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Hispanorromano

La despoblación del campo y la aglomeración en ciudades (Rafael Sánchez Mazas)

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Hablábamos hace poco sobre la despoblación del campo. En el siguiente artículo el escritor falangista Rafael Sánchez Mazas entabla una pequeña polémica con José María Salaverría a cuenta de este tema, que tiene más importancia de la que parece a primera vista. El artículo forma parte de una serie de crónicas que Rafael escribió desde Italia y por ello es una defensa el carácter ruralista del fascismo que entonces gobernaba allí. Pero más allá del interés historiográfico que tiene esa discusión, sirve para ilustrar que en el ámbito falangista siempre se abogó por limitar el crecimiento de las ciudades y repoblar el campo, ya entonces muy despoblado. El artículo:

Cita

ABC EN ITALIA

————

Fascismo, superurbanismo y gran industrialismo. Postdata.

 

Va para siete años que el fascismo fue definido por su creador, Benito Mussolini, «fenómeno rural». Toda Italia y parte de Europa conocen la definición recientemente, a la vuelta de viajes por Italia.

Contestando a mis objeciones —que no le convencen— y a una serie de hechos y de fundamentos legales —que no le desvían de su tesis—, el Sr. Salaverría ha considerado al fascismo «fenómeno granindustrialista» y procedente de centros urbanos e industriales (Milán). Yo afirmé que el fascismo había tomado su fuerza decisiva de regiones agrarias (Toscana y Emilia, sobre todo), prefiriendo la definición consagrada por Mussolini «el fascismo, fenómeno rural» a la definición del Sr. Salaverría. Todo fascista sabe que la roca fuerte del fascismo no han sido los grandes centros industriales. El ilustre escritor afirmaba también que en el fascio se hace la apología antirromana del granindustrialismo y del superurbanismo (rascacielos). Traté (con la mayor objetividad posible) de convencerle que el fascismo hacía, con gran ardor, precisamente todo lo contrario. Me respondió que era yo quien estaba en error, y que el fascismo se ve mejor desde su casa de Madrid que desde mi casa de Roma.

Respeto esta opinión, corno respeto la idea del filósofo griego que, para mejor meditar, se sacó los ojos. Pero, como muestra de apología del granindustrialismo, quiero citar al Sr. Salaverría el recentísimo discurso del secretario general del partido fascista, cuya categoría y responsabilidad equivalen, en el régimen italiano, a las de un ministro de la Corona.

«La despoblación de la campiña —dice Augusto Turati— ha sido consecuencia del periodo inflacionista e industrial de la postguerra. Las grandes industrias han chupado de la campiña la parte mejor de la juventud, haciendo de jóvenes y sanos labradores, obreros enfermos políticamente y casi siempre físicamente. Las grandes industrias han arrancado a la campiña muchedumbres de obreros, que en cuatro o cinco años han dado el mayor contingente a la tuberculosis y a otros morbos graves, cuando no vergonzosos».

En cuanto a la apología del superurbanismo o rascacielos, que el Sr. Salaverría veía brotar del alma del fascio, quiero citar al Sr. Salaverría el último articulo de Benito Mussolini en Il Popólo d'Iltalia.

«Durante  seis años —ha dicho el duce— se han petrificado, hasta la saciedad, millardas a decenas: enteras ciudades han sido creadas en un abrir y cerrar de ojos, y el problema de la vivienda aparece lejano de su solución. Hay hasta cuatro ciudades donde no debería haber hambre de casas, porque no sólo no hay en ellas aumento de población, sino disminución de vivos y aumento de muertos, los cuales tienen necesidad solamente de un modesto subterráneo local...».

Si hay ciudades que crecen, no es por su propia potencia creativa, sino por la ruina del campo. Creo que Mussolini disentiría agriamente del Sr. Salaverría, que consideraba —en su respuesta a mi artículo— puramente «pasiva» la función de la tierra, y únicamente activa la aglomeración supeurbana y granindustrialista. «Echando las cuentas —prosigue Mussolini— se constata que en sólo seis meses, y en ocho ciudades, se han "inurbado" 68.021 personas, cifra que se verá doblada por el próximo semestre. Está cifra no es un signo de potencia, como puede creer algún imbécil, sino un signo certísimo de decadencia, que explica cómo el problema de la vivienda es absolutamente insoluble mientras no se cambie de sistema. Hay un terrible círculo vicioso que romper: cuantas más casas se hacen en la ciudad y cuanta más gente se avecinda en la ciudad —aunque sea tras el infierno preliminar de las barracas—, más casas ocurren. Así se va al infinito, o sea a las ciudades monstruosas, que hoy se ven condenadas a resolver problemas que miran solamente al aspecto elemental, material, animalesco de la vida». (Da la razón a Mussolini en esto J. M. Beck, solicitor general de los Estados Unidos y testigo de mayor excepción en sus conferencias de la Sorbona y de Gray's Inn sobre la civilización noramericana.) «¿Puede Italia —exclama Mussolini—-enterrar decenas de millardas en semejante abismo? ¿No se pueden gastar infinitamente mejor las pocas millardas que tenemos? ¿Hasta cuándo se continuará dilatando el perímetro de las ciudades y cubriendo con cemento armado zonas siempre más y más vastas de fertilísimo terreno?

La palabra de orden —acaba el duce—, que va dirigida indistintamente a todas las categorías del régimen: jerarquías políticas, administrativas, militares, sindicales; a los prefectos, secretarios federales, cónsules de la Milicia, secretarios de Sindicatos, maestros de escuela, periodistas del régimen, a los podestá y a todos aquellos, en fin, que —aun como simples miembros del partido— tienen una responsabilidad moral en el desarrollo y robustecimiento de la revolución fascista; la palabra de orden es ésta: facilitar por todos los medios, y aún —si es necesario— coercitivos, el éxodo de los centros urbanos; dificultar con todos los medios, y aun—si es necesario—con medios coercitivos, el abandono, de los campos; hostilizar con todos los medios la inmigración a oleadas en la ciudad». ¡Buen elogio del urbanismo!

