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Hispanorromano

Reflexión de Carlos Marín-Blázquez sobre el poder corruptor de la mentira

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Carlos Marín-Blazquez publica un brillante artículo sobre la mentira en la revista digital La Controversia. Esta revista se ubica políticamente en el campo conservador y probablemente afín a Vox. Carlos Marín-Blazquez no pone ningún ejemplo concreto, con lo que bien podría referirse exclusivamente a las mentiras de la izquierda, pero en alguna frase da a entender que es cada vez más amplio el espectro ideológico afectado por esta carcoma, que corrompe todo lo que toca y que debilita el tejido común de las sociedades hasta hacerlas inviables.

Me parece una reflexión muy lúcida por parte de Carlos Marín-Blázquez y le honra que la haya publicado en una revista de derechas, que parece el sector ideológico más afectado por esta carcoma moral en los últimos tiempos. Considero que es uno de los temas más importantes de nuestra época: el avance de la mentira, facilitado de manera extraordinaria por internet, y la capacidad de este pecado para corromper, desmoralizar y cuartear sociedades. En definitiva, el poder destructivo de la mentira y la liviandad con la que amplios sectores ideológicos y sociales se viene entregando a ella, debilitando así la nación.

Cita

Mentiras

fdd9b7234eb6e83cda8d351d54c59932.jpg?w=1Ilya Glazunov, Judas Kiss,1985

Una palabra verdadera, incluso pronunciada por un solo hombre, es más poderosa, en ciertas circunstancias, que todo un ejército. Václav Havel


Desde muy pequeño, el niño aprende a mentir. Esa momentánea suspensión de la realidad, vivida en su conciencia como la materialización de una anomalía, equivale a una distorsión en el centro de un universo que él prefiere imaginar diáfano. ¿Por qué, entonces, el recurso a la mentira? Porque en ella descubre un modo de escapatoria. Ante la inminencia del castigo, mentir supone una liberación. Al contrario que el adulto, esa salida urgente del atolladero no la percibe el niño como la conquista de una posición de ventaja. Supone un alivio, desde luego; aunque también es algo que su intuición le dicta que no debería ser así. Por efímeros que resulten sus efectos, el conflicto que suscita el quebrantamiento de una norma de orden superior a la satisfacción inmediata de sus intereses, apunta, de manera latente, a la posibilidad de un reproche de naturaleza moral. Y, al mismo tiempo, declara una evidencia que en la mente del niño quedará cincelada con caracteres indelebles: que la mentira no pertenece al orden natural de las cosas.

El niño miente y, sin embargo, esa falta de correspondencia entre sus palabras y los hechos, en la que tan tempranamente aprende a incurrir, no merma su credulidad. Por encima de cualquier indicio que apunte en la dirección opuesta, desea preservar intacta su confianza. Anhela creer que las cosas son como los mayores le aseguran que son. Lo que solemos llamar ingenuidad no es, pues, sino la manifestación de un mecanismo en virtud del cual la psicología del niño expresa la necesidad de que su existencia discurra por un cauce seguro. Fuera de ese ámbito, todo se vuelve inconsistente. En cualquier momento, hasta el asidero más firme podría ceder. Así es como, desde muy pronto, la mentira se muestra ante el niño con su característico rostro bifronte: el mágico instrumento que le permite eludir el castigo y la oscura puerta de acceso a un mundo enturbiado por la amenaza de la incertidumbre, la confusión y el desorden.

Al hilo de este aprendizaje sutil, algunas de las tramas de los más célebres cuentos infantiles incorporan una advertencia acerca del poder corruptor de las mentiras. Como no podía ser de otro modo, también la Biblia lo hace: el “No lo sé” con el que Caín responde cuando Dios le interroga acerca del paradero del hermano al que acaba de asesinar, actúa como señal inequívoca de que la mentira resulta indisociable del proceder inherente a un carácter perverso. De ahí que nos parezca inconcebible, mientras aún somos niños, que nuestros padres nos mientan. Sus palabras suponen siempre un refrendo por medio del cual nuestros temores más profundos se disipan. Quizá por eso la cancelación de la infancia acontece en el instante -imposible de establecer en un punto exacto de la escala del tiempo- en el que, a través del descubrimiento de alguna falsedad probablemente nimia, nuestra mirada se adentra por primera vez en la entraña carcomida del mundo. Hemos olvidado ese dolor originario, pero las secuelas del desencanto persisten. Nada será igual en lo sucesivo. El resultado inmediato de esa herida abierta en la piel de nuestra inocencia, y a causa de la cual el escepticismo y la desconfianza se convertirán ya en nuestros huéspedes habituales, es que nos acostumbramos a proyectar sobre los demás una mirada de suspicacia. Nos llenamos de prevenciones y recelos, y nuestro proceder habitual se atiene desde entonces a una pauta de cautelas con la que imaginamos protegernos de las múltiples asechanzas del entorno.

