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filosofía La política ha matado a Dios y a la Patria

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Recojo a continuación un artículo publicado en El Confidencial, donde se hace una reseña de un libro de Victor Lapuente que me ha parecido interesante, aunque con algunas reservas que a continuación trataré de explicar.

Cita

"La derecha ha matado a Dios y la izquierda ha matado la patria"

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Víctor Lapuente. (Universidad de Gotemburgo)

17/01/2021 - 05:00

"Dios, patria y familia". Llama la atención que el lúcido politólogo Víctor Lapuente (Chalamera, Huesca, 1976) haya encontrado un recorrido virtuoso en el lema del nacionalcatolicismo y en el enunciado del escudo de armas de Jair Bolsonaro. Se expone ahora, acaso, a la lapidación de la progresía, más todavía cuando su último ensayo, 'Decálogo del buen ciudadano' (Península), hunde sus raíces en el pensamiento judeocristiano. Por eso ha recurrido a los 10 mandamientos. Y por la misma razón convoca la moral de Tomás de Aquino o de Agustín de Hipona.

Tranquilidad. Lapuente no se ha convertido en un pastor luterano. De hecho, reivindica el estoicismo clásico como camino de perfección y se abastece de referencias grecolatinas e ilustradas, pero sus arremetidas contra la izquierda y la derecha contemporáneas recuerdan un poco a la iracundia del reverendo Lawrence en el comienzo de 'La noche de la iguana'.

imagen-sin-titulo.jpg"La derecha neoliberal ha matado a Dios y la izquierda cosmopolita ha matado la patria", proclama Víctor Lapuente en el púlpito. E identifica el narcisismo como la nueva idolatría común. Nos encontramos en las sociedades más prósperas, pacíficas, instruidas y longevas de la historia de la humanidad —sin menoscabo de la desconfianza y de la desigualdad—, pero el individualismo y el hedonismo —la recompensa inmediata— van camino de malograr el ciclo dichoso, tal como se desprende de la congoja social, del oscurantismo, del fanatismo o de las patologías psicológicas.

"La derecha neoliberal ha matado a Dios", insiste Víctor Lapuente. "Y en su lugar ha colocado al 'Homo economicus'. La derecha ha pasado de defender la compasión y el ideal de la justicia social de la democracia cristiana a justificar el 'laissez faire', el 'greed is good', la avaricia es buena. Ha desaparecido el capitalismo compasivo y sensible al sentido o responsabilidad de devolverle la prosperidad a la comunidad".

La severidad del diagnóstico concierne al otro haz. Sostiene Lapuente que "la izquierda cosmopolita ha matado la patria, la idea de que los ciudadanos de un país constituimos una comunidad cultural. La patria laica era para la izquierda el equivalente a Dios para la derecha: un ideal trascendental. Pero la izquierda de ahora, en lugar de enfatizar lo que une a los miembros de una nación, sus valores y tradiciones, ha abrazado un difuso cosmopolitismo apátrida. El endiosamiento del individuo ha repercutido negativamente en la democracia, en la ética, en el capitalismo".

Dios, patria. ¿Y la familia? El ensayo de Lapuente no reivindica los sacramentos ni el catecismo, pero sostiene que la pandemia del narcisismo y del individualismo ha degradado los espacios y fórmulas que apelan a la responsabilidad e implicación de la vida en común. Habitamos en sociedades frágiles que construyen lazos precarios y recelan de los compromisos. Y la familia, en ese mismo contexto de exigencias, se ha convertido en una institución bajo sospecha. "Las obligaciones recíprocas son la base de la convivencia en sociedad. El planteamiento posmoderno, individualista y 'afamiliar' del mundo ha desterrado las obligaciones familiares al Estado. Nuestro mundo quizás es mejor, pero también más solitario", explica Víctor Lapuente en la lógica de las asimetrías.

Asimetrías porque el ciudadano reclama para sí todos los derechos, todo el asistencialismo, toda la noción de víctima, pero recela de cualquier implicación comunitaria concreta y de cualquier sensibilidad evanescente hacia los fenómenos abstractos que nos trascienden. Lapuente explica que la existencia de Dios, gracias a Dios, detiene la pretensión del endiosamiento. Lo mismo podría decirse de la patria como proceso de construcción colectiva. Un límite a la doctrina ultraindividual del empoderamiento. Un hábitat donde demostrar la cooperación.

"Dios y la patria, dos conceptos que suenan rancios y viejos, son las dos ideas más progresistas de la historia de la humanidad, las lanzas más certeras que hemos diseñado para atacar el problema de nuestros problemas colectivos: nuestra proclividad a sentirnos superiores a los demás. Un ideal de trascendencia nos libera. Y la encarnación más pura de la trascendencia es la moralidad", apostilla Lapuente citando a Todorov.

El autor de este decálogo es doctor en Políticas por la Universidad de Oxford, catedrático en Gotemburgo y profesor en Esade. Suyo es el audaz ensayo 'El retorno de los chamanes'. Y de ellos abjura en este 'manual de supervivencia' que ha escrito en condiciones particulares.

