Nunca entendí muy bien esa corriente de odio contra Rajoy que surgió dentro del PP, atizada por personajes turbios como Losantos, César Vidal o Ariza a los que les hizo concesiones la liberal Esperanza Aguirre. Para mí Aznar y Rajoy fueron malos gobernantes, pero estimo preferible a este último. Rajoy se encontró con el legado envenenado de Aznar y lo intentó gestionar como pudo.
Cuando hablo del legado envenenado de Aznar no me refiero sólo a la corrupción desmadrada del PP, que todos sabemos que procede de la época de Aznar, sino también a la transformación ideológica de AP en un partido progre de centro, que fue pilotada enteramente por Aznar. Conozco el proceso por algo más que la lectura atenta de los periódicos, ya que un familiar formó parte de la antigua AP y vivió la refundación en PP.
Efectivamente, fue Aznar el que convirtió un partido de derecha moderada, como AP, en un partido de centro progresista. Se desterró la palabra "derecha" del vocabulario y Aznar no se cansaba de repetir que el PP era un partido de centro progresivo. En el colmo del disparate, recuerdo que un periodista le preguntó a uno de los líderes del PP en esta época de Aznar por el voto de la derecha y, ni corto ni perezoso, respondió que el PP no era un partido de derechas y que por lo tanto no le interesaba el voto de la derecha, con lo que si alguien era de derechas mejor que no votase al PP. Así de claro y de directo. Por eso no entiendo esas idealizaciones de Aznar a posteriori.
Aznar fue el que convirtió al PP en un partido progre, favorable a la sodomía y al reconocimiento legal de las uniones de hecho sodomíticas; favorable al aborto hasta legalizar la píldora abortiva, aunque tuviese compradas a las organizaciones provida; favorable al feminismo y a todo tipo de inmoralidades. Fue Aznar el que le dio carta de naturaleza a todas esas aberraciones dentro de la derecha. Dudo mucho que, de haber estado al mando Rajoy, hubiese normalizado todas esas aberraciones con la misma celeridad que Aznar, aunque sólo fuese por su carácter más prudente y menos ambicioso. De todas formas, recuerdo que Rajoy procedía de la Unión Nacional Española de Gonzalo Fernández de la Mora, el partido menos liberal de los que se integraron en AP.
Fue Aznar el que vapuleó la memoria de los nacionales en la Guerra Civil, el que condenó en el Congreso el Alzamiento de 1936, el que se hartaba de condenar la dictadura franquista a todas horas y el que puso de moda a Azaña como referente de la derecha, de la mano de izquierdistas reconvertidos como Losantos.
Fue también Aznar el que entregó España definitivamente a los separatistas, pactando con ellos incluso cuando no tenía necesidad, y cediéndoles importantes competencias que han servido para socavar la unidad de España.
Fue Aznar el que dijo que el PP sólo debía ocuparse de gestionar la economía y que debía dejar al margen cualquier batalla ideológica. Fue el que convirtió al PP en un partido liberal, en lo moral y en lo económico. Fue el que hizo tábula rasa de toda tradición anterior de la derecha, que incluso en su versiones más descafeinadas siempre se había mostrado crítica con el liberalismo económico.
Superó al PSOE en corrupción, que ya era difícil, y fue el más fiel lacayo que se ha conocido de Estados Unidos e Israel. Nos metió en una guerra internacional cuyas consecuencias golpearon a España y todavía golpean al mundo y, para minimizar la pérdida de votos, generó una guerra civil de baja intensidad a base de teorías de la conspiración. Ni Atila lo habría hecho mejor.
Rajoy tuvo que gestionar todo este legado envenenado de Aznar y se llevó todas las culpas. Así lo he vivido yo al menos. Y me daría igual por Rajoy (pues algo de culpa le toca) si no fuese porque Aznar se marchó de rositas, se presenta como espejo de gobernantes y sigue mangoneando pese a haber dejado España y la derecha como un solar.