Puerto Rico como «Hija predilecta de España» (E. Giménez Caballero)
Por
Hispanorromano, en Foro de Puerto Rico
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Por Latino I
Fuentes: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2008/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20080912_parigi-cultura.html
Brague, Rémi (2021): Manicomio de verdades: Remedios medievales para la era moderna. Madrid: Encuentro
En otros hilos hemos tratado el asunto de la geopolítica y los bloques que existen hoy en el mundo, y también cómo deben posicionarse los países hispanos ante esta situación. Relacionado con este tema, hemos hablado de la batalla cultural que se puede llevar a cabo desde el mundo hispánico. Me parece que además de considerar de manera estratégica (geopolítica) las opciones que los países hispanos tienen a la hora de formar un "bloque" independiente de los que hoy dominan el mundo, tenemos que partir del concepto de cultura que está en el centro del catolicismo. Y no creo que haya mejor fuente para revisar dicho concepto que el discurso que Benedicto XVI pronunció en el College des Bernardins en París en el año 2008.
En ese discurso, Ratzinger se refirió al período histórico de derrumbe del Imperio Romano, una época de "confusión en la que nada parecía quedar en pie"; se trataba de un mundo que estaba siendo aniquilado, como el actual. Por aquel entonces, los monjes se retiraban a los monasterios, no con la intención de preservar una cultura o de crear una nueva, sino que lo hacían simplemente para buscar a Dios ("quaerere Deum"). El papa desglosó con maestría y con su característico estilo límpido y bello los elementos que eran inherentes a dicha búsqueda, a saber, el cultivo de la palabra (en la que debemos incluir el canto) y el trabajo. La propia naturaleza de la fe católica, que es a su vez universal, empujaba a los monjes al estudio de la gramática y al trabajo manual.
Uno de los participantes en aquel encuentro del mundo de la cultura con el papa fue el filósofo de la Sorbona Rémi Brague, que en un reciente volumen titulado "Manicomio de verdades: remedios medievales para la vida moderna", editado por Encuentro, hace un análisis extraordinario del concepto de cultura partiendo de esta conferencia a la que había acudido como oyente. Brague se refiere a la cultura como "subproducto", en la línea de lo que Benedicto XVI hacía en la conferencia, es decir, como el resultado final de un proceso ajeno a la propia cultura: en nuestro caso, la búsqueda de Dios por parte de los monjes.
Afirma Brague lo siguiente: "El ejemplo que el papa Benedicto sitúa en el foco de su meditación es, como observé al principio, bastante sorprendente: la vida monástica en la Edad Media. Según el papa Benedicto, la intención de los monjes medievales no era, definitivamente, la de crear cultura, ni siquiera la de preservar una cultura anterior. Ahora bien, lo que sucede es que lograron – y de una forma espléndida – algo que no pretendían obtener. En términos históricos, sus actividades culturales fueron asimismo subproductos."
Retomando la propia naturaleza de la fe católica de los primeros cristianos, y comentando acerca de la nueva relación que se estableció entre los conceptos "fe" y "cultura", escribe Brague que "tanto los judíos como los paganos tenían sistemas de cultura completamente desarrollados, integrados en una sola religión. Pero san Pablo provocó un cambio radical. Separó la cultura de la religión, en contra de la paideia griega y la halaja judía." Esto contrasta claramente con otras culturas de diversos periodos históricos y áreas geográficas, en las que se puede producir una identidad religión-cultura bastante claro. Y esto se demuestra de manera clara cuando nos fijamos en las materializaciones concretas de ciertos "elementos culturales: vemos que existe una moda musulmana, pero no cristiana; lo mismo pasa con la gastronomía, no existe una cocina cristiana. El papa, en su discurso, explicaba esto aludiendo a la universalidad de Dios y de la razón que se encontraban en el centro de las motivaciones de los monjes: para ellos "la fe no pertenecía a las costumbres culturales, diversas según los pueblos, sino al ámbito de la verdad que igualmente tiene en cuenta a todos."
Me parece interesante todo esto que comento por el tema de la batalla cultural que hoy está tan de moda. Si no existe, propiamente hablando, una cultura cristiana, sino que ella es un subproducto de algo más, el punto de partida de dicha batalla no pueden ser leyes o alianzas geoestratégicas, pues sin ese “quaerere Deum” que mencionaba el papa todo lo demás es vano. De ahí lo vació de propuestas culturales que hemos tratado en otros hilos, como pueden ser la escuela de Oviedo o el falso tradicionalismo de partidos políticos como Vox.