Aprendemos la lección con rapidez. Nos adaptamos. Al contrario que Holden Caulfield, el histriónico protagonista de El guardián entre el centeno, que fantasea con la idea de mantener a los niños alejados de la podredumbre del engaño que satura el mundo de los adultos, nosotros preferimos contemporizar. No en vano, las opciones radicales implican riesgos que no siempre resulta grato afrontar. Quienes hayan visto esa obra maestra del cine que es La regla del juego, de Jean Renoir, entenderán muy bien la necesidad de guardar las apariencias y de respetar ciertas convenciones que acarrean un relajamiento de nuestras ansias de franqueza. Observando actuar a los personajes de la burguesía francesa de entreguerras que protagonizan la película, contemplando cómo se mueven y hablan, cómo con sus gestos apócrifos y sus embustes cotidianos e infinitesimales van tejiendo una densa red de mentiras en la que vivirán atrapados para siempre, uno acepta la lógica de ese final trágico en el que la única persona que en medio de ese microcosmos de mezquinas trivialidades no ha acertado a ocultar sus sentimientos, muere asesinada, víctima de una confusión absurda.

Así pues, con esa falsa naturalidad con que incorporamos a nuestros hábitos un sinfín de pequeñas astucias indispensables para el logro de ciertas cotas de sociabilidad, vamos abriendo un abismo respecto del tiempo en que cada mentira que proferíamos nos sumía en un lapso de remordimiento y extrañeza. Reconocemos la cualidad hiriente que anida en la voluntad de expresarnos con una sinceridad sin trabas y por eso, a veces, en nuestra relación con los demás, optamos por discretas simulaciones a las que preferimos dar el nombre de cortesía o delicadeza. Y a la postre, damos por bueno que sea así.

Sin embargo, trasladada a la esfera pública, la generalización de la mentira abandona su condición ocasional de elemento civilizador para convertirse en el síntoma de una enfermedad que nos destruye. Instrumento de una voluntad manipuladora, impone una única visión de las cosas y, al retroalimentarse, vuelve tóxico el espacio indispensable para una convivencia sin exclusiones. Su presencia se torna ubicua. Su proliferación adquiere las índole de un veneno que todo lo infecta. Por descontado, quienes viven de expandir esta ponzoña saben muy bien cuál es su propósito último: el debilitamiento del tejido común que debería hermanarnos. Se produce así la desmoralización de una parte significativa del cuerpo social que, mediante la obligación de aceptar que está siendo engañada, debe al mismo tiempo asumir que la están humillando.

El éxito de la mentira, el modo en que, con vistas a la perpetuación de un poder inicuo, no sólo consigue ser tolerada con mansedumbre, sino disculpada y hasta jaleada por un sector quién sabe si crecientemente amplio del espectro social, nos autoriza a aventurar un diagnóstico muy poco halagüeño acerca del futuro que nos aguarda. Nos habla de nuestro probable fracaso como proyecto de comunidad y de nación. Nos alerta, además, de nuestra extrema vulnerabilidad frente a los manejos más rastreros y burdos de la propaganda. Pero también nos obliga a interrogarnos acerca de las raíces del mal. En ese sentido, cabe sin duda constatar la pérdida de un centro gravitatorio, el extravío de una referencia de orden moral y trascendente que en otros tiempos debió de actuar como baremo inamovible de sociedades éticamente más sanas que la nuestra.

En su libro Nihilismo, el filósofo Franco Volpi lo refería así: “La doctrina de la sospecha y el desencantamiento del mundo, en suma, el fin de la razón ingenua y sentimental ha erosionado radicalmente la posibilidad de creer en marcos fundantes de tipo teológico, metafísico e incluso antropológico”. Antes que él, el gran Chesterton, testigo de la eclosión de las ideologías totalitarias que estremecieron el siglo XX, había expresado parecida tesis de una manera tan brillante como accesible al individuo común: cuando los hombres dejan de creer en Dios ya no creen en nada, pero están dispuestos a creer en cualquier cosa.