Víctor Lapuente no se monta en el autobús de los victimistas. Lo que sí hace es invitarnos a reflexionar sobre las pesadumbres que elevan

Así comienza: "El jueves me diagnosticaron un mieloma múltiple. El domingo nacía mi hijo Antón. Y el lunes empecé a escribir este libro. Sin prisa, pero sin pausa. No sabes el tiempo que te queda".

Urge aclarar que Víctor Lapuente no se monta en el autobús de los victimistas. Ya no hay sitio. Lo que sí hace es invitarnos a reflexionar sobre las pesadumbres que elevan. Y reanima la idea de aceptar la incertidumbre frente a la pretensión de controlar las cosas que se nos escapan.

Es el último y décimo consejo para hacernos mejores ciudadanos. Los nueve restantes no jalonan un manual de autoayuda, sino un manual contra los manuales de autoayuda, tan obsesionados estos últimos con la búsqueda de la continua satisfacción y con el espacio de desarrollo individual.

La sociedad de hoy no prepara al niño para el camino, prepara el camino para el niño. El problema es que la victimización debilita

Así es que Lapuente nos recomienda que busquemos al enemigo dentro de nosotros (I). Que rompamos el espejo del narcisismo y hagamos añicos al individualismo disgregador (II). Que demos las gracias al prójimo en la construcción de las redes afectivas (III). Que amemos a un dios por encima de todas las cosas, por encima de nosotros mismos (IV). Que abjuremos de los falsos dioses (V). Ninguno tan elocuente como el nacionalismo excluyente —valga la redundancia—, como el fanatismo religioso o como el nacionalpopulismo, descriptivos todos ellos de un "narcisismo colectivista" y de una acepción tribal que necesita justificarse en la construcción de grandes antagonismos y de feroces enemigos (el otro, el extranjero, el distinto).

El sexto consejo radica en separar con claridad o clarividencia el orden espiritual del moral. Y el terrenal del político. Dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, en defensa de una sociedad laica que no excluye las aspiraciones trascendentales del individuo.

El séptimo escalón hace inventario y reivindicación de las siete virtudes capitales —coraje, templanza, prudencia, justicia, amor, fe y esperanza—, mientras que el octavo peldaño nos invita a ponernos en la cabeza de nuestro adversario y el noveno diagnostica la enfermedad social del victimismo. "La víctima es el héroe de nuestro tiempo. Y quien no es víctima trabaja en su futura victimización. La sociedad de hoy no prepara al niño para el camino, prepara el camino para el niño. El problema es que la victimización debilita. La cultura de la víctima nos paraliza, nos hace inmaduros. No nos deja asumir nuestra responsabilidad. Cuando todos somos víctimas, nadie puede ser acusado de nada".

Fuente: https://www.elconfidencial.com/cultura/2021-01-17/derecha-matada-dios-izquierda-matada-patria_2903759/

 

Me parece bastante interesantes los planteamientos que hace Lapuente, sin embargo observo en ellos una contaminación filosófica que trataré de explicar, porque la observo cada vez más presente en muchas de las ideas y planteamientos que se vienen dando últimamente en torno a aquellos que pretenden un retorno a las raíces culturales de nuestra sociedad.

No coincido con el autor cuando cita a Todorov proclamando que «Dios y la patria, (...) son las dos ideas más progresistas de la historia de la humanidad, las lanzas más certeras que hemos diseñado para atacar el problema de nuestros problemas colectivos». No lo hago porque esa afirmación, de alguna forma coincide con el pensamiento «ateo-católico» sobre el que tanto hemos hablado en otras ocasiones, que entiende a Dios desde su propia negación, y se evidencia cuando insinúa que «Nosotros hemos diseñado a Dios y la Patria». Niega a Dios directamente al afirmar que es un diseño humano, y lo hace también indirectamente al señalar la patria como tal, pues la patria (de padre) no es sino la tierra donde uno ha nacido, esto es, la tierra que el Padre le ha dado.

Así pues, si Dios y Patria son en este mundo, el ser y el haber supremos para el creyente, pues le dotan de identidad, en cambio para estos nuevos ilustrados, siguen siendo meros diseños humanos que deben protegerse, no tanto por su esencia sino por lo virtuoso y útil de los mismos. Por tanto, al ser el hombre el autor del diseño, es al propio hombre y a sus obras, lo que se deifica. Una conclusión que, además de ser contraria a la fe que se pretende defender, no es sino otra forma de relativismo subjetivista, al llevar implícita la idea de que el hombre pueda perfeccionar su propio diseño según progresen las circunstancias y punto de vista del diseñador. En realidad, cuando se dice que Dios y la Patria son «las lanzas más certeras que hemos diseñado», se está diciendo implícitamente que, no obstante ello, podría haber mejores diseños, de ahí que algunos se atrevan incluso a proponer la reconstrucción de Dios, o que otros divaguen sobre la manera que se debe progresar o conservar la patria, más allá de las fronteras límites de lo moralmente aceptable en la cosmovisión católica.

