El sustrato protestante del racismo

La xenofobia se ha manifestado históricamente en todos los pueblos y culturas. En cambio el racismo es un fenómeno que se origina en unos determinados países, tanto en su formulación ideológica, como en su aplicación práctica en la política de Estado. Estas naciones se encontrarían en el ángulo noroccidental europeo, con su prolongación transatlántica en EE.UU y todas ellas con una común característica: la influencia que en todos ellos tuvo la Reforma protestante. En efecto, Alemania, el Reino Unido, Francia, Escandinavia, Holanda y los Estados Unidos son posiblemente los países donde el racismo ha tenido las raíces intelectuales más profundas. Algunos tienden a justificar el racismo como consecuencia de la expansión colonialista que todos estos países tuvieron durante el s. XIX y principios del XX encontrando en el racismo una ideología legitimadora. Tampoco hay que cargar toda la culpa en este hecho, porque esto equivaldría a afirmar que en todo país o civilización que haya tenido una fase de apogeo debería de haberse dado la aparición de una teoría racista, y esto es falso.

            Son muchos los historiadores que como Strombreg, coinciden en atribuir el racismo como un fenómeno que se origina, desarrolla y propaga exclusivamente en los países protestantes, y no en los católicos ya que estos últimos conservaban la concepción universalista y ecuménica de la tradición cristiana.

            Siguiendo el análisis que realiza el historiador español Carlos Caballero Jurado (“El racismo. Génesis y desarrollo de una ideología de la Modernidad”) existe una evidente correlación en tres factores que refuerzan esta idea:

  1. País de cultura protestante y en los que se practica la lectura “libre” de la Biblia.
  2. La noción biológica de pueblo elegido que se incorpora a la cultura nacional (“Dios está de nuestra parte”).
  3. La formulación de teorías racistas explícitas, que llegado el caso se transforman en derecho positivo.

“A mi entender, el factor decisivo que se da en todos estos países para explicar la aparición de una teoría racista es el hecho de que fueran culturas vinculadas al Protestantismo. Como es sabido, mientras que en los países de cultura católica la libre lectura directa de la Biblia y en concreto del Antiguo Testamento estuvo prácticamente prohibida salvo autorización, en los países que se unieron a la Reforma, la lectura se convirtió en una práctica cotidiana de todos y cada uno de los creyentes”.[1]

Esta lectura “libre” de la Biblia explica la proliferación de tantas sectas protestantes que fueron surgiendo y que aún perduran en la actualidad: baptistas, cuáqueros, mormones, episcopalianos, metodistas, puritanos, adventistas, pentecostales, evangelistas, etc. Ramas que por otra parte, no mantienen una unidad doctrinal común. En el mundo católico, aunque puedan existir multitud de carismas, la unidad (comunión) se mantiene gracias al Magisterio de la Iglesia. Esta unidad doctrinal evita los problemas que una lectura superficial o parcial del Antiguo Testamento, en donde la idea de raza se repite muchas veces, se aplique en un sentido de exclusivismo biológico, como así sucedió, en no pocos casos, en el mundo protestante. Muchas veces esta lectura textual de la Sagrada Escritura se realiza de una manera más dogmática y fundamentalista pues impide su contrastación con la tradición apostólica.

Para el catolicismo el término raza se aplica a todo el género humano que Dios elige para salvarse, y así debe de entenderse cuando se lee la Biblia. Cuando en el texto aparece el término “Pueblo elegido”, se refiere a todo el “Pueblo de Dios”, en el que se incluyen a todos los pueblos de la Tierra y no solamente a los de una nación o raza determinada. En cambio en el protestantismo la raza se asimila a un pueblo específico elegido por Dios para salvarse. Por ello será habitual ver como en el mundo protestante, términos como, raza, pueblo y nación se emplean en muchos casos para expresar lo mismo.

Calvino la doctrina de la predestinación

21 calvinoPero el principal argumento para la génesis del racismo aparece en el propio núcleo del protestantismo: la doctrina de la predestinación, postulada por Juan Calvino y defendida por Martín Lutero, Zwinglio y el resto de reformadores. Según Juan Calvino (1483-1564) el ser humano está predestinado a condenarse o salvarse. Esta idea de que Dios determina de antemano el destino de los hombres excluye la libertad de la persona para hacer obras buenas o malas en el mundo y ante Dios. En su libro Institución de la religión Cristiana (1536), Calvino define este concepto:

“Llamamos predestinación el decreto eterno de Dios con el cual estableció lo que ha de hacer cada uno de los hombres, puesto que no todos fueron creados con las mismas condiciones, sino que algunos fueron destinados a la vida eterna y otros a la eterna condenación”.[2]

Cuando se le hizo ver que su doctrina contradecía al Nuevo Testamento, el cual habla de la voluntad salvífíca de Dios – «Dios quiere que todos se salven» (II Tim 2, 4)–, Calvino respondió que citas como ésa eran un piadoso engaño divino.

