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Latino I

Miguel Ayuso, exponente del tradicionalismo hispánico

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Entre las figuras de peso del tradicionalismo hispánico, el profesor Miguel Ayuso aparece como uno de sus más importantes teóricos en la actualidad. Como llevo poco tiempo en el foro, desconozco si se ha hablado de él en el pasado en alguno de los hilos, pero de todas formas comparto esta entrevista en la que aborda temas de diversa índole y que sirve como una buena introducción a sus posturas. Personalmente, me parece un representante brillante en muchos aspectos, desde su defensa de la auténtica tradición hasta su crítica del liberalismo. La parte con la que quizás no estéis muy de acuerdo es en su análisis del Concilio Vaticano II y del rumbo tomado por la Iglesia desde entonces. Tendría curiosidad por saber qué opinión le merece el actual papa, pero no he encontrado nada al respecto. 

Copio algunos de los fragmentos de la entrevista, ya que es bastante extensa, y dejo el enlace a la misma aquí, para los que queráis leerla en su integridad.

Entrevista al completo / Fuente: https://lasoga.org/miguel-ayuso-torres-cuando-uno-ve-la-politica-los-estados-unidos-secundada-la-union-europea-la-impresion-sigue-la-estrategia-del-gobierno-medio-del-caos/

Cita

Usted se declara carlista. ¿Podría explicarnos de manera resumida qué es el carlismo, desde sus orígenes hasta la actualidad?

El carlismo es la continuidad histórica de las Españas y recoge una filosofía política tradicional, antiliberal, que podríamos llamar el tradicionalismo, y que está articulado en torno a este trilema o cuatrilema, en el que Dios no es solamente una afirmación de fe individual, sino que supone una afirmación comunitaria de matriz religiosa; en la que la patria no es la nación moderna y precisamente por eso puede articularse la patria grande con las patrias chicas y puede haber perfectamente una cohesión de tipo comunitario, pero al mismo tiempo una pluralidad de tipo foral, enlazando con el tercer elemento. Los fueros son sistemas de libertades políticas concretas, por eso el foralismo es un principio de autonomismo, pero no revolucionario a la moderna como los sistemas estatutarios recientes; y finalmente, el Rey implica la monarquía como sacralidad, el carácter sagrado de la monarquía y, al mismo tiempo, es un elemento de continuidad y de construcción o explicación familiarista de la vida política. La monarquía como forma política tiene la gran virtualidad de que es la familia real que corona el conjunto de familias. Es la familia como célula básica, como elemento esencial de la vida política, en vez del individuo.

 

Al intentar explicar ese viejo pensamiento, trasladándolo a la realidad, usted dice que es tradicionalista pero no es conservador y, sin embargo, seguramente parte de sus adversarios le sitúen como alguien conservador. Me gustaría que me explicara la diferencia entre ser un defensor de la tradición y ser un conservador.

El conservatismo es un producto de la revolución liberal. Una vez que se produce ésta, hay dos corrientes: una que desde el inicio, igual contra su voluntad, pero desde el inicio, la acepta y pacta con ella, y por tanto lo que pretende es al principio moderarla y luego conservarla; y hay otra que lo que pretende es radicalizarla, exasperarla y llevarla a su término. Por eso, hay un texto famoso de Balmes, refiriéndose al partido que en la década de los treinta lo bautizaron sus instintos y se llamó moderado, y en la década de los cuarenta (se está refiriendo al siglo XIX), lo bautizó su sistema y se llamó conservador. Es decir, que el partido conservador, de alguna manera, lo que conserva es la revolución. El conservatismo no es sino una corriente al interior de la revolución liberal, que pretende moderarlo, restringirlo, encauzarlo, pero conservándolo.

El conservatismo implica la conservación de la revolución, mientras que la tradición implica naturalmente una reacción contra el régimen liberal, para la restauración, instauración en parte, de un orden de cosas que sea ajustado a las leyes de la naturaleza.

Vamos a lo que creo que es el nervio de su pensamiento: ha dicho que el origen de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano en 1789, también el de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 en la ONU y en general todas las constituciones liberales que han sido en el mundo, tienen un origen impúdico porque se basan en el concepto kantiano de libertad, que usted define como libertad negativa o libertad sin regla. ¿Qué quiere decir esto?

Me atrevo a decir libertad luciferina, dando un paso más para evidenciar lo que quiero decir. La idea de la libertad clásica, tiene diversos órdenes. Hay una libertad psicológica, que es el libre albedrío; hay una que tiene una dimensión moral, la libertad de adherirse al bien; y luego tiene unos aspectos políticos, jurídicos, económicos, etc.  Es decir, la libertad es un término que permite una serie de acepciones análogas. Pero el analogado principal de la libertad clásica era la facultad de elegir los medios, siempre que se respete el orden de los fines. Esto quiere decir que el hombre no puede determinar los fines de las cosas; puede, y en ello radica su libertad, libremente adherirse a las finalidades intrínsecas que tienen las cosas. Y puede, claro está, no hacerlo. Pero cuando no lo hace, está excediéndose de lo que puede hacer. No puede, desde un punto de vista físico, pero sí desde un punto moral, a eso me refiero. La libertad que consiste en trasladar la opción de los medios a los fines, consiste en darse a sí mismo la ley. El hombre se da a sí mismo la ley y ese hombre, a partir de ese momento ya no posee una libertad reglada, con una ley a la que asirse o someterse, sino que es puramente negativa, una pura libertad sin regla. La encontramos en Kant, entre otros. Cuando se dice eso que ha quedado vulgarizado en una frase común actual, pero de matiz kantiana, de que mi libertad termina donde empieza la de los demás. Esta idea es puramente mecánica, ¿verdad? Puramente exterior. Se basa en colisiones: a ver quién tiene más fuerza. Si yo consigo aumentar o extender mi ámbito de dominio hasta más lejos, el ámbito de dominio del otro tendrá que restringirse, de tal manera que parece una especie de muelle que puede expandirse o contraerse, pero no tiene una regla intrínseca que lo regule.

En cambio, la libertad profundamente humana consiste en una libertad de opción, pero que respecto de las cosas que están dadas a los hombres y que no consiste en darse a sí mismo la ley, ni permitir reglar las cosas que vienen regladas por Dios y por la naturaleza de las cosas.

En relación a esto, también señala que las constituciones se basan en un pseudoderecho, que consiste en la afirmación de que no hay más autoridad que la que emerja o surja del sufragio.

