Publico un interesante artículo de Raivis Zeltits, Secretario General de la Alianza Nacional de Letonia, partido conservador que forma parte del grupo europeo ECR, capitaneado por los polacos de Ley y Justicia, donde también está Vox. Le pondría algunas pegas al artículo, pero tiene pasajes de gran provecho que abordan distintos temas: el posmodernismo, la pérdida de significado y de propósito tras la "muerte de Dios", el relativismo, los medios de comunicación de masas y las redes sociales, la desconexión de la realidad, el ISIS como fenómeno nihilista, la propaganda rusa, etc. Lo que dice sobre Rusia es del máximo interés, pero el resto de temas no le van a la zaga.
La traducción la ha realizado Álvaro Peñas, antiguo dirigente de DN, pero he introducido algunos retoques. Álvaro tuvo la gentileza de realizar esta traducción y publicarla en su perfil de Facebook, pero apenas obtuvo unos pocos "me gusta" y en gran parte eran de ciudadanos extranjeros. No recibió ni una puñetera respuesta, porque las redes sociales sólo sirven para emitir consignas simples, casi al nivel del berrido. Este interesante texto se perdería en el limbo de Facebook si no lo trajésemos a este foro y desde luego es contenido cien por cien original para Google. El artículo, como decía, aborda aspectos muy poco tratados en el ámbito patriótico y con un nivel que es raro en los líderes derechistas. Tiene interés en sí mismo. Pero también puede servir para conocer un poco más a esos partidos europeos de los que sabemos tan poco. Podéis ver información breve sobre este partido en la Wikipedia española o bastante más ampliada en la Wikipedia inglesa. La impresión que me da es que este partido tiene ramalazos identitarios y de las nuevas derechas que afloran en Europa, pero que va más allá y tiene cierto sentido cristiano que hoy por hoy es un lujo en esos ambientes. Es una impresión preliminar en función del artículo. Pero juzgad vosotros mismos:
CitaSimulación y verdad
Raivis Zeltits (Secretario General de la Alianza Nacional de Letonia)Hace 20 años se estrenó la película “Matrix”, cuyo tema principal era la relación entre la realidad y la simulación. ¿Cómo sabemos qué es real? Y, si tuviéramos elección, ¿escogeríamos una simulación agradable o una realidad desagradable? Es significativo que el héroe de la película, el hacker Neo, que tuvo que tomar esta decisión, conserva su dinero y sus CDs con software ilegal en la obra “Simulacro y Simulación”[1] del filósofo izquierdista francés Jean Baudrillard. Obviamente, la historia es más un mensaje a la sociedad que un relato sobre simulaciones de ordenador. En sus obras, Baudrillard critica duramente la sociedad de consumo postmoderna. Describe los síntomas correctamente, pero como otros autores de la “nueva izquierda” no es capaz de proponer soluciones. La crítica de Baudrillard se limita a frases y “lírica” que ayudan a enmascarar el hecho de que realmente no tiene una solución, puesto que él mismo no cree en ninguna verdad o valor objetivo. Con esto termina el valor de su obra. Para conservadores y nacionalistas sería valioso conocer los síntomas del mundo postmoderno que él observo, pero debemos desarrollar nuestras propias conclusiones y proponer nuestras soluciones, que, a diferencia de Baudrillard, sí tenemos.
“Simulacro y Simulación”
Baudrillard escribe cómo el simbolismo en la cultura y en los medios construye la comprensión de la coexistencia de la sociedad. Los humanos son seres que pueden crear abstracciones y símbolos; en ello reside nuestra fuerza y también nuestra debilidad. Baudrillard escribe que la creación de esta comprensión se aleja cada vez más de algo real. Baudrillard usa estos términos: Simulacros son copias que describen cosas que ya no tienen un original. Simulación es la imitación de los procesos del mundo real. Simulación no es lo mismo que pretensión. Si alguien simula una enfermedad, muestra alguno de sus síntomas. Por tanto, desde fuera es difícil decir qué es real y qué es una simulación. Baudrillard divide las simulaciones en varios tipos según su cercanía o alejamiento de la realidad. Estos tipos de simulaciones son: 1) Reflejo; 2) Máscara; 3) Ilusión; 4) Simulacro puro (sin relación con la realidad). Pero el término más importante en la filosofía de Baudrillard es hiperrealidad: una realidad virtual tan cercana a la auténtica (y entrelazada con ella) que cada vez es más difícil advertir la diferencia.
