto Rico; Clay deja claro el interés sobre Cuba y el deseo de que no cambie de manos, pues no se considera a los cubanos capaces de ser independientes. Se desconfía de qué países tutelarían la independencia cubana, y rechaza absolutamente la absorción de la isla por Colombia o México, temiendo que la escalada del conflicto con España afecte sus intereses de diversas maneras. Clay no considera que Colombia y México tengan la capacidad de llevar a cabo la expedición, y declara que Estados Unidos no les suministrará ni buques, ni armas, ni marineros para ello. Finalmente, expresa su interés en la posibilidad de que se abra un canal interoceánico en el Istmo.[10]
            Aunque fue la mayor preocupación norteamericana, el tiempo no alcanzó en Panamá para que los delegados de México, Centroamérica, Colombia y Perú debatieran sobre la expedición a Cuba y Puerto Rico. Apenas pudieron completar la redacción del Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua, el cual se firmó el 15 de julio de 1826, y un delegado de cada país llevó copia a sus respectivos gobiernos para la necesaria ratificación. De todo el cuerpo de dicho acuerdo, destacamos el artículo 5, que abría la posibilidad de una mayor cooperación naval entre los signatarios.[11] Como necesario complemento, se firmó también la Convención de Contingentes, la cual establecía entre otras cosas, que los cuatro países debían levantar un ejército común de 60.000 hombres, de los cuales México aportaría 32.750, Colombia 12.250, Centroamérica 6.750 y Perú 5.250. De igual forma se establecía la creación de una marina federal, para la cual México aportaría 4.558.475 pesos fuertes, Colombia 2.205.714 y Centroamérica 955.811. Perú asumiría por su parte la defensa naval en el Pacífico, mientras que Colombia y México compartirían dicha responsabilidad en el Caribe y el Atlántico.[12]
            Como es bien sabido, estos acuerdos quedaron en papel mojado, pero de haberse cumplido, se habría formado una marina federal – lo más temido por Estados Unidos – dotada con 3 navíos de línea, 7 fragatas, 7 corbetas y 5 bergantines, junto con el ya mencionado ejército de 60.000 hombres; cifras cercanas a los 60.000 hombres y la escuadra que poseía España en ese momento, y muy superiores a los 10.000 hombres del ejército de Estados Unidos, y los 7 navíos, 8 fragatas, 2 corbetas y 10 bergantines que ese país poseía en aquel entonces.[13]
            Interesantemente, a su retorno de Panamá – mientras Pedro Gual fue a Tacubaya (México) a continuar la Asamblea – Pedro Briceño Méndez en su informe a Bolívar hizo énfasis en la importancia de la marina federal para neutralizar a la armada española, y proceder a ocupar Cuba y Puerto Rico, y más tarde las Canarias, llevando luego la guerra a aguas europeas. Briceño Méndez también denunció la interposición de Estados Unidos a estos planes y la colisión de intereses de Colombia con los de Gran Bretaña y Francia.[14]
            El 11 de agosto, ya habiéndose mudado la Asamblea a la Villa de Tacubaya en México, Bolívar escribió a los delegados colombianos exponiendo sus ideas, siendo enfático en reforzar la alianza con Centroamérica y México, y mencionando explícitamente la expedición a Cuba y Puerto Rico.[15] Estas ideas no llegaron siquiera a la mesa de negociación, pues en Tacubaya no se ratificaron los acuerdos firmados el 15 de julio de 1826. Ya cuando el Congreso se ha mudado a México, es cuando aparece el delegado norteamericano, que había salido demasiado tarde para llegar a tiempo a Panamá, pero con el suficiente de arribar a México; donde manejaron tras bastidores los hilos de la diplomacia para dejar en letra muerta los acuerdos ya mencionados, que evidentemente levantarían una Confederación muy difícilmente superable para Estados Unidos. Si en Panamá se redactaron y firmaron los acuerdos fundamentales de la Confederación, en Tacubaya se podrían discutir asuntos como la expedición a Cuba. En ese sentido, Sergeant llegó oportunamente para cumplir los objetivos dictados por Clay.[16] Llegó solo Sergeant, ya que Anderson murió en Cartagena antes de zarpar para el Istmo.
            Según Fermín Toro Jiménez, Colombia era el núcleo de esta iniciativa política, y en segundo lugar México. Al fracasar el proyecto, se inició el declive de Colombia en el sistema internacional.[17] Justo también es considerar las tremendas dificultades económicas y políticas en las que entró Colombia a partir de 1826, que incidieron directamente en el casi desguace de su marina de guerra, herramienta indispensable y núcleo de todo el proyecto planteado. También debe considerarse la desconfianza mexicana y peruana a una posible hegemonía colombiana, lo que sin duda fue usado por la diplomacia norteamericana para torpedear la proyectada confederación y los planes sobre Cuba y Puerto Rico, último esfuerzo de los libertadores para borrar del mapa americano al imperio español.[18]
 
Conclusión
            Como ya es harto conocido, el 2 de diciembre de 1823 el presidente James Monroe declaró ante el Congreso de Estados Unidos una serie de principios que luego conoceríamos como “Doctrina Monroe”. Tales principios implicaban que ese país consideraría como amenaza a su paz y seguridad cualquier intento de recolonizar el continente americano por parte de las potencias europeas. Además, se defendía la independencia de las nuevas repúblicas; pero Estados Unidos declaraba que respetaría la posición europea en las colonias que aún conservaban, manteniendo su neutralidad entre España y las nuevas repúblicas, aun habiéndolas reconocido.[1]
            Esto no podía sino degenerar en la hegemonía de Estados Unidos en el Nuevo Mundo. Pero, ¿acaso ninguna de las nuevas repúblicas podía contrapesar al país anglosajón?... Hacia 1825 la República de Colombia contaban con una población cercana a los tres millones de habitantes; una situación geográfica estratégica, con amplias fachadas sobre el Atlántico, el Caribe y el Pacífico, y con dos enormes cuencas fluviales – la del Orinoco y la del Magdalena – que comunicaban el interior del país con el mar, abundantes recursos naturales; un bien ganado liderazgo político en la región; y además el ejército y la marina más fuertes y experimentados de Iberoamérica, por lo que podía perfectamente ser considerada por Estados Unidos como un potencial rival por la hegemonía continental.[2]
            El escenario donde se centró este choque entre Estados Unidos y la Gran Colombia fue el Mar Caribe, jugando un rol clave la marina de guerra colombiana, que venía fortaleciéndose aceleradamente. En efecto, este cuerpo fue el sustento material para los planes militares sobre Cuba y Puerto Rico, así como la alianza con México. Evidentemente, este dinamismo de Colombia en la escena caribeña despertó los peores temores de Estados Unidos, y desde luego también de Gran Bretaña y Francia, tres países que no estaban dispuestos de ninguna manera a que se perjudicasen sus intereses comerciales, económicos, políticos y estratégicos por la posible expansión de Colombia en un área que venía a ser “el centro de las Américas”.[3]
            La República de Colombia, por la red de tratados firmados con Perú, México, Chile, Centroamérica y el Río de la Plata, era hacia 1825 el principal interlocutor con el que Estados Unidos debía entenderse para comenzar a articular sus planes continentales.[4] No en vano fue el primer país que reconoció y con el primero que estableció relaciones formales, a la par que vigiló de cerca sus maniobras políticas y militares. Cuando dichas maniobras se volvieron demasiado peligrosas para los intereses norteamericanos – como los preparativos para lo que parecía ser la inminente invasión de Cuba y Puerto Rico –, Estados Unidos se valió de todos los recursos diplomáticos a su alcance para evitarlo, alistando también sus medios armados por si llegara a ser necesario.
            La Gran Colombia y Estados Unidos tuvieron un manifiesto choque de intereses estratégicos a mediados de la década de 1820. El pulso entre ambas naciones no sólo decidiría el destino de Cuba y Puerto Rico, sino el equilibrio general de fuerzas en América por los siguientes dos siglos; pues más que una simple colisión de objetivos, estas dos repúblicas chocaron también a nivel ideológico, aunque los gobernantes colombianos quizá no fueron completamente conscientes de ello, ni la historiografía posterior ha manejado ese enfoque.
Si bien tanto Estados Unidos como la Gran Colombia eran repúblicas formadas sobre la base de las ideas de la Ilustración, nacidas de revoluciones contra metrópolis coloniales europeas y con un fuerte ideal democrático; las diferencias que las separaron eran mayores. Estados Unidos tenía una política semi esclavista, mientras que Colombia apostó por la abolición progresiva o manumisión; Estados Unidos tenía una mentalidad protestante puritana, mientras que Colombia tenía su base de mentalidad en el catolicismo, pero era un Estado laico; Estados Unidos era un proyecto político racista, elitista y excluyente, mientras que en Colombia los negros y pardos habían alcanzado gran poder e influencia a través de las fuerzas armadas y la guerra contra España, haciendo totalmente inviable un dominio político exclusivo por parte de los blancos criollos; los estadounidenses comenzaban ya a creer que eran una nación diferente a todas las demás, con una misión especial en la Tierra – lo que más adelante se conocería como el “Destino Manifiesto” –, mientras que Colombia poseía un fuerte liderazgo regional basado en las ideas y acciones de Simón Bolívar; y la diferencia mayor: Estados Unidos albergaba ya el objetivo de dominar las Américas – Doctrina Monroe –, mientras que Colombia aspiraba a erigirse en líder de una confederación hispanoamericana. Evidentemente ambos Estados, con sus intereses contrapuestos y sus ideales antitéticos en colisión, monroísmo vs. bolivarianismo, no cabían al mismo tiempo en el continente americano.
 