Tampoco coincido, parcialmente, en que Dios y la Patria sean las dos ideas más progresistas de la humanidad. Primero porque un creyente no puede concebir a Dios como una idea. Cualquiera de nosotros puede pensar que, antes de existir como tal, seamos ideas en la mente de Dios o de nuestros padres, y de ahí concluir que el hombre sea una idea antes de todo. Sin embargo, los creyentes creemos que Dios es eterno, esto es, si nada ni nadie le antecede; si es la causa primera de todas las cosas, nadie puede haberlo ideado; de nada puede haber surgido; nadie lo puede haber creado, a no ser que se conciba a Dios al modo que lo hizo Spinoza, esto es, como causa inmanente de todas las cosas. Una concepción monista y panteísta que está en la base filosófica del inmanentismo racionalista que impregna estas corrientes, «Deus sive natura», e igualmente presente en el modernismo individualista que señala y acusa el autor.

Y en segundo lugar tampoco coincido con el autor porque, si Dios es el Alfa y la Omega, es decir, la causa primera origen de todo y hacia lo que todo transita, la patria se puede entender como el camino material del hombre en dicha transición, que al precederle y trascenderle en su realidad material, no puede ser una mera idea progresista, sino más bien un camino de progreso que es a su vez una realidad conservadora de su propio ser y haber. En cualquier caso, no coincido sobre todo en que Dios o la Patria sean ideas del hombre, sino realidades que le preceden y trascienden, y por tanto le dotan de una identidad y le permiten conservar y progresar su propio ser individual y colectivo.

Luego hay otro concepto que esgrime el autor, con el que tampoco estoy plenamente de acuerdo, como es la idea de apelar a la responsabilidad como motivo último por el que defendernos del individualismo disgregador. La responsabilidad es importante pero desde una cosmovisión católica, que es la que entiendo trata de recuperar el autor en su obra, el motivo y causa de nuestra sociedad es el amor de Dios. Una sociedad que causalmente existe por un acto de amor, tanto en la Creación como en la obra de la Redención.

No es por responsabilidad que Dios decidiera crear al hombre primero, ni enviar a su hijo después para redimirlo de su tropiezo. Ni es por responsabilidad que aquellos primeros cristianos decidieran propagar un mensaje  que cambiaría el mundo y a muchos les costó la vida. No es por responsabilidad que millones de hombres y mujeres hayan dado su vida desde entonces por Dios, por la patria, por la familia, por las generaciones venideras, por un mundo mejor. Todo ello se ha hecho originalmente, y en gran medida después, por puro amor. Sin esperar nada a cambio.

Existe ciertamente una responsabilidad respecto de lo común, pero si dicha responsabilidad se antepone a la causa original, puede definitivamente convertirse en un motivo disgregador, en la medida que la responsabilidad de cada uno se vaya diluyendo en la responsabilidad común, a menudo contaminada por intereses y egoísmo. Cosa que entiendo es lo que ocurre actualmente y hace que los hombres se olviden de la propia causa que los creó. Es por amor que existimos y por amor deberíamos, aquí sí, responsabilizarnos de salvaguardar el bien común y la unidad, frente al individualismo y la dispersión.

Finalmente, el autor considera que es la derecha la que ha matado a Dios y la izquierda la que ha hecho lo propio con la Patria, pero al contrario que a él, a mi me parece que es al revés. La Izquierda ha venido matando a Dios desde Nietszche como poco, y todas las doctrinas políticas que han venido después, originadas en esa filosofía, han tratado de eliminar a Dios y poner al hombre en su lugar. En cuanto a la derecha liberal, considero que a quién ha matado es a la Patria, al dejar de entenderla como un bien común y pasar a concebirla como una realidad mediante la que enriquecerse, generando así el 'homo economicus' que señala Lapuente en su libro.

Hay algunas otras cosas que podrían igualmente comentarse, pero no me quiero extender más por no hacer muy larga esta entrada. En cualquier caso, coincido en la idea que subyace en el fondo del planteamiento del autor, la política ha matado a Dios y a la patria, por lo que toca iniciar un proceso de recuperación si queremos que mañana nuestros descendientes tengan un lugar digno en el que habitar. A vosotros ¿qué os parece?


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Muy buena reflexión. Anoche leí esta reseña de El Confidencial y pensé que sería interesante traerla al foro, así que te agradezco que lo hayas hecho tú y la hayas acompañado de tus reflexiones, que suscribo en su totalidad.

También pensé que al referirse a Dios y a la patria como "las lanzas más certeras que hemos diseñado" quedaba deslucido el mensaje del libro, pues se daba a entender implícitamente que Dios era una "construcción necesaria" más que una realidad existente, un poco en la órbita de algunos "ateo-católicos".

Pero también pienso que puede tratarse de una argucia argumentativa destinada a convencer a una sociedad cada vez más descreída, que despreciaría por sistema una defensa directa de la existencia de Dios. De otros comentarios parece entenderse que el autor realmente sí cree en la existencia de Dios:

Cita

Lapuente explica que la existencia de Dios, gracias a Dios, detiene la pretensión del endiosamiento. Lo mismo podría decirse de la patria como proceso de construcción colectiva. Un límite a la doctrina ultraindividual del empoderamiento. Un hábitat donde demostrar la cooperación.