Como un ejemplo de hiperrealidad, Baudrillard menciona Disneylandia, que hace a los visitantes creer que la realidad que les ofrecen es cierta y compran esa realidad. La creación de la hiperrealidad es además alimentada por las necesidades de la sociedad de consumo y la industria. Como escribe el filósofo nacional conservador letón Pauls Jurevičs, el objetivo de esta sociedad de consumo es “grabar en los consumidores que ciertas cosas producidas por la industria son absolutamente necesarias, que uno no puede vivir sin ellas, incluso aunque antes nadie hubiese oído hablar de ellas. Los anuncios crean una ideología peculiar, casi una visión del mundo”. [2]
Disneylandia es el símbolo de esta sociedad de consumo. Baudrillard describe también Los Ángeles como una ciudad de hiperrealidad cuya esencia es la creación de ilusiones. Hollywood complementa con maestría la realidad y nos hace percibirla de un modo diferente, de acuerdo a los escenarios de la película y a los clichés de la cultura de masas. Igual de importante, incluso más, es la influencia de la televisión, que influye y cambia el comportamiento humano, tanto el comportamiento de los que son filmados por la “realidad de la televisión” como los que la ven.[3] Por supuesto, con el tiempo la conexión con la realidad se vuelve más alejada. El hombre sirve a la mercancía que realmente no necesita, y la mercancía no sirve al hombre. La sociedad empieza a organizarse en torno a lugares de entretenimiento y centros comerciales. El verdadero centro de la ciudad ya no es la iglesia o algún otro edificio público.
Por encima de todo, el mundo postmoderno se caracteriza por una “irrealidad” cada vez mayor y una artificialidad que se manifiesta en casi cada aspecto de la vida. El dinero sin patrón oro. La urbanización que separa a los humanos del mundo natural y los aliena entre sí. Y, por supuesto, la hiperrealidad creada por los medios que desgarran los límites entre las cosas necesarias para vivir y las que no lo son, pero la necesidad se crea artificialmente. El así llamado “signo de valor” que empieza a conformar la mayor parte del valor de la mercancía no está relacionado con la producción o la distribución, sino con la idea “inspirada” por el comercial sobre la conexión de este producto con alguna celebridad o estilo de vida. El libro de Baudrillard salió a la luz antes de la aparición de las redes sociales, por lo que habría sido interesante saber su opinión sobre la influencia de las redes sociales sobre estas tendencias. Por ejemplo, la perdida de significado y el aumento de la cantidad de información parecen estar creciendo en progresión geométrica.
Globalismo e hiperrealidad
En este punto podemos “dejar” a Baudrillard y decir lo que no se ha dicho. La creación de la hiperrealidad no es solo un fenómeno del capitalismo moderno. Es una parte del proyecto globalista. ¿Qué es el globalismo? Es la idea de que los estados nación deben ser liquidados para unificar el mundo en una unidad política y económica. No es lo mismo que la globalización, que es una creación de los estrechos contactos entre diferentes partes del mundo, algo nada nuevo.
El globalismo está relacionado con experimento del comunismo, que no fue otra cosa que una hiperrealidad que tenía menos conexión con la realidad que Disneylandia. La URSS era un espectáculo absurdo, aunque muy sangriento, en el que todo el mundo actuaba como si se lo creyese. Los comunistas tenían su sistema de símbolos y rituales y, por supuesto, un aparato represivo que mantenía la continuación del espectáculo. Pero este experimento falló cuando Gorbachev declaró la “glasnost” (política de apertura/sinceridad). ¿Qué sinceridad puede haber en la hiperrealidad? El espectáculo terminó. Los sueños liberales sobre el “fin de la historia” y la unificación del mundo en un único “mercado” sin religiones e ideologías también han terminado. Estos sueños acabaron en 2014 en Ucrania, o quizás incluso antes, el 11-S.
¿Cuál es la ideología del globalismo? La de la izquierda multiculturalista que niega categóricamente la existencia de ninguna verdad y no ofrece valores colectivos que puedan unir a la sociedad. El dominio de esta ideología se inició en la “revolución” estudiantil de 1968, apoyada también por Baudrillard.[4] Irónicamente, los “revolucionarios” de 1968 se han convertido en un grupo represivo hostil a la libertad humana. Pero su odio es refinado. Por ejemplo, la idea de “construcción social”, que significa que todo es un simulacro que en ningún punto toca la realidad. Esto no se refiere solo al relativismo cultural (“todas las religiones son iguales”); se destruyen también las fronteras entre sexos, edades, especies [5], entre cuerdos y locos, y cada jerarquía, cada autoridad y cada verdad es puesta en cuestión, excepto la idea de que no existe ninguna verdad. A diferencia de los comunistas, los globalistas no imponen la creencia en la verdad de un sistema: ahora todos pueden elegir su “hiperrealidad” y coexistir en paralelo. El feminismo radical, el veganismo, el transhumanismo, el transsexualismo: si una mente humana puede pensar en algo, ya tiene su nicho de mercado.