En sucesivos artículos he querido traer a la gran publicidad española de ABC cuantos ejemplos me han sido posibles de las posiciones fascistas contra la inflación urbana y la inflación industrial. No por mero interés informativo. En España la inflación urbana, cómo lo han demostrado estadísticas luminosamente comentadas por El Debate, produce efectos aún mas desastrosos que en Italia. España, la más despoblada de las grandes naciones de Occidente, tiene su futuro ligado al aumento demográfico. Despoblar el campo significa en España un delito de lesa Patria y una hipoteca, terrible sobre las fuentes de nuestra economía. Repoblar el campo es en España cien veces más urgente que en Italia, cuyo campo tiene una población relativa cuatro veces mayor que el nuestro. Poblado y potenciado, nuestro campo sería más rico que el italiano, por traer enormes consecuencias a otros ramos inexplotados de nuestra economía. En segundo lugar, he traído el ejemplo de Mussolini contra la inflación granindustrialista y las industrias artificiales o mendicantes, como en estas mismas columnas lo ha traído también en una brillante y ejemplar campaña Wenceslao Fernández Flórez. También este problema en España es mucho más urgente que en Italia, por ser mayores y más disparatadas las murallas chinas del Arancel protector (el más alto del mundo), y por ser mayor el atraso técnico. En sus editoriales, ABC ha combatido patrióticamente —ayer como hoy— por la reforma de este Arancel, y ha señalado la riqueza agraria como el fundamento de la economía española. No pretendo contradecir a tan querido y admirado escritor y a tan noble y alto amigo como es para mí José María Salaverría. «Admonere voluimus non mordere, prodesse non lae dere, consulere moribus homines non officere». Pretendo llevar, en cuanto mi afán patrio puede, a la conciencia de la opinión y a la conciencia gobernante, un problema gravísimo, al que le bastaría ser de humanidad, de moralidad y de justicia si, además, no fuese el problema de la energía y del porvenir nacionales.

No creo que la tierra sea «pasiva«», como el Sr. Salaverría afirma. No creo que lo deba ser en el mejor futuro de España y de Europa. No lo creía Barrés. No lo creen Spengler, Carlos Benoist y Mussolini. Todos ellos encarnan, ante todo, una doctrina de la actividad maternal del terruño. No es esto, como el Sr. Salaverría afirma, una moda.

La moda es siempre profana. El retorno a la tierra es sacro, y en la Europa de hoy, trágico. La base social de España, de Francia, de Italia, es la tierra. Triste entre todas la época que ha olvidado esta verdad básica y constitucional. «Una consideración —dice Benoist en sus Lois de la polilique française (París, 1927)— debe dominar toda la política económica de Francia. En los términos más generales, puede ser formulada así: «la constitución social de Francia es a base de población naturalmente agrícola. Francia es, "históricamente", una "tierra", y el francés, un "aldeano". Es el fondo del país y de  los hombres. El resto no es sino adventicio y, en cierta medida, que, es cierto, se restringe más cada vez, accesorio. En suma, Francia es rural, y el francés es rural». El Sr. Salaverría comprenderá que se arde por dentro cuando se ve el magnífico ruralismo español, la base de raza más bella e íntegra de Europa, sacrificado a intereses muy inferiores a los que "granindustrialismo" y "superurbanisrno" le podrían oponer en Italia o en Francia. El libro de Benoist no es sino el mejor libro de política realista que se haya producido en toda la postguerra. De sobra, por lo demás, sé que el Sr. Salaverría cuenta entre los escritores que más noblemente han sentido la tragedia de la tierra española. En la misma Inglaterra, en la nación más industrial y mercantil de Europa, se aboga hoy por la «tierra» con mayor calor que en nuestra España. Y es que allí la granindustria empieza a revelarse «pasiva» con 1.500.000 desocupados y todo lo demás que sabemos.

RAFAEL SÁNCHEZ MAZAS

Roma, diciembre, 1928

El artículo tiene dos pegas a mi juicio:

  • Los pasajes que traduce Rafael del italiano y del francés en mi opinión no están del todo bien traducidos, con lo que la idea pierde fuerza.
  • No termina de exponer en toda su amplitud las poderosas razones por las que es necesario evitar la despoblación del campo.

Con todo, el artículo prueba que este tema era de vital interés para el fascismo italiano y para los entonces protofalangistas españoles, y traza un esbozo del problema.

La aglomeración en ciudades de crecimiento ilimitado no trae nada bueno. Históricamente ha precedido a la caída de las civilizaciones. En las macrociudades las masas se entregan a toda clase de inmoralidades y sobre todo se olvidan de procrear. Por lo tanto, para evitar la muerte demográfica de España y para hacer frente a los problemas derivados de la misma (entre ellos la inmigración), es preciso evitar la despoblación del campo y limitar el crecimiento de las ciudades. Por otra parte, la concentración de la población en unas pocas ciudades del territorio nacional es mala para la cohesión nacional y para la economía, además de dejar desprotegido el territorio. Al margen de las razones científicas que pueda haber detrás de esto, a primera vista se intuye que no es bueno que la población se concentre en unas pocas grandes urbes (Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Bibao, Sevilla) mientras el resto va quedando despoblado y desierto. Sería preferible una distribución más homogénea.

Procuraré traer más textos donde se exponga todo esto de una manera más clara. En la Falange de los años 30 se le concedió una especial importancia a este asunto y recuerdo haber leído bastantes textos. Intuyo que en el carlismo también se habrá tratado. Pero la mayoría de las veces no resulta fácil localizar esos textos, por lo que se precisa una revisión paciente.

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Este tema forma para mí parte del tronco del problema al que se enfrenta España. Me gustaría que quedara como hilo permanente en el que ir aportando las ideas que se han venido aportando desde diversos puntos de vista desde el pensamiento pro bien común.