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James Monroe
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Simón Bolívar
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Fuentes Documentales
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DEL CASTILLO, Pedro P. Teatro de la Legislación Colombiana y Venezolana Vigente Tomo Tercero. Barcelona – España, Imprenta del Teatro de Legislación, 1852
REINO UNIDO DE GRAN BRETAÑA E IRLANDA, Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII. Londres, James Ridgway & Sons, 1848
 
Fuentes Bibliográficas
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BOERSNER, Demetrio. Relaciones Internacionales de América Latina. Caracas, Editorial Grijalbo, 2007
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GARCÍA, Héctor Modesto. La Gran Colombia. Causas que produjeron su hegemonía en la emancipación de América. Caracas, Tipografía Universal, 1925
GIL FORTOUL, José. Historia Constitucional de Venezuela, Tomo Primero: La Colonia, La Independencia, La Gran Colombia. Caracas, Librería Piñango, 1967
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STRAKA, Tomás. Sánchez Andrés, Agustín. Zeuske, Michael (Compiladores). Las Independencias de Hispanoamérica. Caracas, Fundación Empresas Polar, Universidad Católica Andrés Bello, Fundación Konrad Adenauer, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2011
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ZEA, Francisco Antonio (Coordinador). Colombia: Siendo una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial, política &c. de aquel pays, adaptada para todo lector en general, y para el comerciante y colono en particular. Caracas, Banco Central de Venezuela y Academia Nacional de la Historia, 2014
 
Fuentes hemerográficas
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SIN AUTOR. “Presas de Colombia”. El Colombiano. Caracas, miércoles 11 de agosto de 1824. N° 66, p. 2
_________. “Por los estados oficiales presentados…”. El Colombiano. Caracas, miércoles 19 de enero de 1825. N° 89, p. 3
_________. “Presas hechas por buques colombianos”. El Colombiano. Caracas, miércoles 10 de mayo de 1826. N° 156, p. 2
_________. “Corso” El Venezolano. Caracas, sábado 27 de diciembre de 1823. N° 66, p. 3
 
Fuentes electrónicas
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GARCÍA RODRÍGUEZ, Eduardo Pedro. “Continúan los asaltos de corsarios colombianos” en La Gaveta de Aguere. Disponible en: http://lagavetadeaguere.blogspot.com/2014/01/continuan-los-asaltos-de-corsarios.html
LÓPEZ DOMÍNGUEZ, Luis Horacio (Compilador). “Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856” en Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Granada.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)
SIN AUTOR. Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
 
SIN AUTOR. “Hispanoamérica: 1825” en Hispanoamérica Unida. Disponible en:http://hispanoamericaunida.com/2014/11/24/hispanoamerica-1825/ (Revisado On Line el 03 de agosto de 2015 a las 05:54 pm)
 
[1] Fragmentos del séptimo mensaje anual del Presidente de los Estados Unidos, James Monroe, al Congreso norteamericano. 2 de diciembre de 1823 en De Panamá a Panamá. Acuerdos de Integración Latinoamericana 1826 – 1881, pp. 43 – 44
[2] Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 328-329
[3] Ibídem, pp. 330-332
[4] Ibídem, pp. 259-260

[1] Nota de Pedro Gual a José María Salazar, contentiva de las instrucciones que deben seguir los Representantes a la Asamblea de Panamá, donde asimismo se manifiesta que el Ejecutivo de la República de Colombia desea que los Estados Unidos envíen Plenipotenciarios a Panamá. Bogotá, 7 de octubre de 1824 en De Panamá a Panamá. Acuerdos de Integración Latinoamericana 1826 – 1881, pp. 51 – 54
[2] Carta de Francisco de Paula Santander, Vicepresidente de Colombia, al Libertador Presidente, Encargado del Poder Ejecutivo del Perú, Simón Bolívar. Bogotá, 6 de febrero de 1825 en Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá, pp. 44 – 45
[3] De la Reza, Germán A. Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá, pp. XVI  - XVII
[4] Frankel, Benjamín Adam. Venezuela y los Estados Unidos, 1810 – 1888, pp. 54 – 55
[5] Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. II, p. 148
[6] Instrucciones especiales del Secretario de Relaciones Exteriores de Colombia a sus delegados. Bogotá, 23 de septiembre de 1825 en Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá, pp. 82 – 83
[7] Oficio de Manuel Salazar al Secretario de Estado de Estados Unidos.  Washington, 2 de noviembre de 1825 en British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, pp. 396 – 398
[8] Carta del Sr. Clay al Sr. Salazar. Washington, 30 de noviembre de 1825 en British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, pp. 399 – 400
[9] Reporte del Presidente John Quincy Adams al Senado. 9 de enero de 1826 en British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, p. 402
[10] Instrucciones generales dadas por John Quincy Adams y Henry Clay a Richard C. Anderson y John Sergeant. Washington, 8 de mayo de 1826 en De Panamá a Panamá. Acuerdos de Integración Latinoamericana 1826 – 1881, pp. 150 – 155
[11] Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua de las Repúblicas de Colombia, Centroamérica, Perú y Estados Unidos Mexicanos. Panamá, 15 de julio de 1826 en Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá, pp. 210 – 211
[12] Convención de Contingentes entre las Repúblicas de Colombia, Centroamérica, Perú y Estados Unidos Mexicanos. Panamá, 15 de julio de 1826 en Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá, pp. 221 - 225
[13] Sin autor. “Hispanoamérica: 1825” en Hispanoamérica Unida. Disponible en:http://hispanoamericaunida.com/2014/11/24/hispanoamerica-1825/ (Revisado On Line el 03 de agosto de 2015 a las 05:54 pm)
[14] Carta del general Pedro Briceño Méndez al Libertador Simón Bolívar. A bordo de la “Macedonia” frente a Buenaventura, el 22 de julio de 1826 en Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, pp. 214 – 215
[15] Carta a los señores Ministros Plenipotenciarios de Colombia en el Congreso de Panamá (Don Pedro Gual y General Pedro Briceño Méndez). Lima, 11 de agosto de 1826 en Obras Completas Vol. II, p. 461
[16] Rivas, Raimundo. Ob. Cit., p. 30 y pp. 35 – 36 y Gil Fortoul, José. Historia Constitucional de Venezuela (Tomo I), p. 567
[17] Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 376
[18] Ibídem, 254

