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Hispanorromano

sociedad La era del capitalismo de la vigilancia

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Inserto una entrevista a una profesora estadounidense que, por desgracia, probablemente haya pasado desapercibida en foros y redes sociales. Su libro se va a traducir próximamente al español. Trata de lo que ella llama "el capitalismo de la vigilancia", o sea, del modelo actual de internet, que salvo pequeños rincones como este foro, se basa en extraer datos de los ciudadanos para que se enriquezca un sector muy reducido de la población mientras que la mayoría se empobrece. Pero también tiene aplicaciones políticas: el mismo sistema de vigilancia, acompañado de estímulos y recompensas, puede usarse -y se está usando- para moldear el pensamiento de la sociedad y para producir cambios en su comportamiento. He subrayado las partes que me parecen más acertadas.

Cita

Shoshana Suboff: "La forma de socavar el dividendo que genera la vigilancia tecnológica es haciéndola ilegal"

  • Shoshana Zuboff (1951), profesora emérita de la Harvard Business School, alerta en su último libro sobre las amenazas de lo que llama "el capitalismo de vigilancia", ese modelo de negocio de las grandes tecnológicas basado en recopilar nuestros datos personales

María Sánchez Díez

14 de agosto de 2020 22:04h

Cada uno de nuestros gestos cotidianos en internet, por pequeños que sean, generan un rastro de datos: nuestro trayecto diario al trabajo en Google Maps y la cafetería donde paramos a desayunar, un estado de Facebook con palabras que denotan tristeza y el tono de voz con el que le pedimos a Alexa que ponga una canción, los hoteles que estamos mirando para las vacaciones de verano y la última serie a la que te has enganchado en Netflix. Este reguero de información, íntima e inconexa, dice mucho sobre nosotros. Gracias a la inteligencia artificial, gigantes tecnológicos como Google, Facebook, Microsoft o Amazon son capaces de descifrar patrones que permiten predecir nuestro comportamiento futuro. ¿Y qué hacen con esa información? La venden a terceros, que interesados en que nos convirtamos en consumidores, la usan para terminar de persuadirnos. Es el anuncio de Instagram donde sale ese jersey de la marca que te gusta y del que tanto has hablado últimamente.

Shoshana Zuboff (1951), profesora emérita de la Harvard Business School, llama a este sistema capitalismo de vigilancia. Donde muchos solo vemos una intrusión relativamente inofensiva, Zuboff divisa una amenaza antidemocrática a valores esenciales como la soberanía personal y la autonomía. El modelo se inventó en Google, se afinó en Facebook y ahora se ha extendido a decenas de ámbitos como la salud, la educación o la ciudad. En su libro La era del capitalismo de la vigilancia (Paidós, abril de 2020), Zuboff nos invita a imaginar un futuro donde los seguros de coche suban en tiempo real cada vez que nuestros vehículos smart perciban por nuestros frenazos que estamos nerviosos. ¿Asusta? Según ella, ese futuro ya está aquí.

Pregunta: Tan pronto como terminé su libro, cogí el Google Mini que me acababa de comprar, lo apagué, lo metí en un cajón y no lo he vuelto a encender.

Shoshana Zuboff: [Se ríe].

¿Podría explicar cómo acuñó el concepto "capitalismo de vigilancia" y qué significa?

A no ser que tengamos lenguaje para las cosas, no podemos pensar en ellas. Mi gran objetivo con este libro era crear el lenguaje para el fenómeno que lo hiciera visible. Haciéndolo visible, podemos comenzar el trabajo de descubrir cómo cambiarlo y combatirlo. El capitalismo es muy plástico, adaptable. El capitalismo de vigilancia refleja una adaptación del capitalismo a una nueva era digital. Nos relacionamos con estas empresas [tecnológicas] y sus plataformas. Y, al hacerlo, les brindamos información personal, les proporcionamos datos sobre nosotros mismos, nuestras vidas, nuestras experiencias. Pero eso resulta ser solo una fracción muy pequeña de los datos. La mayoría de los datos que impulsan sus operaciones se nos arrebatan individual y colectivamente sin nuestro conocimiento, a través de sistemas diseñados para mantenernos en la ignorancia, para puentear nuestra conciencia.

Sistemas opacos. ¿Cómo funcionan?

Sus cadenas de suministro dependen de estar llenas de datos sobre nuestro comportamiento. Los datos se mueven a través de las cadenas de suministro a nuevas fábricas que llamamos IA, inteligencia artificial. Estas fábricas producen productos que predicen nuestro comportamiento y que se venden en mercados responsables de los flujos de ingresos que yo llamo los dividendos de vigilancia. Todo eso depende de la capacidad de recopilar datos de comportamiento, que son el excedente de nuestro comportamiento online. Si nos pidieran todos estos datos, no querríamos darlos, así que la única forma en que pueden mantener sus cadenas de suministro es a través de lo que es esencialmente una operación de vigilancia. Y por eso lo llamo capitalismo de vigilancia. No está destinado a ser evocador o dramático. Sin vigilancia, la creación de valor que acompaña a esta lógica económica no sería posible.

Últimamente se habla mucho de la economía de la atención, la noción de que nuestro tiempo y nuestra atención se han convertido en recursos preciosos que alimentan a las grandes empresas tecnológicas. ¿Cómo se relaciona este concepto con el capitalismo de vigilancia?

Tiene que ver con la cadena de suministro. El capitalismo de vigilancia ha construido desde los primeros días del comienzo del siglo XXI las principales interfaces de esta cadena: buscar y navegar en la red, transacciones comerciales online, etc. Ahora están en todas partes. Son cada producto que llamamos "smart", cada servicio personalizado, nuestros teléfonos y las aplicaciones que hay en ellos, todo tipo de dispositivos, el internet de las cosas: tu televisor, tu lavavajillas, tu refrigerador, tu aspiradora. Están en el automóvil, en las cámaras y los sensores integrados en tu hogar. Cuanto más tiempo permanezcas enganchado a cualquier interfaz, más de tu experiencia se puede capturar y traducir a datos de comportamiento. Es un factor crítico de éxito. Dio a luz al botón Me gusta, a los emojis, a la búsqueda con autocompletado y todo lo que lo hace sin fricción, fácil, conveniente. Ahí es donde creo que la pieza de la atención encaja: si no puedes mantener a la gente enganchada, sencillamente no obtienes el mismo suministro. Y el suministro es importante porque la inteligencia artificial que se nutre de datos. Cuantos más datos, mejores serán sus predicciones. Y cuanta más variedad de datos, mejor. Por eso es esencial.

En su libro habla de cómo esta lógica de extracción de datos se está trasladando a otros ámbitos del mundo real: la salud, los seguros de coche, las ciudades. ¿Está por todas partes?

El capitalismo de vigilancia se inventó en Google, se extendió a Facebook y se convirtió en la lógica predeterminada en el sector tecnológico. Pero ya hemos superado esa etapa. Se ha convertido en el tipo de enfoque económico de vanguardia en todos los sectores de la economía. Si estás en el espacio de la salud, es tratando de averiguar cómo ganar dinero con los datos que puedes obtener de los pacientes; en el espacio educativo, con los datos que puedes extraer de los estudiantes; en el espacio de seguros, usando datos para hacer predicciones que te permitirán ajustar tu evaluación de riesgo de una forma completamente nueva. La gente persigue lo que yo llamo el dividendo de vigilancia: la idea de que el único lugar donde obtener margen es recolectando datos y prediciendo el comportamiento para vender esas predicciones de forma que marquen una diferencia en nuestro negocio y en los negocios de nuestros clientes comerciales.

¿Podría hablar un poco más sobre los peligros que el capitalismo de vigilancia puede tener para la autonomía humana?