Lo que es indudable es que el medio rural español ha sido históricamente el semillero, la fuente de personas que ha nutrido la nación. Desde los primeros reconquistadores con sus colonos asociados, pasando por los conquistadores a los soldados de tercios hasta la llamada clase obrera en los tiempos más recientes.

Que se seque esa fuente que otrora parecía inagotable es un suceso de verdadera ALARMA NACIONAL. Estamos en un punto histórico gravísimo. Y no solo por la cantidad, que es indiscutible, sino por -y se que esto va a resultar inevitablememnte polémico- también la calidad de esas personas.

Eso por un lado, por el otro el auténtico destrozo nacional. Al mencionado desastre urbano ocasionado por los mastodontes de asfalto y hormigón, la barbarie de la burbuja inmobiliaria más reciente hay que sumarle la desquiciada política de burbujeo con el suelo industrial, con bastantes analogías a la del ladrillo y, cómo no, con la necesaria participación de los gobiernos y su entramado de empresas públicas o semipúblicas.

Quizás podamos ir reuniendo argumentaciones de diversos autores o pensadores. Hace poco leí cosas de Vázquez de Mella muy en la línea.

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Un libro publicado en 1935:

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Por la portada podemos ver que el autor era falangista. Espero hacerme con un ejemplar.

Este otro libro también tiene buena pinta:

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El autor, Emilio Zurano, también era hispanista. Habrá que investigar sobre estos dos autores olvidados.

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La concentración de población en las capitales de provincia y zona periurbana está llevando incluso a casos en que otras ciudades también están perdiendo población (saco esto a colación de un artículo referido al rapidísimo envejecimiento y pérdida de población de la ciudad de Torrelavega, la que se suponía segunda ciudad de Cantabria). También es la que alberga una degradación mayor en sus barrios respecto al tema guettos, problemas de inmigrantes, etc.

 

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No sé si habéis tenido noticia de este libro:

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Yo lo leí hace meses y lo recomiendo. El autor tiene sesgos progres, pero en conjunto es una lectura muy recomendable y muy necesaria, porque aborda uno de los principales problemas de España.

Parece que hay una nueva sensibilidad hacia este tema. Este libro de "La España vacía" fue un éxito de ventas y sigue estando en los primeros estantes de las librerías a pesar de que tiene casi dos años. Y han surgido otros muchos libros que abordan la cuestión. Recojo un artículo que habla de esta nueva literatura:

Cita

Una nueva literatura, al rescate de la España rural

Varios jóvenes autores convierten los libros sobre el abandono y la despoblación del campo en un fenómeno editorial

Miguel Ángel Villena Follow @@mvillenag
23/01/2018 - 21:19h
Sotuélamos (Albacete); casas despobladas / Foto: Javier Robla

Sotuélamos (Albacete); casas despobladas / Foto: Javier Robla

Contra todo pronóstico y por sorpresa irrumpió hace poco más de un año en las librerías La España vacía (Turner), un ensayo cultural narrado a caballo entre la crónica histórica y el reportaje periodístico, escrito por Sergio del Molino (Madrid, 1979). Las buenas críticas en los medios de comunicación, los premios recibidos y, sobre todo, el boca a boca entre los lectores han convertido el libro en una indiscutible referencia y han marcado un antes y un después en la aproximación de las jóvenes generaciones a un mundo que se muere, a una civilización rural que desaparece.

Tras la estela de La España vacía han aparecido o se han reeditado títulos con el denominador común de estar escritos por autores jóvenes que se han aventurado por los caminos de esa enorme región de nuestro país azotada por el abandono, la emigración y el envejecimiento de sus poblaciones. En una lista que podría ser mucho más larga podemos destacar Los últimos. Voces de la Laponia española, de Paco Cerdá; Palabras mayores, de Emilio Gancedo; Vidas a la intemperie, de Marc Badal (estos tres en la editorial Pepitas de calabaza, una editorial radicada en La Rioja); o El viento derruido (editorial Almuzara), de Alejandro López Andrada.

Pero La España vacía ha ido más allá del éxito editorial al poner nombre literario a un territorio, al definir tanto una idea como un sentimiento. Sergio del Molino explica de esta manera a eldiario.es las claves del fenómeno: "Creo que la sensibilidad actual de la sociedad española estaba esperando un libro así. Podríamos decir que este ensayo ha conectado con un ambiente, un estado de ánimo, que estaba aguardando ese debate pendiente sobre la España rural".

Muy lejos tanto de las idealizaciones de los paraísos perdidos como de los desprecios hacia la cultura campesina, Del Molino y los otros autores citados han abordado el tema desde la perspectiva de unos jóvenes nacidos en una España urbana y pretendidamente moderna, pero que ansían conocer el mundo que vivieron sus padres y sus abuelos.

Aquellas fueron unas generaciones que, en muchas ocasiones, no pudieron o no supieron contar los cambios inmensos que experimentó este país en la segunda mitad del siglo XX y cuyos efectos llegan hasta hoy mismo. Decía el antropólogo e historiador Julio Caro Baroja, una autoridad incuestionable, que durante 3.000 años la civilización apenas se transformó en sus aspectos esenciales hasta que llegó el paso de un mundo rural a otro urbano. Del Molino subraya que intentó, sobre todo, emprender un viaje cultural con La España vacía, "una aproximación de explorador" a un mundo que no había vivido pero que representa sus raíces y sus señas de identidad. Ahora bien, estos autores nacidos en los años setenta u ochenta reconocen que han bebido en la tradición reciente que arranca en un maestro como Antonio Machado, sigue con la brillantez de un Miguel Delibes y llega hasta Julio Llamazares que en 1988 publica La lluvia amarilla, una impresionante novela sobre el último superviviente en una aldea del Pirineo aragonés.