Otros protagonistas del cisma protestante, como Lutero y Melanchton, apoyaron sus doctrinas en la predestinación. Cuando Lutero comenta el libro de Romanos, escribe:

“Todas las cosas, sean lo que fueren, proceden y dependen de la determinación divina; mediante la cual fue preordinado quién habría de recibir la palabra de vida, y quién habría de rechazarla; quién habría de ser libertado de sus pecados, y quién habría de ser endurecido en ellos; quién habría de ser justificado y quién habría de ser condenado”.[3]

“Todas las cosas acontecen conforme a la predestinación divina; no sólo nuestras obras externas, sino aun nuestros pensamientos… No existe tal cosa como la suerte, ni la fortuna; y no hay manera más fácil de adquirir el temor de Dios, y llegar a depositar toda nuestra confianza en El, que llegando a conocer a fondo la doctrina de la predestinación”.[4]

Ahora bien, si uno está predestinado a salvarse o condenarse, ¿cómo saber con seguridad cual es el destino final de cada persona? Calvino en este punto es claro: Si a uno le “va bien” en la vida, si sus negocios son prósperos, es virtuoso, su cuerpo es saludable y vive con austeridad, es seguro que se salva. En cambio si uno sólo sufre desgracias en su existencia terrenal: le visita la enfermedad, no tiene hijos y no prospera, seguro que es uno de los “predestinados” a condenarse. Esta visión de Dios como un juez terrenal que premia o castiga se denominará el Principio de concesión de bienes.

El filósofo y economista alemán Max Weber (1864-1920) reconoce en su obra, “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (1903), la influencia que tuvo el protestantismo en la formación del capitalismo y las economías neoesclavista y colonialista.

“Salvo por los bienes recibidos no había modo de saber si se era elegido o condenado. Por consiguiente los individuos intentarían demostrarse así mismos y a los demás que formaban parte de los primeros, desarrollando la inteligencia, mostrando afán de trabajo, un comportamiento voluntarioso, haciendo gala de una vida sobria, y sin lujos ni ostentaciones”.[5]

La doctrina de la predestinación tiene cuatro graves consecuencias:

  1. Sólo la prosperidad en los negocios es garante de una vida plena de sentido. El dinero y el poder se convierten en los indicadores de la “calidad y el progreso humano”.
  2. Aquellos que sufren penurias, como enfermedades, pobreza, etc. están de antemano condenados y no son “humanos plenamente dignos”. Estos pasan a ser ciudadanos de “segunda clase”.
  3. Se crea una clase superior, una élite que es la única capaz de gobernar y dirigir los destinos de la humanidad por el “buen camino” (el camino del poder y del dinero). La otra clase, por contraposición es la de los pobres cuya única riqueza se deriva del trabajo de sus manos y de la cuantía de su prole.
  4. Las obras buenas no sirven para nada. Lo verdaderamente importante es aparentar a los demás que se pertenece al grupo de los “elegidos”, es por ello que en los países protestantes la filantropía sustituirá a la caridad cristiana.

La Iglesia Católica se reunió en Concilio en la ciudad de Trento (1545-1563) para aclarar precisamente la cuestión de la justificación. Frente a la tesis de la justificación por la fe sola, el Concilio define y ratifica la doctrina secular de la Iglesia de Roma. La gracia lo inicia todo y es necesaria siempre; pero el hombre es libre de aceptar o rechazar dicha gracia, libre de obrar el bien o el mal. En consecuencia, la gracia ofrecida por Dios es “suficiente”, pero para ser eficaz tiene que estar acompañada por las obras.

Otro aspecto fundamental del pensamiento protestante, que permite entender su aceptación del racismo es su concepción profundamente pesimista del hombre y lo humano. Para la antropología luterana y calvinista el pecado original corrompe esencialmente al hombre en su naturaleza. No hay lugar para la gracia pues sólo Dios salva. Ante este panorama, sólo el Estado puede con sus leyes devolver la paz a la sociedad. El calvinismo creará teocracias que serán el inicio del absolutismo del estado.

