Escribía D. Ramiro de Maeztu en la presentación de la revista 'Acción Española', publicada entre 1931 y 1937 que: «La obra de España, lejos de ser ruinas y polvo, es una fábrica a medio hacer, como la Sagrada Familia, de Barcelona, o la Almudena, de Madrid; o si se quiere, una flecha caída a mitad del camino, que espera el brazo que la recoja y lance al blanco, o una sinfonía interrumpida, que está pidiendo los músicos que sepan continuarla».
Hoy nos encontramos sin embargo, ante una realidad, ya lejana a aquellas letras, donde el espíritu que alguna vez fundamentó el ideal hispánico, ha sucumbido bajo siglos de conflictos y reyertas en pos de conservar medias verdades, que solo alcanzan a responder medias preguntas en el corazón trascendente de los hombres, o bajo ídolos que a diario nos subyugan y arrastran en masa por la corriente de los intereses de un mundo enloquecido por las deudas y los beneficios. La mentira está de moda, es más, ni siquiera la verdad absoluta es hoy ya considerada como tal, y todo orbita alrededor de nuestros sentidos y deseos subjetivos.
¿Qué queda de aquella noble empresa? Qué de aquel noble ideal que el mismo Maeztu describía como «La misión histórica de los pueblos hispánicos consiste en señalar a todos los hombres de la tierra que si quieren pueden salvarse y que su salvación no depende sino de su fe y de su voluntad».
¿Es posible hoy en día recuperar esa misión? ¿Sigue estando vigente y de alguna forma es posible sembrar las semillas, que mañana den origen a un nuevo tiempo español, católico, universal… ?
A veces he pensado en el espíritu español, como en uno semejante al de aquel buen ladron crucificado en el Calvario junto a Cristo, y ello me lleva a pensar que la muerte de nuestra raza es inevitable, pero también que su futuro está unido a la suerte de aquel crucificado junto al Señor, una vez traspasado el umbral de la muerte. El otro ladrón estaría representado por lo que conocemos por mundo protestante anglosajón.