Imagen que ilustra la portada del libro 'La España vacía'

Imagen que ilustra la portada del libro 'La España vacía'

Si bien Llamazares (Vegamián, León, 1955) cultiva diversos géneros y temáticas, que van de la novela al periodismo pasando por la poesía, los nuevos exploradores literarios de la España rural señalan al escritor leonés como su referencia más cercana. "Cuando publiqué La lluvia amarilla o Luna de lobos a finales de los ochenta", comenta, "me consideraron un tipo raro, un friki, que se interesaba por historias extrañas. Pero siempre he pensado y sigo pensando que la España real, en la que incluyo por supuesto a ese mundo rural alejado de la costa y de las grandes ciudades, guarda poca relación con el país que aparece en los solemnes debates políticos o en las informaciones de muchos medios de comunicación. Así pues, existe una España callada que se preocupa por temas con fibra emocional como la memoria histórica o la despoblación del campo, unas historias muy importantes alejadas del eterno conflicto en Cataluña o de la corrupción interminable que ocupan toda la atención de la política o del periodismo".

En una línea similar se manifiesta el editor Javier Santillán, responsable de Gadir, uno de los sellos que más ha publicado en los últimos años a clásicos contemporáneos que han narrado esa España marginada (Antonio Ferres, Abel Hernández, Dionisio Ridruejo…). A juicio de Santillán, varios factores están contribuyendo a que este género se abra un hueco entre los lectores. "Han coincidido", afirma, "una cierta añoranza por la vida en el campo, una saturación urbana plagada de posmodernidad y de artificio, un libro que ha actuado de detonante como La España vacía y el apoyo de escritores y críticos de primera fila. Tampoco cabe olvidar que la literatura de viajes en este estilo es capaz de suscitar, por un motivo u otro, la empatía de un sector de lectores".

Sin lanzar las campanas al vuelo y pese a sus temores de que este fenómeno se diluya como una moda más, el editor de Gadir reivindica las miradas inteligentes y sensibles sobre la España rural. Dentro de su catálogo cita El canto del cuco, un agridulce diario del escritor y periodista Abel Hernández nacido en 1937 en Sarnago, un pueblo de Soria deshabitado desde hace años y que un grupo de vecinos ha comenzado a reconstruir y habitar a temporadas en una respuesta popular que enlaza con movimientos como el de Teruel Existe.

La visibilización del abandono

Pero más allá del éxito literario, la pregunta que planea sobre este fenómeno apunta al revulsivo que pueda significar para los poderes públicos, asentados en las poltronas de lejanas urbes, y también para los propios habitantes de esa España vacía. ¿La carga reivindicativa de estos títulos puede colocar el problema en la agenda política? ¿Está provocando reacciones para impedir esta demotanasia (una muerte pacífica de la población), un término acuñado por la investigadora María Pilar Burillo? "Estamos observando ya algunos efectos, aunque sean escasos y con frecuencia oportunistas", opina Del Molino, "y antes o después aumentará la exigencia a los políticos para que atiendan las necesidades de una parte abandonada de nuestro país donde viven gentes que son consideradas como ciudadanos de segunda".  

El autor de La España vacía no olvida que muchos habitantes de urbes como Madrid o Barcelona creen sentirse más cercanos a la vida en Hong Kong que a sus compatriotas de Cuenca o de Huesca, a apenas un par de horas de coche.

Tras décadas de lucha por visibilizar los problemas de esos territorios abandonados, Llamazares se declara escéptico, pero con un punto de esperanza. "La España rural", concluye, "no es rentable políticamente porque representa pocos votos. Ahora bien, estamos viendo que los desequilibrios territoriales en nuestro país significan un lastre insoportable del que surgen otros desequilibrios políticos, económicos o sociales. ¿Acaso los incendios forestales no son más devastadores porque ya casi nadie cuida los bosques? ¿Acaso las nevadas no generan más dificultades porque ya no queda gente en los pueblos para retirar la nieve?".

Una y otra vez sobrevuela sobre la España rural una lúcida y magnífica novela de Miguel Delibes, escrita en los años setenta, en plena euforia de recuperación de la democracia. Todavía hoy El disputado voto del señor Cayo se alza como una insuperable metáfora de la mirada paternalista y despectiva del poder hacia una España rural de la que procedemos todos. Aunque a veces lo ignoremos.

https://www.eldiario.es/cultura/libros/nueva-literatura-rescata-Espana-rural_0_732477586.html

