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Hispanorromano

La nación española es milenaria, pero sus regiones no

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El Círculo Tradicionalista General Carlos Calderón, radicado en Granada, publica un interesante artículo sobre España y su articulación regional en la historia. Sostiene que España preexiste a las diversas regiones históricas que surgieron como fruto de la Reconquista. Es una verdad evidente, pero quizá no suficientemente reconocida y de la que no se extraen las oportunas conclusiones. El artículo del Círculo es un gran acierto y tiene la virtud de exponer la cuestión con gran claridad.

Mi conclusión particular es que sería un error absolutizar los derechos de esas regiones, fruto de una contingencia histórica como la invasión musulmana, o anteponer dichas regiones a España. De hecho, no podría hablarse en puridad de Reconquista si España no fuese anterior a la existencia de esas regiones históricas. Si hay Reconquista, hay una España anterior a esas regiones y los derechos de esas regiones son relativos y revisables.

Dejo el artículo del Círculo, por comodidad, pero no les quiero restar visitas y recomiendo ir a la fuente, que además ofrece diversos materiales históricos de gran interés.

Cita

La nación española es milenaria, pero sus regiones no

 
puerta-recopolis.jpg
Ruinas visigodas en el Parque Arqueológico de Recópolis.
Turismo Castilla-La Mancha.
 

Desde hace más de un siglo el término “nación” ha generado ríos de tinta, y no ignoramos que también de sangre, especialmente en los países con pulsiones separatistas, como por desgracia es el caso de España. 

Decía Juan Vázquez de Mella que lo que constituye una nación es la unidad de creencias, y que solo existe una nación cuando ésta se revela por una historia común y a la vez independiente de otras historias. Por eso, para el Verbo de la Tradición, España es una nación, pero no lo es ninguna de sus regiones. [1]

No falta quien arguye que, tal como afirma el DRAE en su tercera acepción del vocablo, nación puede ser cualquier «conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común», por lo que es posible tener naciones como churros, al gusto del consumidor. Sin embargo, rara vez se esgrime esta palabra sin pretender afirmar algo que va más allá de este significado, de manera que podemos decir con seguridad que se trata de un término con carga política.

Se equivocan quienes afirman que la nación española se construye en el siglo XIX o que el carlismo luchó contra la creación de un Estado moderno (Estado que se había formado ya en España en el siglo XVI, esto es, en su época de mayor esplendor). Lo demuestran innumerables documentos históricos, como la Gaceta Oficial de Oñate, que en un artículo de 1836 (en plena primera guerra carlista) explicó por qué nación y soberanía son cosas distintas [2] o el Código Penal de Carlos VII de 1875, repleto de referencias al Estado y sus atribuciones, por poner solo dos ejemplos de los miles posibles.

El tradicionalismo español siempre tuvo claro que se puede hablar verdaderamente de España y de españoles desde la conversión del rey Recaredo en el III Concilio toledano del año 589, pues fue a partir de entonces cuando, merced a la unidad católica, los pueblos hispanorromano y visigodo se fundieron en uno solo, que es el nuestro. [3]

¿Desde cuándo existen, en cambio, León, Cataluña o Navarra? No hay duda de que no pueden atribuirse una antigüedad semejante. Algunas regiones españolas, como Andalucía o Valencia, son hijas de otras que estaban más al norte. Las hay que tuvieron Cortes propias, singularmente en la Corona de Aragón, y las hay que, aun conservando la denominación de “reino” (por proceder de una taifa mora), no lo eran más que sobre el papel, pues a efectos prácticos no fueron sino provincias de la Corona de Castilla. Y tampoco faltan las que, ostentando el nada deshonroso título de “provincia”, como Guipúzcoa, gozaron de fueros y privilegios. 

Si hay algo que todas ellas tienen en común es que todas proceden de la fragmentación política que supuso la invasión de Tarik y Muza en nuestro suelo en el año 711. Pero el largo dominio musulmán, lejos de provocar la desaparición de nuestro pueblo (o nación), supuso la reafirmación del mismo, mediante la gloriosa empresa que se llamó la Reconquista.

Quienes pretenden que las regiones del norte desarrollaron sus propias nacionalidades al margen del resto de la Península parecen ignorar que, como escribió el arabista Francisco Javier Simonet (eminente tradicionalista), durante los primeros siglos de la Reconquista la población de los reinos del norte aumentó casi exclusivamente con los mozárabes del sur. [4] ¿Cómo cabría esperar, si no, que tan pocos lograsen derrotar a tantos? Así se explica que cuando Fernando III el Santo y Jaime I el Conquistador llegan a Córdoba y Valencia, respectivamente, no encuentran en ellas a mozárabes, pues estos se hallaban ya en las filas de sus ejércitos y no hacían más que volver a casa.

