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Arrecian las críticas al Papa por su llamamiento a la defensa de la naturaleza

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Esta semana, el Vaticano ha hecho un comunicado conjunto, con la Iglesia Anglicana y la Ortodoxa, todos en defensa de la Creación.

Cito y comento:

Cita
Mensaje conjunto para la protección de la Creación del Santo Padre Francisco, Su Santidad Bartolomé I, Patriarca Ecuménico y arzobispo de Constantinopla, y Su Gracia Justin Welby, arzobispo de Canterbury, 07.09.2021

 

Durante más de un año, todos hemos experimentado los efectos devastadores de una pandemia mundial: todos nosotros, pobres o ricos, débiles o fuertes. Algunos estaban más protegidos o eran más vulnerables que otros, pero la rápida propagación de la infección ha hecho que dependamos unos de otros en nuestros esfuerzos por mantenernos a salvo. Nos hemos dado cuenta de que, ante esta calamidad mundial, nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo, que nuestras acciones realmente afectan a los demás, y que lo que hacemos hoy afecta a lo que ocurrirá mañana.

No son lecciones nuevas, pero hemos tenido que afrontarlas de nuevo. Ojalá no desperdiciemos este momento. Debemos decidir qué tipo de mundo queremos dejar a las generaciones futuras. Dios manda: "Escoge la vida, para que vivas tú y tu descendencia" (Dt 30,19). Debemos elegir vivir de otra manera; debemos elegir la vida.

Muchos cristianos celebran el mes de septiembre como la Estación de la Creación, una oportunidad para rezar y cuidar la creación de Dios. Mientras los líderes mundiales se preparan para reunirse en noviembre en Glasgow para deliberar sobre el futuro de nuestro planeta, rezamos por ellos y consideramos las decisiones que todos debemos tomar. En consecuencia, como líderes de nuestras Iglesias, hacemos un llamamiento a todos, sea cual sea su creencia o visión del mundo, para que se esfuercen por escuchar el clamor de la tierra y de las personas que son pobres, examinando su comportamiento y comprometiéndose a realizar sacrificios significativos por el bien de la tierra que Dios nos ha dado.

La importancia de la sostenibilidad

En nuestra tradición cristiana común, las Escrituras y los santos proporcionan perspectivas iluminadoras para comprender tanto las realidades del presente como la promesa de algo más grande que lo que vemos en este momento. El concepto de administración -la responsabilidad individual y colectiva sobre la dotación que Dios nos ha dado- representa un punto de partida vital para la sostenibilidad social, económica y medioambiental. En el Nuevo Testamento, leemos sobre el hombre rico e insensato que almacena grandes riquezas de trigo mientras se olvida de su finitud (Lc 12.13-21). También conocemos al hijo pródigo que se lleva su herencia antes de tiempo, para luego despilfarrarla y acabar hambriento (Lc 15.11-32). Se nos advierte que no debemos adoptar soluciones a corto plazo y aparentemente baratas para construir sobre la arena, en lugar de construir sobre la roca para que nuestra casa común resista las tormentas (Mt 7.24-27). Estos relatos nos invitan a adoptar una perspectiva más amplia y a reconocer nuestro lugar en la historia universal de la humanidad.

Pero nosotros hemos tomado la dirección contraria. Hemos maximizado nuestro propio interés a costa de las generaciones futuras. Al concentrarnos en nuestra riqueza, nos encontramos con que los bienes a largo plazo, incluida la riqueza de la naturaleza, se agotan para obtener ventajas a corto plazo. La tecnología ha desplegado nuevas posibilidades de progreso, pero también de acumulación de riqueza desenfrenada, y muchos de nosotros nos comportamos de una manera que demuestra poca preocupación por otras personas o por los límites del planeta. La naturaleza es resistente, pero delicada. Ya estamos viendo las consecuencias de nuestra negativa a protegerla y preservarla (Gn 2.15). Ahora, en este momento, tenemos la oportunidad de arrepentirnos, de dar un giro decidido, de ir en dirección contraria. Debemos perseguir la generosidad y la equidad en la forma en que vivimos, trabajamos y utilizamos el dinero, en lugar de la ganancia egoísta.