[1] Sin autor. “Hispanoamérica: 1825” en Hispanoamérica Unida. Disponible en:http://hispanoamericaunida.com/2014/11/24/hispanoamerica-1825/  (Revisado On Line el 03 de agosto de 2015 a las 05:54 pm)
[2] Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 367
[3] Ídem
[4] Tratado de Amistad, Unión, Liga y Confederación perpetua entre Colombia y México en Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856.  Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Granada.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)
[5] Convenio sobre Auxilios Navales a México en Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856 en Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856. Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia.  Disponible en:http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Granada.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)
[6] Plan de Operaciones para la Escuadra Combinada de México y Colombia en Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856. Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Granada.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)
[7] Silva Otero, Arístides. La diplomacia hispanoamericanista de la Gran Colombia. Su significado en la historia de la diplomacia y del derecho internacional americanos, pp. 61-62
[8] Carta de Henry Clay a Henry Middleton. 10 de mayo de 1825 en Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, pp. 403 – 409
[9] Instrucciones del Gobierno de Estados Unidos a su ministro plenipotenciario cerca de la República de Colombia. Washington, 16 de septiembre de 1825 en Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá, pp. 105 – 106
[10] Carta de José María Salazar al Secretario de Estado de Estados Unidos. Nueva York, 30 de diciembre de 1825 en Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, pp. 426 – 428
[11] Rivas, Raimundo. Relaciones Internacionales entre Colombia y los Estados Unidos, p. 30
[12] Ibídem, p. 31
[13] Silva Otero, Arístides. Ob. Cit., p. 62
[14] Morales Pérez, Salvador E. “El papel de Cuba en la geopolítica independentista” en Las Independencias de Hispanoamérica, p. 766
[15] Ibídem, p. 774
[16] Ibídem, pp. 763 - 764
[17] Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 368
[18] Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos de 1826”, Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 121 – 122
[19] Morales Pérez, Salvador E. “El papel de Cuba en la geopolítica independentista” en Las Independencias de Hispanoamérica, pp. 765 – 766
[20] Ibídem, p. 779
[21] Reporte del Secretario de Marina al Congreso de Colombia. 9 de enero de 1826.  Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, p. 1099
[22] Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 369
[23] Silva Otero, Arístides. Ob. Cit., p. 61
 
[1] Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 280
 
[2] Ibídem, p. 237
[3] Ibídem, p. 359
[4] Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos de 1826”, Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, p. 122
[5] “Corso” El Venezolano. Caracas, sábado 27 de diciembre de 1823. N° 66, p. 3
[6] El 30 de marzo de 1822, el Vicepresidente Francisco de Paula Santander decretó la Ordenanza Provisional de Corso, instrumento legal que reguló la materia hasta su prohibición en 1829. Del Castillo, Pedro P. Teatro de la Legislación Colombiana y Venezolana Vigente Tomo Tercero, pp. 55 - 70
 
[7] Consejo Extraordinario de Gobierno del jueves 10 de junio de 1824 en Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
 
[8] Ídem
[9] Ídem
[10] Ídem
[11] Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 12 de julio de 1824 en Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
[12] “Presas de Colombia”. El Colombiano. Caracas, miércoles 11 de agosto de 1824. N° 66, p. 2
[13]  “Por los estados oficiales presentados…”. El Colombiano. Caracas, miércoles 19 de enero de 1825. N° 89, p. 3
[14] Rivas, Raimundo. Relaciones Internacionales entre Colombia y los Estados Unidos, pp. 24 – 25
[15] Convención General de Paz, Amistad, Navegación y Comercio entre la República de Colombia y los Estados Unidos de América en Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856. Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Granada.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)
[16]  “Presas hechas por buques colombianos”. El Colombiano. Caracas, miércoles 10 de mayo de 1826. N° 156, p. 2
[17] Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos de 1826”, Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 123 – 128

[1] Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 350
 
[2] Carta de Pedro Gual a Simón Bolívar. Bogotá, 25 de septiembre de 1824 en Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 433
[3] Consejo Extraordinario de Gobierno del jueves 10 de junio de 1824  y Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 12 de julio de 1824 en Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado On Line el 06 de abril de 2016 a las 10:16 pm)
[4] Convención General de Paz, Amistad, Navegación y Comercio entre la República de Colombia y los Estados Unidos de América en  Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856 en Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Granada.html (Revisado On Line el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm)
[5] Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 351
[6] Consejo Ordinario de Gobierno del miércoles lº de diciembre de 1824 en Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827 Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
 
[7] Decreto del Gobierno Colombiano respecto a los impuestos a pagar por buques y cargueros de los Estados Unidos, 30 de enero de 1826 en Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XII, pp. 623 – 625
[8] Carta de José Rafael Revenga a Richard C. Anderson. Bogotá, 31 de enero de 1826 en Ibídem, pp. 622 – 623
[9] Carta de John Quincy Adams, Secretario de Estado, a Richard C. Anderson, Ministro Plenipotenciario en Colombia en Ibídem, p. 475 
 
 
 
[1] Toro Jiménez, Fermín. Historia Diplomática de Venezuela, 1810 – 1830, p. 256
[2] Fragmentos del séptimo mensaje anual del Presidente de los Estados Unidos, James Monroe, al Congreso norteamericano. 2 de diciembre de 1823 en De Panamá a Panamá. Acuerdos de Integración Latinoamericana 1826 – 1881, pp. 43 – 44
[3] Ibídem, p. 259
[4] Carta de John Quincy Adams, Secretario de Estado, a Richard C. Anderson, Ministro Plenipotenciario en Colombia. Washington, 27 de mayo de 1823 en Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, pp. 459 – 483
[5] Ídem y Zea, Francisco Antonio (Coordinador). Colombia: Siendo una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial, política &c. de aquel pays, adaptada para todo lector en general, y para el comerciante y colono en particular, pp. xxxiv - xxxvi
[6] Carta de John Quincy Adams, Secretario de Estado, a Richard C. Anderson, Ministro Plenipotenciario en Colombia. Washington, 27 de mayo de 1823 en Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, pp. 459 – 483
[7] Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 349-350
[8] Carta de John Quincy Adams, Secretario de Estado, a Richard C. Anderson, Ministro Plenipotenciario en Colombia… Ob Cit., pp. 459 – 483

 

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Documentación geopolítica francesa. Los franceses proporcionan una gran cantidad de información y cartografía geopolítica, al punto que uno encuentra más información en francés que en inglés. Quizás comente algo, de momento pongo unos cuantos enlaces.

http://www.geopolitique.net/fr/

https://www.monde-diplomatique.fr/cartes/

http://www.eurocontinent.eu/

https://www.ladocumentationfrancaise.fr/cartes/liste/relations-internationales

 

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Un apunte sobre los textos franceses. Creo que mi amerofilia queda patente en muchos sitios. Sin embargo, si EEUU se torna (aún más) agresivo contra los intereses hispánicos, como en el repugnante acto en California de hace unos días derribando la estatua de Cristóbal Colón, hay que equilibrar los intereses geopolíticos de los países hispanos reforzando otros esquemas.