Otro elemento esencial, a mi modo de ver, es el hecho de que los monjes de entonces, en su búsqueda de Dios, no preservaron solo la literatura y los escritos cristianos, sino que custodiaron también obras claramente paganas. Esto nos enseña hoy que no podemos rechazar “en bloque” los elementos culturales que han producido los distintos imperios que diariamente criticamos (americanos, chinos, rusos…) En nuestros días, estas “estructuras” o “productos” son la naturaleza sobre la que tiene que actuar la gracia. Escribe Brague algo que tiene que ver con esto cuando dice:
“Cuando el cristianismo entró en la escena del mundo antiguo, el contenido de esa infraestructura era lo que estaba disponible en el mercado de la civilización antigua grecorromana. Pero este mismo marco bien podría llenarse con otros contenidos. Más tarde, las costumbres germánicas y eslavas, las leyendas celtas, la ciencia y los saberes árabe y persa concurrieron con el crisol. Los misioneros jesuitas no se opusieron a dar luz verde a la entrada de las costumbres chinas en el siglo XVII, pero su intento, como es bien sabido, lamentablemente fracasó. Puede que en el futuro veamos este fracaso solo como algo provisional. Nos encontramos aquí con una paradoja: la cultura cristiana no está hecha de elementos cristianos.”
Me llama la atención que Brague afirme el fracaso de la inculturación china como algo provisional: ¿no será utópico pensar que el recipiente de la cultura china actual tenga el potencial de ser el depósito material de la fe cristiana en el tercer milenio?
Sea como sea, he querido llamar la atención sobre este texto de Benedicto XVI porque me parece un escrito de enorme valor, tanto por su erudición como por su belleza. En este sentido, es también sintomático el olvido al que se ha relegado al papa emérito, tanto en su etapa actual como durante su pontificado; solo ha sido objeto de atención con motivo de escándalos ajenos a su figura, una figura constantemente caricaturizada, atacada y menospreciada. Y sin embargo, en su obra nos ha legado auténticos tesoros. Ojalá este discurso se convierta en un punto de referencia para todos aquellos defensores de la Hispanidad que buscan un punto de referencia cuando se trata de clarificar el concepto de “batalla cultural”.
Fuente original: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2008/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20080912_parigi-cultura.html -
Por Latino I
Entre las figuras de peso del tradicionalismo hispánico, el profesor Miguel Ayuso aparece como uno de sus más importantes teóricos en la actualidad. Como llevo poco tiempo en el foro, desconozco si se ha hablado de él en el pasado en alguno de los hilos, pero de todas formas comparto esta entrevista en la que aborda temas de diversa índole y que sirve como una buena introducción a sus posturas. Personalmente, me parece un representante brillante en muchos aspectos, desde su defensa de la auténtica tradición hasta su crítica del liberalismo. La parte con la que quizás no estéis muy de acuerdo es en su análisis del Concilio Vaticano II y del rumbo tomado por la Iglesia desde entonces. Tendría curiosidad por saber qué opinión le merece el actual papa, pero no he encontrado nada al respecto.
Copio algunos de los fragmentos de la entrevista, ya que es bastante extensa, y dejo el enlace a la misma aquí, para los que queráis leerla en su integridad.
Entrevista al completo / Fuente: https://lasoga.org/miguel-ayuso-torres-cuando-uno-ve-la-politica-los-estados-unidos-secundada-la-union-europea-la-impresion-sigue-la-estrategia-del-gobierno-medio-del-caos/
Fuente original: https://lasoga.org/miguel-ayuso-torres-cuando-uno-ve-la-politica-los-estados-unidos-secundada-la-union-europea-la-impresion-sigue-la-estrategia-del-gobierno-medio-del-caos/ -
Por Hispanorromano
Quizá hayáis leído en los últimos días un artículo de El Confidencial con este titular sensacionalista e irrespetuoso:
El último chute de José Antonio: morfina, cognac y los yonkis de la Guerra Civil
El artículo se hace eco de un libro recién publicado sobre el uso de drogas en la Guerra Civil. Aunque el tema es interesante, no es ninguna novedad. Es bien sabido que en las guerras del siglo XX los combatientes hicieron un uso frecuente de fármacos psicotrópicos, ya fuesen relajantes, como la morfina y otros derivados del opio, o estimulantes, como la cafeína y la anfetamina. No creo que eso les reste valor a los combatientes, aunque desde luego es una práctica peligrosa que puede generar una toxicomanía al finalizar el conflicto.