El impacto en las personas que viven en la pobreza

La actual crisis climática dice mucho sobre quiénes somos y cómo vemos y tratamos la creación de Dios. Estamos ante una justicia implacable: la pérdida de biodiversidad, la degradación del medio ambiente y el cambio climático son las consecuencias inevitables de nuestras acciones, ya que hemos consumido con avidez más recursos de la Tierra de los que el planeta puede soportar. Pero también nos enfrentamos a una profunda injusticia: las personas que soportan las consecuencias más catastróficas de estos abusos son las más pobres del planeta y las que menos responsabilidad han tenido en causarlos. Servimos a un Dios de justicia, que se deleita en la creación y crea a cada persona a imagen y semejanza de Dios, pero que también escucha el clamor de las personas que son pobres. En consecuencia, hay una llamada innata dentro de nosotros para responder con angustia cuando vemos una injusticia tan devastadora.

Hoy estamos pagando el precio. El clima extremo y las catástrofes naturales de los últimos meses nos revelan de nuevo con gran fuerza y con un gran coste humano que el cambio climático no es sólo un reto futuro, sino una cuestión inmediata y urgente de supervivencia. Inundaciones, incendios y sequías generalizadas amenazan a continentes enteros. El nivel del mar sube, obligando a numerosas comunidades a trasladarse; los ciclones devastan regiones enteras, arruinando vidas y medios de subsistencia. El agua se ha vuelto escasa y el suministro de alimentos inseguro, provocando conflictos y desplazamientos para millones de personas. Ya lo hemos visto en lugares donde la gente depende de explotaciones agrícolas a pequeña escala. Hoy lo vemos en los países más industrializados, donde ni siquiera las sofisticadas infraestructuras pueden evitar por completo una destrucción extraordinaria.

Mañana podría ser peor. Los niños y adolescentes de hoy se enfrentarán a consecuencias catastróficas si no asumimos ahora la responsabilidad, como "compañeros de trabajo con Dios" (Gn 2.4-7), de sostener nuestro mundo. Con frecuencia escuchamos a los jóvenes que entienden que su futuro está amenazado. Por su bien, debemos elegir comer, viajar, gastar, invertir y vivir de forma diferente, pensando no sólo en el interés y las ganancias inmediatas, sino también en los beneficios futuros. Nos arrepentimos de los pecados de nuestra generación. Nos ponemos al lado de nuestros hermanos y hermanas más jóvenes de todo el mundo en una oración comprometida y una acción decidida por un futuro que corresponda cada vez más a las promesas de Dios.

El imperativo de la cooperación

A lo largo de la pandemia, hemos aprendido lo vulnerables que somos. Nuestros sistemas sociales se han deshilachado y hemos comprobado que no podemos controlarlo todo. Debemos reconocer que la forma en que utilizamos el dinero y organizamos nuestras sociedades no ha beneficiado a todos. Nos descubrimos débiles y ansiosos, sumergidos en una serie de crisis: sanitaria, medioambiental, alimentaria, económica y social, todas ellas profundamente interconectadas.

Estas crisis nos plantean una elección. Nos encontramos en una posición única para afrontarlas con miopía y especulación o para aprovecharlas como una oportunidad de conversión y transformación. Si pensamos en la humanidad como una familia y trabajamos juntos hacia un futuro basado en el bien común, podríamos encontrarnos viviendo en un mundo muy diferente. Juntos podemos compartir una visión de la vida en la que todos prosperen. Juntos podemos elegir actuar con amor, justicia y misericordia. Juntos podemos caminar hacia una sociedad más justa y plena con los más vulnerables en el centro.

Pero esto implica hacer cambios. Cada uno de nosotros, individualmente, debe responsabilizarse de la forma en que utilizamos nuestros recursos. Este camino requiere una colaboración cada vez más estrecha entre todas las iglesias en su compromiso con el cuidado de la creación. Juntos, como comunidades, iglesias, ciudades y naciones, debemos cambiar de ruta y descubrir nuevas formas de trabajar juntos para romper las barreras tradicionales entre los pueblos, para dejar de competir por los recursos y empezar a colaborar.

A quienes tienen responsabilidades de mayor alcance -dirigiendo administraciones, llevando empresas, empleando personas o invirtiendo fondos- les decimos: elegid beneficios centrados en las personas; haced sacrificios a corto plazo para salvaguardar todos nuestros futuros; convertíos en líderes de la transición hacia economías justas y sostenibles. "A quien se le dió mucho, se le reclamará mucho". (Lc 12:48)

Esta es la primera vez que los tres nos sentimos obligados a abordar juntos la urgencia de la sostenibilidad medioambiental, su impacto en la pobreza persistente y la importancia de la cooperación mundial. Juntos, en nombre de nuestras comunidades, apelamos al corazón y a la mente de cada cristiano, de cada creyente y de cada persona de buena voluntad. Rezamos por nuestros líderes que se reunirán en Glasgow para decidir el futuro de nuestro planeta y de su gente. Una vez más, recordamos la Escritura: "Escoge la vida, para que vivas tú y tu descendencia" (Dt 30:19). Escoger la vida significa hacer sacrificios y ejercer la moderación.

