El término «EUROADIÓS» me parece mucho más coherente con nuestra lengua y el sentido de lo que debería ser una salida del Euro, que ese otro término anglófilo del «spexit», que no dice nada ni nos representa.
Y me gusta sobre todo porque va al meollo del asunto y se aleja del afán de notoriedad que siempre ha identificado a los británicos que, incluso para marcharse de los proyectos comunes tienen que hacerse de notar. Brexit es igual a "Salida británica".
Pues miren no, yo no quiero salirme británicamente de Europa porque, entre otras cosas, España nació en Europa, y ésta le debe en gran medida a España, ser hoy un continente del primer mundo y el origen de la civilización Occidental. Que los británicos se salgan y remen a donde quieran a ver si mueven su isla pero, España es y seguirá siendo Europa, como los miembros de nuestro cuerpo son y seguirán siendo parte de nosotros.
Sin embargo, esa otra cosa del Euro es bien distinta. Es un ídolo moderno con el que hemos pretendido hacernos semejantes a aquellos contra quienes, en otros tiempos, combatimos como enemigos. La fe en el dinero, la usura y el interés de los mercados. El Euro es un ídolo de barro, una medida de mercado, una vulgar moneda que ha sustituido y nos ha hecho olvidar nuestros orígenes y el destino de nuestros actos, es decir, la fe en quienes somos. Todo sea hoy por el mercado y para el mercado, a costa de la verdadera libertad y el sentido del ser humano.
Euroadiós, es decir, a Dios con el Euro. Que sea Dios quién juzgue a aquellos cuya voluntad se ordena en función de la fe en el dinero y el poder de los mercados. Pero nosotros volvamos a mirar hacia aquellos con quienes nos unen los lazos de la sangre, la fe y la lengua que edificaron este mundo. Volvamos a mirar hacia el Occidente, hacia la Hispanidad, para volver a construir en familia un futuro más digno para todos. Y hagámoslo sin dejar por ello de defender también en nuestra Europa, aquel modelo de familia humana y unidad de los pueblos que da verdadero sentido al hombre y puede hacer de este, un mundo más justo y mejor para Oriente y Occidente.
De poco nos valdría salir de la fe en el Euro, abandonar los nexos de unión con Europa u olvidar el entendimiento común con los europeos, si seguimos la estela de quienes, por codicia echaron a perder el proyecto universal de nuestra nación, y no recuperamos en cambio la fe fundamental que ha construido Occidente, si desechamos los lazos de parentesco que han tejido la Hispanidad, o si no cuidamos la única lengua que nos hace capaces de llegar a un entendiendo común y profundo de las cosas junto a centenares de millones de personas en el mundo.
Decir adiós al Euro implica recuperar el proyecto de la Hispanidad y volver a luchar en Europa por la fe verdadera que ha dado sentido a nuestra civilización. Las lenguas cambian, las monedas van y vienen, los parentescos se olvidan pero, solo la fe es eterna.