Ahora bien, aquí se trata de otra cosa. Se trata de acusar de «cobarde» a José Antonio por haber recibido una inyección (supuestamente de morfina, aunque en otro lugar se habla de cafeína, que tiene justamente el efecto contrario) para afrontar sus últimas horas de vida. En definitiva, se trata de derribar el «mito» de José Antonio, de ensuciar su recuerdo, de desactivar sus ideas.
Esta acusación de la inyección es un bulo, evidentemente, pues los muy variados testimonios directos que existen sobre la muerte de José Antonio no avalan esa idea. Lo que tampoco quiere decir que debamos mitificar la figura de este político y creerla ajena a los sentimientos y vacilaciones propias de todo hombre. ¿Pero de dónde sale ese bulo? ¿Quizá salió de la propaganda republicana en su día? ¿O se lo habrán inventado el periodista o el autor del libro al calor de la peculiar «memoria histórica» que impulsan el PSOE y Podemos? Aunque titule de forma sensacionalista, el periodista de El Confidencial no se ha sacado de la manga el asunto: el bulo existió en su día, y su creador o propagador fue nada menos que el general Franco. Ramón Serrano Suñer recuerda el hecho, con indignación, en sus memorias:
A Franco, el culto a José Antonio, la aureola de su inteligencia y de su valor, lo mortificaban. Recuerdo que un día, en la mesa, me dijo muy nervioso: «Lo ves, siempre a vueltas con la figura de ‘ese muchacho’ (se refería a José Antonio) como cosa extraordinaria y Fuset* acaba de suministrarme una información del Secretario del Juez o Magistrado que le instruyó el proceso en Alicante, que dice que para llevarle al lugar de ejecución hubo que ponerle una inyección porque no podía ir por su pie». Y lo decía con aire de desquite bien visible. Yo con amargura —pues me dolía profundamente que la persona a la que estaba sirviendo con afecto y lealtad pudiera recoger aquella despreciable referencia— y con energía negué que eso pudiera ser verdad: «es mentira inventada por algún miserable, eso es imposible». Otra persona que estaba en la mesa, por entonces especialmente afectuosa conmigo y agradecida a mi entrega incondicional, destempladamente, me dijo: «¿Y tú qué sabes si no estabas allí?» «Pues porque lo conozco bien y tengo certeza moral, porque eso es un infundio canallesco», contesté.
Ramón Serrano Suñer, Entre el silencio y la propaganda, la historia como fue. Memorias. Barcelona, Editorial Planeta, 1977, pp. 170-171.
*Nota mía: Lorenzo Martínez Fuset era teniente coronel jurídico militar y fue el artífice de la represión legal en los primeros años del franquismo. Según testimonio del tradicionalista Eugenio Vegas Latapie en el segundo tomo de sus memorias, Fuset era masón reconocido antes y después de la Guerra. Creo fidedigno este testimonio porque Eugenio Vegas no es de los que lanzan la acusación de masón alegremente y sin pruebas, a diferencia de lo que es costumbre en cierto antimasonismo irracional que aquí hemos criticado. De hecho, creo que solamente se refiere como masones a Fuset y a una persona más en su libro. Es decir, no reparte alegremente la acusación de «masón» a todo el que le cae mal.
Ya que se ha publicado ese artículo en El Confidencial y ha tenido cierta repercusión en las redes sociales, he creído interesante citar el origen de esta acusación. Que también nos puede revelar algunos aspectos de la historia reciente de España y del guerracivilismo crónico que padecemos.
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Por Hispanorromano
El Concilio Vaticano II visto por un falangista: «La crisis está en nosotros»
Indagando en una hemeroteca digital, encontré algunos números de la revista SP, quizá la única publicación de nervio falangista durante el franquismo. Creada y dirigida por Rodrigo Royo, falangista formado en el Frente de Juventudes y más tarde voluntario en la División Azul. Rodrigo no formó parte de la Falange fundacional, pero asume en buena medida su espíritu. Se destaca por su antimericanismo y desde el principio presiente que el Régimen de Franco se está disolviendo por su propia voluntad para dar paso a un régimen de tipo occidental. En SP mantiene una actitud crítica con el franquismo y con esa deriva liberal, lo que lleva al cierre, por asfixia, de esa publicación.
