Desde que hace algunos años se hiciera de dominio público la practica industrial de la obsolescencia programada, muchas voces comenzaron a alertar de lo inapropiado de dichas prácticas por cuanto conllevan de uso abusivo e irresponsable de medios y recursos, y muchas naciones comenzaron a legislar al efecto, a fin de controlarla. Sin embargo, la industria supo adaptarse al embate político y social que se produjo y, si bien muchas empresas comenzaron a abandonar viejas prácticas que hacían que "sus cacharros" durasen menos de lo que debían durar para promover el consumo, de otro lado comenzaron a desarrollar nuevas prácticas obsolescentes que de alguna manera les hiciera recuperar lo perdido.
Así, por ejemplo, en todo lo relacionado con la industria informática, la obsolescencia que se aplicaba en la fabricación de los componentes materiales derivó en una obsolescencia indirecta sobrevenida por los requerimientos de los programas digitales cada vez más exigentes de tal forma que, hoy tenemos nuevamente "cacharros electrónicos" que se quedan viejos en cuestión de pocos años, no tanto porque dejen de funcionar como porque las necesidades de hardware para mover los programas que aparecen y se actualizan a diario, quedan viejas en cuestión de 4 o 5 años.
Esto por ejemplo es si cabe aún más grave que lo anterior ya que, mucha de aquella vieja obsolescencia se conseguía utilizando materiales baratos y abundantes que al poco tiempo se degradaban y dejaban de funcionar pero, al prohibirse dichas prácticas y estar obligadas las empresas a ofrecer ciertos niveles de calidad y durabilidad que antes no se les requería, hoy se utilizan materiales y recursos más preciados que igualmente dejan de ser útiles a los pocos años, promoviéndose así una serie de conflictos y guerras comerciales por los recursos que en ocasiones llegan a ser muy graves y con serias consecuencias para las personas.
Un ejemplo de esto es el oro y otros metales raros que se emplean en la construcción de muchos chips y aparatos, que generan primero conflictos allá donde se obtienen en origen, y suponen luego otra fuente de problemas al servir los desechos como recursos para gente del tercer mundo donde se envían y acumulan millones de toneladas de desperdicios electrónicos cada año, convirtiendo vastos territorios en inmensos basureros globales donde la vida humana vale menos que la de una rata.
Otro ejemplo de la nueva obsolescencia programada, surgida tras las leyes que obligaron a abandonar las viejas prácticas, es la que has mencionado de las modas. A través de sofisticadas y muy bien elaboradas ingenierías sociales aplicadas al marketing, se ha conseguido que para muchísimas personas sea impensable no estar cambiando de muebles, ropa, coches, aparatos, etc, cada poco tiempo, multiplicándose exponencialmente de esta forma, las necesidades reales de recursos y abastos, y todos los procesos contaminantes o degradantes para el medio que conllevan las diferentes cadenas productivas.
En definitiva, el modelo de sociedad consumista no es otra cosa que un fuego encendido necesitado constantemente de combustible (personas y recursos), fruto directo de la cosmovisión materialista y mercantilista que plantean tanto el liberalismo como el socialismo, en tanto que lo primero crea las necesidades y lo segundo el abasto, con el único afán de satisfacer los requerimientos del dios dinero.