Los sistemas intervienen y afinan subliminalmente el comportamiento de rebaño en direcciones alineadas con resultados comerciales que tratan de garantizar. Con Pokemon Go, por ejemplo, aprendieron a usar recompensas y castigos para llevar a gente a establecimientos que los estaban pagando por obtener una visita garantizada a ciertos bares y restaurantes. Yo llamo a esto "economías de acción". Cuando ves, por ejemplo, las ambiciones de Google para una ciudad inteligente, ves claramente que el objetivo es desarrollar sistemas que guíen, restrinjan, recompensen, castiguen y modifiquen el comportamiento humano a escala, tanto de individuos como de una población. Esto para mí, nos mueve de una discusión sobre una lógica económica a una nueva forma de poder. Es algo muy preocupante. En el siglo XX, nos preocupaba el poder totalitario, que operaba a través de la violencia, la amenaza constante de asesinato y los regímenes de terror. Pero este nuevo poder no opera a través de la violencia. Funciona de forma remota a través de vigilancia, y consigue lo que quiere de una forma que está oculta para nuestra conciencia. En lugar de venir en medio de la noche para llevarnos al gulag, aparece con un capuccino y un emoji sonriente.

 

Cambridge Analytica mostró lo que podía pasar cuando aplicamos este sistema y su lógica al ámbito político: utilizaron lo que parecía un inofensivo test de personalidad para dirigir mensajes electorales específicos a los usuarios en función de sus respuestas.

Cuando ves cómo Chris Wiley [el analista de datos que filtró a la prensa el escándalo de Cambridge Analytica] describe lo que estaban haciendo, dijo: "Conocemos tus demonios internos". Y luego podemos usar señales y disparadores subliminales para activar esos demonios y lograr que te identifiques con personas, materiales, puntos de vista y actitudes con los que normalmente no te hubieras identificado. Yo describí Cambridge Analytica como un parásito en el organismo anfitrión del capitalismo de vigilancia. Lo que hizo esa pequeña consultoría política fue simplemente adaptar todos los mecanismos y métodos del capitalismo de vigilancia, particularmente su capacidad de afinar y escuchar el comportamiento, modificarlo a escala y simplemente pivotar de resultados comerciales a resultados políticos.

Aunque en realidad no tenemos forma alguna de probar que fueran esos mensajes los que causaron el Brexit o la elección de Trump. ¿Cómo sabemos que es efectivo, que verdaderamente funciona?

Los análisis forenses detallados requieren que Facebook abra sus datos históricos. Y hasta ahora, ningún gobierno ha obligado a Facebook a hacerlo. Ojalá se haga. Sabemos hasta qué punto la gente estuvo expuesta a la desinformación. Podemos ver los patrones en el discurso político online que condujo a la votación del Brexit y las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos. Estamos entrando en un nuevo año electoral y ahora hay miles, decenas de miles de Cambridge Analytics, algunos de ellos patrocinados por campañas políticas, algunos operando como terceros. Están ahí afuera usando estos métodos. Debido a la verdadera falta de compromiso por parte de compañías como Facebook y Google para llegar al fondo de esto, aún somos vulnerables.

Quiero asegurarme de que hablamos de soluciones antes de terminar. ¿Es posible recuperar la promesa original de un internet que iba a facilitar la conectividad y la participación democrática en la sociedad?

El capitalismo de vigilancia no es tecnología. Es una historia sobre una lógica económica que esencialmente se apoderó de lo digital. En las dos últimas décadas, hemos sido persuadidos con propaganda muy inteligente de que así es como debe ser lo digital. Y creo que la gente ahora está adoptando cada vez más la idea de: "Espera un momento, no necesitas todos estos datos. ¿Por qué es eso necesario que mi televisor tenga una política de privacidad? ¿Mi colchón, mi cama?". Los asaltos se han vuelto más audaces. Mires en la dirección que mires, hay algo intentando llevarse datos para su uso y beneficio secretos. Con una lógica económica diferente, sería posible disfrutar de productos y servicios digitales sin las externalidades antidemocráticas que acompañan al capitalismo de vigilancia. Tenemos que crear un nuevo espacio para nuevas formas de productos y servicios digitales que sean comerciales, operen en el mercado, pero que también sean propiedad y operados por ciudadanos. Yo elijo en qué medida mi experiencia no se traducirá en datos de comportamiento, cómo serán las ganancias, si esos datos se compartirán, cómo se compartirán, con qué propósito… Las respuesta a esas preguntas deben reposar en la autoridad del ciudadano individual bajo el paraguas de la gobernabilidad democrática. Este ya no puede ser un espacio sin ley, un espacio sin gobierno.

¿De qué depende?

Depende de la ciudadanía llegar a un punto de inflexión donde decimos que esto es intolerable. No voy a contribuir a un mundo donde mis hijos tengan que esconderse en el interior de sus propias vidas, donde todos estamos buscando un equivalente práctico y existencial de la criptografía solo para ir por la vida con cierta apariencia de privacidad. No elegimos a estas personas. No elegimos esta lógica económica. Se nos ha impuesto en secreto por el bien de la prosperidad de otros. No es casualidad que los veinte años de crecimiento del capitalismo de vigilancia sean los mismos veinte años en que la desigualdad de ingresos se ha convertido en un flagelo en la mayoría de las sociedades occidentales.

¿Qué podemos hacer tanto desde el punto de vista individual como en la esfera pública para detener esta deriva?

Adoptamos la ley, traemos la gobernanza democrática para decir: ya no puedes tomar unilateralmente el comercio de la experiencia humana como una fuente gratuita de materia prima para convertirla en datos que benefician a un grupo muy pequeño a expensas de la democracia y de toda la población. La forma de socavar el dividendo de la vigilancia es, en primer lugar, cortando directamente en el suministro, la oferta. Decir: ya no es legal. No es que sea legal ahora, es simplemente que no es ilegal porque no tenemos leyes que prohíban la vigilancia unilateral que se alimenta de la experiencia humana. Los mercados de futuros humanos tienen consecuencias predeciblemente destructivas que son incompatibles con nuestras aspiraciones como sociedades democráticas. Deberíamos hacerlos ilegales como lo hemos hecho con los mercados que comercializan con órganos, bebés o esclavos humanos. Los mercados que comercian con futuros humanos son perniciosos y socavan la democracia. Necesitamos que nuestros legisladores se despierten de este sueño de la retórica sobre la tecnología digital.

Todas estas soluciones trascienden el debate de la privacidad, o al menos lo complementan.

Hemos sufrido un engaño en los últimos veinte años y es esa ilusión de que la privacidad es privada, un cálculo personal: yo te doy un poco de información personal si tú me das productos o servicios gratuitos.

Pero la privacidad es pública, es un problema de acción colectiva. Hay un montón de elementos que son interdependientes y que realmente no se pueden separar: democracia, soberanía individual, autodeterminación, autonomía… esas son las cualidades que hacen posible la privacidad. Son inseparables. Hay quien dice: "No me importa, pues no tengo por qué leer esos anuncios personalizados". Pero caminas por la calle y las compañías tecnológicas han luchado por el derecho a tomar tu rostro en donde sea que aparezcas. Pueden tomar tu rostro en una foto mientras caminas por las calles de tu barrio, por el parque. ¿Por qué? Porque siempre hay pequeños músculos que se analizan e informan sobre tu estado emocional y tu estado emocional es un dato altamente predictivos. Por lo tanto, las caras son codiciadas.

Me recuerda al experimento en que Facebook identificaba el momento de la semana en que los adolescentes australianos se sentían más inseguros y, por lo tanto, eran más vulnerables y propensos a comprar algo que los hiciera sentir mejor.

Luego tienes a un contratista de Google ofreciendo cinco dólares a los sintecho de Atlanta para tomar su cara, no informándolos de que en realidad estás tomando sus caras para reconocimiento facial. Creas una subclase: el que se ve obligado a vender sus datos igual que quien vende órganos. Estos son ejemplos de cómo la privacidad es pública. Y eso es lo que llamo "poder instrumental". Es un tipo de poder completamente nuevo que nunca ha existido antes. Puede ejercer tanto control mientras se evita nuestro derecho a combatirlo. Pero porque no opera a través de la violencia, hemos estado prestando mucha menos atención y eso es lo que tiene que cambiar. Estamos entrando en la tercera década del siglo XXI, el siglo digital. Se suponía que este era el momento más democrático de todos para la democratización del conocimiento a través de lo digital. En cambio, estamos volviendo a una especie de patrón feudal de asimetrías extremas de conocimiento y poder que crean un nuevo eje de desigualdad social. Y esta desigualdad social es lo que yo llamo desigualdad epistémica, desigualdad del derecho a saber. Se ejemplifica en este abismo creciente entre lo que sabemos y lo que se puede saber de nosotros.