Todos nosotros, seamos quienes seamos y estemos donde estemos, podemos desempeñar un papel en el cambio de nuestra respuesta colectiva a la amenaza sin precedentes del cambio climático y la degradación del medio ambiente.

El cuidado de la creación de Dios es un mandato espiritual que requiere una respuesta de compromiso. Este es un momento crítico. El futuro de nuestros hijos y el de nuestra casa común dependen de ello.

1 de septiembre de 2021

 

Patriarca Ecuménico Bartolomé    Papa Francisco     Arzobispo de Canterbury Justin        

 

https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2021/09/07/mens.html

 

 

Como era de suponer, apenas les ha faltado tiempo a los ya habituales detractores del Papa, para cargar las tintas contra él, acusándolo de pervertir la Iglesia al encabezar el globalismo y favorecer el comunismo, a través de su mensaje social y ecológico. Le reprochan haberse sumado a este tipo de llamamientos en defensa de la naturaleza, que tildan de pagano, y de hacerlo además junto a otras iglesias, poniendo así a la católica en igualdad de condiciones y por tanto rechazando supuestamente su primacía. Aunque más bien pienso que lo hacen, no por eso que dicen realmente, sino para contrarrestar de algún modo los posibles efectos que pueda tener entre la comunidad de los creyentes, el insistente llamamiento del Papa  en "perseguir la generosidad y la equidad en la forma en que vivimos, trabajamos y utilizamos el dinero, en lugar de la ganancia egoísta", y el deber que tenemos de "elegir comer, viajar, gastar, invertir y vivir de forma diferente, pensando no sólo en el interés y las ganancias inmediatas"

No citaré fuentes por aquello de señalar el pecado, pero no al pecador, al que queda en su conciencia lo que pueda decir o hacer respecto a su debida obediencia al Papa o a los mandatos y unidad de la Iglesia, aunque a poco que se busque por la red, puede comprobarse que esto que señalo es una realidad.

En esos mismos lugares, donde abundan los comentarios e ideas de muchos que defienden la ilegitimidad de este Papa frente a la del supuestamente depuesto Benedicto XVI, se insiste en acusar a Francisco de haber cambiado la doctrina y haberla puesto al servicio del globalismo, el ecologismo, etc., y no son pocos los católicos que piensan que la Iglesia no debería abordar esos temas, pues su función se reduce únicamente a la salvaguarda de las almas y no a la de cuidar la tierra, cosa que de algún modo no deja de ser una forma de pensar bastante contaminada de  gnosticismo, pues la propia salvaguarda de las almas lleva implícita la de la tierra donde moran, al igual que el cuidado del espíritu comprende el cuidado del cuerpo donde se encarna. No hay vino sin vasija.

Pero tratando de responder a los críticos con el Papa, por pedir el cuidado de la Creación, junto a otras iglesias, veamos por ejemplo que decía antes de él Benedicto XVI sobre el cuidado de la naturaleza, en su encíclica Caritas in Vertitate a propósito del desarrollo. A ver si es verdad que Francisco ha cambiado ahora la doctrina y sus detractores van a tener razón:

Cita

48. El tema del desarrollo está también muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural. Éste es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad. Cuando se considera la naturaleza, y en primer lugar al ser humano, fruto del azar o del determinismo evolutivo, disminuye el sentido de la responsabilidad en las conciencias. El creyente reconoce en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios, que el hombre puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades —materiales e inmateriales— respetando el equilibrio inherente a la creación misma. Si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella. Ambas posturas no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza, fruto de la creación de Dios.

La naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos ha sido dada por Dios como ámbito de vida. Nos habla del Creador (cf. Rm 1,20) y de su amor a la humanidad. Está destinada a encontrar la «plenitud» en Cristo al final de los tiempos (cf. Ef 1,9-10; Col 1,19-20). También ella, por tanto, es una «vocación»[115]. La naturaleza está a nuestra disposición no como un «montón de desechos esparcidos al azar»,[116] sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para «guardarla y cultivarla» (cf. Gn 2,15). Pero se ha de subrayar que es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona humana misma. Esta postura conduce a actitudes neopaganas o de nuevo panteísmo: la salvación del hombre no puede venir únicamente de la naturaleza, entendida en sentido puramente naturalista.  Por otra parte, también es necesario refutar la posición contraria, que mira a su completa tecnificación, porque el ambiente natural no es sólo materia disponible a nuestro gusto, sino obra admirable del Creador y que lleva en sí una «gramática» que indica finalidad y criterios para un uso inteligente, no instrumental y arbitrario. Hoy, muchos perjuicios al desarrollo provienen en realidad de estas maneras de pensar distorsionadas. Reducir completamente la naturaleza a un conjunto de simples datos fácticos acaba siendo fuente de violencia para con el ambiente, provocando además conductas que no respetan la naturaleza del hombre mismo. Ésta, en cuanto se compone no sólo de materia, sino también de espíritu, y por tanto rica de significados y fines trascendentes, tiene un carácter normativo incluso para la cultura. El hombre interpreta y modela el ambiente natural mediante la cultura, la cual es orientada a su vez por la libertad responsable, atenta a los dictámenes de la ley moral. Por tanto, los proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las generaciones sucesivas, sino que han de caracterizarse por la solidaridad y la justicia intergeneracional, teniendo en cuenta múltiples aspectos, como el ecológico, el jurídico, el económico, el político y el cultural[117].

49. Hoy, las cuestiones relacionadas con el cuidado y salvaguardia del ambiente han de tener debidamente en cuenta los problemas energéticos. En efecto, el acaparamiento por parte de algunos estados, grupos de poder y empresas de recursos energéticos no renovables, es un grave obstáculo para el desarrollo de los países pobres. Éstos no tienen medios económicos ni para acceder a las fuentes energéticas no renovables ya existentes ni para financiar la búsqueda de fuentes nuevas y alternativas. La acumulación de recursos naturales, que en muchos casos se encuentran precisamente en países pobres, causa explotación y conflictos frecuentes entre las naciones y en su interior. Dichos conflictos se producen con frecuencia precisamente en el territorio de esos países, con graves consecuencias de muertes, destrucción y mayor degradación aún. La comunidad internacional tiene el deber imprescindible de encontrar los modos institucionales para ordenar el aprovechamiento de los recursos no renovables, con la participación también de los países pobres, y planificar así conjuntamente el futuro.

En este sentido, hay también una urgente necesidad moral de una renovada solidaridad, especialmente en las relaciones entre países en vías de desarrollo y países altamente industrializados[118]. Las sociedades tecnológicamente avanzadas pueden y deben disminuir el propio gasto energético, bien porque las actividades manufactureras evolucionan, bien porque entre sus ciudadanos se difunde una mayor sensibilidad ecológica. Además, se debe añadir que hoy se puede mejorar la eficacia energética y al mismo tiempo progresar en la búsqueda de energías alternativas. Pero es también necesaria una redistribución planetaria de los recursos energéticos, de manera que también los países que no los tienen puedan acceder a ellos. Su destino no puede dejarse en manos del primero que llega o depender de la lógica del más fuerte. Se trata de problemas relevantes que, para ser afrontados de manera adecuada, requieren por parte de todos una responsable toma de conciencia de las consecuencias que afectarán a las nuevas generaciones, y sobre todo a los numerosos jóvenes que viven en los pueblos pobres, los cuales «reclaman tener su parte activa en la construcción de un mundo mejor»[119].

50. Esta responsabilidad es global, porque no concierne sólo a la energía, sino a toda la creación, para no dejarla a las nuevas generaciones empobrecida en sus recursos. Es lícito que el hombre gobierne responsablemente la naturaleza para custodiarla, hacerla productiva y cultivarla también con métodos nuevos y tecnologías avanzadas, de modo que pueda acoger y alimentar dignamente a la población que la habita. En nuestra tierra hay lugar para todos: en ella toda la familia humana debe encontrar los recursos necesarios para vivir dignamente, con la ayuda de la naturaleza misma, don de Dios a sus hijos, con el tesón del propio trabajo y de la propia inventiva. Pero debemos considerar un deber muy grave el dejar la tierra a las nuevas generaciones en un estado en el que puedan habitarla dignamente y seguir cultivándola. Eso comporta «el compromiso de decidir juntos después de haber ponderado responsablemente la vía a seguir, con el objetivo de fortalecer esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos»[120]. Es de desear que la comunidad internacional y cada gobierno sepan contrarrestar eficazmente los modos de utilizar el ambiente que le sean nocivos. Y también las autoridades competentes han de hacer los esfuerzos necesarios para que los costes económicos y sociales que se derivan del uso de los recursos ambientales comunes se reconozcan de manera transparente y sean sufragados totalmente por aquellos que se benefician, y no por otros o por las futuras generaciones. La protección del entorno, de los recursos y del clima requiere que todos los responsables internacionales actúen conjuntamente y demuestren prontitud para obrar de buena fe, en el respeto de la ley y la solidaridad con las regiones más débiles del planeta[121]. Una de las mayores tareas de la economía es precisamente el uso más eficaz de los recursos, no el abuso, teniendo siempre presente que el concepto de eficiencia no es axiológicamente neutral.