Tiene relación con la pregunta anterior, así que permítame expresar un corolario: las declaraciones de derechos, lo que hacen es transformar el concepto clásico de derecho, que es un estatuto objetivo que tienen las cosas, en un poder de la voluntad del hombre. Esto es lo que se llama el derecho subjetivo. Es verdad que éste se puede incluso entender en términos clásicos, aunque es una derivación del siglo XV. Lo que pasa es que el derecho subjetivo, después de Hobbes, Locke, Rousseau, Kant y el resto de los contractualistas, pasa a ser una pura pretensión individual. Y ésta, desde el punto de vista jurídico, destruye el derecho; pero desde el punto de vista político, tiene una importante consecuencia, que es precisamente la negación de cualquier base para la autoridad que no sea puramente voluntaria o consensual. Tiene que ver con varias de las cosas que he comentado antes: el papel esencial que se atribuye a la voluntad humana o el consentimiento humano en el orden político, y que lleva, por ejemplo, a considerar la idea de que el poder absoluto corrompe absolutamente. Vamos a ver, si el poder corrompe, ¿la patria potestad de los padres sobre los hijos es corruptora? ¿La potestad de organización que tiene el empresario en el seno de la empresa es corrupta? ¿El ejercicio del poder eclesiástico es corruptor? Eso se basa en una idea de la libertad negativa, por un lado, que tiene por corolario la idea del poder corruptor; y, por otro, en que no hay poder que no emane del sufragio, la voluntad humana expresada. Ese es probablemente el fundamento de las declaraciones de derechos moderna: una pretensión puramente voluntarista que impide reconocer que existe ningún tipo de poder que no se ejercite, a partir del consentimiento.

¿Quién es más enemigo de la tradición, el liberalismo o el socialismo?

El socialismo es producto, hijo, del liberalismo. En un cierto orden ambos serían culpables, pero al ser producto y reacción, es comprensible la reacción socialista frente a la revolución liberal. Lo que ocurre es que el socialismo se entregó a la filosofía marxista y produjo un fenómeno nuevo. Si el socialismo hubiera sido simplemente un fenómeno reactivo frente al liberalismo, el liberalismo habría sido peor, pero el marxismo añadió una serie de factores que durante mucho tiempo tuvieron una gran repercusión a través de su concreción en el comunismo, que a mucha gente distrajo. El liberalismo es el origen de todo, y por tanto el verdadero mal, pero está claro que el socialismo participó en buena medida de los males de éste.

En alguna ocasión usted afirmó que en el denominado Antiguo Régimen la operatividad de la libertad se jugaba de un modo diferente, es decir, que no existían las libertades individuales de las sociedades modernas y postmodernas, pero que sí que había libertades.

El hombre nunca ha sido menos libre que hoy. Hoy en día estamos condicionados por una multiplicidad de fenómenos que hacen que la libertad, en buena medida, sea una ilusión. Tenemos, efectivamente, libertades que nos vienen dadas por la técnica, como tomar un avión o un automóvil para desplazarnos de un lugar a otro en pocas horas, pero también es verdad que desde muchos puntos de vista la libertad humana se encuentra condicionada no menos que en otros tiempos. Ha sido frecuente decir que los hombres del Antiguo Régimen vivían en un ambiente de gran conformismo social, que la estructura de la Iglesia había penetrado el resto de estructuras sociales, pero el conformismo que vivimos hoy, inducido por los poderes políticos, por los medios de comunicación y por la cultura de masas no es menor. Antes los reflejos sociales tenían muchísimos límites que derivaban de la propia incapacidad técnica para imponer muchas cosas.

La Edad Media se caracterizaba por una gran libertad de elección, porque ésta era participativa. De alguna manera es verdad que el signo de la libertad ha cambiado, que la libertad individualista es diferente, pero, concretada en libertades múltiples de otros tiempos, no solamente no era menor, sino que probablemente era mayor.

¿Qué opinión le merecen los movimientos independentistas catalanes y vascos?

En España se dan dos posiciones equivocadas al respecto. Por un lado, los separatismos que parecía se afincaban en la diferencia étnica o cultural, pero acaban inventando una pseudo-tradición y rindiéndose al estatismo, de un Estado al fin y al cabo, aunque de radio más pequeño. Por otra parte, la defensa frente a los separatismos se plantea equivocadamente desde el punto de vista del patriotismo constitucional, invento socialdemócrata que ahora curiosamente defienden los liberales, que implica una exasperación de la nación política. Son concepciones aparentemente opuestas que tienen un punto de conexión entre dos modos de ver la nación política, es decir, tanto constitucionalistas como separatistas beben del concepto de nación política del liberalismo, y no del de nación histórica o cultural.

Siguiendo este racionamiento, la ideología liberal, por su raíz protestante, sería la causante de la destrucción de España desde su punto de vista. ¿Qué sería España según su óptica y en qué sentido estaría siendo destruida por esta ideología?

España es un conjunto de pueblos en que hay una superposición de vínculos a través de la historia. Es verdad que tienen elementos comunes desde muy antiguo, si bien la Reconquista contra la invasión mahometana aportó un elemento decisivo determinando los reinos cristianos que llegan hasta nuestros días. Podríamos decir que España es un conjunto plural de pueblos que han tenido en común el servicio al mismo Dios y la fidelidad al mismo rey.  Ya que se trataba de pueblos que tenían constituciones políticas distintas, lo que ni siquiera cambió con el matrimonio de los Reyes Católicos, que no determinó una unión entre Castilla y Aragón, sino una unión personal entre los Reyes a que luego se sumó Navarra, los reinos de Indias, Portugal, Nápoles. Cuerpos políticos diferentes que tenían un mismo rey y un modo común de concebir la fidelidad al mismo Dios, es decir, la unidad católica. Este conjunto de pueblos constituye un entramado complejo que no es de naturaleza estatal, porque de alguna manera es imperial. España, así, no llega a ser nunca un Estado, sólo en el siglo XIX los liberales lo intentan, con poco éxito, y en el siglo XX Franco, pero llega tarde y cuando el Estado está en decadencia es cuando España construye cierto conato de estado. Pero podemos decir que lo que es España es un conjunto múltiple de pueblos con una historia, tradición, cultura y rey común, unido bajo la idea de unidad católica, en combate frente al protestantismo, en defensa de la vieja cristiandad. La Gran España de la Edad Moderna lo que pretendió fue defender la vieja cristiandad principalmente frente a Francia, y en ocasiones, frente a la connivencia del Papado con Francia, dado que los papas veían que la Monarquía Hispánica tenía demasiado poder y deseaban un contrapeso. Cuando uno no explica el tema nacional desde un punto de vista ideológico o estatal, sino que lo plantea desde un punto de vista existencial, se vuelve una cosa mucha más rica, aunque es cierto que mucho más indefinida, que creo que es la definición histórica y tradicional de España.

Usted, como tradicionalista es católico, sin embargo reniega del franquismo y el nacional-catolicismo, afirmando que produjo una inversión perversa en la que lo religioso se puso al servicio de la nación, y no la iluminación de la nación a través de lo religioso.