*Esta entrevista ha sido editada y abreviada para mayor claridad.

Shoshana Suboff: "La forma de socavar el dividendo que genera la vigilancia tecnológica es haciéndola ilegal"


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Genial entrevista, gracias por traerla Hispano.

Es increíble como hemos entregado a todas las grandes empresas tecnológicas nuestros datos sin rechistar, gratis cuando su valor es altísimo y en algunos casos sencillamente no tiene precio. Todo esto ha sido posible gracias a la aquiescencia de todos los gobiernos, que son los principales interesados en tener datos privados de sus ciudadanos. Hoy prácticamente es imposible escaparse de su control y monitorización, y la crisis del covid va a acelerar este proceso aún más.

Me dan escalofríos con solo pensar lo que pueden hacer con nuestros datos. Pueden elaborarse listas de ciudadanos "buenos" y "malos" a partir de esos datos como se pretende hacer el partido comunista chino. Tristemente esto cada día se parece más a 1984.

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tienes razón, hoc, es algo escalofirante sobre lo que no solemos reflexionar porque HASTA AHORA la mayoría de gente no se ha visto directa y conscientemente en el trance de un mal uso de esos datos.

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Gracias por los comentarios. Me alegro de que os haya gustado la entrevista y consideréis de interés el asunto tratado. Tenía el temor de que se viese como un "lamento ludita".

Estoy también muy de acuerdo con lo que comentáis. @hocsignovinces, nada más introduciría un pequeño matiz en esto que dices:

Cita

Todo esto ha sido posible gracias a la aquiescencia de todos los gobiernos, que son los principales interesados en tener datos privados de sus ciudadanos

Bueno, en realidad no son los gobiernos (por lo menos no el Gobierno español) los que hacen acopio de esos datos y generalmente dichos datos no les resultan accesibles. De hecho, estas grandes empresas, como Google y Facebook, se niegan a dar datos a los gobiernos incluso en casos judiciales muy graves de asesinatos, violaciones o terrorismo. Por principio se niegan a toda petición y dilatan el proceso todo lo que pueden, salvo si se trata del Gobierno de EEUU o de un Gobierno potente, como el ruso, al que no le temblaría la mano en cerrar el acceso a esas plataformas si no colaboran en la resolución de crímenes.

Los gobiernos, por su parte, también recogen datos y saben de nosotros más cosas de las que sabían hace veinte años, sobre todo en relación con movimientos bancarios, pero en Europa y en España los gobiernos no saben casi nada de nosotros en comparación con lo que saben estás macrocorporaciones radicadas en Estados Unidos (lo que vale tanto como decir que lo sabe también el Gobierno de EEUU).

Ahora mismo creo que el gran peligro viene de estas megaempresas estadounidenses más que de los gobiernos europeos. Pero es una idea mía que no tiene por qué compartir todo el mundo. Y, por otra parte, hay que tener en cuenta que las empresas que recogen esos datos en algún momento podrían pasárselos a los gobiernos. Una vez que se recoge el dato, no se elimina; como mucho, se vende al mejor postor.

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Sin duda debería estar muy limitada o penada esa recogida de datos de parte de las empresas, aunque ello suponga pagar por servicios que ahora son "gratis" (realmente no, el precio son esos datos). 

No veo que sea neoludita, no está criticando Internet en sí misma, en sí misma es algo muy bueno que permite poner en contacto a mentes de todo el planeta, pero como todo se puede hacer un mal uso de la misma.

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Magnífico artículo que merece estar en portada. Brillante y revelador acerca de ciertos aspectos del mundo en el que nos adentramos.

En 18/8/2020 a las 3:27, Hispanorromano dijo:

Gracias por los comentarios. Me alegro de que os haya gustado la entrevista y consideréis de interés el asunto tratado. Tenía el temor de que se viese como un "lamento ludita".

Estoy también muy de acuerdo con lo que comentáis. @hocsignovinces, nada más introduciría un pequeño matiz en esto que dices:

Bueno, en realidad no son los gobiernos (por lo menos no el Gobierno español) los que hacen acopio de esos datos y generalmente dichos datos no les resultan accesibles. De hecho, estas grandes empresas, como Google y Facebook, se niegan a dar datos a los gobiernos incluso en casos judiciales muy graves de asesinatos, violaciones o terrorismo. Por principio se niegan a toda petición y dilatan el proceso todo lo que pueden, salvo si se trata del Gobierno de EEUU o de un Gobierno potente, como el ruso, al que no le temblaría la mano en cerrar el acceso a esas plataformas si no colaboran en la resolución de crímenes.

Los gobiernos, por su parte, también recogen datos y saben de nosotros más cosas de las que sabían hace veinte años, sobre todo en relación con movimientos bancarios, pero en Europa y en España los gobiernos no saben casi nada de nosotros en comparación con lo que saben estás macrocorporaciones radicadas en Estados Unidos (lo que vale tanto como decir que lo sabe también el Gobierno de EEUU).

Ahora mismo creo que el gran peligro viene de estas megaempresas estadounidenses más que de los gobiernos europeos. Pero es una idea mía que no tiene por qué compartir todo el mundo. Y, por otra parte, hay que tener en cuenta que las empresas que recogen esos datos en algún momento podrían pasárselos a los gobiernos. Una vez que se recoge el dato, no se elimina; como mucho, se vende al mejor postor.

Tienes razón al matizar que mayormente son esas empresas privadas las que recaban los datos, y que por tanto son las que han creado este nuevo modelo económico y las mayor beneficio pueden obtener de esa dinámica, aunque quizás se podría matizar el matiz, si me lo permites, ya que esas empresas no podrían haber extendido sus redes de recogida de datos, y por tanto haber generado esa nueva economía, si no fuera porque los sucesivos gobiernos les han permitido hacerlo, cuando no invitado a introducirse en nuestras vidas.

Igual que existe el pecado de acción, existe también el de omisión, que puede ser incluso más grave que el otro, y eso es lo que pienso que pasa en este tema con respecto a gobiernos y corporaciones. 

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Otra reseña del mismo libro, pero también comenta otros libros como Datanomics, publicado por una española, que aporta muchas claves interesantes sobre este tema. Muy importante lo que dice sobre la gamificación (de gamification en inglés, que yo preferiría traducir como ludificación) y sobre el trabajo gratis que extraen de nosotros todas estas plataformas.

Cita

Capitalismo de vigilancia, el nuevo mundo feliz en el que el producto eres tú (y prefieres no saberlo)

elEconomista.es
13-17 minutos

En el mundo feliz que dejó plasmado el escritor británico Aldous Huxley en su novela homónima de 1932, las personas viven drogadas y felices, manipuladas por un plan superior en el que la ciencia más puntera sólo sirve a una estructura de dominación. Ahora no tomamos 'soma' -la droga que consumen los personajes de Huxley-, pero tenemos un abanico infinito de aplicaciones y servicios gratis diseñados específicamente para convertirnos en felices adictos y en los auténticos recursos que surten la acumulación de riqueza en el nuevo capitalismo que ordena el mundo. Bienvenidos al capitalismo de vigilancia, el lugar en el que nunca nos hemos sentido tan libres pese a ser observados sin descanso.