51. El modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo, y viceversa. Esto exige que la sociedad actual revise seriamente su estilo de vida que, en muchas partes del mundo, tiende al hedonismo y al consumismo, despreocupándose de los daños que de ello se derivan[122]. Es necesario un cambio efectivo de mentalidad que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida, «a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones»[123]. Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales, así como la degradación ambiental, a su vez, provoca insatisfacción en las relaciones sociales. La naturaleza, especialmente en nuestra época, está tan integrada en la dinámica social y cultural que prácticamente ya no constituye una variable independiente. La desertización y el empobrecimiento productivo de algunas áreas agrícolas son también fruto del empobrecimiento de sus habitantes y de su atraso. Cuando se promueve el desarrollo económico y cultural de estas poblaciones, se tutela también la naturaleza. Además, muchos recursos naturales quedan devastados con las guerras. La paz de los pueblos y entre los pueblos permitiría también una mayor salvaguardia de la naturaleza. El acaparamiento de los recursos, especialmente del agua, puede provocar graves conflictos entre las poblaciones afectadas. Un acuerdo pacífico sobre el uso de los recursos puede salvaguardar la naturaleza y, al mismo tiempo, el bienestar de las sociedades interesadas.

La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlo, no sólo debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que exista una especie de ecología del hombre bien entendida. En efecto, la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la «ecología humana»[124] en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia. Así como las virtudes humanas están interrelacionadas, de modo que el debilitamiento de una pone en peligro también a las otras, así también el sistema ecológico se apoya en un proyecto que abarca tanto la sana convivencia social como la buena relación con la naturaleza.

Para salvaguardar la naturaleza no basta intervenir con incentivos o desincentivos económicos, y ni siquiera basta con una instrucción adecuada. Éstos son instrumentos importantes, pero el problema decisivo es la capacidad moral global de la sociedad. Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas. El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros. Es una grave antinomia de la mentalidad y de la praxis actual, que envilece a la persona, trastorna el ambiente y daña a la sociedad.

52. La verdad, y el amor que ella desvela, no se pueden producir, sólo se pueden acoger. Su última fuente no es, ni puede ser, el hombre, sino Dios, o sea Aquel que es Verdad y Amor. Este principio es muy importante para la sociedad y para el desarrollo, en cuanto que ni la Verdad ni el Amor pueden ser sólo productos humanos; la vocación misma al desarrollo de las personas y de los pueblos no se fundamenta en una simple deliberación humana, sino que está inscrita en un plano que nos precede y que para todos nosotros es un deber que ha de ser acogido libremente. Lo que nos precede y constituye —el Amor y la Verdad subsistentes— nos indica qué es el bien y en qué consiste nuestra felicidad. Nos señala así el camino hacia el verdadero desarrollo.

 

Bueno, pues parece que se equivocan quienes acusan al Papa de ser un peligroso rojo ecologista y globalista, ya que antes de Francisco, Benedicto XVI también se manifestó expresamente en términos semejantes, respecto al cuidado de la Creación y nuestra obligación para con ella. Y de igual manera, también lo hizo apelando a una conciencia global.

Pero es que antes de estos Papas, Juan XXIII también se dirigía a todos los creyentes y hombres de buena voluntad en su encíclica "Pacem in Terris", por lo que es probable que para algunos, aquel también fuese un Papa globalista. Y ecologista, pues también advertía en su encíclica "Mater et Magistra", que la solución al problema demográfico y el desarrollo económico, era el buen uso dentro del orden moral, de la propia naturaleza que Dios había puesto a disposición del hombre.

Algo más cercanamente, también tuvo que ser un peligroso rojo ecologista san Juan Pablo II, ya que se le ocurrió tildar la problemática ecológica, como una crisis devenida de la actividad descontrolada del ser humano. Algo que le llevo a pedir en la FAO "la urgencia y necesidad de un cambio radical en el comportamiento de la humanidad". Nada menos que en la FAO ¡menudo globalista!