Mientras Calvino vivió en la ciudad de Ginebra (ciudad de unos veinte mil habitantes), imperó en ella una verdadera teocracia (gobierno ejercido por los representantes de Dios), lo que se tradujo en un extremado puritanismo. Entre 1542 y 1561 fueron desterrados setenta y seis individuos y ejecutadas cincuenta y ocho personas, entre ellas el médico español Miguel Servet. La ciudad se regía por un severo código teocratico:

  • La vida religiosa y moral de los ciudadanos era controlada y cada hogar inspeccionado lo menos una vez al año.
  • La asistencia a los servicios religiosos era obligatoria, so pena de multa.
  • La ley prescribía el color y número de trajes que se podía tener, así como lo que se podía comer y beber.
  • Estaban prohibidas las representaciones teatrales, los juegos de azar, los bailes y las canciones indecentes.
  • Los nombres de los niños debían aparecer en el Antiguo Testamento.
  • La fornicación era penada con el destierro; el adulterio, la blasfemia y la idolatría, con la muerte.
  • Hablar irrespetuosamente de Calvino y el clero era un crimen, como también lo era apartarse del credo oficial.

Los casos de EE.UU. y de la Sudáfrica de los boers son lo suficientemente representativos para compararlos pues en ambos países el racismo estuvo presente en el derecho positivo, si bien se partía de realidades muy diferentes. EE.UU. estaba sumergido en un rápido desarrollo económico con una implicación hegemónica a nivel mundial, era – y es – un país altamente industrializado y urbano en el que los negros eran minoría. Por el contrario los boers de Sudáfrica vivían en el campo, en granjas aisladas, eran una minoría y nunca llegaron a ser una potencia mundial. Países tan dispares, en los que sin embargo se promulgaron leyes segregacionistas que limitaban el derecho al voto, el acceso a cargos públicos, e incluso impedían que un negro viajara junto a un blanco en un autobús. ¿Qué es lo que tenían en común estas realidades? Ambas compartían una misma herencia ideológico-religiosa: el calvinismo.

Sería muy simplista por nuestra parte deducir la ecuación protestantismo = racismo, de hecho muchos fueron los hombres de religión protestante que lucharon por los derechos y libertades de los esclavos, así como por mejorar, educar y evangelizar a estos pueblos: John Newton (1725-1807), Wilberforce (1759-1853), William Knibb (1803-1845), Luther King (1929-1968) entre otros. Pero existe una relación entre una religiosidad nacional basada en la lectura “libre” de la Biblia y en la doctrina de la predestinación, con aquellos países que realizaron una formulación explícita de teorías racistas, que además de evidente es históricamente contrastable.

             “En Sudáfrica, los predicadores calvinistas blancos justificaban el racismo institucionalizado conforme a la idea de predestinación. Según este criterio, sólo los blancos podrían librarse de la condenación, ya que su nivel de riqueza, su grado de civilización y la prosperidad alcanzada por esta comunidad serían signos de la voluntad divina para salvarles. Por el contrario el “atraso” social, económico y cultural de la mayoría “de color” mostraría a un Dios disconforme con ellos, quienes no se ajustarían a su Ley. Tal situación validaría – según dicha doctrina – la existencia del apartheid, que era visto por los pastores como el método más adecuado para evitar que los blancos, predestinados a salvarse, adoptasen los “vicios” de los negros y se condenaran por ello. La segregación racial predicada desde los púlpitos no solo evitaría a los blancos caer en pecado, sino que ayudaría a los negros a conocer la Ley Divina y así acceder “algún día” al nivel de desarrollo de los blancos, pudiendo así conseguir su salvación.

            Frente a estas doctrinas racistas y colonialistas algunos pastores propugnaron una actitud más intransigente. Los fundamentalistas cristiano-racistas pretendían justificar el apartheid arguyendo que éste sería la consecuencia de un mandato divino y de un orden de cosas preestablecido. Para ello, hicieron una interpretación arbitraria y mal intencionada del cristianismo; religión que no contempla entre sus dogmas la discriminación racial – a la que no se hace mención en ninguno de sus textos – debido a su carácter universalista. Los teóricos del racismo religioso acudieron al “Antiguo Testamento” para “demostrar” sus hipótesis. Así, según esta interpretación, Dios, tras establecer una Alianza con Noé a raíz de su fidelidad durante el diluvio universal, le dio tres hijos: Sem (antepasado de los pueblos semitas, y por extensión de los de todo Oriente Medio), Cam (antecesor de los pueblos africanos) y Jafét (progenitor de los pueblos europeos). Posteriormente, condenó a Cam – quién habría pecado reiteradamente – y a sus descendientes a servir a Sem y a su prole hasta el final de los tiempos. De ahí que los padres calvinistas, quienes se autoconsideraban portadores de las antiguas alianzas de Israel, quisieran ver una continuación real de un relato de origen místico.