El artículo que me llamó la atención es de Tomás Salvador, también falangista y divisionario, posteriormente vocal de la Hermandad Nacional de la División Azul. Fue un escritor de cierto éxito y pionero de la novela de ciencia-ficción en España, otro de los olvidados injustamente. El artículo habla sobre el Concilio Vaticano II. Después de hacer un repaso por las vicisitudes de la Iglesia, Tomás Salvador reconoce que la Cristiandad está en una profunda crisis de la que no escapa la Iglesia, pero afirma que la culpa de esta crisis no es de la Iglesia sino nuestra, de los cristianos, por habernos alejado de Dios para entregarnos a los vicios y a las comodidades modernas. ¡Menuda diferencia con las jeremiadas integristas que nunca reconocen ninguna culpa propia! Tomás Salvador reconoce la crisis, pero lejos de echar balones fuera, asume la parte que le toca, aunque quizá sea de los que menos culpa tengan. Pero ésa es la actitud normal en un cristiano, la de analizar los males con honradez, sin soberbia y sin buscar chivos expiatorios, asumiendo la parte de culpa que cada uno tiene. «La crisis está en nosotros» se titula el artículo de Tomás Salvador, y es la pura verdad. Culpar a la Iglesia de la crisis y de los males que afligen a nuestras sociedades, como se ha puesto de moda en algunos sectores católicos tan «puros» como los cátaros, no sólo es una necedad sino que demuestra que esas personas están cada vez más alejadas de la Iglesia de Cristo y con su actitud, entre blasfema y destructiva, tienen una importante responsabilidad en la crisis.
Como escritor que cultiva la literatura prospectiva, Tomás Salvador está habituado a barruntar lo que nos puede deparar el futuro y por ello en su artículo, escrito en 1962, anticipa varios de los males que hoy nos golpean con toda su fuerza: el consumismo alienante; la sustitución de la cultura por el entretenimiento; la hipersexualización; la diversión como único horizonte vital; la desaparición de los mediadores, que conduce a un retorno de los brujos y los charlatanes; la proliferación de sucedáneos religiosos, drogas incluidas; el dominio de la propaganda; la aglomeración en urbes-colmena donde no hay lugar para el espíritu, sofocado por las comodidades y por la creciente tecnificación de todos los aspectos de la vida.
El artículo es también muy interesante desde esa perspectiva de anticipación. Y si Tomás Salvador puede anticipar esos males no es porque tuviese una bola de cristal sino porque era un fino observador y aquellos males ya estaban de alguna manera presentes en aquella sociedad que algunos creen tan tradicional. Lo que encaja perfectamente con el análisis que hace de la crisis de la Iglesia, tan distinto de los que solemos escuchar y a mi juicio mucho más acertado. Por esa razón traigo este artículo al foro.
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A LA LUZ DEL CONCILIO VATICANO
LA CRISIS ESTA EN NOSOTROS
Por TOMÁS SALVADOR
A cuatrocientos años de Trento, dos mil quinientos príncipes de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana están reunidos en Concilio. El II Vaticano hace el número veinte de los celebrados por la Iglesia. Veinte en dos mil años de historia, el último hace sesenta y dos años. Los Concilios son algo muy raro en el ritual de nuestra Iglesia. Un tanto curioso me he entretenido en hacer un balance comparativo. Los ocho primeros se celebraron dentro del primer milenio y todos ellos en Oriente: Meca, Constantinopla, Efeso y Caledonia. El siglo que ha presenciado más fue el XIII, igualando la cifra del anterior. Malos tiempos corrían para la unidad de las Iglesias cristianas. Dividida la cristiandad en dos imperios, Oriente y Occidente, la pugna entre los dos por la primacía jerárquica duró varios siglos. Bizancio representa el cesaropapismo, el tópico que ha quedado de «discusiones bizantinas», neofisistas, iconoclastas, nestorianos, focenses, herexiarcas y, finalmente, la bula de excomunión que los legados de Roma depositan sobre el altar mayor de Santa Sofía. El cisma de Oriente costó a la Iglesia cien millones de fieles y, aunque Constantinopla dejó de ser cristiana en 1452, la desunión continúa.