En otra parte se da entender que el autor del libro padece una enfermedad terminal o con pocas posibilidades de curación, situación quizá poco compatible con los "constructos útiles". Esta otra parte también me invita a pensar que la creencia en Dios del autor podría ser real:

Cita

Así es que Lapuente nos recomienda que busquemos al enemigo dentro de nosotros (I). Que rompamos el espejo del narcisismo y hagamos añicos al individualismo disgregador (II). Que demos las gracias al prójimo en la construcción de las redes afectivas (III). Que amemos a un dios por encima de todas las cosas, por encima de nosotros mismos (IV). Que abjuremos de los falsos dioses (V).

Yo creo que esa recomendación de que amemos a Dios por encima de todas las cosas, por encima de nosotros mismos, y de que abjuremos de los falsos dioses no la haría un ateo-católico que ve a Dios como una "construcción útil". Ciertamente, habla de "un dios", en minúscula, pero creo que no son citas literales, sino que el periodista de El Confidencial glosa así el pensamiento del autor, a su manera.

Entonces creo que sería interesante hacerse con el libro para ver qué dice exactamente el autor. Vi este libro en la librería el otro día, pero no le hice mucho caso porque pensé que se trataría de otro compendio progre sobre el buen vivir. Pero ya veo que es otra cosa muy diferente, aunque existe el peligro, que tú apuntas, de que se considere a Dios como "construcción útil" en vez de una realidad existente. Procuraré leer el libro.

Lo que dice el autor de que la derecha ha matado a Dios y la izquierda a la patria es una fórmula novedosa que tiene algo de verdad, pero quizá no toda la verdad. Me parece más exacto decir, como tú has dicho, Español, que es la política moderna la que ha matado a Dios y a la patria. Tanto las izquierdas como las derechas han matado a Dios y a la patria en sus respectivos ámbitos. La izquierda prescindió en un primer momento de Dios y luego, más tarde, de la patria. La derecha reivindicó a Dios y a la patria, pero en muchas ocasiones no pasaban de ser "constructos útiles" para defender sus intereses socioeconómicos. Y ahora ya nadie cree realmente en Dios y en la patria. No hay sitio para Dios y la patria en la política actual.

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Desconozco cuál es la fe del autor del libro, pero en todo caso mi intención no era ponerla en tela de juicio, sino solo señalar los posibles errores que pueda haber en sus planteamientos.

Conozco católicos creyentes, que sin negar la existencia de Dios, defienden también ese tipo de planteamientos utilitaristas y modernistas. En todo caso ya digo, ignoro cuál es la fe de este hombre, e incluso más allá de la crítica que pueda hacer, me quedo con su mensaje de señalar a la política, o mejor dichos a los intereses que la gobiernan, como los culpables de la muerte social de Dios y de la Patria. Y comparto también en suma su recomendación de volver a aproximarnos al amor de Dios para vencer ese grave error, que supone a la larga la muerte de la nación y del alma de sus gentes.

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hace 5 horas, Español dijo:

Desconozco cuál es la fe del autor del libro, pero en todo caso mi intención no era ponerla en tela de juicio, sino solo señalar los posibles errores que pueda haber en sus planteamientos.

Lo sé, y la crítica que has realizado de los errores me parece muy pertinente. Es posible que compre el libro y, si tengo tiempo, ya os contaré cuál es el balance final. Me ha parecido que el articulista de El Confidencial, al no citar al autor de forma literal, podría distorsionar un poco su pensamiento; cosa que de todas formas ocurre en cualquier reseña de un libro.

Aprovecho para preguntaros una duda que siempre he tenido. Esa frase que da a entender que "hemos diseñado" a Dios es claramente un error (una herejía, si me apuras) y además resulta totalmente contraproducente en cualquier apologética. Pero me ronda la duda en torno a otro tipo de argumentos que, aunque rozan el utilitarismo, yo mismo he utilizado alguna vez por creer que son ciertos y que pueden abrir los ojos a algunas personas. Por ejemplo:

1. Si Dios no existiese, todo estaría permitido y no habría razón alguna para creer que el asesinato o la violación son algo malo que se debe castigar.

2. Si Dios no existiese, cada uno de nosotros nos endiosaríamos y sólo miraríamos por nuestro propio bien, de la manera más egoísta posible, y al final resultaría una guerra de todos contra todos.

3. Si Dios no existiese y lo relatado en el Génesis fuese incierto, no habría razón alguna para que considere hermanos a las personas de otras razas.

¿Este tipo de argumentos son lícitos? Y en caso de que sean lícitos, ¿son buenos o, por el contrario, pueden resultar contraproducentes porque pueden transmiitir indirectamente la idea de que Dios sería una idea útil más que una realidad a la que debemos nuestra existencia?

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Pues hombre, yo no soy teólogo y por tanto mi opinión puede que no sea la más indicada para responder a esas dudas, pero desde mi limitado conocimiento, no observo qué esos argumentos fundamentalmente sean utilitaristas. Más bien se basan en la necesidad, lo cual no considero que sea algo malo pues se trata de una realidad que el hombre está siempre necesitado de Dios, aun cuando lo conozca y lo adore. Dios es necesario para el hombre porque la creatura necesita a su creador, como el hijo necesita de sus padres.