Uno posible esquema es participar en el eje diagramado por De Gaulle, París-Berlín-Moscú. Comentado por Pierre-Emmanuel Thomann, doctor del IFG:

http://www.eurocontinent.eu/2018/07/le-rapprochement-franco-russe-pour-un-nouvel-equilibre-europeen/

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El desarrollo que suele contemplarse y que puede leerse también por varios sitios (aquí un texto de Verstrynge) es el siguiente. Si incluimos a Madrid, obtenemos un eje Madrid-París-Berlín-Moscú con cuatro capitales europeas históricas y cuatro espacios culturales añadidos: el iberoamericano, el francoafricano, el germanoeuropeo, y el rusoasiático. Cuatro potencias continentales que fueron humilladas, en su tiempo, por los anglosajones: el Imperio español, el Reino y el Imperio francés, la Alemania de los tres Reichs (y el Imperio Austrohúngaro, también de cultura germana), la Rusia de los zares y los soviets. Cuatro bloques ninguneados en el devenir del mundo multipolar: la Hispanidad (Iberoamérica, Iberofonía), África-Francofonía (capitaneada por Francia), la Unión Europea y la Unión Eurasiática. Este eje contrapesa al nuevo G-2 triunfante kissingeriano, el bipolo norteamericano-chino. Hubo ya intentos, abortados por los acontecimientos de la última década.

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Este espacio corresponde lejanamente con la idea de la "Región Intermedia" de los geopolíticos griegos como Kitsikis, aunque en ésta toda Europa occidental y toda América era adjudicada al polo occidental.

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Según Manuel Ugarte, el equilibrio entre el proyecto "panamericano" liderado por EEUU y el eje propuesto anteriormente, que podemos llamar "graneuropeo", es lo que mejor garantiza la independencia de Iberoamérica.

Hay que dar también la parte negativa: puede ocurrir que los territorios hispanos se conviertan en campo de batalla entre bloques. Esto es probable debido a la fragmentación y debilidad política iberoamericana. Ha de contemplarse este riesgo, que ya ha producido muchísimos muertos en varios eventos. No solamente en el pasado, por ejemplo con la intervención francesa en México y la creación del concepto equivocado de "Latino"américa, o con las redes del fascismo y el nazismo en el Cono Sur; también en fechas recientes: según algunas "conspiranoias", el 11M sería un acto de la inteligencia francesa para obligar a la España pronorteamericana de Aznar a participar en el eje graneuropeo (las fechas cuadran). De todas formas, después, Francia y Alemania volvieron al redil tras varios cambios en bambalinas, y Rusia se repliega.

Cualquier aproximación debe hacerse con extremo tiento diplomático, e identificando y definiendo muy bien cuáles son los intereses de cada agente.

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La nueva obra sobre la Iberofonía (mundo de habla hispana y lusa) de Durántez Prados, uno de los mejores geopolitólogos que tiene ahora mismo España nos deja también este artículo en el ABC:

https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-mundo-iberico-articula-fuerza-orden-global-201811210230_noticia.html

Cita

El mundo ibérico se articula con fuerza en el orden global

La Sociedad civil y varias insituciones construyen una estrategia de Paniberismo que requiere ya una mayor atención oficial

Jesús García Calero
@caleroje
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Actualizado:21/11/2018 02:30h

 

Acostumbrados a dibujar el mundo según lecciones de la geopolítica del siglo XX y la lógica de bloques, no es fácil percibir realidades emergentes que hunden sus raíces en nuestra historia compartida. Al trabajo y la trayectoria, tanto académica como institucional, de Frigdiano Álvaro Durántez Prados debemos una de las más interesantes novedades en este campo: el nacimiento, o la carta de naturaleza, del Paniberismo, una comunidad multinacional que aglutina a 800 millones de personas y que se ha estado configurando de manera imperceptible con la potencialidad de establecerse como un relevante actor geopolítico.

El libro Iberofonía y Paniberismo es un estudio meticuloso de este fenómeno, cuya tesis además se vincula a poderosas afinidades entre los países hablantes de las lenguas ibéricas, que han tomado consistencia institucional en los últimos años. Desde la suma de Brasil y Portugal a las Cumbres Iberoamericanas, pasando por la decidida participación de Andorra en el ámbito iberófono o, más recientemente, una relevante aportación de los países africanos de ascendencia lusófona que quieren sumarse activamente en la construcción de este espacio panibérico.

El autor describe cómo fraguan las potencialidades de un cambio de paradigma de consecuencias económicas, políticas y culturales. Durántez se ha convertido en pionero de la nueva articulación del mundo ibérico, perfilando fortalezas que no habíamos visto sumadas antes. De Andorra a Angola, de Argentina a México, de Puerto Rico a Estados Unidos o Canadá -donde hay crecientes comunidades iberófonas-, de Timor Oriental a Portugal o de España a Filipinas, la suma de países no es el único argumento.

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La iberofonía suma el español, segunda lengua materna en el mundo con más de 570 millones de hablantes, con el portugués, segunda lengua ibérica y latina, con más de 230 millones. Espacio multinacional rico en diversidad cultural y lingüística, añade valores incuestionables en el mundo globalizado.

Porque español y portugués tienen una base lingüística común, derivada de la afinidad sustantiva entre ambos. Algo así no se repite en otros espacios geopolíticos, ya que los hablantes iberófonos se entienden. Más precisamente, en la Península Ibérica y también en los países de América y África, el panibérico es un espacio dentro del cual convive una hirviente diversidad de lenguas y culturas. Literaturas y comunidades artísticas de gran importancia constituyen una palanca esencial.

Lo más importante es que todo esto se fragua en la sociedad civil.Academias, asociaciones, cumbres y declaraciones oficiales que nacieron desde Hispanoamérica ya habían transitado hacia un dominio iberoamericano, pero ahora están reconfigurándose con la suma de actores de latitudes africanas y asiáticas.

Así, desde la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, como la correspondiente dedicada a la Seguridad Social, o desde la plataforma de Universidades de Lenguas Española y Portuguesa, o el Organismo Internacional de la Juventud y algunas conferencias de ministros de países iberoamericanos, se hace ya realidad su proyección panibérica. La Corona de España es clave de este pujante edificio multinacional de creciente peso en el concierto de las naciones. No por casualidad el asunto ha sido abordado por Don Felipe en algunos discursos fundamentales dedicados a la historia común y la cooperación internacional.

Iberofonía y Paniberismo

Autor: Frigdiano Álvaro Durántez Prados

Editorial: Última Línea 2018.

740 pág. 38,95 euros

 

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El concepto de la Treintena Milmillonaria. Es decir, el concepto "masivo" de los Treinta países, y de los 800 millones de personas de habla hispana y lusa.

No lo digo yo, lo dice el Rey Felipe (enlace) en la clausura del Encuentro Empresarial de la Cumbre Iberoamericana. Señalo en negrita. No es la primera vez que lo dice en estos términos. Este concepto nos debe guiar en nuestros trabajos.

Cita

Palabras de Su Majestad el Rey en la Clausura del XII Encuentro Empresarial Iberoamericano

Antigua (Guatemala), 15.11.2018

Es nuevamente una satisfacción para mí participar en la clausura del Encuentro Empresarial que se organiza en el marco de las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno, y que este año felizmente recala en La Antigua, Guatemala. Una iniciativa que con gran acierto arrancó en la Cumbre de Salamanca de 2005, bajo el impulso del recién nombrado Sec. Gen Iberoamericano Enrique Iglesias.

Quisiera agradecer al Consejo de Empresarios Iberoamericano (CEIB) y a la Secretaria General Iberoamericana (SEGIB), en colaboración con la organización empresarial de Guatemala (CACIF), por la espléndida organización de este Encuentro y por el cariñoso recibimiento. Estar hoy aquí, en la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, designada Patrimonio de la Humanidad en 1979, es otro motivo de satisfacción.

España mantiene muy buenas relaciones comerciales con Guatemala y se espera que se intensifiquen aún más en 2018. Además, nuestro país es el principal inversor europeo en Guatemala (y el cuarto del mundo en inversión acumulada). Podemos observar que las empresas españolas tienen un interés creciente en invertir en el país por las oportunidades de inversión que éste ofrece, generando puestos de trabajo y repercutiendo positivamente en el bienestar de los ciudadanos.