En Occidente, la Iglesia continúa su marcha ascendente. La Edad Media representa el triunfo de las comunidades religiosas: el Cluny, el Cister, la Cartuja, las Órdenes mendicantes, grandes vasallos que hacen un gran Señor, el Papado romano. Pero en ello estaba también el peligro. El subjetivismo de Occam, los nominalistas, nuestro Raimundo Lulio, convierten las universidades y los grandes monasterios en brillantes centros de cultura, de discusiones. La Teología se eleva a Arte Magna, pero se olvida la misión, el proselitismo. El pueblo tiene que contentarse con las prédicas de frailes no siempre a la altura de las circunstancias. Cuando el Renacimiento eleva el nuevo Humanismo a la categoría de una religión artística, se hace evidente la necesidad de una Reforma. La piden los espíritus más puros.
Pero son Huss, Zwinglio, Lutero y Calvino los que, en vez de reformar, destruyen. Cuando el fraile agustino Martín Lutero fija en la iglesia universitaria de Wittenberg los noventa y cinco puntos de su tesis, el 31 de octubre de 1517, la desunión de los príncipes cristianos, la ambición y el resentimiento la convierten pronto en una autentica revolución moral social y económica. Los príncipes alemanes, deseando la secularización de los bienes religiosos, Enrique VIII aprovechándola para sus fines políticos, Francia y España, indecisos en cuanto a su pugna particular, hacen que prospere el gran cisma de Occidente. Por su parte, Oriente ve llegar otro cisma. La Iglesia Ortodoxa rusa, en 1590, no acepta la primacía del patriarca de Constantinopla y eleva al de Moscú a la categoría de tercera Roma.
No es posible resumir aquí dos mil años de Historia. Bástenos conocer estas dos fechas: 1054, cisma de Oriente y 1517, cisma de Occidente. La gran familia cristiana dividida. De ellas, la única que ha conservado la unidad ha sido la Iglesia Romana. La nación de la reforma protestante está dividida en no menos de trescientas sectas, aunque sólo media docena de ellas: luteranos, calvinistas, anglicanos, presbiterianos, baptistas y cuáqueros sean importantes. Los orientales, entre maronitas, grecortodoxos, armeniortodoxos y rusortodoxos, continúan en la misma línea.
En resumen, cálculos aproximados vienen a decirnos que existen actualmente en el mundo 500 millones de católicos: 250 millones en Europa, 90 en América del Norte y Central, 110 millones en América del Sur, 30 en Asia, 15 en África y el resto en Oceanía. Ese total de millones representa la sexta parte de la población total de la Tierra. Si a ellos unimos 225 millones de protestantes y 130 de cismáticos griegos, tenemos un total de 855 millones de cristianos, enorme cifra para las estadísticas, pero escasa para nuestro sentir íntimo. Doblamos el número de musulmanes, de hinduistas, de confucionistas y triplicamos el de otras confesiones; pero aún así no conviene olvidar que tras dos mil años de expansión religiosa, únicamente la cuarta parte de la población humana es cristiana. Y cristiana dividida, que es lo más triste.
Algunas veces se ha planteado la pregunta, vistas las anteriores cifras, ¿ha fracasado el cristianismo? No. Hemos fracasado nosotros, los cristianos. Otro día hablaremos de ello. Hoy, con la tristeza del que ve escasos sus saberes, hablemos de la emoción que este Concilio suscita en nosotros. Su Santidad ha hablado con una claridad meridiana: estarnos en crisis, la crisis está en nosotros, los cristianos. La sociedad moderna está abocada a la más importante revolución social de toda la Historia y en ella los cristianos no debemos perder el papel preponderante que siempre hemos tenido en los avatares históricos. O nos unimos o deberemos conformarnos con un papel secundario como fuerza moral.
¿Cuáles son los peligros? Juan XXIII los anuncia: el progreso, la técnica, el poder acumulado en pocas manos, el egoísmo, la comodidad, el ateísmo. Hagamos un breve resumen: Los poderes centrales —gobiernos— se están fortaleciendo. En consecuencia, cada vez se tiende más a una minoría ejerciéndose y relevándose en los cargos públicos. El pueblo eleva su nivel de vida, pero se aparta de las creaciones sociales. Vamos de cara a una nueva Edad Media, pero sin vigor espiritual. Vamos al «renacimiento de los brujos» y esto es así porque vamos prescindiendo de la «mediedad», o sea, del equilibrio, del colchón amortiguador entre las altas y las bajas esferas.
