A mí también me harta ese afán de subversión y rebeldía que se ha extendido dentro de la derecha, cuyo origen, dicho sea de paso, hay que buscarlo netamente en doctrinas modernas e izquierdistas.
Y más allá de lo cansinos que resultan, el peligro de este tipo de comportamientos es muy grave. Porque llevan al relativismo de aceptar todo lo que (supuestamente) se oponga al "discurso hegemónico" y de rechazar todo lo que pueda siquiera parecérsele (véase la confusión entre justicia social y comunismo, sin ir más lejos). Y porque, en el fondo, los que se conducen de esta manera lo hacen por una exaltación de la libertad mal entendida -a saber, como algo sin guía ni sujeción a ningún principio ni autoridad- que les lleva simplemente a "llevar la contraria" por el puro placer de hacerlo.
Es decir, que cabría suponer que muchas de estas personas habrían sido comunistas de haber vivido en la España de los años 50, falangistas de haber vivido en el Madrid de 1936 y protestantes (¡o hasta musulmanes!) de haber vivido en la España del siglo XVI, ya que, en todos los casos, ésas eran las opciones disidentes, "políticamente incorrectas" de la época y el lugar.
Es decir, algo completamente de locos que sólo puede servir para destruir, jamás para construir, en la línea de la peor izquierda más extrema y recalcitrante, y hasta tocante con una psicología anarquista (probablemente lo peor dentro de la izquierda, si es que tiene sentido hacer tal clasificación).
Además de todo esto, se acentúan las tendencias antisociales, de aislamiento del resto de la sociedad por considerarla una masa de borregos estúpidos echados a perder por el discurso dominante. Es decir, los sectores políticos invadidos por esta plaga, en lugar de mostrarse el mundo y tratar, concienzudamente, de convencer a los corazones de sus compatriotas, acaban aislados en sí mismos, despreciando a todos e ignorados por todos. Una imagen que puede parecer muy romántica vista desde desde fuera, como lo es la figura del rebelde, pero que, insisto, es puramente destructiva (algo que quizá se deba, precisamente, al trasfondo romántico, y por tanto irracional, de esa imagen).