Creer en cualquier cosa, dice Chesterton. Así es como la mentira se convierte en la pitanza de los esclavos. Queda entonces, como solitaria piedra de escándalo, la verdad, irradiando -ahora y siempre- un destello de liberación, el resplandeciente adorno de un aura subversiva.


CARLOS MARÍN-BLÁZQUEZ es escritor, autor de ‘Fragmentos’ (Editorial Sinderesis, 2017) y ‘Contramundo’ (Homo Legens, 2020) y profesor de Literatura.

https://lacontroversia.com/2020/12/05/mentiras/

Más adelante quizá ponga algunos ejemplos de esta aceptación complaciente y cínica de la mentira por parte de muchas personas y de cómo esto va erosionando la nación española.

Debo comentar que la frase que cita de Chesterton en realidad no es de este escritor sino de uno de sus biógrafos (Emile Cammaerts, The Laughing Prophet, 1937), que glosó así, con gran acierto, el espíritu de la obra chestertoniana.

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En 9/12/2020 a las 22:04, Hispanorromano dijo:

Me parece una reflexión muy lúcida por parte de Carlos Marín-Blázquez y le honra que la haya publicado en una revista de derechas, que parece el sector ideológico más afectado por esta carcoma moral en los últimos tiempos.

Excelente el artículo que has citado y tus comentarios, como de costumbre. Sin embargo, y sobre esto que cito, me gustaría hacer una matización, y es que no estoy de acuerdo en que la derecha sea el sector ideológico más afectado por la mentira. Asumo que existe una afección gravísima, pero para mí, sin duda la izquierda política sigue siendo la campeonísima indiscutible de la mentira. Desde su propia concepción de supuesta defensora de los derechos sociales y de las clases trabajadoras, en oposición y demérito de la Iglesia, hasta las actuales políticas que disfrazan las pasiones e ideas más bajas del ser humano, bajo un supuesto progreso que no es otro que el avance hacia la destrucción humana. Eso sin contar con que la mentira se ha convertido en el pan nuestro de cada día de nuestra clase dirigente y prensa afín.

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hace 2 horas, Español dijo:

Excelente el artículo que has citado y tus comentarios, como de costumbre. Sin embargo, y sobre esto que cito, me gustaría hacer una matización, y es que no estoy de acuerdo en que la derecha sea el sector ideológico más afectado por la mentira. Asumo que existe una afección gravísima, pero para mí, sin duda la izquierda política sigue siendo la campeonísima indiscutible de la mentira. Desde su propia concepción de supuesta defensora de los derechos sociales y de las clases trabajadoras, en oposición y demérito de la Iglesia, hasta las actuales políticas que disfrazan las pasiones e ideas más bajas del ser humano, bajo un supuesto progreso que no es otro que el avance hacia la destrucción humana. Eso sin contar con que la mentira se ha convertido en el pan nuestro de cada día de nuestra clase dirigente y prensa afín.

Llevas razón en que la izquierda sigue siendo campeona de la mentira en gran número de temas, como los referidos a la familia, la sexualidad o la religión. Pero no me refería a la verdad que contiene cada doctrina política, cuestión difícil de dilucidar aunque probablemente la izquierda llevaría la peor parte, sino a los medios que últimamente están usando izquierdas y derechas para propagar sus ideas. Pondré algunos ejemplos:

1. ¿Hay algo en la izquierda comparable a Jiménez Losantos y César Vidal en el ámbito radiofónico?

2. La derecha se ha dotado de miles y miles de páginas de internet que crean y difunden bulos a una velocidad pasmosa. ¿Existe algo similar en la izquierda? Recientemente, Podemos creó una página de este tipo, Última hora, para no quedarse atrás en la carrera de los bulos y del sensacionalismo, pero no conozco muchos más ejemplos y, de todas formas, mucha gente de izquierdas dice que esa página de Última hora es un bodrio indecente y la rechaza.

3. He leído a gente de derechas jactarse cínicamente de que mienten o sostener que mentir no es malo, que es un arma tan válida como cualquier otra, que el que no la utiliza es un cuck y que existe un "derecho a la mentira". Ha habido gente de izquierdas que en el pasado hizo cosas parecidas, pero ahora mismo no veo nada semejante a este cinismo relativista en el que tan a gusto se mueven las nuevas hornadas de la derecha.