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      Quizá hayáis leído en los últimos días un artículo de El Confidencial con este titular sensacionalista e irrespetuoso:
      El último chute de José Antonio: morfina, cognac y los yonkis de la Guerra Civil
      El artículo se hace eco de un libro recién publicado sobre el uso de drogas en la Guerra Civil. Aunque el tema es interesante, no es ninguna novedad. Es bien sabido que en las guerras del siglo XX los combatientes hicieron un uso frecuente de fármacos psicotrópicos, ya fuesen relajantes, como la morfina y otros derivados del opio, o estimulantes, como la cafeína y la anfetamina. No creo que eso les reste valor a los combatientes, aunque desde luego es una práctica peligrosa que puede generar una toxicomanía al finalizar el conflicto.
      Ahora bien, aquí se trata de otra cosa. Se trata de acusar de «cobarde» a José Antonio por haber recibido una inyección (supuestamente de morfina, aunque en otro lugar se habla de cafeína, que tiene justamente el efecto contrario) para afrontar sus últimas horas de vida. En definitiva, se trata de derribar el «mito» de José Antonio, de ensuciar su recuerdo, de desactivar sus ideas.
      Esta acusación de la inyección es un bulo, evidentemente, pues los muy variados testimonios directos que existen sobre la muerte de José Antonio no avalan esa idea. Lo que tampoco quiere decir que debamos mitificar la figura de este político y creerla ajena a los sentimientos y vacilaciones propias de todo hombre. ¿Pero de dónde sale ese bulo? ¿Quizá salió de la propaganda republicana en su día? ¿O se lo habrán inventado el periodista o el autor del libro al calor de la peculiar «memoria histórica» que impulsan el PSOE y Podemos? Aunque titule de forma sensacionalista, el periodista de El Confidencial no se ha sacado de la manga el asunto: el bulo existió en su día, y su creador o propagador fue nada menos que el general Franco. Ramón Serrano Suñer recuerda el hecho, con indignación, en sus memorias:
      A Franco, el culto a José Antonio, la aureola de su inteligencia y de su valor, lo mortificaban. Recuerdo que un día, en la mesa, me dijo muy nervioso: «Lo ves, siempre a vueltas con la figura de ‘ese muchacho’ (se refería a José Antonio) como cosa extraordinaria y Fuset* acaba de suministrarme una información del Secretario del Juez o Magistrado que le instruyó el proceso en Alicante, que dice que para llevarle al lugar de ejecución hubo que ponerle una inyección porque no podía ir por su pie». Y lo decía con aire de desquite bien visible. Yo con amargura —pues me dolía profundamente que la persona a la que estaba sirviendo con afecto y lealtad pudiera recoger aquella despreciable referencia— y con energía negué que eso pudiera ser verdad: «es mentira inventada por algún miserable, eso es imposible». Otra persona que estaba en la mesa, por entonces especialmente afectuosa conmigo y agradecida a mi entrega incondicional, destempladamente, me dijo: «¿Y tú qué sabes si no estabas allí?» «Pues porque lo conozco bien y tengo certeza moral, porque eso es un infundio canallesco», contesté.
      Ramón Serrano Suñer, Entre el silencio y la propaganda, la historia como fue. Memorias. Barcelona, Editorial Planeta, 1977, pp. 170-171.
      *Nota mía: Lorenzo Martínez Fuset era teniente coronel jurídico militar y fue el artífice de la represión legal en los primeros años del franquismo. Según testimonio del tradicionalista Eugenio Vegas Latapie en el segundo tomo de sus memorias, Fuset era masón reconocido antes y después de la Guerra. Creo fidedigno este testimonio porque Eugenio Vegas no es de los que lanzan la acusación de masón alegremente y sin pruebas, a diferencia de lo que es costumbre en cierto antimasonismo irracional que aquí hemos criticado. De hecho, creo que solamente se refiere como masones a Fuset y a una persona más en su libro. Es decir, no reparte alegremente la acusación de «masón» a todo el que le cae mal.
      Ya que se ha publicado ese artículo en El Confidencial y ha tenido cierta repercusión en las redes sociales, he creído interesante citar el origen de esta acusación. Que también nos puede revelar algunos aspectos de la historia reciente de España y del guerracivilismo crónico que padecemos.
    • Por Hispanorromano
      El Concilio Vaticano II visto por un falangista: «La crisis está en nosotros»
      Indagando en una hemeroteca digital, encontré algunos números de la revista SP, quizá la única publicación de nervio falangista durante el franquismo. Creada y dirigida por Rodrigo Royo, falangista formado en el Frente de Juventudes y más tarde voluntario en la División Azul. Rodrigo no formó parte de la Falange fundacional, pero asume en buena medida su espíritu. Se destaca por su antimericanismo y desde el principio presiente que el Régimen de Franco se está disolviendo por su propia voluntad para dar paso a un régimen de tipo occidental. En SP mantiene una actitud crítica con el franquismo y con esa deriva liberal, lo que lleva al cierre, por asfixia, de esa publicación.
      El artículo que me llamó la atención es de Tomás Salvador, también falangista y divisionario, posteriormente vocal de la Hermandad Nacional de la División Azul. Fue un escritor de cierto éxito y pionero de la novela de ciencia-ficción en España, otro de los olvidados injustamente. El artículo habla sobre el Concilio Vaticano II. Después de hacer un repaso por las vicisitudes de la Iglesia, Tomás Salvador reconoce que la Cristiandad está en una profunda crisis de la que no escapa la Iglesia, pero afirma que la culpa de esta crisis no es de la Iglesia sino nuestra, de los cristianos, por habernos alejado de Dios para entregarnos a los vicios y a las comodidades modernas. ¡Menuda diferencia con las jeremiadas integristas que nunca reconocen ninguna culpa propia! Tomás Salvador reconoce la crisis, pero lejos de echar balones fuera, asume la parte que le toca, aunque quizá sea de los que menos culpa tengan. Pero ésa es la actitud normal en un cristiano, la de analizar los males con honradez, sin soberbia y sin buscar chivos expiatorios, asumiendo la parte de culpa que cada uno tiene. «La crisis está en nosotros» se titula el artículo de Tomás Salvador, y es la pura verdad. Culpar a la Iglesia de la crisis y de los males que afligen a nuestras sociedades, como se ha puesto de moda en algunos sectores católicos tan «puros» como los cátaros, no sólo es una necedad sino que demuestra que esas personas están cada vez más alejadas de la Iglesia de Cristo y con su actitud, entre blasfema y destructiva, tienen una importante responsabilidad en la crisis.
      Como escritor que cultiva la literatura prospectiva, Tomás Salvador está habituado a barruntar lo que nos puede deparar el futuro y por ello en su artículo, escrito en 1962, anticipa varios de los males que hoy nos golpean con toda su fuerza: el consumismo alienante; la sustitución de la cultura por el entretenimiento; la hipersexualización; la diversión como único horizonte vital; la desaparición de los mediadores, que conduce a un retorno de los brujos y los charlatanes; la proliferación de sucedáneos religiosos, drogas incluidas; el dominio de la propaganda; la aglomeración en urbes-colmena donde no hay lugar para el espíritu, sofocado por las comodidades y por la creciente tecnificación de todos los aspectos de la vida. 
      El artículo es también muy interesante desde esa perspectiva de anticipación. Y si Tomás Salvador puede anticipar esos males no es porque tuviese una bola de cristal sino porque era un fino observador y aquellos males ya estaban de alguna manera presentes en aquella sociedad que algunos creen tan tradicional. Lo que encaja perfectamente con el análisis que hace de la crisis de la Iglesia, tan distinto de los que solemos escuchar y a mi juicio mucho más acertado. Por esa razón traigo este artículo al foro.
      ————————————————
       