Cuando se habla de nacional-catolicismo hay que distinguir si se trata de poner lo religioso al servicio de la nación, que es lo que parecería estar en el origen de ciertos jerarcas de la Falange, o de subordinar la nación a la religión, que es lo tradicional. Franco, por su parte, era un liberal, un liberal conservador militar, sin gran cultura política, pero que descansó sobre la Iglesia en buena parte para la institucionalización del régimen. No soy nada simpatizante del Régimen de Franco. Recordemos que en Canarias, cuando a última hora decide participar en el alzamiento nacional del 18 de julio, firma por «la libertad, la igualdad y la fraternidad», y termina con un «viva la república». Luego, en una de sus primeras declaraciones después de asumir la jefatura del estado el 1 de octubre de 1936, defiende la separación de Iglesia y Estado, a lo que reaccionó el Cardenal Gomá y la Junta Carlista de Guerra obligándole a rectificar. En el franquismo, en su evolución, en un primer momento hay una defensa de la Iglesia, pero mezclada con otras cosas, porque el franquismo primero empieza siendo principalmente un sistema totalitario que no dura mucho tiempo, fascistizante de acuerdo con Italia o con Alemania; luego pasa a ser simplemente una dictadura militar en la que los católicos tienen mucho peso, pero es verdad que en buena medida son los católicos que han sido demócrata-cristianos antes, es decir, los émulos del nefasto Ángel Herrera; que luego da lugar a una especie de tecnocracia liberal en la que el Opus Dei lleva la voz cantante; que acepta la libertad religiosa del Vaticano II, un desastre total… En fin, digamos que es un tema inmenso…

Dado que el tradicionalismo tiene vigencia en la actualidad según usted, para llegar a ser dominante o hegemónico, ¿cómo piensan los carlistas propagar el tradicionalismo y cuál sería la estrategia carlista al respecto?

 

Todos los temas que tienen que ver con la praxis política son temas dificilísimos, puesto que dependen de la aprehensión de las circunstancias. En el mundo de hoy, estas circunstancias reclaman la vuelta a la tradición, pero no son proclives a la restauración de la mentalidad tradicional, por muchas razones. En primer lugar, porque las sociedades de masas destruyen la sociabilidad natural, porque la urbanización moderna dificulta los vínculos sociales, porque los medios de comunicación inducen una serie de pautas de comportamiento de un cierto tipo, etcétera. Un  análisis sociológico de la realidad contemporánea demuestra que sus tendencias militan en sentido opuesto a las del tradicionalismo, que son el arraigo, la cohesión, la comunidad, el orden social, la jerarquía, contra lo que toda la civilización de masas va en sentido opuesto.

Hay un factor adicional además que dificulta mucho las cosas, que es la actitud actual de la Iglesia. De alguna manera, la Iglesia fue un valladar frente a la revolución liberal en sus primeros pasos, pero cuando la Iglesia ceja en ese combate, de alguna manera deja a la intemperie a quienes lo sostenían con ella. Resulta difícil pensar en una restauración de la cristiandad histórica o de la España tradicional en unos tiempos como estos en que tanto los elementos sociológicos como teológicos van en contra, en el sentido de la decadencia evidente de la Iglesia Católica en España, producto probablemente de su estrategia equivocada. España ha sufrido más que otros países, o al menos de una forma más neta o más clara, todas las transformaciones que se han producido potenciadas por el Concilio Vaticano II, que es primero consecuencia y luego causa. Causa potenciadora y multiplicadora, pero también consecuencia. Está claro que los padres conciliares no se habían formado en la doctrina del Vaticano II, que aún no existía, sino en una previa que era la del modernismo, que el Concilio acoge de una manera inconsciente, difusa y compleja. Entonces sin el apoyo de la Iglesia, y con una sociedad profundamente debilitada y que milita en sentido contrario de la tradición, es muy difícil pensar en la restauración de esta.

Lo que ocurre es que la vida política es extraordinariamente compleja. No es como la vida personal, que es muy limitada, pues unos pocos elementos la configuran, de manera que en ocasiones pueden llevarnos a la desesperación, a no ver salida desde el punto de vista humano. Pero la vida política es tan complicada, tan distinta y cambiante… ¿Quién iba a pensar que el comunismo se acabaría, quién iba a pensar que la potencia sucesora del comunismo iba a ser, con todos los defectos que se quiera, la única potencia cristiana en el orden internacional, como es Rusia?. Es decir, claramente, la teología de la historia nos demuestra que la historia es lineal, no cíclica ni progresiva, sino que comienza con la creación y termina con la segunda venida de Nuestro Señor y entre tanto está el tiempo y se va produciendo su desarrollo. ¿Quién nos dice que no pueda haber una restauración de la España católica, producto del fiasco del mundo liberal? El mundo liberal está llegando a su agotamiento, y bien por desfondamiento interno, bien por agresión externa, no hay que excluir una reacción.

Todo esto es cierto, yo lo único que digo que los carlistas no nos engañamos en el sentido de la dificultad que tiene cualquier tipo de acción apostólica, cultural, social, política, en un mundo en que todas las tendencias van en sentido opuesto a lo que predica la tradición católica.

 

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Tengo que responder de forma corta y emocional, más que argumentativa.

Admiro la erudición de don Miguel Ayuso, en cambio me descorazona/decepciona/nosecómoexpicar la brecha que mantienen él y el entorno suyo respecto a la Iglesia, en tanto en cuenta esta misma es ya consustancial al CVII que ellos no aceptan. Las consecuencias las intuyo de tal calado que eso me genera a mí, del mismo modo, otra brecha con ellos.

Es una sensación un poco rara la que expongo, lo admito.

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Sí, a mí me pasa un poco lo mismo, Vanu... Y también entiendo parte de la crítica que hacen, aunque no la comparta de todo... Es comprensible que incluso dentro de la misma Iglesia haya distintas sensibilidades y que se ponga el acento en diferentes cuestiones. Sin embargo, creo que desde este entorno se peca a veces de emitir juicios demasiado cerrados, como si el postconcilio fuesen todo tinieblas y no hubiese producido frutos en innumerables ámbitos. Y eso sí que no me convence.

De todas formas, desde mi humilde opinión sigo pensando que Ayuso es de lo mejor de este país, al menos de lo poco que conozco. Sólo basta ver su erudición, como bien dices, y también su capacidad de exponer los temas de un modo claro y sintético. A veces, y esto quizás es una estupidez mía y os parecerá una chorrada, me parece que guarda similitudes con Benedicto XVI. Los dos abordan los problemas con gran profundidad, penetran en la raíz de los problemas, y luego presentan sus síntesis de modo impecable. 

A mí me parece que este profesor se mueve en una línea de pensamiento más "correcta" que otros pensadores como Gustavo Bueno o sus discípulos, por poner un ejemplo.

Editado por Latino I. Motivo:

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hace 56 minutos, Latino I dijo:

Sí, a mí me pasa un poco lo mismo, Vanu... Y también entiendo parte de la crítica que hacen, aunque no la comparta de todo... Es comprensible que incluso dentro de la misma Iglesia haya distintas sensibilidades y que se ponga el acento en diferentes cuestiones. Sin embargo, creo que desde este entorno se peca a veces de emitir juicios demasiado cerrados, como si el postconcilio fuesen todo tinieblas y no hubiese producido frutos en innumerables ámbitos. Y eso sí que no me convence.