Antes de continuar, me alegra mucho poder felicitar a los recién galardonados en la edición de este año del Premio Iberoamericano de Calidad y a los organizadores del mismo, la SEGIB y FUNDIBEQ. Un reconocimiento internacional que busca premiar, en sus tres categorías, la excelencia en la gestión de las organizaciones, difundir las mejores prácticas llevadas a cabo por los premiados y distinguir la creatividad, innovación, transformación y gestión del cambio. Se trata de actitudes que todos los galardonados comparten. Les animo a seguir trabajando en esta dirección y a seguir siendo ejemplo y referencia para otras muchas empresas.

Señoras y señores.

Como bien saben, Iberoamérica es una prioridad para las empresas españolas, y, en consecuencia, es siempre una prioridad en nuestras relaciones económicas y comerciales. Y para ese fin, las Cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno son el marco perfecto donde fortalecer las relaciones de carácter institucional con los países iberoamericanos al más alto nivel.

Por nuestro pasado y presente, nuestras relaciones culturales y económicas son y serán siempre muy fuertes. Como me han escuchado decir más de una vez, juntos somos más y mejores. Pero me gustaría resaltar un elemento fundamental que nos une y que no debemos olvidar nunca, nuestras grandes lenguas afines, el español y el portugués.

Cada día, avanza positivamente el proceso de acercamiento entre los países hispanohablantes y lusófonos del mundo que, juntos, como he señalado en otras ocasiones, conforman un gran espacio multinacional de 800 millones de personas en una treintena de países de todos los continentes. No cabe duda de que esta realidad de base lingüística y cultural contribuye a articular unas relaciones económicas y comerciales más intensas, sólidas y fluidas entre todos nuestros pueblos.

De hecho, estas estrechas y positivas relaciones quedan reflejadas en la gran participación de muchas de las empresas españolas en proyectos emblemáticos de la región, como la construcción del metro de Quito, la construcción del tren Bioceánico o la ampliación del Canal de Panamá. Las empresas españolas cuentan con un prestigio internacionalmente reconocido y son muestra de un trabajo de calidad, enfocado principalmente en sectores como las telecomunicaciones, servicios financieros, energía, infraestructuras, turismo, seguros o transporte. A su vez, la Región iberoamericana sabe que cuenta con España como un mercado dinámico y atractivo para sus inversiones y actividades comerciales, y como conexión con la Unión Europea o el continente africano.

De esta evolución tan satisfactoria, cada día más intensa y fructífera, me gustaría destacar una cifra muy significativa: los flujos de comercio entre España y América Latina y Caribe casi se han duplicado desde 2009, hasta situarse en los 32.300 millones de euros en el año 2017.

Iberoamérica es una prioridad para las empresas españolas, y, en consecuencia, es siempre una prioridad en nuestras relaciones económicas y comerciales. Y para ese fin, las Cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno son el marco perfecto donde fortalecer las relaciones de carácter institucional con los países iberoamericanos al más alto nivel. Por nuestro pasado y presente, nuestras relaciones culturales y económicas son y serán siempre muy fuertes

En cuanto a la inversión, España sigue siendo el segundo inversor mundial y el primer país europeo que invierte en la Región. Una inversión que se caracteriza por la estabilidad y el compromiso de permanencia, creando casi 800.000 puestos de trabajo en la zona, contribuyendo positivamente a la actividad económica, y en definitiva, al progreso y mejora de las personas que componemos esta Comunidad.

Durante esta intensa jornada de trabajo, se han tratado muchos de los temas más determinantes hoy en día para lograr construir una zona regional próspera, inclusiva y sostenible. Se han abordado los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030; el comercio y la inversión como elementos de prosperidad y desarrollo; el ecosistema digital como pilar estratégico para el crecimiento económico; la sostenibilidad como elemento clave en la estrategia de la ciudadanía corporativa; el empoderamiento de la mujer; así como el programa iberoamericano de movilidad de talento y capital humano.

Sobre estos contenidos tan amplios y relevantes, me gustaría compartir algunas reflexiones:

La primera, sobre los derechos humanos y la sostenibilidad. Hoy en día, no se concibe uno sin el otro, y la noción de la protección del medio ambiente ha evolucionado hasta convertirse en un concepto más amplio. La creciente conciencia de los consumidores y las expectativas y demandas de las comunidades locales en las que operan las multinacionales presionan a las empresas para que cada vez adopten un papel más destacado en la búsqueda de soluciones.

Estas medidas son fundamentales para mejorar el equilibrio entre las personas, los resultados de las compañías y la protección de nuestro planeta, vinculando el objetivo de obtener beneficios dentro de un marco más amplio de crear valor compartido para los trabajadores, los ciudadanos, el medio ambiente y la sociedad en general. En síntesis, desarrollar al máximo la responsabilidad social corporativa. La cuestión clave aquí es que las empresas desempeñan un papel fundamental en la sociedad y yo les animo a que lo ejerzan responsablemente en toda su plenitud.

La sostenibilidad puede tener un impacto positivo en la competitividad. Cada vez hay más empresas, relativamente innovadoras en este campo, que desarrollan importantes ventajas competitivas al vincular su marca con valores positivos, obteniendo un mejor reconocimiento internacional y un mayor acceso a nuevas fuentes de financiación. La innovación significa productividad, y la productividad es sinónimo de competitividad, clave para la sostenibilidad económica de las empresas y, a nivel agregado, de las economías.

Los acuerdos comerciales son, cada vez más, una herramienta importante para aprovechar la globalización y promover la sostenibilidad. La política comercial debe diseñarse y aplicarse para apoyar a las empresas en el desarrollo de sus actividades en todo el mundo de una manera que sea sostenible. Por ello, el fortalecimiento de las relaciones comerciales y de inversión entre las naciones es una de las mejores formas de promover y difundir la prosperidad.

Desde España, se defienden las ventajas del librecambio en el marco multilateral como un potente motor de generación de riqueza y de empleo. En nuestro país, se ha comprobado cómo la internacionalización de nuestra economía contribuyó de forma sustancial a amortiguar los efectos del último ciclo económico negativo. La globalización es una realidad, permite una mayor conectividad entre personas, información, flujos comerciales y de capitales, y eso tiene resultados tangibles en forma de puestos de trabajo y crecimiento. Sin embargo, tenemos que defender que la globalización sea inclusiva. Ello significa que debemos lograr acuerdos globales y justos, acuerdos que son una oportunidad para mejorar la normativa en materia laboral y ambiental, pero también de fomentar la igualdad de género, mejorar la trasparencia, y generar riqueza y bienestar para el conjunto de la sociedad.

Por otro lado, la digitalización en el comercio es fundamental, es el reto, no del futuro sino ya del presente. Sólo es posible competir en los países más exigentes si la incorporamos, junto con la innovación, en los productos y procesos. Estamos viviendo un momento único, asistimos a la revolución digital que tiene −y lo va a tener aún más− un gran impacto en la economía y, ante estos cambios, es fundamental tener las mentes abiertas y estar preparados para las transformaciones. Por ello, es clave la formación continua. Una formación adecuada permite contar con unos recursos humanos de calidad y preparados para hacer frente a las necesidades del momento.

Por último, no quisiera terminar sin hacer una mención a la importancia de la igualdad de género en el sector privado. La incorporación de la mujer a puestos de mayor responsabilidad en las empresas constituye uno de los grandes desafíos de las sociedades modernas. Por una parte, sería muy positivo para las compañías aprovechar todo el capital humano del que dispone y, por otra, poner en marcha todos los medios necesarios para facilitar y flexibilizar el entorno con el objetivo de garantizar un acceso a dichos puestos de responsabilidad en igualdad de derechos y oportunidades para todas las personas. En definitiva, potenciar el papel de la mujer en la empresa redundaría en el beneficio global de la compañía y de la sociedad. De esta manera, se construye una sociedad más cohesionada y justa, y, al mismo tiempo, más productiva.

