Como ya he comentado en alguna ocasión anterior, aunque no me canso de insistir, para mí la verdadera "Gran Conspiración", se basa en difundir ideas, datos, teorías y conceptos que llevan a desconfiar de todo y de todos hasta dinamitar así la cohesión social. Es la estrategia revolucionaria que posiblemente más frutos esté cosechando pues no se limita solo a reafirmar y propagar las ideas del revolucionario, sino que permea todos los ámbitos sociales y niveles intelectuales, destruyendo así toda clase de vínculos sociales y humanos.
Hasta qué punto afectan la difusión de estas teorías el entendimiento personal de las cosas y las relaciones sociales, podemos intuirlo fácilmente si cogemos un diccionario de sinónimos, y nos encontramos con que, para el término "Confianza", que es el más afectado por la actividad conspiranóica, aparecen como homólogas las palabras: seguridad, esperanza, fe, credulidad, decisión, determinación, certidumbre, tranquilidad, creencia, presunción, aliento, ánimo, vigor, empuje, amistad, familiaridad, intimidad, llaneza, franqueza, naturalidad, valimiento, cordialidad.
En resumen, podría decirse que son los pilares de la vida misma los que se ven atacados por las teorías de la conspiración. Por eso insisto tanto en afirmar que, independientemente de la veracidad o no que pueda haber en cada teoría conspirativa, sí existe de fondo una "Gran Conspiración", sumamente peligrosa y destructiva, que sin embargo pasa desapercibida porque se da de una forma distinta a cómo nos las presenta habitualmente el mundillo de los conspiranóicos. Creo que es importante entender que, el conspiranóico es habitualmente parte, voluntaria o involuntaria, de la peor conspiración: aquella que permanece oculta.
Es un poco como el efecto de la guerra nuclear pero aplicado a un nivel psicológico. Cuando se dispara una bomba atómica, la explosión puede tener un gran efecto destructivo, pero la verdadera y mayor destrucción se produce después por los efectos de la radiación invisible, que destruyen la continuidad de la vida. En este caso la bomba atómica vendría a ser semejante a la difusión de una tesis conspirativa, y la radiación igual a la desconfianza que genera dicha difusión, que se instala y permanece invisible en el ser personal y colectivo para ir minándolo y destruyéndolo poco a poco. Destruye la memoria de los acontecimientos al poner en cuestión lo que creemos saber; destruye el entendimiento de las cosas al no tener una base clara de los hechos ni de en quién confiar; y finalmente destruye la voluntad de las personas que acaban hastiadas de vivir en un mundo de mentiras. Es decir, la “Gran Conspiración" destruye las potencias del alma -memoria, entendimiento y voluntad- y con ello la vida de las personas y la sociedad.
Y digo que se trata de una conspiración y no de un simple comportamiento humano porque en efecto soy creyente, y tal como creo que realmente existe Dios, verdad y vida, también creo que existe el diablo, a quién desde siempre hemos conocido como el padre de la mentira.