El historiador eclesiástico valenciano afincado en Roma Vicente Cárcel Ortí desvela en un artículo publicado por la revista de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia los intentos frustrados del Papa Pío XI porque Franco negociara la paz con el Gobierno de la República. "Pío XI intentó desde el comienzo de la Guerra Civil, de diversas formas y en distintos momentos, paliar en la medida de lo posible los horrores del conflicto armado y trató también de mediar para que la guerra terminará cuanto antes promoviendo negociaciones, mediaciones y treguas, que no tuvieron efecto alguno", escribe este sacerdote nacido en Manises hace 70 años.

Cárcel Ortí ha investigado en los archivos de la Congregación para los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, la antigua cancillería papal, la correspondencia del secretario de Estado del Vaticano y futuro Pío XII, el cardenal Eugenio Pacelli, con los nuncios de Roma en los principales países europeos sobre la viabilidad de que el Papa mediara en un posible armisticio entre Franco y la República.

El investigador valenciano documenta en el último número de Anales Valentinos el postrer intento de Pío XI, en diciembre de 1938, apenas un mes y 20 días antes de morir, por acabar la guerra en España. Una última intentona que "fue también un fracaso porque Franco se opuso tajantemente a cualquier tipo de negociación con los republicanos, que estaban ya perdiendo la guerra".

Miedo a la represión franquista

La diplomacia vaticana reanudó sus esfuerzos para lograr una tregua al conocer, el 17 de agosto de 1938, por medio del nuncio apostólico en Irlanda que el entonces primer ministro irlandés, Eamon de Valera, estaba dispuesto a hacer de intermediario entre Franco y los republicanos para negociar las condiciones de la rendición. De Valera aseguró al nuncio que el Gobierno de la República "quería resistir hasta el final sin rendirse por miedo a la represión que pudiera venir después".

Al día siguiente, Roma hizo llegar a Franco, por medio de su nuncio en España, el cardenal Gaetano Cicognani, la propuesta de mediación de Irlanda. La respuesta del ministro de Exteriores del Gobierno de Burgos, el teniente general Jordana, fue tajante: "rendirse incondicionalmente confiando en la generosidad de Franco".

Uno de los hombres de Cristo que más trabajó porque Pío XI pidiera el fin de la contienda fue el arzobispo de Tarragona, el cardenal Francesc d'Assis Vidal i Barraquer, quien se había refugiado en Italia tras escapar in extremis de la persecución religiosa que se desató en España durante la guerra.

Amortiguar el odio contra el clero

Vidal i Barraquer en una carta confidencial al Papa fechada el 7 de octubre de 1938 destacaba que "después de 26 meses de lucha fratricida, la inmensa mayoría de los españoles de una y otra zona deseaban la paz". El arzobispo, que ya había enviado sendas cartas al presidente del Consejo de Ministros de la República, Juan Negrín, y a Franco, instándoles a negociar "una paz rápida y duradera" con "condiciones de paz razonables", destacaba que "un llamamiento, una indicación personal y amorosa del Vicario de Jesucristo a favor de la paz en España podría tener un eco formidable en ambas zonas, amortiguar los odios encendidos allí contra el Clero y recobrar para la Iglesia la bandera de la concordia".

Sin embargo, la apuesta de Vidal i Barraquer, distaba mucho de la visión del entonces máximo representante de la Iglesia en la zona sublevada, el cardenal primado de España, Isidro Gomá, quien desaconsejaba al Pontífice que intercediera por la paz. "En la situación actual de España considero toda mediación ineficaz y contraproducente", escribió al Vaticano.

No obstante, la Santa Sede, que vía la nunciatura en Francia recibía presiones de la República para que mediara en la guerra, reiteró al Gobierno de Burgos su disponibilidad a intervenir en el conflicto, algo que Franco rechazó.

Ante el rumor de que Pío XI, con motivo de su discurso de Navidad, iba a pedir un armisticio en España, el embajador de Franco ante el Vaticano, José de Yanguas, reiteró "de forma enérgica y rotunda" que no iba a admitir "ningún intento de mediación ni armisticio con los rojos". Es más, recalcaba en un escrito a Pacelli que "tan sólo el triunfo total de Franco asegurará en España el respeto al Altar".

Pese a la negativa, el Papa y su secretario de Estado intentaron que Franco aceptara una tregua de 24 o 48 horas con motivo de la Natividad de Jesucristo, tal como Benedicto XV había hecho ya en el primer año de la I Guerra Mundial. Una gracia que tampoco concedió el "Generalísimo". El conde de Jordana respondió a la Santa Sede, según relata Cárcel Ortí, "que no era posible detenerse ni siquiera 24 horas, ya que era inminente la ofensiva contra Cataluña, y reinaba mucho optimismo entre los militares".

"Exterminar al rival es una falta de justicia"

En su carta al Papa, el arzobispo de Tarragona, el cardenal Vidal i Barraquer, relataba las miserias de la Guerra Civil con una notable clarividencia. En su opinión, estaban enfrentados dos ejércitos cuya mutua destrucción iba a ser muy difícil, "mayormente si no les faltan valiosas asistencias extranjeras. Entretanto van cayendo las mejores vidas en los frentes, son a millares los encarcelados y los que sufren horrores indecibles en la retaguardia, las ruinas materiales aumentan a diario, está en pleno colapso la vida de la nación y horroriza pensar en el cúmulo de odios, venganzas y crímenes que se van encubando. El panorama es desolador". "Pensar en el exterminio total del adversario es un sueño, una falta de justicia y de caridad, y es contrario al bien público", concluía. r. m. valencia