De todas formas, desde mi humilde opinión sigo pensando que Ayuso es de lo mejor de este país, al menos de lo poco que conozco. Sólo basta ver su erudición, como bien dices, y también su capacidad de exponer los temas de un modo claro y sintético. A veces, y esto quizás es una estupidez mía y os parecerá una chorrada, me parece que guarda similitudes con Benedicto XVI. Los dos abordan los problemas con gran profundidad, penetran en la raíz de los problemas, y luego presentan sus síntesis de modo impecable. 

A mí me parece que este profesor se mueve en una línea de pensamiento más "correcta" que otros pensadores como Gustavo Bueno o sus discípulos, por poner un ejemplo.

estoy totalmente de acuerdo

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Tengo por Miguel Ayuso la más alta estima. No es solamente un erudito, sino que además en su hablar se percibe no poca bondad, buena fe y hasta humildad. 

Sus críticas a los males que aquejan a la Iglesia son ponderadas y comedidas, nunca desde un espíritu de confrontación sino de compunción, apelando a la argumentación, a la tradición y a la experiencia. Rápidamente se advierte que calla mucho más de lo que dice, en un altísimo ejercicio de prudencia y de caridad. 

En Miguel Ayuso destaca por encima de todo su lealtad y compromiso a su abanderado y al movimiento político que durante muchos años ha liderado. Es un escudero ejemplar. Un político en el mejor sentido de la palabra. 

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Diría que España empieza a formarse como Estado a partir de los Reyes Católicos, si bien es cierto que de forma muy descentralizada, sin llegar a unificarse por completo hasta el primer Borbón. 

Quizás sea importante definir de lo que estamos hablando: Entiendo por Estado la vuelta al concepto de "Res Publica" La cosa pública, conciencia de Estado, frente al ver el reino que gobiernas como tu cortijo personal, esto último era la mentalidad germánica y se impuso en Europa con sus invasiones .Véase por ejemplo lo que pasó a la muerte de Carlomagno, como el Imperio quedó repartido entre los herederos, como si fuera una herencia.

La Res Pública reaparece en el Renacimiento y a partir de ahí los reyes empiezan a ver la necesidad de la unión total, por lo que aplican medidas buscando esta unificación, así como el incremento del poder del gobierno central y mantener a ralla a los señores feudales, otro producto de las invasiones germánicas que empezó ya en el tardoimperio: Los emperadores, sobrecargados por las luchas internas en un Imperio que se estaba descomponiendo, empezaron a darles grandes facultades a los militares de las guarniciones fronterizas, para que así no necesitaran la presencia imperial para actuar, al final los líderes militares acabaron gobernando de facto las provincias.

Por tanto, entiendo el feudalismo medieval como la barbarización de Roma, que  no se produjo en la parte oriental del mismo -Imperio Bizantino- hasta su decadencia tras la cuarta cruzada. Y el renacimiento como la recuperación de la Res Publica romana.

Ejemplos de medidas aplicada por los Reyes Católicos en esta dirección, son la creación de la Santa Hermandad, que supone los cimientos de las modernas fuerzas policiales. el ponerse el Rey Fernando al mando de las diversas órdenes militares, pasando a controlarlas, estando antes en diversas manos, las reformas institucionales que realizaron también iban en esa dirección, recuperando la figura de los magistrados, etcétera. Queda clara la intencionalidad de los Reyes Católicos de formar un Estado propio en España, otra cosa es que el proceso no se finalizase hasta siglos después, con Felipe V, pero el camino se empezó a andar mucho antes.

Editado por Gmartos. Motivo:

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Interesante el coloquio entre Miguel Ayuso y Juan Manuel de Prada con motivo de la publicación del último libro del escritor. Tocan muchos temas que a menudo se tratan en este foro, como la crítica al liberalismo conservador, el tema de la independencia de Cataluña, o las críticas al papa Francisco desde ambientes neoliberales. 

https://www.youtube.com/watch?v=3CHH8Lh-vPI 

 

 

Editado por Latino I. Motivo:

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    • Por Latino I
      Fuentes: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2008/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20080912_parigi-cultura.html
                      Brague, Rémi (2021): Manicomio de verdades: Remedios medievales para la era moderna. Madrid: Encuentro
       
      En otros hilos hemos tratado el asunto de la geopolítica y los bloques que existen hoy en el mundo, y también cómo deben posicionarse los países hispanos ante esta situación. Relacionado con este tema, hemos hablado de la batalla cultural que se puede llevar a cabo desde el mundo hispánico. Me parece que además de considerar de manera estratégica (geopolítica) las opciones que los países hispanos tienen a la hora de formar un "bloque" independiente de los que hoy dominan el mundo, tenemos que partir del concepto de cultura que está en el centro del catolicismo. Y no creo que haya mejor fuente para revisar dicho concepto que el discurso que Benedicto XVI pronunció en el College des Bernardins en París en el año 2008.
      En ese discurso, Ratzinger se refirió al período histórico de derrumbe del Imperio Romano, una época de "confusión en la que nada parecía quedar en pie"; se trataba de un mundo que estaba siendo aniquilado, como el actual. Por aquel entonces, los monjes se retiraban a los monasterios, no con la intención de preservar una cultura o de crear una nueva, sino que lo hacían simplemente para buscar a Dios ("quaerere Deum"). El papa desglosó con maestría y con su característico estilo límpido y bello los elementos que eran inherentes a dicha búsqueda, a saber, el cultivo de la palabra (en la que debemos incluir el canto) y el trabajo. La propia naturaleza de la fe católica, que es a su vez universal, empujaba a los monjes al estudio de la gramática y al trabajo manual.
      Uno de los participantes en aquel encuentro del mundo de la cultura con el papa fue el filósofo de la Sorbona Rémi Brague, que en un reciente volumen titulado "Manicomio de verdades: remedios medievales para la vida moderna", editado por Encuentro, hace un análisis extraordinario del concepto de cultura partiendo de esta conferencia a la que había acudido como oyente. Brague se refiere a la cultura como "subproducto", en la línea de lo que Benedicto XVI hacía en la conferencia, es decir, como el resultado final de un proceso ajeno a la propia cultura: en nuestro caso, la búsqueda de Dios por parte de los monjes.
      Afirma Brague lo siguiente: "El ejemplo que el papa Benedicto sitúa en el foco de su meditación es, como observé al principio, bastante sorprendente: la vida monástica en la Edad Media. Según el papa Benedicto, la intención de los monjes medievales no era, definitivamente, la de crear cultura, ni siquiera la de preservar una cultura anterior. Ahora bien, lo que sucede es que lograron – y de una forma espléndida – algo que no pretendían obtener. En términos históricos, sus actividades culturales fueron asimismo subproductos."
      Retomando la propia naturaleza de la fe católica de los primeros cristianos, y comentando acerca de la nueva relación que se estableció entre los conceptos "fe" y "cultura", escribe Brague que "tanto los judíos como los paganos tenían sistemas de cultura completamente desarrollados, integrados en una sola religión. Pero san Pablo provocó un cambio radical. Separó la cultura de la religión, en contra de la paideia griega y la halaja judía." Esto contrasta claramente con otras culturas de diversos periodos históricos y áreas geográficas, en las que se puede producir una identidad religión-cultura bastante claro. Y esto se demuestra de manera clara cuando nos fijamos en las materializaciones concretas de ciertos "elementos culturales: vemos que existe una moda musulmana, pero no cristiana; lo mismo pasa con la gastronomía, no existe una cocina cristiana. El papa, en su discurso, explicaba esto aludiendo a la universalidad de Dios y de la razón que se encontraban en el centro de las motivaciones de los monjes: para ellos "la fe no pertenecía a las costumbres culturales, diversas según los pueblos, sino al ámbito de la verdad que igualmente tiene en cuenta a todos."
      Me parece interesante todo esto que comento por el tema de la batalla cultural que hoy está tan de moda. Si no existe, propiamente hablando, una cultura cristiana, sino que ella es un subproducto de algo más, el punto de partida de dicha batalla no pueden ser leyes o alianzas geoestratégicas, pues sin ese “quaerere Deum” que mencionaba el papa todo lo demás es vano. De ahí lo vació de propuestas culturales que hemos tratado en otros hilos, como pueden ser la escuela de Oviedo o el falso tradicionalismo de partidos políticos como Vox.
      Otro elemento esencial, a mi modo de ver, es el hecho de que los monjes de entonces, en su búsqueda de Dios, no preservaron solo la literatura y los escritos cristianos, sino que custodiaron también obras claramente paganas. Esto nos enseña hoy que no podemos rechazar “en bloque” los elementos culturales que han producido los distintos imperios que diariamente criticamos (americanos, chinos, rusos…) En nuestros días, estas “estructuras” o “productos” son la naturaleza sobre la que tiene que actuar la gracia. Escribe Brague algo que tiene que ver con esto cuando dice:
      “Cuando el cristianismo entró en la escena del mundo antiguo, el contenido de esa infraestructura era lo que estaba disponible en el mercado de la civilización antigua grecorromana. Pero este mismo marco bien podría llenarse con otros contenidos. Más tarde, las costumbres germánicas y eslavas, las leyendas celtas, la ciencia y los saberes árabe y persa concurrieron con el crisol. Los misioneros jesuitas no se opusieron a dar luz verde a la entrada de las costumbres chinas en el siglo XVII, pero su intento, como es bien sabido, lamentablemente fracasó. Puede que en el futuro veamos este fracaso solo como algo provisional. Nos encontramos aquí con una paradoja: la cultura cristiana no está hecha de elementos cristianos.”
      Me llama la atención que Brague afirme el fracaso de la inculturación china como algo provisional: ¿no será utópico pensar que el recipiente de la cultura china actual tenga el potencial de ser el depósito material de la fe cristiana en el tercer milenio?
       