Quizás sea en cambio que todos estos detractores y opinadores modernos metidos a Papa, en el fondo digan esas cosas por estar imbuidos conscientemente o no, de las doctrinas y consignas que dictan ciertos enemigos de la Iglesia, emparentados con las nuevas derechas europeas de corte satánico y orientación pagana, que aseguran sin rubor que la nuestra es una iglesia roja y liberticida. Cosa en la que de algún modo tienen razón, pues a fin de cuentas, la Iglesia fue regada con la propia sangre de Cristo, quién además murió por el bien y la salvación de todos los que le siguen, a fin de vencer la perdición que había ocasionado el hombre pagado de sí mismo, algo que este aún no es capaz de asumir, visto lo visto.

En fin, que si nos vamos hacia atrás, podremos ver que no hay nada nuevo bajo el sol que ilumina el cielo de nuestra amada Iglesia, salvo el siempre fresco mensaje de la salvación a través del Amor. Del amor a Dios, al prójimo y también a la Creación de la que formamos parte, que desde Cristo hasta nuestros días ha iluminado la fe y unidad de los creyentes, pese a que algunos pretendan hoy quebrantarla bajo el falso pretexto de su mal amada libertad.

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Muy de acuerdo con todo. El engarce con las enseñanzas de papas anteriores lo has expuesto perfectamente. Si los pontífices  anteriores dijeron cosas similares y no hubo esa violenta reacción de rechazo, la conclusión es que se trata de una mera excusa para golpear al Papa actual.

Aunque no me entusiasme el lenguaje usado en esa declaración, no veo nada objetable en el contenido. Lo que expone es perfectamente razonable y no tiene nada que ver con ser de izquierdas o de derechas sino con el sentido común, que nos indica que hay que cuidar de la naturaleza que Dios nos ha dejado en custodia, también pensando en las generaciones venideras. Los conservadores hablan de la crisis de natalidad, pero poca preocupación demuestran por las generaciones que nos han de suceder. Cuando en realidad ambas cosas forman parte de un todo.

Como a ti, me ha parecido indignante la campaña que se ha desatado contra el Papa en las redes sociales a raíz de este tema. ¿Pero quiénes son ellos para regañar y sacudir así a todo un Papa? ¿Qué saben ellos de este tema aparte de las bobadas que consumen en las redes sociales? Lo peor es que la maniobra de linchamiento es estimulada en muchos casos por una serie de sacerdotes conservadores que se pasan toda media vida en Twitter. Sacerdotes a los que no se les cae la cara de vergüenza por burlarse del Papa o increparle desde sus cuentas de Twitter. ¡Menudo ejemplo están dando!

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Para ver la falta de ortodoxia de estos críticos y la ortodoxia de Francisco, merece la pena reflexionar sobre la clave que da el papa a la hora de abordar el tema de la naturaleza: el de la "contemplación". Los críticos parece que confunden la llamada a la contemplación con idolatría. Y esta contemplación exige dejar de lado el modo de vivir consumista y el crecimiento económico a toda costa, por lo que los defensores de la ortodoxia economicista encuentran un claro enemigo en Francisco, el ortodoxo católico.

Tampoco deben extrañar estas críticas de los ortodoxos del frenesí consumista, pues para ellos toda mención a lo que no tenga utilidad inmediata será tachada de irracional o extemporánea. Además, la mención a la contemplación no deja de ser revolucionaria para los que viven en ciudades abarrotadas, entre toneladas de hormigón y entre el trajín de la vida moderna.

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Gran observación. La historia de nuestra fe está ligada inexorablemente a la contemplación de la naturaleza. Desde el A.T. hasta nuestros días, Dios se ha manifestado al hombre a través de ella: En la zarza ardiente, en el monte, en la brisa o en la forma de una paloma, entre tantos y tantos ejemplos que se pueden encontrar en los textos bíblicos, y también en la vida y obra de muchos santos.

Nuestro propio lenguaje está lleno de símbolos y referencias, tanto a la naturaleza como a nuestra relación con ella: El trigo, la cizaña, los segadores, los peces, los pescadores, las ovejas, el rebaño, los lobos, los pastores... y así a lo largo de una lista tan interminable como nuestra propia historia.

De una forma u otra hemos conocido a Dios, y hemos transmitido nuestro conocimiento y amor hacia él, a través de la contemplación y apelación, tanto a la naturaleza como a los símbolos que la representan. Incluso a la propia ley que Dios ha escrito en el corazón humano, independientemente de culturas y religiones, la denominamos "Ley natural", porque podemos ver en ella un orden implícito, semejante al que gobierna toda la naturaleza de la Creación. La misma Ley Divina nos ha sido dada para gobernar la naturaleza, pero no se puede gobernar aquello que no se conoce ni se ama.