Es decir, tus argumentos se basan fundamentalmente en la lógica de la necesariedad de Dios para explicar cómo es posible que el hombre pueda vivir en paz y armonía. En cambio, el utilitarismo que señalábamos anteriormente, se basa en la premisa de negar la existencia de Dios y por ello le resulta útil crear un dios a la medida de las necesidades que crea esa orfandad, que en última instancia viene a ser el propio hombre con sus normas y sus reglas más o menos eficientes.

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@david ha dejado un comentario muy interesante en el mensaje que se pasó a portada. En el comentario se refiere a mí por error, ya que el texto es del @Español y es a él al que le corresponde el aplauso (al que yo también me uno). Traslado a este hilo el comentario de David, porque así resultará más cómodo seguir la discusión:

Cita

Pues para empezar, me parece impresionante su capacidad de análisis y razonamiento, Hispanorromano. Le agradezco la exposición.

Respecto de este núcleo: "«Dios y la patria, (...) son las dos ideas más progresistas de la historia de la humanidad, las lanzas más certeras que hemos diseñado para atacar el problema de nuestros problemas colectivos», hace usted un certerísimo comentario: 

"Así pues, si Dios y Patria son en este mundo, el ser y el haber supremos para el creyente, pues le dotan de identidad, en cambio para estos nuevos ilustrados, siguen siendo meros diseños humanos que deben protegerse, no tanto por su esencia sino por lo virtuoso y útil de los mismos."

Yo, quizá, añadiría dos consecuencias más:

1. por tanto, al ser ideaciones del hombre, no solo no estarían en el plano de la realidad, sino que, al menos en el caso de Dios, serían contingentes, no necesarias en su íntima naturaleza, lo que violenta claramente el conocimiento de la naturaleza divina, la voluntad divina y todos los movimientos que Él ha realizado por nosotros.

2. poner a Dios y a la patria en el mismo ámbito para el análisis es un error, pues las ramas del saber que se ocupan de su estudio y comprensión, son de ámbitos distintos y las consecuencias para un ser humano de eliminar la patria o de eliminarle a Dios creo que son distintas. Es querer estudiar gramática mediante la teología -o viceversa-. La patria es una necesidad, cuando menos, biológica -de hecho, existen especies filopátricas-. Y, por tanto, se trata de investigar cuál es el origen de esa necesidad, de preguntarse si es constitutivo de la naturaleza humana. Como usted indica es precisamente el espacio, la casa, el oikos donde el ser humano y su colectividad se desarrolla a lo largo del eje temporal en una dinámica que trasciende su individualidad y que entronca, por tanto, con la de otros seres que forman parte de su colectividad. Es decir, se trata -lo quiera el individuo o no- de un proceso de 'hermanamiento' en cuanto unión de reglas convivenciales, valores, referentes culturales, ideas-conceptos, y, un hermanamiento no solo en un momento dado, sino con una transmisión en el tiempo. Quizá por eso, cuando se les convulsionan los tiempos a las sociedades, éstas miran hacia atrás buscando a Dios o a su patria origen, porque se buscan a sí mismos en cuanto a su inserción en un orden superior al del mero individuo. Se hace patenten en ese momento en que se siente la disgregación, la realidad de la necesidad del hermanamiento en el ser humano, y, por tanto, de comunión; un reflejo de la vocación trascendente a la que está llamado todo ser humano de todos los tiempos.

Lo que podría ser considerado una idea -pero en el sentido de que cambia- es la definición de una patria concreta, de su forma. Esto sí ha sido mutable a lo largo de las generaciones, si bien, a ritmos lentos. Cuando el cambio ha sido brusco, o impuesto -invasión de un territorio para cambiar la cultura, por ejemplo- se han producido reacciones violentas duraderas y estas reacciones son por la necesidad de mantener esa patria por parte del colectivo violentado.

3. la propuesta de 'mantener a Dios y patria' por su utilidad, directamente, los cosifica, y, como cosas, son, tanto sustituibles como utilizables como mercancía y, por tanto, pueden rentabilizarse para un interés -económico, político, etc.- cuando convenga por quien convenga. 

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Excelente aporte, David.

En efecto, el problema que vemos en la base de esas argumentaciones utilitaristas, no es otro que la cosificación del ser. Directamente en el caso referido a Dios, al ser éste el Verbo esencial del que proceden las personas y los tiempos, esto es, la causa primera del ser personal, e indirectamente también en el caso de la patria, en tanto que ésta es el espacio dónde se enmarca lo anterior.

La patria es un espacio que no tiene por qué ser entendido meramente en su forma material, sino que sobre todo es un espacio espiritual. Cristo no solo nos trae la redención sino también «el Reino de Dios». Un concepto sobre el que pivota toda la construcción posterior de los diferentes reinos y naciones que con los siglos configuran el mundo actual. La patria es el espacio donde nuestro ser, es y se hace plenamente. Un espacio que comienza aquí en la tierra, incluso independientemente de que la persona tenga o no una patria material -véase el ejemplo del pueblo errante de Israel-, y culmina finalmente tras el juicio posterior a la muerte: «Entonces dirá el Rey a los que están a su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”» (Mt. 25, 34).