      Sea como sea, he querido llamar la atención sobre este texto de Benedicto XVI porque me parece un escrito de enorme valor, tanto por su erudición como por su belleza. En este sentido, es también sintomático el olvido al que se ha relegado al papa emérito, tanto en su etapa actual como durante su pontificado; solo ha sido objeto de atención con motivo de escándalos ajenos a su figura, una figura constantemente caricaturizada, atacada y menospreciada. Y sin embargo, en su obra nos ha legado auténticos tesoros. Ojalá este discurso se convierta en un punto de referencia para todos aquellos defensores de la Hispanidad que buscan un punto de referencia cuando se trata de clarificar el concepto de “batalla cultural”.
      Fuente original: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2008/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20080912_parigi-cultura.html
    • Por Javier de Miguel
      La denominada “revolución americana”, para ellos, no es más que un perfeccionamiento de la francesa.
      León XIII, en su carta Testem benevolentiae, advirtió contra aquellos que “quieren una Iglesia distinta en América de la que existe en todas las demás regiones”. Apreciaba el Papa con gran clarividencia cómo el espíritu de la “nueva sociedad” de los Estados Unidos de América, fundada en principios totalmente contrarios al orden social católico propuesto por la Iglesia desde sus inicios, amenazaba con contaminar las mentes de los propios católicos estadounidenses.
      Lo que León XIII quiso combatir fue precisamente lo que hoy, comúnmente, y en sentido más amplio, conocemos por “americanismo”, que, trasladado a nuestro mundo actual, no es más que la influencia global del poder y principios sociales que sustentan a los Estados Unidos de América. Ensoberbecidos por los principios que inspiraron la construcción de la Estatua de la Libertad, en la firme creencia de que se estaba fundando un nuevo mundo sobre los principios de la verdadera libertad, no se estaba haciendo otra cosa que otorgar carta de naturaleza a la filosofía racionalista liberal aplicada a la política, con el inestimable apoyo del protestantismo y la masonería, núcleo duro de la filosofía de sus adorados “padres fundadores”.
      La consecuencia inmediata de esta ideología fue la llamada “doctrina Monroe”, que pretendía establecer una tabla rasa de diferenciación y de definitiva emancipación de los valores de la “new society” respecto de cualquier condicionamiento procedente del exterior del continente. Muchos pueden entender este planteamiento como meramente geopolítico, pero efectivamente no es así, sino que tiene un alcance más amplio. No olvidemos que esta “doctrina” fue fundada en la fase final de la mal llamada “emancipación” de las provincias españolas de Ultramar, y por tanto, no puede entenderse sino en el contexto de la “des-hispanización” de Hispanoamérica, a la vez promovida por criollos burgueses y masones, como bien demuestra Ramiro de Maeztu en su “Defensa de la Hispanidad”. Se trataba pues, del primer plan de ingeniería social ejecutado por la entonces recién alumbrada nación, y que sirvió de paso para dar el toque de gracia al ya más que decadente imperio hispano, que no había representado sino el baluarte contra Lutero y el martillo de los antepasados de quienes siglos después desembarcaron para construir su “sueño americano”.
      Casi doscientos años después, la “doctrina Monroe” ha cruzado sus propias fronteras, y parece haberse reformulado tácitamente en algo así como “el mundo para los americanos”. La influencia social y cultural de los Estados Unidos, especialmente tras su confirmación como primera potencia tras la Primera Guerra Mundial, es indiscutible. Pero, ¿en qué consiste esa influencia? ¿en qué principios se asienta?
      Comenzando por la segunda cuestión, hay que decir que la denominada “revolución americana”, para ellos, no es más que un perfeccionamiento de la francesa: el traslado a sus últimas consecuencias, de los principios ilustrados. Para el americanista, el gran error de la revolución francesa fue su deriva totalitaria, el Leviathan administrativo que engendró, anulando despóticamente la viva organización social que le precedió para instaurar el germen de lo que más recientemente ha venido a llamarse por algunos el “neodirigismo tecnocrático”, es decir, la política como pura administración de un ingente aparato mecanicista, que es el Estado. La revolución americana, por el contrario, habría conseguido mejor que nadie plasmar socialmente esos ideales ilustrados de libertad e igualdad. Así, los americanistas consideran el gobierno de la voluntad general como otra forma tiránica, heredera de la monarquía absoluta, pero sin renunciar a los principios ilustrados e iluministas que inspiraron a 1789, y se inclinan por la división de poderes, en el marco de una sociedad estrictamente individualista y de laissez faire.