Tendremos cada vez más comodidades, pero menos espíritu; más códigos o reglamentos para el castigo «a posteriori», pero menos códigos morales para la conducta «a priori». La minoría gobernará a base de diversiones. El pueblo será sobornado, desvirtuado, encenagado en diversiones: la percepción sublimal, la propaganda elevada a categoría de arte; la televisión, los espectáculos, el sexo, el turismo, serán las brújulas del mañana. Una industria colosal, que necesitará colocar sus productos, sumergirá al mundo en una marea de objetos que la propaganda nos hará creer imprescindibles. Nos convertiremos en esclavos de las neveras, automóviles, televisores, viajes a «forfait» y aparatos musicales. Un mundo de compra-lo-todo, disco-maníacos, tele-locos, analfabetos de chistes y libros de dibujos, de ciudades monstruosas que albergarán colmenas de seres defraudados en su espíritu y que buscarán los sucedáneos de las diversiones artificiales, drogas incluidas, se avecina.
Esta no es ninguna exageración. Está llegando, lo tenemos encima. Hay ciertamente, un renacimiento de la fe. Las iglesias se llenan de hombres y mujeres jóvenes. Pero también se llenan los estadios, los cines, las salas de baile, los estudios de radio. Y encima, la técnica, los sabios elaborando armas mortales que son acaparadas por los estados, amenazando al contrario..., hasta que el otro las posee a su vez y entonces todo queda pendiente de un cerebro megalomaníaco. Esta es la crisis, como ha visto muy bien Su Santidad: la deshumanización del individuo, la pérdida de sus valores morales. Por eso los que nos llamarnos cristianos debemos estar unidos. La desunión es un escándalo, hermosa palabra que la Iglesia utiliza con frecuencia como sinónimo de dolor, de vergüenza, de pecado.
Sí, la Iglesia está firme. Lo que está en crisis es la sociedad, nosotros, los cristianos que vamos siendo sobornados por la propaganda, por la industria que nos incita a comprar de todo, por la comodidad, por los instintos sexuales hábilmente explotados por unos cuantos canallas. Estos son los peligros y para luchar contra ellos es necesaria la unidad de los hermanos cristianos. Nuestra ferviente oración para que el Espíritu Santo ilumine a los príncipes de la Iglesia en su búsqueda de una fórmula noble y justa, ecuménica, en una palabra.
SP, n.º 199, 1 de diciembre de 1962, pp. 67-68.
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Por Hispanorromano
En el hilo dedicado al Presidente de México comentábamos la última salida de este personaje, que después de bajarse los pantalones con Trump insistía por enésima vez en que España y la Iglesia debían pedirle perdón:
López Obrador todavía espera que el Rey o el Papa se disculpen por la Conquista de México
La buena noticia es que cada vez se oyen más voces contrarias a este discurso falaz en México, incluso en el propio partido del Presidente (MORENA). En una publicación digital de esta formación (Reforma), el senador Germán Martínez Cázares escribía hace un par de días una columna que es una excelente refutación de esas tonterías de López Obrador. La columna está detrás de un muro de pago y la traigo a este foro en exclusiva, porque creo que merece la pena:
Recuerdo que también los revolucionarios zapatistas del EZLN le pegaron un enorme rapapolvo a López Obrador hace unos días. Por más que citen a referentes de izquierdas y que su discurso esté un tanto lastrado por la retórica revolucionaria, sus palabras me parecen muy emotivas y estimo de gran valor que se refieran en esos términos a España y a la Iglesia, por mucho que no le haya gustado al gustavobuenista, voxiano e intereconómico Iván Velez. Vuelvo a citar las palabras del EZLN:
Creo que sería un error rechazar este capote que le echan los zapatistas a España y a la Iglesia sólo porque citen a referentes progres, como Almodóvar o Serrat, que no son de nuestro agrado. De la misma forma, el artículo del senador de MORENA cita a Azaña y a otros personajes cuestionables. Pero hay que estar por encima de estas cosas. Y hay que respetar que la gente viva la Hispanidad a su manera. Cuando habla la Patria, deben callar las ideologías.
¡Viva la Hispanidad!
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