Termino ya, con la seguridad de que los debates y conclusiones de este encuentro serán de gran provecho para el objetivo de impulsar nuestras economías y la actividad empresarial iberoamericana en beneficio de nuestras sociedades. Saben que en ese objetivo siempre podrán contar con todo mi apoyo.

Muchas gracias.

 

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Se asegura en este artículo que hay una ""ola bolsonarista" que se puede extender a más países:

Cita

La ola bolsonarista se extiende más allá de Brasil

El discurso ultra se extiende por varios países de América bajo el impulso de la victoria de Bolsonaro

Abel Gilbert

Buenos Aires - Domingo, 18/11/2018 | Actualizado a las 16:20 CET
El presidente electo Jair Bolsonaro en un encuentro del Tribunal Superior del Trabajo en Brasilia

El presidente electo Jair Bolsonaro en un encuentro del Tribunal Superior del Trabajo en Brasilia

El nombre del capitán y futuro presidente se hace verbo más allá de Brasil. "Bolsonarizarse" es la acción que reclaman unos y temen otros en tres países fronterizos a pocas semanas de que la ultraderecha suba al poder en el gigante sudamericano. Los analistas se preguntan si es posible una versión argentina, uruguaya boliviana o chilena de Jair Bolsonaro que se sume a la corriente ideológica que atraviesa parte del mundo, desde Donald Trump, en Estados Unidos, a Matteo Salvini, en Italia; de Viktor Orban y Mateusz Morawiecki , en Hungría y Polonia, respectivamente.

En Argentina, tanto un sector del Gobierno como una parte de la oposición peronista decidieron entonar la misma melodía con ritmos brasileños que exalta la dureza policial y el disparo por la espalda al ladrón de poca monta, a la vez que señala al inmigrante como peligro potencial. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, consideró que las "personas de bien" tienen derecho a estar armadas "si están autorizadas legalmente".

Alfredo Olmedo, un diputado de la norteña provincia de Salta, una de las más pobres del país, ha reclamado para sí la condición de "bolsonarista" puro. Exalta a los militares de la última dictadura (1976-83) y exige una policía implacable. A pesar de haber protagonizado una trifulca en público con su exesposa y su hija, después de haber sido descubierto 'in fraganti' con otra mujer,  se presenta como el restaurador de los valores cristianos y familiares que la "ideología de género", dice, han destruido.

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Alfredo Olmedo

Como Bolsonaro, se convirtió al evangelismo pentecostal. A diferencia del futuro mandatario brasileño, cambió las aguas purificantes del río Jordán por una piscina de plástico. Olmedo fue proclamado  candidato a presidente por un grupo de pastores. La ceremonia se interrumpió al hundirse el palco con todos los presentes. Dijo que eso fue una señal divina. El legislador acaba de protagonizar un accidente automovilístico en una carretera bonaerense.El conductor del carro que lo embistió falleció y él, ileso, sugirió que fue otra protección de la Providencia.  "Tengo dudas de si fue intencional. La justicia determinará si fue otra cosa, espero que no lo sea", dijo y dejó en el aire la posibilidad de una conspiración en su contra en la que nadie cree.Según una reciente encuesta, Olmedo tiene una popularidad del 5,8%. 

"Estuve hace quince días en Uruguay con los compañeros de la dirección del Frente Amplio. Les dije que esto iba para allá", advirtió Tarso Gerno, uno de los históricos dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT), en relación a la ola bolsonarista. Una encuesta de la consultora Equipos dio cuenta que un 14% de los uruguayos tienen una visión positiva del capitán retirado. El empresario  Edgardo Novick, quien años atrás compitió por la alcaldía de Montevideo, quiere seguir su senda en las presidenciales de 2019. Pablo Perna lanzó a su vez su precandidatura por el Partido Colorado bajo la consigna "plomo para la delincuencia". 

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Egardo Novick. 

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Norma Piérola

Evo Morales ha puesto a andar toda la maquinaria del Estado para garantizarse una nueva reelección el año venidero. El expresidente Carlos Mesa se presenta como una alternativa moderada. Pero, a la par, los medios de prensa opositores han empezado a darle un espacio a Norma Piérola, una legisladora que también quiere mirarse en el espejo de Bolsonaro. Ella representa a un sector del Partido Demócrata Cristiano y quiere pelear la presidencia con el lema "Dios, patria y hogar".

Un general del Ejército retirado, Marco Bracamonte, se disputa ese espacio con Piérola y reivindica las coincidencias con el capitán brasileño como su condición de evangélico. Experto en artes marciales y esgrima, cultor del fisiculturismo, pastor ocasional, asegura que tratan de impedir su llegada al Palacio Quemado, como se conoce la sede del Ejecutivo. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) le denegó la personería jurídica a su partido Patriotas por la Transformación (PPT).

En Chile, el exdiputado José Antonio Kast, un pinochetista confeso, ha resuelto convertirse en interlocutor de Bolsonaro, con quien se encontró en Brasil.  La experiencia brasileña, señalan algunos analistas, puede ser irrepetible. Pero también avisa que los personajes marginales, subestimados y objeto del sarcasmo, en medio de una crisis de representación política, encuentran condiciones para convertirse en otra cosa. Una amenaza.

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La ola bolsonarista se extiende más allá de Brasil

Recuerdo que, de estos nuevos líderes populistas, Bolsonaro es el único al que Dugin no le da su bendición:

Dugin — 'É necessário criar uma frente anti-Bolsonaro' | Nova Resistência

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Teniendo en cuenta la reflexión que surge a raíz del tema de la Izquierda nacional, en la que el nuevo partido "Izquierda en Positivo" denuncia estar ocurriendo una mutación de la lucha de clases en lucha de nacionalidades o identidades, me pregunto que puede ocurrir en América si toda la izquierda de allí también sufre ese proceso de mutación y acaba confluyendo con esa ultraderecha de tipo "bolsonarista". De alguna manera ya está ocurriendo con el indigenismo. Estoy dándome cuenta de que el movimiento identitario puede que al final sea algo mucho más gordo que un simple cambio de traje de la ultraderecha nacionalista.

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La lectura que hago del tema Dugin/Bolsonaro es sencilla. La mayor ambición de Dugin es la ruptura geopolítica de Occidente.  Para ello se apoyan todas las alternativas lo más antiamericanas y lo más prorrusas posible.

En Europa toda la izquierda era antirrusa y la derecha alternativa es prorrusa. Así que toca apoyar a los identitarios. En Brasil o Hispanoamérica en general es al revés, Bolsonaro, los pinochetistas y similares son pronorteamericanos, y la izquierda es la que es prorrusa a través de los BRICS y el bolivarianismo. Así que toca apoyar a los restos de la «pink wave».

Por lo que vemos un ejercicio efectivo de geopolítica de interés ruso por encima de la ideología.

Actitud que, por cierto, debemos mantener, pero claro, desde el interés hispánico, no desde el ruso. Es decir, tenemos que identificar a los actores prohispánicos, sean del signo que sean, y apoyarlos.

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Una reflexión. ¿Es posible una reconversión del imperio de EEUU en un neoimperio cristiano (o poliarquía cristiana), incluyendo no sólo a EEUU y la UE, sino también a tres espacios como Rusia, Hispanoamérica y el África cristiana, más espacios cristianizados de Asia como Filipinas, Corea...? ¿Puede plantearse este viraje tras el reajuste geométrico rupturista que supone la oleada identitaria, y la recuperación de la idea de Imperio? ¿Puede hablarse de multipolaridad coordinada con un nuevo espiritualismo? ¿Qué papel podría tomar la Hispanidad en este escenario? ¿Qué caminos son necesarios para esta Restitutio imperii?

Filosóficamente: grandes Acuerdos entre católicos, ortodoxos, protestantes y ateos.

Políticamente: constitución de ejes EEUU-Rusia-UE-Iberoamérica-África atlantocristiana; la aceptación de EEUU de un movimiento hacia la poliarquía.