      En cuanto a la primera cuestión, esa influencia consiste en la exportación, a escala global, de esa filosofía profundamente individualista, economicista, pragmática, pelagiana y auto-suficiente. Sin vínculos de sangre, sin más méritos que la iniciativa individual y el afán constante de progreso material. Además, muchos liberales conservadores, entre ellos católicos, que ven sin disgusto ese espíritu materialista, se maravillan contemplando la idea de que Estados Unidos es, a la vez, la “nación religiosa”, tierra donde se armonizan perfectamente la libertad (liberal) con la moral. Pero para superar esta falacia, es necesario comprender la significación que tiene esa mención a lo religioso en relación al enfoque de las logias americanas respecto de las europeas. La masonería americana es deísta, mientras que la europea, comandada por la francesa, es generalmente atea y anticlerical. Luego la significación que tiene el término “dios” o “religión” en uno y otro contexto, en el fondo vienen a significar lo mismo, porque en realidad son la misma esencia traspuesta sobre dos estructuras diferentes. Y esa esencia es la negación sistemática de los principios católicos tradicionales en relación al orden social y político que tan brillantemente se plasmaron en la Cristiandad, así como la persecución de todo aquél que luche por implantarlos en el ámbito público. En el mejor de los casos, para el americano, la religión es una cuestión interna, de conciencia, en la que el Estado no debe inmiscuirse, pero nunca un asunto de Estado, donde sigue rigiendo el racionalismo político ultramoderno.
      Ante estas dos cuestiones, muchos católicos piensan también que, puesto que el sistema político estadounidense, por su configuración minimalista del Estado, respeta la conciencia individual a priori más que los sistemas políticos europeos, más inspirados en el totalitarismo revolucionario francés, coronado por una influencia neo-marxista gramsciana mucho más escasa al otro lado del charco, este modelo es el más adecuado para la convivencia de la Iglesia con la sociedad. O, lo que es lo mismo, la doctrina de la “Iglesia libre en el Estado libre”. Reformulado en términos más llanos: la irrelevancia social es el precio que la Iglesia debe pagar a cambio de que el Estado mantenga en su “burbuja” a los católicos, y no les incomode en el ejercicio de sus derechos y deberes ciudadanos, fundamentalmente desde el despliegue de amplios mecanismos jurídicos de objeción de conciencia, frente a las ya de por sí escasas intromisiones estatales en asuntos morales. Pues bien, esta tesis, además de contraria al Magisterio de la Iglesia, que constantemente a lo largo de los siglos ha enseñado la grave obligación de los gobernantes para con Dios y la Iglesia, es un síntoma de contagio de la mentalidad liberal americanista. Desde esta perspectiva tenemos el terreno sembrado para el comunitarismo clerical, que no es sino una especie dentro del individualismo, a saber, una auto-limitación de los efectos de la vida cristiana al ámbito de los iguales en la fe, solo que en este caso, el ente “individuo” se ensancha analógicamente a la “comunidad cristiana”.
      Para acabar, dos reflexiones que nos han de servir para ubicar este tema en las coordenadas de la más rabiosa actualidad: la primera, la situación venezolana, que no es (y sin que esto sirva para justificar un ápice el sangriento narco-régimen de Maduro) sino otro reflejo del afán de dominio estadounidense sobre los puntos geoestratégicos, otro experimento como el de las “primaveras árabes”, con el agravante de la situación geográfica en el continente americano, pero al que se puede vaticinar idéntico resultado a que a otras revueltas propiciadas por ellos, y después vendidas al mundo como “acciones de liberación”: caos, anarquía y más sufrimiento para la población civil; la segunda reflexión trata acerca del estupor generado por la aprobación, en el estado de Nueva York, de la ley que permite el aborto hasta el momento inmediatamente anterior al nacimiento (último paso antes de la legalización del infanticidio). “En el país de la libertad”, “en la ciudad de la estatua”, esto no puede ocurrir, se dicen muchos. Como si esta ley fuese una traición al espíritu americano de libertad, y no lo que realmente es: otra muestra del camino al que conduce la sociedad regida por la libertad entendida como el ejercicio de las pulsiones interiores del individuo. Que no es otro el leit motiv del liberalismo, y de su derivado, del americanismo.
      Ciertamente, no es que Europa esté mejor, pero lo que está claro es que plantear en términos americanistas la resolución del conflicto religión-sociedad moderna (conflicto que lleva más de un siglo pululando por los despachos vaticanos, sínodos y Concilio incluido), no hace sino agravar el problema, es decir, continuar alejando al mundo moderno de Dios. La Iglesia, custodia del Derecho natural (en otro tiempo denominado “derecho de gentes”), sencillamente no puede abdicar, tampoco en el orden social, de la lucha por “Instaurare Omnia in Christo”. La Iglesia no tiene que comprar su libertad, sino liberar al mundo de la esclavitud del pecado, hodiernamente, del pecado liberal y sus múltiples adyacentes. Y eso no se consigue construyéndole un safe harbour para su supervivencia, ni una open society para el “desenvolvimiento de su personalidad”. Se consigue restaurando las cosas en la Verdad, la única que nos hace libres. Pues no hay imagen que represente más la libertad que la cruz de Cristo.
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    • Por Hispanorromano
      La hipocresía secular
      Lo paradójico de nuestra sociedad actual es que. siendo atea en principio, pretende exigir del hombre de hoy la práctica de las virtudes cristianas. Y esta hipocresía me repugna» (El crepúsculo de los viejos)
      Por Juan Jesús Priego Rivera