Intentaré poner algún ejemplo gráfico de este último punto para que se vea por dónde va mi crítica, que no se refiere al grado de verdad de cada doctrina política sino al tipo de medios que se están empleando para propagarlas.

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Tienes razón @Hispanorromano, pero piensa que la izquierda no utiliza las mismas técnicas de propaganda que las derechas liberales. Estas últimas han tomado la mentira directa y la propagación de bulos, como arma de combate en la guerra por el poder que mantienen con el progresismo socialista, seguramente debido a su propia condición liberal que en el fondo les hace creer autoeximidos de responsabilidad moral. Ya sabes, la maquiavélica idea de que «el fin justifica los medios»

Sin embargo, la izquierda utiliza otras técnicas para propagar la mentira, como es la utilización de medias verdades, como si fueran la verdad objetiva, y la deformación de los conceptos y los significados de las cosas, para hacer parecer con todo ello que la realidad es diferente y a menudo contraria a la que es. Lo que se viene llamando deconstruccionismo.

Es verdad que la izquierda no tiene nadie comparable a Losantos o a C. Vidal, pero tiene a Ferreras o a Escolar, por citar otros dos ejemplos del otro lado, aunque hay muchos más, que día a día se encargan de contar la realidad a medias y de deconstruirla para que se adapte a la idea política que pretenden transmitir, en lugar de adaptar la idea a la realidad, que es lo que en verdad tendría que ser. Y de igual manera existen infinidad de cadenas, medios, webs, redes o emisiones de todo tipo, en todos los ámbitos, que realizan esa labor concienzuda y  programáticamente cada día. Creo que la superioridad propagandística y manipuladora de la izquierda con respecto a la derecha, es ciertamente abrumadora, y esto podría ser también un factor clave para entender todo ese odio y difusión de mentiras del que hacen gala los nuevos medios de la derecha, a lo que mucha gente se ha sumado sin consideración y con denuedo.

Vivimos en una guerra de intereses por la comunicación de informaciones, servicios y mercancías, en la que lamentablemente casi todo vale, menos la difusión del bien común y la verdad, que es realmente lo único que a todos nos debería importar.

El problema por tanto es entender, qué ideas llegan a la gente y cómo se propagan las informaciones y los conceptos en la sociedad, y qué autoridad se le otorga a las diferentes fuentes de información, según el receptor tenga una determinada filia o fobia ideológica -que son las llaves para que entren todas esas ideas-, y no tanto si unos usan la mentira directamente u otros se decantan por la desinformación, pues en el fondo todos hacen gala de ser lo que no son, que no es otra cosa que el engaño como fundamentación del ser. Lo que está en la base de todos los males del mundo.

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Como añadido, quizás mencionar que lo que hace doblemente grave el tema de la mentira, es que el mentiroso sabe que miente, mientras que el engañado no sabe que lo está. De ahí que buena parte de ese electorado de derechas, tradicionalmente educado en la moral católica y que no obstante se ha escorado al uso de la mentira, tenga más culpa que ese otro electorado, mayormente joven y de izquierdas, que vive y cree en el cuento de hadas que le han contado desde la infancia, educación pública mediante.

Por eso entiendo tu preocupación, y supongo que se entenderá que otros también nos escandalicemos además, y andemos preocupados, por la deriva suicida y bajo engaño que lleva la sociedad, de manos de la izquierda, pues ambas cosas no son sino el fruto de una sociedad que ha perdido el norte. Unos porque lo han abandonado en pos de proteger su bienestar material, y otros porque se lo han hurtado y no desean buscarlo al estar acomodados en el supuesto mundo feliz de los derechos sociales sin responsabilidades.

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      Una vez más, por aprecio a estos amigos dejo solo el enlace para enviar las visitas a la fuente.

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      Si mis rudimentarias habilidades en fisonomía no me fallan, en el grupo hay otro español, supongo que también procedente del mundillo neonazi de CEDADE.

      Imaginemos la corrupción de la idea de Hispanidad que supone semejante injerto, semejante híbrido contra natura.