Tu smartTV te observa. Pero también tu teléfono, tu coche, tu robot de limpieza, tu asistente de Google y hasta esa pulserita que monitoriza el número de pasos que das. Una pista: todos los productos que llevan la palabra smart o incluyen la coletilla de 'personalizado' ejercen de fieles soldados al servicio del capitalismo de vigilancia. Así lo resume Shoshana Zuboff, profesora emérita de la Harvard Business School y creadora del concepto llamado a sepultar el capitalismo que hemos conocido hasta ahora.

Su origen se remonta a hace dos décadas con la burbuja de las 'puntocom', y aún no somos conscientes de que la era económica ha cambiado. Establezcamos primero el nuevo mapa para saber orientarnos en esta realidad económica.

Capitalismo industrial vs. capitalismo de vigilancia

En el capitalismo industrial, los propietarios de los medios de producción son los emprendedores que, a través de una inversión, compran las materias primas y la estructura necesaria para la producción de bienes y servicios, y contratan mano de obra con este fin. El objetivo último es colocar estos productos en el mercado, donde los clientes coinciden con los trabajadores. El medio sobre el que reposa todo el sistema del capitalismo de vigilancia, sin embargo, es la infraestructura digital. Las redes de internet, las tecnologías informáticas y las propias vidas humanas son los medios de producción imprescindibles para proveer datos personales, la auténtica materia prima del sistema.

El ser humano es un terminal de corrientes de datos. Con este saber se puede influir, controlar y dominar totalmente a las personas

La mano de obra ya no está configurada por empleados que reciben un salario a cambio de su trabajo, sino por usuarios de aplicaciones y servicios gratuitos, satisfechos de adquirirlos a cambio de ceder sin consentimiento a múltiples empresas un registro de sus experiencias vitales.

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En el nuevo capitalismo, los datos personales se acumulan para producir el bien que se pondrá a la venta en el mercado: predicciones sobre nosotros mismos. Los propietarios de los medios de producción, ya lo habrán adivinado, no son otros que los que ejercen el monopolio del negocio digital: Google, Facebook, Apple y Amazon. A su modelo, sin embargo, se han sumado todo tipo de compañías del entorno tradicional. "El capitalismo industrial, con todas sus crueldades, era un capitalismo para las personas. En el de vigilancia, por el contrario, las personas apenas somos ya clientes y empleados, somos por encima de todo fuentes de información. No es un capitalismo para nosotros, sino por encima de nosotros", sentencia Shoshana Zuboff en una entrevista en la BBC.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, profesor en la Universidad de las Artes de Berlín y autor de una decena de libros, profundiza en esta idea: "El ser humano es un terminal de corrientes de datos, el resultado de una operación algorítmica. Con este saber se puede influir, controlar y dominar totalmente a las personas".

Cómo descubrió Google la bola de cristal

Volvemos a la crisis de las 'puntocom'. A finales del siglo pasado, Google, una compañía entonces alérgica a la publicidad, tuvo que replantearse su modelo de negocio y cómo lograr rentabilidad. Sheryl Sandberg, directiva al frente de la publicidad on line de la firma, llegó a la conclusión de que la combinación de la información derivada de su algoritmo y los datos computacionales recogidos de sus usuarios podían ofrecer un análisis muy interesante para que los anunciantes no erraran su objetivo. Con una predicción de quién necesitaba o deseaba qué, el anunciante sabía a quién dirigirse y qué venderle.

Los servicios que ofrece el capitalismo de vigilancia consisten en predicciones basadas en datos sobre nuestros comportamientos, y estas predicciones se venden a otras empresas

"Google había encontrado una fórmula para predecir comportamientos humanos", resume Zuboff, quien establece en este punto un "giro oscuro e inesperado" en el capitalismo de vigilancia, "pues reclama experiencias humanas privadas para convertirlas en datos de comportamiento e integrarlas en el mercado".

google-oficina-claro.jpg  

Entre 2001 y 2004, los ingresos del motor de búsqueda crecieron casi un 3.600%. En marzo de 2008 Sandberg fue fichada por Mark Zuckerberg para Facebook, donde implantaría el mismo modelo de éxito.

A partir de aquí, esta estructura de negocio se extendió a todos los ámbitos económicos, donde los datos suponen ahora la verdadera fuente de riqueza. "Los servicios que ofrece el capitalismo de vigilancia consisten en predicciones basadas en datos sobre nuestros comportamientos, y estas predicciones se venden a otras empresas como anunciantes, aseguradoras, grandes almacenes o proveedores sanitarios", desgrana la economista norteamericana.

La mentira del consentimiento y la adicción

Para la creación de estos datos en cantidades masivas para extraer predicciones como de una bola de cristal, los humanos resultan agentes imprescindibles. La singularidad es que, en este nuevo capitalismo, nadie les cuenta que suponen la mano de obra gratis. Tampoco lo importantes que son sus comportamientos, sus hábitos, sus deseos, sus miedos, sus sueños, sus proyectos, sus dudas. Todos estos detalles, esta intimidad, es extraída desde la infraestructura digital para ser vendida. Y ni siquiera hay una remuneración por ello. ¿Cómo hemos llegado a consentir esto?

Las aplicaciones están basadas en un inteligentísimo sistema de adicción y gamificación. Diseñan esto para hacernos adictos

Para Paloma Llaneza, abogada, experta en ciberseguridad y autora de Datanomics, la respuesta se reduce, primero, a que el consentimiento en realidad no existe cuando escribimos nuestros datos personales rápidamente para bajarnos aún más rápido una aplicación gratis o recibir una newsletter semanal. "El consentimiento es una de las grandes mentiras de internet", afirma en una conversación con elEconomista. La experta asegura que el problema empieza cuando nuestros datos son usados para otras finalidades y cedidos a terceras empresas que buscan conocernos mejor y sacar un perfil de cómo somos. Esto es legal, pero el usuario normalmente accede a los términos sin haberlos leído en profundidad. E incluso cuando lo hace, resulta difícil no perderse en la terminología legislativa, técnica y los conceptos. "Sin saberlo, el usuario puede estar dando consentimiento a ser escaneado en redes sociales y, de ahí, se saca el perfil de la persona. Solo con las fotos de Instagram ya se pueden deducir cosas del comportamiento", explica.

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Paloma Llaneza, abogada y experta en seguridad informática. Imagen: elEconomista.es

Si cada vez más empresas nos están utilizando, la siguiente pregunta es ¿por qué lo aceptamos como algo irremediable? ¿Por qué no decir 'basta'? Llaneza -quien, por cierto, no utiliza WhatsApp ni está en Facebook- nos invita a enfocar la atención en otro punto, a adentrarnos en aspectos de la psicología humana. Sólo entonces resulta obvio que tampoco un alcohólico dice 'basta' frente a otro botellín de cerveza. "Las aplicaciones están basadas en un inteligentísimo sistema de adicción y gamificación. Diseñan esto para hacernos adictos, todo es como un juego y tienes que participar para formar parte de la sociedad", resuelve.

Una vez que somos adictos, parece prácticamente imposible decir 'no' a ceder nuestra vida una vez más a cambio de la 'app' del momento. La abogada considera que las personas no son inconscientes, sino adictas, y que viven en un estado de infantilización ante la tecnología. "A mí me preguntan: '¿cómo puedes vivir sin WhatsApp?', y yo les contesto: '¿y tú cómo puedes vivir tan enganchado?", relata.

La gamificación, la técnica por la que cualquier cosa adquiere formato de juego, es capital en el nuevo sistema

El fervor adolescente de querer formar parte de lo último, recibir atención y no perder comba de lo que hace el grupo afecta ahora a todos los grupos de edad. Como los personajes de Huxley, las personas son felices con aplicaciones que les ahorran tareas tan sencillas como apagar la luz. En otros casos, ni siquiera eso. ¿Recuerda esta app que cotejaba una foto de la cara con pinturas clásicas para ver a qué rostro inmortal se parecía más? La finalidad de este juego era crear modelos para el reconocimiento facial y servirlos en bandeja a la inteligencia artificial para que, en el futuro, quizá nos puedan denegar el acceso en un local determinado. De haberlo sabido, probablemente nadie hubiera caído en la trampa. De ahí que la gamificación, la técnica por la que cualquier cosa adquiere formato de juego, sea capital en el nuevo sistema.