De alguna manera se puede entender, que si Dios es el ser esencial de la persona, la patria es el espacio esencial donde habita. Somos personas y pertenecemos a un pueblo. Nuestro ser esencial, nuestra identidad personal y colectiva proceden de Dios y se realizan en la patria.  Por eso me parece tan importante denunciar esa cosificación, ya que en ella se encuentran los mayores errores de este mundo.

Cuando convertimos a Dios y a la patria en cosas que podamos usar para nuestro interés, nos estamos apropiando de ellas para poseerlas, para ser nosotros la esencia sobre la que el mundo gire y se identifique, y es ahí cuando perdemos nuestra verdadera identidad humana. Buscamos así controlar y dominar el ser de los demás. Es algo que se encuentra escrito con mayor o menor fuerza en nuestra propia naturaleza y forma parte de nuestro ser material, animal, por tanto, cuando dejamos que guíe nuestros pasos, caemos a ese estado animal y dejamos por momentos de ser humanos, hijos de Dios, hermanos y co-creadores ... Nuestra civilización se destruye así, poco a poco.

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Excelentes vuestros comentarios, David y Español. Referirse a Dios y la patria en esos términos de utilidad es cosificarlos, con lo que se avanza igualmente en la destrucción de nuestra civilización.

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hace 12 horas, Hispanorromano dijo:

Excelentes vuestros comentarios, David y Español. Referirse a Dios y la patria en esos términos de utilidad es cosificarlos, con lo que se avanza igualmente en la destrucción de nuestra civilización.

Así es, aunque tampoco debe de extrañarnos esa cosificación, dado que el materialismo y sus diversas derivadas, a estas alturas de la historia ha logrado cosificar ya la concepción de la vida en la mayoría de las estructuras culturales, y hoy en día pocas cosas escapan a dicha transformación en el intelecto humano. La inmensa mayoría de las personas pecamos a diario de cosificar algo, esto o aquello, a veces de una manera que hace apenas dos siglos sería inimaginable. Para mi resulta bastante evidente que el camino destructivo que llevamos en Occidente, y por extensión el mundo, se debe a esto mismo. Soy muy pesimista en ese aspecto, aunque a pesar de todo sigo confiando en que, por encima de todo, hay alguien que en algún momento volverá a crearlo nuevo todo. Aunque me llamen ingenuo.

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      II. La Escala psicosocial: cultura, costumbres, psicología, antropología
      III. La Escala abstracta: ideas y verdades matemáticas, dogmas religiosos, filosóficos.
      Se entiende que el Catolicismo comprende perfectamente la necesidad de las Tres Escalas con la teología de la Santísima Trinidad y cubre todo el espectro.
       
      Sin embargo las escisiones no. Depredan y se fundamentan sólo en una escala. Se interpreta la Historia de la Filosofía de Occidente con 3 escisiones antiguas y 3 modernas, a saber:
      >las antiguas son el judaísmo, el gnosticismo y el Islam (Triángulo Oriental); 
      >las modernas son el anglocalvinismo (mecanicismo biologista), el galicanocalvinismo (absolutismo racionalista) y el idealismo luterano alemán (Triángulo Occidental, el de Westfalia). 
       
      Ocurriendo que estas tres escisiones tienen desarrollos paralelos y lógicamente encuentran espacios de alianza en la actualidad:
      -El judaísmo y el anglocalvinismo acaban degenerando en fundamentalismo de I: "la materia lo es todo". Fundamentalismo biologista, economicista (comunismo, liberalismo) o mecanicista (predestinación, "la mano invisible"). Su eje geopolítico esla conexión anglosionista, eje EEUU-Israel.
      -El gnosticismo y el galicanocalvinismo acaban degenerando en fundamentalismo de II: "la voluntad y el conocimiento lo son todo". Fundamentalismo voluntarista, cientifista, racionalista, humanista, iluminista. Su eje es la conexión orientalista de la masonería de base francesa (egiptología, asiriología).
      -El Islam y el germanoidealismo acaban degenerando en fundamentalismo de III: "la idea lo es todo". Fundamentalismo idealista, misticista. Su eje geopolítico es la conexión islamo-turco-europea de la UE de liderazgo germano.
       