La Cristiandad:

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Cristianos del mundo (azul), en gráficos proporcionales a la población.

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Gerión, la mayoria de esos territorios son solo cristianos sobre el papel. Los principios que rigen esas sociedades, nuestras sociedades, actualmente son de otra naturaleza.

Cuando aquí hablamos de Cristiandad nos referimos a otra cosa. Cuando el Papa pone este sistema en cuestión lo hace desde la raíz, esa es la razón de tan desaforados ataques desde sectores del llamado conservadurismo cristiano, que en realidad son conservadores de su estatus socioeconómico para lo que en su día se apoyaron en el cristianismo, según lo que éste tenía en su momento de enemigo de su enemigo, el marxismo.

Hoy la cosa ha cambiado y, como bien comentan Español y Hispanorromano, los movimientos entre ciertos sectores católicos norteamericanos y sus conexiones europeas confirmarían esa hipótesis.

Dicho de otra manera, ¿en qué se manifiestan cristianamente esos polos constituyentes de ese hipotético imperio?

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Y... ¿en qué se manifiestan hispanamente países como España o México? Ocupada una por el Príncipe de las Logias, nido de masones aztequistas el otro. Los principios que rigen las naciones llamémoslas "hispanas" son de lo más antihispano. Eso no debería cambiar nuestra postura. Maeztu ya decía que la flecha estaba caída en el campo de batalla; no volando certera a su objetivo. Hay que recogerla y relanzarla. Si no, apagamos y nos vamos.

Sobre la definición que uso aquí. Si la Hispanidad puede definirse político-históricamente como las naciones hijas de los imperios de Hispania, la Cristiandad está conformada principalmente por las naciones herederas del Imperio cristiano de Roma, y todos los territorios que éstas evangelizaron en otros espacios y continentes.

Razón tienes en que el cristianismo muchas veces es sobre el "papel". Pero quien tuvo, retuvo. Los principios que rigen las principales ideologías de Occidente son degeneraciones y reducciones del pensamiento cristiano. Más fácil será, de cualquier forma, plantear una idea de restitución imperial con todos los occidentales degenerados que con otros espacios georreligiosos del mundo. ¿Con quiénes si no? El imperio cristiano desde siempre ha sido una pluralidad de naciones y subespacios, esto es muy "medieval" y con los carlistas aprendí a valorar muy positivamente la medievalidad. En esta pluralidad puede reaparecer alguna Liga Hispánica reclamando su espacio. ¿Quiénes son aliados? ¿Quiénes son enemigos? No lo sé. Es sólo un escenario. 

No siento lejana la posición de los conservadores cristianos (y los ultraconservadores). A mí me parece una reacción de lo más necesaria contra la serpiente del izquierdismo progresista. Es cierto que todo es muy mejorable. A mí no me importa. Trabajo con el barrio y la suciedad. Los desvaríos de dicha serpiente han sido de tal magnitud, han destrozado tantas vidas, tantas naciones, su filosofía es tan pobre, nos condena a la muerte de tal forma, que toda reacción me parece escasa. En mi fondo aprecio cada pequeño acto de resistencia ante el Antimundo creado por dicha serpiente. En estos momentos toda ayuda es poca. Bienvenidos sean esos conservadores católicos de dudosa moral, los evangélicos fundamentalistas, los ateos y progresistas renegados, los comunistas ortodoxos y quien quiera que pase por allí. 

El papel del catolicismo no debe ser el de defender a la Serpiente, más bien el de detectar dichos procesos de demolición del Antimundo y adaptarse a la deriva. De hecho, estoy seguro de que si la tendencia cambia (y en eso estamos), la instrucción desde el Vaticano será exactamente la defenestración definitiva del catolicismo "progresista". Pero no sólo eso. Creo sinceramente en que el programa católico es muchísimo más potente que el de cualquier panfleto abanderado por dichos grupos. En estos procesos, la guía y reevangelización es necesaria en cada minuto, en cada persona.

 

 

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hace 34 minutos, Gerión dijo:

Y... ¿en qué se manifiestan hispanamente países como España o México? Ocupada una por el Príncipe de las Logias, nido de masones aztequistas el otro. Los principios que rigen las naciones llamémoslas "hispanas" son de lo más antihispano. Eso no debería cambiar nuestra postura. Maeztu ya decía que la flecha estaba caída en el campo de batalla; no volando certera a su objetivo. Hay que recogerla y relanzarla. Si no, apagamos y nos vamos.

Sobre la definición que uso aquí. Si la Hispanidad puede definirse político-históricamente como las naciones hijas de los imperios de Hispania, la Cristiandad está conformada principalmente por las naciones herederas del Imperio cristiano de Roma, y todos los territorios que éstas evangelizaron en otros espacios y continentes.

Razón tienes en que el cristianismo muchas veces es sobre el "papel". Pero quien tuvo, retuvo. Los principios que rigen las principales ideologías de Occidente son degeneraciones y reducciones del pensamiento cristiano. Más fácil será, de cualquier forma, plantear una idea de restitución imperial con todos los occidentales degenerados que con otros espacios georreligiosos del mundo. ¿Con quiénes si no? El imperio cristiano desde siempre ha sido una pluralidad de naciones y subespacios, esto es muy "medieval" y con los carlistas aprendí a valorar muy positivamente la medievalidad. En esta pluralidad puede reaparecer alguna Liga Hispánica reclamando su espacio. ¿Quiénes son aliados? ¿Quiénes son enemigos? No lo sé. Es sólo un escenario. 

No siento lejana la posición de los conservadores cristianos (y los ultraconservadores). A mí me parece una reacción de lo más necesaria contra la serpiente del izquierdismo progresista. Es cierto que todo es muy mejorable. A mí no me importa. Trabajo con el barrio y la suciedad. Los desvaríos de dicha serpiente han sido de tal magnitud, han destrozado tantas vidas, tantas naciones, su filosofía es tan pobre, nos condena a la muerte de tal forma, que toda reacción me parece escasa. En mi fondo aprecio cada pequeño acto de resistencia ante el Antimundo creado por dicha serpiente. En estos momentos toda ayuda es poca. Bienvenidos sean esos conservadores católicos de dudosa moral, los evangélicos fundamentalistas, los ateos y progresistas renegados, los comunistas ortodoxos y quien quiera que pase por allí. 

El papel del catolicismo no debe ser el de defender a la Serpiente, más bien el de detectar dichos procesos de demolición del Antimundo y adaptarse a la deriva. De hecho, estoy seguro de que si la tendencia cambia (y en eso estamos), la instrucción desde el Vaticano será exactamente la defenestración definitiva del catolicismo "progresista". Pero no sólo eso. Creo sinceramente en que el programa católico es muchísimo más potente que el de cualquier panfleto abanderado por dichos grupos. En estos procesos, la guía y reevangelización es necesaria en cada minuto, en cada persona.

 

 

Pues por eso mismo, no existe ningún determinismo que establezca una relación entre geografía, nombre, nacionalidad, etc,  con un actuación HISPÁNICA. Y a día de hoy lo mismo sucede con las políticas de los dirigentes de los países "cristianos".

Aquí por lo que abogamos es por uná coherencia católica de la Hispanidad, de lo contrario lo único que estaríamos haciendo es pasándole el paño a blasones sin sentido.

La Catolicidad, la Hispanidad no tienen valor solo consideradas como señas de identidad. Mucho menos cuando incluso esos fundamentos culturales son desdeñados.

De ahí que, aunque está muy bien el código lingüístico que nos propusiste en su día... en su uso hay un peligro  bastante grande de confusión. Yo propongo deslindar perfectamente ambos conceptos, el meramente geográfico del sesncial hispánico.

A ver si abro un hilo dedicado un uno de esos grandes charlatanes "latinos" que en realidad son esencia antihispánica, auténticos agentes deshispanizantes en lengua española y de nacimiento en territorios ex novohispanos. Hay un vídeo interesantísimo que enlazaré muy ilustrativo.