      Nuestra querido México tiene la más potente dosis de veneno contra la hispanidad, inyectado en sus venas precisamente por ser un país clave en ella. Es el que otrora fuera más próspero,  el más poblado, también fue y en buena parte sigue siendo muy católico, esta en la línea de choque con el mundo anglo y... los enemigos de nuestra Hispanidad no pueden permitir una reconciliación de ese país consigo mismo ni con la misma España, puente clave en la necesaria Reconquista o reconstrucción. Si por un lado está infectado por el identitarismo amerindio -el indigenismo- por el otro la reacción está siendo narcotizada por un identitarismo falsohispanista, falsotradicionalista o como queramos verlo, en el cual CEDADE juega, como vemos, un factor relevante.

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        • Excelente 25 puntos positivos y de mejora)
      • 32 respuestas
    • La libertad sexual conduce al colapso de la cultura en tres generaciones (J. D. Unwin)
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    • Traigo de la hemeroteca un curioso artículo de José Fraga Iribarne publicado en la revista Alférez el 30 de abril de 1947. Temas que aborda: la desastrosa natalidad en Francia; la ya muy tocada natalidad española, especialmente en Cataluña y País Vasco; las causas espirituales de este problema, etc.

      Si rebuscáis en las hemerotecas, hay muchos artículos de parecido tenor, incluso mucho más explícitos y en fechas muy anteriores (finales del s. XIX - principios del s. XX). He traído este porque es breve y no hay que hacer el trabajo de escanear y reconocer los caracteres, que siempre da errores y resulta bastante trabajoso, pues ese trabajo ya lo ha hecho la Fundación Gustavo Bueno.

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      1) En 1947 la natalidad de Francia ya estaba por los suelos. Ni Plan Kalergi, ni Mayo del 68, ni conspiraciones varias.

      2) Pero España, en 1947 y en pleno auge del catolicismo de posguerra, tampoco estaba muy bien. En particular, estaban francamente mal regiones ricas como el País Vasco y Cataluña. ¿Será casualidad que estas regiones sean hoy en día las que más inmigración reciben?

      3) El autor denuncia que ya en aquel entonces los españoles estaban entregados a una visión hedonística de la existencia, que habían perdido la vocación de servicio y que se habían olvidado de los fines trascendentes. No es, por tanto, una cosa que venga del Régimen del 78 o de la llegada al poder de Zapatero. Las raíces son mucho más profundas.

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      Este artículo antiguo ilumina muchas cuestiones del presente. Y nos ayuda a encontrarle solución a estos problemas que hoy nos golpean todavía con mayor fuerza. Creo que puede ser de gran provecho rescatar estos artículos.
        • Me gusta (5 positivos y 3 puntos de mejora)
        • Un aplauso (10 positivos y 5 puntos de mejora)
    • En torno a la posibilidad de que se estén usando las redes sociales artificialmente para encrespar los ánimos, recojo algunas informaciones que no sé sin son importantes o son pequeñas trastadas.

      Recientemente en Madrid se convocó una contramanifestación que acabó con todos los asistentes filiados por la policía. Militantes o simpatizantes de ADÑ denuncian que la convocó inicialmente una asociación fantasma que no había pedido permiso y cuyo fin último podría ser provocar:

      Cabe preguntarles por qué acudieron a una convocatoria fantasma que no tenía permiso. ¿Os dais cuenta de lo fácil que es crear incidentes con un par de mensajes en las redes sociales?

      Un periodista denuncia que se ha puesto en marcha una campaña titulada "Tsunami Español" que pretende implicar a militares españoles y que tiene toda la pinta de ser un bulo de los separatistas o de alguna entidad interesada en fomentar la discordia:

      El militar rojo que tiene columna en RT es uno de los que difunde la intoxicación:

      Si pincháis en el trending topic veréis que mucha gente de derechas ha caído en el engaño.

      Como decía, desconozco la importancia que puedan tener estas intoxicaciones. Pero sí me parece claro que con las redes sociales sale muy barato intoxicar y hasta promover enfrentamientos físicos con unos cuantos mensajes bien dirigidos. En EEUU ya se puso en práctica lo de citar a dos grupos contrarios en el mismo punto para que se produjesen enfrentamientos, que finalmente ocurrieron.
        • Un aplauso (10 positivos y 5 puntos de mejora)
    • Una teoría sobre las conspiraciones
      ¿A qué se debe el pensamiento conspiracionista que tiene últimamente tanto auge en internet? Este artículo baraja dos causas: la necesidad de tener el control y el afán de distinguirse de la masa.
        • Correcto (3 positivos y 1 punto de mejora)
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