Sobre lo diabólico y la política

[Español 71.112]

Recordaba el ya fallecido y venerable obispo Fulton Sheen, actualmente en proceso de beatificación, en una prédica al público norteamericano de finales de los sesenta, lo siguiente: «Diabólico viene del griego diaballein, que significa desunir, separar, encizañar. La discordia en las comunidades religiosas, la discordia entre los laicos, discordias en el clero... todo ello son manifestaciones del espíritu de lo diabólico entre nosotros». Y lo hacía en el contexto de una crítica hacia las divisiones internas que había, y aún perduran, en la iglesia norteamericana a costa del CVII. Pero es un hecho indiscutible que dicha descripción del significado de lo diabólico, es perfectamente argumentable hoy a cualquier aspecto de la sociedad, especialmente en lo político, además de por supuesto en lo religioso.

La confrontación y el enzizañamiento se han apoderado del discurso político, social, económico, filosófico y religioso, de manera tal que todos buscan la división de los demás, con el objetivo de potenciar sus propias fuerzas y hacer valer sus intereses. Cuanto "más desunida está la polis", más fuertes se hacen los "partidos políticos". La división está por tanto en la base del propio espíritu de la democracia liberal que impregna el mundo, y que entendida así, no puede concebirse sino como una manifestación bastante perfecta de lo diabólico en la sociedad, pues abarca a todas las esferas de lo humano.

¿Puede por tanto una persona de bien, conocido el significado de lo diabólico, seguir unido de algún modo a dicho proceso disgregador, sin formar parte del mismo? ¿Puede concebirse la democracia de partidos, aún la democracia en términos más amplios, de otro modo que no implique la constante división de las partes? ¿Se puede acceder de otro modo al bien común, de manera tal que todos los miembros de la sociedad puedan sentirse libres, partícipes y garantes, tal como teóricamente se siente hoy la sociedad bajo el supuesto paraguas de la democracia liberal?

¿Qué alternativas políticas tenemos a la diabólica?

 

[Berenguela 11.142]

Yo creo que no hay alternativa política actualmente. Porque la grey no es ni proclive a que la Iglesia esté en el poder, aconsejando, ni se dan las circunstancias para esto. Creo que ese tren ya paso.

 Creo en la democracia, pero creo, que los Católicos debemos reforzarnos entre nosotros, arreglarnos nosotros, prepararnos para el martirio y para la fuerza con la Fe. Donde hay una corrupción tan grande, Dios no entra, asaltando el poder ni por la fuerza ni por las urnas. Nosotros debemos mejorar el mundo, socorrerle, enseñarle.

 La diferencia que tenemos con terroristas mártires es enorme. La diferencia que deberíamos tener con la mundanalidad, debería ser, el estar trabajando a tope para revestirnos del Señor. Nosotros debemos descifrar los misterios que Dios nos envía, no ambicionar el poder para someter. En su libre albedrío, pueden elegir. Si llegan momentos, que llegarán, pues escrito está; en que nos diezmarán, acosarán y cosas peores… Pues es que, ahora tenemos tiempo para prepáranos para el martirio. Nuestra Fe, siempre ha teñido mártires.

 Y cuando Dios de la señales y prodigios, entonces si, llegará momento de utilizar la fuerza física. Mientras tanto, trabajadnos y protegernos, mejorarnos y darnos al mundo, lo mejor de nosotros. 
 No creo que haya opciones ahora mismo, ni en la política actual de los que aspiran, ni de nada. Yo al menos, no veo nada para el Señor en ese campo político. Todo lo contrario, son macrófagos por poder, dinero, imponer su visión de vida. 

[Hispanorromano 71.070]

La confrontación y la discordia llevan la marca de Satanás.

Por desgracia, la confrontación crece a pasos agigantados en la sociedad española.  Entiendaseme bien: a veces hay que enfrentarse al mal y eso lleva a una inevitable confrontación. Pero lo que se observa ahora es una búsqueda sistemática de la confrontación como herramienta política y un malicioso afán de sembrar la discordia en nuestra sociedad por cuestiones absolutamente nimias, mientras que las grandes cuestiones ni se tocan. Pues en el fondo todos los "discordantes" están de acuerdo en esas grandes cuestiones que afectan a lo más esencial del hombre.

Si sigue progresando en España la discordia, no me extrañaría nada que se traslade a un conflicto serio, en forma de guerra civil o de guerra civil larvada con carácter crónico, que no es difícil que acabe en la disolución de España.

La democracia de partidos fomenta ese tipo de discordias, efectivamente. La dinámica partidista hace que los partidos de la oposición se opongan por sistema a todo lo que propone el gobierno de turno, aunque sea bueno. Los del partido/ideología A adoptan de forma automática, como un resorte, la postura contraria al partido/ideología B, sin pararse a pensar en la verdad o en el interés de España. Puede verse fácilmente que ese mecanismo es diabólico.

En la actualidad, a la discordia que procede del sistema partitocrático se ha añadido una discordia más transversal, y a veces más profunda, que procede de los nuevos medios de comunicación. Por ejemplo, los antivacunas acusan de asesinos a las personas que se vacunan y llegan a insultar a los enfermos de Covid. Los que creen que un suceso ocurrió de determinada forma son vilipendiados por los que cuestionan las "verdades oficiales" de forma sistemática. Ya no es que se difiera en las soluciones sino que no hay un relato compartido de la realidad. Los que siguen al Papa son acusados de traidores por otros católicos. Los clientes de Amazon están en guerra con los comerciantes tradicionales. Los millenials denigran a los boomers. Los jóvenes se refieren a los ancianos como langostas y les desean una pronta muerte.

Se diría que a la capa de confrontación partidista se ha superpuesto otra capa de discordia, transversal a dichos partidos, que procede principalmente del ecosistema digital. Así que a las tribus de las ideologías y partidos tradicionales se suman un sinfín de tribus e identidades en permanente conflicto.

Y ése es precisamente mi temor. Aunque nos separemos de la democracia liberal, aunque pasemos por completo de las habituales disputas partidistas con epicentro en el Congreso, temo que no escaparíamos de la confrontación.