Hablamos, por tanto, de un solo pueblo. Y no creemos casual que éste complete su unidad política, por obra de los ínclitos Reyes Católicos, cuando pone fin a la causa de su división.

Para negar esta realidad, además del falaz argumento de “singularidad racial” de vascos o catalanes, desmentido por la ciencia, [5] se ha recurrido al de las instituciones propias. Pero en el caso de Vizcaya, por ejemplo, encontramos que sus fueros no proceden de antiquísimos usos consuetudinarios del “pueblo vascón”, sino de las exenciones contempladas en las cartas-pueblas y el fuero de los hidalgos, de origen evidentemente castellano, aunque en la misma Castilla se perdieran en el siglo XIV a consecuencia del uniformador Ordenamiento de Alcalá. En todo caso, nada tenían que ver con una “cultura vasca” diferenciada. De hecho, en muchas ciudades y no pocos pueblos de Vascongadas y Navarra jamás se ha hablado vascuence.

Algo similar podríamos decir de las famosas Constituciones catalanas. El origen de estas se remonta a los Usatges de Barcelona promulgados en el siglo XI por el conde Ramón Berenguer I, que no hizo sino compilar las disposiciones que venían aplicándose. Por tanto, no encontramos descabellada la frase “antes fueron leyes que reyes”. Lo que no se dice es que estas disposiciones procedían a su vez del Fuero Juzgo, es decir, del reino visigodo de España. Y es que España es milenaria, pero sus regiones no.

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[1] Obras completas de Juan Vázquez de Mella, tomo X, Madrid, 1932, págs. 299. y 303 (véase nuestra anterior entrada de blog Los conceptos de nación y de Estado en el pensamiento de Juan Vázquez de Mella). 
 
De Manuel de Santa Cruz (Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español, tomo I, p. 54) extraemos además el siguiente extracto:
 
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[2] Lejos de oponerse a una supuesta “construcción nacional”, los primeros carlistas (como antes hicieran los realistas fernandinos) ponían verdadero empeño en demostrar que la Monarquía tradicional era la esencia de la Nación española y la que representaba mejor los intereses del pueblo, calificando en cambio a los liberales como partidarios del caos y la anarquía. 
 
El periódico oficial de los defensores de Don Carlos María Isidro (Gaceta Oficial, núm. 90, 2-9-1836, p. 462) desmontaba, eso sí, la falacia liberal de la “soberanía nacional” con estas palabras:
 
Naci%25C3%25B3n%2BEspa%25C3%25B1ola%2Ben%2Bla%2BGaceta%2BOficial%2Bde%2BO%25C3%25B1ate.png
 
A quienes deseen conocer las verdaderas motivaciones e ideas esgrimidas en las guerras carlistas, recomendamos la lectura de La formación del pensamiento político del Carlismo (1810-1875), de la profesora Alexandra Wilhelmsen.
 
[3] A este respecto, aconsejamos la lectura de una obra de Modesto Hernández Villaescusa titulada Recaredo y la unidad católica (1890).
 
[4] Simonet, Francisco Javier (1897-1903). Historia de los mozárabes de España. Madrid. p. 141.
 
[5] Acerca de los estudios genéticos al respecto, véanse los artículos Los genes de los vascos no son diferentes (2010); Murcianos, castellanos y catalanes, unidos por el ADN (2010) o Al-Andalus no dejó rastro en la genética del sur de España (2019).

 

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En este asunto creo que tengo una cierta discrepancia con las posiciones que suelen mantener respecto a las regiones. Se me hace que algunos de ellos manejan incoherencias. Les veo un exceso de agarrotamiento y rigidez con el tema de los reinos, parece que tienden a quedarse con estructuras que, como dice Hispano, son en buena parte producto de contingencias históricas resultantes de un proceso de orden superior, la Reconquista.

Si por esa misma rigidez fuese... acaso se habrían ideo generando algunas de esas estructuras a las que se aferran algunos?  Si por eso fuera, prácticamente todo se debería reducir a un reino asturiano y a otro aragonés, sin considerar el resto de elementos intermedios. Pero por alguna razón algunos de estos tradicionalistas hacen una especie de fotograma en el estado de reinos como llegó a mediados del XVIII, como si en eso hubiese que congelar la historia.