 

PD: dejo aparte la discusión de si en una parte no desdeñable del pueblo mexicano, incluso del español, sí que haya mucho de católico e hispánico, a pesar de su clase dirigente masónica.

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Creo que ya lo he dicho una vez por aquí, presupongo que España y México son hispanos a efectos de estos desarrollos como hipótesis de trabajo, entre otras cosas porque si no, nos vamos a un exilio que no se sabe dónde va a terminar (a lo mejor en la mera dilución, o en revolverse y apostar por la destrucción de una España tomada por otra ideología, así acabó el separatismo). 

También creo que he comentado que la geopolítica es un campo del saber muy secundario, el campo primario es la Teología. En todo saber secundario se asumen unas hipótesis de partida (en este caso los intereses de un geoespacio); las acciones de los agentes instantáneos de ese geoespacio y sus motivaciones teológico-filosóficas son otra cosa. Al final todo esto son equilibrios geométricos, sin más.

Igual que el ingeniero del automóvil presupone que el conductor no va a estar atropellando peatones todo el día, pero calcula el sistema de mecanismos que lo hace funcionar. 

Creo que es evidente.

 

Aún así el hecho católico o hispánico como seña de identidad, lo veo también valorable, en este caso en el seno de otro campo secundario que es el de la cultura y construcción nacional, nuevamente, inferior al teológico. Hay que moverse arriba y abajo.

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      Una vez más, por aprecio a estos amigos dejo solo el enlace para enviar las visitas a la fuente.

      Solo comento la foto que ponen de un congreso internacional identitari que hubo un México. Ahí se plasma el cáncer que han supuesto y parece que aún sigue suponiendo aquella enfermedad llamada CEDADE. En dicha foto veo al ex-cabecilla de CEDADE, Pedro Varela -uno de esos nazis que se dicen católicos- junto a Salvador Borrego -que si bien no era nazi, de hecho es un mestizo que además se declara hispanista y favorable a la mezcla racial propiciada por la Monarquía Católica,  sí que simpatizó con ellos por una cuestión que quizá un día podamos comentar- uno de los "revisionistas" más importante en lengua española, así como el también mexicano Alberto Villasana, un escritor, analista, publicista, "vaticanista" con gran predicamento entre los católicos mexicanos, abonado totalmente a la errática acusación contra el papa Francisco... posando junto a tipos como David Duke, ex-dirigente del Ku Kux Klan, algo que lo dice todo.

      Si mis rudimentarias habilidades en fisonomía no me fallan, en el grupo hay otro español, supongo que también procedente del mundillo neonazi de CEDADE.

      Imaginemos la corrupción de la idea de Hispanidad que supone semejante injerto, semejante híbrido contra natura.

      Nuestra querido México tiene la más potente dosis de veneno contra la hispanidad, inyectado en sus venas precisamente por ser un país clave en ella. Es el que otrora fuera más próspero,  el más poblado, también fue y en buena parte sigue siendo muy católico, esta en la línea de choque con el mundo anglo y... los enemigos de nuestra Hispanidad no pueden permitir una reconciliación de ese país consigo mismo ni con la misma España, puente clave en la necesaria Reconquista o reconstrucción. Si por un lado está infectado por el identitarismo amerindio -el indigenismo- por el otro la reacción está siendo narcotizada por un identitarismo falsohispanista, falsotradicionalista o como queramos verlo, en el cual CEDADE juega, como vemos, un factor relevante.

      Sin más, dejo ahí otra vez más mi sincera felicitación al autor de ese escrito. Enhorabuena por su clarividencia y fineza, desde luego hace falta tener personalidad para ser capaz de sustraerse a esa falsa polarización con que se está tratando de aniquilar el hispanismo.

       





        • Excelente 25 puntos positivos y de mejora)
      • 32 respuestas
    • La libertad sexual conduce al colapso de la cultura en tres generaciones (J. D. Unwin)
        • Un aplauso (10 positivos y 5 puntos de mejora)
        • Extraordinario (100 puntos positivos y de mejora)
    • Traigo de la hemeroteca un curioso artículo de José Fraga Iribarne publicado en la revista Alférez el 30 de abril de 1947. Temas que aborda: la desastrosa natalidad en Francia; la ya muy tocada natalidad española, especialmente en Cataluña y País Vasco; las causas espirituales de este problema, etc.

      Si rebuscáis en las hemerotecas, hay muchos artículos de parecido tenor, incluso mucho más explícitos y en fechas muy anteriores (finales del s. XIX - principios del s. XX). He traído este porque es breve y no hay que hacer el trabajo de escanear y reconocer los caracteres, que siempre da errores y resulta bastante trabajoso, pues ese trabajo ya lo ha hecho la Fundación Gustavo Bueno.

      Señalo algunos hechos que llaman la atención:

      1) En 1947 la natalidad de Francia ya estaba por los suelos. Ni Plan Kalergi, ni Mayo del 68, ni conspiraciones varias.

      2) Pero España, en 1947 y en pleno auge del catolicismo de posguerra, tampoco estaba muy bien. En particular, estaban francamente mal regiones ricas como el País Vasco y Cataluña. ¿Será casualidad que estas regiones sean hoy en día las que más inmigración reciben?

      3) El autor denuncia que ya en aquel entonces los españoles estaban entregados a una visión hedonística de la existencia, que habían perdido la vocación de servicio y que se habían olvidado de los fines trascendentes. No es, por tanto, una cosa que venga del Régimen del 78 o de la llegada al poder de Zapatero. Las raíces son mucho más profundas.

      4) Señala que el origen de este problema es ético y religioso: se ha perdido la idea de que el matrimonio tiene por fin criar hijos para el Cielo. Pero también se ha perdido la idea del límite: las personas cada vez tienen más necesidades y, a pesar de que las van cubriendo, nunca están satisfechas con su nivel de vida.

      Este artículo antiguo ilumina muchas cuestiones del presente. Y nos ayuda a encontrarle solución a estos problemas que hoy nos golpean todavía con mayor fuerza. Creo que puede ser de gran provecho rescatar estos artículos.
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    • En torno a la posibilidad de que se estén usando las redes sociales artificialmente para encrespar los ánimos, recojo algunas informaciones que no sé sin son importantes o son pequeñas trastadas.

      Recientemente en Madrid se convocó una contramanifestación que acabó con todos los asistentes filiados por la policía. Militantes o simpatizantes de ADÑ denuncian que la convocó inicialmente una asociación fantasma que no había pedido permiso y cuyo fin último podría ser provocar:

      Cabe preguntarles por qué acudieron a una convocatoria fantasma que no tenía permiso. ¿Os dais cuenta de lo fácil que es crear incidentes con un par de mensajes en las redes sociales?

      Un periodista denuncia que se ha puesto en marcha una campaña titulada "Tsunami Español" que pretende implicar a militares españoles y que tiene toda la pinta de ser un bulo de los separatistas o de alguna entidad interesada en fomentar la discordia:

      El militar rojo que tiene columna en RT es uno de los que difunde la intoxicación:

      Si pincháis en el trending topic veréis que mucha gente de derechas ha caído en el engaño.

      Como decía, desconozco la importancia que puedan tener estas intoxicaciones. Pero sí me parece claro que con las redes sociales sale muy barato intoxicar y hasta promover enfrentamientos físicos con unos cuantos mensajes bien dirigidos. En EEUU ya se puso en práctica lo de citar a dos grupos contrarios en el mismo punto para que se produjesen enfrentamientos, que finalmente ocurrieron.
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    • Una teoría sobre las conspiraciones
      ¿A qué se debe el pensamiento conspiracionista que tiene últimamente tanto auge en internet? Este artículo baraja dos causas: la necesidad de tener el control y el afán de distinguirse de la masa.
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