"Se nos está engañando por partida doble" -expone en uno de sus artículos Evgeny Morozov, escritor e investigador experto en la implicación social de la tecnología, "en primer lugar, cuando hacemos entrega de nuestros datos a cambio de unos servicios relativamente triviales, y, en segundo, cuando esos datos son después utilizados para personalizar y estructurar nuestro mundo de una manera que no es ni transparente ni deseable".

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El cebo no es un regalo

Además de la gamificación, la otra clave que explica que se ponga en funcionamiento el ciclo de la adicción reside en la gratuidad de estos servicios. Las apps gratuitas son el cebo, no un regalo que le hace una empresa magnánima. A través de ellas, comienza la extracción de datos, la acumulación de comportamientos que serán horneados para poner en bandeja un festín de predicciones listas para ser transformadas en dinero. "Detrás de todo esto está el problema de la gratuidad", incide Paloma Llaneza, para quien el cebo de los servicios gratis emergió como fórmula alternativa de la monetización.

Si no estás acostumbrado a pagar por contenidos, por servicios, por información especializada, al final alguien perderá su trabajo y, antes o después, a ti te va a tocar

La gratuidad no sólo hace más sencillo que las compañías sigan recolectando datos personales, sino que quede abierto el grifo de la precarización laboral. O más bien, de una "autoprecarización" que acabará afectando al mismo ciudadano que ha descargado un servicio gratis. Así lo explica la experta en ciberseguridad: "Si no estás acostumbrado a pagar por contenidos, por servicios, por información especializada, al final alguien en el otro lado de la cadena de valor se resentirá. Alguien perderá su trabajo y, antes o después, a ti te va a tocar".

 

Margrethe Vestager: O regulamos los datos o las grandes compañías dominarán el mundo

 

Las personas, felices con la innovación tecnológica -como en cualquier religión, la crítica no es tolerada-, han abierto las puertas de su casa a que la vigilancia continúe en su refugio más íntimo. El llamado Internet de las Cosas, que ya cuenta con sus primeros escándalos tras convertir a ingenuos juguetes en espías de niños, ha llegado para maravillarnos con sus efectos hipnóticos. "Le digo a Alexa que me apague las luces y las apaga. ¡Es magia!", ejemplifica con sorna Llaneza, aludiendo al 'asistente' de Google.

Los robots de limpieza conocen el perímetro de tu casa, tu coche sabe si metes bien o mal las marchas, tu libro electrónico registra qué prefieres leer, y Alexa... Alexa lo sabe todo

Los aparatos conectados a internet nos ofrecen un panorama oscuro donde la vigilancia queda sellada. En concreto, la autora de Datanomics alerta sobre la evolución de la televisión inteligente -smart TV-. Los últimos modelos están concebidos para que la conexión a la red sea 24 horas los siete días de la semana. "Es como tener un micrófono en tu casa", se queja Llaneza, quien advierte de otra perversión más: las apps que permiten encender la televisión desde el propio móvil. Así, los hábitos que se tienen ante la televisión, el tiempo que pasas viéndola, "si paras en una escena determinada de sexo, de amor o violencia", quedan guardados y se mezclan con los datos extraídos del móvil.

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Los robots de limpieza conocen el perímetro de tu casa, tu coche sabe si metes bien o mal las marchas, tu libro electrónico registra qué prefieres leer, y Alexa... Alexa lo sabe todo. "El hombre y sus datos se ponen al servicio de internet. Pienso que estoy leyendo un ebook, pero en realidad es el ebook el que me lee a mí", critica el filósofo surcoreano Byung-Chul Han.

Vigilados pero 'libres' y felices

"No vivimos en un mundo conectado, vivimos en un mundo vigilado", sentencia la experta en seguridad. El doctor en Filosofía instalado en Alemania se suma a esta idea y compara la nueva observación de los ciudadanos con el sistema del panóptico de la arquitectura carcelaria. "En la cárcel, hay una torre de vigilancia. Los presos no pueden ver nada pero todos son vistos. En la actualidad se establece una vigilancia donde los individuos son vistos pero no tienen sensación de vigilancia, sino de libertad", explica en su obra La expulsión de lo distinto (Herder), que analiza el impacto de la hipercomunicación y la hiperconexión en la sociedad. Para Han, la sensación de libertad que brota en los individuos es engañosa: "Las personas se sienten libres y se desnudan voluntariamenate. La libertad no es restringida, sino explotada". El profesor asiático expone que "la gran diferencia entre internet y la sociedad disciplinaria es que en esta última, la represión se experimenta. Hoy, en cambio, sin que seamos conscientes somos dirigidos y controlados".

¿Han pasado por delante de un gimnasio e inmediatamente han recibido una notificación con una irresistible oferta para apuntarse? ¿Han chateado con un amigo por WhatsApp sobre un viaje a Estocolmo y han empezado a recibir anuncios de alojamiento en Suecia? ¿Han comentado en voz alta que les apetece comer una pizza y su pantalla les bombardea con ofertas de alguna conocida pizzería? Si alguna vez les ha pasado algo de esto, no se maravillen y párense a pensar. No es magia, es el capitalismo de vigilancia alimentándose de sus vidas.

Capitalismo de vigilancia, el nuevo mundo feliz en el que el producto eres tú (y prefieres no saberlo)

 

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    • Por Latino I
      Fuente: https://www.lavozdeasturias.es/noticia/opinion/2022/03/11/iglesia-abusos-tiempos-guerra/00031647024072652295398.htm
      Leo con bastante frecuencia artículos como el que enlazo, ya que me parecen muy representativos del tipo de crítica a la Iglesia que se hace actualmente desde muchos ámbitos de la sociedad. En particular, lo que me parece más representativo en el artículo es el juicio que al autor merece el tema de la culpa en los cristianos, una emoción "negativa", según él. Junto con esta culpa, también tenemos que mencionar el "miedo" como elemento esencial de la fe cristiana, al menos de la fe que el autor atribuye a los dogmas promulgados por las jerarquías eclesiásticas. El autor parece dar por sentado que , en primer lugar, el sentimiento de culpa es esencialmente negativo para los humanos y, segundo, que este "sentimiento" se traduce en una "emoción negativa" que experimentamos los cristianos. Me pregunto si estas dos opiniones no serán más que prejuicios, ya que ni la culpa tiene por qué ser algo negativo (como se suele sostener hoy de forma, a mi juicio, acrítica), ni tampoco los cristianos que creemos en la gracia vivimos atemorizados y esclavizados por dichas culpas. 
      Creo que el artículo es lo suficientemente representativo de muchas críticas a las que hoy se ve sometida la Iglesia, por lo que me parece que puede ser un buen punto de partida para comentar este tipo de prejuicios que abundan hoy en nuestras sociedades occidentales, como el tema de la culpa y el miedo que acabo de mencionar. ¿Qué pensáis vosotros de lo expuesto en el artículo? Subrayo algunas partes que pueden ser jugosas para comentar:
       