      Un día de 1931 un periodista de apellido Lefèvre preguntó al escritor francés Georges Bernanos (1888-1948): «¿Le parece justo, señor, que la Iglesia se entrometa en lo temporal? ¿No es esto un contrasentido, sobre todo cuando ella misma asegura que su reino no es de este mundo?». Sin dudar un instante, Bernanos le respondió así: «No escupo sobre la desdicha de nadie. Sólo quiero que se juegue limpio. Lo paradójico de nuestra sociedad actual es que, siendo atea en principio, pretende exigir del hombre de hoy la práctica de las virtudes cristianas. Y esta hipocresía me repugna» (El crepúsculo de los viejos).

      ¡Qué bien captó el novelista francés la contradicción esencial de nuestra época! Por un lado, se hace todo para que los hombres se olviden de Dios, pero por el otro se les pide que se comporten con la mansedumbre de un San Francisco de Asís; por un lado, se promueve la más abierta irreligión, y por el otro se pide a los ciudadanos que sean dulces, honrados, caritativos y generosos, que nos den de su tiempo, que nos sonrían al pasar y nos cuiden desinteresadamente cuando nos ponemos enfermos.

      ¿Cómo resolver semejante contradicción? Pues bien, es preciso decirlo: tal contradicción no puede resolverse, pues éstas que se piden al ciudadano son virtudes cristianas, y en un suelo abonado por el ateísmo tan bellas rosas sencillamente no pueden florecer. 

      Cristo lo dijo con claridad: «Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, como el sarmiento, se seca» (Juan 15, 5ss). Estas palabras del Señor valen también para las virtudes: si se las arranca de Cristo para luego secularizarlas —como se quiere hacer hoy, como de hecho se hace hoy—, ¿durante cuánto tiempo vivirán todavía? Su suerte, indudablemente, será la de las hojas que se han separado de la rama que los nutría. 

      En su libro Por un orden católico (1934), el filósofo francés Étienne Gilson (1884-1978) habló largamente sobre este asunto, y, entre otras cosas, dijo también esta verdad irrebatible: «Es absurdo querer descristianizar un país sin desmoralizarlo… El error fatal del radicalismo francés (y también del mexicano, añado yo) consiste en haber querido conservar la moral cristiana, haber ensayado mantener una sociedad fundada sobre las virtudes cristianas sin conservar el Cristianismo, porque sólo él había introducido en el mundo esas virtudes y sólo él puede hacerlas vivir... Libertad, igualdad, fraternidad: éstas son tres virtudes cristianas y es en vano querer hacerlas vivir fuera de la única doctrina que posee el secreto de su aparición». 

      Sin embargo, no nos limitemos sólo a las virtudes; tomemos también, por ejemplo, los llamados derechos humanos, de los que hoy se habla hasta el cansancio. Bien, ¿dónde está escrito que haya que respetar al hombre, dónde que haya que casi venerarlo? No nos engañemos: en la Biblia, ese libro del que ha abjurado la Modernidad. Dios es el garante de la dignidad del hombre, es Él quien ha dicho: «No matarás» (Éxodo 20, 13), pues la vida es sagrada; pero si no hay Dios, ¿quién lo defenderá de los que quieren acabar con él? «El que mate a Caín, lo pagará siete veces» (Génesis 4, 15). En un mundo gobernado por Dios, hasta Caín tiene derecho a vivir; pero si no hay Dios, ¿quién protegerá a Caín de los asesinos? ¿Y quién, sobre todo, a Abel? 

      Y, por lo demás, ¡cómo causan risa esas campañas que de cuando en cuando suele emprender el Estado mexicano para animar a los ciudadanos a practicar la honestidad! Hace unos años llenó las calles de cartelones con fotos de hombres y mujeres cuyos nombres eran, verbigracia, Justo Pérez, Honesto Mendoza, Laboriosa Ortiz. Y uno, al verlos, se preguntaba: «¿Creen de veras los autores de este despliegue publicitario que con cosas como éstas van a hacer de nosotros gente más justa, honesta y laboriosa? ¡Qué ilusos son y qué mal conocen el corazón humano! ¡Para ser justo, honesto y laborioso se necesita algo más que unas pancartas! Se necesita un Dios que premie las buenas acciones y castigue las malas.

      Ya es hora de decirlo: sin una base teológica se hace muy difícil, si no imposible, defender ciertos valores. ¿Cuáles? Precisamente esos que nuestros Estados ateos quieren que pongamos en práctica para que pueda al menos sobrevivir la especie humana en esta vasta jungla en la que se ha convertido el universo. Dijo una vez Max Horkheimer (1895-1973), el famoso —y ateo— pensador alemán: «Sin una base teológica, la afirmación de que el amor es mejor que el odio resulta absolutamente inmotivada y carente de todo sentido». Y añadió: «¿Por qué tendría que ser el amor mejor que el odio? Después de todo, aplacar el propio odio causa a menudo más satisfacción que aplacar el propio amor». Claro, claro, así es. Si Dios no existe —como muy bien afirmó Dostoievski—, todo está permitido. Y si todo está permitido, hay más de tres razones para echarse a temblar. 

      En un ensayo de 1929, Gilbert K. Chesterton hizo la siguiente advertencia: «El hecho es éste: que todo el mundo moderno, con sus modernas agitaciones, está viviendo de su capital, que es católico. Está usando y malgastando las verdades que le quedan del viejo tesoro de la Cristiandad… No está produciendo cosas nuevas que pueda llevar lejos en lo futuro. Por el contrario, está recogiendo cosas viejas que no puede llevar a ninguna parte. Porque éstos son los dos signos de los modernos ideales morales: primero, que han sido encontrados y arrancados de manos antiguas o medievales; y segunda, que se marchitarán pronto en manos modernas… (La modernidad) sacó leños encendidos la hoguera inmortal; pero la verdad es que aunque sus herejes blandieron las antorchas furiosamente, como si quisieran quemar con ellas el mundo entero, la verdad es que se les apagaron muy pronto entre las manos». ¡No nos engañemos! Sin el cristianismo, el mundo se convertirá pronto en una selva. Por lo cual es preciso decir lo siguiente, aunque parezca pedante: el mundo del futuro será cristiano o simplemente no será (porque ya no existirá).

      La hipocresía secular  
    • Por Hispanorromano
      En un libro que ha caído en mis manos encuentro una cita del P. Emmanuel d'Alzon que creo que es un perfecto resumen de la actitud que los católicos debemos observar con el Papado, especialmente cuando vemos alguna afirmación o decisión del Pontífice con la que no estamos de acuerdo:
      Procuro aplicar esta máxima en los últimos tiempos. Hay algunas cosas de Roma que no me gustan, y aquí las he manifestado discretamente, pero lo que no voy a hacer es ir contra Roma, porque es minar los cimientos de la propia Casa. Si acaso trabajaré en algún momento al margen de Roma o de las indicaciones pastorales, que no doctrinales, del  momento, pero siempre para Roma y nunca contra Roma.
      ¿Es tan difícil que entiendan esto los numerosos críticos que tiene el Papa Francisco o los que creen haber descubierto la pólvora con el Concilio Vaticano II?
    • Por Hispanorromano
      En el hilo dedicado al Presidente de México comentábamos la última salida de este personaje, que después de bajarse los pantalones con Trump insistía por enésima vez en que España y la Iglesia debían pedirle perdón:
      López Obrador todavía espera que el Rey o el Papa se disculpen por la Conquista de México
      La buena noticia es que cada vez se oyen más voces contrarias a este discurso falaz en México, incluso en el propio partido del Presidente (MORENA). En una publicación digital de esta formación (Reforma), el senador Germán Martínez Cázares escribía hace un par de días una columna que es una excelente refutación de esas tonterías de López Obrador. La columna está detrás de un muro de pago y la traigo a este foro en exclusiva, porque creo que merece la pena:
      Recuerdo que también los revolucionarios zapatistas del EZLN le pegaron un enorme rapapolvo a López Obrador hace unos días. Por más que citen a referentes de izquierdas y que su discurso esté un tanto lastrado por la retórica revolucionaria, sus palabras me parecen muy emotivas y estimo de gran valor que se refieran en esos términos a España y a la Iglesia, por mucho que no le haya gustado al gustavobuenista, voxiano e intereconómico Iván Velez. Vuelvo a citar las palabras del EZLN:
      Creo que sería un error rechazar este capote que le echan los zapatistas a España y a la Iglesia sólo porque citen a referentes progres, como Almodóvar o Serrat, que no son de nuestro agrado. De la misma forma, el artículo del senador de MORENA cita a Azaña y a otros personajes cuestionables. Pero hay que estar por encima de estas cosas. Y hay que respetar que la gente viva la Hispanidad a su manera. Cuando habla la Patria, deben callar las ideologías.
      ¡Viva la Hispanidad!
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    • https://www.mundorepubliqueto.com/2020/05/01/no-todo-lo-que-brilla-es-oro/

      Una vez más, por aprecio a estos amigos dejo solo el enlace para enviar las visitas a la fuente.