      A LA LUZ DEL CONCILIO VATICANO
      LA CRISIS ESTA EN NOSOTROS
      Por TOMÁS SALVADOR
       
      A cuatrocientos años de Trento, dos mil quinientos príncipes de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana están reunidos en Concilio. El II Vaticano hace el número veinte de los celebrados por la Iglesia. Veinte en dos mil años de historia, el último hace sesenta y dos años. Los Concilios son algo muy raro en el ritual de nuestra Iglesia. Un tanto curioso me he entretenido en hacer un balance comparativo. Los ocho primeros se celebraron dentro del primer milenio y todos ellos en Oriente: Meca, Constantinopla, Efeso y Caledonia. El siglo que ha presenciado más fue el XIII, igualando la cifra del anterior. Malos tiempos corrían para la unidad de las Iglesias cristianas. Dividida la cristiandad en dos imperios, Oriente y Occidente, la pugna entre los dos por la primacía jerárquica duró varios siglos. Bizancio representa el cesaropapismo, el tópico que ha quedado de «discusiones bizantinas», neofisistas, iconoclastas, nestorianos, focenses, herexiarcas y, finalmente, la bula de excomunión que los legados de Roma depositan sobre el altar mayor de Santa Sofía. El cisma de Oriente costó a la Iglesia cien millones de fieles y, aunque Constantinopla dejó de ser cristiana en 1452, la desunión continúa.
      En Occidente, la Iglesia continúa su marcha ascendente. La Edad Media representa el triunfo de las comunidades religiosas: el Cluny, el Cister, la Cartuja, las Órdenes mendicantes, grandes vasallos que hacen un gran Señor, el Papado romano. Pero en ello estaba también el peligro. El subjetivismo de Occam, los nominalistas, nuestro Raimundo Lulio, convierten las universidades y los grandes monasterios en brillantes centros de cultura, de discusiones. La Teología se eleva a Arte Magna, pero se olvida la misión, el proselitismo. El pueblo tiene que contentarse con las prédicas de frailes no siempre a la altura de las circunstancias. Cuando el Renacimiento eleva el nuevo Humanismo a la categoría de una religión artística, se hace evidente la necesidad de una Reforma. La piden los espíritus más puros.
      Pero son Huss, Zwinglio, Lutero y Calvino los que, en vez de reformar, destruyen. Cuando el fraile agustino Martín Lutero fija en la iglesia universitaria de Wittenberg los noventa y cinco puntos de su tesis, el 31 de octubre de 1517, la desunión de los príncipes cristianos, la ambición y el resentimiento la convierten pronto en una autentica revolución moral social y económica. Los príncipes alemanes, deseando la secularización de los bienes religiosos, Enrique VIII aprovechándola para sus fines políticos, Francia y España, indecisos en cuanto a su pugna particular, hacen que prospere el gran cisma de Occidente. Por su parte, Oriente ve llegar otro cisma. La Iglesia Ortodoxa rusa, en 1590, no acepta la primacía del patriarca de Constantinopla y eleva al de Moscú a la categoría de tercera Roma.
      No es posible resumir aquí dos mil años de Historia. Bástenos conocer estas dos fechas: 1054, cisma de Oriente y 1517, cisma de Occidente. La gran familia cristiana dividida. De ellas, la única que ha conservado la unidad ha sido la Iglesia Romana. La nación de la reforma protestante está dividida en no menos de trescientas sectas, aunque sólo media docena de ellas: luteranos, calvinistas, anglicanos, presbiterianos, baptistas y cuáqueros sean importantes. Los orientales, entre maronitas,  grecortodoxos, armeniortodoxos y rusortodoxos, continúan en la misma línea.
      En resumen, cálculos aproximados vienen a decirnos que existen actualmente en el mundo 500 millones de católicos: 250 millones en Europa, 90 en América del Norte y Central, 110 millones en América del Sur, 30 en Asia, 15 en África y el resto en Oceanía. Ese total de millones representa la sexta parte de la población total de la Tierra. Si a ellos unimos 225 millones de protestantes y 130 de cismáticos griegos, tenemos un total de 855 millones de cristianos, enorme cifra para las estadísticas, pero escasa para nuestro sentir íntimo. Doblamos el número de musulmanes, de hinduistas, de confucionistas y triplicamos el de otras confesiones; pero aún así no conviene olvidar que tras dos mil años de expansión religiosa, únicamente la cuarta parte de la población humana es cristiana. Y cristiana dividida, que es lo más triste.
      Algunas veces se ha planteado la pregunta, vistas las anteriores cifras, ¿ha fracasado el cristianismo? No. Hemos fracasado nosotros, los cristianos. Otro día hablaremos de ello. Hoy, con la tristeza del que ve escasos sus saberes, hablemos de la emoción que este Concilio suscita en nosotros. Su Santidad ha hablado con una claridad meridiana: estarnos en crisis, la crisis está en nosotros, los cristianos. La sociedad moderna está abocada a la más importante revolución social de toda la Historia y en ella los cristianos no debemos perder el papel preponderante que siempre hemos tenido en los avatares históricos. O nos unimos o deberemos conformarnos con un papel secundario como fuerza moral.
      ¿Cuáles son los peligros? Juan XXIII los anuncia: el progreso, la técnica, el poder acumulado en pocas manos, el egoísmo, la comodidad, el ateísmo. Hagamos un breve resumen: Los poderes centrales —gobiernos— se están fortaleciendo. En consecuencia, cada vez se tiende más a una minoría ejerciéndose y relevándose en los cargos públicos. El pueblo eleva su nivel de vida, pero se aparta de las creaciones sociales. Vamos de cara a una nueva Edad Media, pero sin vigor espiritual. Vamos al «renacimiento de los brujos» y esto es así porque vamos prescindiendo de la «mediedad», o sea, del equilibrio, del colchón amortiguador entre las altas y las bajas esferas.