       
      Fuente original: https://www.lavozdeasturias.es/noticia/opinion/2022/03/11/iglesia-abusos-tiempos-guerra/00031647024072652295398.htm
    • Por Gmartos
      Abro este hilo para conocer las medidas que tomaban los gobiernos católicos a la hora de tratar con estas realidades sociales. Y también saber cuáles deberíamos tomar en caso de lograr un gobierno tradicionalista, o al menos un gobierno católico o de inspiración católica. Tengo entendido que en el franquismo la prostitución no era legal, pero sí se toleraba, dada la imposibilidad práctica de combatirla, desconozco las medidas tomadas por gobiernos previos.  @Hispanorromano  
    • Por Español
      Básicamente, la inflación económica es el fenómeno que describe el aumento desordenado de precios, de los bienes y servicios que se comercian en los mercados, por un periodo de tiempo prolongado. Cuando esto ocurre, el presupuesto de las familias y empresas deja de cubrir las mismas necesidades que antes, especialmente entre quienes disponen de menor capacidad económica.
      Aunque existen diferentes causas que pueden ocasionar inflación, las más comunes son dos. Por un lado, el exceso de demanda de bienes y servicios, por lo general motivado a su vez por un exceso de dinero circulante, que hace que la gente gaste más de lo necesario. Y, por otro lado, la escasez de determinadas materias primas necesarias para la producción o distribución. En cualquiera de los casos, esto ocasiona una falta de capacidad productiva o distributiva suficiente para cubrir la demanda, cosa que lleva a un aumento de los precios. Cuantas más personas requieran de un producto, más aumenta su valor, y cuanto más difícil sea de producir o distribuir, igualmente más aumenta su valor, lo que significa que el valor que tiene el dinero del que se dispone, disminuye conforme aumenta la inflación.
      La forma en cómo los estados controlan estos acontecimientos, suele ser a través de los índices nacionales de precios y los bancos centrales, midiendo, por una parte, el precio y la demanda de los bienes y servicios, y regulando por otra la cantidad de dinero del que dispone la sociedad, a fin de encontrar el equilibrio. Cuando el estado detecta un fenómeno inflacionario, generalmente opta por emprender una política monetaria restrictiva, que suele darse en forma de subida de los tipos de interés, aumento de los coeficientes de caja de los bancos, y venta de deuda pública, de manera que con todo ello se reduzca la cantidad de dinero circulante y de esta forma se frene el consumo y disminuyan los precios.
      Hasta aquí estamos hablando de los conceptos más o menos básicos del funcionamiento de las economías actuales, pero ¿qué ocurre cuando en lugar de hablar de dinero, hablamos de personas? ¿Qué ocurre cuando la propia persona humana es tomada como dinero con el que comerciar?
      En el nuevo paradigma social en el que vivimos, en este siglo XXI, dominado por la omnipresencia de las comunicaciones digitales y las redes sociales, las personas nos hemos convertido poco a poco en mercancía para las corporaciones detrás de dichas redes, como también para los usuarios de las propias redes. Cada cuenta de usuario es un valor, y a su vez, una mercancía.
      Hoy pueden encontrarse miles de páginas web donde se venden seguidores, likes, etc, con objeto de alimentar las cuentas de usuario de las empresas y particulares que se promocionan en redes. Si uno tiene, por ejemplo, una pequeña empresa de viajes, por unos pocos euros puede comprarse mil, dos mil o diez mil seguidores orgánicos en Twitter, Instagram o Facebook, por citar las más conocidas, que le asegurarán miles de likes o comentarios, lo que a su vez atraerá la atención de una mayor cantidad de público, potencialmente interesado este sí, en adquirir los viajes que ofrezca dicha empresa.
      Otro ejemplo frecuente es el de los comunicadores sociales. Para una institución pública, un agente social, un político, un periodista o un medio informativo, cuanto mayor sea el número de seguidores que tenga, mayor es la importancia y alcance de sus comunicaciones, y por tanto, más repercusión social alcanza. De ahí que incluso en estos casos, sea frecuente el uso de bots o cuentas falsas, programadas para interactuar con las publicaciones del emisor, pues a mayor número de seguidores, mayor es también el interés que despierta el comunicador y el efecto marea que genera en la sociedad.
      En el ámbito de las redes sociales en sí mismas, ocurre algo similar. Cuanto mayor sea el número de usuarios e interacciones que se producen en una red, mayor es la cantidad de información que puede extraerse de dicha actividad, por parte de los gestores y propietarios de la red, que luego es utilizada para realizar estudios sociales, de mercado, etc. Una información que luego es vendida a empresas e instituciones interesadas en disponer de esa información, o es usada por la propia red para implementar estrategias de mercado y en definitiva lograr un mayor dominio sobre la voluntad de sus usuarios. De igual manera, cuanto mayor es la presencia y actividad de una red en una determinada región geográfica, mayor es también el valor en bolsa de la empresa titular de la red.
      En definitiva, no resulta difícil entender que siendo así las cosas, las personas nos hayamos convertido, en el nuevo mundo digital, en vulgar moneda y mercancía con la que comerciar. "He comprado diez mil seguidores" ó "esta red vale mil millones de seguidores frente a la otra que solo vale quinientos". Y aquí es donde el tema enlaza con lo que comentábamos antes acerca de la inflación, pues si a mayor cantidad de dinero en los mercados, mayor es el riesgo de inflación, igualmente, a mayor cantidad de personas en las redes, menor será el valor de su dignidad y relaciones.  
      Hace décadas, para un pequeño comerciante de provincias, disponer de una pequeña cartera de clientes podía asegurarle mantener su actividad, empresa y puestos de trabajo. Una hoja parroquial podía mantenerse con unas pocas decenas de suscriptores; un diario local, sobrevivir con unos pocos cientos o miles de lectores, y una publicación oficial, no necesitaba apenas publicidad, pues sus usuarios estaban restringidos a los pocos profesionales o funcionarios locales interesados en su contenido. Hoy, todo eso no vale casi nada. Frente a la marea global de las comunicaciones y el comercio, todas esas actividades han pasado a ser despreciables, casi por la mayoría de sus antiguos usuarios. Muchas de esas empresas han tenido que cerrar y despedir a sus trabajadores, o en el mejor de los casos hipotecarse o vender su labor e identidad a grandes franquicias, con la consecuente pérdida de empleo, emprendimiento y riqueza humana que eso supone. Y lo que se mantiene, lo hace mayormente gracias a ayudas y subvenciones, que a la postre castigan al contribuyente y obligan al interesado a sumarse a los dictados del fenómeno globalizador. Por otra parte, el valor de los bienes y servicios que estos profesionales y empresas producían y ofrecían, ha disminuido considerablemente, disminuyendo así su propio valor profesional.  
      En mi caso por ejemplo, en los años noventa, en casa podíamos pasar el mes holgadamente con lo que recibía de realizar un reportaje gráfico para alguna publicación. Actualmente, hay veces que tienes que regalar las imágenes, solo para evitar que prescindan de ti en el futuro, pues no falta material gratuito y abundante en las redes, aunque sea de peor calidad. Y cuando lo pagan, no tienes ni para pasar la semana,  a pesar de que la calidad y el esfuerzo se hayan multiplicado exponencialmente con respecto al de aquellos años, por la aparición de las nuevas tecnologías.
      Pero esa devaluación ocurre de manera similar en el ámbito de las redes. Cuando Internet comenzó a ser popular, una pequeña web o foro con algunos cientos de seguidores, tenía un valor determinado capaz de trasladar a la sociedad una serie de inquietudes, valores o ideas, y aunque en algunos casos fuesen cuestionables, también eran rebatibles. Se competía en calidad más que en cantidad. Sin embargo, hoy todo eso resulta despreciable frente a la mil millonaria multitud que abunda en las grandes redes sociales y se mueve por ellas como cardúmenes. Un pequeño foro como este, por ejemplo, hoy apenas tiene repercusión ni importancia social y si la tuviera, en términos cuantitativos resulta despreciable, resultando de esta manera despreciable también, el trabajo o el empeño en el quehacer que sus promotores hayan puesto para llevarlo adelante, por más nobles que sean los fines.
      Lo que cuenta ahora, en definitiva, es la cantidad, pero como esta es inflacionaria, a medida que pasa el tiempo y las redes se hacen cada vez más grandes e influyentes, el valor de las personas en las redes, y de las pequeñas cosas valiosas que hace la gente, dentro o fuera de las redes, disminuye o se hace más y más efímero e insignificante.
      Esta dinámica tiene a su vez su repercusión en la vida real, pues no obstante, la realidad virtual no deja de ser un espejo donde nos miramos o reflejamos lo que llevamos en nuestro interior. Esto puede observarse muy bien en la política, por ejemplo, donde cada vez parece importar menos el desprecio por la dignidad de las personas y la mentira generalizada de la que hacen gala los políticos. ¿Para qué ser honesto si a fin de cuentas todo es efímero y desechable? ¿Para qué mirar por el bien común si revaluar lo mío va primero?
      Pero, qué decir de las empresas, ahí tenemos a muchas especulando con el valor de las cosas, sin importarles siquiera si las gentes van a poder acceder a ellas, aunque sean esenciales. O qué mencionar igualmente del trato que reciben muchos trabajadores, donde a pesar de las innumerables leyes laborales existentes, su valor como personas está cada vez más devaluado, asemejándose así a piezas o máquinas sustituibles. Por no hablar del que reciben los consumidores, sobre los que se opera como el pescador de altura opera con las redes de arrastre en el fondo del océano, sin importar mucho su condición y situación humana, pues lo importante es arrastrarlos a la cubierta del beneficio inversor.
      La globalización tiene estas cosas, que no solo afecta a la economía y las relaciones entre naciones, sino que también diluye en ese inmenso mercado el propio valor de las personas. Ante todo esto, el liberalismo propone esa suerte de individualismo, donde el que más tiene es el que más vale y, por tanto, la persona nunca deja de ser un valor de cambio subordinado al mercado, pero el socialismo intenta resolver el problema sancionando leyes e imponiendo obligaciones, que acaban devaluando aún más a las personas como individuos.
      Por eso, la pregunta que finalmente me hago es la siguiente: Al igual que ocurre en economía, además de elevar la calidad de nuestros actos ¿no sería también una solución eficiente, el empezar a tomar políticas restrictivas, en lo que respecta a nuestras relaciones políticas, sociales y por supuesto virtuales, de manera que comenzase a revaluarse y apreciarse nuestro valor como personas? ¿Qué otra solución le veis a este fenómeno?
    • Por Español
      Abro este hilo dedicado a un canal de YouTube, que quisiera compartir con todos pues me parece que recoge una de las mejores colecciones documentales en abierto, sobre cultura y tradiciones olvidadas o casi desaparecidas en España.
      El canal lo dirige el conocido fotógrafo y realizador documental Eugenio Monesma Moliner, el cual le ha dado su nombre. Don Eugenio es director de la productora Pyrene PV, en el Alto Aragón, y es miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis, en Zaragoza. Durante más de cuarenta años, ha realizado diversos trabajos y producciones para la televisión, y en su canal de YouTube lleva recopilando desde hace poco menos de un año, muchos de sus documentales, que son una delicia y un verdadero tesoro nacional a mi juicio. Actualmente posee la que quizás sea una de las mejores colecciones documentales de España sobre cultura tradicional: costumbres, oficios, tradiciones, fiestas, gastronomía...
      Si os gusta el tema, os sugiero y recomiendo encarecidamente que le deis un vistazo a su canal, pues en él se encuentran auténticas perlas de nuestra cultura popular, que posiblemente en muchos caso ya, reflejen el último vestigio vivo de la vieja y tradicional España.
      Como comentario último, destacar lo mucho que me ha llamado la atención, los innumerables comentarios de agradecimiento procedentes de América, que reciben sus videos, de personas que ven reflejados en estos videos el origen a su vez de muchas de sus costumbres en aquel continente. La raíz de sus ancestros. Sin pretenderlo, puede que este hombre con su trabajo, esté haciendo más por unir puentes entre la península y el continente, que muchos de los supuestos nuevos hispanistas que suelen utilizar otras vías más políticas, divisivas y agresivas.
      Dejo como presentación un ejemplo de lo que se puede encontrar en su canal, junto al enlace al mismo.
      Canal: Eugenio Monesma
       