      Solo comento la foto que ponen de un congreso internacional identitari que hubo un México. Ahí se plasma el cáncer que han supuesto y parece que aún sigue suponiendo aquella enfermedad llamada CEDADE. En dicha foto veo al ex-cabecilla de CEDADE, Pedro Varela -uno de esos nazis que se dicen católicos- junto a Salvador Borrego -que si bien no era nazi, de hecho es un mestizo que además se declara hispanista y favorable a la mezcla racial propiciada por la Monarquía Católica,  sí que simpatizó con ellos por una cuestión que quizá un día podamos comentar- uno de los "revisionistas" más importante en lengua española, así como el también mexicano Alberto Villasana, un escritor, analista, publicista, "vaticanista" con gran predicamento entre los católicos mexicanos, abonado totalmente a la errática acusación contra el papa Francisco... posando junto a tipos como David Duke, ex-dirigente del Ku Kux Klan, algo que lo dice todo.

      Si mis rudimentarias habilidades en fisonomía no me fallan, en el grupo hay otro español, supongo que también procedente del mundillo neonazi de CEDADE.

      Imaginemos la corrupción de la idea de Hispanidad que supone semejante injerto, semejante híbrido contra natura.

      Nuestra querido México tiene la más potente dosis de veneno contra la hispanidad, inyectado en sus venas precisamente por ser un país clave en ella. Es el que otrora fuera más próspero,  el más poblado, también fue y en buena parte sigue siendo muy católico, esta en la línea de choque con el mundo anglo y... los enemigos de nuestra Hispanidad no pueden permitir una reconciliación de ese país consigo mismo ni con la misma España, puente clave en la necesaria Reconquista o reconstrucción. Si por un lado está infectado por el identitarismo amerindio -el indigenismo- por el otro la reacción está siendo narcotizada por un identitarismo falsohispanista, falsotradicionalista o como queramos verlo, en el cual CEDADE juega, como vemos, un factor relevante.

      Sin más, dejo ahí otra vez más mi sincera felicitación al autor de ese escrito. Enhorabuena por su clarividencia y fineza, desde luego hace falta tener personalidad para ser capaz de sustraerse a esa falsa polarización con que se está tratando de aniquilar el hispanismo.

       





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    • La libertad sexual conduce al colapso de la cultura en tres generaciones (J. D. Unwin)
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    • Traigo de la hemeroteca un curioso artículo de José Fraga Iribarne publicado en la revista Alférez el 30 de abril de 1947. Temas que aborda: la desastrosa natalidad en Francia; la ya muy tocada natalidad española, especialmente en Cataluña y País Vasco; las causas espirituales de este problema, etc.

      Si rebuscáis en las hemerotecas, hay muchos artículos de parecido tenor, incluso mucho más explícitos y en fechas muy anteriores (finales del s. XIX - principios del s. XX). He traído este porque es breve y no hay que hacer el trabajo de escanear y reconocer los caracteres, que siempre da errores y resulta bastante trabajoso, pues ese trabajo ya lo ha hecho la Fundación Gustavo Bueno.

      Señalo algunos hechos que llaman la atención:

      1) En 1947 la natalidad de Francia ya estaba por los suelos. Ni Plan Kalergi, ni Mayo del 68, ni conspiraciones varias.

      2) Pero España, en 1947 y en pleno auge del catolicismo de posguerra, tampoco estaba muy bien. En particular, estaban francamente mal regiones ricas como el País Vasco y Cataluña. ¿Será casualidad que estas regiones sean hoy en día las que más inmigración reciben?

      3) El autor denuncia que ya en aquel entonces los españoles estaban entregados a una visión hedonística de la existencia, que habían perdido la vocación de servicio y que se habían olvidado de los fines trascendentes. No es, por tanto, una cosa que venga del Régimen del 78 o de la llegada al poder de Zapatero. Las raíces son mucho más profundas.

      4) Señala que el origen de este problema es ético y religioso: se ha perdido la idea de que el matrimonio tiene por fin criar hijos para el Cielo. Pero también se ha perdido la idea del límite: las personas cada vez tienen más necesidades y, a pesar de que las van cubriendo, nunca están satisfechas con su nivel de vida.

      Este artículo antiguo ilumina muchas cuestiones del presente. Y nos ayuda a encontrarle solución a estos problemas que hoy nos golpean todavía con mayor fuerza. Creo que puede ser de gran provecho rescatar estos artículos.
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    • En torno a la posibilidad de que se estén usando las redes sociales artificialmente para encrespar los ánimos, recojo algunas informaciones que no sé sin son importantes o son pequeñas trastadas.

      Recientemente en Madrid se convocó una contramanifestación que acabó con todos los asistentes filiados por la policía. Militantes o simpatizantes de ADÑ denuncian que la convocó inicialmente una asociación fantasma que no había pedido permiso y cuyo fin último podría ser provocar:

      Cabe preguntarles por qué acudieron a una convocatoria fantasma que no tenía permiso. ¿Os dais cuenta de lo fácil que es crear incidentes con un par de mensajes en las redes sociales?

      Un periodista denuncia que se ha puesto en marcha una campaña titulada "Tsunami Español" que pretende implicar a militares españoles y que tiene toda la pinta de ser un bulo de los separatistas o de alguna entidad interesada en fomentar la discordia:

      El militar rojo que tiene columna en RT es uno de los que difunde la intoxicación:

      Si pincháis en el trending topic veréis que mucha gente de derechas ha caído en el engaño.

      Como decía, desconozco la importancia que puedan tener estas intoxicaciones. Pero sí me parece claro que con las redes sociales sale muy barato intoxicar y hasta promover enfrentamientos físicos con unos cuantos mensajes bien dirigidos. En EEUU ya se puso en práctica lo de citar a dos grupos contrarios en el mismo punto para que se produjesen enfrentamientos, que finalmente ocurrieron.
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    • Una teoría sobre las conspiraciones
      ¿A qué se debe el pensamiento conspiracionista que tiene últimamente tanto auge en internet? Este artículo baraja dos causas: la necesidad de tener el control y el afán de distinguirse de la masa.
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