            El calvinismo sudafricano, al igual que otras variantes de esta confesión, contempla la libre interpretación de la Biblia a la hora de impartirse la liturgia, lo que explica la aparición de este tipo de doctrinas en el entorno afrikaner”.[6]

 Cuando la “London Missionary Society” llegó a Sudáfrica con el fin de rehabilitar a los negros, liberarlos, darles educación y permitirles comprar tierras, los boers calvinistas se indignaron ya que consideraban que los negros no eran seres humanos como ellos. Los boers abandonaron la zona con sus carretas en lo que se llamó el gran trek (viaje). La hermana de uno de los líderes de la expedición comentaba los motivos de su marcha:

“Los vergonzosos e injustos procedimientos para liberar a nuestros esclavos y los extremos que llevan a ponerlos en pie de igualdad con los cristianos, lo que es contrario a la ley de Dios y a la natural distinción de las razas y religiones, ha hecho intolerable a los cristianos decentes tener que inclinarse ante tal servidumbre, de modo que preferimos retirarnos en orden para preservar la pureza de nuestras doctrinas”.[7]

La maldición de Noé

Los primeros brotes del pensamiento racista se sitúan en el apogeo del comercio marítimo de esclavos durante el s. XVI. El poder político y económico de la época buscó y encontró una justificación religiosa a la trata y explotación de esclavos, principalmente del continente africano. De todas las justificaciones la más empleada fue la de la “Maldición de Noé”.

En el Génesis se narra el episodio del arca de Noé, y de sus tres hijos: Sem, Cam y Jafet, de los cuales se engendrarían todas las razas humanas. Jafet tendría siete hijos: (Gomer; Magg, Madai, Jarán, Túbal, Meses y Tiras) los cuales darían origen a todos los pueblos que van desde el norte de Europa hasta Persia. Cam tendría cuatro hijos (Cus, Mizraim, Tut y Cannan) de los cuales descenderían todos los pueblos del continente africano, Etiopía, Egipto y Libia. El tercer hijo, Sem engendraría cinco hijos (Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aram) de los cuales surgirían los persas, asirios, caldeos, lidios y sirios. Todos estos pueblos recibirían el nombre de semitas en honor a Sem.

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Ahora bien, un día que Noé bebió vino de una viña que había plantado, quedó borracho y desnudo en su tienda. Cam descubrió a su padre en tan compremetedora situación y burlándose de él fue corriendo a contárselo a sus hermanos. Estos, a diferencia de Cam, respetaron la desnudez de su padre y con un manto lo cubrieron. Cuando Noé despertó de su borrachera y se enteró de lo que había hecho su hijo menor, lo maldijo con las siguientes palabras:

“¡Maldito sea Canaán! Sea el último de los esclavos de sus hermanos”. Y añadió: “Bendito sea el Señor, Dios de Sem! ¡Que Cannán sea su esclavo! ¡Haga Dios que se propague Jafet, que habite en la tienda de Sem y que Canaán sea su esclavo!”[8]

Como puede verse, según el texto la maldición consistía en que Cam y sus descendientes permanecerían como esclavos de sus hermanos a quienes Noé bendice con una gran descendencia. No se le escapa al lector las peligrosas ideas que este fragmento podía sugerir a aquel protestante que, dedicado al negocio de la esclavitud, leyera “libremente” estas líneas de la Biblia.

La “maldición de Noé” fue más tarde asimilada a la negrura de la piel (Haynes, 2002). Pero este razonamiento es contradictorio pues en muchos otros pasajes de la Sagrada Escritura se alaba la negritud de algunos de sus personajes, como es el caso del libro del Cantar de los Cantares.

“Una negra soy, pero grata a la vista, oh hijas de Jerusalén, como las tiendas de Quedar [y, no obstante] como las telas de tienda de Salomón”.[9]

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Pero algunos autores fueron más lejos y empezaron a inventarse historias apócrifas como el de Kush. Según esta fabulación, que no aparece en ningún pasaje de la Biblia, Noé habría prohibido mantener relaciones sexuales en el Arca, pero Cam desobedeció esta orden y concibió a su hijo Kush durante el diluvio. Dios los maldijo e hizo que naciera negro. De él nacerían los etiopes y todos los demás negros africanos.

Robert Graves y Rafael Patai publican en su obra Los mitos hebreos (1986), un texto apócrifo del génesis, que aparece en el Talmud hebreo de Babilonia y que fue compilado hacia el s. VI dC. En este texto, no aceptado en el canon católico, la maldición de Noé se llevaba a términos extremos.