      Ocurriendo también que los dos grandes imperios católicos, Roma y España, han sufrido en paralelo ambos sistemas de escisiones:
      Roma y su descomposición en Islam+sectas gnósticas (contaminación del imperio bizantino y refluencias en Persia y Rusia)+judíos cabalistas abandonando al Rey (Cristo), pierde así todo el Oriente;
      España y su descomposición en el protestantismo, la revolución y el socialismo, pierde así todo el Occidente. 
    • Por Hispanorromano
      Pensando en las últimas discusiones —que espero no hayan producido una ruptura definitiva—, recordé aquel lema de unidad en la diversidad, o también unidad en la pluralidad. No sé cuál es el origen de este lema, pero creo que es una idea muy católica que podemos aplicar en nuestra vida diaria pero también a la hora de afrontar grandes cuestiones, como la articulación de España o de la Iglesia católica. Por ejemplo, no habría problema en que España albergue regiones diversas con tal de que reine la unidad que proporciona, sobre todo, la fe católica pero también una historia y una lengua comunes. El mismo esquema es aplicable a la propia Iglesia católica, que reconoce diferentes ritos y estructuras jerárquicas con tal de que se adhieran al Credo y reconozcan al Supremo Pontífice.
      Por tanto, la idea de unidad en la diversidad me parece excelente y procuro guiarme por ella. El problema es que, a la hora de la verdad, la aplicación práctica de esta idea no es tan fácil, pues siempre hay tensión entre la unidad y el reconocimiento de la diversidad. ¿En qué momento la diversidad pone en peligro la unidad? ¿En qué momento la unidad pone en peligro la diversidad? En definitiva, ¿cómo conjugar la diversidad con la unidad?
      No tengo una respuesta clara a estas preguntas. Pero me parece que es fundamental reflexionar sobre el tema, porque es la cuestión filosófica que subyace a la articulación de España, de la sociedad, de la Iglesia y de tantos otros aspectos de nuestra realidad. En principio la idea que viene a la cabeza para salvar la tensión entre diversidad y unidad es la siguiente:
      Es bueno reconocer la diversidad dentro de una misma entidad. Sobre todo, a la hora de incorporar a nuevos miembros, es casi necesario reconocer su diversidad. Pero una vez que está lograda la unidad, sería un error ahondar en la diversidad. Diversidad, sí, pero con tendencia a la unidad.
      Ejemplo 1: Es bueno que la Iglesia católica vaya incorporando iglesias que quedaron desperdigadas por el Cisma de Oriente y eso sólo lo puede hacer reconociendo sus ritos diversos; pero tampoco sería buena idea fomentar estos ritos o prescindir de un rito común o predominante en la Iglesia. Es una lástima que se perdiese el rito mozárabe, pero creo que los papas de aquel entonces al final hicieron lo correcto al prescribirnos el rito romano.
      Ejemplo 2: Fue bueno que España rehiciese su unidad otorgando privilegios a las diversas regiones que se iban reincorporando, lo que incluye reconocer sus peculiares lenguas y costumbres. Sin embargo, sería un error ahondar en estas peculiaridades o fomentarlas artificialmente, pues al final irían en contra de la unidad por muy buena voluntad que se le ponga al asunto. Ojalá que el catalán se mantenga por siglos, pero en la dinámica actual es probable que sea absorbido por el castellano. Forzar las cosas para que los catalanes hablen exclusivamente catalán al final lo único que lograría es que, en vez de terminar hablando español de manera natural, terminen hablando inglés. Además, se da el caso de que en Cataluña hay una tendencia a romper los vínculos con el resto de españoles, por lo que sería un error ahondar en el reconocimiento de la diversidad. El caso de Valencia o de las Islas Baleares sería totalmente distinto. Allí no hay una tendencia a romper los vínculos con España pese a algunos brotes inquietantes. Allí siempre se habló la lengua propia para ofrendar nuevas glorias a España. Por tanto, no habría problema en seguir reconociendo su diversidad como hasta ahora.
      Tampoco os fijéis mucho en los ejemplos, que a lo mejor no están bien traídos. Cuando se habla de esto, lo natural es pensar en nuestra querida España, pero quizá eso enturbia las cosas, pues en verdad es un dilema al que nos enfrentamos diariamente en todos los ámbitos. Para mí lo ideal sería reconocer toda la diversidad posible dentro de la unidad, pero me planteo que a veces hay un conflicto entre diversidad y unidad que resuelvo optando por esta última. En definitiva, creo que la diversidad con tendencia a la unidad es mejor que la unidad con tendencia a la diversidad. Lo importante es la tendencia. Ésta es mi respuesta intuitiva al gran interrogante de cómo conjugar la diversidad con la unidad. Pero es posible que haya otras formas de resolver el dilema. Me gustaría conocer vuestras opiniones.
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    • https://www.mundorepubliqueto.com/2020/05/01/no-todo-lo-que-brilla-es-oro/

      Una vez más, por aprecio a estos amigos dejo solo el enlace para enviar las visitas a la fuente.

      Solo comento la foto que ponen de un congreso internacional identitari que hubo un México. Ahí se plasma el cáncer que han supuesto y parece que aún sigue suponiendo aquella enfermedad llamada CEDADE. En dicha foto veo al ex-cabecilla de CEDADE, Pedro Varela -uno de esos nazis que se dicen católicos- junto a Salvador Borrego -que si bien no era nazi, de hecho es un mestizo que además se declara hispanista y favorable a la mezcla racial propiciada por la Monarquía Católica,  sí que simpatizó con ellos por una cuestión que quizá un día podamos comentar- uno de los "revisionistas" más importante en lengua española, así como el también mexicano Alberto Villasana, un escritor, analista, publicista, "vaticanista" con gran predicamento entre los católicos mexicanos, abonado totalmente a la errática acusación contra el papa Francisco... posando junto a tipos como David Duke, ex-dirigente del Ku Kux Klan, algo que lo dice todo.