Y luego, cómo no, la excesiva complacencia con los separatismos en ciertas regiones -aunque no quede muy elegante la palabra- que se han comportado de forma menos leal que otras a las que no dudan en negarle cualquier legitimidad de reconocimiento, ya independientemente de que el estado de las autonomías sea en conjunto rechazado por el tradicionalismo. Este asunto a mí me ha generado cierta sensación de incoherencia, la verdad, aunque también desconozco cuál es el sentir general, igual me dejo llevar por casos poco representativos.

Volviendo al tema milenario o no... Estoy de acuerdo en lo fundamental aunque no en lo accesorio. Pongo el ejemplo accesorio que Galicia sí es más que milenaria en lo histórico -incluso bimilenaria- al tiempo que en lo fundamental, salvo que se tengan desviaciones paganistas o indigenistas- en lo fundamental Galicia no pasa a tener su auténtica personalidad histórica y cultural, como territorio católico y por tanto ya plenamente hispánico- hasta que su carácter se inserta en ese proceso de reconquista.

Con Asturias, pues sucede algo similar, aunque con un desfase geográfico bastante más pronunciado.

 

 

 

 

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El artículo en cuestión me parece modélico. Refiere a datos históricos concretos y contrastables para tratar (de manera breve y concisa) un tema que muchas veces se aborda de manera mitológica, anteponiendo la ideología a la realidad histórica. 

Con respecto a la tesis principal, me adhiero plenamente: España no es una simple confederación -o término más o menos equivalente- de los varios reinos que se configuraron durante la Reconquista, sino una Nación preexistente a todos ellos. Su origen puede datarse en el III Concilio de Toledo -cuando se fragua la unidad católica- aunque en mi opinión no es descabellado hablar también de una España anterior, datando su inicio, de manera difusa, en el proceso de incorporación a Roma. 

 

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Siempre hablaremos de Cataluña para referirnos a las provincias de Lérida, Gerona, Tarragona y Barcelona. Y de catalanes para referirnos a los naturales de allí. Porque esas provincias tienen una personalidad propia que las distingue de las demás. Personalidad que es fruto de la historia y que incluye la lengua catalana. Y siempre hablaremos de León para referirnos a una parte de lo que hoy es la Comunidad Autónoma de Castilla-León. Pero es un auténtico disparate que España se articule política y administrativamente en regiones históricas de gran tamaño.

Es un disparate porque las 17 comunidades autónomas son muy desiguales en tamaño y a nivel administrativo no son operativas. La provincia es infinitamente más operativa, aunque el tamaño no es el óptimo. Debería ser menor. Aunque vale como solución de compromiso.

Es un disparate porque son regiones tan grandes que por sí solas podrían constituir un Estado propio. Dividir España en 17 macrorregiones es poner ya la primera piedra para que surja algún tipo de separatismo en ellas. Más aún si esas 17 comunidades coinciden con regiones históricas que alimentan sus propias querellas identitarias como resultado de nuestra particular evolución histórica.

Es un disparate porque toda división administrativa que coincide con límites etnico-históricos es una bomba de relojería que estallará en algún momento.

Y es un disparate sacar una foto fija de algún momento histórico, fosilizar las regiones de aquel entonces y pretender derivar de ahí una serie de derechos intocables e imprescriptibles, obviando que España preexiste a todas esas regiones, que fueron un accidente histórico o, si se quiere, un efecto colateral de la invasión musulmana. Si España no fuese anterior a esas regiones, no se podría hablar de Reconquista. Y el berenjenal que sale de ahí es mayúsculo.

Muchos españoles tienen claro que el sistema de comunidades autónomas no funciona y resulta letal para la unidad de España. Pero pocos se plantean una reflexión de calado, como la que ha formulado el Círculo de Granada, sobre este tema. Por cierto, me gustaría saber que pasó con la idea que lanzaron algunos partidos de eliminar o reformar el sistema de comunidades autónomas. Hace ya mucho tiempo que no se escucha hablar del tema. Se ve que en cuanto tocan poder autonómico estas ideas caen en saco roto.

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Estoy de acuerdo. Si lo que se hubiera pretendido fuese algo de intención meramente operativo, racional y administrativo tendríamos una distribución más parecida a lo provincial, incluso apurando más, algo más similar a la retícula diocesana. 

