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Hablábamos recientemente en otro tema acerca de los peligros de la tecnología y la ambición humana, y en ocasiones hemos debatido sobre la conveniencia o no de fiar nuestro desarrollo a nuestra capacidad y potencia tecnológica, por ello he querido abrir este nuevo hilo para hablar de un proyecto tecnológico, tan monstruoso como alucinante, que bajo la apariencia de bien universal, estuvo en la mesa de muchas naciones europeas hace cerca de cien años, y no se desarrolló gracias en este caso (algo bueno tendrían que tener) al rechazo que mostró el régimen nazi ante la idea y el posterior advenimiento de la II Guerra Mundial. Se trata del proyecto Atlantropa.
Atlantropa fue el nombre que recibió un megaproyecto tecnológico propuesto en las primeras décadas del pasado siglo, por el arquitecto alemán Herman Sörgel. Quizás uno de los proyectos de mayor envergadura jamás concebido por el hombre, pues se trataba de construir una gigantesca red de presas que convirtiesen el Mar Mediterráneo en un inmenso pantano, capaz de producir energía eléctrica para toda Europa y África; desecar por evaporación millones de kilómetros cuadros del Mare Nostrum para dotar de nuevas tierras a los países ribereños; y facilitar la distribución de agua en el continente africano para irrigar el Sáhara y ampliar los grandes lagos interiores, de manera que se convirtiese aquel continente en un inmenso campo agrícola, entonces en manos de las potencias europeas.
En definitiva, Atlantropa fue una salvajada de proyecto que pretendía modificar la faz de la tierra para traer la paz y el progreso, y dar trabajo y recuperación económica a toda la Europa devastada por la Primera Guerra Mundial, a través de la que podría haber sido la mayor obra pública nunca antes imaginada, orientada a la construcción de un nuevo continente. Una obra que de haberse realizado, hubiera ocasionado una serie de desequilibrios geológicos y climáticos naturales capaces de afectar a todo el planeta.
La parte gruesa del proyecto se pretendía realizar en España, o más concretamente en el Estrecho de Gibraltar, pues la idea se basaba en construir una inmensa presa hidroeléctrica que uniese Europa con África, cerrando así el paso de las corrientes atlánticas al Mediterraneo, a fin de utilizarla para generar energía y regular el nivel del mar. Se calcula que la presa hubiera ocasionado una disminución de hasta el veinte por ciento del Mar Mediterráneo, que habría descendido hasta cien metros de altura en su cuenca occidental, y hasta doscientos en la oriental, dejando de esta forma nuevas tierras descubiertas, que retrotraerían los actuales puertos y plazas marítimas, hasta varios kilómetros hacia el interior.
Otras presas se construirían igualmente entre Italia y Túnez a través de Sicilia, dividiendo el mar en dos, para cerrar finalmente la cuenca oriental mediante otra presa en los Dardanelos, que desconectaría el Mediterráneo del Mar Negro. Sobre cada presa se proyectó igualmente una línea de ferrocarril para unir Europa con África, y una superlínea eléctrica que repartiría por toda Europa los 50.000 MW hora que se calculaba iban a producir las presas.
Os dejo a continuación un extenso, como entretenido artículo, donde se recoge la historia y desarrollo del citado proyecto, y se mencionan otras locuras similares en las que el hombre juega a ser Dios. Finalmente hay un video de la época que ilustra también la magnitud de la idea (está en alemán, pero conociendo el proyecto y viendo las imágenes, es fácil hacerse una idea).
A veces se pregunta uno cómo Dios no hizo por detener desastres como la IIGM, pero claro, después de conocer este proyecto, quizás permitió lo otro porque estaba ocupado en detener esto.
Ironías aparte, las consecuencias de una cosa así habrían sido terribles, tanto para el medio natural como para las naciones a causa de los desequilibrios y respuestas de todo orden que se habrían originado. Y todo bajo una malentendida buena intención. ¿Qué os parece? Siendo que nuestro pensamiento tiene una capacidad infinita de imaginar y proyectar, en un mundo donde cada vez más, la ausencia de Dios o de límites morales subordina la voluntad humana, ¿hasta dónde somos capaces de proyectar nuestra ambición de ser como dioses? ¿A dónde nos puede llevar este camino si seguimos apostándolo todo al progreso económico y tecnológico?