Es más, la propia historia del hombre; de la gracia y el pecado; de la tentación y la virtud; del bien y del mal, es el relato de una pugna por su posesión y dominio. En definitiva, Dios se manifiesta al hombre en la naturaleza, hasta llegar a tomar su propia naturaleza para revelársele. La propia religión es al fin en sí misma, el vínculo que religa al hombre con Dios, a través de la naturaleza. A través de eso que el hombre se afana en maltratar, caído en pecado, pero que Dios no se cansa de reponer con su gracia, su amor y su belleza.

No se puede comprender plenamente a Dios, si no se contempla y ama la naturaleza que ha creado para darnos vida y hacernos partícipes de su amor. La naturaleza es el medio, no solo ambiente, sino también y entendida en toda su amplitud, de llegar a Dios. De otro modo no tendría ningún sentido nuestro deambular por este mundo. Sería como dar por válido ese pensamiento nihilista que nos amenaza diciéndonos que la vida es un accidente donde realmente las cosas carecen de ningún valor. Un caos al fin, sin sentido ni orden, en el que por mera casualidad nacemos y morimos sin ningún otro propósito ni finalidad.

Contemplar y amar la naturaleza, la vida en toda su dimensión, es al fin no solo una opción deseable para un católico sino sobre todo una obligación, pues de otra forma no podemos llegar a saber ni comprender realmente de qué nos hablan la Palabra de Dios, el Magisterio y la Tradición. Encerrarnos en nosotros mismos, en la contemplación y gobierno de nuestras propias creaciones; de nuestras casas, cosas, organizaciones, naciones o empresas, suele ser la forma más común de darle la espalda a Dios. Y sin embargo, paradójicamente suelen ser los sectores más ultramontanos y tradicionalistas, quienes a menudo se ofenden  y hacen cruces cuando el Papa u otros pastores nos hablan de esa obligación, como si su conocimiento de Dios les hubiese turbado la mente hasta el punto de haberse hecho dioses a sí mismos, con la capacidad de juzgar y condenar.

A menudo se nos invita a acudir ante el Sagrario para contemplar a Dios. Para contemplar su obra y su amor hacia nosotros. Para rendirnos ante él como un niño que se pone ante su padre y se fascina de todo lo que ve en él. Y eso está bien, sin embargo, ese niño es capaz de amar así a su Padre, porque previamente ha contemplado en su mundo la obra que éste ha hecho por él. Contempla y ama en su padre la propia naturaleza bondadosa e inocente de su mundo infantil, protegida y amada sobre todas las cosas por el infinito amor de su padre. Aquel ante quién se postra y por el que finalmente llegará a ser capaz de dar su propia vida.

No caigamos en el error de amar el vino y despreciar la copa, no sea que de tanto beber y despreciar, acabemos siendo tomados por borrachos necios a los que también despreciar.

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    • https://www.mundorepubliqueto.com/2020/05/01/no-todo-lo-que-brilla-es-oro/

      Una vez más, por aprecio a estos amigos dejo solo el enlace para enviar las visitas a la fuente.

      Solo comento la foto que ponen de un congreso internacional identitari que hubo un México. Ahí se plasma el cáncer que han supuesto y parece que aún sigue suponiendo aquella enfermedad llamada CEDADE. En dicha foto veo al ex-cabecilla de CEDADE, Pedro Varela -uno de esos nazis que se dicen católicos- junto a Salvador Borrego -que si bien no era nazi, de hecho es un mestizo que además se declara hispanista y favorable a la mezcla racial propiciada por la Monarquía Católica,  sí que simpatizó con ellos por una cuestión que quizá un día podamos comentar- uno de los "revisionistas" más importante en lengua española, así como el también mexicano Alberto Villasana, un escritor, analista, publicista, "vaticanista" con gran predicamento entre los católicos mexicanos, abonado totalmente a la errática acusación contra el papa Francisco... posando junto a tipos como David Duke, ex-dirigente del Ku Kux Klan, algo que lo dice todo.

      Si mis rudimentarias habilidades en fisonomía no me fallan, en el grupo hay otro español, supongo que también procedente del mundillo neonazi de CEDADE.

      Imaginemos la corrupción de la idea de Hispanidad que supone semejante injerto, semejante híbrido contra natura.