      Tendremos cada vez más comodidades, pero menos espíritu; más códigos o reglamentos para el castigo «a posteriori», pero menos códigos morales para la conducta «a priori». La minoría gobernará a base de diversiones. El pueblo será sobornado, desvirtuado, encenagado en diversiones: la percepción sublimal, la propaganda elevada a categoría de arte; la televisión, los espectáculos, el sexo, el turismo, serán las brújulas del mañana. Una industria colosal, que necesitará colocar sus productos, sumergirá al mundo en una marea de objetos que la propaganda nos hará creer imprescindibles. Nos convertiremos en esclavos de las neveras, automóviles, televisores, viajes a «forfait» y aparatos musicales. Un mundo de compra-lo-todo, disco-maníacos, tele-locos, analfabetos de chistes y libros de dibujos, de ciudades monstruosas que albergarán colmenas de seres defraudados en su espíritu y que buscarán los sucedáneos de las diversiones artificiales, drogas incluidas, se avecina.
      Esta no es ninguna exageración. Está llegando, lo tenemos encima. Hay ciertamente, un renacimiento de la fe. Las iglesias se llenan de hombres y mujeres jóvenes. Pero también se llenan los estadios, los cines, las salas de baile, los estudios de radio. Y encima, la técnica, los sabios elaborando armas mortales que son acaparadas por los estados, amenazando al contrario..., hasta que el otro las posee a su vez y entonces todo queda pendiente de un cerebro megalomaníaco. Esta es la crisis, como ha visto muy bien Su Santidad: la deshumanización del individuo, la pérdida de sus valores morales. Por eso los que nos llamarnos cristianos debemos estar unidos. La desunión es un escándalo, hermosa palabra que la Iglesia utiliza con frecuencia como sinónimo de dolor, de vergüenza, de pecado.
      Sí, la Iglesia está firme. Lo que está en crisis es la sociedad, nosotros, los cristianos que vamos siendo sobornados por la propaganda, por la industria que nos incita a comprar de todo, por la comodidad, por los instintos sexuales hábilmente explotados por unos cuantos canallas. Estos son los peligros y para luchar contra ellos es necesaria la unidad de los hermanos cristianos. Nuestra ferviente oración para que el Espíritu Santo ilumine a los príncipes de la Iglesia en su búsqueda de una fórmula noble y justa, ecuménica, en una palabra.
      SP, n.º 199, 1 de diciembre de 1962, pp. 67-68.
    • Por Hispanorromano
      Ana Iris Simón está siendo el fenómeno literario del año con su libro Feria, en el que realiza una crítica demoledora de la modernidad destructiva, de los errores de la izquierda (y la derecha), del desarraigo que provoca la emigración del campo a la ciudad, del abismo al que nos conduce la ínfima natalidad fruto del narcisismo, de la infantilización y de la creencia de que todo lo nuevo es mejor por el hecho de ser nuevo. Ramiro Ledesma y Juan Manuel de Prada aparecen por sus páginas. Hay algún aspecto del libro que me inquieta, pero el balance es muy positivo y está muy bien escrito, así que lo recomiendo vivamente.
      Ana Iris Smón escribe en una sección de RTVE una acertada crítica al fenómeno de los youtubers. La crítica es acertada a mi juicio, claro está, pero es posible que algunos foreros discrepen y harán bien en exponer esas discrepancias. Le ruego a Ana que me disculpe por quitar las negritas que ella había puesto y poner las mías, para destacar aquellos fragmentos que considero más importantes.
      El hilo puede servir para discutir sobre el fenómeno de los youtubers pero también para hablar de Ana Iris Simón y del resto de temas que aborda en su obra.
    • Por Hispanorromano
      En Vozpópuli, la periodista María Palmero publica una valiente reflexión sobre la generación que no quiere tener descendencia. Y lo hace con un lenguaje desenfadado que puede llegar al gran público. Me parece singularmente atinado lo que dice sobre el autoengaño, la pérdida de la comunidad y la ausencia de valores religiosos. Las negritas son de la autora.
    • Por Hispanorromano
      Traslado al foro unos breves párrafos de la Obra Completa de Julio Ruiz de Alda que en su día subrayé para comentar en el foro. Habla Ruiz de Alda de que la neutralidad sistemática de España (y de cualquier otra nación) ante cualquier conflicto exterior conduce a su descomposición. Pues todas esas energías nacionales, que deberían volcarse en empresas exteriores para cumplir con nuestra misión universal, las volcamos en conflictos internos. De hecho, asegura Ruiz de Alda que esa neutralidad nominal hacia afuera equivale a guerra civil en el interior. Y estoy muy de acuerdo. Una patria no puede sobrevivir si adopta de manera sistemática una neutralidad absoluta e incondicional ante cualquier conflicto exterior, si excluye la posibilidad de combatir, si renuncia a su misión universal y se concentra en sus problemas internos.
      Lo hemos hablado ya en anteriores ocasiones, por ejemplo, cuando discutíamos la posibilidad de la reunificación con Puerto Rico, empresa exterior que sin duda haría mucho bien a nuestra patria y nos alejaría de las querellas intestinas que nos están descomponiendo desde que perdimos las últimas provincias de ultramar. Ilustro ahora la idea con estas palabras de Julio Ruiz de Alda:
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    • https://www.mundorepubliqueto.com/2020/05/01/no-todo-lo-que-brilla-es-oro/

      Una vez más, por aprecio a estos amigos dejo solo el enlace para enviar las visitas a la fuente.