Al mismo tiempo la cultura de masas ha tocado fondo. Todo es una copia de una copia. Y cada nueva copia es más superficial y más alejada de lo real. Por ejemplo, no hay nuevas subculturas que hayan intentado al menos crear una nueva narrativa de la realidad. Los hípsters, como última subcultura, han tomado elementos de todas las demás subculturas, despojándose del significado y haciendo todo “irónico”. No hace mucho un gran problema para la juventud era la adicción a jugar videojuegos, ahora es la adicción de los que miran a otros jóvenes jugando a videojuegos. [6] Las películas, la música y la moda actual se caracterizan por una rumia interminable, reciclando lo viejo una y otra vez. Con excepciones, por supuesto, pero esto no cambia la tendencia. La música suena igual, debido a que es hecha, literalmente, por unos pocos productores, que probablemente serán reemplazados por inteligencia artificial en un futuro cercano.
La hiperrealidad de las redes sociales y Rusia
Las redes sociales causan una fuerte consolidación de la hiperrealidad y un descenso de la autenticidad. En la “realidad” de las redes sociales cada uno tenemos nuestro “yo digital” que es nuestra extensión en el espacio digital. Muchos se identifican tanto con él que pierden a su verdadero “yo” en esta realidad. Este fenómeno causa el aislamiento del individuo de la información y la desconexión de una visión del mundo más objetiva. Obtener información de un individuo mediante su comportamiento “online” permite hacer un perfil muy preciso para ofrecerle productos y servicios, incluidos los eslóganes políticamente “correctos” antes de unas elecciones.
En esta “irrealidad” Rusia se siente como un pez en el agua. Este estado en el que “nada es verdad y todo es posible” [7], donde todo es un espectáculo y un entretenimiento televisivo, con noticias falsas y otros medios de guerra informativa que aprovechan la confusión de valores en Occidente. Rusia es una dictadura postmoderna en la que uno de los directores principales es el consejero de Putin, Vladislav Surkov. Suyas son las ideas que durante años han engañado al pueblo ruso y al resto del mundo usando el relativismo en valores y la negación de la verdad. Rusia es capaz de enviar mensajes específicos para cada audiencia: para comunistas y monárquicos, para socialistas y capitalistas, para totalitarios y demócratas… No resulta sorprendente que entre los voluntarios en Donbass hubiese gente de todo el mundo y del más amplio espectro ideológico luchando por los intereses de Rusia. La verdadera ideología de Rusia es el poder y todo lo demás es solo un medio. Pero Rusia no es la única que gana del vacío de valores en Occidente.
Nihilismo e ISIS
Ya en el siglo XIX hubo profetas que predijeron una profunda crisis de valores en Occidente, o más bien la pérdida de todos los valores. Es la idea del nihilismo: la pérdida del significado y la verdad. Nietzsche escribió sobre la “muerte de Dios”, la pérdida de influencia de la religión en Occidente que podría llevar a grandes conmociones en el futuro. Toda su filosofía fue un intento de resolver esta crisis, pero lo cierto es que no encontró la respuesta a este problema. Baudrillard cree que el nihilismo en Occidente no ha llevado a ninguna conmoción, debido a que la pérdida de la verdad ha sido compensada por la hiperrealidad, el “paraíso” de los consumidores con incontables mecanismos de distracción.
