En estas últimas semanas se habla mucho de la pederastia en la Iglesia de Estados Unidos. Una comisión ha concluido una especie de causa general en la que se enjuiciaba el encubrimiento de pederastas por parte de las autoridades eclesiásticas de ese país.
A mi juicio los delitos de los que se acusa a las autoridades eclesiásticas son reales y se han dado tanto en EEUU como en otros países. Hay, por una parte, sodomitas a los que se viene dejando entrar en los seminarios y, por otra, autoridades eclesiásticas que, cuando alguno de estos sujetos da rienda suelta a sus inclinaciones, prefieren ocultarlo para no crear "escándalo" y, en lugar de denunciarlo a las autoridades, trasladan al sodomita a otra parroquia. Por tanto, aquí hay dos pecados: la pederastia y el encubrimiento de la pederastia. El verdadero escándalo es el delito de pederastia y el pecado de sodomía, junto con su encubrimiento.
Es radicalmente falso que este problema venga por los curas progres o por el Concilio Vaticano II, como repiten en algunos ambientes. Por el contrario, la mayoría de estos sujetos progresa en ambientes conservadores y funda órdenes conservadoras y filotradicionalistas, como los Legionarios de Cristo y el Instituto del Verbo Encarnado. Es la mentalidad conservadora de esconder la porquería debajo de la alfombra la que promueve el encubrimiento de estos graves delitos.
Sigo este tema porque es de los que más me preocupan dentro de la Iglesia. Creo que hay razones para censurar a los últimos papas y exigirles a las autoridades eclesiásticas y civiles que se muestren inflexibles. Yo optaría por soluciones medievales como las que expone San Pedro Damián en su Liber Gomorrhianus. Pero no es mi intención abordar ahora ese tema sino intentar traer un poco de tranquilidad a los católicos preocupados por las dos cuestiones que marco en negrita.
1) La comisión de EEUU juzga delitos reales, pero que no han ocurrido durante el pontificado actual ni durante el anterior. El encubrimiento que se juzga se dio sobre todo en el pontificado de Juan Pablo II, aunque parece ser que se extiende hasta Pío XII. Por tanto, se están juzgando delitos muy anteriores que no alcanzan al Papa actual. Benedicto XVI empezó a levantar las alfombras y Francisco I ha continuado en esa línea e incluso la ha reforzado. A mi juicio estos dos papas no han hecho todo lo que habría que hacer, pero han mostrado una firme voluntad de erradicar este mal, a diferencia de sus predecesores inmediatos.
Como desde hace años hay una turbia campaña conservadora contra el Papa actual, procedente sobre todo de EEUU, algunos han aprovechado este juicio para intentar salpicar a Francisco I. No aportan ningún dato de peso; se limitan a sembrar internet de maledicencias con el fin de dar a entender que lo que está juzgando en EEUU tiene relación con Francisco I, pero las personas informadas sobre este asunto saben que los hechos juzgados no han tenido lugar durante su pontificado. Muchos de estos acusadores en el pasado se han dedicado a encubrir a pederastas con verdadero fervor, por ejemplo, dos portales españoles que censuraban cualquier crítica a Juan Pablo II por este motivo y que, una vez que se supo todo porque Benedicto XVI aireó la alfombra, iniciaron una campaña salvaje de propaganda para elevar a Juan Pablo II a los altares. También se han dedicado a atacar a Francisco, incluso hace pocas semanas, cuando ha obligado a renunciar a algunos de estos pederastas y a sus encubridores. Pero ahora les interesa tocar la tecla de que Francisco el responsable de todo esto.
Hasta ahora estos pedo-conservadores se habían limitado sugerir ladinamente esta responsabilidad de Francisco pero sin ningún dato que la avalase. Ayer dieron un paso más y uno de estos grupos de presión estadounidenses publicó un testimonio del exnuncio Viganó que contiene acusaciones gravísimas contra el Papa actual. Los digitales conservadores lo llevan todos en portada y uno de sus directores españoles se jactaba en las redes sociales de que van a conseguir que Francisco se marche en menos que canta un gallo. Están exultantes al creer que están a punto de cobrarse su pieza.
2) El testimonio del exnuncio Viganó no me parece creíble por diversas razones:
- Viganó forma parte de un grupo presión conservador que está empeñado en derribar a Francisco I.
- Viganó está implicado en turbios asuntos, como el Vatileaks. Tanto Benedicto XVI como Francisco I lo cesaron de sus responsabilidades, por sus extraños manejos, y por ello está resentido.
- Viganó está implicado en el encubrimiento de pederastas.
- Viganó sólo denuncia esto ahora que le viene bien, con lo que él mismo sería un encubridor con respecto a este delito concreto.
- El cardenal McCarrick, que es el objeto de la denuncia de Viganó, fue cesado por Francisco hace unos meses.
- En el testimonio, Viganó utiliza un lenguaje coloquial e impropio, no ya sólo de una autoridad eclesiástica, sino de un cristiano. Desde el principio del documento se advierten inquinas personales y razones ideológicas más que una sincera preocupación por la pederastia, además de una clara intención de promover una revuelta contra el Papa.
Con todo, admito que el testimonio debería investigarse y que, de hallarse alguna responsabilidad en Francisco, deberíamos pedirle cuentas. Pero en principio el testimonio de Viganó me ofrece muy poca credibilidad, empezando porque él mismo es un repugnante encubridor de pederastas, aunque este dato lo ocultan convenientemente los portales conservadores que publican su testimonio. Otra de las cosas que callan es que ayer se supo que entre los acusados en la causa general que se lleva a cabo en EEUU hay un sacerdote lefebrista que luego se recicló en uno de estos grupúsculos conservadores, protegido por un prelado que los conservadores tomaron como estandarte de la causa anti-Francisco. En general parece que este sector, que siempre se ha dedicado a encubrir a los pederastas, pretende ahora utilizar el tema como arma arrojadiza contra Francisco, como parte de la campaña que tienen montada contra él. Por ello es razonable dudar de su sinceridad a la hora de formular estas acusaciones, sin por ello dejar de examinarlas.
Mi opinión es poca cosa, pues me faltan muchos datos y no me ha dado Dios la facultad de juzgar sin error. Pero quizá sirva para tranquilizar a los católicos que están sinceramente preocupados por estas acusaciones y que, lo mismo que yo, sean partidarios de aplicar la máxima dureza contra los pederastas y sus encubridores. Investiguemos a fondo el asunto y depuremos responsabilidades caiga quien caiga, pero en principio no cabe partir de otra cosa que de un acusado escepticismo con respecto al testimonio de Viganó.