Las cuestiones específicas regionales - tema lingüístico, etc- se podrían cubrir mediante colaboraciones interprovinciales, sin necesidades raras de macrorregiones siempre susceptibles de dar lugar a tentaciones de mininapoleones revoltosos. 

Es más, probablemente en ciertas cuestiones la adscripción habría de ser comarcal para evitar abusos como imponer el vascuence en territorios de Navarra en que no les es propio y ejemplos similares. 

 

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En 24/8/2021 a las 13:14, Vanu Gómez dijo:

Estoy de acuerdo. Si lo que se hubiera pretendido fuese algo de intención meramente operativo, racional y administrativo tendríamos una distribución más parecida a lo provincial, incluso apurando más, algo más similar a la retícula diocesana. 

Estoy de acuerdo contigo, aunque las diócesis tampoco eran una garantía de éxito en cuanto a mantenimiento de la unidad y optimización de la gestión. También comprendieron en su día bastos territorios que poco a poco se fueron meteorizando, debido en gran medida a querellas  internas e intereses particulares que se solapaban sobre el bien común, y hubo no pocas confrontaciones entre ellas. Vivo en una diócesis donde aún perduran, de manera visible y arraigada, conflictos y características culturales diferenciadoras, surgidas de las disputas familiares de la nobleza que llevaron a segregarla de la diócesis de Cartagena a comienzos del SXVI, con que imagina. 

La diferencia es que entonces les unía un credo común, que es lo que en realidad garantiza la unidad y permite encontrar los mejores modelos de gestión. Y ese es el problema que tenemos con los regionalismos actuales, especialmente los que han derivado en separatismo, que ya no hay nada que una a unas regiones con otras, salvo el interés particular de cada una.

La fe en un credo o ideal común permite evolucionar hacia la unidad manteniendo la diversidad, pero cuando eso falta, como ahora, la mirada se torna hacia uno mismo y sus ideas, y las diferencias que le caracterizan le distancian con respecto al prójimo.

Esta es una cuestión que tiene que ver más con la fe y el ideal de las personas que conforman la nación, que con los diferentes modelos regionales de gestión, o con las identidades particulares de cada región. Coincido en lo que mencionáis sobre un modelo de gestión basado en las provincias, sería más óptimo, y a fin de cuentas las actuales comunidades autónomas no son otra cosa que el resultado del reparto de la tarta nacional que hicieron las diferentes familias políticas al morir el general. En todo caso, de seguir discurriendo por la senda política actual, basada en la misma democracia de partidos que produjo aquel reparto, intuyo que incluso un modelo provincial, a la larga resultaría tan frustrante como el actual, pues el propio sistema se basa en la división y no en la unidad. Es difícil mantener unido cordialmente lo que por naturaleza tiende a separarse, si no existe nada superior que lo haga, como la fe o la fuerza.

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      Una vez más, por aprecio a estos amigos dejo solo el enlace para enviar las visitas a la fuente.

      Solo comento la foto que ponen de un congreso internacional identitari que hubo un México. Ahí se plasma el cáncer que han supuesto y parece que aún sigue suponiendo aquella enfermedad llamada CEDADE. En dicha foto veo al ex-cabecilla de CEDADE, Pedro Varela -uno de esos nazis que se dicen católicos- junto a Salvador Borrego -que si bien no era nazi, de hecho es un mestizo que además se declara hispanista y favorable a la mezcla racial propiciada por la Monarquía Católica,  sí que simpatizó con ellos por una cuestión que quizá un día podamos comentar- uno de los "revisionistas" más importante en lengua española, así como el también mexicano Alberto Villasana, un escritor, analista, publicista, "vaticanista" con gran predicamento entre los católicos mexicanos, abonado totalmente a la errática acusación contra el papa Francisco... posando junto a tipos como David Duke, ex-dirigente del Ku Kux Klan, algo que lo dice todo.

      Si mis rudimentarias habilidades en fisonomía no me fallan, en el grupo hay otro español, supongo que también procedente del mundillo neonazi de CEDADE.

      Imaginemos la corrupción de la idea de Hispanidad que supone semejante injerto, semejante híbrido contra natura.

      Nuestra querido México tiene la más potente dosis de veneno contra la hispanidad, inyectado en sus venas precisamente por ser un país clave en ella. Es el que otrora fuera más próspero,  el más poblado, también fue y en buena parte sigue siendo muy católico, esta en la línea de choque con el mundo anglo y... los enemigos de nuestra Hispanidad no pueden permitir una reconciliación de ese país consigo mismo ni con la misma España, puente clave en la necesaria Reconquista o reconstrucción. Si por un lado está infectado por el identitarismo amerindio -el indigenismo- por el otro la reacción está siendo narcotizada por un identitarismo falsohispanista, falsotradicionalista o como queramos verlo, en el cual CEDADE juega, como vemos, un factor relevante.