Baudrillard tenía razón en parte. El nihilismo nos conducirá a grandes conmociones. Si al principio el nihilismo se manifestaba como un fuego lento bajo la pacífica superficie de la sociedad de consumo, posteriormente se transforma en un incendio, factual y figurativamente. Ni el individuo ni la sociedad pueden existir sin un significado superior que justifique las adversidades de la vida, y sin objetivos superiores que den libertad a la creatividad. Este tipo de vida es simplemente antinatural para el hombre. Donde se eliminan el propósito y los objetivos, finaliza la creatividad y comienza la destrucción, que en el caso de los individuos patológicos se manifiesta como actos de asesinato y destrucción sin sentido. La pérdida de significado, junto con el aislamiento del hombre en la sociedad postmoderna conduce a dos fenómenos relacionados: el odio hacia el hombre (misantropía) y el odio hacia Dios (misoteísmo), si un hombre es creyente, pero si no lo es, entonces es odio contra la existencia misma.[8] Jordan Peterson[9], por ejemplo, explica que los habituales asesinatos en masa en los Estados Unidos son actos de odio contra la propia existencia. Creo que la misantropía en la sociedad actual se expresa de formas más sutiles, como el odio a uno mismo en forma de adicciones (alcoholismo, drogas, juego, etc.). Las adicciones son también un intento de escapar de la hiperrealidad, pero, desafortunadamente, no buscando la verdadera realidad, sino creando un mundo de ilusiones.
Un cierto intento de “escape” es unirse al ISIS (“Estado Islámico”). Como la cultura de masas postmoderna de Occidente no ofrece ningún sentido de significado y propósito, muchos lo buscan fuera. El ISIS atrae tanto a inmigrantes como a europeos conversos con su “oferta” de significado y propósito; una oferta falsa, puesto que se trata del mismo nihilismo envuelto en el lenguaje de la religión y termina con la misma destrucción y autodestrucción, masacrando gente inocente y con el suicidio. Esta mezcla de “propósito” y falta de significado, combinado con una propaganda efectiva en internet estuvo en la base del éxito del ISIS. ¿No es terrible que tantos no tuviesen miedo de los actos sádicos y asesinos del ISIS siempre que pertenecer a esta organización diese un sentido de propósito a sus vidas? Así de peligroso es el nihilismo, y no hay razón para pensar que este proceso de destrucción y autodestrucción terminará con la derrota militar del ISIS. [10] Porque hasta ahora en la historia esto ha continuado con una larga agonía y acabado con la muerte de una civilización y su reemplazo por otra civilización que se percibe extremadamente seria y en la que no todo es “ironía” o “absurdez postmoderna”. Porque ISIS es solo la vanguardia de la civilización que rápidamente reemplazará a la cansada y “vieja” Europa.
Buscando la verdad
La actitud conservadora hacia la vida significa reconocer que no somos “tabula rasa” o un folio en blanco, sino los portadores de nuestra herencia histórica y biológica. Pauls Jurevičs escribe: “La cultura no es más que las conclusiones y los descubrimientos de la experiencia histórica sobre la naturaleza humana, y sus condiciones internas y externas que no pueden ser cambiadas”.[11] Aún más, para cada cultura estas conclusiones son sorprendentemente similares; a pesar de las diferencias externas, todas las culturas tienen la misma base espiritual. Es la idea del hombre como un ser con alma. Es la sociedad organizada jerárquicamente en donde los valores espirituales dominan a lo material. Es el sentido de justicia y el ideal de heroísmo. Y sobre todo es la idea de un orden del cosmos superior con el que el hombre debe armonizar su vida. La singularidad de Occidente, comenzando desde la era homérica en Grecia, reside en la relación de que este Orden y Verdad superior (o Dios) puede ser reflejado en el arte, especialmente en la música y la arquitectura que es armoniosa, rítmica y hermosa. En oposición a esto, existe la idea de la iconoclastia, una idea de Oriente Medio que afirma que Dios no puede ser representado porque Dios es Absoluto y ninguna obra de arte puede simbolizar lo Absoluto. Por eso en el Islam está prohibido mostrar imágenes de Alá, y también en la historia occidental hay ejemplos de furia iconoclasta de los que creía que cualquier forma de representación de Dios es herejía e idolatría.
El mundo postmoderno también participa en la iconoclastia, pero no por respeto a Dios, sino por miedo a que Dios exista realmente. Este proceso tiene muchas expresiones, pero ninguno más claro que el fuego de Notre-Dame, que fue la culminación de la quema de 875 iglesias en el último año. Pero esto es solo una parte de la tragedia. La idea de que la catedral pudiera ser restaurada con un tejado moderno de cristal y una torre es la siguiente etapa de una tragedia que nos recuerda que los verdaderos bárbaros no son los que pertenecen a otra cultura, sino aquellos que han negado toda idea de cultura. El deseo de “borrar” la herencia cultural, la identidad y la belleza con la arquitectura de cristal que parece la misma en cualquier parte del mundo es típico del “arte” postmoderno. Este arte, al ser incapaz de crear, intenta destruir cualquier testimonio de que fuera de la “verdad” de cada individuo existe una Verdad superior frente a la que todos tenemos que rendir cuentas.