    • Por Español
      Supongo que a estas alturas todos conocéis ya lo que está ocurriendo en la isla de La palma, con el estallido de un nuevo volcán que está arrasando la parte oeste de la isla.
      Personalmente y por motivos que no vienen al caso, llevo siguiendo de cerca este evento desde hace varios días, cuando comenzaron a producirse los primeros terremotos que acabaron dando paso al volcán. Y hay una constante que he venido observando desde el comienzo, que me gustaría comentar con vosotros, para ver si es una mala apreciación mía o realmente está ocurriendo lo que percibo.
      Se trata de la percepción de una gran indiferencia hacia el aspecto humano de esta tragedia, que comenzó entre la comunidad científica, al comienzo alegremente emocionada por la posibilidad de ser testigos de una erupción, y que ahora se ha trasladado al conjunto de la sociedad, que viene siguiendo las noticias, retransmisiones e imágenes en directo de la erupción con gran jolgorio, como si la pérdida de tantos bienes y el sufrimiento de centenares de familias, no tuviera la menor importancia. La emoción del espectáculo y la asepsia científica, parece que priman sobre todo.
      !ALUCINANTE! ¡ESPECTACULAR! ¡MARAVILLOSO...! Son algunos de los calificativos que más abundan por las redes. Incluso alguna ministra se ha llegado a pronunciar de manera semejante. Comparativamente, pocos comentarios en cambio se ven, apiadándose por la gente que está sufriendo la tragedia. En los chats de los canales de Youtube que están retransmitiendo en directo la erupción, mediante la señal que ofrece la televisión canaria, parece que se reúna cualquier cosa menos un grupo de personas siendo testigos de una tragedia.
      De otro lado: !Wow!, ¡genial", "volcan de tipo tal", "erupción de clase cual", "metros por segundo", "bomba de lava", "piroclastos..." La comunidad científica se me antoja en muchos momentos, más un grupo de elefantes que acaba de descubrir un abrevadero, que una comunidad de hombres sabios ocupada en prevenir tragedias y salvar vidas.
      Cierto es que las imágenes y el evento en sí pueden resultar espectaculares e interesantes dada su dimensión natural, pero pienso que es mucho más importante cuidar la dimensión humana, ya que si esta llegase algún día a perderse, lo del volcán iba a ser un juego de niños comparado con la tragedia que nosotros mismos podríamos causar.
      Y luego está la soberbia de quién cree tener dominio sobre todo. En la reunión técnica que mantuvieron las autoridades y científicos el sábado por la tarde con los vecinos de la zona, se les decía que no se preocupasen, pues tendrían tiempo suficiente para evacuar, ya que ellos "lo tenían todo controlado". El mismo domingo, una hora antes de estallar, les aseguraban que estuvieran tranquilos pues de momento no iba a pasar nada, en un exceso de engreimiento científico que minutos después se derrumbó cuando el volcán estalló. A muy pocos he oído pedir disculpas o reconocer que se equivocaron en sus cálculos. Al contrario, por todas partes oigo decir que gracias a la ciencia no ha habido desgracias personales, cuando hasta ayer noche, bien entrada la madrugada, aún había bomberos, guardias civiles y vecinos poniendo en riesgo sus vidas para evacuar a gente que no había tenido tiempo de ponerse a salvo, y todavía hoy ha habido brigadas poniendo a salvo a los animales domésticos y ganado de las casas afectadas, que poco después han sido engullidas por la lava.
      Toda esa gente sí que ha evitado desgracias y no tanto la comunidad científica, demasiado ocupada en presumir de conocimientos ante las cámaras o imprimir su nombre al pie de algún artículo científico con el que pasar a la posteridad. Pero con todo se equivocaron en sus cálculos, en cuanto al lugar, dimensión y momento de la erupción, y al final acertaron lo mismo que cualquier lugareño sin formación, que la semana anterior ya advertían, sin tener formación científica, que iba a haber una erupción inminente dados los terremotos que sentían y lo que habían aprendido de sus ancestros por otras erupciones del pasado. Demasiada soberbia y relumbrón científico para tan poco resultado práctico. Un poco más de humildad no vendría mal y haría más digna la profesión científica.
      Todo esto por no mencionar los arribistas políticos que lo mismo les vale un volcán que un inmigrante o una violación, para cargar sus anzuelos envenenados y pescar votos. O aún peor, los chalados de turno que no pierden tiempo en utilizar cualquier evento catastrófico para sembrar sus teorías disparatadas, y que por desgracia encuentran todas las puertas abiertas y acaban así sembrando el miedo y la ignorancia entre la gente. Hay miles de americanos que viven en las costas atlánticas, aterrados pensando que este volcán puede producir un mega tsunami que les arrase, por una estúpida teoría que algunos medios se han prestado en reproducir, haciéndose eco de una patraña diseñada por un científico británico financiado por un grupo de aseguradoras y patrocinado por la BBC, que hace algunos años lanzó esa teoría, vaya usted a saber con qué propósito. En esos chats que antes mencionaba de YouTube, hay casi más brasileños que españoles, siguiendo los acontecimientos muy preocupados por la posibilidad de esa supuesta catástrofe.
      No sé, no pretendo con este hilo denunciar a nadie ni hacer tampoco ninguna crítica contra ningún colectivo en concreto. Sé que en todas partes hay gente para todo, y que cada cual hace lo que puede, quiere y sabe, unos bien y otros no tan bien. Además, resulta evidente que la magnitud de esta tragedia supera cualquier medida humana, pero me parece que el tratamiento que se le está dando a esta tragedia, tanto en los medios y redes sociales por parte de una inmensa mayoría, como por la propia comunidad científica (o quizás habría que hablar de sus divulgadores) tiene una excesiva componente cientifista e inhumana, que dice mucho de la sociedad infantil, nihilista, caprichosa, indiferente, descreída y egoísta en la que vivimos. El morbo siempre ha existido y estos sucesos suelen producirlo, pero en este caso pienso que ya no es tanto cosa del morbo, sino de pura indiferencia humana ante la tragedia y sufrimiento del prójimo, cosa que me parece muy preocupante y ha dado pie a compartiros esta reflexión.
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    • https://www.mundorepubliqueto.com/2020/05/01/no-todo-lo-que-brilla-es-oro/