      Solo comento la foto que ponen de un congreso internacional identitari que hubo un México. Ahí se plasma el cáncer que han supuesto y parece que aún sigue suponiendo aquella enfermedad llamada CEDADE. En dicha foto veo al ex-cabecilla de CEDADE, Pedro Varela -uno de esos nazis que se dicen católicos- junto a Salvador Borrego -que si bien no era nazi, de hecho es un mestizo que además se declara hispanista y favorable a la mezcla racial propiciada por la Monarquía Católica,  sí que simpatizó con ellos por una cuestión que quizá un día podamos comentar- uno de los "revisionistas" más importante en lengua española, así como el también mexicano Alberto Villasana, un escritor, analista, publicista, "vaticanista" con gran predicamento entre los católicos mexicanos, abonado totalmente a la errática acusación contra el papa Francisco... posando junto a tipos como David Duke, ex-dirigente del Ku Kux Klan, algo que lo dice todo.

      Si mis rudimentarias habilidades en fisonomía no me fallan, en el grupo hay otro español, supongo que también procedente del mundillo neonazi de CEDADE.

      Imaginemos la corrupción de la idea de Hispanidad que supone semejante injerto, semejante híbrido contra natura.

      Nuestra querido México tiene la más potente dosis de veneno contra la hispanidad, inyectado en sus venas precisamente por ser un país clave en ella. Es el que otrora fuera más próspero,  el más poblado, también fue y en buena parte sigue siendo muy católico, esta en la línea de choque con el mundo anglo y... los enemigos de nuestra Hispanidad no pueden permitir una reconciliación de ese país consigo mismo ni con la misma España, puente clave en la necesaria Reconquista o reconstrucción. Si por un lado está infectado por el identitarismo amerindio -el indigenismo- por el otro la reacción está siendo narcotizada por un identitarismo falsohispanista, falsotradicionalista o como queramos verlo, en el cual CEDADE juega, como vemos, un factor relevante.

      Sin más, dejo ahí otra vez más mi sincera felicitación al autor de ese escrito. Enhorabuena por su clarividencia y fineza, desde luego hace falta tener personalidad para ser capaz de sustraerse a esa falsa polarización con que se está tratando de aniquilar el hispanismo.

       





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    • La libertad sexual conduce al colapso de la cultura en tres generaciones (J. D. Unwin)
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    • Traigo de la hemeroteca un curioso artículo de José Fraga Iribarne publicado en la revista Alférez el 30 de abril de 1947. Temas que aborda: la desastrosa natalidad en Francia; la ya muy tocada natalidad española, especialmente en Cataluña y País Vasco; las causas espirituales de este problema, etc.

      Si rebuscáis en las hemerotecas, hay muchos artículos de parecido tenor, incluso mucho más explícitos y en fechas muy anteriores (finales del s. XIX - principios del s. XX). He traído este porque es breve y no hay que hacer el trabajo de escanear y reconocer los caracteres, que siempre da errores y resulta bastante trabajoso, pues ese trabajo ya lo ha hecho la Fundación Gustavo Bueno.

      Señalo algunos hechos que llaman la atención:

      1) En 1947 la natalidad de Francia ya estaba por los suelos. Ni Plan Kalergi, ni Mayo del 68, ni conspiraciones varias.

      2) Pero España, en 1947 y en pleno auge del catolicismo de posguerra, tampoco estaba muy bien. En particular, estaban francamente mal regiones ricas como el País Vasco y Cataluña. ¿Será casualidad que estas regiones sean hoy en día las que más inmigración reciben?

      3) El autor denuncia que ya en aquel entonces los españoles estaban entregados a una visión hedonística de la existencia, que habían perdido la vocación de servicio y que se habían olvidado de los fines trascendentes. No es, por tanto, una cosa que venga del Régimen del 78 o de la llegada al poder de Zapatero. Las raíces son mucho más profundas.

      4) Señala que el origen de este problema es ético y religioso: se ha perdido la idea de que el matrimonio tiene por fin criar hijos para el Cielo. Pero también se ha perdido la idea del límite: las personas cada vez tienen más necesidades y, a pesar de que las van cubriendo, nunca están satisfechas con su nivel de vida.

      Este artículo antiguo ilumina muchas cuestiones del presente. Y nos ayuda a encontrarle solución a estos problemas que hoy nos golpean todavía con mayor fuerza. Creo que puede ser de gran provecho rescatar estos artículos.
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    • En torno a la posibilidad de que se estén usando las redes sociales artificialmente para encrespar los ánimos, recojo algunas informaciones que no sé sin son importantes o son pequeñas trastadas.

      Recientemente en Madrid se convocó una contramanifestación que acabó con todos los asistentes filiados por la policía. Militantes o simpatizantes de ADÑ denuncian que la convocó inicialmente una asociación fantasma que no había pedido permiso y cuyo fin último podría ser provocar:

      Cabe preguntarles por qué acudieron a una convocatoria fantasma que no tenía permiso. ¿Os dais cuenta de lo fácil que es crear incidentes con un par de mensajes en las redes sociales?

      Un periodista denuncia que se ha puesto en marcha una campaña titulada "Tsunami Español" que pretende implicar a militares españoles y que tiene toda la pinta de ser un bulo de los separatistas o de alguna entidad interesada en fomentar la discordia:

      El militar rojo que tiene columna en RT es uno de los que difunde la intoxicación:

      Si pincháis en el trending topic veréis que mucha gente de derechas ha caído en el engaño.

      Como decía, desconozco la importancia que puedan tener estas intoxicaciones. Pero sí me parece claro que con las redes sociales sale muy barato intoxicar y hasta promover enfrentamientos físicos con unos cuantos mensajes bien dirigidos. En EEUU ya se puso en práctica lo de citar a dos grupos contrarios en el mismo punto para que se produjesen enfrentamientos, que finalmente ocurrieron.
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    • Una teoría sobre las conspiraciones
      ¿A qué se debe el pensamiento conspiracionista que tiene últimamente tanto auge en internet? Este artículo baraja dos causas: la necesidad de tener el control y el afán de distinguirse de la masa.
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