Los antiguos romanos, que incluían en su imperio a muchos pueblos, llegaron a la conclusión de que una ley natural (ius naturale) gobernaba sobre todas las condiciones sociales. Esta ley natural resulta de la conciencia humana, la verdad y la razón. Las leyes creadas por el Estado deben corresponder a la ley natural. Posteriormente, esta ley natural fue definida en Europa como los derechos dados por Dios, base objetiva para la moralidad y la virtud. La idea de la ley natural es la base de los derechos humanos y la democracia. El relativismo moral de la izquierda multiculturalista pone en peligro esta piedra angular de nuestra civilización. El desprecio por la vida humana y la dignidad de los regímenes totalitarios del siglo XX se basaba en este relativismo, que en el siglo XXI se interpreta como algún tipo de “libertad” por parte de los activistas de “open society”. Pero no es libertad intentar redefinir el concepto de familia, ignorando la naturaleza objetiva de este concepto. No es libertad despreciar la herencia cultural reemplazándola con “arte contemporáneo”. No es libertad despreciar lo que fue ganado por los ancestros y arrebatar la patria a las generaciones futuras con la política de inmigración masiva. Es cortar el árbol sobre el que estamos sentados. La libertad solo se encuentra bajo la luz de la Verdad, como un servicio a la vida real, como un servicio a la familia y la nación.
En nuestro mundo artificial todo el que quiere ser libre debe hacerse constantemente una pregunta: ¿es este un valor verdadero o es algo artificial? Y, al encontrar la respuesta, uno siempre debe elegir lo real sobre lo artificial. Hay que vivir la vida real y no las impresiones artificiales y las necesidades creadas por la cultura de masas. Por ejemplo, ¿no es absurdo, y un obvio desorden de fines y medios, sacrificar una vida familiar por una carrera o un diploma (sin mencionar que esta clase de elección es también artificial)? El que quiera ser libre debe rechazar el postmodernismo y el nihilismo, y buscar en su lugar lo que está lleno de significado y propósito. Uno puede empezar con pequeñas cosas, por ejemplo, usando tecnologías solo lo necesario para tareas prácticas o comunicaciones importantes, pero no como “pasatiempo”. También merece la pena hacer algo práctico. Por ejemplo, en lugar de jugar a videojuegos, alístate en la Guardia Nacional y aprende lo que significa ser un soldado en la vida real. Todo el que quiera ser libre tiene que temer lo bastante la noción de una vida desperdiciada para romper con la falsa realidad y encontrar lo verdadero.
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[1] Bodrijārs, Žans. Simulakri un Simulācija. Omnia mea, 2000.
[2] Jurevičs, Pauls. Variācijas par moderno cilvēku. Esejas. Daugava, 1956., P. 24
[3] Un ejemplo contemporáneo de hiperrealidad: las elecciones presidenciales de Ucrania. El actor Zelensky creó una ilusión sobre sí mismo como un presidente ucraniano en una serie de televisión. Mas tarde fundó un partido llamado como el de la serie. Supongo que muchos no se dieron cuenta de que no estaban votando por el héroe de la serie en las elecciones.
[4] De hecho, fue una “simulación” de una revolución; los proyectos izquierdistas no podrían existir sin el dinero de la oligarquía financiera internacional, que usa a estos radicales como un peón en la lucha contra la familia tradicional y el estado nación. Estos oligarcas como, por ejemplo, George Soros, luchan contra los centros de poder alternativos, cuyos sistemas de valores y lealtades interfieren en sus intentos de concentrar todo el poder en sus manos.
[5] Por ejemplo, Donna Haraway, A Cyborg Manifesto.
[6] https://www.inc.com/…/watching-video-games-is-now-bigger-tr…
[7] Peter Pomerantsev. Nothing Is True and Everything Is Possible: The Surreal Heart of the New Russia. PublicAffairs, 2015.
[8]https://www.youtube.com/watch?v=-8IwBY8-_vE&t=
[9] Jordan B. Peterson, psicólogo clínico canadiense, profesor de psicología en la Universidad de Toronto, filósofo conservador y luchador contra la censura de lo políticamente correcto.
[10] Más sobre la esencia de ISIS y su relación con el nihilismo: Kūlis, Māris. Terorisma krustugunīs. Islāma valsts. Rīga: LU Filozofijas un socioloģijas institūts, 2018.
[11] Jurevičs, Pauls. Pretstatu pasaule. Esejas. Grāmatu Draugs, 1973., 195. lpp.