“Noé exclamó: “¡Ahora no puedo engendrar al cuarto hijo a cuyos hijos habría ordenado que os sirvieran a ti y a tus hermanos! Por consiguiente, tendrá que ser Canaán, tu primogénito a quien esclavizarán. Y como me has incapacitado para hacer cosas feas en la oscuridad de la noche, los hijos de Canáan nacerán feos y negros. Además, porque volviste la cabeza para ver mi desnudez, el cabello de tus nietos estará ensortijado y sus ojos enrojecidos; y porque tus labios se burlaron de mi desgracia, los de ellos se hincharán; y porque tu descuidaste mi desnudez, ellos andarán desnudos y sus miembros viriles se alargarán vergonzosamente”. A los hombres de esta raza se los llama negros; su antepasado Canaán les ordenó que amaran el robo y la fornicación, que se unieran en el odio a sus amos y que nunca dijeran la verdad”.[10]

El explorador ingles y comerciante de esclavos en la costa africana Richard Jobson, retoma este tema apócrifo de la maldición de Noé.

“El tamaño enorme del miembro viril de los negros prueba infalible de que eran del linaje de Canaan, quien, por haber puesto al descubierto la desnudez de su padre, había recibido una maldición en esa parte del cuerpo”.[11]

En otros autores la negritud es símbolo del pecado, de tal manera que si el negro no se desprendía de esta marca era por su apego a las pasiones y al error. Es el caso del misionero anglicano Peter Heylyn, quien afirmaba hacia 1660 que:

 “…los negros “carecían del uso de razón que es peculiar al hombre”; que tenían “escaso ingenio y estaban desposeídos de todas las artes y las ciencias”; que eran “proclives a la lujuria y en su mayor parte son idólatras”. Despedían mal olor y estaban tan enamorados del color de su piel ¡que pintaban al demonio blanco!”. [12]

Muchos esclavistas sostenían que quienes estaban en contra de la esclavitud estaban en contra de la Biblia y por tanto en contra de Dios. Así por ejemplo el reverendo Thomas Thompson escribió en 1778 el texto titulado “Demostración de cómo el mercado africano de esclavos negros es congruente con los principios de la Humanidad y las leyes de la religión revelada”. Pero también es cierto que fueron los propios cristianos abolicionistas, quienes apoyándose en textos bíblicos encontraron no sólo que la abolición de la esclavitud no contradecía en modo alguno a la Escritura, sino que esta era contraria a dicha práctica tan inhumana.

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De todos modos la maldición y la reducción a la esclavitud no implicaba su deshumanización, por ello aunque el negro estaba “maldito” era considerado un ser humano, y por tanto tenía derecho a la instrucción religiosa. Así lo expresaba Goodwyn Morgan, un clérigo filántropo quien en torno a 1680, escribió una encendida defensa de la humanidad de los negros Proposals for the Carrying on the Negro’s Christianity (Propuestas para el ejercicio del cristianismo en los negros). En ella habla a favor de la capacidad intelectual de los negros y la posibilidad de darles una instrucción y mejoramiento religioso.

“Aun cuando una piel negra fuera la marca de la maldición de Cam, ello no determina que los negros no fueran humanos. Los plantadores difícilmente emplearían animales para vigilar el trabajo de otros animales”.[13]

            Sus propuestas influyeron en la sociedad inglesa y veinte años más tarde se crea la Society for the Propagation of the Gospel in Foreign Parts o SPG (Sociedad para la propagación del Evangelio en las Relaciones exteriores) que comenzó a enviar misioneros a las colonias y para fomentar la reconversión o formación religiosa de los esclavos.

Autor: José Alfredo Elía Marcos

[1] Carlos Caballero Jurado. El racismo: Génesis y desarrollo de una ideología de la modernidad.
[2] Calvino (Institución de la religión cristiana, capítulo XIV, nº5)
[3] LUTERO. Citado por Loraine Boettner. Doctrina de la predestinación
[4] MELANCHTON. Idem
[5] Max Weber. La ética protestante y el espíritu del capitalismo, 1903
[6] José Mª del Olmo Gutiérrez. “Las caras del racismo”. p. 79
[7] Historia Universal Planeta. Vol 10. pag.303
[8] Génesis, 9 26-27.
[9] Cantar de los Cantares,1 5.
[10] Texto apócrifo escrito en el s. XX por Robert Craves y Rafael Patai. . Citado por Alfonso García Martínez. La construcción sociocultural del racismo. Ed. Dykinson. 2004. Pág. 37.
[11] Davis, 1968. Citado por Luis César Bou. África y la historia. P. 8
[12] Idem.
[13] Idem. p. 9

Fuente: "Las mentiras del racismo"