      Nuestra querido México tiene la más potente dosis de veneno contra la hispanidad, inyectado en sus venas precisamente por ser un país clave en ella. Es el que otrora fuera más próspero,  el más poblado, también fue y en buena parte sigue siendo muy católico, esta en la línea de choque con el mundo anglo y... los enemigos de nuestra Hispanidad no pueden permitir una reconciliación de ese país consigo mismo ni con la misma España, puente clave en la necesaria Reconquista o reconstrucción. Si por un lado está infectado por el identitarismo amerindio -el indigenismo- por el otro la reacción está siendo narcotizada por un identitarismo falsohispanista, falsotradicionalista o como queramos verlo, en el cual CEDADE juega, como vemos, un factor relevante.

      Sin más, dejo ahí otra vez más mi sincera felicitación al autor de ese escrito. Enhorabuena por su clarividencia y fineza, desde luego hace falta tener personalidad para ser capaz de sustraerse a esa falsa polarización con que se está tratando de aniquilar el hispanismo.

       





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    • La libertad sexual conduce al colapso de la cultura en tres generaciones (J. D. Unwin)
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    • Traigo de la hemeroteca un curioso artículo de José Fraga Iribarne publicado en la revista Alférez el 30 de abril de 1947. Temas que aborda: la desastrosa natalidad en Francia; la ya muy tocada natalidad española, especialmente en Cataluña y País Vasco; las causas espirituales de este problema, etc.

      Si rebuscáis en las hemerotecas, hay muchos artículos de parecido tenor, incluso mucho más explícitos y en fechas muy anteriores (finales del s. XIX - principios del s. XX). He traído este porque es breve y no hay que hacer el trabajo de escanear y reconocer los caracteres, que siempre da errores y resulta bastante trabajoso, pues ese trabajo ya lo ha hecho la Fundación Gustavo Bueno.

      Señalo algunos hechos que llaman la atención:

      1) En 1947 la natalidad de Francia ya estaba por los suelos. Ni Plan Kalergi, ni Mayo del 68, ni conspiraciones varias.

      2) Pero España, en 1947 y en pleno auge del catolicismo de posguerra, tampoco estaba muy bien. En particular, estaban francamente mal regiones ricas como el País Vasco y Cataluña. ¿Será casualidad que estas regiones sean hoy en día las que más inmigración reciben?

      3) El autor denuncia que ya en aquel entonces los españoles estaban entregados a una visión hedonística de la existencia, que habían perdido la vocación de servicio y que se habían olvidado de los fines trascendentes. No es, por tanto, una cosa que venga del Régimen del 78 o de la llegada al poder de Zapatero. Las raíces son mucho más profundas.

      4) Señala que el origen de este problema es ético y religioso: se ha perdido la idea de que el matrimonio tiene por fin criar hijos para el Cielo. Pero también se ha perdido la idea del límite: las personas cada vez tienen más necesidades y, a pesar de que las van cubriendo, nunca están satisfechas con su nivel de vida.

      Este artículo antiguo ilumina muchas cuestiones del presente. Y nos ayuda a encontrarle solución a estos problemas que hoy nos golpean todavía con mayor fuerza. Creo que puede ser de gran provecho rescatar estos artículos.
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    • En torno a la posibilidad de que se estén usando las redes sociales artificialmente para encrespar los ánimos, recojo algunas informaciones que no sé sin son importantes o son pequeñas trastadas.

      Recientemente en Madrid se convocó una contramanifestación que acabó con todos los asistentes filiados por la policía. Militantes o simpatizantes de ADÑ denuncian que la convocó inicialmente una asociación fantasma que no había pedido permiso y cuyo fin último podría ser provocar:

      Cabe preguntarles por qué acudieron a una convocatoria fantasma que no tenía permiso. ¿Os dais cuenta de lo fácil que es crear incidentes con un par de mensajes en las redes sociales?

      Un periodista denuncia que se ha puesto en marcha una campaña titulada "Tsunami Español" que pretende implicar a militares españoles y que tiene toda la pinta de ser un bulo de los separatistas o de alguna entidad interesada en fomentar la discordia:

      El militar rojo que tiene columna en RT es uno de los que difunde la intoxicación:

      Si pincháis en el trending topic veréis que mucha gente de derechas ha caído en el engaño.

      Como decía, desconozco la importancia que puedan tener estas intoxicaciones. Pero sí me parece claro que con las redes sociales sale muy barato intoxicar y hasta promover enfrentamientos físicos con unos cuantos mensajes bien dirigidos. En EEUU ya se puso en práctica lo de citar a dos grupos contrarios en el mismo punto para que se produjesen enfrentamientos, que finalmente ocurrieron.
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    • Una teoría sobre las conspiraciones
      ¿A qué se debe el pensamiento conspiracionista que tiene últimamente tanto auge en internet? Este artículo baraja dos causas: la necesidad de tener el control y el afán de distinguirse de la masa.
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