      Si mis rudimentarias habilidades en fisonomía no me fallan, en el grupo hay otro español, supongo que también procedente del mundillo neonazi de CEDADE.

      Imaginemos la corrupción de la idea de Hispanidad que supone semejante injerto, semejante híbrido contra natura.

      Nuestra querido México tiene la más potente dosis de veneno contra la hispanidad, inyectado en sus venas precisamente por ser un país clave en ella. Es el que otrora fuera más próspero,  el más poblado, también fue y en buena parte sigue siendo muy católico, esta en la línea de choque con el mundo anglo y... los enemigos de nuestra Hispanidad no pueden permitir una reconciliación de ese país consigo mismo ni con la misma España, puente clave en la necesaria Reconquista o reconstrucción. Si por un lado está infectado por el identitarismo amerindio -el indigenismo- por el otro la reacción está siendo narcotizada por un identitarismo falsohispanista, falsotradicionalista o como queramos verlo, en el cual CEDADE juega, como vemos, un factor relevante.

      Sin más, dejo ahí otra vez más mi sincera felicitación al autor de ese escrito. Enhorabuena por su clarividencia y fineza, desde luego hace falta tener personalidad para ser capaz de sustraerse a esa falsa polarización con que se está tratando de aniquilar el hispanismo.

       





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    • La libertad sexual conduce al colapso de la cultura en tres generaciones (J. D. Unwin)
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    • Traigo de la hemeroteca un curioso artículo de José Fraga Iribarne publicado en la revista Alférez el 30 de abril de 1947. Temas que aborda: la desastrosa natalidad en Francia; la ya muy tocada natalidad española, especialmente en Cataluña y País Vasco; las causas espirituales de este problema, etc.

      Si rebuscáis en las hemerotecas, hay muchos artículos de parecido tenor, incluso mucho más explícitos y en fechas muy anteriores (finales del s. XIX - principios del s. XX). He traído este porque es breve y no hay que hacer el trabajo de escanear y reconocer los caracteres, que siempre da errores y resulta bastante trabajoso, pues ese trabajo ya lo ha hecho la Fundación Gustavo Bueno.

      Señalo algunos hechos que llaman la atención:

      1) En 1947 la natalidad de Francia ya estaba por los suelos. Ni Plan Kalergi, ni Mayo del 68, ni conspiraciones varias.

      2) Pero España, en 1947 y en pleno auge del catolicismo de posguerra, tampoco estaba muy bien. En particular, estaban francamente mal regiones ricas como el País Vasco y Cataluña. ¿Será casualidad que estas regiones sean hoy en día las que más inmigración reciben?

      3) El autor denuncia que ya en aquel entonces los españoles estaban entregados a una visión hedonística de la existencia, que habían perdido la vocación de servicio y que se habían olvidado de los fines trascendentes. No es, por tanto, una cosa que venga del Régimen del 78 o de la llegada al poder de Zapatero. Las raíces son mucho más profundas.

      4) Señala que el origen de este problema es ético y religioso: se ha perdido la idea de que el matrimonio tiene por fin criar hijos para el Cielo. Pero también se ha perdido la idea del límite: las personas cada vez tienen más necesidades y, a pesar de que las van cubriendo, nunca están satisfechas con su nivel de vida.

      Este artículo antiguo ilumina muchas cuestiones del presente. Y nos ayuda a encontrarle solución a estos problemas que hoy nos golpean todavía con mayor fuerza. Creo que puede ser de gran provecho rescatar estos artículos.
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    • En torno a la posibilidad de que se estén usando las redes sociales artificialmente para encrespar los ánimos, recojo algunas informaciones que no sé sin son importantes o son pequeñas trastadas.

      Recientemente en Madrid se convocó una contramanifestación que acabó con todos los asistentes filiados por la policía. Militantes o simpatizantes de ADÑ denuncian que la convocó inicialmente una asociación fantasma que no había pedido permiso y cuyo fin último podría ser provocar:

      Cabe preguntarles por qué acudieron a una convocatoria fantasma que no tenía permiso. ¿Os dais cuenta de lo fácil que es crear incidentes con un par de mensajes en las redes sociales?

      Un periodista denuncia que se ha puesto en marcha una campaña titulada "Tsunami Español" que pretende implicar a militares españoles y que tiene toda la pinta de ser un bulo de los separatistas o de alguna entidad interesada en fomentar la discordia:

      El militar rojo que tiene columna en RT es uno de los que difunde la intoxicación:

      Si pincháis en el trending topic veréis que mucha gente de derechas ha caído en el engaño.

      Como decía, desconozco la importancia que puedan tener estas intoxicaciones. Pero sí me parece claro que con las redes sociales sale muy barato intoxicar y hasta promover enfrentamientos físicos con unos cuantos mensajes bien dirigidos. En EEUU ya se puso en práctica lo de citar a dos grupos contrarios en el mismo punto para que se produjesen enfrentamientos, que finalmente ocurrieron.
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    • Una teoría sobre las conspiraciones
      ¿A qué se debe el pensamiento conspiracionista que tiene últimamente tanto auge en internet? Este artículo baraja dos causas: la necesidad de tener el control y el afán de distinguirse de la masa.
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