      Una vez más, por aprecio a estos amigos dejo solo el enlace para enviar las visitas a la fuente.

      Solo comento la foto que ponen de un congreso internacional identitari que hubo un México. Ahí se plasma el cáncer que han supuesto y parece que aún sigue suponiendo aquella enfermedad llamada CEDADE. En dicha foto veo al ex-cabecilla de CEDADE, Pedro Varela -uno de esos nazis que se dicen católicos- junto a Salvador Borrego -que si bien no era nazi, de hecho es un mestizo que además se declara hispanista y favorable a la mezcla racial propiciada por la Monarquía Católica,  sí que simpatizó con ellos por una cuestión que quizá un día podamos comentar- uno de los "revisionistas" más importante en lengua española, así como el también mexicano Alberto Villasana, un escritor, analista, publicista, "vaticanista" con gran predicamento entre los católicos mexicanos, abonado totalmente a la errática acusación contra el papa Francisco... posando junto a tipos como David Duke, ex-dirigente del Ku Kux Klan, algo que lo dice todo.

      Si mis rudimentarias habilidades en fisonomía no me fallan, en el grupo hay otro español, supongo que también procedente del mundillo neonazi de CEDADE.

      Imaginemos la corrupción de la idea de Hispanidad que supone semejante injerto, semejante híbrido contra natura.

      Nuestra querido México tiene la más potente dosis de veneno contra la hispanidad, inyectado en sus venas precisamente por ser un país clave en ella. Es el que otrora fuera más próspero,  el más poblado, también fue y en buena parte sigue siendo muy católico, esta en la línea de choque con el mundo anglo y... los enemigos de nuestra Hispanidad no pueden permitir una reconciliación de ese país consigo mismo ni con la misma España, puente clave en la necesaria Reconquista o reconstrucción. Si por un lado está infectado por el identitarismo amerindio -el indigenismo- por el otro la reacción está siendo narcotizada por un identitarismo falsohispanista, falsotradicionalista o como queramos verlo, en el cual CEDADE juega, como vemos, un factor relevante.

      Sin más, dejo ahí otra vez más mi sincera felicitación al autor de ese escrito. Enhorabuena por su clarividencia y fineza, desde luego hace falta tener personalidad para ser capaz de sustraerse a esa falsa polarización con que se está tratando de aniquilar el hispanismo.

       





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    • La libertad sexual conduce al colapso de la cultura en tres generaciones (J. D. Unwin)
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    • Traigo de la hemeroteca un curioso artículo de José Fraga Iribarne publicado en la revista Alférez el 30 de abril de 1947. Temas que aborda: la desastrosa natalidad en Francia; la ya muy tocada natalidad española, especialmente en Cataluña y País Vasco; las causas espirituales de este problema, etc.

      Si rebuscáis en las hemerotecas, hay muchos artículos de parecido tenor, incluso mucho más explícitos y en fechas muy anteriores (finales del s. XIX - principios del s. XX). He traído este porque es breve y no hay que hacer el trabajo de escanear y reconocer los caracteres, que siempre da errores y resulta bastante trabajoso, pues ese trabajo ya lo ha hecho la Fundación Gustavo Bueno.

      Señalo algunos hechos que llaman la atención:

      1) En 1947 la natalidad de Francia ya estaba por los suelos. Ni Plan Kalergi, ni Mayo del 68, ni conspiraciones varias.

      2) Pero España, en 1947 y en pleno auge del catolicismo de posguerra, tampoco estaba muy bien. En particular, estaban francamente mal regiones ricas como el País Vasco y Cataluña. ¿Será casualidad que estas regiones sean hoy en día las que más inmigración reciben?

      3) El autor denuncia que ya en aquel entonces los españoles estaban entregados a una visión hedonística de la existencia, que habían perdido la vocación de servicio y que se habían olvidado de los fines trascendentes. No es, por tanto, una cosa que venga del Régimen del 78 o de la llegada al poder de Zapatero. Las raíces son mucho más profundas.

      4) Señala que el origen de este problema es ético y religioso: se ha perdido la idea de que el matrimonio tiene por fin criar hijos para el Cielo. Pero también se ha perdido la idea del límite: las personas cada vez tienen más necesidades y, a pesar de que las van cubriendo, nunca están satisfechas con su nivel de vida.

      Este artículo antiguo ilumina muchas cuestiones del presente. Y nos ayuda a encontrarle solución a estos problemas que hoy nos golpean todavía con mayor fuerza. Creo que puede ser de gran provecho rescatar estos artículos.
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    • En torno a la posibilidad de que se estén usando las redes sociales artificialmente para encrespar los ánimos, recojo algunas informaciones que no sé sin son importantes o son pequeñas trastadas.

      Recientemente en Madrid se convocó una contramanifestación que acabó con todos los asistentes filiados por la policía. Militantes o simpatizantes de ADÑ denuncian que la convocó inicialmente una asociación fantasma que no había pedido permiso y cuyo fin último podría ser provocar:

      Cabe preguntarles por qué acudieron a una convocatoria fantasma que no tenía permiso. ¿Os dais cuenta de lo fácil que es crear incidentes con un par de mensajes en las redes sociales?

      Un periodista denuncia que se ha puesto en marcha una campaña titulada "Tsunami Español" que pretende implicar a militares españoles y que tiene toda la pinta de ser un bulo de los separatistas o de alguna entidad interesada en fomentar la discordia:

      El militar rojo que tiene columna en RT es uno de los que difunde la intoxicación:

      Si pincháis en el trending topic veréis que mucha gente de derechas ha caído en el engaño.

      Como decía, desconozco la importancia que puedan tener estas intoxicaciones. Pero sí me parece claro que con las redes sociales sale muy barato intoxicar y hasta promover enfrentamientos físicos con unos cuantos mensajes bien dirigidos. En EEUU ya se puso en práctica lo de citar a dos grupos contrarios en el mismo punto para que se produjesen enfrentamientos, que finalmente ocurrieron.
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    • Una teoría sobre las conspiraciones
      ¿A qué se debe el pensamiento conspiracionista que tiene últimamente tanto auge en internet? Este artículo baraja dos causas: la necesidad de tener el control y el afán de distinguirse de la masa.
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