      Sin más, dejo ahí otra vez más mi sincera felicitación al autor de ese escrito. Enhorabuena por su clarividencia y fineza, desde luego hace falta tener personalidad para ser capaz de sustraerse a esa falsa polarización con que se está tratando de aniquilar el hispanismo.

       





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    • Traigo de la hemeroteca un curioso artículo de José Fraga Iribarne publicado en la revista Alférez el 30 de abril de 1947. Temas que aborda: la desastrosa natalidad en Francia; la ya muy tocada natalidad española, especialmente en Cataluña y País Vasco; las causas espirituales de este problema, etc.

      Si rebuscáis en las hemerotecas, hay muchos artículos de parecido tenor, incluso mucho más explícitos y en fechas muy anteriores (finales del s. XIX - principios del s. XX). He traído este porque es breve y no hay que hacer el trabajo de escanear y reconocer los caracteres, que siempre da errores y resulta bastante trabajoso, pues ese trabajo ya lo ha hecho la Fundación Gustavo Bueno.

      Señalo algunos hechos que llaman la atención:

      1) En 1947 la natalidad de Francia ya estaba por los suelos. Ni Plan Kalergi, ni Mayo del 68, ni conspiraciones varias.

      2) Pero España, en 1947 y en pleno auge del catolicismo de posguerra, tampoco estaba muy bien. En particular, estaban francamente mal regiones ricas como el País Vasco y Cataluña. ¿Será casualidad que estas regiones sean hoy en día las que más inmigración reciben?

      3) El autor denuncia que ya en aquel entonces los españoles estaban entregados a una visión hedonística de la existencia, que habían perdido la vocación de servicio y que se habían olvidado de los fines trascendentes. No es, por tanto, una cosa que venga del Régimen del 78 o de la llegada al poder de Zapatero. Las raíces son mucho más profundas.

      4) Señala que el origen de este problema es ético y religioso: se ha perdido la idea de que el matrimonio tiene por fin criar hijos para el Cielo. Pero también se ha perdido la idea del límite: las personas cada vez tienen más necesidades y, a pesar de que las van cubriendo, nunca están satisfechas con su nivel de vida.

      Este artículo antiguo ilumina muchas cuestiones del presente. Y nos ayuda a encontrarle solución a estos problemas que hoy nos golpean todavía con mayor fuerza. Creo que puede ser de gran provecho rescatar estos artículos.
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    • En torno a la posibilidad de que se estén usando las redes sociales artificialmente para encrespar los ánimos, recojo algunas informaciones que no sé sin son importantes o son pequeñas trastadas.

      Recientemente en Madrid se convocó una contramanifestación que acabó con todos los asistentes filiados por la policía. Militantes o simpatizantes de ADÑ denuncian que la convocó inicialmente una asociación fantasma que no había pedido permiso y cuyo fin último podría ser provocar:

      Cabe preguntarles por qué acudieron a una convocatoria fantasma que no tenía permiso. ¿Os dais cuenta de lo fácil que es crear incidentes con un par de mensajes en las redes sociales?

      Un periodista denuncia que se ha puesto en marcha una campaña titulada "Tsunami Español" que pretende implicar a militares españoles y que tiene toda la pinta de ser un bulo de los separatistas o de alguna entidad interesada en fomentar la discordia:

      El militar rojo que tiene columna en RT es uno de los que difunde la intoxicación:

      Si pincháis en el trending topic veréis que mucha gente de derechas ha caído en el engaño.

      Como decía, desconozco la importancia que puedan tener estas intoxicaciones. Pero sí me parece claro que con las redes sociales sale muy barato intoxicar y hasta promover enfrentamientos físicos con unos cuantos mensajes bien dirigidos. En EEUU ya se puso en práctica lo de citar a dos grupos contrarios en el mismo punto para que se produjesen enfrentamientos, que finalmente ocurrieron.
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    • Una teoría sobre las conspiraciones
      ¿A qué se debe el pensamiento conspiracionista que tiene últimamente tanto auge en internet? Este artículo baraja dos causas: la necesidad de tener el control y el afán de distinguirse de la masa.
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